CAPÍTULO 2

Quería regresarme a Italia, pero no encontraba la manera de decirle a mis padres, o de convencerlos sin tener que darles una explicación coherente; tampoco me sentía bien de hacerlo y al final arruinar la diversión de los clones, ya que ellos estaban felices de seguir compartiendo con la familia.

Habían pasado cuatro días desde lo que provoqué en el apartamento de mis hermanos, y la cena de acción de gracias era esa noche, por lo que mamá, mis tías y la abuela Eleanor tenían la casa hecha todo un arte otoñal hermoso, y, sin embargo, yo parecía haberme quedado estancada en la noche de terror.

Jacob dejó de hablarme luego de que le confesé todo lo que pasó con Dasher, aunque antes me trató de niña idiota por haber seguido los consejos de mis amigas, a quienes, por cierto, tuve que decirles que al final ya no me atreví a hacer nada porque lo consideré mejor y me trataron de aburrida.

Ódiame todo lo que quieras, me lo merezco.

Pero, por favor dime si sabes algo de ella.

Perdí la cuenta de las veces que le escribí a Dasher para que me dijera algo de Sasha, no me respondió ni una sola vez, por lo que opté por probar con Jacob, pues él podría saber algo por medio de su padre.

Le han dado el alta médica esta mañana.

Si vuelves a escribirme voy a bloquearte.

¡Che cazzo, Jacob! —espeté porque ya estaba tecleando algo más cuando leí su mensaje.

Lancé el móvil en la cama sin dudar que haría lo que dijo y maldije, caminando de un lado a otro, sintiéndome desesperada porque por primera vez no podía correr a mis hermanos para que me dijeran algo de Dasher, tampoco quería seguirle preguntando a Essie por él, ya que mi prima era tan intuitiva como Daemon y no me convenía que hiciera más preguntas de las necesarias. Y Jacob acababa de cerrarme mi única puerta de escape al negarme la comunicación.

El único leve alivio era saber que Sasha fue dada de alta y eso solo podía indicar que estaba bien, ¿no?

—Cariño, esperaba que ya estuvieras lista. —Traté de barrer con todo gesto de angustia en mi rostro cuando mamá entró a mi habitación y me encontró en pijama.

Había subido a tomar una ducha y prepararme para recibir a nuestros invitados, pero únicamente hice lo primero y luego me puse un pijama porque no me apetecía hacer nada más. Ni siquiera quería ser parte de esa cena sabiendo que era posible que Dasher nos acompañase y que Jacob no me dirigiría la palabra.

—Yo... —Me quedé en silencio, pensando en qué le diría a mamá—. Creo que he vuelto a aumentar de peso y el vestido que escogí no me queda.

Ella terminó de entrar a mi habitación y frunció el ceño, pues sabía que a pesar de mi constante sube y baja con el peso, y mi queja sobre ello, a veces no me inmutaba si la ropa que quería usar no me quedaba, simplemente escogía otra y ya.

Aunque sí hubo ocasiones que hice algunos dramas por las burlas de mis hermanos cuando tenían ganas de joderme.

—Saliste del campamento con los clones hace dos semanas, amor. Tienes más músculos, pero no grasa. Lo que significa que redujiste medidas —Hice un amago de sonrisa porque la respuesta de mamá era un indicio de que mi excusa fue patética—. ¿Sigues molesta conmigo? Por eso estás reacia a acompañarnos.

—No, ma —me apresuré a decirle.

Semanas atrás papá les ofreció a mis hermanos entrar a un campamento militar durante un mes. Yo quise unírmeles por simple deseo de probar esa rudeza. Ellos me lo permitieron, sin embargo, en cuanto las cosas se pusieron más duras de lo que imaginé, deseé salirme y le escribí a mamá para que le pidiera a papá que me sacara, pero ella se negó a mi petición, alegando que parte de mi disciplina era aprender a terminar con lo que comenzaba.

