CAPÍTULO 38
La pista de baile estaba iluminada con un centenar de velas que reflejaban la elegancia del momento. Las risas, los murmullos y la música llenaban el ambiente, creando el escenario perfecto para una celebración inolvidable. Me hallaba sentada en una de las mesas principales, un poco alejada del centro de atención, observando el ir y venir de los invitados mientras sostenía una copa de vino entre mis dedos.
Evidentemente seguía viva y mi hermano estaba muy feliz, bailando con su esposa, quien lucía tan fresca como una lechuga; disfrutando de ese pequeño momento de intimidad en el que parecía que Sadashi aprovechó para decirle algo importante a Aiden, ya que lo había visto llorando antes de que nos uniéramos a ellos en la pista.
Después de todo, sí desfilamos detrás de mi cuñada en su marcha nupcial, como damas de honor junto a Leah, Barbie y tía Laurel. Un deseo personal de esta última que Sadashi aceptó de buena gana. Y también con una ilusión que supo esconder muy bien ante las demás, pero no de mí.
—¿Está todo bien? —me preguntó Jacob, llegando a mi lado.
Lo había dejado en la pista de baile con Eleana luego de que bailáramos un par de canciones juntos.
—Sí, es solo que se siente extraño sin ella —admití, refiriéndome a Essie.
Habíamos hecho un brindis especial por ella y, aunque quería disfrutar al cien por ciento la felicidad de mi hermano, me resultaba un poco difícil ignorar lo injusto que era que Essie no nos acompañara en una fecha tan importante.
—Ya escuchaste a Laurel, Patito. Essie no está muerta, así que honremos su vida y vivamos la nuestra como estamos seguros de que ella querría que la viviéramos.
Exhalé un largo suspiro y me recosté en su hombro. Mi amigo tenía razón.
—¿Por qué dejaste de bailar con Ele? —pregunté, recomponiéndome y cambiando de tema.
—Porque Dylan me estaba acuchillando con la mirada, pequeña mierda —me reclamó y eso me hizo soltar una carcajada, pues fui yo la que lo dejé con mi primita—. Ni siquiera sé cómo se le ocurre que yo intentaría algo con su hija.
—Ya sabes cómo son los hombres de mi familia.
—Eleana es una niña, por Dios —refunfuñó él y seguí riendo.
Nos quedamos un rato más sentados en esa mesa, charlando de todo lo que queríamos hacer al llegar a Londres y de la cena de despedida que le harían sus padres al día siguiente.
La noche era fría, pero las carpas térmicas sofocaban las inclemencias del clima, lo que agradecí mucho, ya que mi vestido era una obra de arte con un diseño que dejaba mi espalda completamente al descubierto, mostrando mi piel satinada por la loción corporal que utilicé y que la hacía lucirse con cada uno de mis movimientos, según lo que Leah me había dicho. La falda fluía con ligereza, dando un toque de sensualidad y misterio que captó las miradas de muchos y provocó susurros de admiración.
«Pero no la mirada de Dasher».
O eso quería él aparentar.
Desde el momento en que nos cruzamos por primera vez esa noche, Dasher había mantenido la distancia luego de nuestro encuentro en mi habitación, interrumpido por Mateo, quien llegó a buscarme emocionado al saber que estaba de regreso en casa. Sin embargo, incluso desde el otro lado de la carpa, sentía su presencia. El hombre era como un imán que había aprendido a ignorar, pero que nunca desaparecía del todo, dado lo que estaba descubriendo después de que lo vi.
En el pasado, mi corazón habría saltado al verlo; esa noche, solo sentía un leve nudo de añoranza, controlado por la seguridad que había ganado con el tiempo.
—¡Abigail, cariño, ven un momento! —La voz de tía Laurel se coló entre mi charla con Jacob. Al buscarla la encontré en la pista, bailando con Dasher.
—Ya vuelvo —le avisé a Jacob y dejé la copa en la mesa.
Caminé hacia ella con una sonrisa, Dasher la observaba con el ceño fruncido y lo vi gesticular algo, pero su madre lo ignoró, me tomó del brazo en cuanto me tuvo cerca y, con su habitual tono encantador, anunció:
—¡Baila con Dasher! Hace años que no los veo juntos en una pista y sería lindo verlos compartir un momento como en los viejos tiempos.
Con Dasher abrimos la boca al mismo tiempo para protestar, pero tía no nos dio oportunidad, alegando que esa era una noche especial y quería vivir la ilusión de que todo estaba bien, que seguía perfecto. Enseguida de eso, con una sonrisa maternal me tomó la mano y la colocó sobre la de su hijo.
—Te prometo que ya no es como antes —me susurró tía en el oído.
Porca troia.
