CAPÍTULO 19


A Ángel le sorprendió que haya llegado a su oficina antes de la hora que acordamos irnos, supe dónde estaba gracias al bartender que nos atendió cuando llegamos al club. Mi amigo incluso se preocupó y me hizo muchas preguntas, y todas lo llevaron al mismo punto: él necesitaba que yo le confirmara que Luxure no me hizo nada que dañara mi susceptibilidad y... mierda.

¿Cómo demonios le decía que lo que me tenía mal era no haber llegado a más con ese hombre?

Y era sorprendente que después de todo, hubiese más con Luxure.

«Si el destino me hace encontrarte otra vez, no te dejaré escapar. Te lo prometo».

Apreté las piernas con el recuerdo de sus últimas palabras, mis pezones se endurecieron y una corriente eléctrica me atravesó de arriba abajo, provocando cosquillas en mi pecho y vientre, y una nueva oleada de humedad en mi sexo.

¡Carajo!

Me había limpiado en el baño de la oficina de Ángel, aunque de nada sirvió, siempre llegaría empapada a la residencia.

—¡No me jodas! —La exclamación de mi amigo al salir del estacionamiento del club me sacó de mi ensimismamiento—. ¿Es quién creo que es? —preguntó y miré en su dirección.

Mi corazón se aceleró y mi estómago se apretó, esa vez el nerviosismo que me embargó fue por miedo y no por deseo, al reconocer en un coche a unos metros de nosotros a Michael.

—¡Porca puttana! —espeté entre dientes.

Mi escolta se hallaba de pie detrás del coche estacionado en el centro de la calle, con una mano metida en el bolsillo delantero de su pantalón oscuro, la otra la tenía alzada a la altura de su pecho, viendo algo en el reloj que adornaba su muñeca. Y deduje qué era lo que observaba en realidad: mi ubicación.

—Entonces sí es quien creo —murmuró Ángel tras escucharme y se detuvo frente a él.

En ese momento Michael miró hacia nuestro coche y sentí sus ojos clavados en mí, a pesar de la oscuridad en el interior que me tragaba. Había revisado mi móvil y no tenía ninguna llamada o mensaje, por lo que supuse que mi plan con Larissa funcionó. Evidentemente no fue así, si Michael se hallaba a unos metros de mí.

—Sí, lo es —respondí a Ángel.

—Sé sincera conmigo, Abby —pidió y lo miré—. ¿Michael es tu novio celoso y posesivo, y está aquí porque lograste escaparte de él?

Bufé una risa.

—Eso parece, pero no. —La seguridad goteó de mi voz, por eso Ángel no me rebatió.

—¿Entonces? —insistió en una respuesta más concreta—. Dime la verdad, porque todo apunta a que sí te acosa.

Me reí con diversión en ese momento.

—¿De verdad crees eso?

—Todos en realidad —admitió, refiriéndose a los compañeros con los que hicimos el voluntariado—. Llegó un punto en que temimos dormir porque creíamos que el cabrón nos mataría mientras lo hacíamos, ya que el imbécil de Mark es un temerario y le encantaba soltar comentarios sobre ti, sabiendo que lo provocaba.

Dejé escapar una carcajada por lo que admitió.

—Confiaré en ti, así como tú confiaste en mí al dejarme en esa sala con Luxure. —Pronunciar ese alter ego me calentaba la sangre, según estaba comprobando, ya que incluso carraspeé tras decirlo.

—¿Te acosa? —repitió y meneé la cabeza.

—Me cuida.

—¡Vamos, Abby! No eres tonta, o no demuestras serlo, como para excusarlo de esa manera —apostilló.

Vi en ese momento a Michael caminando hacia nuestro coche y mi corazón latió como loco.

—Me protege, idiota. Porque le pagan para hacerlo —expliqué y entrecerró los ojos.

—Te cuida, ¿tipo un guardaespaldas?

Contuve un respingo en el momento que Michael llegó a mi lado y con dos dedos dio golpecitos en el vidrio cerrado.

—Sí, es mi guardaespaldas —admití al ver la reticencia de Ángel cuando vio a Michael.

—¿De quién carajos eres hija? —indagó y eso me hizo reír.

—No de mafiosos, si es lo que estás pensando —aclaré al recordar a Larissa creyendo eso—. Y por favor, Ángel, estoy confiando en ti, así que no le digas a los demás quién es Michael en realidad.

—¿Prefieres que crean que es tu acosador?

—¡Demonios! —chillé cuando Michael golpeó más fuerte el vidrio. Normalmente no actuaba así, pero imaginé que haberme escapado influía a que perdiera la paciencia—. Prefiero que no se metan en mis asuntos, si no es porque se preocupan por mí. Pero si lo hacen por cotillas, que se jodan todos —proseguí, sintiéndome más envalentonada que de costumbre.

—Bien, será como quieras.

—Gracias —contesté, tras eso no contuve el siguiente respingo por los toques de Michael en la ventana—. ¡Joder, hombre! —me quejé tras abrir.

