Capítulo 2


Olimpo

A diferencia del Inframundo, en el Olimpo se mantenía la serenidad a pesar de lo irónico al convivir ahí varios dioses con diferentes personalidades. Después del conflicto que tuvieron con los titanes, la tranquilidad era lo mejor que podían aceptar. Todos aportaban para diseñar el Monte Olimpo y hacer de ese lugar un hogar privilegiado. Hestia disfrutaba de la compañía de sus hermanos y de que todos convivieran como lo habían hecho desde que Cronos se los comió. En cuanto decoración, Hera disfrutaba de hacerlo y era ayudada de vez en cuando por Zeus y Poseidón porque ellos se encargaban de asuntos más serios como la administración de sus reinos. Mientras creaba muros de mármol para su propio palacio, desvió su mirada hacia una de sus hermanas mayores.

Deméter disfrutaba de algo distinto a sus hermanas. Ella sólo quería estar sola en completa tranquilidad y le gustaba mirar hacia abajo e imaginar que ese era su propio hogar. Había sentido cierta envidia cuando Zeus, Poseidón y Hades se repartieron la tierra entera y ni ella ni sus hermanas recibieron la misma atribución. Pero no podía quejarse porque no serviría de nada, sólo debía aceptar la realidad. Tras un suspiro desolado, apoyó su mejilla sobre la palma de su mano, haciendo que largos rizos castaños se deslizaran por su hombro. Casi al mismo tiempo deslizó su mirada azul hacia enfrente. A varios metros se encontraban Zeus y Poseidón quienes la observaban en turnos distribuidos de manera insistente, sobre todo por parte de Zeus. Que la observara tanto la incomodaba pero sólo optó por ignorarlo y esperar que con la indiferencia pudiera dejar de observarla.

¿Por qué la miraba tanto?

Era una pregunta fácil de responder para Zeus. Para el dios era divertido admirar la belleza del Olimpo y que mejor que de Deméter. Al igual que a los demás dioses, no la había conocido lo suficiente pero lo que sí sabía era que se trataba de una diosa seria que ocultaba un carácter aún desconocido. Sin embargo, eso no desmeritaba su belleza exterior. Largo y rizado cabello castaño, piel clara y reluciente y ojos azules celestes. Zeus no era el único que se deleitaba con la belleza de Deméter, también lo hacía Poseidón pero con mayor discreción que su hermano menor.

—Si la sigues mirando demasiado la vas a asustar —comentó Poseidón en tono de burla.

—¿Asustarla? Por supuesto que no —Se opuso Zeus de inmediato—. Deméter es fuerte y jamás la asustaría...además, no es lo que quiero. Sólo me gusta mirarla.

—Si querías apreciar a una mujer, debiste crear a una especial para ti y no como medio de venganza contra Epimeteo.

Zeus transformó su semblante coqueto en uno que contenía rabia.

—Ese estúpido. No me arrepiento de nada. Así entenderán que con los dioses nadie se mete y sucederá lo mismo cuando existan los humanos —dijo Zeus imponente—. No hablemos de este tema o me enfadaré. Retomemos el tema acerca de lo hermosa que es Deméter y de lo cerca que está de mí para poderla contemplar.

—Creí que te gustaba Hera.

—Sí, también posee una belleza que me fascina pero...la seriedad de Deméter me intriga. A parte, Hera ni siquiera me muestra interés —comentó Zeus con indiferencia.

Era claro que ambas diosas le gustaban a Zeus pero Deméter era más interesante para él desde el inicio.

—Bueno, es cierto que Deméter no se asustaría fácilmente por simples coqueteos y esa fuerza que le reconoces podría rechazarte.

—Me gusta la dificultad —sonrió Zeus, mirando ahora a Deméter como un reto a conseguir—. Sólo requiere de tiempo para que ella me acepte.

—¿Te interesa tanto como para convertirla en tu esposa? —preguntó Poseidón a modo de broma.

Zeus se puso serio.

—Tampoco demasiado. No por ella, pero yo no me veo envuelto en matrimonio. Tengo otros intereses —respondió Zeus con honestidad—. Por lo menos ahora me conformo con observar su belleza.

Poseidón alzó los hombros y volteó a ver a Deméter fijamente.

—Supongo que es una buena idea. Deméter es hermosa.

Zeus se fijó en la manera en que Poseidón la miraba. Era claro interés.

—¿Y qué es lo que haces aquí? ¿No deberías irte a tu reino acuático? Sigue el ejemplo de Hades —preguntó Zeus sintiéndose celoso. Sólo así, Poseidón dejó de mirar a Deméter y verlo a él fijamente.

—¿Me estás corriendo?

—No, pero tienes un reino que gobernar y no es el Olimpo —dijo Zeus con firmeza.

Poseidón entendió que su comentario se debía a que no le había gustado que él pusiera los ojos en Deméter también. Y era cierto. Para Zeus, tener a Poseidón cerca era como una amenaza a sus planes.

—Pronto me iré, sólo no me eches tan pronto. Quería pasar más tiempo con ustedes —dijo Poseidón despreocupado.

Inmediatamente, ambos miraron a Deméter. La diosa no sabía si ellos se habían dado cuenta que comenzaba a molestarse con sus miradas y se intrigaba con saber qué era lo que platicaban sobre ella, porque era seguro que formaba parte de su tema de conversación. Era mejor seguirlos ignorando, tarde o temprano se cansarían.

¿No es así?

—Deméter, ¿cómo vas con la decoración de tu palacio? —preguntó Hera mientras se iba acercando a su hermana.

Deméter agradeció internamente que se haya acercado.

—No como seguro esperas...no sé cómo hacerlo —dijo Deméter hundiéndose de hombros.

—¿Por qué no? Será el lugar donde podrás descansar.

—Ya sé pero no tengo creatividad. No estoy inspirada —suspiró largamente y fue despegando la mirada y dirigiéndola hacia debajo de nuevo—. Me esfuerzo por considerar el Olimpo como mi hogar y no sé por qué pero me habría gustado vivir allá abajo.

Hera alzó ambas cejas. Reconocía que su hermana siempre había sido reservada, incluso mucho más que Hestia, pero de ahí a pensar que Deméter tenía ciertas preferencias con el hogar, era distinto.

—Pero aquí en el Olimpo tienes tu hogar. No debes buscar ni desear otro lugar.

—También lo sé...pero al menos allá abajo tendría más privacidad.

—¿Dónde estarán los humanos? No creo. Aquí también la tendrás porque el Olimpo es grande y cada quien tendrá su palacio —indicaba Hera, tratando de convencer a Deméter de que el Olimpo será su nuevo hogar—. Además es mucho mejor que vivir en el estómago de nuestro padre.

Deméter sonrió y asentía despacio.

—Cualquier lugar es mejor que ahí.

Hera compartió una sonrisa y continuó con el tema.

—En serio, Deméter. Nadie te molestará en tu palacio. Tendrás la privacidad que tanto quieres quedándote aquí con nosotros.

—Yo dudaría de eso —comentó Deméter mirando discretamente hacia Zeus y Poseidón: ambos seguían mirándola—. ¿Sabes qué? Me dedicaré a diseñar mi palacio pero primero iré a otro lugar.

—¿A dónde crees que vas a ir? —Preguntó Hestia, quien apareció de repente con semblante de preocupación—. Escuché parte de la conversación...¡No nos digas que nos vas a abandonar! No te separes de la familia...

Deméter negó con ambas manos al frente. No le gustaba que Hestia se pusiera así porque no sabía lidiar con ella cuando ponía de frente la unión familiar. Desde que estaban en el estómago de Cronos, Hestia le había dado prioridad a que los cinco debían estar unidos para ser fuertes.

—Yo no dije eso —respondió Deméter como defensa—. Sólo voy de visita y ya.

—Ay que alivio —dijo Hestia suspirando más tranquila—. ¿Irás a ver a Hades? —preguntó emocionada.

Deméter sonrió y se le vinieron a la mente los gratos recuerdos que tuvo cuando era más joven. Al igual que Hestia, se dedicaron a cuidar de sus hermanos pequeños. Hestia cuidaba más de Hera cuando fue niña y Deméter tuvo mayor conexión con Hades. Ambos eran serios y reservados. Priorizaban la tranquilidad y hablar sin prisa alguna. Por mucho tiempo, Deméter lo cuidó. Así fue hasta que Hades creció y fue más independiente.