Por supuesto que con ellos era diferente, pero conmigo era otra historia, aunque de ninguna manera me pondría a explicarle cuánto se equivocaba, cuando ella seguía creyendo que mi distanciamiento con su hijo solo se debió a que él se volvió insoportable, tal cual le dije años atrás en el momento que me preguntó si Dasher me había dañado.
El susodicho me sostuvo la mano sin mirarme directamente, lo que me indicó que se sintió tan comprometido como yo a cumplir el deseo de tía, entendiendo a lo que se refirió con vivir una ilusión. Sentí un calor familiar en nuestro contacto y negué con ironía cuando la música cambió a una suave y romántica, dándome cuenta de que a la vida le encantaba hacerme pasar por momentos incómodos.
—Genial —satirizó Dasher por lo bajo y colocó una mano en mi cintura, acercándome lo suficiente para que nuestros cuerpos estuvieran a centímetros de distancia.
Y... cavolo, no negaré que el corazón se me aceleró.
—Sabías que no puedo negarme a tu madre, ¿verdad? —le dije en un susurro, dibujó una sonrisa fingida en sus labios mientras seguíamos el ritmo de la música.
—No más de lo que yo puedo, créeme —respondió él, con un tono seco que apenas enmascaraba la tensión en su voz.
Personalmente no creía que ese fuera un chantaje de tía Laurel, la conocía demasiado bien como para llegar a esa conclusión. No obstante, sí era consciente de que la situación con Essie la llevaba a buscar momentos que fueran como en el pasado, como cuando todo estaba bien. Y por lo que vi, Dasher también opinaba igual.
—No te preocupes, será una canción y ya —lo consolé y lo escuché reír con sorna.
—Contigo no me fio ni de lo más sencillo. —Lo miré a los ojos cuando me dijo eso.
Ya sabía que era un idiota, pero me costaba creer que ese fuese el mismo hombre de antes, pues jamás imaginé que fuera tan rencoroso.
—Chico inteligente —solté y él me alzó una ceja porque en lugar de alegarle terminé dándole la razón.
Ya suponía que ese no sería un buen momento, pero como tonta creí que, con tal de darle un gusto a su mamá, nos toleraríamos al menos. No obstante, ahí estábamos en una mezcla de reproches y provocaciones, disfrazadas con sonrisas para el público.
—Veo que, a pesar de todo, aún no has cambiado esa actitud tuya —señaló, con un dejo de sarcasmo mientras me guiaba en un giro.
—¿Y cuál sería esa? —repliqué, alzando una ceja.
—La de siempre querer llamar la atención —respondió, con una sonrisa forzada.
Dejé escapar una leve risa, una que no tenía nada de diversión. Nuestros ojos se encontraron por un breve instante, y noté por primera vez que en los suyos no había odio ni rencor, sino algo mucho más complejo: una batalla que ninguno estábamos dispuesto a perder.
—Oh, por favor, Dasher —solté, inclinándome ligeramente hacia él—. Si quisiera llamar la atención, no estaría aquí bailando contigo. Créeme, tendría mejores opciones.
Apretó ligeramente la mano que descansaba en mi cintura, pero no dije nada.
—¿Por eso los comentarios de hace rato? —satirizó y bufé.
Se refería al momento en que compartimos en la mesa con los demás, donde luego de felicitar a Sadashi por ser oficialmente parte de la familia Pride, terminé por soltarle unos cuantos comentarios a él, después de que su novia señalara que Jacob y yo nos veíamos bien juntos.
—Simplemente le señalé a tu novia que es una verdadera mujer, tal cual lo que siempre deseaste, ¿no?
Hice el comentario por lo que él mencionó hacía dos años, tras pelearse con Jacob por cómo lo encontró conmigo. Y me alegraba que no lo hubiera olvidado y supiera por qué le dije tal cosa a Bárbara.
—Y me dices rencoroso a mí —satirizó.
Abrí la boca para decirle que yo no era rencorosa, que simplemente señalaba una verdad, pero fue entonces cuando sentí algo que me dejó sin palabras: su pulgar trazando lentos círculos en la parte baja de mi espalda, justo donde el vestido dejaba mi piel al descubierto.
El gesto era tan natural que, por un momento, pensé que me lo imaginé. Pero no, ahí estaba, el leve roce de mi piel contra la suya y eso me llegó a cortar un poco la respiración.
—¿Qué haces? —le pregunté en un susurro, aunque mi tono estaba teñido de burla.
Dasher frunció el ceño, como si no entendiera a qué me refería y sonreí. Lo hice de aquella manera en la que Andrea siempre me dijo que era mi sonrisa traviesa, esa que no prometía nada bueno.
«Andrea».