La mirada de mi guardaespaldas me hubiese acojonado, sino hubiera sido porque a pesar de su molestia y falta de paciencia, también me dejó entrever un ápice de alivio al comprobar que sí era yo la que estaba metida en ese coche, puesto que el vidrio tintado no lo dejaba verme en totalidad. Su única certeza de que me hallaba dentro fue mi localizador emitiéndole señal.

—Andando —demandó con voz gutural y eso me hizo alzar una ceja.

Escuché a Ángel maldecir por lo bajo y yo rodé los ojos.

—Vine con Ángel y con él me regresaré —dejé claro.

A continuación, me quedé boquiabierta al ver el siguiente movimiento de Michael, uno que jamás esperé.

—¡¿Pero qué demonios te pasa, Michael?! —gritó Ángel al ver a mi maldito escolta sacar una navaja y clavarla en los dos neumáticos de mi lado.

—Viniste con Ángel, pero te regresarás conmigo —aseveró, ignorando deliberadamente a mi amigo, importándole un carajo que este estuviese despotricando por lo que acababa de hacer.

Seguía anonadada por su acción, pero... mierda, no lo iba a justificar, sin embargo, aceptaba que lo había cansado al escaparme.

—Voy a cubrir los gastos —le avisé a Ángel y este chasqueó con la lengua, pues tuvo la intención de salir para enfrentarse a Michael y yo lo detuve cogiéndolo del brazo, sabiendo que era mejor pagar un par de neumáticos y no su hospitalización.

—¡Este hijo de puta está loco, Abby!

—¡Oh, no! Estoy desquiciado en este momento —aclaró Michael—. Y donde no salgas de este puto coche pagarás cuatro neumáticos y un par de huesos rotos —advirtió para mí.

Sabía que no era el momento correcto, por eso apreté los labios para no sonreír al escuchar a Michael tan fuera de control. Y no es que me regocijara de ello por ser caprichosa, sino que, me causó gracia que él se estuviese comportando como un neandertal.

¡Él! Don correcto.

—¿Estás segura de que es lo que dijiste? —siseó Ángel.

—Lo es, y no lo empeores. Mañana hablamos —pedí y antes de que dijera algo salí de su coche.

Parecía que Michael había crecido más con la furia que lo embargaba y... era unos centímetros más bajo que Luxure a pesar de eso, pero me di cuenta en ese momento que igual de imponente.

¡¿Por qué demonios los estaba comparando?!

—Oh, no te atrevas —sugerí al notar su intención de tomarme del brazo para hacerme andar hacia su coche.

—Entonces comienza a caminar —gruñó entre dientes.

Nunca, en nuestro tiempo juntos como protegida y escolta, lo vi tan molesto. Ni siquiera la noche en que nos conocimos y yo me escapé. Y por un momento pensé en no obedecer, pero yo también quería irme de Reverie y no ocasionar más problemas con Ángel, por lo que empecé a caminar, con él siguiéndome los pasos.

—¡Avísame cuando llegues a la residencia! —No miré ni le respondí a Ángel, pero deduje que a él le quedaría claro que sí lo escuché y me pareció muy lindo su gesto de querer asegurarse de que estaría bien tras dejarme en manos de ese Michael que no era mi Micky.

En cuanto llegué al coche y quise abrir la puerta del copiloto, Michael ya se encontraba a mi lado impidiéndome la acción, abriendo en su lugar la puerta de atrás. Lo miré, con las cejas alzadas, él simplemente apretaba sus molares y respiraba como una bestia enfurecida, a milésimas de segundos para perder la paciencia.

No solía ocupar esa parte del coche, a menos que estuviésemos en Estados Unidos, puesto que él así lo prefería para que mis padres no creyeran que no se tomaba su trabajo en serio. En otras palabras, para que no creyeran que éramos amigos; por esa razón me supo a hiel que esa noche no me quisiera su lado.

Aunque lo entendía.

Sacudí la cabeza y me metí dentro, él llegó enseguida al lado del copiloto y se puso en marcha, de regreso a la residencia, en un rotundo silencio, pues ni siquiera le dio volumen a la radio a pesar de que la llevaba encendida.

Sonreí al recargar el codo en la parte de la puerta de donde salía el vidrio, ya que, al llevarme la mano a la frente vi que estaba temblando y de paso muy fría, consecuencia del nerviosismo que me provocó el hombre que conducía casi echando humo por los oídos y también aquel que dejó mis piernas como gelatinas con solo mostrarme sus destrezas.

—¡Oh, carajo! —susurré al revivir de nuevo todo lo que vi en aquella mazmorra.

No era de admirar tanto el cuerpo de un hombre, me encantaba más el de una mujer, sin embargo, Luxure me dio otra primera vez, ya que ese Dominante desnudo también era magnífico; con músculos perfectos para el tamaño de su cuerpo, como hierro y carne mezclados para formar en él a un dios de la guerra.

O del sexo.

