CAPÍTULO 18

La orgía en el salón continuaba, pero con otras personas; esa vez eran dos chicas que jugaban a las mejores amigas y tras comerse el coño, sus parejas llegaron para follarlas al mismo tiempo, intercambiando en ocasiones. Y, aunque no deseaba demostrarle a mi acompañante mi atención en esa escena, me era imposible, puesto que no solo me excitaba el placer de aquellos cuatro, sino que además me ponía muy nerviosa tener a Luxure a centímetros de distancia.

—¿Tu amigo te ha explicado cómo se maneja este club y sus reglas? —preguntó de pronto, su voz oscura y sedosa se sintió como lujuria en estado puro acariciando mis tímpanos, por lo que no me contuve de asentir.

—Tuve que chequearme con sus médicos antes de entrar, incluso si no busco hacer nada —aclaré con la necesidad de hacerle ver que, así me escudara con su acompañamiento, no buscaba nada más.

O eso esperaba al menos.

—Seré directo contigo, Patito —Puse mi atención en él y entrecerré los ojos por el énfasis que hizo en mi apodo, aunque también se me aceleró el corazón e hice uso de todo mi empeño para que no notara mi respiración errática—. Muero de ganas por tocarte por debajo de la mesa y hacer que te corras mientras miras este espectáculo, pero más deseo chuparte el coño y comprobar si sabes tan adictiva como te ves.

Oddio.

Mis ojos se desorbitaron al escucharlo, al sentir que la lujuria en su tono esa vez también lamió mi piel y endureció mis pezones, haciendo que estos resaltaran por encima de la tela de mi vestido, pues, aunque fue descarado, me fascinó la libertad con la que expresaba todo lo que quería sin temor a ser juzgado o rechazado.

«Definitivamente la libertad de ese mundo me estaba resultando adictiva».

—Necesito darte unos orgasmos de verdad y no que te emborraches con esos tragos —añadió.

«Aléjate de los Dominantes porque no estás preparada para ellos».

La advertencia de Ángel resonó en mi cabeza, rebotó como una pelota de ping pong buscando una salida. En ese instante supe que mi compañero tenía razón, pues Luxure demandaba, incluso cuando trataba de ser un caballero (o todo lo que se podía ser en ese mundo) y era muy probable que por eso me sintiera un tanto reacia, pues no quería que nadie intentara someterme más.

Sin embargo, él tenía ese no sé qué, que me hacía continuar con nuestro tira y afloja.

Pero yo no soy lo que buscas, Luxureme obligué a decir y noté el regocijo que bañó los rasgos sexis de su rostro.

No te creas menos.Sonreí con diversión e ironía por su respuesta, por lo que supuso que quise decirle con mi comentario anterior.

—¿Qué te hace pensar que porque digo que no soy lo que buscas, me creo menos?cuestioné y supe que mi rostro se recubrió con un ápice de egocentrismo. ¡Jesús! Amaba el hecho de poder decir todo lo que quisiera sin temor a herir susceptibilidades—. No puedo con la idea de la sumisión —zanjé para que no volviese a confundirse.

Normalmente yo no actuaba como lo hacía en ese momento, mi ego todavía permanecía dormido en un día normal. Pero ahí, con ese Dominante caliente, pareció despertar de su letargo. Sentí que la Abby de un par de años atrás, el patito miedoso, quería obedecerle en todo lo que él quisiera; no obstante, Abigail luchaba por imponerse y tomar las riendas.

—Me disculpo por mi idiotez, tengo claro ya con quien estoy tratando. —No esperé que me ofreciera esa disculpa y menos que fuese tan serio para que no me confundiera con que se burlaba de mí. Todo lo contrario, siguió siendo muy sincero—. ¿Permitirías que te muestre cómo soy en mi rol de Dominante y mi manera de tratar a una sumisa? —preguntó enseguida—. ¿Te animarías a ver cómo es una sumisa de verdad y lo que significa ser una? Porque tengo a la mejor esperándome en la mazmorra, dispuesta a complacerme, y yo a ella.

—¿Quieres que te vea follando a otra?La posesividad e indignación en mi tono fue muy notoria al hacerle esa pregunta.