Entre ellos siempre hubo respeto y cariño.

—De hecho sí, ¿cómo lo supiste?

—Porque Poseidón está aquí y no hay alguien más que quieras visitar —concluyó Hestia—. Ahora, ya que vas a ir con Hades, quiero ir contigo.

—No es necesario, pienso volver —dijo Deméter riendo.

—Debo asegurarme de que así sea —Hestia rio también en complicidad.

Hera se unió a ellas pero al momento dejó de reír.

—Y bueno, ¿mientras que voy a hacer yo? —Hera demandó saber mientras veía a sus hermanas preparándose para irse.

—Espéranos con una deliciosa comida. ¡Sorpréndenos! Y nosotras te traeremos un recuerdo —dijo Hestia apresurada y emocionada.

Hera volcó los ojos y comenzó a imaginarse qué tipo de comida iba a presentar y en qué momento iban a regresar. Lo que la hizo tomar una decisión definitiva fue darse cuenta que era el blanco de las miradas de Zeus y Poseidón.

—¡Espérenme!

***

Erebo

En este lugar prevalecía el silencio y el sombrío. Un contraste perfecto para el Olimpo. Aquí yacían más habitantes pero el ambiente era mucho más tenso al existir el clasismo y la esclavitud. Érebo era el gobernante y el amo de todo ese territorio y todos aquellos que residían en sus tierras, Ápate y Dolos se encontraban en segunda posición, sirviendo a Érebo y cumpliendo en secreto sus órdenes mientras que los que se encontraban más abajo eran las ninfas que el dios secuestraba o llevaba a sus dominios a base de engaños.

Érebo iba creando su propio reino, en donde la única autoridad era él. Un lugar donde habitaba el miedo constante y donde iba creciendo el deseo por ser libres, muy a pesar de que muchas ninfas recién habían llegado. Pasear por cada rincón era inquietante pero no había otro modo de vida más que cumplir con los caprichos y órdenes de Érebo o pasear por el lugar para distraerse de su realidad. Ese día, Érebo estaba encerrado en su gran habitación de la cuál casi no salía a menos que fuera necesario. Dolos y Ápate estaban en una estadía cercana a la de Érebo por si algo se le ofrecía. Sin embargo, llevaban horas sin moverse ni saber de su tío y comenzaba a hacerse tedioso el tiempo.

Dolos estaba muy aburrido y Ápate se mordía el pulgar mientras pensaba constantemente en un plan para complacer a Érebo, de acuerdo a la petición de deshacerse de Hades.

—Llevas casi una hora sin decir nada y me estoy aburriendo —comentó Dolos con hastío—. ¿Érebo tardará en atendernos?

Ápate dejó de morderse el pulgar y miró a Dolos con incredulidad a lo que preguntaba.

—¿Lo dices en serio? Para comenzar, es nuestro señor Érebo...ten más recato y para continuar...el señor Érebo está ocupado con unas ninfas. ¿Tú de verdad crees que terminará pronto? Y para terminar, no le tenemos novedad en cuanto a lo que nos ha pedido, ¿crees que será agradable para él escuchar eso?

Dolos volcó sus ojos negros.

—Sí que se toma su tiempo —comentó sarcástico—. ¿Y tú en qué tanto piensas?

—En un plan para cumplir con lo que nos pidió. Debe haber una forma en que podamos deshacernos de Hades sin que nadie se dé cuenta y debe ser lo más pronto posible o en un abrir y cerrar de ojos tendrá nuevos sirvientes que estén al tanto de los movimientos del Inframundo —explicó Ápate con objetividad.

—Pues a mí ya se me había ocurrido algo —dijo Dolos, levantando el mentón con altivez y orgullo, a lo que Ápate respondió primero con un ceño fruncido.

—¿Y hasta ahora me lo dices? —preguntó a modo de reclamo, sintiendo que todo ese tiempo tramando un plan había sido inútil—. Pudimos haberlo comenzado a realizar y no estar aquí perdiendo el tiempo. ¿Qué se te ocurrió?

—Algo muy sencillo —Dolos se levantó la punta de la nariz con su mano—. Debemos tener a alguien del Inframundo trabajando con nosotros, así él nos contará todos los movimientos del Inframundo para que podamos actuar o para que él haga el trabajo por nosotros.

—Me parece que se te ha olvidado que nuestra madre fue quien mandó a los nuevos ayudantes de Hades al Inframundo, entre ellos nuestros hermanos. Todos ellos son de confianza para ella, ¿qué te hace pensar que alguno va a traicionarla?

—Hermanita, hay uno que no está del todo convencido en ayudar a Hades —indicó Dolos y guardó silencio, esperando que Ápate llegara a la conclusión por su cuenta.

—¿Hablas de Thanatos? Olvídalo, eso no será posible.

—¿Y por qué no? Hasta donde me enteré, él no quería irse al Inframundo ni mucho menos ayudar a Hades...además de que es el sobrino favorito de Érebo.

Ápate hizo gestos de asco y miró a Dolos expectante.

—No te lo creo. Imposible.

—De verdad. Algunas ninfas de aquí me lo dijeron. Antes de que Hades se convirtiera en el regente del Inframundo, Thanatos solía juntarse con Érebo y él le enseñó muchas cosas. Parte de la molestia de Thanatos de estar en el Inframundo es precisamente por eso, porque es como traicionar a Érebo. Él ha sido su principal mentor. Fue por él que se dio cuenta que su personificación era la muerte, aunque igual no es nada seguro. Thanatos no ha matado a nadie como para que le hayan designado tal título.

—No es necesario. Antes de que nos encerraran en esa maldita caja, nuestra madre fue la que le dijo a Thanatos que su responsabilidad sería muy grande ya que él sería el dios de la muerte. Supongo que por esta razón es que le ordenó que fuera con Hades para ayudarle en el Inframundo —Ápate desechó la idea de Dolos enseguida y retomó alguna suya para darle estructura y compartírsela.

—De cualquier manera, Thanatos no ha matado a nadie para hacerle honor a su título —De repente, una sonrisa maliciosa se dibujó en el rostro de Dolos—. Se me acaba de ocurrir algo.

Ápate lo miró de nuevo sin mucho entusiasmo a raíz de lo recién ocurrido.

—¿Qué?

—Te diré después de que Thanatos venga —dijo Dolos a modo de suspenso.

—¿Qué has dicho? ¿Va a venir Thanatos? ¿Por qué?

—Como te dije antes, Érebo ha sido su mentor y suele visitarlo cada cinco días. Hoy se cumple ese plazo —Dolos se levantó del escalón mientras era seguido por la mirada confundida de su hermana—. Si me preguntas por qué lo sé...las ninfas igual me lo contaron. Iré a dar una vuelta, las piernas se me han entumido.

Tras algunos metros de distancia debido a que Dolos se había alejado, Ápate llegó a sentirse algo celosa de la facilidad con la que Dolos se relacionaba con los demás para obtener información. Algo que ella no podía lograr aún. Dolos tenía la habilidad de ganarse la confianza rápidamente de los demás mientras que a ella todos la miraban con desconfianza aun cuando no la reconocían. Quería ser mejor de lo que ya era, quería ser de gran confianza para Érebo y ser ella quien le otorgara información con la misma rapidez y habilidad con la que lo hacía Dolos. Eso sí, Dolos tenía una debilidad y era la de planeación. Sus ideas no eran bien estructuradas y se confiaba que el más mínimo plan tendría los resultados que quería sin demasiado trabajo. Justo como lo hizo ahora.

Para Ápate era obvio que Thanatos jamás los ayudaría porque no se atrevería a traicionar a Nyx. Pero por otro lado, si Dolos ha dicho que Thanatos ha sido alumno de Érebo por algún tiempo, ¿se atrevería a traicionarlo al ayudar a Hades? Ambos lados eran peligrosos, sin embargo para Ápate, Érebo solía tener mayor poder y fuerza que su propia madre. Por eso y porque Érebo les permitía descargar su maldad con sus órdenes y protección es que Dolos y ella se ofrecieron a servirle, pero como Nyx seguía representando una figura amenazante muy a pesar de la protección de Érebo, tampoco quería meterse con ella con el simple hecho de que Nyx se enterara de su traición. Prefería aparentar un punto neutro y secreto.

