CAPÍTULO 21



No podía dar crédito al nerviosismo desmesurado que me atacó luego de ser consciente de su presencia. Me abrumó tanto tenerlo cerca de nuevo, que me volví torpe con lo que hacía, pues las manos no dejaban de temblarme, todo mi cuerpo sufría espasmos si era sincera. Llegó un punto en el que mientras intentaba enfocarme en los presentes, en mi trabajo, cada vez que veía la pantalla de la cámara era capaz de reproducir lo que sucedió en aquella mazmorra, viendo a aquel hombre follar a Viviana, deseando ser yo en el lugar de ella. Sentía el calor inundándome y desconcentrándome más.

Puta madre.

Ni siquiera fui capaz de responderle a Michael cuando me envió un nuevo mensaje en el que me preguntaba quién o qué era Luxure, me preocupé más por perderme en la fiesta para alejarme de ese francés, con la intención de recuperar la compostura antes de que a él se le ocurriera acercarse para saludarme, porque con lo directo y descarado que fue cuando lo conocí, podía jurar que su intención era tener un acercamiento conmigo.

«Si en algún momento requieres un descanso, te recomiendo ir a la bodega de vinos. Es cómoda, fresca y tendrás la privacidad que necesites, ya que nadie entrará allí hasta la noche».

La voz de Félice resonó en mi cabeza junto a su consejo, me lo dijo antes de que la fiesta diera inicio, pues era consciente de que necesitaría descanso en algún momento (así lo que hacía no fuera pesado) y, ya que estábamos alejados del jardín, me dio la opción de la bodega. En ese instante me planteé la idea de esconderme allí para calmarme y no actuar como una chica asustada que le temía al lobo después de provocarlo, tal cual la caperucita inocente que juraba que podía ser amiga de un animal feroz.

—Se profesional, maldita sea —susurré, molesta conmigo misma por sentirme así.

Me acerqué a la zona de la ceremonia, donde Étienne daría un pequeño discurso y luego Beau al recibir la presidencia y honrar a su padre. Me concentré en captar momentos orgánicos de la familia y poco a poco mi nerviosismo fue mermando, a pesar de que de vez en cuando seguía sintiendo aquella mirada penetrante que me erizaba la piel, y que ya sabía a quién pertenecía.

En cuanto capté las fotografías suficientes me alejé del lugar para tomar una copa de vino de la charola de un mesero, en el momento que sentí que mi corazón comenzó a acelerarse, por milésima vez, y cerré los ojos al disfrutar de la explosión de sabores dulces y cítricos muy bien mezclados. Le daba mérito a los Lefebvre, puesto que llevaban toda la razón cuando se jactaban por tener el mejor vino, ya que ese que servían en la fiesta era deliciosamente incomparable.

—¿Ahora sí has cogido el valor suficiente para no huir de mí? —Me quedé de piedra al sentir su presencia a mis espaldas, y luego sin respiración porque me tomó de la cintura al susurrarme eso al oído, en inglés, pero con un acento francés inconfundible—. ¿O debo esperar a que bebas otra copa, ma belle?

Cavolo.

El éxtasis que me recorrió de pies a cabeza debería ser prohibido. Y, aunque quería quitar su mano de mi cintura, no porque me incomodara, sino porque me gustaba demasiado, me negué a hacerlo para que él no sintiera la frialdad en la mía debido a que el nerviosismo no mermaba.

—Yo... —Me quedé sin palabras porque su mano se apretó en mi cintura, fue un gesto posesivo, aunque también desafiante—. Estoy trabajando. —Ni siquiera lo miré, en cambio, me alejé de él tras decir eso y hui de nuevo.

¡Otra vez huyendo! ¡Porca troia!

No quise buscarlo con la mirada porque ya en aquella fotografía que capté de él sin querer, me di cuenta de que con la luz del sol era incluso más guapo que con las luces opacas de un club, y no quería volverme más idiota de lo que ya me sentía.

Luxure vestía de traje elegante, lo que le aportaba más poder; y no deseaba que me siguiera dominando con su sola presencia. Detrás de mí se sintió más alto de lo que lo recordaba, incluso más musculoso sin llegar a lo exagerado. Tenía el cabello más corto y era de color rubio oscuro, casi castaño, y esa sonrisa socarrona con la que fantaseé noches seguidas.