Le escribí de regreso diciéndole que la odiaba y que no era justo, pero mamá no se inmutó y me envió un enorme te amo como respuesta. Pasé el mes más horrible de mi vida, levantándome a las cuatro de la madrugada, teniendo solo cinco minutos para ducharme únicamente para pasar la mayor parte del día arrastrándome en el lodo. No comía, me tragaba la comida porque era todo lo que podía hacer con diez minutos. Sin embargo, terminé el curso en el cuadro de los mejores junto a Aiden y Daemon. Y nada me enorgulleció más que haberlo culminado a pesar de que quise tirar la toalla a los tres días de haber comenzado.

—Viste que sí podías, amor —me susurró mamá en el oído luego de darme un abrazo como recibimiento.

—Creí que no lo lograría —admití al recordar lo duros que fueron los primeros días.

—Yo en cambio siempre creí que lo harías, no dudé ni un segundo.

—¿A pesar de que te pedí que me sacaran?

—Y a pesar de que me odiaste por no decirle a tu padre que fuera por su princesa —me chinchó y reí en respuesta.

—Perdón por eso, mammina—ofrecí y negó con la cabeza, volviendo a arroparme con sus brazos.

Esa era una de las razones por las que le dije a Dasher que no era justo que me acusara de obtener siempre lo que quería, ya que, a diferencia de mis hermanos, a mí me tocaba luchar más casi en todo, puesto que mientras papá me sobreprotegía y pretendía tratarme como si fuera de porcelana, mamá me exigía un poco más que a los gemelos porque no quería que los mimos de su esposo me convirtieran en alguien vulnerable.

—Y si no es eso, ¿qué te tiene tan desanimada? —preguntó mamá y exhalé un largo suspiro, sintiendo una punzada de dolor y desesperación en el pecho.

Era obvio que ella notaría mi cambio, ya que yo siempre era la más feliz cuando llegábamos a Richmond a pasar las fechas especiales, pues adoraba tener cerca a las personas que amaba. A Dasher, sobre todo. Sin embargo, nada podía ser felicidad para mí después de lo que hice.

Me la pasaba llorando durante la noche y al siguiente día me tardaba en bajar a desayunar esperando a que mis ojos se deshincharan, eso sin contar que debía usar más maquillaje y que mis energías estaban por los suelos. Además, dejé de visitar a los Black para no cruzarme con Dasher, situación que sí o sí indicaba que algo no estaba bien conmigo, puesto que antes de lo que hice, la casa de mis tíos era mi lugar favorito para pasar.

—Discutí con Jacob y ahora él no me habla —opté por responder con una media verdad, consciente de que no era fácil engañarla.

—¿Fue grave lo que le hiciste?

—Se supone que eres mi mamá —fingí indignación—, por lo que deberías preguntarme si lo que él me hizo fue grave.

—Amor, porque soy tu mamá estoy haciendo la pregunta correcta —se defendió ella y me crucé de brazos—. Que te ame no significa que esté ciega por ti. Yo sé que fuera de mi vista, ni tú ni los clones son los chicos bien portados que aparentan ser en casa.

Entendí a lo que se refería, pero me tensé con el simple hecho de imaginar que mamá supiera lo que pasó en la fiesta personal de mis hermanos. Me aterró la idea de que creyera que Dasher fue el culpable de todo y que pasara lo que él aseguró, incluso cuando yo conocía a la mujer frente a mí y fuera consciente de que antes de juzgar a alguien más ella me escucharía, pues acababa de decírmelo, me amaba, aunque no por eso me consideraba la mejor portada de la vida.

—Está celoso de que prefiera a Martina y mis demás amigas —mentí con descaro y ella alzó una ceja.

Algunas personas decían que yo me parecía mucho a mamá, aunque mis ojos eran grises como los de papá. Sin embargo, tenía el cabello castaño igual al de ella. Y ojalá un día mi cuerpo decidiera ser una réplica del suyo.

