CAPÍTULO 16


No quería irme de Philadelphia, necesitaba seguir apoyando a mis tíos, pero una semana después tuve que hacerlo, un poco tranquila porque fue tía Laurel quien me animó a regresar a mi vida normal (o todo lo que podía ser normal después de la tragedia), asegurando que no me perdonaría que dejara de vivir por detener el tiempo en ese hospital.

Las cosas con Essie estaban lejísimos de ser favorables, sin embargo, nos seguíamos aferrando a sus ganas de vivir. El disparo le hizo un daño en el cerebro casi irreversible, alcanzó el lado frontal, que controla la memoria, y, de paso, dañó el hemisferio izquierdo (como me explicó tía Laurel) que era el encargado de la movilidad del lado derecho del cuerpo y el habla.

La habían sometido a una operación esa semana, pero todavía no teníamos idea de los resultados porque la mantenían en un coma inducido, respirando a través de máquinas, todo para descompresionar su cerebro.

—¿A dónde la llevo, señorita Pride? —Pegué un respingo cuando esa voz me sorprendió de pronto.

Maldije en mi interior y acomodé la gorra en mi cabeza, que llevaba debajo de la capucha de la capa impermeable que utilizaba, antes de mirar a Michael.

Genial.

Él estaba queriendo esconder una sonrisa burlona cuando lo miré, la mitad de mi rostro siendo escondido por la capucha. Se miraba muy relajado detrás del volante y bufé al darme cuenta de que no podía hacer nada más.

—Creí que tu manía por escapar de mí se limitaba únicamente a Londres —siguió con su tono burlón. Con un movimiento de cabeza me instó a subir en la parte trasera del coche y, de nuevo, lo hice porque no servía de nada intentar escapar de nuevo.

Teníamos dos días de haber vuelto de Philadelphia, Jacob, Daemon, él y yo. Mis padres, Aiden y Sadashi se quedaron con mis tíos, pero regresarían a casa el fin de semana.

Esa mañana Jacob me llamó para darme otra mala noticia, se acababa de enterar de que Sasha Ray había vuelto a ingresar a la casa de rehabilitación y creyó que debía decirmelo, cosa que le agradecí; así que, le pedí que me acompañara porque quería verla, pero no pretendía que nadie más que nosotros se enterara, por lo que le aseguré que me escaparía de casa y quedamos de reunirnos en una estación de gas de la ciudad.

Todo iba viento en popa hasta que me bajé del Uber, que tomé luego de pasar la zona de seguridad de casa, en el lugar que acordamos con Jacob, y Michael se estacionó a un lado para sorprenderme.

Michael me ha seguido.

Le escribí a Jacob cuando estuve dentro del coche, él aún no llegaba.

No que todo iba de maravilla.

Rodé los ojos por el sarcasmo que destilaba su mensaje.

—¿Y? ¿A dónde ibas con tanto... misterio? —Chasqué con la lengua al escuchar a Michael.

—A follar —reviré y él bufó una risa.

—¡Wow! Conque con tu hermano en casa no puedes meter a tu mejor amigo a la habitación, para follar con él allí.

—¡Madonna! Disimula un poco tu satisfacción por joderme los planes —refunfuñé y miré por la ventana.

Concentrarme en las gotas de agua que se deslizaban por el vidrio me sirvió para tratar de controlar mi frustración. Ese día había amanecido lluvioso, una ocasión perfecta para estar en casa y holgazanear, pero la llamada de Jacob lo cambió todo.

—Ya, Patito gruñón. Deja la molestia y mejor dime a dónde quieres ir en realidad —me animó Michael y lo miré a través del retrovisor, sus ojos oscuros me analizaban—. Después de todo lo que hemos pasado en Londres, me ofende que pretendas escaparte de mí porque no confías en que te cubriré.

Sinceramente, era consciente de eso.

Me escapaba en Londres porque había ocasiones en las que él no podía pasar desapercibido, así que, en lugar de tener que dar explicaciones a los demás de por qué estaba cerca de mí, lo invitaba a que me acompañara, pero el tonto seguía insistiendo con que no podíamos mezclar el trabajo con lo personal; a Michael le encantaba recalcar que éramos guardaespaldas y protegida, por lo que se negaba a estar a mi lado como amigo, así que no me dejaba más opción que irme sin que lo supiera.

Ese día, sin embargo, me escapé de él porque me daba vergüenza pedirle que me llevara a la clínica de rehabilitación, ya que con eso investigaría a quién iría a ver (como parte de su trabajo, investigar a los extraños que estaban cerca de mí) y cabía la posibilidad de que descubriera lo que sucedió en el pasado con Sasha.