Y ese cuestionamiento fue capaz de darle un giro de ciento ochenta grados al ambiente que vivíamos, y para el que no estaba preparada, ya que, Luxure me mostró que todavía no había sido el Dominante que creí que era hasta ese preciso momento en el que bajó su mirada (y no por sumisión) igual que el tono de su voz.

—Jamás le he permitido a nadie que me hable de la manera en la que te he permitido hacerlo —confesó con más oscuridad y una ronquera que me erizó la piel—. Y me es inaudito disfrutarlo tanto como lo estoy haciendo.

Mi corazón martilleó con desesperación en mi pecho al verlo acercarse un poco más a mí. La garganta se me secó y en cuanto traté de pasar un poco de saliva no pude, pues esta me abandonó. Y, en un intento por no dar mi brazo a torcer con él, deseé decirle que me sucedía algo similar, pues me molestaba y me hacía perder los estribos su actitud hija de puta, pero que, en la misma medida, me hallaba disfrutando de eso.

Luxure dominaba mi atención y me provocaba a correr hacia ello en lugar de huir muy lejos.

—Y me pregunto, ¿por qué tú? —indagó y su aroma amaderado mezclado con especies golpeó mis fosas nasales y estuve a nada de cerrar los ojos para disfrutarlo—. ¿Por qué tú, una pequeña insolente, cuando me rodeo de sumisas entregadas a su rol?

Presionó su cuerpo al mío y me negué a retroceder, a dejarle ganar terreno.

—Todavía estás a tiempo de rectificarte —zanjé. Miré sus labios sin poderme contener y luego oteé rápidamente a nuestro alrededor. El espectáculo seguía en el escenario, uno que otra vez quedó en segundo plano.

—Por supuesto que puedo hacerlo —replicó y de nuevo puse mi atención en él—, pero no quiero porque tú... —Su boca ya se hallaba a centímetros de la mía y tomé una exhalación profunda, queriendo alejarlo, aunque al mismo tiempo necesitando cerrar esa poca distancia—. Tienes algo que me está haciendo perder el control intachable que he mantenido durante tres años.

—Luxure —susurré.

Había llevado una mano por debajo de la mesa y comenzó a acariciar mi muslo por encima del vestido, este se sentía como una barrera asfixiante en mi piel que quise quitarme enseguida.

Cavolo.

Necesitaba que él me lo arrancara y al mismo tiempo, yo abrir la camisa que vestía debajo del saco para tocar su abdomen desnudo y comprobar si era tan musculoso como deduje.

—Dime, ma chérie.

Madonna —gemí, él acababa de escurrir su mano por debajo de mi vestido y la punta de sus dedos rozaron mi sexo, por encima de las braguitas que usaba—. ¡Detente! —supliqué.

Lo cogí de la muñeca con una mano y la otra la puse en su hombro, justo a segundos de cerrar los ojos y permitir que la razón flotara lejos de mi cabeza.

No te avergüences, petite insolente—sugirió, su aliento cayendo sobre mi boca y luego me susurró con ese tono ronco que me embelesaba como las sirenas a los marineros—. Estamos en un lugar donde nadie nos juzgará, donde es más posible que alguien se concentre en nosotros que en la orgía del escenario, disfrutando de nuestro acto voyeur improvisado.Me cogió el rostro con una mano e hizo que lo viese a los ojos.

Sabía que mis mejillas estaban rojas porque me ardían.

—No me atrae la idea de que alguien se masturbe viéndonosadmití con un poco de temor a que me juzgara.

—Concéntrate en mí y no en quienes nos rodean, o ¿prefieres que te lleve a mi mazmorra?Antes de que consiguiera responderle algo capturó mi labio inferior entre sus dientes y tras eso me besó.

¡Oh, maldito astuto!

No pude luchar contra su beso. Su lengua se sumergió en mi boca al mismo tiempo que yo aflojé mi agarre y le permití seguir adelante; me besó imperioso y le correspondí consciente de que Luxure podría acarrear un montón de problemas a mi vida, pero en ese instante era lo que menos me importaba, pues mi cuerpo pareció que lo llevaba necesitando desde hace mucho tiempo, a pesar de no conocerlo.

