CAPÍTULO 17


En un principio, pensé en decirle a Michael únicamente lo necesario para que, si iba juzgarme, lo hiciera teniendo mi versión. Sin embargo, mientras caminábamos por el bosque y le hablaba de lo que sucedió entre Sasha y yo, me expandí tanto que de un momento a otro terminé confesándole mi enamoramiento por Dasher y por qué llegué al extremo de hacer lo que hice.

Tal cual lo esperaba de él, no celebró mi acto ni mucho menos me excusó, pero sí me sorprendió que me comprendiera más de lo que supuse, y analizara puntos que, así yo haya sospechado, jamás los aclaré porque lo único que quería era ponerle fin a una etapa de mi vida en la que dañé y me dañé a mí misma.

—¿Puedo saber qué sentiste al verlo en el hotel de Philadelphia? —me preguntó cuando estábamos a punto de salir del bosque en nuestro regreso a casa de mis padres.

Lo miré dibujando una sonrisa en mi rostro, pues no esperaba ese cuestionamiento de su parte.

—No te conocía ese lado cotilla —lo chinché y él medio sonrió.

Era ese gesto seco y frío que siempre me regalaba cuando no quería dar su brazo a torcer.

—Compláceme. —Alcé una ceja por su manera de pedirme que respondiera.

Por un momento pensé en decirle que podría complacerlo de una forma diferente que al final nos satisfaría a ambos, pero me contuve porque, así le soltara algunas bromas, reconocía el momento adecuado para hacerlo y ese no era uno.

—Reiteré que nada de lo que sentí por él fue un capricho —afirmé tras exhalar un suspiro—, pero también comprobé que fue un error, uno que no estoy dispuesta a volver a cometer. —Noté el orgullo en la mirada de Michael luego de escucharme y enseguida asintió.

—Te ayudaré en tus planes si me lo pides y es lo que quieres, Patito imprudente. —Apreté los labios para no reírme por la manera en la que me llamó.

No podía negar que sí fui muy imprudente y lo seguía siendo.

—Comencemos por pasar nuestros entrenamientos a lo virtual, así puedo aprovechar para trabajar con Evan en el desarrollo de sus juegos.

—Cuenta con ello —aceptó sin rechistar y sentí unas ganas incontrolables de abrazarlo.

No solo porque me haría la vida más fácil para entrenar y a la vez poder devengar un sueldo con el que podría seguir ayudando a Sasha y sus padres, sino también porque escuchó mis sueños de crear un centro de rehabilitación con el que quería ayudar a personas con adicciones, víctimas de maltrato físico y psicológico, además de la gente sin techo y, él creyó en mí y me aseguró que podría lograrlo.

Y no solo eso, sino que también, con su ofrecimiento, dejó claro que no estaría a mi lado únicamente para cuidarme o guardar mis secretos, pues asimismo lo haría para ayudarme a cumplir mis sueños.

—Ves que sí eres mi amigo —apostillé y él bufó—. Aunque el orgullo no te deje aceptarlo, sabes que lo eres y que además de ello, me quieres mucho.

—Sigue soñando —desdeñó y reí abiertamente.

—No me incites a seguir haciendo eso sin saber el tipo de sueños que tengo contigo, Micky. —Me miró incrédulo y antes de que siguiera refunfuñando, le guiñé un ojo y me adelanté a casa, pues ya habíamos llegado al jardín.

Lo escuché decir algo así como maldita niña, sin embargo, esa vez no me molestó y me fui riendo hasta entrar en casa. Me sentía más liviana luego de mi charla con Michael, además de feliz por poder contar con él y libre de hacer todo lo que quisiera con respecto a mi ayuda hacia Sasha ahora que mi guardaespaldas sabía mis razones y me cubriría.

Vado a correre con Alexandre, ma non sorrido così tanto con lui, ¿sai? —«Voy a correr con Alexandre, pero no sonrío tanto con él, ¿sabes?»

¡¿Che cazzo, D?! —grité, llevándome una mano al pecho cuando me sorprendió de esa manera.

Estaba de pie frente a la enorme ventana que daba hacia el jardín, por donde, por lo que acababa de decirme, presenció mi llegada con Michael.

Se papá scopre che sorridi così alla tua guardia del corpo, lo toglierà dal suo incarico —Tragué en seco por su advertencia, pero también alcé la barbilla, aunque él no me mirase y siguiera enfocado en Michael afuera de la casa.

Yo también era consciente de lo que acababa de decirme: si mi padre llegaba a enterarse de que le sonreía de esa manera a mi guardaespaldas (como una estúpida), lo quitaría de su cargo. Y me preocupó que mi hermano fuera a decirle algo.

Ma non saprà niente, ¿vero, fratellino? —Daemon bufó una risa llena de burla por mi tono usado al decirle que papá no se enteraría de nada.

Era claro que lo estaba chantajeando al pedirle, sin decirlo, que no fuese a abrir la boca.

—¿Anderson te gusta? —Me miró sobre su hombro al hacer esa pregunta y mi nerviosismo aumentó.

Estaba usando un pantalón de algodón con cuadros azules, verdes y rojos, de fondo negro; junto a una camisa blanca y lisa. Se encontraba descalzo y con el cabello desordenado, lo que me indicó que había estado en la cama desde que me fui al bosque con Michael.

—No es bilateral —respondí sincera porque a él no tenía caso mentirle. Además, era más probable que se negara a cubrirme si pretendía verlo de tonto, pues hizo una pregunta, aunque sabía que era más una afirmación—. Y yo lo tengo muy claro, por eso sigo mi vida dejando en lo platónico lo que Michael me provoca.

Odiaba cuando mi hermano me veía de la manera en la que lo hacía en ese instante, con una mirada escaneadora con la que imaginaba que era capaz de ver hasta lo más recóndito de mi alma, pero pude sostenérsela esa vez porque le hablé con la verdad y dejaría que lo confirmara por su cuenta.

—Me siento orgulloso de ti, ragazza —soltó luego de unos minutos.

Madonna.

Sus palabras me hicieron sentir como si me hubiesen estado insuflando aire en los pulmones con una pajita, hasta casi ahogarme, para, de pronto, abrir toda la llave del tanque de oxígeno y con ello darme a borbotones lo que antes me negaban.

