CAPÍTULO 12



No negaré que me puse muy incómoda al ver tal escena, pero traté de disimularlo y actué como si no hubiese pasado nada, ya que era ilógico que me sintiera así. Michael era mi guardaespaldas, llegué a creer que también mi amigo y continuaba siendo hombre, por lo que de alguna manera debí esperar a que buscara saciar sus necesidades fisiológicas y Jennifer consiguió darle lo que requería.

Fin del asunto.

—¿Está todo bien? —preguntó Mary mientras íbamos caminando a nuestra casa.

Asentí con la cabeza y le sonreí.

—Me siento un poco achispada, pero deduzco que se debe a que no estoy acostumbrada a ingerir alcohol —expliqué.

La casa quedaba a unas calles de la de los chicos y el vecindario era seguro, por lo que disfrutábamos de la corta caminata.

—Has sido bastante prudente al no excederte con ellos —comentó.

—No quiero una mala experiencia, únicamente buscaba relajarme un poco —aseguré.

Seguimos conversando todo el camino a casa en la que nos quedábamos, irónicamente, también con Jennifer, y agradecí que Mary no sacara a relucir lo que vimos antes de marcharnos de la fiesta. Ella era muy reservada y por lo mismo no hablaba de temas incómodos, cosa que me ayudó a no pensar más en lo que comencé a imaginar después de aquella escena.

—Abigail, ¿podemos hablar? —pidió Michael cuando llegamos a la casa.

Él nos sorprendió al habernos seguido, ya que cuando nos fuimos de la casa de Mark y los otros lo dejamos hablando con Jennifer, así que lo que menos esperaba es que estuviese ahí en ese momento.

—¿Puede ser mañana? —propuse al girarme para verlo, sintiendo la mirada de Mary en nosotros—. Ahora mismo siento los ojos demasiado pesados gracias a esos tragos que ingerí —respondí haciendo acopio de mi mejor tono.

Uno demasiado amable.

—¡Maldición! Creí que solo yo me sentía así —comentó Mary, alivianando un poco la tensión que sentía—. Descansen, chicos. Nos vemos mañana —se despidió sin esperar a que dijéramos algo y odié que me dejara en la puerta de entrada con Michael cuando casi se fue corriendo.

Madonna.

—Descansa —me despedí yo también de él y me di la vuelta con la intención de entrar.

—Siento mucho lo que viste e imaginas —Fruncí el ceño al detener mi paso y lo miré sobre mi hombro—. Jamás debí hacer algo así cuando me encuentro en una misión, cuando mi mayor objetivo es protegerte. Eso es imperdonable y si deseas hacérselo saber a tus padres para recibir la amonestación que me he ganado, adelante. No vayas a detenerte porque es lo que merezco.

Esa vez no fue incomodidad la que sentí sino una punzada en el pecho que me atravesó de adelante hacia atrás, al ser consciente de que lo que a él le afectaba era fallar en su misión, no el que lo haya visto con Jennifer. Pero de nuevo, era comprensible ¿no?

—No soy una bocazas, Michael —reviré manteniéndome en la misma posición—. Además, entiendo que tengas necesidades, pues no puedes pasar todo el tiempo privándote de ellas únicamente por cuidarme a mí.

—Sí puedo y es lo que debo, lo que debí hacer —refutó sintiéndose molesto consigo mismo. Yo también me molesté, pero por razones muy diferentes a las suyas.

—Aquí finges ser un miembro más del voluntariado, no mi guardaespaldas, por lo que vamos a dejarlo en que solo interpretabas tu papel —zanjé y él me miró con sorpresa—. Yo te cubro, compañero —aseguré regalándole una sonrisa con la que quería indicarle que todo estaba bien—. Ahora déjame dormir porque entonces no respondo.

No permití que dijera nada más, imité a Mary y me metí a la casa enseguida, sintiéndome triunfante por cómo actué y manejé la situación. Aunque, en cuanto llegué a la cama aquella punzada en mi pecho volvió a doler, así que para no pensar en nada que me afectara me puse a revisar mi cámara y transferí todas las imágenes a mi laptop; trabajé en eso hasta que por fin el sueño me venció.