Aunque, incluso con lo poco que mi raciocinio funcionaba, pensé en que tal cual lo venía haciendo desde que me involucré con Jennifer, dejaría las emociones escondidas en mi cofre interior para seguirlas protegiendo, únicamente le permitiría al placer pulular por donde le diera la gana.

Gemí por cómo su boca se adueñaba de mi aliento, provocando un ciclón de gozo en mi vientre cuando sus dedos siguieron el recorrido que ya antes habían comenzado, acariciando mis muslos, tentando mi entrepierna. Me agarré a su nuca y devolví cada centímetro del poderío con el que bañó ese beso.

Sabía a licor mezclado con la dulzura de la pasión y el toque amargo de la dominación. Me deleité al palpar su barba con las yemas de los dedos en cuanto arrastré las manos a su rostro y luego las dejé caer por su pecho, apartando un poco el saco, pues necesitaba un contacto más cercano con su cuerpo y él llevaba mucha ropa.

No obstante, detuve mis movimientos en el instante que un flechazo del más crudo placer me atravesó de pies a cabeza cuando él hizo mis bragas a un lado y deslizó un dedo en mi sexo.

—¡Merde! —gruñó y yo gimoteé. Todavía me sostenía del rostro, por lo que me apartó de su boca para que lo mirase a los ojos; mi respiración era pesada y, aunque me encantó ver que sus iris tan azules como el cielo se habían vuelto tormentosos, también sentí vergüenza por lo siguiente que me dijo—. Estás empapada.

Quise bajar la mirada, pero él negó con la cabeza e hizo su agarre en mi rostro más apretado, obligándome a mantener mis ojos imantados a los suyos, mientras trazaba su dedo de arriba hacia abajo en mis pliegues. Mi clítoris palpitó ante esa nueva sensación y aumentó su ritmo, acompasándose con mi corazón en cuanto Luxure se inclinó y mordió mi labio para luego tirar de él.

—¡Jesús! —jadeé, presa del placer y la vergüenza, atónita y consternada por ser incapaz de detenerlo.

—No vuelvas a intentar bajar tu mirada ante nadie, a menos que algún día aceptes ser mi sumisa y yo así te lo pida —demandó con una voz que no daba pie a réplicas, sin ninguna expresión facial que me diera a entender lo que estaba pensando de mí.

—¡Carajo! —chillé porque añadió otro dedo y se deslizó hasta mi entrada, presionando su muñeca entre mis muslos para hacer que los abriera y así conseguir más acceso.

En ese momento recordé dónde nos encontrábamos y traté de mirar hacia los lados, pero Luxure volvió a ejercer fuerza en mi mandíbula para impedirlo.

Apreté los párpados, sintiendo que la necesidad se estaba volviendo agonía por culpa de sus dedos deslizándose de adelante hacia atrás en mi coño, sumergiéndose en mi entrada, sin llegar a invadirme por completo, para desbordar más la humedad de mi interior, extendiéndola en ese capullo duro.

Gemí más fuerte cuando sentí dos dedos largos hundirse en mi vagina y reprimí las ganas de mover las caderas para instarlo a que me tocara más, aunque estaba perdiendo la noción de mi entorno y presentí que llegaría el punto en el que me retorcería en ellos.

—Dime si no te excita más la idea de que algunos presentes puedan estarnos viendo, en lugar de a la orgía frente a sus ojos. Su cálido aliento acababa de caer en mi oreja y me estremecí—. Porque te aseguro, Patito travieso, que al menos para mí —mordisqueó mi mandíbula y sentí su agarre abandonarla para llegar a la parte posterior de mi cabello—, eres más excitante que eso; y si tocarte se siente tan delicioso, entonces me volveré loco al follarte.

Ahogué un gemido por su movimiento rítmico, frotando mi hendidura, recorriéndome los labios íntimos y lubricándolos más con el líquido espeso de mi excitación. Las sensaciones que me provocaba comenzaron a bullir debajo de mi piel y de un momento a otro me tenía pensando en cómo sería sentir su falo relevando a sus dedos.