Cuando había comenzado a desnudarse, me dejó boquiabierta, pues, a pesar de haber supuesto que era atlético, nunca imaginé cuánto, e incluso tras haber visto los tatuajes en sus dedos, no esperé que tuviese más. Sin embargo, en el momento de quitarse la camisa descubrí que ese cuerpo masculino también era un lienzo con arte dibujado a base de dolor. La tinta cubría un brazo completo junto al pectoral del mismo lado, los diseños iban desde tribales hasta imágenes que no reconocí; el otro brazo estaba cubierto a la mitad con flores, imágenes de una diosa e incluso la placa de la ruta 66 de Estados Unidos, lo que me dio a entender que conocía el país de mis padres.

Aunque, el tatuaje que más recordaba fueron unas palabras en francés que tenía grabadas en el hueco de su garganta, justo por debajo de su nuez de Adán: Dame verdades, aunque duelan.

Lo leí en un momento en el cual lo detallé sin descaro alguno, cuando su piel sudorosa me invitó a que la tocara y sus gemidos y gruñidos de placer me hipnotizaron a tal punto que deseé ser suya.

—Esta vez voy a notificarles a tus padres de tu escape. —La voz de Michael me sacó de mis recuerdos.

Acababa de detenerse en el estacionamiento cerca de mi residencia y lo miré a través del espejo retrovisor, donde él ya me miraba a mí.

—Debes estar bromeando —chasqué con la lengua e intenté abrir la puerta, pero él le había puesto seguro y lo bloqueó para que yo no pudiese manipularlo.

Alcé una ceja al mirarlo de nuevo por el espejo, mostrándole desafío y no nerviosismo porque me avisara que les diría a mis padres en dónde estuve. Y no quise pedirle que no lo hiciera debido a que no estaba dispuesta a humillarme en ese momento con él actuando de esa manera.

—Yo no bromeo, Abigail, pero al parecer tú sí que me tomas como una puta broma a mí —espetó con una voz profunda y fría.

Dicho eso salió del coche y esperé a que le quitara seguro a mi puerta, pero en lugar de ello la abrió por fuera y tras eso se metió, obligándome a que arrastrara mi culo hacia el otro lado para darle espacio.

Acepto que me puso muy nerviosa su actitud cabreada, pero no de mala manera. Y culpé a Luxure por dejarme en un estado tan vulnerable, ya que era la primera vez que ese hormigueo en mi piel me atacaba y un escalofrío reptaba por mi columna vertebral, con la intensidad en que lo hizo, ante la cercanía de Michael.

—¿Tienes una idea de lo que sentí al darme cuenta de que te habías escapado y luego descubrir que te encontrabas en ese maldito club? —Su tono filoso se sintió como una cuchillada y mi corazón presintió el peligro, pues aceleró sus latidos de una manera que temí que sus estrépitos fuesen audibles también para él—. Te he hecho una pregunta, Abigail. Y no me hagas repetirme porque ahora mismo no soy el don correcto con el que haces y deshaces —advirtió con firmeza.

No me hables así —repliqué y noté que sonrió de lado con perfidia.

Su aroma corporal mezclado con el de su fragancia se había intensificado y sentí que el vestido se apretó en mi pecho, de nuevo siendo como un papel de lija que necesitaba arrancarme porque me dañaba.

—¿Cómo te estoy hablando? —preguntó con sorna.

Me reculé más a la puerta cuando se acercó a mí, parecía en calma, pero algo me decía que por dentro hervía de furia y si no lo demostraba era porque se entrenó para aparentar serenidad, incluso en momentos cruciales.

Cazzo.

Contuve la respiración con temor y curiosidad, pero también con desafío, ya que, si bien esa era una versión que apenas estaba descubriendo en Michael, una muy peligrosa, nunca me sentí en un peligro real con él en mi órbita.

—Como si fueras mi dueño —solté, alzando la barbilla al ver que no se acercó más a mí—. Como si estás muriéndote de celos por lo que imaginas que he hecho en ese club.

—Niña tonta —farfulló, riendo sin gracia, pero sí con burla. En momentos como esos me hacía sentir patética y lo odiaba tanto o más, a que me llamara niña—. ¡No! —reviró, tomándome de la barbilla en el momento que pretendía bajar la mirada.

«No vuelvas a intentar bajar tu mirada ante nadie, a menos que algún día aceptes ser mi sumisa y yo así te lo pida».

La demanda de Luxure me invadió y fue increíble que Michael me pidiera lo mismo solo con su gesto.

—Ni se te ocurra sentirte mal por lo que acabo de decirte, Abigail —demandó—, porque en este momento es lo que eres, una niña tonta que con tal de cumplir sus caprichos se expone a lo imbécil.

Me zafé de su agarre sintiendo la furia apoderarse de mí.