—¿Por qué me asustas así? —me quejé, sintiendo el ardor en mis ojos, pues el alivio casi me hace llorar.

Daemon se limitó a sonreír de lado y alzó una ceja.

—Así tendrás la conciencia, que te asustas tan fácil —se burló y negué con la cabeza, riéndome en ese momento.

Tan equivocado no estaba.

Me invitó a que comiéramos juntos luego de eso, obviamente que lo hizo con la intención de no solo pasar el tiempo conmigo, sino también para seguirme interrogando con respecto a Michael. Y le di el gusto de decirle todo lo que quería saber, demostrándole con ello que dejé de ser la niña a la que le daba pavor hablar de sus sentimientos por miedo a que él, Aiden o papá me encerraran en una torre de la cual no podría escapar. Además, de que no tenía nada que esconder, puesto que la relación que yo tenía con mi guardaespaldas era profesional y a veces de amistad (cuando este cedía), pero no más.

En los siguientes días que me quedaban en Estados Unidos aproveché para ver a mis abuelos y me reuní además con Eleana y Mateo, compartí con sus padres (tío Dylan y tía Tess) y seguí disfrutando de mi tiempo con Jacob, D, papá y mamá; Leah también se nos unió. Con el único que no pude verme como quería fue con Aiden porque él decidió quedarse en Pensilvania (acompañado de su novia) con tía Laurel, tío Darius y Dasher, ya que mi hermano se sentía responsable de lo que le sucedió a Essie por más que tratara de no hacerlo.

Él fue muy considerado al informarme de cada cosa que acontecía con nuestra prima, aunque a diario sus noticias fuesen repetitivas: la Estrellita seguía en coma.

—Tengo una curiosidad —le dije a Jacob y Leah, la noche antes de regresarme a Londres—. No he sabido nada de Izan desde que pasó lo de Essie, ¿saben algo ustedes?

Ambos fruncieron el ceño y se quedaron pensativos por un momento.

—Yo no he sabido nada —admitió Leah.

—Essie me comentó que él se iría para Italia. Creo que su viaje era dos días antes de lo que pasó con ella —comentó Jacob y sentí una opresión en el pecho—. Pero siendo sincero, no tengo idea de si se enteró del ataque que sufrió, y tampoco se ha puesto en contacto conmigo.

También me quedé pensativa durante varios minutos, mi cabeza maquinando qué pudo haber pasado con ese chico.

—Todo con él siempre fue un misterio. —Coincidí con Leah en cuanto dijo eso.

—Una vez escuché que su padre era parte de la mafia italiana, por eso la vida de Izan era un enigma, aunque cuando se lo mencioné a Essie me dijo que solo eran rumores —acotó Jacob.

—Hmm.

No dije nada más que eso, simplemente exhalé un suspiro y confié en que si Izan de verdad amó a Essie, pues haría lo posible para saber de ella por medio de alguno de nosotros.

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Al siguiente día me sorprendí porque Aiden sería quien me acompañaría en mi viaje de regreso a Londres. En un principio creí que volvería sola, ya que no era necesario que me escoltaran con toda la seguridad que mis padres desplegaron para mí. Isamu era el encargado de mi seguridad (en el viaje), de hecho; pero mi hermano comentó que necesitaba un tiempo a solas conmigo y, aunque me asusté un poco por su actitud sospechosa, en cuanto estuvimos en el apartamento de nuestros abuelos entendí la razón.

¡Cavolo, fratello! —grité en cuanto me dio una noticia tan maravillosa, y que no esperé en un momento tan crítico como el que estábamos viviendo.

Él sonrió, la felicidad venciendo a la tristeza y el cansancio en ese instante y me fundió en sus brazos cuando yo me metí entre ellos.

—¿Ahora entiendes por qué no te lo podía decir por teléfono? —inquirió debido a que yo mencioné que no era necesario que se sacrificara con el viaje a Londres, únicamente por hablar conmigo, pues supuse que lo que quería era regañarme.

—¿Cómo carajos vas a conseguir mantener con vida a un bebé cuando a penas lo logras contigo mismo? —pregunté en son de broma y él rompió nuestro abrazo, luciendo indignado.

Acababa de decirme que estaban esperando un bebé con Sadashi y la felicidad que me provocó esa noticia me haría llorar en cualquier momento, y no quería, por eso recurrí a las provocaciones que siempre tenía con él.

Piccola demone —refunfuñó haciéndome reír—. Ni que yo fuera un inmaduro.

—¡Hmm! —Alcé una ceja tras hacer ese sonido y me crucé de brazos.

Luego de ese momento entre bromas nos metimos en una conversación más seria en la que él me informó que estaban manteniendo la condición de Sadashi en secreto, debido a los enemigos de la familia. Al final también soltamos un par de lágrimas cuando me confesó que le había dicho a Essie lo de su bebé antes de que los atraparan y, acto seguido, me narró lo que vivieron en aquel secuestro que tenía a nuestra prima luchando con la muerte.

Como hermana, agradecía que Daemon se hubiera alejado de todo aquello que tanto daño nos causó, pues estando en California se mantenía a salvo hasta cierto punto, pero admito que esa noche con Aiden, comprobé que el odio que sentíamos por los Vigilantes, por Demian Sellers y Inoha Nóvikova, sobre todo, era un sentimiento que me unía más a él.

—Espero tener pronto la oportunidad de felicitar a Sadashi y agradecerle por hacerme tía —manifesté al despedir a Aiden el día que se devolvería a Estados Unidos—. De momento, hazlo de mi parte.

—Lo haré, Patito —aseguró y me dio un beso en la frente—. Pórtate bien.

—Siempre —repliqué y él entrecerró los ojos a la vez que negó con la cabeza porque le costaba creer que dijera eso en serio.

—Por cierto, voy a recomendarle a padre que releven a Anderson por una mujer. No me gusta que estés tanto tiempo a solas con él.

—¡Che cazzo! Deja a mi guardaespaldas en paz —pedí y noté que escondió su sonrisa, lo que me dio a entender que únicamente estaba jodiéndome para no perder la costumbre por lo posesivo que antes fue.