¿Ya te deshiciste de él?

Estoy a tres minutos de llegar.

Me avisó Jacob y la frustración volvió a apoderarse de mí.

No quería perder la oportunidad de ver a Sasha porque a la siguiente semana me regresaría a Londres; y tampoco podría reprogramar la visita, ya que al haber reingresado hace muy poco, la chica tenía las visitas restringidas, por lo que Jacob tuvo que pedirle a Cam, su tío, que utilizara sus contactos y nos ayudara a conseguir una excepción.

—¿Desde hace cuánto tiempo te cuenta de que me había escapado? —opté por preguntarle a Michael, él sonrió antes de responder.

—En realidad, te vi salir de tu casa por la puerta hacia el bosque cuando creíste que nadie te veía, pero... creí que extrañabas la sensación de escaparte, así que no dije nada y opté por seguirte.

¡Oddio! —exclamé, soltando una risa burlona para mí misma por lo patética que me vi.

De refilón vi el coche de Jacob asomarse y ya ni siquiera me sorprendió que Michael lo notara enseguida. Me miró de nuevo a través del espejo retrovisor y alzó una ceja.

—Entonces no mentías con lo de ir a follar —dedujo y exhalé una respiración pesada y resignada.

No tenía idea de si Michael en realidad creía que mi amistad con Jacob incluía el derecho a roce, pero no dudaba que él sabía que, en Londres, hasta ese momento, no me había acostado con nadie que tuviera un pene real entre las piernas.

—Tenemos el fetiche de follar en una clínica de rehabilitación y pensábamos cumplirlo hoy —solté y, aunque quiso disimular noté su sorpresa y eso me causó gracia—. ¿Nos cubrirás?

Lo escuché maldecir por lo bajo y miró hacia afuera, justo a donde Jacob caminaba para llegar a nuestro coche.

—¿Qué seguirá, Abigail? ¿Follar en una iglesia? —bramó y sospeché que su tono de molestia no era fingido en ese momento, aunque lo disfrazó con sarcasmo.

—Déjame ver la lista y te digo —avisé satírica—. Hospital, ya está. Escuela, ya está. Biblioteca también. Clínica de rehabilitación a punto de concluir... Iglesia... sip, es la siguiente.

Alcé la mirada de mi móvil, luego de ver la pantalla negra, y lo encontré observándome con los ojos entrecerrados.

—¿Hablas en serio?

—¿Crees que sería muy exagerado si me visto de manera recatada y me cubro la cabeza con un manto? Hablo de cuando llegue el turno de la iglesia, así como esas señoras superentregadas a su fe.

—¡Joder! —exclamó y no aguantó las ganas de reír. Me contagió en ese momento y con ese gesto me liberó de la tensión que ya me estiraba demasiado los músculos entre los hombros.

Me gustaba mucho su risa porque le restaba edad y le aportaba ese toque de gentileza que siempre ocultaba con sus facciones duras, las que obtuvo luego de sus misiones en las guerras. Y ya lo tenía muy claro desde que lo conocí, pero en ese momento volví a confirmar lo guapo que era y lo mucho que me seguía gustando.

Aunque ya mi pequeña obsesión por él estaba mermando. Esa vez sin daños colaterales.

—¿Qué haces aquí? —me preguntó Jacob luego de abrir la puerta del coche y meterse dentro, a mi lado para no mojarse. La lluvia no era fuerte, pero sí molesta como para que se quedara afuera.

Rodé los ojos por su manera de fingir sorpresa de encontrarme en la estación de gas y Michael bufó desde su lugar, claramente indignado por creerlo estúpido.

—Practica mejor eso de fingir, idiota —gruñí entre dientes y Jacob me miró entrecerrando los ojos—. Michael va a ayudarnos con nuestro fetiche, por eso me alcanzó aquí. No quiere perderse nuestra aventura.

—¿Feti...? —Corté lo que diría al pellizcarle las costillas y a duras penas disimuló el dolor, dándose cuenta de que, aunque me resignaría a que Michael nos llevara, todavía no le decía la verdadera razón de ir a la casa de rehabilitación—. Mierda, está bien —continuó mi amigo y me tomó de la mano, apretándomela demás entre la suya para hacerme pagar lo que le hice.

