CAPÍTULO 14

Al día siguiente, cuando me encontré con Michael, intuí que él sabía lo que sucedió entre Jenny y yo; no hubo necesidad de palabras o declaración alguna, su mirada y la manera en la que observó a la rubia cuando esta se acercó a mí y me tomó de la cintura (para avisarme que irían a desayunar), fue suficiente para confirmarle lo que pudo haber escuchado.

Aun así, quise confirmarlo.

—¿Hiciste tu guardia?

—La pregunta sobra —me respondió en tono seco—. Sabes que sí.

Jennifer se había adelantado con Larissa, y los demás, al restaurante para tomar el desayuno antes de partir a la última excursión que haríamos por los bosques del santuario. Larissa sufría una resaca del demonio (igual que Mark) y esa mañana despertó ignorando lo que hicimos en la sala mientras ella dormía.

—¿Nos viste? —Michael carraspeó al escuchar la pregunta y yo tragué en seco—. ¿O solamente escuchaste?

Era suficiente que confirmara que sí hizo su guardia, pero hubo algo en mi interior que me llevó a seguir indagando.

Te escuché. —Hizo demasiado énfasis en su respuesta, como queriendo dejar claro que yo fui la del escándalo.

—¿En qué momento? —seguí, escondiendo una sonrisa.

—¿Es necesario para ti saberlo? —Alcé una ceja.

Era consciente que a él le incomodaba mi interrogatorio, pero no más que a mí el saber que, por órdenes de mis padres y por el peligro que podría correr, debía estar cerca siempre y con eso expoliarme de mi privacidad.

—¿Desde qué momento me escuchaste? —insistí y él apretó la mandíbula.

—Desde el primer gemido que soltaste —concedió y sentí que mis mejillas ardieron.

Enseguida de eso enlazó su mirada a la mía al notar el leve tambaleo que tuve con mi actitud, pero no estaba decidida a ceder más, por lo que alcé la barbilla, indispuesta a perder esa pequeña batalla.

Mi primer gemido había sido cuando Jennifer me tocó con los dedos, ambas todavía de pie. En otras palabras, él sí fue testigo de todo mi encuentro con la chica, lo cual, aunque me impresionó, también preví.

—Y decidiste quedarte —satiricé únicamente por chincharlo, aunque no lo dejé responder—. ¿Te molesta que me haya involucrado con ella?

Mi pregunta se debió a que ellos se acostaron antes y era posible que Michael sí quisiera repetir su encuentro con Jennifer, pero no podía permitírselo, por lo que al final, terminé metiéndome en su aventura.

—Si lo dices por lo que pasó entre ella y yo, la respuesta es no, Abigail, no me molesta. Lo de nosotros fue un acostón y ya —zanjó con seguridad y eso me quitó un peso de encima—. Ahora, si me quedé fue porque sabes que es mi deber y entiendo que sea una mierda que no tengas la privacidad que mereces, pero...

—Es un precio que debo pagar por ser hija de quien soy —terminé por él lo que ya me sabía de memoria y asintió.

Tenía claro eso, lo confirmé dos días después de que Michael irrumpiera en la habitación del apartamento de mis abuelos y advirtiera que debía acostumbrarme a su presencia hasta en momentos tan íntimos.

Le había escrito a Daemon para contarle, tergiversando un poco la historia de lo que me pasaba con Michael, y mi hermano me explicó que le sucedía lo mismo, que Aiden también lo vivía. Y, para que tuviese todo mejor explicado me proporcionó el número telefónico de Sadashi Kishaba, la guardaespaldas de su gemelo, y no dudé en llamarle.

Cabe destacar que a ella le tomó por sorpresa que yo me pusiera en contacto para pedirle información sobre el trabajo que hacían con nosotros y al principio hasta supuso que me estaba tomando atribuciones que no me correspondían, ya que, en sus palabras: solo se reportaba con mis padres, con nadie más.

Cazzo.

Ya tenía conocimiento de que la chica era bastante pesada y egocéntrica, pero estaba acostumbrada a lidiar con Daemon en sus peores días (quien tendía a ser así), por lo que no me asustó y al final le hice entender que lo único que quería era familiarizarme más con lo que yo me encontraba viviendo, y que era nuevo para mí.


—Nada tiene que ver que seas mujer u hombre. Nosotros estamos para protegerlos sin importar el género o la circunstancia.

—¿Has estado en los momentos íntimos de mi hermano? —le pregunté luego de analizar que me respondería sin problema.

Aunque en ese momento carraspeó, dudando de lo que diría.

—¿A qué te refieres con sus momentos íntimos? —refutó y me reí porque capté el nerviosismo en su voz.

