CAPÍTULO 11
Seis meses después...
«Déjalo en el pasado, donde pertenece, porque haya sido como haya sido lo que pasó entre ustedes, ni tú ni él merecen estancarse en ello».
Esas habían sido las palabras de Daemon el día de mi viaje, cuando me abrazó para despedirnos. Y quise decirle algo sobre ello, pero no pude, simplemente me aferré a su abrazo, confiando en que así supiera lo que pasó con Dasher, él jamás lo repetiría con nadie, ni siquiera con nuestro primo. Tampoco interferiría por mucho que lo deseara, pues podía ser celoso y sobreprotector, pero mi hermano respetaba mis asuntos tal cual esperaba que se respetaran los suyos.
Antes de marcharme Aiden también me buscó, luego de la pelea entre Dasher y Jacob, lo hizo porque no quería dejarme ir sin arreglar las cosas y, con nuestra conversación me quité un enorme peso de encima, ya que, por primera vez nos abrimos el uno al otro y él terminó por comprender que mi intención no era abandonarlos, sino más bien crecer y encontrarme a mí misma, algo en lo que me prometió que iba a apoyarme.
Era irónico que las cosas entre mis padres y yo, o con mis hermanos, se sintieran que iban a mejorar cuando iba a irme, pero también comprendí la lógica: ser conscientes de que alguien a quien amas se iría, te hacía recapacitar.
No es justo, ¿sabes? Me siento traicionada.
Vamos, Estrellita. No te pongas así.
También quiero que te vengas tú, pero no tienes la edad.
¡Los odio!
No, Essie Black Stone, no lo haces.
Pero estás muy cabreada como para tener esta conversación.
Primero tú, ahora Jacob y después Izan.
¿Esperas que me sienta feliz?
¿Izan? ¿Por qué él?
¡Fottiti, Abigail!
—Che cazzo, Essie —chillé por lo bajo y a la vez lo escribí para enviárselo como respuesta a su mensaje.
Me encontraba en El Salvador, un país centroamericano al cual llegué junto a quince personas más, todas éramos parte del voluntariado que realizábamos y en esa ocasión nos unimos a una ONG Pro-Niñez y Juventud, enfocada en ayudar a niños y adolescentes en condición de calle.
Teníamos solo dos semanas ahí luego de haber estado un mes en Colombia (antes fuimos a Brasil) y, ese día Jacob me dio la buena noticia de que por fin consiguió los créditos necesarios para entrar a la universidad de Londres y por ende al programa del voluntariado, por lo que se uniría a mi equipo en un par de semanas, cuando viajáramos a África del sur.
Essie también se había enterado de la noticia, por eso me escribió molesta, ya que era oficial que mi amigo de nuevo estaría conmigo y la dejaría a ella.
No vengas ahora a hacerte la que te importa.
—Merda —bufé al leer su nuevo mensaje.
Nunca la había sentido tan molesta, aunque tampoco la culparía.
—No, Abby. Es mi-er-da.
—¡Fredy, no! —chillé al escuchar al chico de catorce años, corrigiéndome porque según él pronuncié mal la palabrota, creyendo que hablé en español.
La maestra Rosales, encargada de la clase, me alzó una ceja y escondió una sonrisa.
—Ya escucharon, niños. Ahora la señorita Abigail nos debe una actividad por decir esa mala palabra. —Apreté los labios para no reír cuando escuché a la maestra decir eso.
Los alumnos se rieron porque no esperaban que yo, la asistente de la clase de inglés terminara escribiendo cien veces que no debía decir malas palabras.
—Y Fredy va a acompañarla.
—¿Y yo por qué, seño? Solo le ayudé con la pronunciación —se quejó el chico y los demás se rieron de él.
Seño, era la manera en la que se referían a la maestra. La mujer era muy amable y dedicada, por eso sus alumnos conectaban muy bien con ella incluso cuando los castigaba. Yo también lo hice desde el primer día en que la conocí. Y, acepté el castigo no solo por la palabrota que dije, sino también porque me lo merecía, ya que estuve escribiéndome con Essie en horas de clases.