Me zafé de inmediato de su agarre y le di la dirección a Michael, él volvió a su silencio habitual y le dio un poco de volumen a la radio; con Jacob optamos por comunicarnos (o discutir más bien) por medio de mensajes de textos, en los cuales le expliqué la excusa que le di a mi guardaespaldas en cuanto me sorprendió en la estación de gas.

Solo por curiosidad... ¿sí tienes ese fetiche?

Fulminé a Jacob con la mirada luego de leer su mensaje.

—¿Es en serio? —satiricé y él se encogió de hombros.

—Siento que no eres de las que habla solo por hablar.

Bufé y negué con la cabeza.

Michael aprovechaba a mirarnos siempre que chequeaba atrás del coche por el retrovisor y admito que me puso nerviosa.

—¿Sí o no? —Insistió mi amigo y apreté los labios para no reírme, enseguida tomé de nuevo mi móvil para escribirle.

Puede ser cliché, pero siempre he fantaseado con hacer algo sexual en una biblioteca.

¿Pública?

Tanto Jacob como yo escondíamos nuestras sonrisas al seguir con la conversación textual.

Privada.

Como esas pertenecientes a familias de la realeza.

—Mierda, para eso debes seducir a un príncipe —vocalizó.

—Era un ejemplo —aclaré y asintió—. ¿Cuál es el tuyo?

—En una colina, sobre el capó de mi coche. De noche preferiblemente para admirar a la vez la ciudad iluminada —Ambos nos reímos tras su respuesta—. Ves, también soy cliché.

Seguimos ese hilo de conversación sin ser tan específicos, aunque una vez más, Michael no era estúpido, por lo que podía jurar que él sabía de qué hablábamos. Lo confirmó en las ocasiones que carraspeó, mismas en las que de seguro supuso que Jacob y yo nos estábamos confesando dónde queríamos follar entre nosotros.

Veinte minutos después nos estábamos estacionando frente a la entrada principal de la clínica de rehabilitación. Me miré con Jacob cuando Michael le quitó el seguro a las puertas y sentí que los nervios comenzaron a formar un agujero en la boca de mi estómago.

Esa era la primera vez que vería a Sasha después de años, en la que me enfrentaría a la cruda y cruel realidad de lo que ocasionó mi acto y, aunque sentí que estaba preparada para ello, por un instante flaqueé y me quedé congelada en mi lugar.

—Vamos —me dijo mi amigo y me tomó de la mano, diciéndome así que él estaría a mi lado.

No le dije nada a Michael, ni siquiera quise mirarlo (aunque sí sentí su mirada en mí) por la vergüenza que comenzó a arder en mi piel, como ácido escociendo y destruyendo. Me dejé guiar por Jacob hasta la recepción de la clínica y él se encargó de dar nuestros nombres y el de Sasha como la persona a la que llegamos a visitar.

La recepcionista tuvo que cerciorarse bien de que nuestra presencia fuese permitida, por eso de que Sasha todavía no le permitían las visitas. Al estar segura de que todo se hallaba en orden nos entregó un pase de visitante a cada uno y luego una mujer de piel morena llegó para recibirnos.

—Bienvenidos y muchas gracias por honrarnos con su presencia —Nos saludó muy amable—. Mi nombre es Thabi Leoka y soy la directora de la clínica.

—Es un placer —dije tomando su mano cuando nos la ofreció a Jacob y a mí.

—Las instalaciones del lugar son grandiosas por lo poco que he visto —halagó Jacob y ella le sonrió orgullosa, mostrando su dentadura blanca y perfecta.

—Debo admitirlo, chicos. Cuando me dijeron que una benefactora quería visitar a su apadrinada antes de marcharse de la ciudad, imaginé a una mujer adulta —confesó Thabi y, aunque le sonreí, también tragué en seco.

No tenía idea de cómo Cameron me había conseguido el permiso especial, Jacob tampoco me lo dijo y cuando lo miré fulminándolo, él me devolvió una mirada llena de disculpas.

—Era la única opción —se excusó por lo bajo porque sabía que yo quería mantener el anonimato.

—No te preocupes, Thabi. Supongo que estas cosas son de personas mayores —le dije a la mujer, ignorando a Jacob, y ella me sonrió.

—No lo tomes a mal, mi sorpresa no se debe a que crea que una jovencita como tú no es capaz de hacer una gran labor como la que estás haciendo, sino más bien al hecho de que en estos tiempos la mayoría de los jóvenes no se entusiasman con la idea de ayudar en las clínicas de rehabilitación, así sea con un voluntariado —me explicó.