Mi terapeuta me pidió muchas veces que no hiciera eso de ocupar mi mente con otras cosas para evitar pensar en lo que me afectaba, ya que era contraproducente para mi salud mental. Sin embargo, me negaba a volver a ese punto de mi vida en donde mis sentimientos me gobernaron, así que prefería bloquearlos con todo lo que me fuera posible.

____****____

Las semanas fueron pasando entre mis clases, el voluntariado y entrenos con Michael, además de mis mensajes con Jacob y mis hermanos, llamadas con mis padres y también con Leah. Essie seguía molesta conmigo, pero no me rendí con ella y continué escribiéndole y mandándole audios, que sabía que escuchaba porque las palomitas azules así lo indicaban, aunque la tonta estaba resultando tener un orgullo más grande que el Everest.

—Vamos a ponerle fin a esta situación. —Miré hacia la puerta cuando Jennifer entró a mi recámara sin antes preguntar si podía hacerlo y alcé una ceja.

Esa noche decidieron hacer una reunión tranquila en casa, así que todos los demás chicos se encontraban en la sala y en el comedor, bebiendo y comiendo, escuchando música y charlando. Yo me disculpé con todos con la excusa de que me dolía la cabeza y me metí a mi habitación para dedicarme a trabajar en mis fotografías.

—Espero que te refieras a la situación de: tú irrumpiendo en mi recámara y dándote la vuelta de inmediato para irte y dejarme tranquila —satiricé y ella sonrió de lado.

Jennifer tenía veinte años, de cabello rubio extra claro, piel blanca y cuerpo voluminoso en los lugares indicados. Muy sensual y como Louis solía decir, la mujer perfecta para protagonizar la mejor película porno. Por supuesto que Mary lo regañó cuando comentó tal cosa por sexualizar a nuestra compañera, pero admitía que tenía razón.

Ella provocaba con solo mirar y prometía muchas perversidades con una sonrisa, situación que la hacía ganarse miradas lascivas de los hombres y otras llenas de odio por parte de las mujeres.

—No, cariño. Hablo de esta situación en la que me ignoras cada vez que puedes y en la que me miras como si quieres desmembrarme cuando estoy cerca de Michael —soltó y sacudí la cabeza.

—Parece que ya estás borracha —resollé y me concentré de nuevo en la pantalla de mi laptop, en donde retocaba los colores de una imagen.

Jennifer en lugar de marcharse terminó de adentrarse en mi habitación y cerró la puerta detrás de ella.

—Desde la fiesta en casa de Ángel y los otros chicos me has ignorado, Abigail. Y no, no éramos grandes amigas ni mucho menos, pero teníamos una convivencia amena —siguió con el tema y se acercó a la mesa que me servía como escritorio—. Y ahora vuelves a darme atención, aunque únicamente porque notaste que volví a acercarme a Michael. Y tal parece que a él lo intimidaste porque pasó de mí como si le diera asco.

—Tal parece que a tu orgullo no le agradó el desprecio y por eso buscas excusas cuando la única realidad puede ser que él no quiera repetir otro encuentro contigo, ¿no crees? —desdeñé mirándola y ella sonrió de lado—. No conozco a Michael en ese sentido, pero he escuchado que algunos hombres no repiten sus acostones, así que no me eches la culpa a mí —demandé.

Mis hermanos y Dasher eran ese tipo de hombres que no repetían, por lo que me basé en ellos.

—Tienes razón, no repiten hasta que les gusta lo que experimentan con alguien, entonces vuelven más veces, y créeme, sé lo que Michael sintió conmigo y lo interesado que está en repetirlo, pero tú le importas tanto como para abstenerse y pasar de mí esta noche por la manera en la que nos miraste.

«A él le importa su misión, no yo».