Oddio, Abby. Sembri un'adolescente che guarda il tuo amore platonico —«Dios mío, Abby. Pareces una adolescente mirando a tu amor platónico». Me amonesté mientras me alejaba, porque no podía dar crédito a mi reacción.

«Cazzo, no parecía ser la misma chica que semanas atrás estuvo en un escenario comiéndole el coño a otra, regalando un espectáculo voyeur para la multitud».

Sacudí la cabeza con el pensamiento y agradecí que Luxure no me siguiera, que me diera ese espacio, pues él era consciente de que lo que estaba provocándome con su presencia no era desagrado o aversión, sino expectativa, emoción, adrenalina e incluso deseo.

Un deseo incontrolable que me abrumaba porque nunca lo experimenté hasta que lo conocí.

—¡Cristo! —exclamé, soltando todo el aire que estuve reteniendo, cuando me adentré en la bodega y cerré la puerta, apoyando mi espalda en ella.

Cerré los ojos un momento y trabajé en mi respiración para que el corazón por fin se me calmara; era capaz de escuchar el sonido de los latidos ante el silencio del lugar, cosa que me hizo reír y negar con la cabeza, pues había pasado demasiado tiempo desde que me sentí así.

Cuando abrí los ojos de nuevo me concentré en la cantidad exorbitante de barricas con vino, de aquellos contenedores enormes de madera, con grifo incluido, que utilizaban para la degustación de sus mejores bebidas. El aroma que se respiraba no era el mejor, pero tampoco ofendía, lo comprobé cuando Félice tuvo la amabilidad de mostrarme la bodega. Ya sabía que ahí contaban con un área muy adecuada para que Étienne realizara algunas de sus juntas con inversores o posibles clientes, elegante y limpia.

Caminé hacia allí con la intención de sentarme y revisar las imágenes que ya había tomado, admirando las barricas de madera que colocaron como decoración en ciertos espacios, formando una especie de pasillo. Algunos tenían copas y uvas, otros incluso quesos, lo que me hizo recordar que después de la fiesta, Beau o Étienne se reunirían en la bodega con sus socios.

—¡Mon Dieu! ¡Comme ça! —«¡Oh, Dios mío! ¡Así!»

Abrí desmesuradamente los ojos al escuchar tal exclamación, fue hecha por un hombre, según reconocí. Mi corazón latió rápido, pero esa vez por una razón diferente y, en lugar de darme la vuelta e irme, me escondí detrás de los estantes de madera llenos de botellas de vino, las cuales utilizaban como paredes para encerrar el área de juntas a donde me dirigía.

Tu me rends dingue —«Me vuelves loco».

A través de los espacios entre las botellas y la madera de los estantes, vi que las exclamaciones venían de dos hombres y... ¡Merda! Estaban follando de una manera que me sonrojó. Se trataba de un mesero moviéndose sobre la polla de otro tipo al que no le veía la cara porque el primero lo cubría con su cuerpo, pero deduje que era uno de los invitados gracias a sus zapatos y pantalón de diseñador que se apuñaba alrededor de sus tobillos.

«Vete ya de aquí», me dije mentalmente.

Pero no lo hice, seguí anclada en mi lugar, observando la pasión con la que aquellos hombres follaban. El mesero abrazaba a su amante por los hombros y ambos se besaban para amortiguar los gemidos y jadeos de placer. Aunque, cuando el francés sentado en la silla puso las manos en las nalgas desnudas del tipo que lo montaba, me quedé sin saber qué pensar porque reconocí el anillo que utilizaba en el dedo anular.

Tenía el emblema de los Lefebvre.

—¿Seguirás ignorándome al salir de aquí? —le preguntó el francés a su amante, cogiéndolo de la parte posterior del cabello y mordiéndole el cuello. Ya había reconocido su voz a pesar de estar ronca por el placer y en ese instante comprobé que no me equivoqué al ver parte de sus rasgos.

Era Luc, el hijo del medio de Étienne y Blanche.

Cavolo.

En ese momento entendí mejor uno de los comentarios del patriarca de los Lefebvre cuando le pregunté de qué negocio suyo se haría cargo su segundogénito, pues ya sabía que Beau era el heredero del imperio vinícola y Silvye de las academias educativas, para continuar con el legado de su abuelo, pero dejó fuera a Luc y no pasé desapercibida la sonrisa irónica que este formó en su rostro en el instante que Étienne me respondió con que, no estaba preparado para que su apellido y reputación fueran pisoteados.