Mi corazón se aceleró un palmo porque, por un segundo, al ver los ojos de Dasher imaginé los del francés. Pero esos que me miraban con extrañeza tenían motitas grises en lugar de celestes.
—¿A qué te refieres? —preguntó Dasher, llevándome de nuevo al momento.
Carraspeé antes de decir:
—A que dices que me odias, pero tu cuerpo parece no estar de acuerdo —indiqué mordiéndome el labio—. Me estás tocando como si me anhelaras, Dasher. —El cambio en su expresión fue inmediato. Sus ojos se abrieron ligeramente, y el rubor se extendió por su cuello, apenas perceptible bajo la tenue luz de la pista.
Apartó la mano de inmediato, su rostro adoptando una expresión de rigidez controlada.
—Fue un reflejo —refutó, con un tono defensivo—. Estoy acostumbrado a tocar así a Barbie.
El comentario debería haberme dolido, pero en lugar de eso, me eché a reír. Una risa baja, musical, que pareció desconcertarlo aún más.
—¿Barbie? —repetí con un toque de incredulidad—. ¿Y qué? ¿A caso me ves como ella? Porque siento decirte que tienes una novia preciosa, pero no se parece en nada a mí.
—Por eso es mi novia —pronunció, su voz áspera y dura. Era como si su única misión en la vida fuera reprocharme y hacerme sentir pésimo.
Aunque esa fue una oportunidad más para confirmar que yo ya no era la misma de antes.
—¿Y qué otras cosas que le haces a tu novia quieres hacerme a mí, Dasher? —ataqué y por su expresión supe que fui directo a su yugular—. Porque te aseguro que no me molestaría que copies también esos reflejos en mí. —Mi voz fue un susurro ronco y sensual.
El rubio me miró, completamente fuera de balance por mi descaro. Su mandíbula se tensó, y por un instante, pensé que me haría callar con alguna réplica cortante. Pero en lugar de eso, soltó mi cintura abruptamente y dio un paso atrás.
—Disfruta el baile sola, Abigail —dijo con frialdad antes de girarse.
—¿Por qué sola, si me tiene a mí? —Los dos nos sorprendimos al darnos cuenta de la presencia de Daemon detrás de él.
Dasher no le dijo nada, se limitó a hacerse a un lado. Mi hermano me tomó de la mano, instándome a que no dejara de moverme y, aunque sentí su mirada analizadora en mí, yo observé a Dasher marcharse, mis labios curvándose en una sonrisa triunfante.
Había ganado, aunque no estaba segura de cuál era la victoria.
—¿A cosa stai giocando, sorellina? —«¿A qué estás jugando, hermanita?», indagó D en mi oído, su tono escurría sospecha y advertencia en partes iguales.
Me permití un último vistazo hacia Dasher, quien estaba al borde de la pista reuniéndose con Barbie, con los puños apretados y una mirada que no lograba disimular del todo.
Hubo algo en su expresión que reconocí: deseo. Y una vocecita en mi interior me dijo que no era dirigido a su novia.
—Non sto giocando, fratellino. Ho semplicemente chiarito un punto —«No estoy jugando, hermanito. Simplemente dejé claro un punto», respondí con seguridad a mi hermano y él entrecerró los ojos, pero no me dijo nada más.
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—Te lo prometo, Jacob —le dije a mi amigo mientras nos tomábamos un té en una de las cafeterías del campus.
Ya habían pasado dos semanas desde que llegamos y le había ayudado a instalarse en su residencia, también le presenté a mis amigos y por fin pude comprobar que a Larissa le seguía atrayendo mucho, aunque Jacob no parecía darse cuenta.
En fin, hombres.
—No importan tus promesas esta vez, Patito, cuando en tus ojos sigo viendo esa sombra que no me gusta —replicó y chasqué la lengua.
Habíamos tenido el tiempo de sobra para hablar sobre todo lo que hice en mi tiempo de voluntariado y esos meses en la universidad, no dejé nada de lado, por lo que conocía mi fracaso con Andrea y cómo me sentía con respecto al francés. Y esa tarde, mientras estábamos en la cafetería, Jacob comentó que veía una sombra en mis ojos, que quizás era de tristeza o porque de alguna manera me sentía incompleta y pretendía que me abriera con él, creyendo que me había guardado algo que no era capaz de decirle.
—Puede ser solo cansancio, Jacob. No te preocupes por eso —pedí y él negó con la cabeza, pero no dijo nada más.
—¿Qué harás esta noche? —preguntó y agradecí el cambio de tema.
—Me veré con Viviana —respondí con picardía y él sonrió de lado.
—¿Seguirás con lo de ser sumisa?
—No, dear —contesté y la decadencia en mi voz arrastró la palabra de un modo casi musical, imitando cerca de la perfección el acento británico con el que hablaban Ángel y mis demás amigos—. Seguiré con lo de ser una Domme.