Por el momento, su interés se centraba en mejorar y buscar algún punto débil de Hades y demostrarle a Érebo que podía confiar en ella. Quizás y cuando tuviera su total confianza, se atrevería a mostrarle la cara a su madre y decirle que le servía a Érebo.

Ápate se levantó de donde estaba y decidió ir a visitar el Inframundo, manteniendo una distancia prudente para seguir observando qué ocurre en ese lugar y qué novedades había.

Tenía que encontrar algún punto por el que pudiera comenzar para ejecutar el objetivo de deshacerse de Hades.

***

Inframundo

Hades descansaba plácidamente. Había tomado la decisión de dormir un poco más por al menos ese día debido a que el día anterior había sido muy estresante. Conocer nuevos inquilinos y aceptar su ayuda a la fuerza no era algo que se hubiera esperado. Tenía que adaptarse a ese cambio, pero antes debía dormir largamente.

Lo que sucediera mientras tanto, lo minimizaba. De todas formas, si ocurría algo malo, iba a resolverlo, ¿no?

El dios del Inframundo daba vueltas sobre su lecho constantemente. En la última ocasión no fue nada sencillo. No abrió los ojos pero arrugó la frente al sentir un gran peso sobre sus pies que le impedían girarse. Iba despertando y conforme lo hacía se preguntaba por qué no podía moverse bien. Cansado y resignado, continuó durmiendo y en ese breve momento soñó que Nyx se apareció en su habitación completamente molesta porque había dejado a Cerbero dormido afuera del castillo. En su momento de ira, le arrancaba las piernas. Hades se despertó inquieto y parpadeó varias veces para convencerse de que había sido un sueño. No obstante, intentó mover sus piernas de nuevo y fue inútil. Ahora no tenía movilidad.

Apartó con brusquedad la suave tela que lo cubría para ver sus piernas y tampoco pudo hacerlo completamente. Ahora sí se estaba asustando. Trató con dificultad de sentarse sobre el lecho con el corazón agitado y al ver la razón del por qué no sentía las piernas, sintió alivio al principio y luego comenzó a enfadarse.

Cerbero estaba acostado sobre sus piernas, durmiendo como si no existiera un mañana. Su peso fue lo que lo dejó inmóvil.

—¡Hypnos! ¡Pyrena! ¡Caronte!....¡Quien sea!

Ante los gritos de alarma de Hades, Hypnos fue quien se apareció. De hecho fue muy rápido que lo hiciera.

—Señor Hades...¿qué su...? —Hypnos no terminó de preguntar cuando Hades le señaló a Cerbero sin contemplación.

—¿Quién dejó entrar al perro y qué hace en mi habitación? —Hades demandó saber.

—De acuerdo...Cerbero entró por el hueco que quedó tras el derrumbe de una parte del castillo. En cuanto a cómo entró a su habitación, desconozco la respuesta —dijo Hypnos apacible.

Hades no había despertado como quisiera sino peor. Estaba alterado y recordó la vergüenza que sintió frente a Nyx cuando parte de su castillo cayó delante de ella.

—Al menos no tardaste en llegar en cuanto te hablé.

—Venía en camino en el momento en que comenzó a soñar —respondió Hypnos con sinceridad. Hades parpadeó lentamente y con desconfianza, a lo que Hypnos se adelantó—. Soy dios del sueño. Ayudo a conciliar el sueño y ver a través de ellos. No es a propósito.

—Ya...veo. Entonces viste que tu madre me arrancaba las piernas por culpa de Cerbero. Hypnos asintió como si estuviera apenado. Seguramente tampoco fue grato para él ver tal imagen. Se notaba en su semblante—. ¿Desde hace tiempo que te diste cuenta de tu personificación?

—Sí. Hace años.

—¿Y podrías evitar ver los sueños? ¿Al menos en los míos? —preguntó de manera cordial.

—Si así lo desea, puedo evitarlo y tenga la seguridad de que será para mi una prohibición y no me atreveré a desobedecerlo —respondió Hypnos.

Su respuesta tranquilizó más a Hades.

—Eso suena bien. Entonces que así sea. Ahora bien, ¿puedes quitarlo? —preguntó Hades conteniendo su ira. Sorprendentemente, Cerbero seguía durmiendo.

—A mí no me hace caso.

—¿Y entonces que hago? Este perro duerme como si no fuera a despertar de nuevo —Se quejó Hades—. ¿A quién se supone que le hace caso?

—A su amo. Es decir a usted —La respuesta de Hypnos le alteró los nervios.

—Increíble. Realmente increíble —expresó Hades con ironía—. Ayer me di cuenta que no me hace caso porque se quedó casi una hora sobre mí y ahora me dices que es sólo a mí a quien obedece. Este perro está confundido.

—Tal vez debe hablarle con más amabilidad. Cerbero es servicial pero es un bebé, sólo que necesita una orientación. También es muy buena compañía.

Hades se mostraba escéptico.

—¿Y sólo a mí va a hacerme caso?

—Ehm, pues...mi madre podría ser otra opción. También es muy probable que obedezca a sus hijos...claro, cuando los tenga —Hypnos rio nervioso y avergonzado.

Hades se sentía de la misma manera pero trató de no demostrarlo.

—Eso quiere decir que quedaré postrado aquí para siempre —comentó Hades resignado.

Hypnos se esforzó por no reírse de un comentario serio que sonaba gracioso.

—Puedo ir con mi madre y contarle lo sucedido para que pueda ayudarlo.

—No, no y no. Suficiente tuve con la humillación de ayer como para que ahora se burle de mí de nuevo.

Para fortuna nueva de Hades, Cerbero alzó las orejas y los tres hocicos se abrieron para bostezas. Al fin se había despertado.

—Señor, al fin despertó Cerbero —dijo Hypnos.

Hades se alegró de que así sucediera y trató de mover las piernas para quitarlo pero aún era algo inútil. Por el contrario, Cerbero lo miró con las tres cabezas inclinadas y moviendo la cola. Hades se quedó estático. Sentía que al más mínimo movimiento, Cerbero se le abalanzaría y otro problema más.

—Joven Hypnos, perdona que lo moleste —dijo Pyrena aun fuera la de habitación y hablando bajo.

Hypnos la escuchó y se asomó a verla.

—¿Qué sucede Pyrena?

—En la recepción están las hermanas del señor Hades. Las diosas Hestia, Hera y Deméter, desean hablar con él.

El dios del sueño suspiró y se dirigió al señor Hades.

—Señor, abajo están las diosas Hestia, Hera y Deméter. Han venido a hablar con usted..

—Enseguida voy —murmuró Hades sin dejar de mirar a Cerbero

—Diles que enseguida va pero antes, ¿sabes cómo hacer que Cerbero obedezca?

Pyrena se asomó un poco hacia el interior de la habitación y vio a Cerbero acostado sobre Hades. Ninguno dejaba de mirarse.

—Cerbero quiere jugar todo el tiempo y sabe que el señor Hades es su amo, así que sólo espera jugar con él. Sin embargo, puede distraerse con comida o con juegos —explicó Pyrena.

—Traigan una vaca —Se escuchó que decía Hades.

Hypnos intentó contener una sonrisa de nuevo.

—Sería mejor con juegos...—comentó el dios.

—Tengo una idea. La señora Nyx la usaba de vez en cuando y es efectiva —dijo Pyrena antes de marcharse.

No tardó mucho cuando llegó junto a Caronte a base de engaños.

—¿Caronte? ¿Qué haces aquí? —preguntó Hypnos desconociendo la razón.

—Pyrena me ha dicho que el señor Hades deseaba verme y eso vine a hacer —dijo Caronte sin imaginarse la razón de su presencia. Se asomó a la habitación y vio a Cerbero y a Hades.

Pyrena aprovechó para acercarse a Caronte y agitar su collar, el cual se trataba de una prisión pequeña con un óbolo o moneda de oro en el interior. Al agitarla hacía un ruido muy llamativo que alarmó a Cerbero y despegó la vista de Hades para centrarse en Caronte. Para mala suerte de él, el collar era muy curioso para Cerbero y Caronte no se lo podía quitar.

—Será mejor que corras —dijo Pyrena a Caronte. Él no dudó en hacerle caso y hacer lo mismo que siempre ocurría cuando su collar se agitaba cerca de Cerbero: correr sin parar. Pyrena fue detrás de ellos pero para presentarse de nuevo ante las diosas.