En esos días me había visto charlando mucho con Michael, ya que, logré convencer a mi escolta en algunas ocasiones para que me acompañara con un café, o té, mientras aprovechaba para hablar con él y mostrarle toda la investigación que ya tenía recabada para poder fundar una casa de rehabilitación.

Lo seguía manteniendo como un sueño, y un objetivo que me tracé y el cual quería cumplir en un máximo de cinco años. Y luego de cómo me acerqué a Michael tras confesarle mi verdad, seguía descubriendo que él sería mi mejor compañero.

—Y, en todo caso, para coquetear, si es lo que insinúas, a mí no me importa si la persona es mujer u hombre, fratellino —chinché a Aiden.

—¡Pero ¡qué...! —Comencé a reírme al ver lo rojo que se puso, pues quiso joderme y terminó jodido en cuanto le devolví la provocación.

Aunque en realidad, entre mi broma le dije la verdad y él no era ningún estúpido, por lo que sabía que intuyó que no le mentí del todo. Sin embargo, optó por no seguir indagando y se marchó, de regreso con su novia y la madre de su futuro primogénito.


—¡Te extrañé! —chilló Larissa, yéndoseme encima cuando entré en nuestra habitación de la residencia universitaria.

Le devolví el abrazo, aunque no dije yo también, puesto que en mi tiempo en Estados Unidos lo que menos hice fue extrañar Londres o su gente, debido a que me concentré en mi familia y todo lo que sucedía con Essie, además de Sasha.

Ya le había comentado lo que pasaba con Essie, aunque no le hablé de la verdadera razón que tenía a mi prima en coma, así que la puse al tanto de cómo iban las cosas y luego fue su turno de decirme todo lo que pasó en mi ausencia, que la verdad no fue mucho. Larissa incluso aseguró que sin mí era aburrido y eso me causó gracia.

Jennifer ya se había ido a Alemania, justo el día que yo regresé a Londres, lo supe porque la chica me envió un mensaje de texto para despedirse, debido a que ella se iba por la mañana y yo llegaba por la noche, asegurando que ambas nos deberíamos una despedida a nuestra altura, y pensaba dármela si el destino nos hacía coincidir de nuevo.

Aiden, como el hermano curioso y celoso que era, quiso saber quién me puso una enorme sonrisa en el rostro, cuando se percató de ello después de que leí el mensaje de Jenny. Y por el bien de su estabilidad emocional, le dije que se trataba de Leah y una de sus bromas.

—¿En serio lo harás? —me preguntó Larissa, luego de que Ángel se fuera de nuestra mesa en una de las cafeterías de la universidad.

Él había llegado para avisarme que en una semana harían un evento especial en Reverie y, como había perdido la oportunidad de ir al club gracias a Michael meses atrás, y luego me dediqué a rogarle que me llevara en cuanto hubiese otro chance, decidió invitarme. También se lo propuso a Larissa, pero rechazó la invitación alegando que ese lugar no era para ella.

—Por nada del mundo me lo pierdo esta vez —repliqué y juntas miramos el archivo digital que Ángel me envió, en el que se me ordenaba hacer todo tipo de exámenes médicos, requeridos para poder acceder al club.

No tenía intenciones de hacer nada, simplemente rebosaba en curiosidad por conocer ese mundo, pero nuestro amigo dijo que así hiciera algo o no, era obligación que me realizara todos esos estudios en una clínica que ya tenían destinada para ello.

Confieso que en un principio pensé en negarme a ir, pues no sentía ánimos de hacer nada con todo lo que pasaba en mi familia, pero luego analicé que tía Laurel tuvo razón cuando me pidió que no parara de vivir mi vida, ya que eso sería una victoria más para nuestros enemigos, además, que yo detuviera todo en mi entorno no le devolvería la salud a Essie. Por lo tanto, continuaría y viviría aprovechando que todavía tenía la oportunidad de hacerlo.

—¿Podrías ayudarme con algo? —inquirí para Larissa.

—¿No voy a morir? —quiso saber, remarcando más su acento británico y eso me hizo reír.

—Quiero que me cubras esa noche —expliqué y ella alzó una ceja.

—Nuestros padres no están aquí, Abby. ¿Por qué debería cubrirte? —indagó, pues todavía ignoraba que Michael se mantenía detrás de mí por ser mi guardaespaldas.

—Bien, es hora de que conozcas un poco más de mí —advertí, tomando la decisión de decirle la verdad con respecto a mi escolta.

Los meses que tenía conociéndola me dieron la seguridad de que me guardaría el secreto, aunque tampoco pensé en decirle todo sobre mi vida, únicamente lo necesario para que me comprendiera. Y me deleité con su cara de asombro en cuanto comencé a explicarle todo, incluso me reí porque en un momento tuvo el valor de preguntarme si mis padres eran mafiosos, puesto que, para ella, únicamente esa gente llevaba ese estilo de vida con el que yo me crie.

Luego de nuestra charla Larissa aceptó cubrirme la noche en la que iría con Ángel a Reverie, también permitió que la usara de excusa para ir a la clínica a hacerme todos los estudios (y despistar a Michael), utilizando la mentira de que era ella quien necesitaba atención médica de rutina. Y, mientras el día llegaba, traté de actuar lo más normal posible frente a mi guardaespaldas; esa vez no le ocultaría las cosas porque no confiara en él, sino más bien por su empeño en protegerme y jurar que esos lugares no eran para mí, e impedirme ir a ellos por esa absurda razón.

Y como bien dije antes, esa vez nadie me impediría conocer ese club tan peculiar.

—Ella es mi invitada —informó Ángel a uno de los hombres que nos recibió.

La gran noche al fin había llegado y, para que Michael no se diera cuenta de mi escape, tuve que hacer hasta lo inimaginable, pero lo conseguí.

Ángel me había estado esperando en la casa de sus padres, ellos no se encontraban porque se habían ido de viaje, por eso él debía encargarse del evento tan importante que se llevaría a cabo esa noche en el club; me vestí ahí debido a que me fue más fácil escapar de la residencia en pijama y zapatos de deportes, que con vestido y tacos.