Me callé y no hablé más, ya que era obvio que sin pretenderlo hice una pregunta imprudente y, en ese instante, al recordar los cerrados que eran Étienne y Blanche con sus creencias, y ver a Luc follando apasionadamente con ese mesero, comprendí por qué el patriarca de los Lefebvre dijo tal cosa.

—Solo amas y disfrutas como él en su momento —formulé tan bajo que ni siquiera yo me escuché y, desobedeciendo la orden de Michael, me quité el arete al recordar que él también podía ver lo mismo que yo y lo apreté en mi mano—. La única diferencia es que te gustan las pollas como a tu madre, no los coños como a tu padre.

Tragué con dificultad en el momento que Luc cogió al mesero de la cintura y lo puso boca abajo sobre la mesa para comenzar a follarlo desde atrás. El chico sonrió al verlo por sobre su hombro, provocándolo, tras eso miró directamente a donde yo me encontraba y se me detuvo el corazón porque me guiñó un ojo, demostrándome que era consciente de mi presencia. Luc lo imitó y di un paso hacia atrás.

Porca puttana.

No me podían ver como para reconocerme, pero sí que me demostraron que sabían que yo estaba ahí, aunque no les molestaba, al contrario, parecía que les ponía más follar con una espectadora, me lo demostraron al follarse con más pasión en ese instante. Comencé a sentir más que curiosidad entonces, el calor construyéndose en mi cuello, sonrojándome hasta las orejas. Me llevé una mano al vientre, sobre mi vestido, al experimentar el fuego que se acumuló ahí y luego el dolor a causa de la insatisfacción.

Era increíble cómo con una mirada y sonrisa se pasaba del nerviosismo y miedo, al deseo total.

—Veo que mi pequeña perversidad sigue disfrutando del voyerismo. —Di un respingo y miré por sobre mi hombro a Luxure.

Lo encontré de pie, con las manos metidas en los bolsillos delanteros de su pantalón, sonriendo de lado.

—Ellos saben que estoy aquí —me apresuré a decir, tomando el asa de mi cámara con ambas manos (la cual colgaba de mi cuello) sin perder el agarre en mi arete, por si él creía que estaba cometiendo una violación al mirar a escondidas lo que aquellos hombres hacían.

—Por supuesto que lo saben, ma belle. No es difícil darse cuenta de tu presencia a través de los vineros —señaló en voz baja y me sonrojé más, pero por lo estúpida que fui al pretender esconderme—. Sigue disfrutando de lo que te ofrecen. —No me atrevía a mirar de nuevo a Luc y su amante, por eso Luxure me animó—. Hazlo y te ayudaré a que la experiencia sea más placentera para ti.

Vi cuando empezó a acercarse más y no lo detuve, seguí mirándolo a la cara en cuanto llegó a mi espalda y pegó su pecho en ella, envolviéndome con su calidez, haciendo que la adrenalina y excitación corrieran con más rapidez por todo mi torrente.

—¿Cómo? —me atreví a preguntarle, inclinando el rostro hacia arriba para que nuestros ojos se mantuvieran alineados.

—¿Recuerdas mi promesa? —Me tomó de la barbilla con su dedo pulgar e índice y me mordí el labio, asintiendo—. Volvimos a encontrarnos —señaló lo obvio con una sonrisa sutil, rescatando mi labio de entre mis dientes.

—Y vas a cumplir —deduje yo.

Me respondió con una sonrisa más grande y, sin alzar la cabeza, ya que la tenía inclinada hacia abajo para mirarme, observó a los hombres que gemían de placer sin contenerse en ese momento.

—Míralos, pequeña perversidad —pidió y lo hice. Pero no le puse mayor importancia a lo que veía entre Luc y el mesero porque Luxure rodeó mi cintura con su brazo y con la otra mano hizo mi cabello hacia un solo lado para que mi cuello quedase expuesto para él­—. Y déjame cumplir, porque, por supuesto que lo haré.

Mis pezones se endurecieron y la piel se me erizó con la caricia de su aliento en mi oreja y luego la de su nariz en mi cuello. Inspiró hondo el aroma de mi piel y apreté más mi agarre en el asa de la cámara, porque la mano que Luxure ocupó antes en mi pelo, la utilizó para recorrer la longitud de mi brazo.