Pensé, consciente de lo que me dejó ver la otra noche. Su arrepentimiento fue genuino porque le falló a mis padres al descuidarse de mí.

Por otro lado, me maldije por no cuidar mi manera de mirarlos, por no haberme controlado en el momento que Mark mencionó lo que veía entre Michael y Jennifer, y Louis expresó lo envidioso que se sentía de mi guardaespaldas al estarse follando a semejante mujer.

—Ahora mismo estoy en mi habitación, tengo un buen rato de haberme venido. Por lo que, en lugar de tú también estar aquí, deberías aprovechar a que no los interrumpo con mis miradas y volver al ataque con él —aconsejé y bufó una risa.

—Abigail, Abigail —canturreó y se sentó con una nalga en mi mesa de trabajo.

Me di cuenta de que Jennifer era capaz de intimidar a cualquier mujer, incluso a hombres con su actitud segura, pero no lo conseguía conmigo; y si no actuaba como una perra con ella y la sacaba con facilidad de mi habitación, era porque no quería darle motivos para que asegurara que me pasaba algo con Michael.

—¿Por qué no follas con él? —preguntó de pronto.

—Porque no quiero —respondí enseguida y sin titubear, algo que la tomó por sorpresa.

Habíamos tenido un trato cordial, pero yo no era una chica tímida ni mucho menos introvertida, así que ella se estaba confundiendo conmigo al enfrentarme de esa manera creyendo que me sonrojaría o me quedaría en silencio, dejándola hablar o insinuar lo que se le antojara.

—O sí quieres, pero algo los detiene. A Michael, sobre todo.

—Si tú lo dices —murmuré. No me pondría a contradecirle porque eso nos llevaría a seguir con una conversación absurda.

Se quedó observándome por varios minutos y en ese momento le sostuve la mirada hasta que se rindió y sonrió alzando una ceja.

—Nunca has estado con un hombre, ¿cierto? —indagó y seguí mirándola—. Eres una chica de armas tomar, se nota a leguas, pero tus ojos también me muestran una inocencia que solo tenemos cuando no hemos perdido nuestro himen. —Acertaba, era obvio. Sin embargo, seguí sin responderle—. ¿Te han metido mano siquiera?

Pensé en Jacob de inmediato, en lo que hicimos antes de viajar a Londres, ya que era a lo único que verdaderamente podía llamarle meter mano. Aunque también llegó a mi cabeza Dasher y lo que me hizo cuando creyó que era Sasha, o el encuentro que tuvimos en la casa de playa de mis padres.

—Mi vida privada no es de tu incumbencia —reviré acomodándome en mi silla y ella escondió una nueva sonrisa al morderse el labio inferior.

—Tienes razón, no lo es. Aunque igual te daré un consejo, así no lo pidas o quieras, porque sé que no me equivoco al deducir que no has estado sexualmente con un hombre —aclaró cuando notó mi intención de replicar—. No le des tu virginidad a ningún chico. —La miré sin entender—. Me pasó a mí y le pasa a la mayoría de las mujeres cuando dejamos que un hombre por muy caballeroso que sea, o por mucho que lo amemos, se adueñe de nuestro himen, nos volvemos idiotas por ellos. Nos apegamos demasiado emocionalmente a esa persona y no siempre lo valoran. Para los hombres es solo follar y ya, la magia se acaba luego de desflorarnos mientras que nosotras nos quedamos con la ilusión de un cuento de princesas. De un felices para siempre —aseguró y noté que se perdió en sus pensamientos.

Cazzo.

Yo no le había entregado mi virginidad a Dasher y de igual forma me apegué a él de una manera insana emocionalmente, ya lo estaba viendo.

—¿Por qué me dices todo esto? —cuestioné luego de carraspear.

—Aunque no lo creas, tú no me caes mal, Abigail —aseguró.

—Ni tú a mí —aclaré sin mentir.