En su casa, mi amigo me siguió dando todas las indicaciones necesarias para desenvolverme en Reverie, y la más importante, porque fue la que más remarcó, era que no me alejara de él para que no me confundieran con una sumisa libre en busca de algún Amo o Dominante.

—¿Tendrán algún rol esta noche? —preguntó el hombre y Ángel negó con la cabeza, a la vez que tomó una pulsera de la bandeja que él sostenía con una mano.

—Esto te identifica como invitada y evitará que alguno de los socios más complicados quiera reclamarte —explicó al colocarme la pulsera en la muñeca izquierda. Su acento británico era más remarcado por la seriedad que utilizaba y me gustó el porte de poder que le daba.

La pulsera era de papel blanco, con un leve toque verdoso, por lo que supuse que se trataba de un material fluorescente.

—¿Y si yo quiero que me reclamen? —lo provoqué y me fulminó con la mirada.

No me respondió, optó por ponerme una mano en mi espalda baja y me instó a caminar por el pasillo hasta detenernos en una puerta grande y doble de hierro.

—No hagas que me arrepienta de haberte traído —aseveró.

—No lo haré, Ángel, pero estás muy tenso, por eso trato de tomarte el pelo —me defendí.

—Estoy tenso porque intento cuidarte, Abby, y necesito que entiendas que no venimos a un pub londinense cualquiera como a los que estás acostumbrada, en donde juegas a la seductora. Estás a punto de entrar a Reverie, la casa del BDSM y de los swingers.

Tragué en seco, sintiéndome nerviosa de pronto, pues en ese instante fui más consciente de todo lo que había querido advertirme.

—Me alejo de los Dominantes y respeto más a los Amos para no ofender a sus sumisas —manifesté, dejándole saber que tomaba en cuenta sus indicaciones.

En su casa me había explicado que un Dominante era aquella persona con inclinación a dominar, a someter en todos los sentidos. Un Amo en cambio, era quien era dueño de una sumisa o sumiso que realmente estaba entregado a ellos, una relación que iba más allá del placer. Existían también Amos Dominantes, Maestros, aprendices y muchos otros términos que aseguró que únicamente entendería si me metía en ese mundo.

Esa noche, sin embargo, lo único que debía mantener claro era que llegué al club como invitada y si se me antojaba tener una experiencia más cercana con ese mundo, me sugirió permitirle a él indicarme con quién sí y con quién no, pues era testigo de mi rebeldía y no deseaba que eso me jugara en contra.

—Y no te alejes de mí —reiteró y asentí—. ¿Lista?

—¡Pfff! E impaciente —solté y eso lo hizo sonreír.

—Por cierto, estás preciosa. —Alcé una ceja y me mordí la sonrisa al escucharlo.

Me puse un vestido sencillo en color rojo rubí, con tirantes finos recubiertos de pedrería plateada que se amoldaba a mi cuerpo como una segunda piel hasta llegar a la mitad de mis muslos, y me calcé unas sandalias de tiras en tono plata. El cabello lo dejé suelto y en ondas, además de que me maquillé más de lo que él estaba acostumbrado a verme.

—Gracias, igual tú —halagué.

Acto seguido digitó una clave en un panel al lado de la enorme puerta y esta se abrió a los segundos, dejándome escuchar una mezcla de música erótica y gemidos de placer.

¡Oddio! —exclamé sintiendo el corazón acelerado y las pulsaciones en mi garganta.

El aroma a vainilla y chocolate se mezclaba, el ambiente era oscuro, iluminado a penas con luces led en color rojo o púrpuras, combinadas con los privados de sofás negros y mesas de centro un tono más suave que el púrpura de las luces; las partes más luminosas se centraban en los pequeños escenarios donde personas desnudas montaban espectáculos sexuales para los presentes.

—¿Te parece grotesco? —cuestionó Ángel al verme anonadada.

La música era alta, pero nos permitía escuchar y hablar sin gritar.

—Es como una casa del pecado.

—Lo es —reiteró él.

Me concentré en una pareja montada en un escenario al fondo de donde me detuve; ella estaba desnuda y metida en una bola de hierro pequeña, solo con el espacio suficiente para sostener su tronco superior. Las piernas sobresalían abiertas entre los barrotes con el objetivo de exponer su sexo depilado, sus manos estaban aprisionadas a la bola con unas esposas y la cabeza le quedaba por fuera, boca arriba para chupar con ahínco el pene del hombre de pie a su lado. Él también se hallaba desnudo, su piel brillaba por algún aceite que se untó y con eso resaltó las crestas de sus músculos.

Me mordí el labio al darme cuenta de sus gestos de placer y de lo hermosos que ambos lucían en sus estados más vulnerables.

—Es elegante y erótico —declaré y noté la sorpresa en Ángel cuando lo miré.

Me llevó hacia una barra sin decirme nada y pidió un trago para ambos.

—¿Qué quieres? —preguntó y en cuanto vi la pizarra negra arriba de la estantería con todo tipo de licores, solo una bebida llamó mi atención, de todas las que anunciaban ahí.

—Un orgasmo —le dije y eso lo hizo reír.

—Por qué será que no me extraña —me chinchó haciéndome reír también.

Esa noche Ángel vestía con un traje a la medida en color negro haciéndolo parecer de más edad. Llevaba el cabello bien peinado y una actitud seria en comparación a lo extrovertido que se comportaba en la universidad.

—¿Practicas algo de esto? —cuestioné dando un barrido alrededor con la mirada.

Era un gran salón, el principal, donde mostraban diferentes posiciones sexuales y artes amatorias, como se leía en algunos cuadros luminosos. Reconocí el de bridas como bondage, aunque era consciente de que existía otro tipo de prácticas utilizando cuerdas, pero mi conocimiento era poco en ese momento.

—Solo sexo —respondió Ángel llamando mi atención y eso me hizo reír de nuevo—. No me considero un mal amante porque pertenecer a este mundo así sea por negocios me ha enseñado mucho, pero nunca he tenido el interés de ponerle empeño a una práctica en específico. Soy más de aprender algunos trucos para decantar a mi pareja sexual.

—¿Qué hay de especial esta noche que tu padre te pidió venir?