Acordado que me lo gané a pulso, me concentré de nuevo en ayudar a los grupos de alumnos que se habían formado para desarrollar la actividad que se les encargó: escribir una breve historia utilizando los verbos irregulares que les habíamos estado enseñando esa semana. Y, nunca consideré la enseñanza como carrera porque me decantaba por las bellas artes, pero en ese tiempo de voluntariado descubrí que me gustaba mucho impartir algunos de mis conocimientos a otras personas.
En Brasil fui parte de una ONG que se dedicaba a ayudar a mujeres rescatadas de la red de trata de blancas, una experiencia que me hizo recordar los momentos más horribles que viví a manos de aquellos malnacidos que intentaron violarme, situación que sí o sí me sirvió para empatizar más con las víctimas, pues una cosa era tratar de ponerme en sus zapatos y otra muy diferente haber experimentado de primera mano lo que se sentía cuando abusaban de tu vulnerabilidad. En Colombia me uní a una organización de apoyo a personas sobrevivientes de la violencia intrafamiliar.
En el país que me acogía en ese momento estaba teniendo mi primera experiencia con niños y jóvenes y, a pesar del poco tiempo ya había conocido a supervivientes de las pandillas, drogas, abandono y la pobreza misma. Y todos ellos, incluidas las personas de Brasil y Colombia, inyectaban más en mí el deseo de ayudar y, avivaban el sueño de fundar una organización para apoyar a tantos necesitados, uno que comenzó con el daño que le hice a Sasha Ray.
Iniciaría en Estados Unidos, aunque el voluntariado me estaba dando la motivación para llevar ayuda también a otros países.
Me importa todo lo que tenga que ver contigo, tonta.
Y te extraño mucho, así que deja de tratarme tan mal.
Tampoco uses mi idioma solo para insultarme.
El italiano tiene palabras hermosas que podrías dedicarle a tu prima favorita.
Essie leyó enseguida esos mensajes que le envié, pero me dejó en visto para que me quedara claro lo molesta que seguía conmigo.
Solté el aire por la boca, cansada del día y triste por la situación con mi prima. Acababa de llegar a la casa que compartía con dos compañeras del voluntariado, ubicada cerca de la embajada británica en un vecindario en el que la mayoría de los residentes era del Reino Unido. Puse mi cámara sobre la mesita de noche y luego me tumbé en la cama.
Nunca dejaba esa cámara porque me gustaba llevar un registro diario por medio de fotografías, de todo lo que acontecía en mi día a día, además de que ya había aprendido que en los momentos que menos imaginaba podrían surgir imágenes únicas, así que me gustaba estar preparada.
He encontrado un gimnasio excelente, está muy bien equipado,
incluso tiene un área de boxeo. Ya nos inscribí.
Así que prepárate que comenzamos hoy con los entrenamientos.
—¡Jesús! Esto no puede ser cierto —chillé al leer el mensaje de Michael.
Quiero dormir. Me duele la mano porque me castigaron en clases.
Lo harás después del entrenamiento.
Trabajaremos con patadas para dejar tranquila tu mano.
—Maldito aguafiestas —me quejé con su respuesta.
Michael Anderson, el hombre era tan ardiente y guapo como endemoniadamente insufrible.
En retrospectiva, con veinticuatro años (dos años mayor que mis hermanos) él se convirtió en el guardaespaldas que papá seleccionó para mí. Y, según lo que mamá me explicó, era quien debió cuidarme desde que ellos buscaron a Sadashi para Aiden y a Alexandre en el caso de Daemon, pero Michael no volvió de su misión en el tiempo estipulado, pues perteneció a la fuerza armada de Estados Unidos, por eso Isaac se había mantenido cubriendo su puesto.
No descubrí que me protegía hasta mi segundo mes en Londres, porque papá había pretendido que se mantuviera en las sombras (para darme el espacio que me prometió, según él) sin contar con que la preparación que me dieron en defensa personal, además de lo sucedido con Dani, me hizo ser más consciente de mi entorno, así que lo tomé por sorpresa una noche en la que me escapé de su vigilancia, fue para ponerlo a prueba luego de percatarme que casualmente, un hombre demasiado atractivo siempre se encontraba en los mismos lugares a los que yo acudía.