Caronte huyó de la habitación y Cerbero lo siguió rápidamente. Hades agradeció que le hayan quitado a Cerbero de encima pero sus piernas seguían sin movilidad.

—Díganle a mis hermanas que voy a verlas en un momento —ordenó Hades.

—Ya ha ido Pyrena a mencionárselos. Lo dejo solo para que pueda alistarse —dijo Hypnos mientras iba cerrando la puerta.

—Magnifico —dijo Hades tratando de levantarse..

Hypnos apenas lo había hecho cuando escuchó un fuerte golpe contra el suelo. Se limitó a abrir la puerta para no ser tan imprudente.

—¿Se encuentra bien, señor Hades?

Hades estaba contra el suelo ya que no tuvo la fuerza de sus piernas para ponerse de pies. Menos mal que Hypnos se había salido y no había entrado a la habitación para ver la humillante caída.

—Estoy bien.

***

Mientras tanto...

Hestia, Hera y Deméter estaban en la recepción esperando a Hades, totalmente impactadas por el lugar, ya que era la primera vez que visitaban el Inframundo después de que Hades se convirtiera en el dios de ese lugar. Claramente no se habían quedado sin palabras por las vistas ordenadas sino por lo arruinado que se veía todo. El castillo estaba que se caería por completo en cualquier momento. No había nada de decoración y para colmo, todo era sombrío.

—Bueno, ¿qué les parece? Nuestro hermano se esfuerza en remodelar —comentó Hestia mostrándose positiva.

—A mí me parece que el estómago de Cronos tenía mejor presentación que este lugar —dijo Hera tratando de ser tan optimista como Hestia, pero fracasando en ello.

—Venimos para visitar a nuestro hermano, no para criticarle sus gustos ni su administración —mencionó Hestia—. Él hace su mejor intento.

—Esperemos que sea así...—Hera quería llorar tras volver a ver el castillo—. ¿Y seguirá vivo?

—¡Hera! —exclamó Hestia reprendiéndola.

Los comentarios hacia el cestillo de Hades se suspendieron cuando vieron a Caronte correr hacia la salida del castillo y a Cerbero detrás de él. Las tres se miraban sin poder entender lo que pasaba.

—¿Quién era él y por qué lo perseguía ese perro de tres cabezas? —preguntó Hera muy confundida con lo que vio.

—No tanto idea —dijo Deméter.

Pyrena no tardó en llegar de nuevo con ellas.

—El señor Hades vendrá enseguida.

Cerca de la recepción y con sigilo se encontraba Thanatos, aislado como siempre lo estaba o más bien, como quería estarlo. No se sentía nada identificado con ese lugar y sólo deseaba poder regresar al Tártaro con su madre o al menos visitar a su tío. Se detuvo ante esta posibilidad y recordó que era el día en que solía visitar a Érebo, así que no esperó más tiempo y se dirigió al Erebo.

Poco tiempo después, Hades fue aproximándose a la recepción pero no tan normalmente como solía hacerlo porque aún tenía las piernas entumidas. Al menos ya podía mantenerse de pie.

Las diosas miraron hacia Hades y se alegraron de verlo, aunque quedaron extrañadas por su manera de caminar.

—Hades, al fin te apareces —comentó Hestia.

—Lamento si demoré. Tuve un incidente —respondió Hades.

Hera lo miró raro.

—¿Qué hacías? —Le preguntó—. Ya te dábamos por muerto después de ver las condiciones de tu castillo.

—¡Hera! —Hestia volvió a llamarle la atención a Hera—. Eso lo dijiste tú y también acordamos de no decir esas cosas.

Hades rodó la mirada, era de esperar que ese tipo de comentarios relucirían. Después de todo, si se hubiera enterado de que ellas irían a visitarlo, habría ordenado el castillo cuanto antes y lo que más se pudiera hacer por él.

—Estoy ordenando todo pero he tenido complicaciones, sobre todo porque tengo nuevos ayudantes —confesó Hades.

—De eso nos dimos cuenta recientemente, al igual de que tienes una mascota curiosa —dijo Hestia.

Hades suspiró recordando el incidente en su habitación.

—Se llama Cerbero y es todo un caso —Hades desvió un poco la conversación—. No sabía que vendrían, ¿por qué lo han hecho?

—Queríamos visitarte...aunque la idea principal la tuvo Deméter —dijo Hestia.

Hades miró a Deméter y sonrió siendo correspondido por ella. Él también había extrañado a sus hermanas, aunque no quisiera reconocerlo abiertamente debido a su personalidad, sin embargo había extrañado más a Deméter por ser con quien más convivió.

—Por un momento pensé que se habían aburrido de estar en el Olimpo —comentó Hades serio.

Hera iba a decir algo pero Hestia la interrumpió con su mirada amenazante, ya que sabía que haría otra referencia respecto a las condiciones visuales del Inframundo, o al menos del castillo.

—Eres nuestro hermano y tiene tiempo de no vernos. Te conocemos y sabemos que no eres el que da el primer paso para hacer visitas, así que lo hicimos nosotras —Hestia extendió los brazos hacia arriba para expresar su emoción—. Nosotras también estábamos con la decoración del Olimpo porque aún nos falta demasiado y ya que estamos aquí...tengo una idea.

***

Erebo

Dolos recién había regresado de dar un breve paseo. Al regresar, notó que Ápate no estaba ahí y lo primero que pensó fue que ella también había ido a despejarse por un rato. Lo mejor sería esperarla en el mismo lugar donde había estado con ella hasta que regresara de nuevo. En su espera, escuchó un rechinido hueco y dirigió su distancia hacia la dirección donde resonó. Se trataba de una habitación grande con una gran puerta de acero, salía una ninfa con andar y semblante tembloroso. Con una de sus manos sostenía la manga rota de su vestido. En realidad, varias partes de su vestido estaban rotas y su cabello desordenado. La ninfa miró lentamente hacia Dolos y casi rompía en llanto frente a él. Lo que sí pudo hacer fue irse corriendo de allí.

El dios no se inmutó por lo que vio porque era claramente obvio. Ella iba saliendo de la habitación de Érebo y al poco tiempo, salió otra ninfa en las mismas condiciones. Era el precio que tenían qué pagar por llamar la atención de Érebo y por vivir en sus territorios. Dolos esperaba ver enseguida a Érebo salir de la habitación pero en cambio, Thanatos apareció cerca de él.

Dolos estaba sorprendido de verlo ahí, sólo que no le molestaba, precisamente por el plan que tenía en mente.

—¿A qué se debe tu visita, hermano? —saludó Dolos a su modo.

Thanatos tardó en responderle porque lo primero que se le vino a la mente fue preguntarse qué hacía Dolos en el Erebo. Al sentir la mirada plateada de Thanatos sobre él no fue algo bueno como pensaba porque Dolos había olvidado que Thanatos desconocía que tanto Ápate como él estaban en el Erebo con su tío.

Esperaba que eso no afectara sus planes.

—Vine a ver a mi tío. ¿Tú qué haces aquí? —dijo Thanatos.

—Él quería hablar conmigo. No sé qué es lo que desee —respondió Dolos, tratando de no fallar en su respuesta y empeorar la situación.

Thanatos seguía mirándolo con desconfianza.

—Si está ocupado, regreso otro día. No tengo tiempo —indicó Thanatos.

—Sí lo está...o lo estaba. Se supone que está en su habitación —Dolos notó que Thanatos parecía querer irse y eso no le convenía porque podría hablar con él en un lugar en el que pudiera desenvolverse sin tenerse que cuidar las espaldas—. Ya que estás aquí, quiero hablar contigo.

—Yo no tengo ningún tema que hablar contigo y lo que sea que me vayas a decir, no me interesa —dijo Thanatos con hostilidad. Definitivamente no confiaba ni en Dolos ni en Ápate por la maldad que poseían y que utilizaban por mera diversión.

—No seas así. Sólo será un momento. Somos hermanos, ¿no?

Thanatos negó sin pensárselo dos veces. No porque no fuera su hermano realmente, sino porque no se sentía identificado con él por su personificación. No era confiable.

—Yo seré quien hable con él primero.

Tanto Thanatos como Dolos miraron hacia enfrente y vieron que Érebo iba acercándose a ambos. Llevaba puesta una larga túnica negra abierta y el torso descubierto. Claramente era de suponerse que había estado ocupado.

—Pero...yo estaba...—musitó Dolos. Érebo le clavó la mirada.