—¿Jacob celoso de esas tres? —inquirió divertida.

Me rasqué la cabeza porque ya sabía que era ilógico, pues ni siquiera con la distancia que nos separaba al vivir en diferentes países, yo pondría a mis amigas por encima de ese tonto. Y nadie en nuestra familia desconocía esa verdad. De hecho, tía Laurel disfrutaba haciéndole bromas a papá al asegurarle que Jacob era su futuro yerno.

Ella había sido la causante de que mis hermanos comenzaran a odiar a mi pobre amigo, porque los idiotas creyeron que tía lo decía en serio.

—También me sorprendí —le dije a mamá.

—¿Será que él se está tomando a pecho lo de que será el yerno de tu papá?

—Eeew no, mamá —chillé y eso la hizo reír.

Imaginarme con Jacob en ese sentido era como hacerlo con mis hermanos, ya que lo veía de la misma manera. Algo que nunca pude conseguir con Dasher, por desgracia.

—Ven, amor. Vamos a ponerte más hermosa para esta noche —me animó ella de pronto y me tomó de la mano para llevarme hacia el vestidor.

Acepté porque no tenía caso negarme y menos pedirle que me dejara quedar en la habitación, ya que en la familia era una regla inquebrantable estar presente en las ocasiones especiales que llegábamos de visita. Y no sería la primera en romperla porque no tenía las respuestas necesarias para las preguntas que de seguro los demás harían.

Además, disfrutaba mucho de esos momentos con mamá, cuando me convertía en su muñeca y dejaba que me vistiera e hiciera conmigo lo que quisiera, sobre todo porque me encantaban los resultados, puesto que ella y tía Laurel tenían un sentido de la moda muy envidiable, aunque Isabella Pride optaba por un toque más rudo cuando el de tía era más sensual.

—Papá y los clones van a odiar esta falda —le dije a mamá en cuanto me vi al espejo.

—Lo sé —respondió ella con una sonrisita que me contagió.

Me había puesto una falda de cuero beige que llegaba a la mitad de mis muslos, acompañado con un suéter de lana blanco y holgado. Me calcé unas botas marrones que me llegaban arriba de los tobillos y el cabello me lo dejé suelto y en ondas.

—Viste que no has subido de peso —señaló mamá.

De hecho, había perdido medidas como ella aseguró, mis muslos lucían más tonificados debido a la barbaridad de ejercicios que tuve que hacer en el campamento. También tenía el culo más redondo, aunque mis pechos estaban más pequeños, pero en ese momento no se notaban por lo holgado de mi suéter.

—Vamos abajo, nuestros amigos y familia llegarán en unos minutos —me animó y la seguí.

Aunque me puse nerviosa porque sabía que esa noche volvería a ver a Dasher y me enfrentaría a su odio, así como al enojo de Jacob.

____****____

—¿Está todo bien entre ustedes? —Miré a Essie cuando se sentó a mi lado y señaló con la barbilla a Jacob, quien estaba hablando con su madre en ese momento.

Dasher no había llegado a la cena y sus padres lo disculparon, explicando a la vez que estaba saliendo con una chica y al parecer ella se enfermó, por lo que decidió acompañarla, pues esa mañana le dieron el alta médica. Algo que hizo que me sintiera pésimo además de sorprendida, puesto que nunca imaginé que él y Sasha estuvieran saliendo.

Había creído que ella solo sería alguien de una noche y ya.

—¿Te ha dicho algo? —devolví para Essie y negó con la cabeza.

Ella era dos años menor que Jacob y yo, pero ambos estudiaban en la misma escuela, además, los lazos de amistad entre nuestros padres y los de él también los hicieron ser amigos, por lo que nos contábamos todo, a excepción de lo de Dash por razones obvias.

—Solo mencionó que posiblemente has dejado de ser su mejor amiga y pretende que ahora yo tome tu lugar.