—Si le pasa algo, voy a hacer que te arrepientas el resto de tu vida, Anderson —Reconocí la voz de papá en el altavoz del móvil y vi al hombre maldecir por lo bajo.
Sonreí mientras me escondía detrás de uno de los basureros en el callejón, ignorando el tufo a podrido que emanaba de él. Era de noche y Anderson se quedó mirando con frustración la valla de hierro que de seguro creía que yo había saltado para escapar de su acoso.
—Señor, sospecho que ella creyó que la seguía para dañarla. Dudo que esté en peligro —explicó el tipo y volví a reír.
—Me importa una mierda lo que creas. O la encuentras o...
—Ya, papito. Respira o va a darte un colapso —dije, dejando en silencio a ambos hombres cuando salí de dónde estuve escondida y me acerqué para que papá me escuchara a través del móvil, sin tener que gritar.
Anderson apretó la mandíbula e imaginé que se mordía la lengua para no decirme nada, cuando me vio con una sonrisa triunfante en mi rostro.
—¡¿Qué demonios pasa contigo, Abigail White?! —inquirió papá con voz mortal y yo agrandé mi sonrisa, pues solo me llamaba por el apellido de mamá cuando según él, lo sacaba de sus casillas tal cual ella lo hacía.
—Se suponía que ibas a darme libertad, ¿no? —reviré y él maldijo.
—Michael, lleva a Abigail de regreso a su residencia —se inmiscuyó mamá, su voz era tranquila y eso me puso nerviosa—. Hablaremos contigo en media hora, hija —añadió para mí y tragué con dificultad.
No fue un «hija» lleno de cariño, sino de aviso de que me metí en problemas por mi juego.
—Entendido, señora —La llamada terminó luego de que Michael acatara la orden.
—Michael Anderson —supuse y él se limitó a asentir, tras eso me hizo un ademán de mano para que iniciáramos el camino de regreso a las residencias de la universidad.
No había salido muy lejos, me quedé en un pequeño restaurante a dos manzanas del campus, pues salí de la habitación en mi residencia porque mientras trabajaba en un proyecto, vi por la ventana a Michael intentando pasar desapercibido, y lo reconocí como el hombre que ya había visto antes en los diferentes lugares que frecuenté. Y, posiblemente fue tonto de mi parte arriesgarme de esa manera, pero confié en mi instinto y este nunca me hizo sentirme en peligro siempre que me lo encontré, así que me animé a comprobar por mi cuenta que era mi guardaespaldas, ya que le pregunté a papá si me puso uno y omitió la respuesta creyendo que iba a molestarme por no respetar su promesa de dejarme aprender a vivir y valerme por mi cuenta.
—Conque eres mi guardaespaldas —reafirmé.
—Después de esto que acaba de hacer, no estoy seguro —gruñó él y se adelantó dejándome ver su espalda musculosa, la noté incluso con la camisa negra de lino que le quedaba floja.
Era de mangas cortas por lo que vi sus brazos tatuados, el pantalón de estilo jogger también era negro, pero fue todo lo que pude identificar en la oscuridad, aunque ya en otras ocasiones había detallado que tenía algunos tatuajes pequeños en diferentes partes del cuello y una barba corta y oscura igual que su cabello. También noté piercings en sus dos orejas, en la nariz y uno en la esquina derecha de su labio inferior, además de una cicatriz que cortaba su ceja izquierda.
Demasiado guapo, tanto como su semblante de no te acerques a mí si no quieres tener problemas, o perder el corazón.
—Y yo que creí que al fin alguien se obsesionaba conmigo y no yo con él —bufé y me miró sobre su hombro, con el ceño fruncido, claramente sin comprender la razón de mi humor oscuro.
—¿Debería temer?
—¿A qué? —indagué porque no entendí su pregunta.
—A que me haya atraído a este callejón con otras intenciones lejos de comprobar si soy su guardaespaldas.
Solté una carcajada sin poder creer que dijera eso.
—Nunca imaginé que tuvieras sentido del humor con esa cara de asesino que tienes.
—E incluso con mi cara de asesino, se arriesgó de esta manera —espetó y chasqueé con la lengua para que le restara importancia.