Ya sabía que Aiden consiguió meterla en sus juegos, o más bien, meterse entre sus piernas, pero ninguno hablaba de eso de manera abierta, menos ella.

—No a ninguno que te incluya a ti con él —aclaré sin esconder mi diversión y Sadashi se quedó en silencio—. Me refiero a si has tenido que presenciar sus encuentros sexuales con otras chicas.

—Más veces de las que me gusta recordar —reviró con un poco de hastío.

Comprendí que cuidar a mi hermano no tenía que ser fácil para ella con lo sátiro que era Aiden. Aunque Daemon me había dicho que escuchó que su gemelo se estaba calmando últimamente, por lo que ambos dedujimos que Sadashi tenía todo que ver con eso.

—Y no porque tengamos complejo de acosadores, sino porque en momentos íntimos es cuando nos volvemos más vulnerables. —Prosiguió Sadashi y la escuché atenta—. Así que, para que ustedes puedan disfrutar, nosotros debemos mantenernos atentos y cuidar sus espaldas, sobre todo cuando intiman con personas de las cuales no sabemos sus procedencias, pues bien podrían ser enemigos disfrazados de amantes.

—¿Ya ha pasado? —indagué llena de curiosidad.

—No en nuestra sede —dijo orgullosa—. Pero en la de Washington uno de los hijos del líder resultó muy malherido porque se negó a mantener a su guardaespaldas cerca mientras estaba con alguien. Por lo que comprenderás la razón de que tus padres nos exijan protegerlos en todo momento, sin excepciones.

Merda —resollé.

—Puedo solicitar que una compañera releve a Anderson si lo que te incomoda es que él sea hombre. —Abrí los ojos con sorpresa ante su propuesta.

No me lo esperaba ni tampoco pensé en esa posibilidad.

—¿Hay alguien mejor que él para sustituirlo? —inquirí.

En el fondo deseé que su respuesta fuese negativa, pero igual hice la pregunta porque negarme en redondo a su propuesta se prestaría probablemente a que pensara mal.

—Todos somos únicos y ninguno se nos iguala, pero podría haber alguien capacitado para tomar su lugar —respondió.

En ese momento pensé en todo lo que había vivido con Michael, en la confianza que nos teníamos, dejando de lado mi atracción por él y dándole énfasis a nuestra conexión. Y sí, no olvidaba lo mucho que ambos nos sacábamos de nuestras casillas, pero eso era parte de lo que nos conectaba más.

—¿Quieres que lo haga? —La voz de Sadashi me hizo regresar a nuestra llamada.

—No, déjalo así —respondí sin dudar—. Ahora que he hablado contigo comprendo mejor que tienes razón.

—No te lo tomes personal —solicitó—. Además, Anderson es uno de los miembros más serios e intachables de Grigori y créeme, a diferencia de mí, él jamás te habría aceptado que ha presenciado los momentos íntimos de Aiden en el caso de que fuera su guardaespaldas y no el tuyo, y si se lo hubieses preguntado.

—¿Quieres decir con eso que tú eres una cotilla? —bromeé y bufó una risa.

—No, te lo acepté a ti porque entiendo tu confusión. Pero tienes mi palabra de Sigilosa que, así nosotros nos convirtamos en una extensión de ustedes al cuidarlos, tus secretos siguen siendo tuyos y los cuidamos como si fuera nuestra propia vida. Quien no lo hace recibe su castigo.

La seguridad en su voz no me dejó dudar en lo que dijo.

—Gracias, Sadashi —ofrecí con un peso menos en mis hombros—. Y, por cierto, no me gustaría que mis padres o hermanos sepan esto, no quiero que se preste a malentendidos y Michael salga perjudicado, por lo que sabré agradecer tu silencio.

—De nuevo, tienes mi palabra de Sigilosa —reiteró.

Ella era igual que Daemon en muchos sentidos, por lo que sabía que ambos me guardarían el secreto (mi hermano no supo las cosas como Sadashi, pero le hablé de mi inconformidad), fuera Sigilosa o no.


—Un precio que debes pagar para seguir viviendo tu vida como quieras —refutó Michael, regresándome a nuestro momento.

—¿En serio? ¿Puedo seguir viviendo como quiera? —cuestioné y él me miró con curiosidad.

—No reporto nada de tu vida íntima, Abigail, solo que sea sospechoso o te ponga en peligro —me recordó—. Así que puedes vivir como quieras.

—¿Y si quiero una aventura con Jason? —Lo probé.

Su mirada oscura se mostró inquisitiva, él sabía que lo estaba probando, pero también era consciente de que su respuesta podría provocarme a mí.

—No estoy aquí para ser tu chaperón. Únicamente para protegerte, ya me ha quedado claro y me disculpo contigo por los corajes que te hice pasar al entrometerme en lo que no me importa.