—Dije que yo hablaré con él. ¿Acaso no lo entiendes? —dijo Érebo con tanta brusquedad que a Dolos no le quedó de otra que guardar silencio—. Vete de aquí y déjame solo. Que nadie se acerque y si lo hacen...te culparé a ti.

Dolos se había molestado por tal advertencia. Detestaba que lo trataran como basura cuando sólo quería cumplir con lo que se le ordenó. Aun así, se alejó y los dejó solos. Sea lo que sea que fueran a hablar, ya se enteraría.

Thanatos notaba la apariencia de Érebo. Era evidente que no esperaba visitas. Asimismo, juraba que escuchaba a lo lejos llantos. No eran muchos detalles y a pesar de que no sabía qué era lo que estaba sucediendo, lo le agradaba. El castillo de Érebo lucía diferente a las otras ocasiones en las que había visitado, incluso el mismo Érebo se veía diferente. No pasó por alto los breves segundos en los que la mirada de Érebo mostró maldad.

—No esperaba verte por aquí —mencionó Érebo en cuanto vio a Thanatos.

—Mis visitas son cada cinco días, ¿no lo recuerda? —preguntó Thanatos con confusión.

—Sí, lo sé pero como ahora eres sirviente de Hades, pensé que las visitas se anularían.

La manera en cómo se expresó Érebo fue como si estuviera molesto.

¿Qué le molestaba exactamente?

—Realmente no hay exigencias ahí. Al menos no por ahora.

Érebo movió los labios de una manera rara, muy semejante a una sonrisa falsa.

—¿Y qué tal te trata tu nuevo amo? —Érebo lo tomó del hombro y Thanatos enseguida apartó su bravo, molesto por la referencia.

—Hades no es mi amo. Y estoy ahí porque mi madre me obligó a ayudarle —recalcó.

—Nadie es obligado a nada. Cualquiera puede decidir si dejarse influenciar o no —dijo Érebo calmo, marcando una distancia entre él y su sobrino.

—¿Quieres decir que pude rebelarme contra mi madre? —preguntó Thanatos como si eso fuera una locura.

—Pudiste haber marcado mejor tu carácter...eso fue algo que te enseñé, ¿o es que aprendiste mal?

—No tío. Es sólo que...lo intenté pero mi madre no escuchó mis razones. Ella me dijo que a lado de Hades yo podría destacar y cumplir mi propósito divino.

Érebo sintió que la sangre le hervía. Odiaba que Nyx se inclinara más en formar en sus hijos un propósito de prosperidad y rectitud, no de ambición. Esos atributos no los llevarían a nada más que a la subordinación y mediocridad.

—¿Qué propósito divino te dijo tu madre? ¿Ser esclavo de un dios insignificante? No. Tú eres el dios de la muerte y debes tener tal título. Debes ser independiente y ambicioso. Especialmente despiadado. Así, todos te temerán.

El dios Thanatos no se consideraba de esa forma. Es más, ni siquiera lograba identificarse con las descripciones futuras que Érebo veía en él. Thanatos consideraba la postura de Érebo como un apoyo motivacional y su rasgo humilde que pocos lograban identificar, no lo hacían ver que las intenciones de su tío eran otras.

—No me considero así, aunque tampoco me vi ayudando a otro dios con su cargo. Esto se lo expliqué a mamá pero no logra comprenderlo. Insiste en que mi futuro será fabuloso si tomo decisiones empáticas y justas —decía Thanatos, recordando claramente lo que Nyx le decía cada vez que lo veía confundido y desmotivado.

El dios mayor apretaba los puños bajo su túnica. Quería golpearlo hasta hacerlo reaccionar. Para él, Thanatos era un completo imbécil con la misma personalidad de Nyx. Cabe mencionar que él era mucho más manipulable que su hermana. Si lo había soportado por varios años era porque dominando a Thanatos, tendría mejor control sobre las almas.

—Entiendo que aprecies a tu madre y que apoyes a Hades. No te importa hacer enojar a tu tío —dijo Érebo a modo de reclamo.

Thanatos cerró los ojos unos momentos.

—No estoy ahí porque quiera hacerlo y por supuesto que no pretendía hacerte enojar. Sabes cómo es mamá.

Érebo alzó su dedo índice y lo colocó sobre su nariz. Thanatos sabía que ese era un gesto de él cuando le recordaba de las lecciones que él mismo le enseñó.

—Sigues siendo muy joven, pero tienes gran potencial. Tu madre no estará toda la eternidad cuidando de ti. Eres dios de la muerte...debes tener agallas —Érebo resopló con enfado—. Te he ensañado a forjar tus habilidades desde hace tiempo y sigo viéndote como el gobernante del Inframundo. Tú te ganaste ese título. He luchado y seguiré haciéndolo para que todos, incluida Nyx, te consideren como el único gobernante del Inframundo. Así que lo mínimo que merezco de ti es respeto.

—Pero eso lo hago —Se defendió Thanatos al no comprender los reclamos de Érebo. Pocos segundos después, recordó que Nyx le había dicho que Érebo no era de los dioses que hacía algo por alguien sin recibir nada a cambio. Sinceramente había dudado de eso, ya que por varios años, él nunca le pidió nada—. ¿O es que quieres que haga algo por ti?

La sonrisa que formó Érebo aclaró sus dudas.

—Al fin lo comprendes.

Thanatos agachó la cabeza con decepción. Había creído que Érebo actuó con buena voluntad en cuanto decidió ser su mentor.

—¿Qué es lo que quieres a cambio, tío?

—Tu lealtad —respondió Érebo rápidamente.

—Desde que has sido mi mentor te lo he demostrado.

Érebo chasqueó la lengua.

—Sí...pero no lo suficiente. Tu lealtad es inmadura y a estas alturas...la situación amerita que tu lealtad hacia mí cambie de fase —notó en el semblante de Thanatos angustia. Con esa emoción, sería más fácil de manipular—. Yo puedo hacer que Nyx vea el mismo potencial que yo veo en ti. Podrás valerte de ti mismo y dejarás de ayudar a dioses fracasados que poseen títulos que no se merecen. Sólo quiero de ti una cosa.

—¿Y qué sería eso...tío? —preguntó Thanatos intrigado pero angustiado.

Lo que sea que le fuera a pedir, no creía que fuera algo agradable. Eso mismo se demostró los ojos amarillos de Érebo.

—Ayúdame a deshacerme de Hades —dijo Érebo en murmuros.

Los ojos de Thanatos se abrieron de par en par, ocultando el horror que le había provocado tal petición. Si bien, Hades no le caía nada bien y no estaba entre sus deseos ayudarle con el Inframundo, tampoco era para desear deshacerse de él.

—¿Por qué quieres deshacerte de él?

—Como te dije, le otorgaron un título y un territorio que no merece. Seguramente, ahora que estás con él, te darás cuenta de su incompetencia y del desorden que debe ser el Inframundo. Esas tierras me pertenecían a mí y gracias a que los titanes fueron encarcelados y a que tu bondadosa madre consideró apropiado que se dividieran la Tierra...mi reino se ha reducido a la mínima —Chasqueó la lengua—,. Hades nos estorba a todos y que él desaparezca del mapa, será lo mejor.

La perspectiva de Erebo no lograba entenderla. Que se lleve bien con él no significaba que considerara que sus mandatos hayan sido los mejores antes de que Hades apareciera. Hasta Nyx lo mencionaba y dejaba claro que era ese un aspecto que la decepcionaba.

—Y si eso ocurriera...¿tú volverías a tomar posesión del Inframundo?

—Nosotros, Thanatos. Nosotros —indicó Érebo—. Los resultados serán exquisitos.

—No lo sé...si te ayudara con eso, sería traicionar a mi madre. Jamás me lo perdonaría —dijo Thanatos con convicción.

Érebo torció la boca y se acercó a Thanatos con postura amenazante, casi golpeando su torso contra su cara debido a la diferencia de estatura.

—Pues si no me ayudas...me traicionarás a mí y seré quien no te perdone. Lamentarías no haberte puesto de mi lado —advirtió con voz tosca. Estaba enfadado—. Decídelo y dame una respuesta inmediata o yo la tomaré por ti...sobrino.

La paciencia no era una virtud para Érebo y menos cuando se trataba de algún interés en particular. Su mirada era imponente al igual que la de Nyx, Thanatos se sentía presionado de no tener tiempo para pensar y responder respecto a lo que quería hacer. Érebo lo había puesto entre la espada y la pared.