¡Cristo!

—Hueles exactamente igual a aquella noche. Y no tienes idea de cuánto me encanta tu aroma —confesó.

Mi pecho se hundió y me derrumbé contra el de ese hombre cuando presionó su mejilla en la mía, ambos mirando la escena que teníamos enfrente. Los vellos de su barba muy bien recortada hicieron cosquillas en mi piel y el aroma amaderado que emanaba me hizo tragar con dificultad.

Luc tenía la camisa abierta de los botones, el mesero había perdido la suya y se sostenía de los bordes de la mesa mientras su amante lo agarraba con una mano de la cadera y con la otra de la nuca, entrando en él, con el pantalón todavía rodeando sus tobillos. Yo me mantuve tensa, congelada por la cercanía de Luxure, aunque habiendo olvidado que quise resistirme a él minutos atrás.

Ambos amantes tenían una expresión de necesidad incontrolable, con una mezcla de pasión y dolor. Luc carecía de la seriedad que me demostró desde que lo conocí, en ese momento me enseñaba su verdadera cara, sus deseos más oscuros, por los cuales era duramente juzgado por su padre.

—¿Crees que alguna vez tú también has lucido como ese mesero cuando te follan? —Exhalé ante la pregunta de Luxure, movió el brazo alrededor de mi cintura con más fuerza y tragué en seco.

No quería decirle que nunca lucí así porque jamás había tenido a un hombre dentro de mí y agradecí que no insistiera, pues nos volvimos a concentrar en Luc y el mesero, viendo como el primero acarició la polla ya larga y erecta del segundo para provocarle más placer del que ya le daba. El hombre echó la cabeza hacia atrás, gruñó y la mesa se sacudió por los embistes de la vergüenza de los Lefebvre.

Segundos después el mesero comenzó a correrse en la mano de Luc. Agotado y apenas tomándose un momento para recuperarse, sacó a Luc de su interior y lo empujó para sentarlo en la silla de nuevo, cayó de rodillas y se deshizo del condón en la polla de su amante, llevándosela a la boca para devolverle bien el favor.

Cavolo.

Qué jodido espectáculo de pasión y deseo desinhibido estaban dándonos.

Los abdominales de Luc se tensaron, sus brazos se flexionaron cuando acarició la cabeza del mesero y sonrió lleno de satisfacción, viéndolo chupar su polla como si fuera lo más delicioso que probó en la vida.

—¿Alguna vez le has hecho eso a un hombre? —preguntó Luxure.

Traté de alejarme de él, pero no me lo permitió.

—No —acepté, sin problema con eso.

Me hizo girar en mi eje y noté la satisfacción en sus rasgos por mi respuesta. Sus ojos azules brillaban con picardía y abrí la boca con sorpresa en el momento que deslizó la mano hacia mi vientre y continuó hasta colarse debajo de mi vestido, encontrando enseguida mi coño caliente y húmedo. Gemí de placer absoluto y un hormigueo me recorrió desde la boca al cuello porque él apretó mi labio inferior entre sus dientes.

Desde que me metí en una aventura con Jennifer amé el control, me fascinaba hacer rogar de placer a mis parejas, a ella, sobre todo. En algún momento Larissa me aseguró que yo no buscaba acostones ocasionales, sino juguetes sexuales.

Pero no era así, ya que, si algo me satisfacía con locura, era darle placer a las mujeres con las que estuve, dejarlas satisfechas hasta el punto de que no pudieran olvidar una noche conmigo; por eso amaba el control y dominar. Aunque con Luxure todo estaba siendo distinto, él era quien me dominaba solo con su presencia y sinceramente no lo quería de otra manera.

Era la chica mala, según Mark, pero con Luxure la idea de ser disciplinada me excitaba demasiado.

Oddio —susurré cuando ese francés hizo a un lado mis bragas y se sumergió en mi coño, embadurnándose con mi deseo, acariciándome hasta el alma.

Y no entendía por qué él me abrumaba en sobremanera, por qué razón lo que me provocaba me asustaba tanto como me atraía.

Non —exigió en cuanto gruñí y traté de alejarme de él.