—¡Me expongo a lo imbécil porque mi jodido segurata en lugar de ser eso, pretende ocupar el lugar de mi padre y decidir por mí a dónde puedo ir y a dónde no! —largué y me miró incrédulo—. ¡Y sí, tú tienes más experiencia que yo en investigación, pero no soy ninguna estúpida, Michael! ¡Investigué Reverie antes de decidir ir y sé que manejan una excelente seguridad para sus clientes!

—¿Ahora eres su cliente? —preguntó sardónico y alcé la barbilla, odiándolo por darle más importancia a eso.

—Y VIP, así que, si piensas seguir conmigo como mi guardaespaldas, prepárate.

—¿Me estás jodiendo? —largó y no me inmuté esa vez.

Todavía no era asociada del club, pero sí pensé en volver porque la curiosidad que despertó en mí esa noche no me dejaría tranquila. Y en eso, nada tenía que ver aquel Dominante cabrón que puso en jaque mis creencias, pues existían muy pocas posibilidades de volvernos a cruzar, ya que Ángel me dejó claro que esa era la primera vez que Luxure y su compañero llegaban, y posiblemente la última porque no vivían en Londres.

—No, cariño, todavía no —sentencié con malicia y eso lo hizo alzar una ceja. A mí también me tomó por sorpresa lo que solté, puesto que, si bien tendía a ser descarada, luego de esa visita a Reverie me sentía más libre y capaz de decir lo que pensaba sin temor a ser juzgada—. ¿Quieres cuidarme en todo momento y que ya no me escape como una inmadura? Pues acostúmbrate a la versión que verás en mí, Michael, porque te tomaré la palabra.

—¿De qué hablas? —cuestionó y sonreí con malicia.

Lo que estaba consiguiendo con mi actitud se convertiría fácilmente en otra de mis adicciones.

—A que después de todo, sí me verás desnuda y follando —declaré y sus ojos se abrieron demás porque dicho eso puse una mano en su muslo, muy cerca de su entrepierna—. A que de ahora en adelante voy a confiar al cien por ciento en ti, pero espero que tú también en mí y que dejes de verme como a una jodida niña, pero sobre todo, espero que no vuelvas a llamarme así.

—Abigail —me amonestó y noté su intención de detener mi mano al sentir cómo la arrastré por esa longitud de su cuerpo, hasta que se percató de lo que quería en realidad.

El mando del coche colgaba de su bolsillo y lo alcancé para desbloquear los seguros de las puertas.

—Si no me pone en peligro no lo notificas —le recordé, presionando un botón en el mando y el sonido de los seguros en las puertas al desengancharse, resonaron junto a su respiración acelerada—. Y Reverie no me pone en peligro.

Ya no habría necesidad de suplicarle porque no le dijera nada a mis padres, puesto que con lo que acababa de decirle quedó claro que no lo haría. Lo presentí.

—No pienso entrar a un lugar como ese —aseveró y sonreí por su reticencia, aunque también por su aceptación implícita de no hablar sobre mi escape esa noche.

—Entonces me esperas afuera —dije con tanta tranquilidad que se quedó sin palabras. Acto seguido abrí la puerta de mi lado y me dispuse a salir—. Respeto que seas tan correcto, Michael Anderson. Respeta tú que yo quiera ser una pequeña perversidad.

La sensación de libertad que me dio repetir ese mote con el que me llamó Luxure, se sintió como soltarme de unas cadenas que, sin darme cuenta, me seguían atando en el mismo lugar. Y al salir del coche confirmé lo que antes pensé: después de esa noche ya no habría vuelta atrás.

____****____

Había tratado de ocupar mi mente con todas las ocupaciones que tenía para no pensar en mi experiencia con Luxure, pero nadie me salvaba de eso por las noches, en el momento que mi mano se colaba dentro de mis bragas y me daba placer a mí misma imaginándolo a él.

Un mes después de eso nada me satisfacía como su pensamiento, desarrollé una obsesión con imaginarlo y me odiaba y lo odiaba, pues sin proponérselo arruinó todas mis aventuras. La poca vida que me quedaba después de la universidad y mi trabajo con COVAN INC (donde aprovechaba para entrenar y aprender más sobre el mundo de mis padres por medio de los juegos virtuales) se la dedicaba a Luxure y me sentía patética por ello, por pensar tanto en un hombre que podía jurar que no me dedicaba ni un solo segundo de su existencia, sobre todo siendo un Dominante con sumisas a las cuales disfrutar.

Grandioso.

Menos mal que mi relación con Michael no empeoró, todo lo contrario, pues luego de nuestro enfrentamiento terminó de entender que viviría mi vida como yo quisiera y que, por el bien de ambos, era mejor que no me impidiera ir a ningún lado que se me antojara, si este no representaba ningún peligro para mí, como ya debíamos tener más que claro, aunque nos desviáramos por días. Y no le dijo nada a mis padres sobre Reverie, tampoco les mencionó que esa semana por fin conseguí mi membresía, que gracias a Ángel no me costó un ojo de la cara, pues él me otorgó un buen descuento por ser amigos.