Las cejas casi me rozaron el nacimiento del cabello de tanto que las alcé al escucharlo, pues nunca lo esperé.

—Disculpa aceptada —dije sin embargo y él asintió—. Ahora ¿puedes decirme qué sucedió ayer para que no estuvieras en la noche de leyendas? Porque yo no me creo eso de que la encargada te pidió un favor.

—Conque ya no solo eres un Patito lujurioso sino también uno entrometido —me chinchó y abrí mucho los ojos por los apelativos con los que acompañó mi apodo.

—¿Cuándo comencé a ser un Patito lujurioso para ti? —solté con curiosidad y él sonrió de lado.

—Desde aquella vez en el apartamento de tus abuelos —respondió y, a pesar de que sonreí sentí que la vergüenza tiñó mis mejillas, pero no tuve tiempo de darle atención a eso porque él dio un paso más cerca de mí y tras eso se inclinó para susurrar en mi oído—. Y subiste de nivel cuando desarrollaste esa adicción por comprar y probar todos los juguetes sexuales que ves en internet.

¡Oh, porca puttana! Cómo odio que revises mis paquetes —gruñí alejándome de él.

El maldito estaba sonriendo triunfante y no pude más que darme la vuelta para dejarlo ahí, disfrutando de esa pequeña victoria que obtuvo, ya que, a pesar de sentirme un poco más desinhibida, Michael todavía podía llevarme a un punto vulnerable.

Pero trabajaría hasta vencer eso.

____****____

Las semanas fueron pasando y con eso mi aventura con Jennifer avanzó hasta que llegamos a un punto en el que ella recibía tanto como me daba, ambas manteniendo claro que únicamente nos estábamos divirtiendo.

Al cumplir los tres meses en Sierra Leona regresamos a Londres, dando por finalizada esa etapa, aunque a la espera de un destino más que nos tomó por sorpresa, pues no estuvo en el itinerario principal: Francia, un país en el que haríamos un voluntariado con los inmigrantes procedentes de países hispanohablantes y Portugal, pero para eso todavía había tiempo, así que nos incorporamos a las clases presenciales en la universidad.

—Te está quedando increíble —halagó Jennifer.

La rubia despampanante se hallaba en mi cama, en la habitación que ocupaba en la residencia del campus. Todavía seguía desnuda, se había dormido un rato luego de nuestro encuentro sexual mientras que yo decidí trabajar en mi proyecto: una presentación de las mejores imágenes que había captado en el voluntariado.

—Todavía tengo que trabajar en algunas imágenes, pero ya casi está listo.

—Vaya, quien podría imaginar que la chica caliente de la clase también es un cerebrito. —Rodé los ojos por cómo me llamó, pero también reí.

Habíamos escuchado que susurraban esas cosas de mí debido a que, en las fiestas a las cuales asistíamos, siempre tenía la oportunidad de flirtear con las personas, aunque no me acostaba con nadie más que con Jennifer, ya que, ninguno con los que me crucé me llamaba la atención para eso, pero sí para jugar, siempre dejando claro que mis intenciones no eran de ir más allá.

En la última fiesta que hicieron en la fraternidad de Mark y los otros, a Jennifer le dio por enseñarme lo que era bailarle a un chico porque disfrutaba de gustarle, pero sin llegar al sexo. Terminé por superarla y como recompensa, le conseguí a mi compañero un buen polvo con otra chica a la cual también seduje por medio del baile.

—No es mi problema que los demás crean que las neuronas solo me sirven para follar —reviré.

—Y vaya que follas bien —soltó ella con la voz llena de satisfacción, haciéndome reír.

Larissa sabía de la aventura que teníamos Jennifer y yo porque compartíamos habitación, la cabrona incluso se atrevió a burlarse de mí diciendo que, ya que no podía follar con Michael, decidí probarlo a través de la rubia.

—Sube el volumen —le pedí a Jennifer cuando Genius de Sia comenzó a reproducirse en su móvil, en el cual había mantenido música desde que llegó a mi habitación.

—Comienzo a creer que es tu himno.

—Lo es —aseguré y tras eso comencé a cantar a todo pulmón, para darle énfasis a mi declaración y ella rio.

—¿En serio crees que solo un genio podrá amarte? —indagó curiosa y solté un suspiro bastante intenso.

A mi cabeza llegaron muchas cosas como recuerdos, añoranzas, deseos todavía no cumplidos, objetivos y más.

Era consciente de que yo no sería una mujer fácil de amar, no lo había sido desde que descubrí el amor y menos en esa etapa que estaba viviendo, en la que quería seguir experimentando todo de lo cual me privaron por protegerme. Y, para ser sincera, después de la atracción no correspondida que viví por Michael, terminé de aceptar que lo mejor era vivir sin buscar lo que no se hizo para mí.