—Personalidades influyentes y asociados del club han cerrado un trato importante con unos franceses, Luxure y Brûlant.

—Lujuria y Ardiente —traduje y alzó una ceja.

—¿Hablas francés?

—Entre otros idiomas —afirmé sin la intención de jactarme—, pero eso no importa ahora.

Ángel sacudió la cabeza y tras eso le dio un sorbo a la bebida que el bartender acababa de darle, yo también probé la mía y ante la explosión de sabores en mi lengua, entendí por qué se llamaba orgasmo.

Igual que los de verdad, estaba deliciosa.

—Según la información que recibimos de nuestros asociados, Luxure y Brûlant son un Dominante y un sumiso, bastantes famosos en Francia, por lo que nuestros clientes han querido agasajarlos con la mejor sumisa y una Mistress excepcional para cada uno de ellos, y así celebrar el cierre de ese trato que, debido a las molestias que se han tomado, es muy jugoso.

—Entonces no son pareja —deduje, observando que la pulsera que antes me colocó brillaba en un tono rojo suave que combinó con mi vestido—. ¿O son swingers? —pregunté al recordar que Reverie también era la casa de los intercambios sexuales.

—No, son amigos y dueños de una cadena productora muy bien posicionada en Francia. Pertenecen al mundo del BDSM, además, por eso nuestros asociados optaron por darles una noche especial aquí.

—¿Y a ellos también los hiciste pasar por todos esos estudios que me obligaste a hacerme? —inquirí, probando si eran equitativos en todo.

—Por supuesto que sí, Abby. Reverie es respetado precisamente por el rigor que se implementa en sus asociados e invitados. Esta puede ser una casa para el pecado y los placeres, pero nos tomamos muy en serio la salud. —Asentí complacida al comprobar que no me exigió únicamente a mí el chequeo médico.

También fue claro con el uso de preservativos u otros métodos anticonceptivos para estar doblemente protegida, además de los PrEP que me aconsejó comenzar a ingerir. Aunque también aclaró que esa ya era una decisión propia y que, en el caso de las personas que trabajaban en el club con los espectáculos sexuales, sí les exigían el uso de condones o medicamentos de preexposición si estos no tenían una relación sentimental, porque sí, había muchas parejas a las que les encantaba el exhibicionismo y de paso se ganaban una buena cantidad de libras por disfrutar de follar frente a los demás.

—Ángel, Sisi ha llegado —avisó de pronto el bartender a mi amigo.

—Dile que vaya a la oficina, llego enseguida —pidió Ángel—. ¿Viviana ya se encuentra con Luxure? —El bartender asintió—. Perfecto, ve con Sisi —solicitó y él hombre se marchó de inmediato.

—¿Tendremos acompañante?

—No, ella es la Domme que conseguí para Brûlant —explicó, usando otro de los nombres con los que se referían a las Mistress—. Y Viviana la sumisa que escogí para Luxure —Comprendí mejor el motivo de que estuviéramos en el club, pues ya en otra de nuestras charlas me había explicado lo que hacía en realidad para ayudarle a su padre con el negocio familiar.

Ángel no practicaba el BDSM, pero conocía mucho de dicho mundo y era excelente en la investigación de personas, por lo que siempre acertaba con las mujeres u hombres que conseguía para que trabajaran en Reverie.

—Voy a llevar a Sisi con su sumiso y a darle algunas explicaciones —avisó y asentí—. No te muevas de aquí, Abby. Espera a que salga de esto y te muestro el lugar.

—De acuerdo —repliqué. A continuación, lo vi marcharse y me concentré en mi trago y el entorno.

No le mentí cuando le dije que todo me parecía elegante y erótico en partes iguales. Los sonidos de placer, las imágenes que nos regalaban; y sí, me sentía nerviosa y abrumada, pero podía identificar que nada de lo que se llevaba a cabo en Reverie era pornografía, pues existía una diferencia abismal con esas escenas actuadas.

«En ningún espectáculo que verás se repiten las parejas, o los integrantes de los tríos u orgías, a menos que ellos quieran hacerlo, pues no queremos que las cosas se hagan de manera forzada, sino por placer».

Me había dicho Ángel, también añadió que por esa razón preferían que existiera una atracción física y sexual entre los implicados en cada espectáculo. A veces, eran los asociados (en su mayoría Dominantes) los que daban sus propias domas, por eso notaba la diferencia entre las escenas en ese club y los vídeos porno que antes veía.

—¡Oh, mierda! —La piel se me erizó y el vientre se me calentó en cuanto escuché ese gemido.

Sin darme cuenta me había puesto de pie, con mi vaso de orgasmo en mano, y deambulé por el gran salón hasta que llegué a una sala aledaña. En ella noté privados circulares, con medio barandal de hierro formando una media luna por encima de los sofás en cuero negro; las mesas de centro, como las demás, eran en color púrpura, y en el medio de ellas identifiqué una barra adecuada para bailes eróticos.

Aquel gemido que me cautivó fue de un hombre y... ¡merda! Nunca escuché tal placer en un sonido de ese tipo hasta esa noche, tanto, que me vi caminando dentro de la sala y busqué un privado solo, el más escondido, aunque con una excelente vista hacia el escenario donde dos hombres y una mujer disfrutaban de su momento sexual.

—¡Dios, nena! Te amo —declaró el tipo que me atrajo ahí y besó a la mujer debajo de su cuerpo, la misma a la que penetraba mientras él era sodomizado por el otro hombre.

—Te gusta, ¿cierto? —preguntó ella entre jadeos—. ¿Te encanta lo que se siente cuando te empalan con tanto ímpetu?

—¡Mierda, sí! ¡Oh, joder, sí! —aceptó él, gozando de cómo su compañero de trío lo penetraba por detrás, consiguiendo a su vez que los embistes de ese hombre en su mujer fueran más firmes y profundos.

La mujer gritó con gozo absoluto y besó a quien supuse que era su pareja, tras la declaración de él. El tercero en esa ecuación sonrió complacido porque con su destreza lograba darles placer a los dos, pues al satisfacer al hombre de esa manera lo llevaba a embestir con pasión a la pelirroja en la cama circular en la que se encontraban.