—¡¿Qué?! —chillé indignada. Essie me tapó la boca y comenzó a reírse.

—Es broma, Patito —aseguró—. Bueno, lo de que quiere que tome tu lugar lo es, lo otro no —explicó y miré a Jacob.

Sentí ganas de llorar porque con mi locura no solo perdí al chico del cual me había enamorado, sino también a mi mejor amigo.

—Hice algo que Martina y las demás me aconsejaron, salió mal y por eso Jacob me odia —le expliqué a mi prima y ella bufó.

—¿Quieres que hablemos de eso? —preguntó y por un momento me lo planteé porque necesitaba desahogarme, pero sabía que igual que los demás Essie me juzgaría y no quería ocasionarle más problemas a Dash.

—No hoy —admití y ella recostó la cabeza en mi hombro, entendiéndome.

Estábamos sentadas una al lado de la otra en la mesa que dispusieron para mis primos y yo. Eleana y Mateo eran los más pequeños, hijos de tía Tess y tío Dylan, por lo que no se metían en nuestra conversación.

—¿Tú... ya sabías que Dash sale con alguien? —me atreví a preguntarle a Essie y ella asintió.

La opresión en mi pecho casi me dificultó la respiración, porque esa confirmación no solo fue dura por los celos sino porque aparte de que dañé a alguien, lastimé a la posible novia de Dasher y eso empeoraba todo.

—Sé que se están conociendo, pero Dash parece un poco ilusionado con ella. Así que no dudo que ya le pidió que sean novios.

Merda —susurré.

—¿Acabas de decir una palabrota en italiano? —inquirió Essie con una sonrisa y me obligué a sonreír también.

Ella y Jacob tenían la costumbre de hacer que les dijera cosas en italiano para aprender por medio de mí. Y las palabrotas eran sus favoritas.

Seguí hablando un rato más con ella, intenté integrarme y fingí que nada malo pasaba, pero lo cierto era que deseaba buscar a Jacob para pedirle que no siguiera molesto conmigo, aunque conociéndolo no me atreví porque sabía que podría decirme algo que me comprometería a dar explicaciones.

—¿Posso venire con te? —«¿Puedo acompañarte­?» Le pregunté a Daemon al llegar a su habitación y entrar luego de que él me invitara tras tocar la puerta.

La cena ya había terminado y muchos de nuestros invitados se marcharon a casa.

—¿Per quanto tempo? —«¿Cuánto tiempo?» Quiso saber y sonreí con timidez.

A él le permitían abandonar las fiestas a la hora que quisiera porque para todos era sabido que no toleraba bien estar rodeado de tantas personas. Y no es que fuera antisocial, sino que su condición no siempre le concedía el humor de pasarla en familia. Daemon amaba su soledad y valoraba que respetáramos su espacio, aunque con Leah y conmigo tendía a ceder cuando buscábamos su apoyo para escaparnos de las reuniones en las que no queríamos estar por mucho tiempo.

Fino a domani —«Hasta mañana» le respondí y él rodó los ojos con fastidio, pero se hizo a un lado para dejarme espacio en su cama.

Nuestros padres siempre dispusieron una habitación para cada uno, aunque en el pasado casi nunca las usábamos porque él y Aiden eran esas almas gemelas que no se despegaban ni para dormir. Y yo... bueno, me convertí en la garrapata de esos dos y siempre me gustaba estar con ellos.

¿Vas a decirme qué te tiene así? Porque estoy comenzando a dudar que sea porque Jacob no te habla —Me tensé cuando Daemon habló, manteniendo el italiano, ya que entre nosotros era más cómodo conversar en mi lengua natal.

Y sabía que corría ese riesgo al buscarlo, pero también era consciente de que si no quería hablar mi hermano lo respetaría, a diferencia de Aiden, pues él era más curioso y no descansaba hasta saberlo todo.