No me gustaba ser hipócrita, pero tampoco iría por ahí diciéndole a personas como ella que en realidad comencé a ayudar porque me sentía culpable, ya que, como bien me dijo mi terapeuta, tenía que dejar de sentirme una mala persona por hacer algo bueno, pues tuviese la razón que tuviese, llevaba a cabo una labor humanitaria que personas con capacidad y solvencia económica no hacían por falta de empatía.

Y bien pude desligarme de todo lo que tenía que ver con Sasha en su momento, pero ahí seguía, pensando en volver a trabajar con Evan y sus juegos sin tener idea de cómo haría para dividir mi tiempo entre la universidad y el voluntariado, todo con tal de poder seguir ayudándola.

—Ahí la tienen —informó Thabi, señalando con la mano hacia una chica con cabello rubio y otros colores que iban desde el verde hasta el rosado.

Oddio.

No esperaba verla como años atrás, con su melena negra, llena de vida y actitud refinada, pero tampoco así. Y no hablaba del cabello solamente, sino de su apariencia descuidada, de la forma encorvada con la que se paraba, dejando entrever que seguía viva porque todavía no había tenido una sobredosis, no porque ella se empeñara en seguir viviendo.

—Sasha, tienes una visita muy especial. —A penas alcancé a escuchar a Thabi hablándole.

Nos habíamos acercado a la chica y ni siquiera me di cuenta por la impresión que sufrí. Ella nos miró con una ceja alzada, sus ojos se detuvieron un instante más largo en Jacob y fui testigo de cómo sus mejillas pálidas se enrojecieron. Se metió un mechón corto de color amarillo detrás de la oreja y con vergüenza se enfocó en el suelo cuando mi amigo le sonrió.

Mi garganta dolió por las lágrimas acumuladas y la opresión en mi pecho dificultó mi respiración, ya que, por un momento imaginé que, a pesar de todo, a Sasha no le gustaba su aspecto y menos cuando tenía enfrente a un hombre tan guapo y sexi como mi amigo, lo que la llevó a avergonzarse.

Yo no era la única que cambió ese año fuera de Estados Unidos, Jacob también, y para bien. Tenía el cuerpo más musculado y su mandíbula se afiló de una manera que acentuó su belleza masculina. Atrás quedó su rostro bello pero juvenil. Ya era más como el tipo caliente que se robaba las miradas de muchas, por más que intentaran no ver en su dirección, pues seguía siendo un nerd que intimidaba por el intelecto que exudaba.

—Lina dijo que vendría mi benefactora —comentó Sasha. Su voz fue suave, aunque no débil.

—Así es, es ella, Abigail Pride White —Sasha alzó la cabeza al escuchar mi nombre y el reconocimiento brilló en sus ojos.

Me cohibí y aterroricé al pensar en que ella podría saber lo que hice años atrás. Aun así, no me retracté y decidí que enfrentaría de una vez por todo mi pasado y sus consecuencias.

Durante todo ese tiempo me mantuve como una benefactora anónima, sin embargo, al pedir la oportunidad de visitar a Sasha tuve que dar mi nombre y no le vi ningún inconveniente en que fuera el verdadero porque no imaginé que Cameron diría quién era yo en realidad, aunque ya Thabi me había asegurado de que me mantendría como anónima en los registros de ayuda si es lo que deseaba, y le aseguré que sí.

—Eres la prima de Dasher. —El asombro en la voz de Sasha fue palpable y a duras penas conseguí sonreírle.

—Sí... —Carraspeé antes de continuar hablando, porque mi voz sonó ronca—. Nos conocimos en la fiesta de mis hermanos, hace tres años —proseguí, tanteando su reacción.

Ella sonrió con burla y me paralicé, aunque logré tomar la mano de Jacob en busca de apoyo y él me dio un leve apretón.

—No recuerdo nada de esa fiesta porque, aquí entre nosotros, llegué a ella muy drogada.

—Sasha —Thabi le llamó la atención y yo me quedé en shock.

Por eso... —El apretón en mi mano me hizo callar.

Jacob había intuido lo que diría y me detuvo antes de que terminara, pero era obvio que él pensó lo mismo que yo. La razón por la que Sasha tuvo la sobredosis fue porque ya estaba drogada antes de que yo le administrara más droga creyendo que era somnífero y si bien le di una dosis grande, la perjudicó con tal magnitud por lo que ella consumió por su cuenta.

—Thabi, ¿podrías hablarme un poco más sobre la clínica mientras ellas comparten un rato? —le propuso Jacob a la mujer para darme privacidad.