Jacob rio divertido, por mi acento y por lo que dije.
—Al parecer, a tu chica británica le encanta más esa versión de ti —señaló y me mordí la sonrisa.
Viviana no era mi chica, sino mi mentora, pero Jacob insistía en llamarla así porque según él no le veía la diferencia si al final solo follaba con ella. Y tenía razón en lo que señaló, pues yo también ya notaba que desde que comencé a mejorar mi lado dominante, Vivi prefería que nuestros encuentros fueran como Domme y sumisa.
Y no me quejaba.
—¿Algún día me acompañarás a Reverie?
—No lo creo. Puedo escuchar tus aventuras sobre cómo te acomodan todo cuando te follan, pero de ninguna manera veré cuando te lo hagan —zanjó y solté una risa sonora.
Yo tampoco quería que presenciara nada.
Esa noche, como le dije a Jacob, me encontré una vez más con Viviana y, siendo honesta, las mentorías ya eran más una excusa para enrollarnos, pero ninguna de las dos estábamos dispuestas a decirlo en voz alta, aunque sí muy decididas a seguir practicando.
Antes de irme de su apartamento, me propuso que hiciéramos otra sesión privada con Knox, solo los tres en esa ocasión, para que él me evaluara en mi papel de Domme. La idea me tentó demasiado y acepté, así que le pedí que organizara todo, pues me gustó ser follada por ese hombre y quería repetirlo.
—¿Estás bien? —la pregunta de Vivi hacia mí me tomó por sorpresa.
—Eeeh... sí. ¿Por qué lo preguntas? ¿Hice algo mal? —indagué, ella entrecerró los ojos.
—Honestidad, Abby —me recordó y exhalé un suspiro profundo—. No has hecho nada malo en tu rol, pero no te ves bien. Sentí que no disfrutaste al cien por ciento de nuestra sesión, tampoco la pasada. —Fruncí el ceño, porque ya era la segunda persona que me hacía ese señalamiento.
Honestidad, me había dicho. No lo pasé por alto. Y eso me provocó una incomodidad inesperada, no porque creyera que Vivi me pedía que fuera honesta con ella, sino porque no lo estaba siendo conmigo misma y sin darme cuenta reprimí mis sentimientos.
Me acostumbré tanto a hacerlo, que a veces de manera inconsciente volvía a las viejas y malas costumbres.
Me dio mucha tristeza dejar de nuevo a mi familia semanas atrás. Todavía seguía recordando el dolor en los ojos de papá y sus ganas de pedirme que me quedara, que no me volviera a alejar de ellos, pero se contuvo para respetar mi decisión. Mamá soltó un par de lágrimas y aun así me animó a continuar por donde yo quería. Aiden había intentado persuadirme, utilizando a Asia y mi enamoramiento por ella, y Daemon me prometió que pronto me visitaría en su intento por aliviar mi propia agonía al dejarlos.
No miré atrás cuando me subí a la jet acompañada de Jacob y Michael. Y, a pesar de esa tristeza, sabía que no era por eso por lo que mi mejor amigo y Viviana me hacían el señalamiento.
—Honestidad —medité.
¿Era solo haber dejado a mi familia lo que me tenía así? No.
¿Me afectó más de lo que esperaba ver a Dasher? Sí, él siempre me afectaría. Estaba siendo como un fantasma en mi vida del cual no me podía deshacer, sin importar que lo afronté como tanto deseaba.
¿Quería hablar de eso con Viviana? No. Ni con ella ni con nadie en realidad, ni siquiera con Michael. Y con la honestidad que me merecía, corté la comunicación con la única persona que sí quería hablarlo.
Dannazione.
Me fui del apartamento de Vivi cuando llegué a esa conclusión, una que ya no me podía negar más: estaba extrañando a Andrea más de lo que esperaba, sentía que el tiempo que viví con él lo fue todo y me marcó para toda la vida.
A pesar de eso, no lo busqué, pues necesitaba pasar esa abstinencia por mi cuenta. Una que me duró un par de meses, mas no cedí. Continué con mi vida, hice todo lo que quería. Compartí con mis amigos, me concentré más en mis estudios, entrenaba más con Michael e incluso acepté la propuesta de uno de mis maestros para participar en una exposición de fotografía documental, en donde él, utilizando sus conexiones en el mundo de las galerías de arte y centros culturales, ya había conseguido el financiamiento y el patrocinio necesario para llevar a cabo el evento.
Ese era mi primer logro, por mi cuenta, y me enorgullecía demasiado. Pues el profesor Charles me hizo la propuesta luego de ver todas las fotografías que capté durante el voluntariado y le impactaron tanto, que incluso se inmiscuyó en el proyecto de manera personal, ayudándome a seleccionar las mejores imágenes y ofreciéndome retroalimentación para asegurarse de que transmitieran el mensaje deseado.