—¡No!chillé en el instante que detuvo su toque en mi sexo e intentó sacar la mano.

Jadeé porque tiró de mi cabello y se zambulló en mi cuello tras exponerlo con su agarre, susurrando sobre mi piel.

—No, ¿qué? —Continuó siendo exigente sin importar lo bajo de su voz.

—No dejes de tocarme... —Mi voz tembló igual que lo hacía todo mi cuerpo. En ese instante me miró de nuevo y no escondió su sonrisa victoriosa porque abrí las piernas sin que me lo pidiera—. Por favor —supliqué.

Por primera vez presencié cómo el gozo convertía unos rasgos perfectos en perversos, sin dejar de ser sexis, pues todo el rostro de Luxure se oscureció y su boca se curvó en una sonrisa que gritaba pecado. Me mordí el labio inferior y me dejé llevar junto al placer recorriendo cada centímetro de mi sistema porque reanudó su tortura, consiguiendo con ello que el entorno que nos rodeaba desapareciera, dejándonos únicamente a los dos.

—Pídeme que no pare, pero no como el inocente patito que entró a esta sala y acaparó mi atención total, sino como la hermosa perversidad que eres y estoy descubriendo, desenmarañando mientras la follo con los dedos —ordenó.

Parpadeé y entreabrí los labios por su pulgar trazando círculos en mi clítoris, los cuales me estaban volviendo loca.

Ne t'arrête pas, Luxure.

«No te detengas, Luxure», lo dije en su idioma, en un tono que ni yo reconocí en mí, pero que me gustó cómo sonaba.

A él también pareció gustarle, pues volvió a curvar una comisura de su boca y tras eso se acercó a morder mi labio, profundizando un beso en el instante que introdujo dos dedos en mi vagina, para tragarse mi gemido.

El placer formó burbujas en todo mi sistema, mismas que explotaron en cuanto frotó mi clítoris más rápido y curvó los dedos dentro de mí. Mi respiración se detuvo por un momento ante el roce en mi punto G y sentí que me convertiría en una bestia hambrienta que se encontraba a nada de rogarle por montar su polla, y al fin comprobar si las de carne eran mejor que las de silicón.

¡Oddio! —medio grité en sus labios y me aferré con las manos a sus hombros, pues necesité un apoyo en cuanto sentí cómo mi interior se tensó.

Déjame chuparte el coño, ma chérie —pidió y volví a quedarme sin respiración—. Y te daré más motivos para blasfemar.

Lo miré entre perdida y atónita, aun así, identifiqué que no era un príncipe del pecado quien se hallaba en su sonrisa, sino el diablo.

Aquí nosuspiré. Y, a pesar de que volví a ser consciente de dónde estábamos, deslicé mi trasero hacia adelante y luego para atrás, follando sus dedos—. ¡Dios! —Sentí su mirada en mí cuando eché la cabeza a un lado, embriagada con el éxtasis de ese momento, por el mundo girando más rápido.

—Vamos a mi mazmorra.

No lo sugirió, lo ordenó y enfatizó cuando sacó la mano de mi coño, consiguiendo que la molestia intentara barrer con mi placer. No obstante, esta mermó al ver cómo se chupó los dedos embadurnados de mi excitación y los saboreó, gimiendo igual que si hubiese probado ambrosía.

Merda.

Me quedé atónita viéndolo ponerse de pie y acomodarse la erección que abultaba su pantalón de una manera que creí imposible. Acto seguido me extendió la mano, pero le di más importancia al tamaño de la carpa en su pelvis, hasta que carraspeó y en cuanto lo miré a la cara lo encontré sonriendo.

Seguía viendo al diablo en su sonrisa y eso me hizo dudar.

—A penas te conozco. —Era estúpido decir eso después de lo que le permití hacerme, pero al parecer la bruma en mi cabeza estaba esfumándose.

—Si no quieres follar conmigo, lo aceptaré. Pero no te niegues a verme con mi sumisa en un lugar más privado. Te daré una sesión voyeur sin compromiso.

Alcé mucho las cejas al escuchar su propuesta.

—No sé si reírme de ti o mandarte a la mierda por pedirme que te vea follar con otra, cuando acabas de masturbarme frente a estas personas —espeté, pero él ni se inmutó.