Era probable que demostrara lo contrario, pero no me caía mal. Me molestaba más ver que ella era como se le daba la gana, hacía lo que quería, lo disfrutaba sin temor al qué dirán mientras que yo seguía reprimiéndome cuando me prometí que no lo haría más.

En otras palabras, me caía mal yo misma.

—Te digo todo esto a ti y a las mujeres que todavía pueden evitarse mucho sufrimiento al entregar su primera vez a alguien que no lo valorará —prosiguió respondiendo mi pregunta—. Y no se trata de que vivimos estancadas en tiempos pasados donde ser vírgenes ponía a las mujeres casi en un altar, es simplemente que somos más sentimentales y cuando nos entregamos por amor, esa primera vez nos ata a las personas.

—Pero lograste desatarte de quién te desfloró, ¿no? —señalé.

—Por supuesto que lo hice —reiteró con una sonrisa burlona—, después de un tremendo trauma y horas interminables con mi psicólogo.

Cazzo —murmuré y eso la hizo reír. Me contagió luego de unos segundos y negué con la cabeza cuando a mi cabeza llegaron también mis horas interminables con mi terapeuta, ya que sin entregar mi virginidad me até a un hombre y cometí demasiados errores en el proceso—. Entonces... si no le entrego mi virginidad a un hombre, ¿debería dársela a una mujer?

Fue mi turno de morderme el labio para no reír cuando vi su cara de sorpresa por lo que cuestioné, ya que obviamente por creerme una virgen inexperta no imaginó que dijera tal cosa.

—Es una buena idea —concordó—. Entrégasela a la mujer a la que quieres amar por el resto de tu vida, a la que no te defraudará y a la única que merece que te apegues emocionalmente.

—Esa soy yo —indiqué sin una pizca de dudas y ella me guiñó un ojo.

—Exacto, querida. Esa eres tú —reiteró.

Dicho eso se marchó de mi habitación dejándome con ideas en la cabeza que cada vez me parecían más lógicas. Mismas que no me abandonaron durante las siguientes semanas, ni siquiera con la tristeza que me embargó cuando Jacob me avisó que retrasaría su viaje a Londres y pospondría lo de unirse al voluntariado hasta nuevo aviso debido a que surgió una situación en su familia muy inesperada: su madre estaba en embarazo. Y debido a su edad, que, si bien no era vieja, sí sobrepasaba el límite permitido para gestar sin ponerse en peligro, catalogaron su estado de riesgoso y él como el buen hijo que era, quería estar al lado de Jane hasta asegurarse que ella y el bebé estuviesen a salvo.

Una situación que comprendí a la perfección.

—Llegó esto para ti —avisó Michael acercándose a mi habitación, la cual tenía con la puerta abierta, y mis ojos se desorbitaron al darme cuenta de lo que sostenía en la mano. Él, como el observador que era alzó una ceja al percatarse de mi reacción, aunque tenía una leve sonrisa en el rostro que solo en ese momento noté.

Merda.

—¿Has revisado esa entrega? —pregunté con la voz estrangulada por los nervios y me acerqué a él.

Teníamos una semana de haber llegado a Londres, estuvimos un mes y medio en El Salvador y se suponía que de allí partiríamos hacia África, a Sierra Leona específicamente, pero sucedió un percance con el lugar donde nos quedaríamos luego de nuestras labores de voluntariado y, debido a que ciertas personas no aceptaron que nos reacomodaran en cualquier otro lugar, esperaríamos una semana en tierra británica hasta que fuese seguro viajar.

Por supuesto que intuía que mis padres eran esas personas que se opusieron y cuando encaré a Michael por ello (ya que quise evitarme una discusión con mis progenitores) únicamente me pidió que comprendiera que no iría a zona segura, puesto que mamá llevó acabo varias misiones de rescate en Sierra Leona junto a su élite de La Orden del Silencio, por lo que se hizo de muchos enemigos y por lo cual yo correría peligro si de alguna manera se filtraba la información de que la hija de la reina Sigilosa (como era conocida en varios lares) estaba en el país haciendo labores de voluntariado.