«Sin duda alguna, esto te abrirá las puertas para participar en concursos o colaboraciones más amplias».
Me había dicho cuando tuvimos trazado todo y mi pecho henchido era la prueba del orgullo que bullía en mi interior.
—Ahora entiendo por qué no aceptaste la ayuda de los franceses —me dijo Michael, cuando salimos de la galería en la que se llevaría a cabo el evento, recordándome que los Moreau quisieron apoyarme.
—Y por qué no recurrí a mis padres —añadí y él sonrió.
Fue una sonrisa genuina, de esas que muy pocas veces le veía y me puso feliz ver la manera en la que me miró. No era la chica fastidiosa para él en ese momento, tampoco el Cisne Negro al que le encantaba el mundo del BDSM y mucho menos la niña a la que le gustaba llamar la atención como Dasher dijo.
Era Abigail Pride White, la mujer a la que él tenía que proteger y a la que, de manera indirecta, acompañaba en ese camino que se estaba forjando.
—Pero te soy sincera, no acepté solo porque quería hacerlo por mi cuenta, sino también porque en ese momento no me sentía preparada.
—Bueno, ya es hora de que vayas viendo que eres... —Se quedó en silencio, buscando las palabras quizás. O queriendo evitar equivocarse con lo que me diría.
—¿Grandiosa? —sugerí cuando abrió la puerta del coche para mí y sonreí porque rodó los ojos—. ¿Magnífica? ¿Increíble? ¿Hermosa? ¿Fabulosa? —seguí en cuanto se metió él también.
—Inteligente, Abigail —ratificó y le hice un puchero que lo obligó a esconder una sonrisa—. Y capaz de lograr todo lo que quieres. No existen límites para ti.
—Hmm, no sé si tomarme eso último como halago o reclamo —debatí y no pudo esconder la sonrisa en ese momento.
—Fue un halago —aclaró y tras eso se puso en marcha.
Acto seguido nos fundimos en un silencio cómodo, acompañados por la música de la radio. Miré por la ventana y me perdí en mis pensamientos y en la emoción que me embargaba por la exhibición, dándome cuenta de que había comenzado a cumplir los deseos en mi lista de princesa. Lo que seguía era graduarme, luego colocarme en un buen trabajo llevando a la par mi plan de la casa de rehabilitación.
—Y... ¿qué opinas de mis planes a futuro? ¿No te parezco solo una chiquilla que sueña en grande?
Andrea había bufado una risa al escucharme haciéndole esa pregunta después de hablarle de mis planes y negó con la cabeza.
—No tienes nada de chiquilla, ma belle. A decir verdad, y dejando de lado que eres una perversidad andante, después de todo lo que nos platicaste en el castillo y de lo que me has contado personalmente, te considero una mujer tenaz que ha luchado por vencer los límites y excusas. Y si tus sueños son grandes, es porque tu capacidad para lograrlos también lo es.
—¿Está todo bien? —La pregunta de Michael me sacó de ese pensamiento y parpadeé al mirarlo, sintiendo que mis ojos escocían un poco y que mi corazón se apretó en un puño.
El recuerdo de esa conversación con Andrea meses atrás me llegó a la cabeza sin que yo quisiera. Era la primera vez que volvía a pensar en él después de haber conseguido sacarlo de mi mente. O de bloquearlo en todo caso.
—Sí, solo pensé en algo que me dijo Andrea —admití y asintió sin decir nada al respecto, manteniéndose concentrado en el camino—. ¿Lo viste? —me atreví a preguntarle y por la manera en que su cuerpo se tensó, deduje que él sabía a lo que me refería.
Nunca quise preguntarle a Viviana sobre Andrea, a pesar de saber que se veía con él cuando el francés llegaba a la ciudad, porque creía que, al evitarlo, el hombre seguiría saliendo de mi cabeza. Y sí, aquella noche con Knox sospeché que Michael pudo haberlo visto y que sus ganas de asesinar no se debieron a mi encuentro con Marcel, pero tampoco le pregunté nada por la misma razón.
No obstante, ese día ya me sentía capaz de indagar.
—El día que me encontré con Marcel, tú lo viste a él, ¿no? —aclaré, por si acaso no sabía de lo que hablaba.
Michael se quedó en silencio un par de minutos y me prometí que no insistiría más con esa pregunta, como acostumbraba a hacerlo cuando él pretendía ocultarme cosas.
—Sí, Abigail —contestó cuando creí que ya no lo haría. Y por la inquina en su voz supe que no estaba dispuesto a decirme más.