—Tómalo como una muestra de lo que te llevarás a la cama —soltó como un cabronazo y fantaseé con la idea de darle un manotazo en la mano que seguía teniendo extendida para mí. Mi placer mermó más y la furia creció—. No todas tienen la misma suerte que tú, de saber si vale la pena o no, abrirse de piernas —añadió.

Y entre todo lo que podía hacer, terminé sonriendo porque volvió a caerme mal, pero no dejé de desearlo y decantarme por su jodido descaro. Además de eso, su actitud me hizo recordar que no había ido a Reverie para darle rienda suelta a mis emociones más peligrosas, sino para liberar a las únicas que no comprometerían a mi corazón.

Él también se encontraba ahí por eso, por lo que me comportaría como la perversidad que me dijo que era.

Bien, no vine aquí por nada —aseveré tomándole la mano.

Me embobé un poco más con su sonrisa victoriosa, aunque él no me permitió que la siguiese viendo, pues me guió por diferentes pasillos dentro del club y ni siquiera tuve la curiosidad de fijarme en las demás salas que pasamos, debido a que el nerviosismo por lo que estaba a punto de presenciar me cohibió e incluso me hizo temblar, y más cuando nos detuvimos frente a una puerta de caoba que lucía antigua y cincelada a mano.

¡Porca troia! Iba a suceder, lo vería follar a otra y que los dioses del sexo me ayudaran a no cometer una locura.

Aunque ese hombre que se creía uno, y yo comenzaba a creer que sí lo era, no estaba dispuesto a darme una tregua, pues antes de abrir la puerta me empotró a la pared para volver a devorar mi boca, haciéndome sentir que esa vez también llevaba mi sabor en su lengua.

De pie, la diferencia entre nuestras estaturas era más palpable, a pesar de que yo no era tan pequeña; y su altura le daba más poderío del que ya tenía. Gemí cuando metió una pierna entre mis muslos y él me cogió de uno para alzarlo y restregarse en mi centro. Mi coño todavía sensible por lo que me hizo en aquella sala, palpitó desesperado al sentir la gruesa cresta de su polla presionando donde tanto necesitaba.

¡Ommioddio! —medio grité cuando llevó una mano hacia atrás y cogió el cachete de mi culo, yéndose enseguida más abajo y acariciando desde esa posición la entrada de mi coño.

—Hmm, no te agrado como Dominante, pero ya me llamas tu dios —me provocó, dejándome ver que entendía mi italiano.

Trataba de hablar siempre en inglés, pero en situaciones emocionantes tendía a hacerlo más en mi lengua de nacimiento.

—Egocéntrico —acusé sobre sus labios.

—Mmmm-hmm —aceptó como si lo estuviese halagando y presionó su frente a la mía, ambos respirando con celeridad por el beso que nos dimos—. Ahora, quiero que tengas claro algo —Me separé un poco de él cuando dijo eso y callé para que continuara—. Ahí adentro todo cambiará, pues tú vienes como mi invitada y yo como Dominante —Quise decirle que no era necesario que lo aclarara más, pero me contuve porque su mirada taimada me hizo comprender que necesitaba escuchar bien para no cometer un error luego—. En la mazmorra encontrarás a mi sumisa lista y dispuesta para complacerme, así que quiero que abras tu mente para que sepas y veas con tus propios ojos de qué se trata esto.

No voy a soportar ver que la maltratas —proferí, pues él también debía tener claros mis límites, aunque se rio de lo que dije.

—No voy a maltratar a nadie. Soy un caballero, ma belle. Uno al que le encanta dar placer en lugar de recibirlo.

—Yo no he vis...

—¡Shhh! Calla. —Puso dos dedos en mis labios tras interrumpir mi réplica—. Mira y aprende —sugirió.

Y noté que estaba teniendo paciencia conmigo, pues en lugar de hacerme sentir una tonta por las ideas que me hice de su mundo sin antes conocerlo, buscaba mostrármelo para que juzgara por mi cuenta, sin necesidad de recurrir a opiniones ofensivas, como la mayoría hacía cuando defendían sus creencias o estilos de vidas.