Así que no me quedó más que comprender la situación y esperar a que llegara la siguiente semana para marcharnos.

—Es mi deber, Patito —recordó poniendo el paquete en mi mano y mis mejillas ardieron, y no porque me hubiese llamado con ese mote, el cual comenzó a utilizar como burla luego de escuchar a Jacob llamarme así.

Tuve la esperanza de ser yo quien recibiría ese paquete porque sabía los protocolos de seguridad que él mantenía, pero fue en vano, ya que después de todo Michael terminó revisándolo y comprobando lo que pedí en línea, aprovechando que estábamos en Londres, en el apartamento que mis abuelos tenían en la ciudad.

—Bien, supongo que ahora comprenderás por qué necesito que me dejes sola —solté, decidiendo que no permitiría que la vergüenza me venciera por algo que debía ser normal y no sentirse como incorrecto debido a ciertos pensamientos.

Y me sorprendió bastante darme cuenta de que en ese momento fue Michael quien se sonrojó, cuestión que me causó gracia y a la vez me hizo sentir victoriosa, no solo porque vencí mi vergüenza, sino también porque la revertí y puse la situación a mi favor.

Michael se quedaba en el apartamento de al lado, el cual utilizaban los escoltas de los abuelos, pero tenían acceso directo a donde yo me encontraba en caso de estar bajo peligro. Y él rondaba por todo el lugar en las noches, luego de que me le escapé en dos ocasiones para irme de fiesta con Mark, Louis y Ángel cuando estuvimos en El Salvador, e intenté hacerlo una vez más esa semana porque Ángel me invitó al club de su padre.

El tonto me hizo perder una oportunidad que no se repetiría en mucho tiempo y me enfurruñé con él un día entero.

—A menos que no te importe escuchar cómo me expreso en ciertas situaciones. —Michael carraspeó tras escucharme decir eso y yo me mordí el labio inferior para no sonreír, terminando de quitarle el paquete de la mano.

—No salgas de tu habitación, porque estaré revisando las cámaras en el lobby —advirtió y noté que su voz bajó un tono—, en silencio, por supuesto —aclaró.

Acto seguido se dio la vuelta y comenzó a caminar hacia la puerta de salida, dejándome con una sonrisa de satisfacción en el rostro y a la vez, sintiéndome muy a gusto por no dejarme intimidar por mis propios prejuicios, despojándome de ellos en realidad para ser libre.

Michael no había dejado de gustarme, de hecho, mi atracción por él aumentó en las últimas semanas y admito que hacía cosas para llamar su atención, con comentarios, sobre todo, más leves que el que acababa de soltarle. No obstante, ya no actuaba con la inmadurez que antes tuve con Dasher y tampoco pretendía hacer nada que perjudicara a ningún tercero y menos a mi guardaespaldas. Es más, tenía el pensamiento de que si las cosas se daban las aprovecharía, pero si no, aceptaría que no era el momento ni la persona para mí.

Y, siendo sincera, presentía que Michael definitivamente no era para mí, puesto que para él yo siempre sería la hija de sus jefes, su misión, y era muy obvio que no pensaba fallar en ella como el buen soldado que siempre fue y era. Por esa razón controlé mis celos cada vez que lo vi con Jennifer y sin darme cuenta acepté que el hombre tenía todo el derecho del mundo de disfrutar del placer que la chica le daba, aunque secretamente reconocía que lo que me hacía ver lo de ellos como algo normal era la seguridad de que ambos solo estaban pasando el rato, pues ni Michael quería algo serio ni Jennifer buscaba romance.

¡¿Che cazzo?! —exclamé al abrir la caja de mi paquete y darme cuenta de que el dildo que pedí era más grande de lo que imaginé—. Questo farà sicuramente male. —«Definitivamente esto dolerá».