—Oddio —exclamé en el momento que se giró y se detuvo, haciendo que chocara con su pecho.
—No vuelva a hacerlo —demandó y me puse muy nerviosa por su cercanía y la dureza en su tono. También fue muy frío, demasiado, pues se me erizó la piel—. Si quería comprobar que era su guardaespaldas, me hubiera confrontado y ya.
—¿Lo habrías aceptado? —inquirí, recuperando mi valentía a pesar de seguir nerviosa porque mis pechos rozaban el suyo.
No usaba sostén, así que mis pezones se endurecieron más como una reacción natural de mi cuerpo y no por desviarme a pensar cosas indebidas.
—No —zanjó y rodé los ojos.
—Entonces no te quejes por lo que hice —siseé—. Y deja de tratarme de usted, se siente raro.
—Señorita Pride, hablo en serio. No vuelva a exponerse así —reviró.
Me di cuenta de que intentaba ser respetuoso, pero a diferencia de los demás guardaespaldas en la familia, se le dificultaba ocultar su desagrado.
—Yo también, señor Anderson. Deje de tratarme de usted y no vuelva a hacer nada a mis espaldas si quiere que nuestra relación funcione —repliqué y di un paso lejos de él para continuar con mi camino.
—Me rijo por las órdenes de sus padres —aclaró y no me molesté en mirarlo, seguí con mi camino consciente de que él también lo hacía a unos pasos detrás de mí.
—Pero a quien le cuida el trasero es a mí, señor Anderson. Así que de usted depende que le haga el trabajo fácil.
—Explíquese —volvió a ordenar. Me estaba cayendo mal su tono y ya me había fastidiado, así que seguí sin mirarlo y apresuré mi paso, escuchando cómo maldecía—. Explícate, Abigail —se corrigió y me mordí el interior de la mejilla para no sonreír.
Noté de refilón que se había acercado más a mí.
—Te ordenaron protegerme, perfecto —dije en cuanto caminó a mi lado—. Hazlo, Michael, pero recuerda que pasarás el tiempo conmigo, no con mis padres y, aunque no pediré que te saltes las reglas con ellos, sí te aconsejo que hagas fácil la convivencia entre nosotros y dejes de parecer como si me estás acosando.
—¿Y cómo debería parecer según tú? —No dejó que respondiera—. ¿Pretendes que seamos amigos? —soltó irónico y tensé la mandíbula porque lo hizo ver como que si estaba loca.
—Estaba pensando en ser amantes, ¿qué te parece? —satiricé yo y el silencio a continuación fue sepulcral—. Siempre he tenido el fetiche de una aventura con mi guardaespaldas —añadí.
Ni yo entendía qué me pasaba, ya que no era de soltar ese tipo de bromas y menos con personas que recién conocía, pero, a pesar de que ese hombre era alguien claramente de pocos amigos, sentí como si hubiese sido parte de mi vida desde hace mucho, con quien compartía una confianza única e incomparable.
—Nunca mezclo ni mezclaré mi trabajo con lo personal, Abigail —desdeñó. Abrí y cerré la boca, incrédula porque hubiera pensado que hablaba en serio—. Y tú no tienes edad para los fetiches, mejor concéntrate en tus estudios.
—Pero... ¿qué carajos? —Ya ni siquiera me sentí molesta, sino que anonadada porque actuara como mis hermanos—. Por si no lo has notado, no soy una niña como para que pienses que mis únicos fetiches deben ser jugar a las muñecas —En ese momento sí que me detuve, él no lo hizo—. Además, no sé tú, pero yo puedo concentrarme en lo que quiera sin descuidar mis estudios. Gracias al cielo tengo un coeficiente intelectual que me permite ser multifacética y multifuncional —Me tocó gritar porque el idiota cada vez se alejaba más—. ¡Y fui sarcástica, Michael Anderson! ¡Por supuesto que no quiero ser amante de un amargado sin sentido del humor! ¡Y como consejo sano, nunca digas nunca!