El dinero no era ningún problema para mí, ya que mis padres me depositaban una buena mesada, pero no era estúpida, por lo que no me atrevería a usarlo para pagar un club de BDSM y con eso dejarme en evidencia.

Los exámenes de tu invitado están perfectos, así que tienes vía libre.

Sonreí con picardía al leer el mensaje de Ángel.

Dos días atrás, Michael se sometió a los exámenes obligatorios para poder acompañarme dentro del club, ya que por muy reacio que se comportó al principio, en cuanto vio que no estaba jugando con eso de seguir yendo a Reverie y convertirme en asociada, accedió a ir conmigo para protegerme.

Y debo confesar que eso me puso muy nerviosa, pero no por ello me retracté.

El fin de semana siguiente decidí ir al club por segunda vez, Ángel me acompañó para que no me sintiera extraña y, aunque todavía no le perdonaba a Michael lo que hizo con sus neumáticos (que no me dejó pagar, por cierto), se comportó como un excelente anfitrión y nos mostró todas las salas y espectáculos que se llevaban a cabo en el lugar, incluso nos mostró los tipos de mazmorras con las que contaban.

¡Madonna!

Los flashazos de lo que viví con Luxure y su sumisa, me atacaron al ingresar a una mazmorra casi idéntica a la de esa noche.

—Debo suponer que te trae muy buenos recuerdos estar aquí —se burló Ángel al ver que me puse roja.

Me limité a apretar los labios para no sonreír, y más por los ojos entrecerrados de Michael al analizar mi reacción.

Nunca le dije a Ángel lo que viví, pero era obvio que él suponía algo, pues su padre era el dueño del lugar y por lo tanto podía averiguar fácilmente en dónde me metí aquella noche con el francés ególatra.

Ángel siguió con el tour que nos daba y al final nos dejó en el salón principal. Esa noche me dediqué a admirar todo lo que veía, Michael no se apartó de mi lado, ni siquiera cuando una de las asociadas lo invitó a pasar una noche inolvidable con ella.

—No te detengas por mí —lo incité y me miró con una ceja alzada.

—Estoy aquí por trabajo —me recordó el amargado y rodé los ojos, dándole un sorbo a mi orgasmo.

Hubo momentos en los que deseé que un Dominante en especial se acercara a mí para decirme que me daría unos de verdad, pero como ya sabía, no se encontraba en el club.

—Estás comprobando por tu cuenta que este es un lugar seguro, Michael. Así que ve con ella si te apetece —insistí, pero no sería hipócrita, por dentro deseé que se siguiera negando.

Y mi deseo se cumplió, él se negó a dejarme sola y fue mi acompañante todo el rato que estuvimos ahí.

Lo hice recorrer conmigo cada espectáculo que ofrecían, yendo al final a aquella sala en la que estuve la primera vez, en donde se desarrollaba una escena entre dos chicas. Una era rubia y voluptuosa, me recordó mucho a Jennifer y podía jurar que él pensó lo mismo.

—¡Oh, mierda! —Tragué con dificultad al escuchar el gemido de placer de una y...

Merda.

Me fue imposible no mirar de soslayo la entrepierna de Michael. Él se encontraba sentado a mi lado, bebiendo la soda de su vaso con el tobillo derecho apoyado en su rodilla izquierda y el otro brazo extendido a lo largo del respaldo del sofá. Vestía todo de negro, la camisa con las mangas arremangadas hasta los codos; entendí por qué aquella mujer lo quería con ella esa noche, ya que lucía tremendamente caliente, como el chico pero a la vez inocente, que muchas querían corromper.

Durante todo el rato que llevábamos ahí se comportó como si viese un espectáculo cualquiera; seco, frío, incluso desinteresado. Inmutable en todo sentido, eso llamó demasiado mi atención debido a que esas mujeres en el escenario conseguían transmitir lo que sentían, al menos a mí sí.

—¿No... —carraspeé por mi voz ronca cuando comencé a hablar—, no sientes nada?

—Joder, claro que siento. No soy de hierro —aceptó sincero y eso me gustó.

Podía estar haciendo su trabajo, pero no lo quería incómodo.

—Pero lo pareces —señalé con una sonrisa.

—Estoy haciendo uso de todo mi autocontrol para conseguirlo. —Me mordí la sonrisa, mirando el vaso de mi bebida luego de escucharlo—. No sería correcto que vieras en mí lo que has buscado con la mirada —añadió.

Mi sonrisa se agrandó, no pude ocultarla por más que lo intenté. Tampoco me avergoncé porque haya notado lo que hice.

—Tú insistes en estar aquí como mi guardaespaldas, Michael, pero yo te traje como mi invitado —aclaré sin mirarlo—. Además de eso, estamos dentro de un mundo en donde puedes ser lo que quieras —En ese instante sí que busqué su rostro, él estaba a la espera de lo que diría—. Correcto o incorrecto; íntegro o pervertido.

Me lamí los labios al ver los suyos. Y fue su turno de carraspear.