Levantó la mano y frotó sus dedos brillantes y húmedos en mi rostro. Mi corazón se puso frenético porque, no era pudorosa, pero él hacía que incluso lo que podría ser sucio se sintiera como lo mejor del mundo. Tras eso dejé de respirar en el segundo que estrelló su boca en la mía, besándome, mordisqueándome, tirando de mi carne, haciéndome gemir.

—Ya escapaste una vez, ma chérie —susurró sobre mis labios—. No lo harás una segunda.

Las botellas de vino resonaron cuando mi espalda chocó con los estantes porque él me empujó contra ellos, ignorando a Luc y su amante al otro lado. Mi clítoris palpitó únicamente ante la expectativa de lo que pasaría en el momento que Luxure subió mi vestido y desgarró los lados de mis bragas.

Sonrió al adueñarse de los pedazos de tela y los metió en su bolsillo. Nuestros jadeos se combinaban y disfruté del aroma de su fragancia mezclado con el del vino.

—¿Dime que tú también has soñado con este momento? —exigió, mirando hacia abajo, apretando la carne de mis nalgas entre sus manos.

Solo su voz ronca conseguía que me mojara, lo descubrí cuando otra ola de humedad descendió a mis muslos. Mi cuerpo vibraba con su calor y por un segundo sentí que volvíamos a estar en Reverie. Lo miré agitando los párpados antes de hablar, pues no podía no hacerlo cuando sus ojos tiraban de mí por su magnetismo.

—¿Lo has hecho tú? —Ni siquiera tuve tiempo de odiar mi voz llena de ilusión al hacer esa pregunta, porque se zambulló de nuevo en mi boca, besándome con crudo deseo.

Agarró la parte trasera de mi muslo para levantarlo y presionarse a mí. Gemí al sentir el contorno de su polla anidándose entre mis piernas y rogué para que su ropa desapareciera por arte de magia.

—Cada maldita noche después de esa noche —remarcó, susurrando en mis labios. Sonreí con orgullo y él alzó una ceja al darse cuenta, pero continuó alimentando mi ego con sus siguientes palabras—. Te he dedicado todos mis orgasmos desde entonces.

—Yo a ti los míos —concedí, rodeando su cuello con mis brazos, aferrándome al arete en mi mano para no perderlo.

Luxure deslizó la otra mano entre mis piernas y moldeó una vez más su boca con la mía. Mi corazón golpeaba con brusquedad mi pecho y el fuego llenó mis pulmones cuando sumergió los dedos en mi coño. Se tragó mi grito de gozo y sentí que dejé el mundo real.

¡Cristo!

Jugó a hacer círculos alrededor de mi clítoris, mis fluidos le empaparon la mano y me deleité con sus caricias lascivas junto a la dureza que presionaba en mi muslo. Me dejó sin aliento en cuanto me embistió con dos dedos y me aterró la idea de correrme tan pronto porque lo que me provocaba no era de este mundo.

—Ya no me los dedicarás —aseguró y los pezones se me endurecieron como rocas por su voz oscura—. Porque desde ahora, me adueñaré de ellos.

Cavolo —jadeé, viéndolo sonreír en el instante que abrí más los muslos, luego de que me soltara el que alzó antes, y me puse en puntitas para que tuviera más acceso, ofreciéndome con total voluntad a él.

Mi coño palpitó ante sus embistes y la sensación de la gruesa cresta de su polla en mi pierna. Mis gemidos llenaron el aire y me estremecí al sentir un tercer dedo y la palma de su mano friccionando mi manojo de nervios. De pronto dirigió su mirada atrás de mí y al observar sobre mi hombro encontré a Luc sonriendo, mirándonos a través de las rendijas de los vineros, deduciendo lo que sucedía por mis jadeos de gozo. El mesero continuaba devorándole la polla.

Volví a gemir al sentir a Luxure bajando el escote de mi vestido hasta liberar uno de mis pechos, siéndole fácil porque no usaba sostén. Disminuyó la velocidad de sus dedos en mi coño y tomó mi seno en su boca, lamiéndome y saboreándome.

Mi espalda se arqueó y eché la cabeza hacia atrás, enterrando mis uñas en uno de sus hombros. Movió el pulgar en mi clítoris al compás de su lengua en mi pezón y maldije, comenzando a montar sus dedos medio y anular en cuanto me embistió con ellos, rogándole sin palabras por más fricción. Mis músculos ardieron, mi respiración se volvió más rápida y el placer recorrió todo mi núcleo, siendo frío y caliente hasta agolparse en mi vientre.