Yo tampoco quería escuchar más, puesto que, aunque sospechaba que Andrea estuvo esa noche de la primera doma con Knox, confirmarlo me supo a hiel. Me hirió que evitara verme luego cuando Marcel sí lo hizo, que le fuera tan fácil compartir el mismo espacio y actuar como si no me conociera o no le importara nada de mí.
Merda.
¿Por qué me dolía tanto? ¿Por qué me seguía importando? ¿Por qué me afectaba con tanta magnitud que no haya hecho nada por verme?
Aunque él sí me vio, Marcel quiso decírmelo, pero por la manera en la que se corrigió entendí que quizás Andrea le pidió que no lo mencionara.
—Voy a odiar decir esto, pero odio más verte así, Abigail —resolló Michael cuando llegamos a la residencia y lo miré sin comprenderlo del todo—. No te comas la cabeza sin tener el contexto de la situación. En lugar de ello haz las preguntas que debas hacer para que aclares todas tus dudas.
Tragué en seco, entendiendo que se refería a mi cambio luego de que me admitiera que vio a Andrea en Reverie. Y no me quedó duda de que sí odiaba verme así, ya que de lo contrario no me hubiera dicho lo que acababa de decirme, con lo mucho que a él le disgustaba el francés.
—Ves, y luego dices que no eres mi amigo —señalé con una sonrisa y él bufó.
Y no le hice más preguntas, simplemente me reí y luego entré a mi residencia con la intención de hablarle a mamá para contarle lo de la exposición. No había querido decirles nada hasta tener todo concretado y en cuanto lo hice sí que lloré al verla a ella haciéndolo también.
Isabella era una mujer dura en su mundo, pero incluso con todo lo que aseguraba que había hecho, no perdía ese corazón tan noble, único y lleno de amor que la caracterizaba, al menos con sus hijos. Y me impactó darme cuenta de que, a través de esa llamada, descubrí que sin yo pretenderlo o ella imponérmelo, estaba cumpliendo su propio sueño.
Mamá siempre amó la fotografía, aunque lo dejó de lado cuando perdió a sus padres y tuvo que hacerse cargo de una vida que nunca planeó, pero para la que nació. Tomó algunos cursos luego, aunque no se enfocó de lleno en ello. Y, a pesar de haberlo querido en su juventud, me juró que no se arrepentía ni cambiaría lo que tenía por nada.
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Para ir a Reverie, no había mejor compañía que Ángel. Porque era hijo del dueño y porque era el único que entendía ese gusto mío, además de que, aunque no vivía el BDSM ni el mundo swinger de manera personal, sí por trabajo. Y sabía mucho. Así que disfrutaba de todas las nuevas cosas que siempre aprendía con él.
Esa noche habíamos ido juntos a una velada de demostración, donde las sumisas que Viviana había estado guiando durante meses serían presentadas para todos aquellos Dominantes que quisieran tener a una en sus harems, o de manera privada.
Ángel me había colocado un collar de protección para que pudiera moverme libre, pues le comenté que únicamente me reuniría con Viviana cuando terminara la presentación, y posiblemente con Knox en una de las mazmorras, por lo que él quiso evitarme la interacción con otros Dominantes.
Knox había alabado mi manera de desenvolverme como Domme cuando tuvimos la sesión privada, aunque no por eso dejó de corregirme en lo que debía mejorar. Y como premio a mi buen desempeño volvimos a follarnos, sin embargo, no pactamos ningún otro encuentro, ya que ninguno de los dos lo vio necesario.
Con ese hombre era fácil follar solo por placer y me gustaba.
—Knox dará una doma con la sumisa que ha tomado —me avisó Viviana cuando llegó a donde me encontraba, luego de saludarme.
Sabía controlar muy bien sus reacciones, pero yo la conocía y podía entrever lo eufórica que se encontraba porque todas las sumisas fueron tomadas, debido a la reputación que ella tenía como la mejor de su clase, lo que les daba la seguridad a los Dominantes que se llevarían con ellos a las mejores.
—¿Irás a verlo? —pregunté y negó con la cabeza.
—¿Y si mejor nos vamos a la mazmorra tú y yo? —propuso con voz hipnótica y me mordí la sonrisa.
—A pesar del collar que uso, no me apetece ser sumisa esta noche, darling —le advertí, usando uno de los motes que ella tenía conmigo, y fue su turno de morderse el labio.
Lo mucho que se me antojó comerle la boca fue increíble.
—A mí tampoco me apetece que lo seas. Quiero un poco del Cisne Negro —admitió con su tono sensual y acento elegante.
—¿Me esperas en la mazmorra de siempre? —propuse y, adoptando el rol de sumisa, bajó la mirada al suelo luego de asentir.