No estoy preparada —admití y respiré hondo.

Él estaba jugando un juego de puzles en su móvil; tenía una adicción por eso, mayormente porque así mantenía ocupada su cabeza, pero no por ello dejaba de ponerme atención incluso cuando yo creía que no.

Como quieras, Patito, pero sí necesito que me seas sincera con algo para que mi jodida cabeza no se haga ideas equivocadas —Sentí el corazón en la garganta al escucharlo y no me atreví a moverme, consciente de que él me miraba atento.

Estaba acostada boca arriba, mirando al techo, mientras Daemon se mantenía medio sentado y con el móvil en la mano.

Me estoy arrepintiendo de haber buscado refugio contigo —acepté y bufó una risa.

Segundos después continuó con su interrogatorio.

¿Te dañaron de alguna manera en nuestra fiesta? —Los ojos se me desorbitaron al escucharlo y tuve que controlarme enseguida antes de hacerle creer algo erróneo.

No, D. Nadie me ha dañado —me apresuré a decir y lo miré, consciente de que él me miraba a mí.

Su cabello y el de Aiden era un poco más claro que el mío y, aunque papá nos heredó su color de ojos, los de Daemon tenían un tono miel, como el de mamá, en el centro del iris que se combinaba con el gris, lo que los hacía diferenciarse más que el semblante de sus rostros, pues donde Aiden era todo risueño y cálido, D era seriedad y frialdad.

Sin embargo, esos iris de dos colores a pesar de transmitirme calidez, también me estudiaban de una manera que me ponía más nerviosa.

¿Me lo prometes? —inquirió y me limité a asentir en respuesta—. ¿Y tú, Patito? ¿No dañaste a nadie?

Me mordí el labio cuando sentí que me tembló por esa pregunta, pues pensé en todos los escenarios si le respondía afirmativamente a mi hermano. Imaginé cómo me juzgaría y me trataría de tonta inmadura y caprichosa, pero también fui consciente de que solo estaba imaginando a Dasher con eso, no a Daemon.

No lo creo, D —respondí con una gran mentira y él frunció el ceño.

Obviamente quise decir lo contrario, pero conocía a mis hermanos y estaba segura de que donde respondiera que sí, Daemon sabría que me refería a Dasher y Sasha, pues la lógica me dijo que ellos tenían conocimiento de por qué nuestro primo no nos acompañó a la cena de acción de gracias esa noche.

Bien —murmuró mi hermano, pero en mi interior sentí que únicamente me estaba dando mi espacio, cosa que me puso inquieta—. Por cierto, no sabes lo feliz que ha sido Aiden al verte lejos de Jacob —comentó, regresando al inglés y me reí.

—¿Y tú? —indagué y sonrió de lado.

—Un poco, sí —admitió—. Sé que solo son amigos, pero a veces pienso en la posibilidad de que puedan llegar algo más y bueno... no es fácil imaginarte con novio, dolcezza —explicó y se me aceleró el corazón porque, aunque mis hermanos me llamaban dulzura en italiano, Dasher lo hacía más y el recordatorio dolió.

—Miro a Jacob como te veo a ti y a Aiden, y no creo que eso cambie.

—¿Eso quiere decir que es temporal que estén molestos? —Exhalé un largo suspiro, deseando que solo fuera algo de momento.

—Sí. —Me obligué a creer lo que respondí.

Seguí charlando con mi hermano, aprovechando que él quería hacerlo y agradeciendo que cambiara de tema. Y ni siquiera sentí cuando me quedé dormida, aunque no era de extrañar que mi cuerpo ya resintiera el cansancio, pues desde la noche de la fiesta de mis hermanos, era la primera en la que no me dedicaba solo a llorar por el arrepentimiento y el dolor de lo que le causé a Dasher y a Sasha.