Al día de hoy, no sabía si Michael escuchó lo último porque jamás se detuvo hasta llegar al coche en el que me llevó a mi residencia en Londres (un viaje que hicimos en un silencio incómodo), pues me alejé más de la cuenta al escaparme, y tampoco le di importancia porque esa noche me enfrenté a la tremenda regañiza de mis padres, pero con ello también dejamos claro que no estaba en contra de que me siguieran cuidando mientras continuaran dándome mi espacio, ya que comprendía que, aunque estuviera lejos podría haber peligros.
Lo único que les solicité fue que al menos en el voluntariado, Michael se comportara como mi conocido y no como lo que era, puesto que no quería incomodarme ni incomodar a los demás si él seguía escondiéndose tal cual acosador al acecho de que su víctima se descuidara.
Esa era la razón de que estuviéramos en ese país como compañeros, aunque, por órdenes de mis padres, Michael se encargaba de que entrenáramos para que ninguno de los dos nos acostumbráramos al sedentarismo que proporcionaba la vida común y corriente.
Y que Dios se apiadara de ese hombre si no cumplía las órdenes de sus jefes.
Déjalo pasar así sea hoy, Micky, por favor.
Mañana tengo clases muy temprano.
Supliqué, llamándolo por el diminutivo que le puse, uno que odiaba, por eso lo utilizaba cada vez que se ponía insoportable, pues, aunque mi confianza con él aumentó y ya no se comportaba como el guardaespaldas sino más como mi compañero, existían rasgos en ese hombre que quizá no cambiarían nunca.
Vaya error el tuyo al llamarme así cuando buscas que ceda en algo.
Ahora sí que usaré tu mano sin importarme que te duela.
Reí al leerlo porque él solito me daba las herramientas para chincharlo, ya que, por supuesto que seguía jugándole bromas subidas de tonos únicamente porque un día él me juró que era inmune a ellas debido a que hiciera lo que hiciera, yo no era una chica que lo haría caer en provocaciones.
Y bueno, quería comprobarle que se equivocaba.
Si es para usarla en la parte sur de tu cuerpo, pues no me quejo.
Vas a rogar no haber hecho esa broma.
Solté una carcajada al leerlo y, aunque podía seguir chinchándolo no lo hice porque él sí que hablaba en serio y ya antes había sido testigo de sus castigos.
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—Puta madre —me quejé al caer por tercera vez en la lona.
En ese instante sí perdí el aire porque antes Michael me había dado una patada en la cabeza que, aunque no fue potente y usaba protector, me descolocó e hizo que no cuidara la caída.
—Los enemigos no van a considerar que estés cansada, Abigail. Así que defiéndete, joder —gruñó y lo miré con todas mis ganas de matarlo, pero sin energía para hacerlo.
—Voy a perderme la clase de mañana si sigues agotándome así —espeté al sentarme.
—Tampoco les importará que seas un cerebrito tratando de ser la mejor de su clase.
Gruñí cuando alcancé a ver que me lanzó un golpe y retrocedí a gatas para esquivarlo, maldiciendo porque siguiera con tantas energías cuando yo en lo único que pensaba era en dormir, a pesar de estar recibiendo una golpiza.
Odiaba no poder vencerlo nunca por más que me lo proponía.
—Tengo planes de vivir de mi carrera, Micky, no de eliminar enemigos —escupí y conseguí esquivar otro de sus golpes.
Menos mal el gimnasio estaba bastante solo, eran las diez de la noche, y las pocas personas que se ejercitaban habían dejado de prestarnos atención al suponer cómo terminaría este combate. Y no estaba usando de excusa las clases para evitar una vergüenza, Michael también era consciente de eso, pues manejaba mis horarios como parte de su trabajo de guardaespaldas.
Tenía clases en línea tres veces por semana y no eran pregrabadas sino en vivo, los maestros fueron seleccionados para acoplarse a los horarios que tuviéramos en los países que nos hallábamos y contrario a lo que se podía pensar, no nos consideraban por hacer el voluntariado, podían ser flexibles, pero en cuanto a lo académico nos exigían como a los que asistían a la universidad de manera presencial.
—No que muy multifacética y multifuncional —me provocó ese tonto y el casco de protección no dejó que viera mi sonrisa irónica.
Una que se borró enseguida cuando hizo un movimiento que recordaba muy bien de mis días como jugadora beta de COVAN INC.
«Esto no puede ser cierto».
Pensé.