—Me dejarás ser el dueño de tus orgasmos, ¿cierto? —preguntó Luxure, arrastrando luego los dientes en la carne de mi pecho, embistiéndome con sus dedos con más celeridad.

—¡Oddio! ¡Vero! —«¡Oh, Dios! ¡Cierto!», gemí. Él curvó los dedos en mi interior y sentí que rocé el cielo con la caricia que otorgó en mi punto G.

Para ese momento ya me encontraba temblando, con la respiración errática y, cuando aspiré aire supe que ya me encontraba a minutos de explotar en miles de partículas. Traté de tragar, pero tenía la boca demasiado seca. Luxure expuso mi otro pecho y le dio la misma atención que antes tuvo con el izquierdo, mis pezones dolían por su calor.

Madonna.

Ya tenía el corazón cerca de mi garganta y los pálpitos los sentía por todas partes, más concentrados en mi clítoris, donde Luxure hacía girar la humedad con su pulgar sin descuidar mi entrada con sus diestras embestidas. Su cresta dura arremetió en mi muslo y se me escapó un grito fuerte; su boca seguía trabajando en mi pecho y los gruñidos de placer de Luc acompañaron mis jadeos.

Cerré los ojos, consciente de que estaba a nada de explotar, mi manojo de nervios latía más que mi corazón, mi coño se apretó y se contrajo alrededor de sus dedos. Luxure se dio cuenta de ello y dejó de chupar mi pecho para alzarse y mirarme a los ojos.

—Podría correrme ahora mismo únicamente con ver tus hermosos gestos deformados por el placer que te doy —admitió, atrapando mi labio entre sus dientes. Lloriqueé con el orgasmo acumulándose más en mi vientre, a nada de colarse entre mis piernas—. Si pudieras verte, pequeña perversidad. Con tus ojos brillando con inocencia y tus rasgos bañados con lujuria.

—¡Cristo! —gemí, sintiendo cómo me acercaba más a mi culminación porque volvió a curvar los dedos dentro de mí, encargándose de mi manojo de nervios con la palma de su mano de nuevo, empujando en mi interior, tocando fondo.

Bene, tesoro. Dammi ciò che mi appartiene.

«Muy bien, preciosa. Dame lo que me pertenece».

¡Cazzo! —chillé, sorprendida porque escucharlo hablándome en italiano desencadenó lo que él esperaba.

Exploté. El orgasmo me sacudió todo el cuerpo y el mundo comenzó a girar debajo de mis pies con una rapidez que me haría salir de órbita. Luxure empujó sus dedos con más fuerza y creo que lloré de gozo, con cada músculo ardiéndome hasta que el placer terminó de atravesarme de arriba abajo. Cerré los ojos y presioné la frente en su barbilla, queriendo tragar sin conseguirlo porque tenía la boca más seca que antes.

Mi prenderò il tuo piacere in tutti i modi possibili, tesoro —Miré a Luxure cuando dijo eso, su voz era tan oscura como el azul de sus ojos en ese instante—. Ti prometto.

«Me adueñaré de tu placer de todas las maneras que me sea posible, preciosa. Te lo prometo».

Pour moi, les promesses sont sacrées, Français. J'espère donc qu'elles le sont aussi pour vous —advertí en su idioma y sus ojos brillaron con más deseo.

«Para mí las promesas son sagradas, francés. Así que espero que para ti también lo sean».

En ese momento comprobé que, así como a mí, a él le excitaba escucharme hablando en su lengua.

Elles sont aussi sacrées pour moi —«También son sagradas para mí», replicó y me mordí el labio cuando llevó los dedos a su boca y los chupó hasta saborear la última gota de mi orgasmo—. Et je viens de te le prouver —«Y acabo de demostrártelo», zanjó.

Estuve a nada de correrme otra vez únicamente con verlo, además de ser consciente de que me cumpliría todo lo que prometiera.


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No puedo decir nada con respecto a este capítulo, solo que espero que lo hayan disfrutado.

¿Qué tienen ustedes para decirme?

Las estaré leyendo. Y, por cierto, habrá nueva actualización el miércoles ;-)




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