Y sin preverlo, este aumentaría, ya que al siguiente día me desperté en la cama de mi hermano con un mensaje de Dasher. Mi corazón se volvió loco al leerlo y corrí a mi habitación para tomar una ducha y asearme.

Él me estaría esperando en la casa del árbol donde solíamos jugar de niños, esta se encontraba en los terrenos de la mansión de mis padres. Dasher al fin estaba dispuesto a charlar conmigo y eso me llenó de esperanzas porque no quería regresarme a Florencia sin hablarme con dos de los chicos más importantes de mi vida después de mis hermanos.

Pero como dije antes, me emocioné tanto con el hecho de que Dash quería hablar conmigo, que dejé de lado la posibilidad de que ese encuentro solo podía servir para terminar de hacerme pedazos el corazón.

—Dash, gracias por aceptar que hablemos —dije como saludo cuando subí a la casa del árbol y lo encontré de pie viendo algo en el móvil.

Habíamos pasado muchas tardes en ese lugar (que tenía el tamaño y la decoración de una habitación de campo), solo los dos, cuando él quería huir de las bromas de mis hermanos, pero deseaba mi compañía. Esos momentos se sentían demasiado lejanos tras el punto de quiebre que ocasioné entre nosotros.

—No puedo dejar de hablarte sin que los demás hagan preguntas, Abigail —soltó con la voz dura, llamándome por mi nombre con demasiada frialdad.

Me crucé de brazos para sentirme un poco protegida de su mirada llena de odio y me mordí el labio. Sentía leves sacudidas en todo el cuerpo porque no estaba acostumbrada a esa estoicidad de su parte, pues era como si estuviera frente a otro chico, no con mi príncipe.

—¿Cómo está? —me atreví a preguntar y bufó una risa sin gracia.

—¿En serio te importa? ¿O solo quieres parecer arrepentida?

—Dash...

—Dasher, Abigail —exigió y sentí una mano tomando mi corazón y apretándolo con brusquedad—. Y no estoy aquí para hipocresías, así que ahórrate las preguntas sobre Sasha.

—Yo no sabía que tú y ella estaban saliendo, te juro que de haberlo hecho jamás habría intervenido en ese momento entre ustedes.

—¿Intervenido? —satirizó y apreté los puños, escondiéndolos debajo de mis axilas—. ¿Así le llamas a drogar a alguien hasta provocarle una sobredosis casi mortal?

—Fue un somnífero, Dasher —aclaré.

—Fue droga, Abigail. El imbécil de Lane se la confiscó a uno de los invitados y creyendo que estaría bien resguardada en el botiquín de Daemon la escondió allí, justamente en el vial vacío de los somníferos —vociferó él y me tensé—. Le a Sasha una dosis peligrosa en tu afán por llegar pronto a mi habitación —Miré hacia el suelo de madera y sentí mis mejillas calientes. Ni siquiera me había atrevido a pensar en lo que me hizo sentir cuando estuvimos en la cama, porque todo lo mágico de ese momento se vio opacado por lo que siguió luego—. Lastimosamente no sabías que estábamos saliendo, porque eso la hubiera salvado de tu ataque, ¿no?

—No insinué que por no salir contigo se merecía algo como eso —aclaré en voz baja al entender lo que quiso decir—. Fue un accidente y no sabes cuánto me arrepiento. Además de una estupidez por parte de Lane haber guardado droga allí.

—¡No, Abigail! Accidente habría sido que Sasha se hubiera quedado dormida porque bebió mucho en la fiesta. —«Esa habría sido negligencia», pensé y apreté los brazos en mi cuerpo para no dar un respingo por su tono—. O que tú hubieras estado tan borracha como yo y por eso hubiéramos terminado en esa situación —Contuve las lágrimas, tratando de afrontar mis errores con valentía—. Y sí, Lane la cagó, pero más tus hermanos por haberte llevado a la fiesta.

—Quería que me vieras como chica, no como tu primita y creí que si...