Acto seguido se fue a donde le pedí y yo, guiada por mi curiosidad decidí ir un momento a la sala privada en donde Knox ofrecía la doma. En el lugar ya había varias personas, cada una en sus mesas elegidas, bebiendo y disfrutando.
Yo llevaba un vaso de orgasmo que ya había estado bebiendo antes de que Viviana me encontrara y busqué una mesa individual para evitar intrusos. Estaba en un punto bastante estratégico, ya que el centro de la sala quedaba justo frente a mí y, por lo tanto, podía ver sin dificultad cómo aquel hombre de enorme estatura, piel bronceada, cabello largo y recogido en un moño a la altura de la nuca y de facciones duras y dominantes, se desenvolvía con una sumisa que parecía una conejita miedosa, pero ansiosa porque su cazador la atrapara.
—Vaya festín el que vas a darte —murmuré con el filo del vaso sobre mis labios, sonriendo porque ya había sido esa conejita y me gocé al máximo cuando el cazador me atrapó.
Knox era un amante excelente, un Dominante diestro de treinta años que daba tanto placer como recibía. Y al parecer yo le daba mucho porque siempre terminé exhausta después de las dos veces que habíamos estado juntos.
—Disculpe, señorita —me interrumpió un mesero y fruncí el ceño cuando cogió el vaso vacío de mi mesa y me colocó otro lleno.
—Pero yo no... —comencé a decirle antes de quedarme en shock.
—Sigo manejando la idea de que menos de tres orgasmos, es un pecado.
Todo mi cuerpo entró en tensión, mi respiración se volvió irregular y el corazón me subió a la garganta al escuchar esa voz oscura, sensual, firme y con un acento inconfundible. Mi pecho subía y bajaba y no podía dar crédito a que estuviera ahí, detrás de mí.
Había pasado un mes exacto desde aquella vez que, al salir de la galería, le permití dañarme solo porque no quiso verme al llegar a Reverie con Marcel, la noche en la que me presenté como sumisa. Un mes en el que no le permití que invadiera mis pensamientos y en el que seguí con mi vida, de acuerdo con que no volveríamos a cruzarnos. Viví mi primera exposición fotográfica acompañada por mis padres y amigos y, aunque por un segundo deseé que él hubiera estado allí, lo suprimí enseguida porque creía que no era sano seguirme aferrando a algo que no volvería a pasar.
Y justo cuando me sentía vencedora, Andrea Moreau decidió aparecer de nuevo y solo necesitó de un minuto.
¡Un minuto!
Un maldito minuto que le bastó para desestabilizar mi estabilidad.
Porca puttana.
—Gracias, pero soy muy capaz de conseguir mis propios orgasmos —le dije al camarero lo suficientemente fuerte para que Luxure me escuchara.
Él hombre miró hacia atrás de mí, dudando de qué hacer. Segundos después bajó la mirada y se marchó, dejándome con la bebida y con un francés idiota que...
—Oui, ma belle —entonó y sentí cómo su presencia cubrió cada centímetro de mi piel expuesta en la espalda. Mi respiración se volvió errática y comencé a sentir las pulsaciones aceleradas por todas partes cuando su fragancia y calidez me inundaron por lo cerca que estaba ya de mí. Odiándome a la vez por la añoranza en mi pecho cuando me llamó con ese mote—. Sé lo capaz que eres de conseguir tus propios orgasmos.
En un intento por no perder estabilidad, tomé los bordes de la mesa en un agarre firme, maldiciendo por cómo la piel de mi cuello se erizó en cuanto él se inclinó para hablarme al oído.
—¿Te has divertido sin mí, mon beau cygne espieglè? ¿Cumpliste tu promesa?
No pude más, solté un gemido que sonó más a quejido y me permití cerrar los ojos un momento, disfrutando de esa voz grave y melosa que siempre me atrajo como una luz a la polilla.
—Yo siempre cumplo mis promesas, Luxure —aseveré, tratando de recuperar la compostura—. Y sí, me divertí sin ti, nunca te he necesitado para ello —refuté a la defensiva y lo escuché reír.
—Eso ya lo sé. Pero conmigo te diviertes más.
Maledizione. Siempre admiré su seguridad, pero en ese momento la odié porque iba dirigida hacia mí y no sabía lidiar con ella, a pesar de todo lo que conseguí en ese tiempo sin él.
Contuve un jadeo al sentir sus manos en mi cuerpo cuando me hizo dar la vuelta y en el momento que nuestros ojos se encontraron me olvidé de por qué estaba tan molesta con él.
¿Cómo era posible que se viera más guapo?
Madonna.