—Sí —le respondí a Jennifer—. Así que voy a disfrutar mi vida hasta que nazca uno y me encuentre.

—Me habría gustado acompañarte hasta que eso pase. —Sentí la tristeza en su voz y la miré. Ella regresaría a Alemania, su país natal, en unas semanas, así que prácticamente estábamos viviendo nuestros últimos días de aventura—. Voy a extrañarte —añadió.

Me puse de pie para volver a la cama y me subí acomodándome entre sus piernas.

—Te daré más motivos para que me extrañes —susurré sobre su boca y le mordí el labio inferior en cuanto sonrió.

Seguí jugando de esa manera hasta que llegué a su sexo y en minutos ya se lo estaba devorando, obligándola a morder la sábana para que sus gemidos no se escucharan desde el pasillo.

Yo también la extrañaría y mucho, aunque no se lo demostraba porque últimamente parecía que mis sentimientos se habían bloqueado y no podía mostrar más que empatía en situaciones que lo ameritaban, o el deseo sexual. Por esa razón, en lugar de aumentar su tristeza decidí hacer que la olvidara y cuando la vi sonreír satisfecha, horas más tarde, confirmé que lo conseguí.

—Respira hondo, Estrellita —le ordené a Essie por la noche mientras hacíamos una videollamada.

Ella trató de hacer lo que pedí, pero los sollozos no le daban tregua por más fuerza que hiciera para retenerlos.

Merda.

Por la tarde aseguré que mis sentimientos estaban bloqueados hasta que mi prima me llamó y comenzó a llorar de esa manera gracias a que ya era oficial que Izan regresaría a Italia con sus padres, y por más que el chico trató, no los convenció de que se quedaran más tiempo. Así que la ruptura entre ellos sería inevitable.

Odio sentirme así —Su voz era gangosa por las lágrimas que la atragantaban—. Odio que a pesar de que me lo dijo con antelación, no pueda aceptar que lo nuestro tendrá fin.

—Yo sé que a muchos les parece tonto, cariño, pero no se den por vencidos tan pronto e intenten con la relación a distancia —recomendé porque odiaba verla así.

En mi interior tenía claro que nada funcionaría de esa manera, pero al menos les daría tiempo para que el golpe de la ruptura no fuera tan doloroso como lo estaba siendo en ese momento.

Izan quiere eso, pero no nos hagamos tontas, tanto él como nosotras sabemos que no servirá —espetó.

Quise reírme, pero no de ella sino por su astucia, pues no se dejó embaucar por lo que dije.

—Sé que no servirá de nada, pero al menos ustedes tienen claro que no terminarán por falta de amor, sino más bien porque se aman demasiado y prefieren dejarse libres antes que manchar lo que construyeron con mentiras o engaños.

No, no sirve de nada, Patito. Duele igual o más —aseveró volviendo a llorar.

Me sentía pésimo no estar ahí con ella para ayudarle de alguna forma a que se distrajera y lo peor era que Jacob tampoco podía darle la atención que como mejores amigos se daban, debido a que él todavía se encontraba lidiando con la depresión de su mamá, siendo un apoyo incondicional también para su padre. Por esa razón Essie evitó llamarle y optó por comunicarse conmigo.

En ese momento las cosas habían dado la vuelta, pues yo era el punto medio entre ambos, la única que de alguna manera podía distraerlos un poco (así fuera por llamadas) o escucharlos para que se desahogaran y deshicieran de todo lo que los estaba dañando.

Después de ser quien los necesitó en mis problemas y dramas, era yo la que estaba para ellos en sus dificultades.

—Por qué no vas a pasar unos días a Virginia Beach —propuse con la esperanza de que su hermano, o el mío, le proporcionaran las distracciones que yo no podía—. Vas a tener unos días de descanso, ocúpalos para ir a la playa o a conocer otros lugares.

Dash está pasando demasiado tiempo entre su trabajo y Bárbara —me recordó y sentí cosquillas en el corazón—. Y no me apetece ser la quinta rueda.

Era increíble cómo la conformidad también podía doler o incomodar, al menos yo sentía ambas emociones cuando ella de vez en cuando, y por casualidad, mencionaba la relación de su hermano con esa chica a la cual no conocía, pero que igual no me era grata.

—Pero está Aiden y sabes que a él le encanta pasar tiempo contigo. —Decidí dejar lo que experimenté de lado porque ese momento no se trataba de mí, sino de ella.

Él también está con Sadashi —reviró Essie llorando con más intensidad.

Cazzo.