Podría tratarse de una coincidencia, pero entonces recordé que mamá me aseguró que en nuestro mundo no existían las coincidencias, a pesar de que era la primera vez que Michael peleaba conmigo usando esa técnica en especial. Y, dispuesta a probarlo, saqué energías que no sabía que seguía teniendo y me enfrenté a él obligándolo a que siguiera con ese modus operandos.
El maldito sonrió complacido al verme reaccionar sin sospechar lo que hacía y con cada golpe que le lanzaba y él reaccionaba, más confirmaba que no se trataba de coincidencias. Llegó un momento en el que me sentí de nuevo en aquella realidad virtual y vi su avatar vestido con camuflaje, su cabeza cubierta por una gorra y su rostro con una bandana.
Oddio.
Sí era él y, aunque no creía que por eso nunca me sentí en peligro, a pesar de no conocerlo en persona, supuse que tuvo mucho que ver en cuanto a la comodidad que Michael me transmitía.
—¡Joder! —escupió cuando conseguí conectar una potente patada en su estómago y lo hice doblarse, aprovechando el movimiento para enganchar mis piernas en su cuello y llevarlo a la lona.
Gruñó al darse cuenta de que lo tenía y en el momento que apreté mi agarre sin la intención de darle tregua, me dio tres palmadas en el muslo en señal de rendición.
—¡Jesús! Nunca imaginé que la revancha se sintiera tan bien —admití entre jadeos al ponerme de pie.
Michael se había apoyado en sus rodillas y manos e intentaba recuperar el aire que le robé.
—¿A qué... te refieres? —consiguió preguntar y lo miré con una enorme sonrisa triunfante en mi rostro.
—A que Centinela es un egocéntrico que creyó que esta niña jamás lo haría besar la lona —entoné con demasiado orgullo hacia mí misma.
Él se puso de rodillas y me miró, jadeando, con una ceja alzada y enseguida sonriendo.
—Por fin lo descubriste —se mofó como si me hubiera tardado demasiado.
También se mofaba siempre que quería chincharlo con el hecho de que lo descubrí como mi guardaespaldas, alegando que a una persona normal podría celebrarle que lo hiciera en dos meses, pero no a mí con la preparación que tenía.
—Y no solo eso, también he hecho que te rindas entre mis piernas para hacerte pagar por ese juego en el que me venciste —desdeñé con picardía.
Michael negó con la cabeza al ponerse de pie, pero se giró de inmediato dándome la espalda y sospeché que estaba sonriendo. En los últimos meses juntos había notado que secretamente disfrutaba de mis bromas, aunque era un hombre orgulloso que moriría antes de ceder y dejar de lado su crudeza o admitir que se equivocó con que no caería en mis provocaciones.
Es más, mis compañeros de voluntariado mantenían cierta distancia con él y había escuchado comentarios de los chicos sobre que era un estirado, las chicas en cambio opinaban diferente y descubrí que varias intentaban acercarse al soldado egocéntrico con la intención de que les demostrara qué tan bien armado estaba. Sus palabras, no las mías.
—Abby, los chicos están organizando una comida en la casa que comparten Mark, Louis y Ángel, ¿te apuntas? —preguntó Mary, asomando la cabeza por el marco de la puerta de mi habitación, la cual mantenía abierta.
Era fin de semana y acababa de finalizar una llamada con mis padres, aunque me mantenía en mensajes de texto con Daemon. Él me estaba hablando sobre una chica a la cual no podía sacarse de la cabeza por más que lo intentaba; y me daba miedo que mi hermano se ilusionara de nuevo con alguien, pero tenía que aprender que no todas las personas eran malas, o que no nos corresponderían.
También le envié un mensaje de texto a Aiden luego de que Leah me contara de que al parecer él estaba saliendo con Sadashi, su guardaespaldas.
—Por supuesto —le respondí a Mary y ella asintió emocionada.
Habíamos tenido una semana muy ocupada entre el voluntariado y las clases, así que a todos nos urgía una distracción, además, me llevaba muy bien con mis compañeros por lo que compartir un rato juntos era un plan ameno. Y con Ángel, Mark y Louis me divertía demasiado, además de que siempre nos apoyábamos porque los cuatro cursábamos la carrera de bellas artes, aunque ellos en el área de literatura mientras que yo en diseño gráfico y animación. Sin embargo, estábamos iniciando juntos con las materias bases de nuestras áreas, las cuales coincidían.