—Por supuesto, querido. Vamos —lo animó ella y a la vez me sonrió a mí—. Quedas en buena compañía —le dijo a Sasha y esta asintió.

Ambas la vimos marcharse con mi amigo, la mujer usaba tacos bastante altos que le dificultaban los pasos por el césped, por lo que Jacob le ofreció el brazo como apoyo y ella aceptó.

—Vaya, es todo un caballero —comentó Sasha mirando lo mismo que yo y sonreí.

—Cuando lo miran —solté, pensando en lo que Jacob me dijo la vez que me despidió en mi habitación, antes de que me fuera a Londres.

—¡Wow! Ahora entiendo por qué lo escogiste.

Miré a Sasha con sorpresa por lo que supuso, al comprender lo que yo quise decirle, y ella se rio divertida de mi reacción, el gesto la hizo lucir como la recordaba, aunque con más edad y sufrimiento recorrido.

—Él es mi mejor amigo —le aclaré—. Y antes de que digas algo, desistimos de la idea de ser ese tipo de amigos, aunque se nos pasó por la cabeza experimentar juntos.

—¡Oh, por Dios! —exclamó con emoción y me hizo reír.

Por un momento ya no me sentí nerviosa, todo lo contrario, la comodidad que ella me transmitía fue increíble. Nos acoplamos muy bien y de un rato a otro ambas terminamos sentadas en el césped del jardín, mirando hacia el edificio de tres pisos en color gris oscuro que conformaba la clínica. Me dijo que reconoció mi nombre porque Dasher hablaba mucho de sus primos y me reiteró que no se acordaba de aquella fiesta cuando le comenté que nos conocimos allí. Por supuesto que Dash nunca supo que Sasha llegó drogada, ya que era la primera vez que lo admitía. Y cuando la confronté por no decírselo, aceptó abiertamente que se sentía avergonzada, pues le había prometido a él aprovechar su oportunidad al salir de rehabilitación, cosa que no pudo cumplirle.

Lo que sí me aseguró es que se encargó de que él no se sintiera culpable por lo que sucedió en la fiesta con respecto a ella y, a pesar de que supuestamente lo consiguió (lo que en realidad pasó fue que el rubio me culpaba a mí), Dasher insistió en ayudarle a sus padres con los gastos sin que Sasha lo supiera. Se enteró hasta meses después, cuando mi primo consiguió a benefactores para que hicieran sus donaciones y que estas cubrieran los gastos de su estancia en la clínica.

Y sí, quise decirle que me habría ahorrado muchos desprecios si hubiera tenido el valor de confesarle a Dasher en su momento cómo llegó a la fiesta, no obstante, me abstuve cuando analicé que únicamente estaba buscando excusas para lo que hice con ella, cuando la realidad era que así Sasha hubiese llegado ya con una sobredosis en proceso, yo cometí una violación en contra de la chica y la vida me la cobró el doble.

—Entonces... ¿tú y él se conocían desde antes que entraras a rehabilitación? —inquirí, hablando de años atrás.

—Me encontró comprándole droga a un chico en los baños masculinos del bachillerato. Yo estaba en primer año y Dasher en el último. Y ya sabes cómo es, mencionó que no le importaba si yo veía una polla imaginaria entre mis piernas, pero él aseguró sentirse cohibido por mostrarme la suya si no era en plan sexual.

Me reí porque definitivamente ese era Dasher.

Escuché atenta la historia entre ellos, de como fueron amigos antes de pasar a algo sexual, hasta que llegó al momento en que su adicción fue empeorando y necesitó ser internada, llegando al día en que salió de rehabilitación, pero que fue solo para cagarla de nuevo, ya que en una semana volvió a recaer y de la peor manera, pues casi muere.

—Eso fue mi culpa, no tuya ni de Dasher —solté interrumpiéndola y me miró sin comprender. Sentía mi corazón acelerado y que no podía respirar por esa verdad que se me atoraba en la garganta y necesitaba sacar de una buena vez—. Tú no lo recuerdas, pero estuviste un rato conmigo en la habitación de mi hermano y yo puse algo en tu bebida que te prometo que no sabía que era droga en realidad —continué y Sasha siguió sin reaccionar—. Yo te provoqué esa sobredosis, fui yo quien te hizo recaer de esa manera y por eso he querido verte desde hace mucho, para pedirte perdón. Sin embargo, nunca encontré el valor hasta hoy.

Ahí estaba, al fin había vomitado esa declaración que me estuvo intoxicando durante tres años. Una culpa que por mucho tiempo me torturó, en el día como pensamientos y en la noche en forma de pesadillas.