Era verdad, mi hermano y su guardaespaldas al fin le habían mostrado al mundo que estaban en algo y la última vez que hablé con él, me demostró lo loco que lo tenía esa asiática, tanto, que ni siquiera le importó que yo lo jodiera con mis bromas de que Sadashi era el hombre de la relación.

Aiden no tenía una masculinidad frágil, fui testigo de ello. Y sí, su novia podía ser una gruñona con tendencias de marimacho gracias al mundo en el que se crio, pero mi hermano era dominante cuando se lo proponía, a pesar de que la mayor parte del tiempo era un romántico empedernido con estilo propio. Así que, definitivamente él era el hombre de la relación en todos los sentidos.

—Pero a diferencia de Dasher y su novia, Aiden y Sadashi viven juntos, tienen tiempo de sobra, por lo que estoy segura de que no se molestarán por compartirlo contigo. Además, tu hermano también te extraña, Estrellita, y sé que estará feliz de que lo visites.

Sé que es un buen plan, pero...

—No lo pienses tanto, Essie. Y deja de permitir que tu tristeza se apodere de ti. Tú no eres así —refuté utilizando sus propias palabras, las que siempre me dijo a mí cuando me veía mal.

No era así hasta que me enamoré por primera vez, hasta que amé como amo a Izan. Hasta que lo perdí como lo estoy perdiendo.

Hice un puchero al verla soltar esas palabras con tanto dolor y lágrimas porque, en efecto, Izan era su primer amor, y uno muy intenso por lo que estaba viendo. Y por experiencia sabía que ella no lo superaría tan fácil y que habría noches en que le dolería más que en ese instante. Y podía jurar que el sufrimiento que les esperaba era bilateral, ya que, por lo poco que presencié entre ellos, ese chico la amaba igual o más que Essie a él.

Carajo.

Una vez más estaba comprobando lo mierda que era que tus decisiones dependieran de otra persona.

¿Podemos ir a tomar algo?

Le escribí a Michael rato después de haber terminado mi llamada con Essie. Al final la convencí de que fuera a visitar a los chicos a Virginia Beach, pero su estado me dejó un sinsabor que se negaba a desaparecer.

Estoy trabajando.

Stronzo —reviré porque su trabajo era yo. Aunque alcé una ceja y sonreí por su siguiente mensaje.

Invita a tu novia.

¿Celoso?

Mi sonrisa fue más grande luego de escribir esa pregunta.

Michael sabía que no teníamos etiquetas con Jennifer, que nos manteníamos como una aventura sin compromisos, pero a él le encantaba llamarla así siempre que podía.

Déjame hacer mi guardia tranquilo. Tengo a una rebelde que cuidar.

Me mordí el labio al leerlo. Desde que volvimos de Sierra Leona a él le había tocado que mantenerse en la clandestinidad para que ni Jennifer ni Larissa lo notaran siguiéndonos siempre que salíamos a alguna fiesta. Y admito que no le estaba haciendo el trabajo fácil, pues a veces me metía en peleas con algunos imbéciles que por creerse de los cotilleos que escuchaban por allí, creían que les abriría las piernas con las palabras guarras y asquerosas que me soltaban.

Más a Jennifer, siendo sincera, puesto que todos la identificaban como el prospecto perfecto para actriz porno y yo no toleraba que la ofendieran, así que la defendía siempre, sobre todo cuando ni ella ni Larissa lo notaban, pero Michael era quien terminaba las peleas por mí, ya que, el hombre aun sabiendo que podría patearles el culo a esas escorias, decía que no permitiría que yo me jodiera la manicura cuando él podía hacer el trabajo sucio por mí.

Y no, no me encantaba ser la rebelde que Michael aseguraba, pero me era inevitable quedarme de brazos cruzados cuando notaba (por mucho que Jennifer fingiera que no) que a ella le dolían esos comentarios soeces que le gritaban. Y ni siquiera lo hacían porque nos gustaba divertirnos o jugar a las seductoras con las personas que nosotras queríamos, y con el consentimiento de ellas, sino que simplemente por su físico.

Y yo la quería demasiado como para pasar por alto esas ofensas de misóginos descerebrados.

Anda, Micky. Te haré más fácil el trabajo si esta vez me acompañas.

Eso es chantaje.

¡No! Es un trato que nos conviene a ambos.

Y a ti ¿por qué te conviene?

Porque necesito un rato con mi amigo.

Abigail, no soy tu amigo. Soy tu guardaespaldas.

—¡Auch!

Ese mensaje me dolió más de lo que imaginé y por un largo rato me quedé con el móvil en la mano, mirando la pantalla sin mirarla en realidad.