Tenía el pelo más corto, en un estilo muy parecido al militar; su barba de un tono más oscuro que su cabello estaba perfectamente perfilada y limpia. Y... porca troia, se veía más grande, no solo alto, sino también más musculoso, fuerte, imponente. Lo miraba solo a la cara en ese instante, pero en mi periferia noté que iba vestido con un chaleco oscuro y una camisa blanca por dentro que se apretaba a sus brazos tonificados.
Sus ojos azules brillaban con deseo, peligro y desfachatez, y la sonrisa torcida que dibujó me hizo notar sus labios rosados y medio gruesos.
Tragué en seco y me obligué a respirar por la boca, pues esa era una versión de Luxure que sin dejar de ser elegante, se volvió más peligrosa.
—Niégalo, Cygne Noir —me retó y alcé la barbilla—. Niega que no me has buscado en los amantes que has tenido, desde que nos vimos por última vez en Seine-Saint-Denis.
Volví a tragar, dándome cuenta de que el corazón ya me latía en la garganta y que había dejado de respirar.
Cavolo.
El resto del mundo desaparecía en el momento que Andrea pisaba mi órbita. Pasó la primera vez que nos vimos en ese club y lo reiteré esa noche, cuando reapareció de nuevo en mi vida y me hizo darme cuenta de que incluso siendo libre todo ese tiempo sin él, no lo fui de verdad.
—Eso no te importa, Luxure —respondí, queriendo tener el control, de mí misma sobre todo—. Y ahora si me disculpas, alguien me espera.
Di un paso a un lado con la intención de marcharme, pero en cuanto comencé a alejarme él me tomó del brazo, consiguiendo con ello que su tacto me sirviera como un chute de energía que me recorrió de pies a cabeza y se concentró en mi vientre.
—Yo sí, ma belle —dijo y me tensé—. He follado a Viviana solo por probarte a ti en ella. —Mis ojos se abrieron de más y la piel se me erizó porque eso era tan...—. Y es muy enfermo, lo sé.
¡Sí! Era muy enfermo y, sin embargo, me excitó saberlo. Lo hizo cuando pensé que me haría odiar a Viviana porque, aunque sabía que se siguieron viendo, confirmarlo de su boca fue diferente.
—Pero así me dejaste después de aquel beso que nos dimos. —Me acarició la mejilla con el dorso de los dedos y me estremecí a tal punto que comencé a sufrir una taquicardia—. Enfermo de ti y buscándote donde sabía que dejabas tu marca.
Bufé una risa al darme cuenta de que me metí en un mundo tan retorcido que, lo que para los normales era aberrante, para mí estaba resultando ser romántico. Y lo que ese hombre acababa de decirme era lo más sincero que llegaron a declararme.
Aun así me zafé de su agarre y lo miré a los ojos con seguridad.
—Como dije: alguien me espera en una mazmorra. —Él alzó una ceja y me regaló otra sonrisa torcida al ver mi determinación.
—¿Un Dominante? —cuestionó y fue mi turno de sonreír de la misma manera.
—Una sumisa.
Lo vi gesticular un merde y la manera en la que sus ojos brillaron y a la vez se oscurecieron, me hicieron saber lo que sintió. Y eso me regocijó demasiado.
—¿Quieres una prueba de lo que vas a encontrar ahora? —ofrecí y por la forma en la que sus ojos se abrieron, deduje que no se lo esperaba.
Yo tampoco. Pero... ¿a quién engañaba? Luxure estaba ahí y, a diferencia de él la otra vez que se escondió de mí, yo sí quería seguir viéndolo así fuera para torturarlo de alguna manera.
—Oui —aceptó y sin esperármelo me tomó del dije del collar que Ángel me puso y tiró de mí hacia él.
Maldije porque el acto brusco hizo que mi cuello escociera, pero a la vez, que mi clítoris palpitara. Y más en el momento que se inclinó para hablarme al oído.
—Quiero una prueba de lo que voy a llevarme a la cama —susurró con una seguridad que envidié—. Porque lo haré, Cygne Noir —prosiguió y apretó más su agarre en mi collar, haciéndome jadear—. Esta noche o la siguiente, no importa. Lo único que importa es que desde el momento en que te folle de nuevo, no volveré a dejar de hacerlo. Je te le promets —finalizó y me soltó.
Y ese «te lo prometo» me recordó que él cumplía sus promesas, tanto como yo las mías.
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Y es así como Luxure regresa, pero ¿será que todo le saldrá tan fácil como cree?
Hola mis lujuriosxs, estaba emocionada por esta actualización, pues llegamos a los capítulos culminantes.
Nos leemos de nuevo el viernes para saber qué pasará entre estos dos.
Les dejaré una pista... habrá un juego en donde Abby podrá sacar parte de su esencia guerrera y se cruzarán algunos límites, así que estén preparadxs para lo que se viene el viernes ;-)
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