Mi culo, mi problema.
Me reí con el mensaje de Aiden, era la respuesta al mío, en el que le dije que ya sabía que estaba en algo con Sadashi y que lamentaba mucho que hubiera tenido la grandiosa idea de fijarse en alguien que fácilmente le patearía el culo, si daba un paso en falso.
¿Es emocionante?
¿Qué?
¿Tener algo con tu guardaespaldas?
Me mordí el labio al escribir eso porque me fue inevitable no pensar en Michael.
¡¿Che cazzo, piccola demone?!
Es solo una pregunta inocente, dramático.
Le escribí entre risas, ya que me lo imaginaba con el rostro rojo y bufando como un toro por leerme.
Inocente mis pelotas, Patito.
Deja de hacerme esas preguntas y ten cuidado con lo que haces.
¿Por qué tú puedes y yo no?
La igualdad, ante todo, per favore.
Leyó mi mensaje, pero no me respondió, lo que me hizo suponer que, o quería calmarse o estaba buscando un vuelo para El Salvador con la intención de darme mi merecido por provocarlo así.
Patito, deja de joder a Aiden.
—¡Madonna! —exclamé entre carcajadas cuando Daemon me escribió porque era obvio que su clon me acusó con él.
Aunque también chinché a D al decirle que no asegurara que solo estaba jodiendo a nuestro hermano, ya que bien podría estarles avisando algo. No obstante, él sí tenía la capacidad de cortar mis bromas en un santiamén, lo hizo al advertirme que, si seguía así, distraídamente se le escaparía algún comentario con papá que terminaría en una lamentable tragedia para Michael.
—No tienes sentido del humor —le dije en un audio.
—Sí lo tengo, pero es más oscuro que el tuyo —me respondió y bufé una risa.
Acto seguido le escribí a Aiden.
No olvides que los hermanos mayores son el ejemplo de los menores.
Yo solo seguiré tus pasos siempre, hermanito.
Pequeña mierda.
¡Dios! Vivía de esos pequeños momentos, lo comprobé al leer su respuesta, pues solté tremenda carcajada. Y también admití que no mantenía ese tipo de comunicación con mis hermanos para que ellos me extrañaran menos, sino que, para yo no extrañarlos y, asimismo, darme cuenta de que, en dosis mínimas, me gustaba que me protegieran.
Ese me estaba enseñando a desapegarme de mi familia, a valerme por mi cuenta y dejar de tenerle miedo a enfrentarme al mundo sin que mis padres me escudaran o se mantuvieran a mi espalda, pero, también a valorarlos tanto a ellos como a mis hermanos. Y los primeros meses no fueron fáciles, es más, lloré varias noches porque llegué a sentirme incapaz de avanzar sola y me aterró la idea de continuar sin saber qué camino era el correcto. Incluso pensé en regresarme porque era cómodo tener a alguien para que resolviera mis problemas, pero entonces recordé que no quería ser más el patito miedoso de la familia, y menos la consentida.
Era Abigail Pride White, una joven en proceso de aprendizaje con sueños y metas que quería cumplir sola, aprovechando las facilidades que me daban mis padres, eso no tenía nada de malo, pues desde mi posición podría ayudar a personas menos favorecidas.
Y, como desde hace años, seguía dejando las relaciones sentimentales de lado, ya no solo por lo que sentía por Dasher (de quién no volví a saber nada más de lo que en algunas ocasiones me comentaban mis primas o hermanos), sino también porque con la ayuda de mi terapeuta llegué a comprender que yo era una persona que tendía a amar demasiado, a entregarse más de lo que era sano con una persona y eso me jugaba en contra. Así que decidí aprender a estar sola y a darme a mí misma todo lo que le otorgaba a los demás.
Aunque no negaré lo mucho que me gustaba gustarle a alguien más, era una sensación que no podía describir. No importaba que esa persona no me atrajera, mientras no existiera una falta de respeto lo disfrutaba; y también era sincera y directa, ya que por ningún motivo le daría falsas esperanzas a alguien consciente de lo mucho que se sufría.