Carajo, no olvidaba que seguía siendo una misión para ese hombre, pero... ¡Maldición! Pasábamos horas juntos en los entrenamientos que me seguía obligando a tomar, en las clases sobre estrategia militar que me impartía como parte de su rutina. Nos soltábamos bromas y disfrutábamos de expresarnos comentarios listillos, sin embargo, cada vez que mencionaba que éramos algo más que guardaespaldas y protegida, Michael se encargaba de bajarme de golpe de la nube, y sin piedad alguna.

Pero, por esta noche podría hacer una excepción.

Negué con la cabeza al leer su mensaje, era como si supiera que sus palabras me afectaron y quisiera enmendarlo. Bufé una risa y lancé el móvil en la cama.

Fottiti, stronzo —rezongué.

Respetaba que quisiera remarcar esa línea imaginaria que teníamos como límite, pero odiaba con todo mi ser que luego de hacerlo sintiera lástima por mí. Prefería que se mantuviera inmutable antes que hacerme sentir tan patética.

Vaya, tu propuesta me toma por sorpresa —dijo Mark luego de que volviese a tomar mi móvil para llamarle y proponerle que fuéramos a beber algo.

—Necesito la compañía de un idiota.

¡Mierda! Lo tomo, pero me ofende —aceptó haciéndome reír.

Por supuesto que no era un idiota siempre, por eso pensé en él para ir a tomar algo, ya que sabía que, a diferencia de Larissa, con Mark sí que olvidaría aquella sensación de tristeza y agonía que se instaló en mi pecho luego de mi videollamada con Essie, ya que el chico tenía esa habilidad para hacernos desconectar de la realidad y era lo que me urgía.

—Invita a Ángel y Louis si quieres —propuse.

Conque quieres un cuarteto, picarona —Rodé los ojos, aunque no me viera.

—Aprovecha la oportunidad de ligar más, conmigo presente —reviré haciendo acopio de un poco de narcisismo.

Lo escuché soltar una carcajada, pero no me desmintió, ya que en otras ocasiones habíamos comprobado que las chicas no tenían miedo de acercarse a ellos cuando era yo quien daba el primer paso con ellas. Por eso los tontos propusieron utilizarme de carnada.

Y por esa noche estaba encantada de serlo, a pesar de que yo solo quisiera un par de tragos y bailar un poco. No más.

____****____

Estaba preparándome un café y lista para ir a clases, una semana después de mi videollamada con Essie, cuando mi móvil me avisó de una llamada entrante. Al ver el número de mamá me preocupé un poco, ya que no solían llamarme tan temprano, en Virginia eran las cuatro de la madrugada y analizarlo puso mis nervios de punta.

—¿Mamá? —respondí con miedo.

Michael irrumpió en mi habitación en ese instante, él también hablaba con alguien y me miró con pena tras decir un «de acuerdo, señor». Me alegré de que Larissa haya tenido clases temprano esa mañana para no tener que darle explicaciones.

Amor, le hemos notificado al decano que viajarás de emergencia. —Ese fue el saludo de mi madre, su voz sonaba acongojada y los escenarios que llegaron a mi cabeza fueron los peores.

—¿Están bien? —pregunté preocupada.

Sí, cariño, pero necesito que viajes ahora mismo a casa. Confía en mí y no te preocupes —pidió y negué con la cabeza.

—Mamá...

Haz lo que te pido, Abby. Michael te informará algunas cosas en el camino y nosotros te explicaremos todo aquí —zanjó desesperada y me tensé. Ella solo nos hablaba así cuando estaba molesta, temerosa o afligida, y en ese momento no pude adivinar qué provocó su tono autoritario.

—¡Oh, mi Dios! ¿Qué está pasando? —susurré con la voz ahogada cuando mamá terminó la llamada sin un adiós y vi que Michael ya tenía mi maleta de emergencia en mano.

Él no me dijo nada, simplemente con un movimiento de cabeza me animó a caminar y al salir a la calle noté que más hombres nos esperaban en un coche negro y elegante. Micky era discreto a la hora de seguirme, pero en ese momento entendí que no era tiempo de discreciones.

—Por favor, dime qué está pasando —le pedí a Michael luego de que subiera a mi lado en el coche y empezáramos nuestro camino hacia un hangar en donde nos esperaba el avión privado de mis padres.

—Abigail, tu hermano Aiden se ha visto envuelto en un atentado —comentó y me giré para mirarlo a la cara, dándome cuenta de cómo intentaba mantener la calma.

—¿Está bien?

La garganta me ardió y el corazón se me aceleró al darme cuenta de lo que podría significar lo que dijo.

—Afortunadamente lo está —confirmó y sentí que el alma me volvió al cuerpo—, pero la señorita Essie Black se encontraba con él y según me informaron, a ella la han herido.