—¡Mierda!

—¡Sí! —gritaron al unísono los tres.

Contuve la respiración y cerré las piernas, sintiendo mis mejillas arder igual que mi vientre y sexo, porque esa escena era demasiado íntima y, sin embargo, también pública; pues los tres decidieron compartirla con los pocos presentes en esa sala. Y ni siquiera me fijé en los demás, pues esos tres me atraparon, me embelesaron e hipnotizaron.

—Ven aquí, cariño —pidió el tercero y la sorpresa me invadió cuando llamó a otro hombre, este se levantó de un privado y comenzó a desvestirse mientras caminaba hacia el escenario.

¡¿Tres hombres?! ¡¿En dónde demonios se colocaría este último invitado?!

Reprimí un jadeo en el momento que los gritos de placer de la mujer enmudecieron la melodía erótica que se reproducía por los altoparlantes, y agradecí que la mesa fuera alta, pues tuve que apretar más las piernas por debajo de ella en cuanto dos de esos hombres llenaron el sexo de la chica y el recién llegado aprovechó para sodomizarla.

—Santa mierda —musité, incrédula de que eso fuese posible a pesar de que lo estaba viendo.

En ese momento me mordí el labio inferior, nerviosa y con más vergüenza. Incluso me vi en la necesidad de otear a los lados, curiosa por saber si los demás se estaban dando cuenta de mi inexperiencia, de que estaba viendo algo que era prohibido. No obstante, al comprobar que nadie me ponía atención porque disfrutaban del espectáculo frente a nosotros, terminé de aceptar que esa noche me hallaba en un mundo en donde lo que era malo y motivo para avergonzarse en el mío, era la razón perfecta para disfrutar en el de ellos.

Cavolo, Micky. De lo que me hiciste perderme antes —musité y enseguida bebí de mi vaso, apretando las piernas de nuevo.

Comprobar que todos miraban y disfrutaban lo mismo que yo me hizo sentir cómoda, libre. Tanto, que incluso maquiné en mi cabeza lo que deseé que le hicieran a la mujer en el escenario. Fantaseé con la idea de unirme a ellos, no para que me follaran, pues iría paso a paso, pero sí para que me satisficieran al probar cosas que yo también quería experimentar cuando se diera la oportunidad.

«Malditos traumas».

Pensé eso al analizar que debido al miedo de ser rechazada por los hombres que me gustaban, me privé de muchos placeres, puesto que, aunque no negaría que estar con chicas era una experiencia que no cambiaría jamás, en mi interior siempre quise experimentar lo que se sentía al ser adorada por un hombre que tuviese la experiencia y capacidad de mantenerme en su infierno y que lo sintiera como el cielo.

—Observaste a todas partes, menos a tu izquierda. —Contuve la respiración y un respingo al escuchar una voz ronca, aunque armoniosa, diciéndome eso con un acento que no identifiqué.

Miré de soslayo al dueño de esa voz en cuanto estuvo a mi lado, y sentí que mis mejillas se sonrojaron más porque llegó en el instante que uno de los hombres de aquel cuarteto comenzó a correrse en el rostro de la única mujer con ellos.

—¿Puedo sentarme? —preguntó el intruso, señalando el lugar a mi lado.

Escogí un privado pequeño, adecuado para dos personas, con la intención de que nadie se me acercara, pero al parecer sí hubo alguien fijándose en mí y me sentí cohibida, aunque traté de disimularlo. Y que un mesero llegara de pronto a mi mesa y colocara un vaso con whisky para él y un nuevo orgasmo para mí, me llenó de entereza.

El intruso no solo se fijó en mí, sino que detalló todo. Eso me hizo alzar una ceja y mirarlo directamente, disimulando una sonrisa de suficiencia y... ¡Madonna! Yo me rodeaba de muchos hombres guapos y atractivos, pero ese... ocasionó sensaciones en mi interior que desconocía. Lo único conocido fue mi corazón acelerado y respiración errática.

Era altísimo, pues tuve que echar mucho la cabeza hacia atrás para poder mirarle el rostro. Parecía de la edad de mis hermanos, o quizás un poco mayor; sus ojos azules sobresalían incluso en la oscuridad que nos engullía en la sala, tenía barba corta y recortada igual que el bigote, que no destacaba, únicamente le daba un toque atractivo, masculino, que por un momento me dejó sin palabras. Sus labios eran rellenos y la nariz con el tamaño y anchura perfecta para su rostro ovalado y mandíbula afilada.

«Espabila antes de que lo asustes», me reprendí.

Sería el colmo que él también huyera de mí.

—Conque en lugar de disfrutar la escena frente a nosotros, te has dedicado a acosarme, tanto, como para saber lo que estoy bebiendo —acusé recomponiéndome. No cometería el error de mostrarle que me cautivó, aunque el intruso me lo estaba poniendo difícil al guiñarme un ojo y luego darle un sorbo a su bebida.

¡¿Che cazzo?! ¡¿Por qué lograba que un simple acto luciera tan caliente?!

—Manejo la idea de que menos de tres orgasmos es un pecado —soltó, lamiéndose los labios para no desperdiciar la capa de licor que los recubrió.

Y no quería, pero ante su declaración sonreí nerviosa y curiosa a la vez.

«Él vino a mí, yo no lo he buscado». Me dije para mermar el temor que comencé a desarrollar luego de equivocarme con Dasher y después con Michael, y hablaba de creer que alguno de ellos sintiera atracción por mí cuando no era así.

—Además, no me puede importar más una mujer comiéndose encantada tres vergas, que una que aprieta las piernas por debajo de la mesa, sin el valor suficiente para tocarse a sí misma como muchos a nuestro alrededor lo hacen.

Cazzo.

Inspiré hondo sin poder soltar el aire al escuchar su manera de hablar. Fue atrevido, vulgar e incluso presumido y, en cuanto quise decírselo mis palabras no abandonaron mi boca, simplemente lo miré incrédula por su descaro, con los labios entreabiertos.

¡¿Qué acaso era el dios del sexo para que actuara así?!