—Y por ningún motivo te dirijas a mi sumisa, únicamente a mí —prosiguió y admito que esa demanda por su parte no me sentó tan bien, pues sentí que, sin ser directo, estaba diciéndome que adentro yo no le importaría tanto como la otra mujer—. En esta mazmorra permitiré que mires o te unas a nosotros si lo prefieres, pero si quieres algo en especial, entonces me lo pedirás a mí no a ella, ya que a mi sumisa solo le ordeno yo, nadie más.

Apreté mis molares y sentí que fruncí el ceño, pues me siguió molestando lo que dijo, aunque también fui capaz de comprender que como Dominante respetaba a su sumisa, la mujer que por deseo y placer se pondría en sus manos.

Y eso sí que lo entendía.

Luxure pudo haber notado mi desconcierto, pero también el hecho de que seguía dispuesta a continuar, por esa razón me tomó de la mano, llevándome hacia adentro de la mazmorra en cuanto abrió la puerta. Y no indagué sobre el lugar cuando estuvimos en su interior, ya que toda mi atención la acaparó una mujer completamente desnuda que se hallaba sentada sobre sus talones, con los dorsos de en sus muslos, mostrando las palmas hacia arriba. Tenía el cabello negro suelto y miraba al suelo.

Poseía una buena figura, pues sus pechos medianos y vientre plano lucían de maravilla, junto a su sexo limpio de bellos. Inevitablemente pensé en Jennifer y presentí que, si hubiese sido ella en lugar de la sumisa que nos recibía, esa noche habría aceptado sin rechistar todo lo que Luxure quisiera hacerme.

—Esta noche he decidido hacer una sesión especial, Viviana. Por lo que tendremos a una espectadora que se unirá a nosotros si así lo decide. —La curiosidad se acrecentó en mi interior al escuchar a Luxure dándole esa información a su sumisa, porque la vena dominante en él pareció asentarse más—. Puedes hablar.

Cazzo.

¿Ella necesitaba permiso para eso?

—Estoy para complacerle en todo lo que desee, Señor —respondió Viviana y...

¡Demonios! Me fue imposible no mirar a Luxure con indignación porque él quería que me decantara por su mundo, pero no lo haría si lo que me mostraba era humillante. Porque sí, me pareció que estaba humillando a su sumisa y comencé a sentir que el hombre era un misógino más que se pensaba que por tener algo colgando entre sus piernas le daba más poder que a la mujer.

«Dijiste que la sumisa era la del control, mentiroso», espeté en mi mente al recordar que Ángel me había asegurado tal cosa.

—Quiero que te vea —Puse mi atención de nuevo en Luxure al escucharlo—. Ponte en posición de inspección —ordenó y Viviana obedeció enseguida.

Abrió las piernas tras ponerse de pie y levantó los brazos, llevándose las manos atrás de su cabeza para entrelazar los dedos. Acto seguido alzó la mirada y observó a Luxure con docilidad y entrega; la situación me impactó y no me dejó marcharme en el momento que su Dominante soltó mi mano y caminó hacia ella.

Estábamos en una posición en donde yo quedé en perpendicular a ellos, por lo que fui testigo de la manera en la que Luxure admiró el cuerpo de Viviana y en cuanto la tuvo a su alcance comenzó a adorarla con las manos, tocando donde se le antojaba, dándole placer simplemente con el roce de sus yemas en la piel sedosa de la mujer hasta colocarse a espaldas de ella.

El placer embargó a Viviana, a pesar de eso, no perdió su docilidad, todo lo contrario, pareció convertirse en arcilla maleable en las manos de un diablo que fingía ser alfarero. Y no lo taché así únicamente por hacerlo, sino porque el maldito me regaló una sonrisa comemierda al mismo tiempo en que pasaba un brazo por debajo del de su sumisa y, con el dedo medio la acarició desde el cuello hasta llegar a hacer círculos en la carne que rodeaba sus pezones marrones.

Mi vientre se calentó por lo que veía y también porque recordé lo que me hizo en aquella sala. Tragué con dificultad al ser consciente de que su recorrido descendió hacia el sur del cuerpo de la mujer y cerré los ojos justo cuando llegó a su monte de Venus.