—¡Por Dios! ¡No! —exclamé y comencé a temblar sintiendo una agonía desquebrajándome por dentro—. Está viva, ¿cierto? —pregunté desesperada y ante su silencio y la manera en la que intentó evadir mi mirada, mis mejillas comenzaron a mojarse con las lágrimas que brotaron de mis ojos—. ¡Micky! ¡¿Está viva, cierto?! —chillé y lo tomé de las solapas de su saco.

Su mirada dubitativa me provocó más terror y lágrimas, me cogió de las muñecas y luego me llevó a su pecho para no tener que verme a los ojos y lo odié por eso.

—¡Madonna! ¡Esto no puede estar pasando! —sollocé con la voz ahogada por su pecho.

Essie y su sonrisa de sol junto a sus palabras listillas llegaron a mi cabeza como una cruel película que le echaba sal a mi herida. Era mi prima, la amaba como a mi hermana menor y la idea de perderla no solo me pareció estúpida sino también difícil de creer.

—¡Shhh! Calma, cariño, y no te pongas así. Hay mucha información que no manejo porque acaba de suceder —explicó Michael y sobó mi espalda cuando los espasmos del llanto no cesaban.

—Essie no...no puede morir —logré decir entre hipidos y me aferré a él como mi cable a tierra.

Pensé en mis peleas con ella, en su indignación por no haber cumplido mi promesa al viajar a Londres, en cómo me costó que me perdonara. Recordé su dolor por perder a Izan y en cómo la convencí de que visitara a su hermano para que se distrajera, únicamente para que sufriera un ataque.

—¡Oddio, Michael! Es mi culpa, yo la convencí de que fuera a Virginia Beach —confesé acongojada y él me tomó del rostro para que lo mirara a la cara.

Sabía que lo que sea que sucedió tuvo lugar en Virginia Beach porque tenía conocimiento de que ella se encontraba allí.

—No, Abigail. Esto no es culpa tuya, no digas tonterías —zanjó él y apreté los párpados para que las lágrimas que habían quedado atrapadas entre mis pestañas fueran libres—. Pronto estaremos en Estados Unidos y tus padres te dirán lo que necesitas saber, ¿de acuerdo? Ahora mismo solo tienes que ser fuerte —Negué con la cabeza por lo último.

No se podía ser fuerte ante el miedo de perder a alguien que amas. Ante la incertidumbre de que esa persona con la cual días atrás estuviste hablando, estuviese envuelta en una situación de la cual no había certeza de nada.

Me aterrorizaba la idea de no volver a verla ni escucharla, de no volver a pelear con ella o que me fastidiara con su actitud sabionda. Y el pavor fue tan fulminante que no pude hacer más que dejarme consolar por Michael y rogarle a la vida para que Essie siguiera viva y se recuperara de lo que sea que le hicieron.

No recuerdo ni en qué momento llegamos al hangar donde el jet nos esperaba y menos cuando ya estábamos en Estados Unidos. Lo único que recordaba era llegar a casa y a mis padres recibiéndome con terror y alivio en partes iguales, como si hubiese sido yo en el lugar de Essie.

—Esto es inaudito —musité restregándome el rostro con ambas manos cuando entré a mi habitación.

Siempre me imaginé volviendo a casa cuando terminara mis estudios y superara mi pasado, empoderada y feliz, jamás en esa situación; con el miedo y el sentimiento de que me faltaba alguien.

Me tumbé sobre la cama y dejé que las lágrimas siguieran saliendo de mis ojos, haciendo el recorrido por mis sienes hasta caer en el colchón. Acababa de terminar de hablar con mamá, papá me había recibido y consentido, pero enseguida se fue para hacerse cargo de todo mientras mi madre tenía la gentileza de ponerme al tanto con lo que sucedió.

—¡Abby! —Escuché a Jacob gritar afuera.

Habíamos llegado de madrugada, pero por obvias razones no dormí ni sentía cansancio físico. Eran las diez de la mañana cuando Jacob llegó, de seguro mi madre le avisó que estaba en el país para que me acompañara y apoyara.

—¡Es tu culpa! —le grité a Jacob cuando salté de la cama y le abrí la puerta.

—¡¿Qué demonios, Patito?! —se quejó en el momento que lo golpeé en el pecho y lo hice retroceder.

—¡Nada de esto habría pasado si tú no me hubieses detenido aquel día! —le reproché a mi amigo y sus ojos se abrieron demás, velados por el dolor y la tristeza de mi acusación.

No estaba siendo justa, era consciente de ello, pero mi dolor era tan fuerte, y la culpa todavía más, que terminé desquitándome con él, buscando una manera de desahogarme.