—Está bien...le ayudaré con lo que desea —dijo Thanatos cabizbajo y sin analizar la situación.

La sonrisa de Érebo fue grande y sus ojos amarillos dejaron de resplandecer de ira.

—Muy buena decisión —Puso su mano encima del hombro de Thanatos, presionándolo—. Ahora vete, tengo algo que hacer. Espero información de tu parte cuanto antes.

Thanatos no se movió y se quedó mirando el suelo a la vez que escuchaba como los pasos de Érebo iban perdiéndose. Bien podría sonreír por hacer algo por Érebo, pero no se sentía así.

***

Inframundo

Hades tenía un tic en el ojo. Su párpado se movía muy raro porque se sentía avergonzado. Hestia y Hera le estaban ayudando a arreglar su castillo enfrente de sus nuevos inquilinos. Hera le estaba diciendo a Deméter que tratara de adornarle cada tramo del castillo con hermosas flores mientras que Hestia se empeñó en crear ella misma unas esculturas de todos sus hermanos juntos y colocarla en la recepción, en la parte más alta. En ambos casos, Hades se negó rotundamente pero no fue nada fácil con la necedad de sus hermanas. Él no se veía caminando entre su propio castillo y mirando flores de colores a cada rato.

Eso no encajaba con su personalidad.

Afortunadamente para sus nervios, Deméter le dijo a Hera que sería casi imposible dar vida en un suelo infértil a menos que ella misma lo tratara y cuidara de las flores casi diario. Sólo así fue como Hades intervino satisfactoriamente y Hera le hizo caso, aunque no de muy buen humor. En cuanto a Hestia, fue más difícil convencerla. Siempre ponía el tema de la familia por delante y Hades no sabía cómo rebatir eso. En un momento de solidaridad, Deméter decidió llevarse a Hades a caminar un poco antes de que le diera un colapso nervioso de tanto estrés, dejando a Hestia y Hera con su labor de acomodar el desastre del castillo.

Al principio del camino, Hades no quiso decir nada porque tenía la mandíbula entumecida por no poder discutir adecuadamente con sus hermanas. Se sintió como cuando era un niño donde las que mandaban eran ellas. Poco a poco fue sintiéndose mejor por la tranquilidad de la caminata y porque Deméter no lo presionaba para hablar. Le daba su espacio para que él fuera el que hablara cuando se sintiera listo.

Hades desconocía cuanto tiempo pasó estando así, sólo caminando a lado de Deméter, pero miró alrededor y vio que estaban llegando al río Aqueronte. También se dio cuenta de la mirada de su hermana mientras observaba el río: era de sorpresa y conmoción.

—¿Es más sombrío que los ríos de arriba? —preguntó Hades.

Deméter lo miró por el rabillo del ojo.

—Es diferente. Parece ser un río calmado y con agua de sangre —comentó Deméter.

Hades rio por lo bajo.

—Este río es un claro ejemplo de que lo es lo que aparenta...y tiene un propósito en el Inframundo que luego comprenderán —indicó Hades con misterio.

¿Qué propósito podría tener ese río? Era algo que Deméter se cuestionó inmediatamente, luego siguió observando el entorno. Ni un solo lugar que ella conocía de la Tierra se comparaba con el Inframundo, el cual poseía un ambiente sombrío y solitario.

—¿Y cómo te sientes en este lugar? ¿Ya te agrada?

Hades respiró hondo y soltó el aire de golpe.

—Ya no me quejo...bueno, sólo ahora por la administración total del Inframundo pero ya no del lugar —explicaba brevemente Hades sin deshacer esa sutil sonrisa con una mezcla de melancolía—. Tal vez no lo comprendas pero siento que este lugar...refleja lo que soy.

La frente de Deméter se arrugó.

—Yo no entiendo qué refleja el Inframundo como para que digas esto —dijo Deméter con escepticismo.

—La soledad, principalmente.

La respuesta de Hades silenció a Deméter. Ella se sintió mal por él...por el hecho de que pensara que estaba solo. Iba a decirle que no debía sentirse así, pero...

¿Acaso ella no se sentía de la misma manera?

En ese se identificaban ambos.

—Yo...me siento sola estando en el Olimpo —mencionó Deméter.

Ahora era Hades el que no creía lo que ella aseguraba.

—Pero en el Olimpo están Zeus, Hestia y Hera...los tres son muy conversacionales.

—¿Estando con ellos no te sentirías solo? —preguntó Deméter con una ceja ligeramente levantada. Hades se puso en su lugar y pudo comprender a lo que se refería. Deméter suspiró—. Todos los días, cuando estoy en el Olimpo, observo la Tierra y me gusta. Cuando estoy ahí...es indescriptible cómo me hace sentir estando ahí. Esa sensación no logro sentirla estando en el Olimpo.

—Como si fuera tu hogar.

Deméter sonrió por la asertividad de Hades.

—Exacto —suspiró largamente—. Me gustaría vivir ahí indefinidamente, así me seguiría encargando de mis tareas —sonrió alegre—. Pero...ya me imagino los reclamos de Hestia y Hera...y también supongo que Zeus se opondrá.

Hades enarcó una ceja.

—¿Por qué supones eso?

Deméter quiso contarle de lo que se había percato acerca de Zeus. Esas miradas insistentes, las repentinas sonrisas que le dedicaban, las excusas que inventaba sólo para hablarle...pero no lo hizo. En su lugar se mordió el labio inferior antes de que ella inventara una excusa creíble.

—Es un presentimiento —inventó—. Con lo autoritario que se ha vuelto, posiblemente quiera oponerse.

La diosa notó que la seriedad de Hades fue más intensa y que su postura se enderezó.

—No te estará molestando, ¿verdad?

—¿Eh? ¿Quién? —preguntó Deméter desviando la mirada y fingiendo demencia.

—Zeus.

—No, ¿por qué lo preguntas?

Hades alzó la mirada con cansancio.

—Porque lo conozco al igual que a ti. Me di cuenta que en varias ocasiones no dejaba de mirar a Hera ni a ti, por eso lo digo.

Deméter negó, avergonzada por lo que Hades decía, ya que era lo que realmente estaba pasando y ella decidía restarle importancia. Al mismo tiempo que no deseaba mostrar una debilidad. Ninguno de sus hermanos vio nunca esa faceta y así se quedaría. Además de que no había necesidad de llegar a un extremo así.

—No me molesta. Yo lo sabría y en dado caso de que lo hiciera, sé defenderme —insistió Deméter en cubrir la realidad.

Hades no se mostraba muy convencido.

—Sé que lo eres, pero Zeus es otra cosa. Puede no pensar lo mismo sobre ti de lo que tú piensas de él.

—Estaré atenta. De verdad lo haré. Ni Zeus ni nadie se aprovecharán de mí. Se lo pensarán dos veces antes de hacerlo —aseguraba Deméter con confianza.

El dios del Inframundo no hizo otra cosa que suspirar con resignación.

Le tenía un profundo agradecimiento por haber estado con él desde que era un niño. Claro que no podrían alejarse estando en el estómago de Cronos, pero lo que él apreciaba era la compañía y comprensión de Deméter. Lo había cuidado de niño.

—Espero que así sea y...—Hades mostró una postura cohibida. No era lo suyo demostrar emociones—. Cuidaste de mí cuando era niño y ahora que soy adulto, me gustaría cuidar de ti. Yo te defenderé si intentar hacerte daño.

—¿Lo harías? —preguntó incrédula.

—Por supuesto. Eres mi hermana y te aprecio —respondió Hades.

De nuevo, Deméter ya no supo cómo responderle pero estaba agradecida y aunque fuera de palabra, de verdad se sentía protegida. Tuvo la intención de hacerle un presente. Volvió a mirar el entorno, incluido el suelo áspero. Se agachó y tomó unas pequeñas piedras, acomodándolas en la palma de su mano. Con la otra mano las cubrió completamente y tardó varios segundos en la misma posición.

Hades sólo se quedaba mirando curioso lo que hacía y no preguntó nada hasta que Deméter apartó la mano de la otra y de las piedras.

—¿Qué estás haciendo?

—Semillas —respondió Deméter, tomando una de ellas con su dedo índice y pulgar, mostrándosela a Hades.

—¿Semillas? ¿De qué?