—Míranos —me ordenó con un tono hipnótico—. No te pierdas nada de lo que le haré, porque a mi pequeña zorra le encanta que le dé placer frente a ti.

Me di cuenta de que no habló decidiendo por Viviana, lo hizo porque ya sabía que a la mujer le gustaba que la viesen, ella ya me lo había dejado claro al disfrutar del toque de su Dominante como si yo no estuviera presente.

—¿Te gusta, zorrita? —le preguntó y a la vez la cogió de la mandíbula.

El calor que inundó mi cuerpo me avergonzó, pues me estaba excitando algo que siempre pensé que aborrecía.

—Me fascina, Señor —respondió ella con una voz melódica y sensual.

Gimió tras eso porque Luxure le metió dos dedos en la boca para que se los chupara y enseguida de ello los llevó hasta su sexo y los introdujo en sus pliegues, con la otra mano le magreó un pecho y yo me vi en la necesidad de apretar los muslos y apretujar la falda de mi vestido entre mis manos.

¡¿Che cazzo?!

Sentí como si fuera a mí a quien tocaba de esa manera y la humedad en mi vagina se desbordó a mis piernas. La necesidad ardió en mi entrada y deseé ser esa arcilla maleable en las manos de un diablo como él, que parecía conocer y tocar el cuerpo de una mujer como si fuese el suyo.

Madonna.

Creí que nadie superaría mi experiencia con mujeres, porque únicamente nosotras nos conocíamos tan bien. Y siendo sincera, ningún hombre después de Michael llamó mi atención para el sexo, pues la mayoría de los que se cruzaron en mi camino parecían del tipo que buscaba el placer unilateral, donde ellos eran los que más importaban.

Hasta que tuve la oportunidad de ir a ese club y mi camino se cruzó con el de Luxure.

—Mmmm. Eso es, gime tan alto como quieras, pequeña. Hazle saber a mi acompañante cuánto te gusta lo que te hago —La acariciaba con parsimonia, no para cumplir un fin sino porque él necesitaba darle placer. Y eso, junto a esos sonidos roncos que hacía me estaban llevando al borde de la locura—. Y tú —el azul de sus ojos pareció brillar cuando me miró—, toma asiento si lo deseas y no contengas las ganas de masturbarte —ordenó—, o quédate de pie y admira lo que pasará desde el ángulo que desees.

No le respondí y tampoco obedecí, en ese momento no se debió a mi rebeldía, sino más bien al hecho de no saber manejar todo el cúmulo de sensaciones que se agolpaban en mi pecho, descendía a mi estómago y se acumulaban en mi vientre como lava furiosa queriendo erupcionar.

Y por mucho tiempo me quedé en mi lugar, viendo y escuchando cada orden que le lanzaba a su sumisa, sintiendo que los gemidos y jadeos que ella soltaba también eran los míos. Fui testigo de primera mano de que el placer entre ellos era bilateral, pues Luxure dio tanto como recibió.

Y admiré la destreza de ese hombre para seducirme sin descuidar a Viviana, pues llegó un punto en el que sentí que me dio lo mismo que a ella y, aunque antes me hubiese parecido estúpido, descubrí que sí se podía follar por telepatía. O más bien, por medio de los sentidos.

Descubrí además que Luxure era dueño de un cuerpo y unas proporciones tan hermosas como apetecibles. Cada músculo y cresta de estos me invitaba a tocarlo, a adorarlo igual que lo hacía Viviana; incluso deseé ser yo la que se puso de rodillas frente a él en el momento que la sumisa le desabrochó el pantalón y liberó su polla. Un miembro que brillaba y chorreaba de excitación y deseo igual que mi entrepierna.

Me maravillé con lo que él denominó la práctica del bondage, que según sus palabras «como buen francés debía saber ejecutar». Cuando tomó las cuerdas supuse que sería algo incómodo, pero el gozo que Viviana demostró no me pareció fingido; y menos en el momento que él la ató a unas barras en forma de V invertida, un tanto inclinada y que dependía de otra barra fuerte y recta bien anclada al suelo de piedra (alusivo a una mazmorra real).