Me satisfizo su reacción, pero más me regocijé porque después de un mes, y de estar de nuevo en Reverie pensando a cada instante en lo que viví tiempo atrás, saqué a aquel Dominante de mi cabeza para concentrarme en mi señor correcto.

—¿Por eso te gusta este club? —deseó saber.

Su voz estaba oscura y parecía que quería desviarse de lo que fuera que pensó.

—Sí —acepté—. Sé que fuera de Reverie también puedo ser lo que yo quiera, pero aquí no me juzgan. —Vislumbré un ápice de sorpresa en sus ojos, aunque también la comprensión.

No dijimos nada más, nos concentramos en el espectáculo que estaba por terminar y tras eso decidí que era momento de regresar a la residencia. Lo hicimos en un silencio cómodo y supuse que tanto Michael como yo queríamos pensar y procesar todo lo que habíamos visto.

Desde esa noche él no volvió a hacer ningún comentario con el que pretendiera hacerme desistir de ir a Reverie, pues lo seguí haciendo con la intención de conocer más sobre el BDSM y las relaciones swingers; también investigué por mi cuenta, de manera teórica, para reconocer las prácticas que se llevaban a cabo en los espectáculos, o los roles que desempeñaban las personas que vivían personalmente el BDSM.

—¿Qué? —le dije una noche a Michael, en la que decidí quedarme en el apartamento de mis abuelos luego de llegar del club, y él me encontró en la sala de estar, con la laptop en la mesita de centro, donde tenía abierta una página con información sobre los diferentes amarres del bondage; además de papeles regados por todos lados, los cuales había impreso con toda la información que me interesaba estudiar.

Michael me había encontrado en ese momento intentando hacerme un amarre con una brida en el brazo izquierdo, utilizando con dificultad solo la mano derecha, y noté cuando negó con la cabeza y bufó en un gesto tipo «esta niña está loca», como le encantaba decirme para fastidiarme.

—Hazte un jodido amarre en el cuello —siseó haciéndome reír.

—Mmmm conque tienes fetiche con la asfixia. ¡Qué sucio, Michael Anderson! —lo chinché y él puso los ojos en blanco—. ¿Me ayudas? —seguí y chasqueó con la lengua.

—Paso —respondió tosco y tras eso se dio la vuelta, dejándome sola, aunque con el estrépito de la carcajada que solté, ya que seguía siendo fácil sacar de sus casillas a don correcto.

Me había dado por poner en práctica algunas de las cosas que veía en el club, aunque cuando estaba allí me decantaba más por ver, pues todavía no me atrevía a probar nada, a pesar de haber tenido algunas propuestas tanto de Dominantes como Dominatrices. Igual que yo, Michael recibió varias, no obstante, las siguió declinando porque prefería mantenerse a mi lado.

Con el tiempo, aquella obsesión por Luxure me abandonó, aunque de vez en cuando me seguía tocando, pensando en él, pero ya no era tan frecuente.


—¿Lista para esta nueva aventura? —preguntó Larissa con emoción.

Acababa de terminar de hablar con mis padres, Essie había sido sometida a otra operación, pero nadie de la familia se atrevía a poner tantas esperanzas en los resultados, simplemente rogaban para que mi prima siguiera resistiendo el proceso. El embarazo de Sadashi ya era oficial y ella con su bebé nos dio la alegría que tanta falta nos hacía.

—Y emocionada por conocer un nuevo país —acepté.

Esa mañana nos llegó un correo electrónico en el que nos notificaron que la última fase del voluntariado ya estaba aprobada, así que en una semana viajaríamos a Francia, específicamente a Seine-Saint-Denis, para unirnos a las academias públicas con mayor afluencia de inmigrantes a los cuales ayudaríamos a aprender el idioma. Y debido a los que yo sabía, me ofrecieron una remuneración económica si aceptaba ayudarles con tres grupos que hablaban portugués, italiano y español.

A Michael no le cayó en gracia, ya que eso significaba sacrificar mis entrenamientos. Y él como el soldado nato que era, se oponía a que lo dejara de lado. Esa vez me acompañaría como guardaespaldas, razón por la cual se mantendría en las sombras para que no lo notaran y yo no me quedaría en el hotel destinado para los voluntarios, pues era preferible tener mi propio lugar para no complicarle demasiado el trabajo.

—¿Qué haremos esta noche? —me preguntó Larissa rato más tarde.

—Tú, no sé. Yo iré a Reverie —avisé y rodó los ojos—. Ni me hagas esos ojos, porque hemos salido de fiesta juntas más veces de las admitidas para nuestro sueño saludable.

Chasqueó con la lengua, pero no me refutó porque sabía que tenía razón. Habíamos salido bastante de fiesta a los pubs cercanos, pues ella se seguía negando a conocer Reverie y lo respetaba.

—Quería aprovechar nuestras últimas noches en Londres.

—Por lo mismo iré al club —expliqué luego de que refunfuñara eso. Estaríamos varios meses en Francia, así que quería ir por última vez a Reverie, razón por la cual no me importaron las quejas de mi amiga.