La chulería que destilaba me hacía pensar que se creía uno, sobre todo cuando se sentó a mi lado sin que lo invitara, lo hizo atento a mi mirada, a lo que iba a decirle, a si me negaría a su compañía. No obstante, pudiendo, y teniendo la capacidad de hacer que se fuera, no lo hice. Existía algo en ese intruso, un magnetismo al que no estaba acostumbrada, un poderío que rivalizaba con el de papá y mis hermanos, pues los tres demostraban ser hombres dominantes, aunque con ellos yo seguía siendo una rebelde empedernida, pero con ese tipo a centímetros de mí sucumbí sin pretenderlo.

Y más lo hice en el momento que él, con dos dedos, me cogió de la barbilla obligándome a que cerrara la boca.

¡Jesucristo!

—¿Tú... también lo hacías? —le pregunté con dificultad, refiriéndome a lo que señaló sobre todos tocándose con el espectáculo, cuando me recuperé un poco.

Aunque no me duró mucho porque él tomó un mechón de mi cabello suelto y lo acarició, soltándolo únicamente porque llegó a la punta. Me miró a los ojos, el azul de los suyos era vibrante. Tenía el cabello oscuro casi al rape de los lados y un poco largo de arriba, más de la parte de enfrente, peinado como si lo hubiese hecho con los dedos. También vestía con traje negro y vi en los dedos de sus manos algunos tatuajes, igual que en el dorso de ellas.

—No, pero tenía a alguien que me comía la polla, muy encantada de hacerlo —respondió sin vergüenza y eso me hizo alzar de nuevo una ceja.

No estar acostumbrada a ese mundo, a su desvergüenza y la franqueza con la que hablaban, me hacía sentir atónita y, aunque también debía sentirme molesta porque era lo normal cuando alguien desinhibido se tomaba ese tipo de confianzas con una persona que apenas conocía, con el intruso no me estaba sucediendo.

Y nada tenía que ver su belleza, puesto que me topé con su tipo en muchas ocasiones, en los pubs que asistimos con mis amigos; ese intruso era la línea de hombre con los cuales discutí y me metí a peleas que Michael terminó librando por mí. Pero de nuevo, algo me sucedía con él, porque en lugar de molestarme por su descaro, me provocaba curiosidad saber por qué era así, qué lo hacía actuar como si fuese el dueño de ese mundo.

—Conque, mientras alguien te la chupaba, tú me acosabas en lugar de ver el espectáculo —deduje con altanería—. No me digas que te corriste rápido para luego venir aquí conmigo —solté como provocación e incluso con un atisbo de molestia—. ¿Qué? ¿No te dejaron satisfecho? —inquirí y él sonrió.

Fue una sonrisa comemierda que apretó mi vientre y desconocía si el ambiente que nos rodeaba tenía que ver con mis reacciones ante él.

Sí te acosaba. Y no, ya no vi más el espectáculo porque noté a una chica demasiado inocente para este lugar y ella me excitó más con los gestos y acciones que hizo debajo de la mesa, pero no me corrí. Me ganaron las ganas de venir a tu mesa.

Bien, era sincero y directo. Eso me gustó demasiado, pues por alguna razón podía asegurar que no me estaba mintiendo.

—Espero que no pretendas que yo te la chupe —repliqué displicente, dándole la misma sinceridad que él a mí, y el maldito rio.

—No esta noche, aunque sí más adelante.

—¡Pfff! Pobre idiota —bufé.

Lo que me estaba haciendo sentir era muy contradictorio, puesto que me atraía su descaro, pero también me molestaba esa seguridad que destilaba, asimismo, me puso nerviosa la manera en la que me miró; era como si quisiera ponerme un correctivo por cómo le hablé y que eso a su vez lo excitaba.

Y... mierda, por un par de segundos llegaron a mi cabeza imágenes de él azotándome con su mano mientras yo me encontraba sobre sus rodillas y me asusté, lo hice por lo que sentí y porque nunca lo había probado y menos considerado, pero siempre dije que yo no era de las que se decantaban por ese tipo de cosas.

«Estar aquí me debe afectar más de lo que imaginé», pensé.

—Ahora mismo solo muero de la curiosidad por saber si la humedad de tu coño ya moja tus piernas prosiguió, ignorando mi ofensa y remarcando su acento que en ese momento me pareció ser francés—, y la boca se me hace agua por probarlo.

Porca puttana.

Sin poderlo evitar cerré las piernas al imaginarlo de inmediato con el rostro metido ahí.

¿Haría los mismos sonidos de satisfacción que Jennifer siempre hizo cuando me comió el coño? ¿Tendría la misma agilidad que ella? ¿Lo haría con el mismo tacto de esa rubia?

Sacudí la cabeza por las preguntas que se agolparon en ella. El intruso sonrió lascivo, a lo mejor consciente de lo que me provocó únicamente con expresar lo que deseaba; su acción me hizo tragar con fuerza, pues se mordió el labio inferior para enfatizar que me deseaba.

Merda. Así se sentía que te desearan, no importaba que fuese algo meramente físico.

—Lo de los orgasmos no lo aplico únicamente en la bebida, ma chérie —aclaró guiñándome un ojo y, confirmándome con su apelativo que era francés.

Ce n'est pas parce que je suis ici que je vais coucher avec le premier venu. —«El que esté aquí no significa que me acostaré con el primer fulano que se me cruce». Aclaré, hablándole en su idioma, dándome cuenta a la vez que mi tono de voz fue oscuro, incluso provocativo, pues todo había que decirlo: quería odiar a ese intruso hijo de puta, pero por alguna razón él estaba consiguiendo que sintiera lo contrario—. Et encore moins avec quelqu'un qui se prend pour le dieu du sexe. —«Y menos con uno que se cree el dios del sexo», añadí.

El maldito en lugar de contraatacar con palabras optó por recostar su espalda en el sofá, tomando una posición con la que me dejó notar el bulto que hacía que su pantalón se alzara. Era una declaración sin palabras de que mis ofensas se convertían en halagos calientes para él.

Oddio.

—No es necesario que te acuestes conmigo para hacer que te corras —declaró en su idioma y en ese instante sí que me reí con burla por lo fanfarrón que estaba siendo.