La reacción de Sasha en ese momento fue bufar una risa y mirar hacia la clínica, donde más personas internadas interactuaban con otras en actividades o simplemente por pasar el rato. Yo me quedé esperando por su reclamo, lo hice durante un minuto, luego dos, tres...

—¿Por qué me miras tanto? —preguntó la chica luego de cinco minutos y la incredulidad bañó mi rostro.

Yo seguía esperando que reaccionara mal, que me gritara o incluso intentara golpearme.

—Porque acabo de decirte que fue mi culpa que recayeras años atrás, Sasha. Sin saberlo te drogué cuando acababas de salir de rehabilitación —dije con enojo, queriendo que me gritara porque no entendía su reacción tan tranquila y me abrumaba.

Sobre todo, al estar acostumbrada al odio de Dasher por lo que hice.

—¿Sabes cuántas veces estuve en rehabilitación antes de tu locura? —preguntó divertida y me tomó de las manos haciendo que soltara el aire retenido, dándome por vencida con ella.

—No se trata de si estuviste antes o no, sino de que por mi culpa regresaste.

—Si no hubiera sido por ti, hubiese sido por mí o por alguno de mis amigos, Abigail —explicó y la miré estupefacta, dejó ir mis manos y me las llevé al cuello para aliviar un poco la frustración que sentía—. No tienes que pedir perdón solo por adelantar mi regreso a la clínica esa vez —añadió y abrí los ojos de manera desmesurada.

—Un poco más y te mueres, Sasha —le recordé y volvió a reír con ironía.

—Para mi mala suerte no pasó —susurró y negué—. Odio mi vida, pero no soy capaz de quitármela y me odio más por eso.

—Si hubieses muerto jamás me lo habría perdonado y menos Dasher. Tus padres sufrirían el perderte porque te aman demasiado.

—¿Y qué te hace creer que son felices ahora? —inquirió a la defensiva—. Que me tengan metida aquí no significa que ya estoy curada, simplemente porque no me siento bien cuando estoy lúcida, Abigail. Para dejar las drogas necesitas querer dejarlas y yo no quiero, jamás he querido, así que vives con un remordimiento absurdo hacia mí porque no te culpo y jamás lo haré. El estar aquí solo evita que mis padres vayan a recogerme en donde sea que me quede. —Tragué con dificultad al escucharla.

Y no me sentí mejor si es que era lo que buscaba con su declaración, al contrario, en ese momento ya no quise ayudarla solo por sentirme culpable sino también porque quería sacarla de ese mundo, verla limpia, bien y feliz sin necesidad de estupefacientes que le envenenaran la vida.

Le pedí que me hablara un poco de ella y de cómo llegó a adquirir esa adicción y aseguró que, únicamente porque le caía bien lo haría, cosa que me hizo reír. Me confesó que recordaba su infancia como una etapa mágica.

Se recordaba feliz.

—Creo que había idealizado el lugar del que venía, mi mundo seguro durante los primeros años de mi vida —dijo con nostalgia e ironía.

Cuando tenía diez años sus padres decidieron comenzar una nueva vida y se mudaron a Richmond desde Texas, a ella tal cosa no le sentó bien y no lo supo expresar en su momento, se sintió enfadada con sus padres por hacerle eso y una profunda tristeza la embargó.

Durante el primer año de escuela se negó a hacer amigos, ya que extrañaba a su mejor amiga, pero no lo expresó y se limitó a mantenerse al margen. Nadie, ni ella misma identificó que estaba mal y no supo adaptarse a su vida, esa fue su historia constante. Al ver que esa estrategia no le funcionó para convencer a sus padres de volver a Texas, decidió cambiarla años después y comenzó a mezclarse, aunque en ese entonces lo práctico para encajar era fumar porros y pronto pasó a los alucinógenos y pastillas. Se metió en la cabeza que no podía permitirse estar triste y quiso cubrirlo con drogas.

Tiempo después conoció a un chico que también estaba metido en ese mundo hasta el cuello y con él comenzó a inyectarse cocaína y heroína que, según sus propias palabras, la llevaban a un estado de bienestar y placer que no encontraba en el mundo real. Su novio murió un año antes de conocer a Dasher debido a una sobredosis, pero eso en lugar de provocarle miedo y hacerla reflexionar, la hundió más, ya que prefería la inconciencia antes de aceptar que lo perdió gracias a la adicción de la que ambos eran esclavos.