—¿Y cómo se supone que te vería si ocupaste el lugar de Sasha? ¡Por Dios, Abigail! Yo iba a seguir adelante y no me habrías detenido —Entendió y vi cuanto le asustó ese hecho.

—No iba a fingir ser ella por mucho tiempo, solo quería que comprobaras que yo quería lo que estaba pasando, tanto como tú. Y creí que cuando te dieras cuenta mandarías todo lo demás al demonio y te darías una oportunidad conmigo.

Me avergoncé más de lo que ya estaba cuando él comenzó a reírse como si le hubiera contado el mejor chiste del mundo.

—¿Y por qué carajos yo querría eso contigo? —Tragué con dificultad el nudo de lágrimas en mi garganta—. No solo eres mi prima, Abigail. No solo eres mucho menor que yo, sino que no me gustas, nunca me has gustado como chica.

Me mordí el labio con más fuerza cuando este me comenzó a temblar y un par de lágrimas escaparon de mis ojos, sintiendo que era una misión imposible seguirlas reteniendo.

—¡No eres mi primo! No de sangre —Jamás tuve tanta necesidad de hacer esa declaración como en ese instante—. Nunca he podido verte como tal por mucho que nuestras familias insistieran y... creí... creí que te sucedía lo mismo y que tus celos al verme con otros chicos eran diferentes a los de los clones —expliqué, recordando lo que me dijeron las chicas—. Llegué a pensar que yo te gustaba, pero no te atrevías a afrontarlo por cómo nos obligaron a vernos, y porque soy menor que tú.

—Estás enferma, niña —soltó con desdén y no pude retener el sollozo.

—Siempre te he visto como el príncipe de mis cuentos —admití mirando al suelo de nuevo—. Y así me veas como una niña, yo me enamoré de ti.

—No, tú te obsesionaste conmigo. Creíste que soy un juguete más que puedes añadir a tu colección, por eso hiciste lo que hiciste —Negué con la cabeza, sintiendo cómo las lágrimas mojaban mis mejillas—. Pero no estoy aquí para seguir discutiendo tus cagadas.

—Dasher, por favor —resollé con voz lastimera, llorando sin contenerme más.

—Prométeme por esa maldita obsesión que tienes hacia mí, que jamás dirás nada de lo que sucedió esa noche.

—Dasher, yo no estoy obsesionada contigo.

—Promete por lo que un día fuimos, que nunca repetirás con nadie cómo me engañaste y te metiste a mi cama.

—Te lo prometo, pero por favor perdóname —supliqué, juntando las manos como si estuviera ofreciéndole una plegaria a mi dios.

Y él tomó muy bien ese papel, ya que me miró con desdén y frialdad, dejando claro que no merecía nada de lo que pedía. El dolor en mi pecho ya era insoportable y, aunque no quería llorar y mostrarme débil, solo dejando salir las lágrimas sentía que la presión que no me dejaba respirar se aliviaba un poco.

—No, Abigail. Lo que hiciste es imperdonable —aseguró y negué con la cabeza.

—Por favor —imploré y caí de rodillas de nuevo frente a él. Apretó los puños a los lados de su cuerpo y me miró con dureza.

Pero no cedió y segundos después se marchó, dejándome sola en esa casa que fue testigo de las risas entre nosotros, de los sueños que nos compartimos y las travesuras que llevamos a cabo.

Me dejó ahí con la certeza (y el corazón hecho pedazos) de que después de lo que hice ya no podría tenerlo ni como amigo ni como familia.

Por querer un poco de su amor terminé perdiéndolo en todos los sentidos y las cosas que pasaron por mi cabeza antes me habrían asustado, pero no en ese momento, ya que se sentían como una mejor salida para lo que me esperaba.


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¡Qué demonios!

Mamita. 

Vamos a celebrar el lanzamiento con un capítulo más 😉

¡Disfrútenlo!

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