¿Cómo demonios pretendía hacerme correr? ¿Por telepatía?

—Te crees demasiado ... —Me quedé en silencio porque no supe cómo llamarlo, y tampoco me atreví apodarlo idiota egocéntrico, ya que, si él seguía ahí mofándose de lo que supuestamente sabía hacer, era porque yo se lo permitía.

—Luxure —concedió y alcé una ceja, ocultando mi sorpresa ante el reconocimiento.

Después de todo, él era la razón de que yo estuviese esa noche en Reverie.

—Conque tú eres el francés importante por el que mi amigo tuvo que buscar a la mejor sumisa —solté con un tono un tanto despectivo.

Fue su turno de alzar una ceja, sorprendido porque supiera de él, a pesar de no conocerlo. Saber que era un Dominante también me permitió comprender mejor su actitud e incluso deducir que la razón que lo llevó a mi privado fue suponer que yo era una sumisa sin Amo.

Ángel me advirtió que eso podía pasar, pero mi curiosidad me llevó a meterme a la cueva del lobo antes de volver a pensar en su advertencia.

—Y no soy yo, por si te has confundido —aclaré y el maldito comenzó a reír con ironía, situación que a mi orgullo no le causó una puta gracia.

—Por supuesto que no eres tú, a menos que seas una brat, no te confundiría con una de mis bellas sumisas.

¡Che cazzo!

A ese maldito egocéntrico le encantaba atizar el fuego en lugar de mermarlo, según estaba comprobando. Y por su gesto, identifiqué que molestarme le satisfacía incluso más que el espectáculo frente a nosotros, el cual pasó a segundo plano y me di cuenta de ello justo en ese momento.

—¡Joder, Patito! Me has dado el susto de mi vida, ¡carajo!espetó Ángel, llegando a mi privado de pronto, justo en el momento que me preparaba para decirle un par de cosas a ese hombre que en lugar de usar el alter ego de Luxure hubiese escogido Fierté, que se acoplaba mejor a él—. ¿Qué parte de no te alejes, no entendiste? —prosiguió mi amigo.

Aunque en ese momento parecía más mi hermano, regañándome por no haberle obedecido.

—No me alejé, estoy a la par de donde me dejaste —me quejé yo.

Por supuesto que a Ángel no le importó que Luxure presenciara la discusión en la que nos metimos, e incluso le dejó saber por qué me llevó al club, cosa que al entrometido a mi lado le divirtió mucho, pues no se perdió nada de todo lo que nos dijimos con mi amigo.

—No, Patito, no te voy a dejar aquí solazanjó Ángel, evitando mi nombre, cuando le dije que podía cuidarme por mi cuenta mientras él se ocupaba de sus asuntos, pues pretendía ir a encerrarme a su oficina y yo le dejé muy claro que no le rogué que me llevara a Reverie para observar todo por medio de un vidrio tintado.

No estoy sola, Luxure me acompaña.El susodicho alzó una ceja, mientras le daba un sorbo a su bebida, porque obviamente antes de que Ángel llegara estábamos metidos en un tira y afloja, y por momentos me daban ganas de mandarlo a la mierda, pero sería sincera, también disfrutaba su compañía.

A Ángel no le agradó que utilizara a ese tipo para quedarme en la sala y deduje que se debió a que se trataba de un Dominante que claramente tenía intenciones de llevarme a la cama, o donde fuera que las personas como él follaran. Pero eso no pasaría y mi amigo me conocía lo suficiente como para saber que, si yo decía no, era no.

Además, Luxure, incluso con su soberbia, no me daba vibras de abusivo. Por esa razón tuve la confianza de mirarlo, esperando que me apoyara para que Ángel se fuera a hacer sus cosas y me dejara disfrutar del club.

Déjala que disfrute de su orgasmo, amigo. Todavía le falta unosolicitó.

Yo me reí pícara y divertida por la cara de póker de Ángel, hasta que notó que Luxure se refería al trago en mi mesa.

Mark me advirtió que me iba a arrepentir de traertemurmuró Ángel entre dientes.

Maldito Mark, acababa de anotarse puntos en contra conmigo. Pero, decidida a demostrarle a Ángel que nuestro compañero se equivocó con eso, bajé la guardia y lo miré con inocencia.

Ya, Ángel. Estaré bien y sabes que no necesito a nadie para cuidarme en situaciones como estas —aseguré, recordándole las veces que puse en su lugar a los tipos que pretendieron pasarse de listos conmigo, aunque él ignorara que mi valentía aumentaba porque era consciente que Michael se mantenía cerca—. Vete tranquilo que yo te busco a la hora acordadaproseguí, recordándole que ya teníamos una hora pactada para marcharnos.

Y, si bien Michael no me acompañaba esa vez, en mi interior confiaba en que Luxure no se aprovecharía de mi inocencia y exceso de confianza en él, cuando apenas lo estaba conociendo. Aunque, que Ángel cediera y se marchara me dio a entender que también sentía la seguridad de que no me dejaba en malas manos.

No obstante, en cuanto miré a Luxure por unos segundos (antes de desviar mi mirada hacia el escenario) y encontrarlo mordiéndose la sonrisa a la vez que me observaba con ojos de cazador, presentí que, por utilizarlo para mi beneficio, acababa de venderle mi alma a un príncipe del infierno.

Cavolo.

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Profilaxis preexposición. Medicamento que ayuda a prevenir el contagio de VIH a través del sexo.

Soberbio.

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¡Aaaah! Lo admito, estoy emocionada de que este capítulo por fin haya llegado. Quisiera decir muchas cosas, pero no quiero arruinarles la historia a lxs nuevxs lectorxs.

Para quienes no son nuevas leyendo el mundo de Abigail, les pido de favor que eviten los comentarios con spoilers para no arruinarles las sorpresas a las nuevas lectoras. Dejen que ellas también sufran (es bromixs) *inserte risa macabra* de esta manera disfrutan más descubriendo cómo se desarrolla esta historia.

Habrá nueva actualización el viernes. Y si votan mucho por este capítulo y también por el 15 y el 16, les daré doble o triple capítulo ese día. Todo dependerá de ustedes ;-)

Hasta la próxima...

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