En un año estuvo en dos clínicas distintas y aceptó internarse no porque admitiera que tenía un problema, sino porque quiso hacer "felices" a sus padres, pero la ponzoña de las drogas ya le había llegado a la médula y no estaba dispuesta a dejarlas.

Eso me dolió mucho.

—En serio agradezco todo lo que haces por mí y mis padres, también a Dasher, pero de corazón te digo que no servirá de mucho —admitió sincera y negué.

Todavía no conocía a los señores Ray en persona, pero parte de mi ayuda económica fue destinada a las cuentas de ellos para que salieran de sus deudas de hospital, luego del ingreso de su hija tras la sobredosis. Sasha lo supo porque Dasher le comentó que no ayudó solo a sus padres y eso me tomó por sorpresa, aunque no dije nada sobre ello y me limité a agradecerle cuando aseguró que ella también mantendría mi anonimato si era lo que deseaba.

—El que estés aquí por darle gusto a tus padres, me demuestra que quieres hacer algo bueno por tu vida, Sasha —dije y me atreví a ser yo quien le tomara la mano esa vez—. Y te admiro como no te haces una idea porque, aunque no lo creas, te considero una luchadora —añadí sincera y me devolvió el agarre junto a una sonrisa triste.

Ella de verdad no se creía capaz de dejar las drogas, pero yo me aferré a que sí y le dije todo lo que podía lograr sin necesidad de esa adicción, y sin mentirle, ya que, a pesar de que no sería fácil; que el mundo muchas veces podía ser una mierda y que no siempre obtenías lo que querías, había pequeños lapsos de felicidad por los que valía la pena luchar.

—Eres una tonta al creerte culpable de lo que me pasó —quiso excusarme y fue sincera, pero yo sabía ver la realidad—. Sin embargo, si te hace sentir mejor entonces puedo asegurarte de que te perdono, Abigail, y siempre te agradeceré por lo que haces por mí. Tú y Dasher son la recompensa que la vida les dio a mis padres después de enviarme a mí por error.

—No digas eso, Sasha —la reprendí y rio.

Enseguida de eso tiró de mí hacia ella para abrazarme con fuerza, un gesto que me reconfortó de una manera que no podía explicar.

—Te prometo que, si me vienes a ver cada vez que vuelvas al país, entonces voy a luchar por dejar esta mierda —propuso y la miré entrecerrando los ojos, cosa que la hizo reír. En nuestra charla le comenté que ya no vivía más en Richmond y que me regresaría la siguiente semana a Londres, por eso utilicé mis medios para conocerla, a pesar de que no tenía permitidas las visitas.

—Hecho —acepté y sonrió complacida.

Sasha era una chica preciosa, aunque delgada y demacrada por la adicción, de ojos marrones y tristes; tez blanca y complexión alta; tenía toda una vida por delante y con el corazón deseé que lograra salir de ese mundo oscuro.

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—¿Tan malo fue ese chico cumpliendo tu fantasía? —Sonreí al escuchar a Michael detrás de mí.

Me encontraba en la piscina de casa, con los pies metidos en el agua. Habíamos llegado horas atrás y me fui directamente a la habitación de Daemon para sacarlo de ahí y que entrenara conmigo, pues necesitaba distraer mi cabeza, dejar de pensar en mi visita a Sasha porque, aunque fue productiva y satisfactoria debido a que por fin solté mi verdad y recibí su perdón, también me provocó un dolor sordo en el pecho y no dejé de pensar en por qué fue tan fácil para ella perdonarme, pero no para Dasher.

Y no quería dejarme consumir por esos pensamientos, menos en un momento donde Essie era lo más importante, no mis traumas ni lo que fue o no pudo ser. No obstante, cuando noté la intención de mi hermano sobre preguntarme qué me sucedía, porque por supuesto que él notó que algo no andaba bien, fingí cansancio y le pedí que paráramos. Tras eso hui a mi habitación a tomar una ducha, aunque en cuanto las interrogantes en mi cabeza intentaron apoderarse de mi poca tranquilidad una vez más, me conduje a la piscina y traté de meditar un poco.

—¿Por qué deduces que fue malo? —Miré sobre mi hombro a Michael y lo encontré con las manos metidas en los bolsillos delanteros de su pantalón.

En el camino hacia la estación de gas, Jacob y yo hablamos de cosas triviales, aunque ya nos habíamos prometido que nos reuniríamos para charlar bien sobre nuestra visita a la clínica. Sin embargo, cuando me quedé solo con Michael en el coche no volví a hablar y me centré en recordar todo lo que pasó con Sasha.