—De nada que haya en la Tierra, ya que tomé las piedras de tu Inframundo para convertirlas en semillas. Pueden ser flores o hasta un árbol —indicó Deméter también con curiosidad—. Pongámosle un nombre. ¿Qué te parece...granada?

Hades parpadeó constantemente mientras miraba las semillas.

—Granada...me gusta pero, ¿no habías dicho que era casi imposible que nacieran y se mantuvieran las flores mi suelo muerto? Se lo dijiste a nuestras hermanas —Le recordó.

—Dije casi imposible, no totalmente y tampoco dije que tu suelo fuera muerto —rectificó Deméter—. Dije infértil.

Hades alzó los hombros y sonrió de lado.

—Estoy seguro que lo pensaste.

Deméter sonrió y no afirmó ni negó nada, pero le causaba gracia.

—Con ayuda y cuidados puede crecer aquí en el Inframundo. Yo puedo hacerlo si me lo permites —dijo Deméter.

—¡Hades! ¡Deméter! ¡Al fin los encontramos! —exclamaba Hestia, acercándose a ellos juntos Hera—. Hemos terminado y será mejor que nos vayamos, Deméter.

—¿Tan pronto? —preguntó Deméter.

—Será lo mejor. Hay mucho trabajo por hacer y Hades también tiene sus responsabilidades —mencionó Hera.

Hades rodó la mirada.

—Y no era necesario que me ayudaran...pero se los agradezco —dijo Hades con seriedad.

Hestia sonrió emocionada por el agradecimiento.

—Entonces vámonos ya, ahora te tocará a ti para que vayas a visitarnos —dijo la diosa.

Deméter exhaló y le dio las semillas a Hades.

—Cuida de ellas. Vendré en otra ocasión para plantarla y ayudarle a que crezca y descubriremos qué es lo que nace —dijo Deméter.

Hades asintió y se despidió brevemente de sus hermanas hasta que las tres se marcharon.

En el camino de regreso a su castillo, observaba las semillas que Deméter le regaló, preguntándose en qué podrían convertirse.

Una vez que llegó al castillo, Hypnos lo recibió de inmediato.

—Señor Hades, ¿cómo ha estado su paseo? —preguntó Hypnos amablemente.

—Tranquilo —respondió y de inmediato recordó que Hestia y Hera se habían quedado en el castillo. Se puso a checar lo que habían construido y reconstruido—. ¿No hicieron nada raro? —preguntó refiriéndose a sus hermanas.

—No, nada. El hueco del castillo ya no está. Hicieron eso y se fueron a buscarlo —indicó Hypnos—. Aunque...

Hades prestó atención cuando dejó su respuesta en suspenso.

—¿Aunque qué? —demandó saber.

—La diosa Hestia subió a su habitación. No demoró mucho.

Los ojos negros de Hades se mostraron cansados, pero pronto agitó la cabeza, evitando molestarse y yendo discretamente a su habitación para enterarse de qué había hecho Hestia en su habitación. Apretaba fuertemente su mano para que ninguna semilla cayera al suelo.

—Iré un momento a mi habitación. ¿Dónde están todos?

—Caronte estaba con Cerbero y Pyrena fue a ayudarle —respondió sin añadir nada más. Su mirada reflejaba que algo no estaba del todo bien.

—¿Y Thanatos? —preguntó Hades.

—Debió ir con mi madre. No creo que se demore —respondió Hypnos, tratando de convencerse a sí mismo de que eso pasó.

—Bien...cuando vuelva, avísame. Al igual por si ocurre algo importante.

—Sí, señor.

Hades prosiguió a ir a sus aposentos mientras que Hypnos pensaba constantemente en el paradero de Thanatos. Si hubiera ido con Nyx por petición de ella misma, él lo sabría.

—¿A dónde te metiste, Thanatos?

***

El Tártaro

Nyx no sonreía tanto más que cuando estaba en compañía de sus hijos. Varios de ellos ya eran adolescentes e independientes mientras que otros eran unos niños y otros unos bebés. En estos momentos se encontraba con su hijo Moro, Ker y Némesis, a quien tenía en brazos.

—Si la alzas de esa manera dos veces más...ocurrirá un accidente —dijo Moro, el hijo mayor de Nyx.

La diosa miró de reojo a su hijo, pensándose seriamente si continuar o hacerle caso a su hijo. Agarró fuertemente a su hija y la alzó una vez más.

—Sabes que no me gusta que arruines las situaciones —comentó Nyx tranquila.

—Decir lo que va a ocurrir no es arruinar la situación —Moro alzó los hombros—. Es inevitable.

—Podrías al menos no decirlo...pierde la emoción —dijo Nyx poniendo sobre sus piernas a Némesis y acomodándole los cabellos.

Moro se cruzó de brazos y Ker rio al verlo molesto.

—Y tú actúas de acuerdo a tus predicciones...es lo mismo pero más discreto —mencionó Moro como defensa.

—Sólo tengo algunas predicciones con mis hijos, eso lo sabes bien —dijo Nyx—. Y tú serás la diosa de la justicia y venganza...tendrás mucha responsabilidad por delante —decía cariñosamente a su hija pequeña.

—Cuando nacía, ¿sabíamos cuál era mi personificación? —preguntó Ker.

—Por supuesto que sí —respondió Nyx sin titubear—. De cada uno de ustedes, en el caso de Thanatos fue diferente. Érebo fue quien se percató de su personificación como dios de la muerte, sólo que no con precisión.

—¿Cómo lo sabías?

Ker alzó la mirada en una sola dirección, donde pudo ver a Thanatos. Ni Nyx ni Moro se asombraron por verlo ahí.

Nyx se levantó sin dejar de cargar a Némesis y se la dio a Moro.

—Déjenos solos, enseguida los alcanzo —indicó Nyx.

Moro y Ker se despidieron de Thanatos y se marcharon, dejándolos solos. Thanatos caminó hasta llegar a Nyx y se sentó cerca de ella, siendo Nyx quien lo imitó al instante.

—Mamá, varias veces te he pedido que no hables de mí si no estoy presente —dijo Thanatos como reclamo sutil.

—Y respeto tu petición. No he faltado a ella...sabía que estabas aquí, por eso es que respondí más específico —respondió Nyx muy tranquila—. Pero no soy diosa del destino, así que dime, ¿ocurrió algo en el Inframundo?

—Además de que el castillo cae en pedazos o que Cerbero no se despega de Hades...no —respondió Thanatos con hastío.

—Bueno, creo que dejaremos esos asuntos para el final. Ahora cuéntame la razón por la que estás aquí, ¿o acaso piensas que me voy a creer que has venido hasta aquí sólo para contarme los problemas de Hades?

Thanatos resopló con hastío. Aún le faltaba acostumbrarse a la precisión de su madre en asuntos personales.

—Sigo preguntándome por qué me has enviado con Hades. No me agrada estar ahí y quisiera pedirte que me permitas regresar aquí.

—No —respondió Nyx con firmeza—. Eres dios de la muerte y es mejor que permanezcas a lado de Hades. Aprenderás mucho de él y podrás madurar prósperamente.

—Ker también es diosa de la muerte, ¿por qué no la enviaste a ella? —reprochó Thanatos.

Nyx alzó ambas cejas, algo molesta por la contestación de su hijo.

—No es lo mismo. Prefiero que Ker permanezca a mi lado donde podré orientarla. Ker es diosa de la muerte violenta y es más joven que tú, no tiene control de lo que hace y desconoce aún la dimensión de su deber —explicó Nyx.

—Sigo sin comprender tus razones, madre. ¿De qué tipo de muerte soy dios? —preguntó Thanatos con un tono más angustiante.

Nyx suspiró y puso una mano debajo de la barbilla de Thanatos.

—Todo lleva un proceso, Thanatos. No todos se conocen a sí mismos ni sus deberes a la misma edad —Se mostró muy comprensiva como siempre con Thanatos.

—Me siento inútil, mamá —Se sinceró con amargura—. Sólo sé eso de mí y ya.

—Eso no significa que valgas menos. Tú eres especial y te repito...es parte del proceso...de tu proceso. Cuando seas adulto lo comprenderás mejor. Cuando menos te des cuenta, habrás descubierto la precisión de tu personificación. No te estreses por eso....yo confío en ti y siempre tendrás mi apoyo.