Y con la sinceridad que ya me caracterizaba, podía declarar que nadie me preparó para lo que viviría esa noche en el lugar.

¡Dios mío!

Era una noche de velos, así nos informaron cuando entramos al club y lo que vimos fue majestuoso. Nunca noté lo alto que era el techo hasta que la iluminación le dio directamente, pues los telones de seda de todos colores pendían de ahí.

Las mujeres y hombres que trabajaban en Reverie iban completamente desnudos, aunque con el cuerpo cubierto de pintura metálica, algunos dorados, otras plateados, rojos e incluso rosados. Desde el suelo, o los escenarios, bailaban tomando los extremos de los velos para que estos danzaran al son de ellos.

Michael tuvo que tomarme de la mano en un momento que, al querer ir a un privado, las danzas junto a los velos comenzaron a tragarnos, dejándonos ser más conscientes de los gemidos eróticos que resonaban por todo el lugar. Incluso fuimos tentados por los bailarines que se nos acercaron de manera sugerente.

—Esto es simplemente increíble. —Soné embobada al decir eso cuando por fin estuvimos en un privado del salón principal.

Las parejas, o personas que eran parte de tríos u orgías, llevaban en la cabeza cuernos de todas formas, coronas, aureolas e incluso diademas de flores, haciéndonos sentir como si acabábamos de adentrarnos a un mundo perverso de fantasía. Los asociados vitoreaban su dogma y disfrutaban como más se les antojaba, viendo, o incluso siendo parte de los espectáculos.

—Luces como si estás en tu propio país de las maravillas —me dijo Michael y lo miré.

Esa noche no llevaba nada de diferente color en sus prendas, todo era negro, incluidos los piercings en su ceja, nariz y labio. Se había recortado el cabello, no al rape, pero sí lo suficientemente corto como para no tener que peinarlo; su fragancia tenía notas de bergamota, y mezclada con el del chocolate y la vainilla del lugar provocaban que no quisiera dejar de inspirarlo. Además de eso, sus labios parecían más rojos que de costumbre y, como si la vida se empeñara en jugar conmigo, su barba creció y pasó de rasurarla para mejor perfilarla de una manera que le daba una masculinidad que me encantaba.

—¿Serás mi Sombrerero loco? —pregunté y sonrió de lado.

—Pues loco ya me tienes —confesó y sentí calor, uno que se concentró en mis mejillas y las enrojeció, pues tras decir eso Michael no controló su mirada y me dio un repaso rápido—. Con todas las tonterías que haces y me arrastras a hacer —añadió luego de carraspear, para desviar el camino que nos podía conducir a algo que él no quería.

Miré al frente sin hacer ningún comentario, pero me mordí la sonrisa.

Yo vestía un vestido de color con efecto mojado. Era bastante corto y pegado a mi cuerpo. El cabello también lo hice con efecto húmedo y me maquillé los ojos ahumados, siendo generosa con el Kohl negro. Labios rojos y zapatos de punta y taco alto beiges. Larissa me había dicho que me veía como una zorra sexi a la cual todos querrían follar y el recuerdo consiguió que no pudiera esconder más mi sonrisa.

—¿Quieres un orgasmo? —Miré a Michael y alcé una ceja cuando hizo el ofrecimiento.

—Uno de verdad esta vez —sugerí sin inmutarme.

—A... Patito —me amonestó, corrigiéndose antes de decir mi nombre.

Ángel me había sugerido utilizar mi apodo siempre y lo tomé en cuenta. Michael incluso optó por utilizar Centinela como su alter ego.

—Únicamente te estoy avisando para que te prepares —respondí y noté que tragó en seco por más que quiso disimularlo—. Esta noche quiero whisky y orgasmos de verdad.

—Llegó el momento de nuestro acto principal. Y de que ustedes sean parte del placer, dando o recibiéndolo. —El anfitrión de la noche interrumpió cualquier cosa que Michael fuera a decirme.

Tenía una voz muy sexi. Y que bajaran el brillo de las luces para enfocar unas más fuertes en el escenario principal, le aportó sensualidad a lo que siguió informándonos hasta que llegó el momento en que presentó a Viviana, la reina de esa noche.

Cazzo.

Mi corazón se aceleró cuando la melodía Starz de Elley Duhé comenzó a sonar y vi a aquella sumisa salir de detrás de un telón, descalza, vistiendo lo que parecía ser una bata sensual de seda roja. Los presentes en el lugar celebraron su presencia con aplausos y vítores de todo tipo. La fina tela dejaba entrever sus pezones endurecidos y su mirada sumisa y llena de respeto me transportó a aquella noche con Luxure.

¡Ommioddio! —susurré.

No sé ni en qué momento Michael pidió bebidas, pero tomé la que me entregó y me la terminé de un sorbo, lo que a él le sorprendió, aunque no dijo nada sobre ello, simplemente llamó a un mesero para que me llevaran otro vaso de whisky y sentí su mirada en mí.