No era enorme, había pedido el más pequeño porque tampoco era masoquista y no quería asustarme a mí misma con mi primera vez, pero al verlo físicamente me exalté y comencé a ponerme nerviosa, aunque no me retracté. Después de noches en las que empecé a experimentar con mi cuerpo de nuevo (luego de negarme a ello como castigo por lo que le hice a Dasher y generarme un trauma con el placer por asociarlo a un desenlace caótico) y en que volví a disfrutarlo, decidí que seguiría siendo dueña de mi virginidad, y que me desharía de esa barrera porque únicamente yo merecía ese privilegio.

Además, debido a que me conocía, no estaba dispuesta a apegarme a nadie emocionalmente solo por desflorarme, me quedaría con ese placer para mí misma y aprendería a amarme en todos los sentidos.

Quería ser mía y de nadie más.

Por esa razón le pedí a Michael que me dejara sola un par de horas (y claro que se negó después de lo que hice), ya que pretendía que fuera un momento especial. Y después de conseguirlo por lo que intuyó que haría y pasar la primera impresión con el dildo que recibí, preparé la tina de la habitación de invitados, en la que me quedaba, con sales, aceites y velas y tras ello busqué una botella de vino y armé una pequeña tabla con quesos, frutas frescas y frutos secos.

No me desfloraría a lo bruto, me consentiría antes, prepararía mi mente y cuerpo porque sola o acompañada ese sería un momento único y especial en mi vida.

—Seguiré siendo mía, por siempre y para siempre —prometí.

Ya estaba metida en la tina y alcé la copa de vino, brindando por lo que haría esa noche, tras eso me bebí el líquido rojo de un sorbo y le subí el volumen a la música que reproducía en los pequeños altoparlantes que se encontraban al lado. La voz de Alicia Keys fue in crescendo con Fallin' y sonreí mientras me acomodaba, poniéndole atención a la letra y de pronto pensando en Dasher.

Él nunca me usó, pero yo sí que me enamoré y desenamoré de lo que viví a su lado desde que comencé a verlo como hombre y no como mi primo. Todavía tenía días en los que continuaba sintiendo mucho por ese rubio y otros en los que simplemente me daba cuenta de que atravesé una etapa que, así fuera dolorosa, también me enseñó mucho.

No obstante, dejé de lado los recuerdos malos y por primera vez desde que pasó, volví a rememorar aquella noche en el apartamento de los clones, justo el instante en el que Dasher me instó a tocarlo y cómo poco a poco bajó hacia mi sexo. Mis manos hicieron el recorrido por todo mi cuerpo, tratando de imitar lo que recordaba y cada terminación nerviosa en mi sistema se activó, mi núcleo ardió y sentí la humedad desbordándose de mi interior que nada tenía que ver con el agua.

Gemí cuando mis dedos se abrieron paso entre mis pliegues y me encontré con mi clítoris hinchado por la necesidad, apreté los párpados con fuerza y me mordí el labio, deleitándome por lo que me provocaba guiada por los recuerdos, aunque los abrí de golpe en cuanto dejé de ver el cabello rubio de Dasher en mi mente y lo cambié a otro de color negro.

Santa mierda.

Su cuerpo, aunque igual de musculoso estaba tatuado y con algunas cicatrices de sus batallas, lo seguí viendo en mi mente incluso con los ojos abiertos. La piel brillaba con el sudor que lo recubría en sus entrenamientos y la enorme necesidad que esa imagen me provocó me llevó a introducir dos dedos en mi vagina hasta rozar mi himen.

Ya no era el recuerdo de Dasher, sino el de Michael en nuestros entrenamientos.

Oddio —jadeé.

Salí de la tina y me fui de inmediato hacia la cama luego de secarme un poco el cuerpo, tomé el dildo junto a un vibrador pequeño antes de tumbarme y dejé de concentrarme en los recuerdos para darle toda mi atención al placer que me sacudía desde el interior hasta el exterior, en cuanto me puse cómoda.