Las palabras de Nyx no ayudaban a que Thanatos se sintiera mejor después de tomar la decisión de ayudar a Érebo. Su madre era la primera y la única hasta ahora que lo apoyaba de esa manera y que le dedicaba palabras motivadoras. Ni Érebo le hablaría de esa manera, ¿y ahora se había puesto de su lado?

Se sentía como un malagradecido pero ahora con Érebo, ¿qué iba a hacer?

***

Olimpo.

Horas más tarde que Hestia, Hera y Deméter regresaran del Inframundo, se reunieron con Zeus para beber néctar. Este se había convertido en un pasatiempo y convivencia entre ellos, aunque solía abundar el aburrimiento y el primero en quejarse era Zeus. No obstante, esta vez no tenía ánimos de hablar sobre eso ni bromeando porque algo más llamaba su atención.

—¿Y cómo les fue en el Inframundo? Hades debe tener muchas novedades —comentó Zeus.

Hestia fue la primera en responder.

—Sí, tiene algunas pero está muy bien. Por lo que nos contó, Nyx le mandó unos ayudantes, incluidos sus hijos Hypnos y Thanatos.

—¿Eso hizo? —preguntó Zeus, esta vez sorprendido.

—Sí. Aún tiene problemas con la administración del Inframundo...de igual manera, él está bien —recalcó Hestia antes de beber del néctar.

—Estoy asombrado de que una diosa tan indiferente como Nyx le haya tendido una mano a Hades...si es así, entonces no tardará en ayudarme a mí también —dijo Zeus confiado—. Hace falta más ambiente en este lugar...algo que quite este aburrimiento.

—¿Cómo qué? —preguntó Hera con hastío.

Zeus alzó los hombros.

—No lo sé...a lo mejor y Nyx me envía unos de sus hijos para hacer más animoso el Olimpo —dijo Zeus con ligera sorna.

Hera volcó los ojos al igual que Deméter. Ambas se miraron en complicidad.

—¿Tan confiado estás de que también va a ayudarte? —preguntó Hera en referencia a Nyx.

—Como dije, si lo hizo con Hades, con mayor razón lo hará conmigo. Yo los salvé a ustedes y derroté a Cronos —respondió Zeus con pomposidad—. Y en caso de que no me ayudara, ya veré yo la forma de cómo hacer del Olimpo un lugar armonioso, animoso y acogedor. Quizás y traiga algunas ninfas. Ustedes mismas se darán cuenta del cambio de nuestro hogar.

Deméter se limpiaba los rastros de néctar de sus labios mientras reafirmaba la decisión que había tomado y que debía expresar cuanto antes.

—Ahora que estamos reunidos...tengo algo que informarles —dijo Deméter, llamando el interés de los demás.

—¿Y eso qué es? —preguntó Zeus.

Hestia tragó saliva suponiendo lo que Deméter estaría por decir y Hera sólo cerró los ojos unos segundos con resignación. El menos consciente de la incomodidad de Deméter en el Olimpo era el mismo Zeus.

—He decidido que...dejaré de vivir en el Olimpo y me iré a la Tierra —respondió Deméter directamente.

Zeus dejó de parpadear y tensó la mandíbula. Hestia lo miró enseguida e intervino para darle más tiempo a que bajar la tensión que se había generado de parte de su hermano.

—Este también es tu hogar. No es necesario que te vayas definitivamente, podrías instalarte en la Tierra unos días y luego regresar —propuso Hestia.

—Pensaba hacerlo definitivo y quedarme desde ahora —indicó Deméter y deslizaba su mirada a cada dios—. Cuando existan los humanos seré yo la que propague los conocimientos sobre la agricultura y yo misma me encargaré de que eso prospere en la Tierra.

—De mi parte sabes mi opinión y a pesar de ella, te apoyo en lo que deseas —dijo Hera como apoyo a Deméter.

No era lo que Hestia quería y aun así terminó apoyando la decisión. Las tres miraron a Zeus y el respondió por fin.

—Eso es ridículo. Fundé el Olimpo para que nosotros gobernáramos aquí, no para que cualquiera decidiera elegir donde vivir —protestó Zeus.

—Más bien, fundaste el Olimpo para que gobernaras sólo tú —indicó Deméter levantándose—. Te dividiste toda la Tierra con Poseidón y con Hades...no hay nada donde se estipule que nosotras debamos vivir a tu lado.

Zeus enfadado se levantó de donde estaba para dar su último veredicto.

—Eres una diosa y vivirás donde perteneces...¡y eso es aquí en el Olimpo! —exclamó—. Si quieres jugar en la Tierra, hazlo...pero seguirás viviendo aquí.

—Zeus...por favor, no peleen —pedía Hestia en voz baja.

Deméter se cruzó de brazos.

—No me puedes obligar —dijo la diosa a modo de burla.

—¿Quieres averiguarlo? —preguntó Zeus misterioso y retador—. Si no quieres averiguarlo, mejor no me hagas enojar y olvídate de la absurda idea de irte del Olimpo.

La diosa de la agricultura puso las manos sobre la mesa. Las hizo puño y quiso enfrentársele a Zeus pero, ¿para qué? Sería una pérdida de tiempo. Su opinión no contaba en el Olimpo. Lo que hizo fue alejarse de la reunión y tranquilizarse. Hestia la había llamado para que no se marchara pero ni caso le hizo, por lo que también se levantó y la siguió.

Hera suspiró resignada. Sabía que eso ocurriría.

—Fuiste duro y estuvo de más que inventaras una advertencia misteriosa —dijo Hera muy seria.

—¿Inventar? —preguntó Zeus con el ceño fruncido y su reacción confundió a Hera.

—¿Lo dijiste en serio?

—Por supuesto. Que no me haga enfadar o me conocerá realmente...y eso va para todos los que me provoquen —Zeus se tragó su enfado y deslizó su mano hacia Hera, poniéndola sobre su mano. La sorpresa no se hizo esperar por parte de la diosa—. Menos mal tú eres más sensata e inteligente y eso me gusta.

Hera lo miró sin tener una palabra para él y luego observó su mano sobre la suya, la cual apartó enseguida y terminó marchándose. Zeus la observaba mientras se alejaba y esa reacción que tuvo la diosa le gustó de verdad.

Por otro lado, Hestia había logrado alcanzar a Deméter quien se había sentado a orillad del Olimpo para mirar la Tierra. Aún estaba molesta e inhalaba y exhalaba para calmarse.

—No le hagas tanto caso a Zeus. Ni el mismo comprende la razón de su enojo...sólo está de malas —comentó Hestia, tratando de ayudar.

—Esa no es una razón para ser un imbécil —respondió Deméter.

—Deméter...—La llamó Hestia a modo de reprimenda.

—¿Qué? Es la verdad. Tan pronto se le olvidó que yo también ayudé a derrotar a los titanes y él se da el mayor crédito. ¡Yo también tengo derecho!

—Sí, lo sé y estoy de acuerdo pero, ¿por qué quererte ir del Olimpo?

Deméter miró largamente a Hestia y se abrazó asimisma.

—Sólo no quiero estar aquí...quiero estar en la Tierra y ya. ¿Es tan difícil comprenderlo?

Para Hestia si lo era porque no tenía la misma perspectiva, aunque no reaccionaba de la misma manera que Zeus. Hestia quería entender a Deméter y mostrarle su apoyo. No deseaba que su hermana la alejara.

—Prometo que voy a entenderte, pero tienes que compartirme tu perspectiva. Mientras tanto, no le des a Zeus motivos para enojarse...nadie quiere problemas.

—Ya sé...tengo que quedarme aquí porque él lo dice —dijo Deméter con desgano—. Iré a la Tierra, no me esperes —dijo decidida.

—¿Qué? —Hestia pestañeó confundida—. Pero si acabas de decir que...

—Dije que iré a la Tierra...voy a regresar por la mañana. Zeus dijo que debía vivir aquí y lo haré, pero también dijo que si quería ir a la Tierra lo hiciera. Jamás hablamos de tiempos. Le estoy haciendo caso.

Hestia hizo sonar sus labios mientras resoplaba, tratando de ser tolerante.

—Zeus se va a enojar...

—No me importa —respondió Deméter justo antes de marcharse a la Tierra.

Hestia resopló de nuevo y colocó sus hombros sobre el mármol al mismo tiempo que veía hacia abajo, imaginándose cómo serían las cosas una vez que los humanos existieran y se multipicaran.

—¿Es posible que empeoren las cosas? —Se preguntó a sí misma.

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