Por fortuna, Aiden estaba bien dentro de lo que cabía, al igual que Sadashi, pero mi prima había recibido una bala en la cabeza al interponerse entre mi hermano y uno de sus atacantes, cuando este último le disparó porque Aiden quiso impedir que se llevaran a la maldita de Inoha Nóvikova (y a Essie de paso) la malnacida que yo pude haber asesinado, la hija de puta que no solo jodió a Daemon, sino que también consiguió poner a nuestra Estrellita entre la vida y la muerte, y más cerca de esta última si éramos sinceros.

El odio descomunal que me embargó luego de que mamá me contara que secuestraron a mi hermano, su novia y nuestra prima, fue descomunal. Y deseé con todo mi ser tener a ese malnacido frente a mí para hacerle pagar lentamente por poner a Essie en esa situación.

Demian Sellers, miembro de los Vigilantes y familiar del actual líder de esa organización criminal, orquestó el secuestro para obligar a mis padres a entregarle a Inoha. Ellos cedieron porque no pondrían en más riesgos a los miembros de nuestra familia, pero el malnacido pretendió llevarse a Essie en su escape (luego del rescate), mi hermano no lo permitió y en la batalla nuestra prima fue la más perjudicada porque por proteger a Aiden se lanzó frente a él al percatarse del disparo.

Essie estaba entre la vida y la muerte por Inoha, por esa hija de puta a la cual yo pude haber matado si Jacob no me hubiese detenido cuando la ataqué por medio de la realidad virtual.

—¡Yo pude haber cortado de raíz este mal, pero me detuviste! ¡Me lo impediste! —continué reprochándole a Jacob y comencé a golpearlo en el pecho.

Él gruñó y me lo permitió, llorando junto a mí. Me dejó desahogarme hasta que estuvimos dentro de mi habitación y me abrazó con fuerza, sin darme oportunidad para que me apartara.

—Lo siento —suplicó entre el llanto—. Tienes razón, Abby. Es mi culpa, perdóname, por favor —siguió.

Esas palabras me rompieron más, me hicieron pensar en que también era mi culpa por convencer a Essie de ir a Virginia Beach. Si no lo hubiera hecho ella estaría bien en ese momento.

«Y Aiden muerto».

Me congelé ante ese pensamiento, dándome cuenta de lo jodido que era, pues odiaba y me dolía la situación de mi prima, pero también tuve claro que, si ella no hubiese protegido a mi hermano, él estaría muerto.

¿Por qué el universo conspiró de esa manera?

No quería que fuera Essie, pero tampoco Aiden. Siempre debió ser solo Inoha, nadie más.

Sin embargo, aquella vez Jacob me había detenido porque Cameron (su tío) se lo pidió, ya que, no quería que la tipa muriera en su guardia para que mis padres no lo culpasen ni castigaran por eso.

Mis padres, ellos la habían mantenido con vida, querían que siguiera siendo así, por eso la protegieron de cierta manera. Bueno, en realidad era mamá, papá ya había querido matarla o borrarle la memoria como tuvo que hacer Daemon para superarla, lo supe esa madrugada por ella y la pobre se sentía pésimo y culpable por dejarse guiar por su buen corazón en un mundo donde debía actuar con sangre fría para que no nos jodieran.

—No, Jacob —rogué al llegar a la conclusión de que me estaba dejando llevar por el dolor y la necesidad de buscar un por qué, cuando claramente lo que pasó, había sido obra del destino para enseñarnos una lección a todos—. Perdóname tú a mí, no eres culpable de nada.

—Sí, lo soy, has tenido razón.

—No —zanjé y lo tomé del rostro. Tenía los ojos rojos por el llanto, él también sufría por su amiga y encima no la estaba pasando fácil con la situación de sus padres—. Si es de señalar un culpable, mi dedo apuntaría a mamá, pero jamás me atreveré a hacer eso porque entiendo que ella también tuvo una razón para querer que esa hija de puta viviera. Y ya suficiente tiene con lo que está sufriendo —aseveré y me miró sorprendido.

—Esto es una mierda, Patito —soltó con voz lastimera y asentí de acuerdo.

Era una mierda reencontrarnos por esa razón, pero estábamos ahí, juntos de nuevo y afrontaríamos lo peor de esa situación como los mejores amigos que éramos, tomados de la mano, apoyándonos incondicionalmente y consolándonos porque los dos le habíamos fallado a Essie.

Y suplicábamos por una oportunidad para enmendarnos.


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Primer capítulo del año 2025.

Un año más que espero que esté lleno muchas historias de mi parte. Disfrútenlo y nos leemos el lunes, mi gente.

P.D. Sé que muchas ya quieren leer a cierto francés que nos tiene locas. Y la próxima semana podrán hacerlo ;-)

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