La combinación de ambos juguetes fue poderosa, entonces mi mente se conectó con lo que sentía y dejé de contener mis gemidos y jadeos, gocé de lo que yo me estaba dando hasta que mi piel se volvió febril, mis músculos ardieron y el flujo se desbordó de mi vagina hacia mis piernas, lo que hizo más fácil el deslizamiento de aquel pene de goma en mi interior. Jugué a meterlo y sacarlo, sentí incomodidad y también dolor, pero el placer los gobernó, se alzó y triunfó al punto en que me di cuenta de que conseguí meterlo todo cuando la base tocó los labios de mi vulva.

¡Merda! —gemí sintiendo el corazón acelerado y la respiración errática.

El vaivén que mantuve me hizo apretar los músculos en mi interior, y desconocía si perder la virginidad con un hombre se sentía igual de bien, pero lo que yo estaba sintiendo en ese momento era alucinante y muy alejado de historias que alguna vez escuché, donde aseguraban que la primera vez no era placentera.

Y tal vez no lo era si la compartías con alguien que no conocía tu cuerpo, lo que te gustaba y lo que no. Yo en cambio estaba familiarizada con lo que me daba placer y enloquecía, a pesar de no haberlo practicado por mucho tiempo debido a mis traumas.

—¡Dios! —jadeé con la voz estrangulada por el placer, dolor y escozor mezclados casi en igual medida en ese instante.

Mi humedad aumentó y sentí el leve aroma a hierro, la prueba de que mi himen acababa de desaparecer, froté mi manojo de nervios con el vibrador y aumenté los embistes del dildo, gimiendo a la vez que acomodaba los talones de mis pies en la cama, flexionando las rodillas y rodando las caderas para encontrarlos.

El aire que intentaba coger silbó entre mis dientes y enfrió mis labios, arqueé los pechos y monté más rápido el dildo, siendo golpeada y provocada por las corrientes de placer que viajaban desde mis pies hasta mi cabeza. La piel de mis pezones se tensó y deseé una boca en ellos, necesitaba que me besaran y me chuparan.

Abrí más las piernas, exponiendo más mi vagina. Gemí y jadeé sintiendo cómo la presión aumentaba dentro de mí y la sensación de mi interior, siendo llenado por el pene de goma, me llevó a mover más las caderas, a respirar y exhalar profundo y fuerte.

­—¡Carajo! —chillé.

Mi orgasmo llegó a la cima, me sacudí con fuerza y eché la cabeza hacia atrás sintiendo el calor saliendo de mis poros y el placer recorriéndome de arriba abajo como chispas de fuego. Aunque mi jodida cabeza me traicionó al llevar la imagen de Michael, ocupando el lugar del dildo.

¡Cazzo! —grité—. ¡Michael!

Cada músculo en mi cuerpo se tensó, siendo recorrido por el orgasmo. Acababa de venirme tan fuerte y bueno, que sentí ganas de llorar. No importaba que para provocarme al principio haya pensado en Dasher y luego su imagen fuera usurpada por Michael, tampoco que este último volviese a arremeter contra mis pensamientos hasta el punto de gritar su nombre.

Nada importaba porque gocé esa primera vez bajo mis términos, como yo quise y cuando quise.

Nada importaba excepto lo que sucedió luego de dejar los juguetes a un lado, cuando todavía me encontraba envuelta en la bruma del placer.

—¡Abigail! —Ese fue todo el aviso que obtuve antes de que la puerta se abriera de golpe y Michael apareciera con su pistola en mano—. ¡Mierda! —espetó al verme desnuda sobre la cama, tras haberle dedicado mi orgasmo.

Sí, definitivamente la situación era una mierda.

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¡EPA! Pobre Abby, nunca la dejan disfrutar de algo al 100% *inserte carcajada*

¿Qué habrá pensado Michael en ese momento? ¿Algún día lo sabremos? Ya veremos :-)

P.D. Sigo odiando a Wattpad y su p*ta manía de cambiar todo el formato de los capítulos e incluso borrarme palabras 😡

P.D. 2 Voten por el capítulo, no dejen de hacerlo 🫣

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