La aseguró a la V con amarres en sus tobillos, debajo de las rodillas (con estas a su vez amarró los brazos cerca de sus axilas) y de las muñecas, dejándole así todo el acceso a su coño expuesto. Aprovechó la posición para darle sexo oral y...

Cavolo.

Qué manera de comerse un coño.

—¡Oh, Señor! ¡Sí, así! —gritó Viviana.

Luxure la estaba penetrando con ímpetu, el sonido de sus cuerpos chocando resonaba por todo el lugar; el olor a sexo se mezclaba con el del chocolate, creando así un aroma almizclado que lejos de ser grotesco lo sentía provocador.

—¿Oui, quoi? ¿Si tu aimes ma bite? ¿Si tu aimes comment je pénètre ta chatte?

«Sí, ¿qué? ¿Si te gusta mi polla? ¿Si te gusta cómo penetro tu coño?»

Oddio.

Si ya antes me había encantado escucharlo hablando en francés, en ese momento con su tono bajo y ronco, y la manera en la que follaba, consiguieron que mi vientre doliera por la necesidad de fricción en mi coño, de sentir que también me empalaban para poder correrme.

—¿Te gusta a ti lo que ves, pequeña perversa? —me preguntó a mí, manteniendo su idioma.

Me había acercado a ellos, por eso su cuestionamiento.

Por un instante no le respondí, simplemente lo miré; sus gestos de placer, su vigor, la manera en la que sus músculos se tensaban con los movimientos y su largo y grueso mástil saliendo y entrando de aquel canal empapado me embrujaron. En un momento dado recordé los espectáculos de la sala en la que nos conocimos y mis ganas por pedirles a aquellas personas que hicieran cosas que yo quería ver.

Luxure estaba dándome un espectáculo privado junto a su sumisa y noté sus ganas por escuchar mi respuesta.

—¿Puedes sodomizarla? —pregunté con la voz trémula, mi francés se escuchó ahogado.

¡Zut! —gruñó él.

Pero mi petición lejos de molestarle pareció excitarlo más. Y tras regalarme una inclinación de boca caliente cumplió mi deseo. Los gemidos de placer de Viviana se convirtieron en gritos alucinantes al ser penetrada por atrás. Mi cuerpo vibró con agonía y una vez más me vi tentada a rogarle a ese hombre para que me permitiera montarle la polla.

Deseé decirle que nunca había sido tocada, y menos adorada por un hombre, como él hacía con su sumisa. Quise confesarle que no era virgen, pero que jamás permití una polla real dentro de mí. Estuve a nada de pedirle que fuera mi primera vez.

Sin embargo, me callé.

E incluso habiendo hecho todo lo que hice con él, me negué a sacarme las bragas y comenzar a masturbarme para encontrar mi liberación como tanto me lo sugirió, como necesitaba porque sentía que el vientre me explotaría. Y no entendía por qué me negué.

En lugar de eso, decidí que ya había visto lo suficiente como para confirmar que me equivoqué enormemente al juzgar el mundo del BDSM, pues sabía que después de esa noche ya no habría vuelta atrás para mí.

—¿Ma belle? —me llamó Luxure en el momento que llegué a la puerta de la mazmorra. Detuve mi paso y lo miré sobre mi hombro—. Si le destin me fait à te retrouver, je ne te laisserai pas partir. Je te le promets. —«Si el destino me hace encontrarte otra vez, no te dejaré escapar. Te lo prometo».

No le respondí nada, me limité a seguir con mi camino, sintiendo un tsunami entre mis piernas, la piel ardiéndome y el corazón a punto de escaparse por mi boca, porque yo creía en las promesas y la que él me hizo estuvo a nada de hacerme caer de rodillas.

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Pequeña insolente.

¡Maldita sea!

¡Dios mío!

Cariño, o nena.

¡Maldición!

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He pasado una odisea para poder subir este capítulo. Mi laptop a veces tiende a hacer berrinches :-)

Pero ya está aquí. Una probadita de este francés que me tiene loca.

Por cierto: Capítulo 1 de 3 ;-)

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