—Siempre estás feliz tras un encuentro con Jennifer, pero no puedo decir lo mismo de este que has tenido con Jacob. —Regresé mi mirada hacia el agua cristalina de la piscina, balanceando las piernas y tratando de no sonreír por su señalamiento—. No me digas que te ha pegado el sentimiento de culpa, porque de ser así, olvídate de hacerlo en una iglesia.

Solté un leve sonido al reírme esa vez.

Sabía que Michael estaba más cerca de mí, pero seguía de pie y se mantendría así. Lo conocía a la perfección como para asegurar que, aunque se preocupara por mí como amigo, él se comportaría toda la vida como mi guardaespaldas.

—Aunque creas que es un caballero inexperto, Jacob sabe cómo ponerme una sonrisa en el rostro y mantenerme así por mucho tiempo. —Defendí a mi mejor amigo con la necesidad de que Michael supiera que sabía complacerme, aunque nada tuviese que ver lo sexual.

—Entonces fue Sasha Ray quien no estuvo a la altura de ese trío. —Giré la cabeza con tanta brusquedad al escucharlo, que sentí un tirón en mi cuello, pero no le di importancia al leve dolor porque lo que Michael acababa de soltar obtuvo mi total atención.

—¿Qué hiciste? —exigí saber.

—Mi trabajo, cariño —puntualizó, llamándome de nuevo con ese mote.

Comenzó a llamarme cariño siempre que intervino en alguna de mis discusiones con misóginos imbéciles. La primera vez me emocioné, pero luego entendí que lo hacía para no dar a conocer mi nombre; la única vez que lo utilizó en un contexto diferente fue cuando pasó lo de Essie y en ese momento.

—¿Qué averiguaste? —Mi voz sonó un poco estrangulada por el miedo de que lo supiera todo y su mirada se suavizó al notarlo.

—Que eres benefactora en esa clínica y la apadrinas a ella. —Su respuesta fue muy segura, pero algo me decía que no era todo lo que supo, aunque sí quiso dejar por sentado que esa parte era la única importante para él.

La presión en mi pecho desapareció y el alivio se sintió cálido en mi piel, incluso me quemó las mejillas y aumentó la temperatura en las palmas de mis manos haciéndolas sudar. Era increíble cómo el miedo y la preocupación nos cortaba la respiración y congelaba, y no sentirlo hasta que la tranquilidad llegaba de nuevo.

—¿Me crees una mala persona? —pregunté tomándolo por sorpresa.

Caminó hasta pararse a mi lado, sin perder su postura de guardaespaldas, y me miró a los ojos.

—¿Por ayudarle a una chica a pagar su estancia en rehabilitación? —Bajé la mirada al no poder sostener la suya, pues me estaba dando la oportunidad de mentirle, pero no lo sentí correcto, aunque tampoco era capaz de decir la verdad mientras mantenía mi mirada grisácea imantada a la oscuridad de sus ojos.

—¿Puedo contarte mi versión? —pregunté y se mantuvo en silencio un momento—. Porque sea la que sea que tú sabes, no es desde mi perspectiva, aunque el resultado sea el mismo.

—¿Te apetece una caminata por el bosque? —propuso de pronto y lo miré—. Si vas a contarme algo, no quiero sentir que lo haces solo porque te he atrapado, aunque tengas la seguridad de que jamás te delataría, Patito —replicó y tragué en seco, sintiendo que mis ojos ardieron—. Tus secretos son tuyos y los protegeré como tal, te lo prometo por mi vida.

Me mordí el interior de la mejilla para no soltar un par de lágrimas, sintiendo que en ese momento lo que Michael hizo en realidad fue prometerme que sería mi cómplice para toda la vida. Eso me dio la tranquilidad de que le contaría mi secreto a la persona indicada para terminar de liberarme de él y de todo lo que tuve que arrastrar durante años.

Aunque también haríamos un pacto irrompible.

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Este es un capítulo tranquilo, pero muy necesario para que comprendan cómo fue que se formaron ciertos lazos que algunxs creían inexistentes, cuando siempre fueron muy claros.

Hay personas que llegan a tu vida como un vendaval y que desestabilizan todo en lo que crees, quienes dejan en ti una marca imborrable e insuperable. Y existen otras que son como una gota de agua cayendo sobre una piedra constantemente. Y cuando te das cuenta, ya se han colado hasta tus huesos.

En fin, me puse melancólica :-)

Por cierto, hoy habrá capítulo doble. Así que voten mucho por este ;-)

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