—La conoces —afirmó cerca de mi oído para que lo escuchara.

Me erizó la piel su aliento cálido. Ver a Viviana me puso hipersensible porque con ella llegaron todos los recuerdos y las sensaciones que me hicieron vivir junto a su Dominante por una noche. Mis pezones también imitaron a los de la sumisa y el calor que antes se agolpó en mis mejillas descendió por mi pecho y abdomen junto al whisky.

—La primera vez que vine vi un espectáculo de ella. Uno que me dio de manera personal junto a su Dominante —acepté.

Michael se quedó en silencio y cuando lo miré, lo encontré viendo al frente. Supuse que estaba haciéndose sus propias suposiciones y me causó gracia que no me preguntara nada para tener las cosas más claras.

Pero dejé eso de lado y me concentré en Viviana, se hallaba bailando con una destreza que me indicó que era bailarina profesional de danza contemporánea, pues cada uno de sus movimientos lograba meternos en su papel. Era el de una chica atribulada por todo aquello que no podía decir, por lo que quería hacer y no conseguía. La letra de la canción era perfecta y sensual, también cruda y tras analizarlo, mi realidad.

Por mucho tiempo me sentí golpeada por mis decisiones y me castigué más de lo que la vida lo hizo. Llegó un punto en que tampoco veía las estrellas de la misma manera, momentos en los que quise darme por vencida y buscar mi propio cielo, pero ni él me aceptaba.

Me quedaba entre las estrellas, hasta que entendí que nadie haría por mí lo que tanto necesitaba, pues era algo que me correspondía, entonces decidí tomar las riendas de mi vida. Viajé a Londres para encontrarme, pero nunca me sentí en mi propia órbita como lo hice al conocer Reverie de la mano de esa mujer que se estaba desnudando para todos y que, con sus movimientos, con esa danza erótica consiguió meternos en su mundo.

Mi respiración me abandonó en el instante que ella pasó de mesa en mesa, bailando, provocando, embrujando, hasta que llegó a la mía y nuestros ojos se conectaron. Hubo reconocimiento en los suyos. Noté el cambio de su mirada por las mesas donde pasó, fue sumisa ante los Dominantes y altiva con los visitantes, pero siempre poderosa.

Ma belle —me llamó y el hormigueo que me recorrió de pies a cabeza junto a un escalofrío que reptó por toda mi columna, jamás en mi vida lo sentí hasta esa noche.

Su tono dócil no fue lo que me impactó, tampoco su mirada llena de respeto ante mí, una asociada que apenas estaba conociendo ese mundo; lo que me dejó perpleja fue cómo me llamó y que fui capaz de escuchar a Luxure pronunciando ese mote.

—¿Nos quedamos en el medio? —preguntó ofreciéndome su mano—. ¿O entramos a nuestro propio cielo?

De fondo escuché la sorpresa del anfitrión porque ella me estuviera escogiendo, así como la celebración de los demás. El hombre había explicado que Viviana escogería de entre el público a su pareja para un espectáculo voyeur y por obvias razones esperaban que fuera un Dominante, o Dominatrix con experiencia.

—Patito —me llamó Michael y lo sentí cerca de mí.

No tenía idea de si me pedía que me negara o quería sugerir que hiciera lo que hiciera, fuese en privado, no frente a todas esas personas.

—No estoy a tu altura —admití para la mujer.

Mi orgullo se mantuvo intacto, pues estaba siendo realista, no humillándome. Viviana se mantenía en lo que ya reconocía como posición Nadu: sentada sobre sus talones con la mirada baja, igual que cuando esperaba por Luxure en aquella mazmorra.

—Recuerda todo lo que él me hizo, mi Señora —habló dejándome pasmada por cómo me llamó—. Confío en usted, solo déjese llevar porque si este mundo es suyo, lo dominará. Y si no, tendrá una experiencia que disfrutará.

Sus palabras me hicieron alzar la barbilla, dándome cuenta del poder que ella tenía para llevarme a la cima. Y cuando Michael volvió a susurrar mi apodo, supe que él vio antes que yo la decisión que tomé.

—Desnúdame —ordené para Viviana sin tomarle la mano. La satisfacción que brilló en sus ojos me hizo sentir que comencé bien con ese espectáculo—. Y tú no te atrevas a mirar a otra parte que no sea a mí —le pedí a Michael.

El mierda que mi guardaespaldas susurró no sonó a queja en ese momento. Y tampoco le di oportunidad de que dijera nada más, pues decidí que, si me metería a ese espectáculo, haría que Viviana viera las estrellas de manera diferente de como las estuvo viendo.

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¿Será que estamos viendo el despertar del Cisne Negro?

No sé ustedes, pero yo estoy emocionada por la manera en la que Abigail se mete en este mundo por cuenta propia ;-)

Por cierto, leí por ahí que querían ver a Michael celo...furioso, pues aquí lo tienen -_- Solo Abigail es capaz de llevarlo a su límite.

Capítulo 2 de 3.

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