Por ese motivo, y porque entendimos que el que Dasher nos encontrara en mi habitación meses atrás era una advertencia, fue que Jacob y yo dejamos por la paz nuestra travesura y nos dedicamos a ser solo mejores amigos. Él incluso aseguró que su pequeño enamoramiento por mí se esfumó, pues estaba más enamorado de la vida, así que no se arriesgaría a perderla; y añadió que, poner sus ojos en la consentida de los Pride White era una inmolación para la que no estaba preparado.
«Mis respetos totales para el suicida que se atreva a desflorarte, pues perderá la vida por tener tu honor».
Esas habían sido las palabras de Jacob y, aunque me reí, también quise tenerlo enfrente para matarlo. No obstante, era consciente de que no fue ningún cobarde sino todo lo contrario; además de que escogió mi amistad antes que perderme de alguna manera.
—En lugar de asesinarlos con la mirada, pídele a Jennifer que te , si consigue culminar su cometido —recomendó Mark y lo miré sin entender.
Nos encontrábamos en el patio de la casa en la que se quedaban, ya era de noche y habíamos cenado, luego nos quedamos compartiendo un rato. Él, Louis y Ángel bebían algunos tragos junto a otros compañeros.
—¿A qué te refieres? —indagué y él sonrió divertido, los demás lo acompañaron.
—Abby, hasta nosotros sentimos el filo de tu mirada, incluso cuando va dirigida a Jennifer y Michael —satirizó Louis y rodé los ojos, tratando de aparentar que no era cierto.
Michael había entrado al programa de voluntariado con otro apellido y, se dejó el nombre real porque antes de permitirme a mí ser parte de ello, mis padres investigaron a los integrantes para asegurarse de que no correría ningún peligro.
Por lo mismo que supieran su nombre no suponía ninguna amenaza o descuido.
En ese momento mi guardaespaldas y la susodicha se encontraban en la sala de la casa, desde donde estábamos teníamos vista directa hacia allí, por eso me hallaba presenciando todo lo que ella hacía para llamar la atención de Michael y, por lo que veía, ese maldito podía tener cara de culo conmigo, pero no con las chicas que claramente deseaban algo más que compañerismo con él.
—Créenos, a Jennifer no le importaría incluirte en la diversión con él —comentó Mark, volviendo a llamar mi atención—. Hemos comprobado lo mucho que le encanta compartir —añadió y de paso miró a Ángel, los dos se rieron de algo que claramente solo ellos sabían.
—¿Ustedes tienen algo? —preguntó Mary y la miré, pues me hablaba a mí—. Me refiero a ti y a Michael.
—Por supuesto que no —me apresuré a responder—. ¿Por qué has llegado a esa conclusión?
—Estos tres sospechan que sí, pero no tienen el valor para preguntarte de frente —Mary señaló con la barbilla a Mark, Louis y Ángel—. Yo he asegurado que solo son amigos, pero los subnormales no entienden que una mujer puede ser amiga de los hombres sin irse a la cama con ellos.
Los tres, junto a otra compañera y compañero, comenzaron a reírse y a discutir con Mary sobre las relaciones amigables entre sexos opuestos. Mark juraba que la única amistad sincera que él había visto entre un hombre y una mujer era porque el primero podía ser gay, comentario que le valió una merecida llamada de atención de todos.
—Mi mejor amigo de toda la vida es hombre, y te aseguro que le gustan las mujeres —reviré pensando en Jacob y acepté un vaso de licor mezclado con jugo de arándanos que Mary me ofreció.
Mark ya nos había explicado que llegó a esa conclusión porque supo de muchas amistades entre géneros opuestos en las que los implicados terminaron acostándose. Y, a pesar de que Jacob y yo nos desviamos un poco hacia ese camino, nos encarrilamos de nuevo y no sentíamos que nuestra relación se fracturara por el desliz cometido.
—Y por supuesto que ese no es Michael —replicó Louis, regresando al punto que nos llevó a esa discusión.
—Porque nos conocemos desde hace unos meses —reiteré dándole un sorbo a mi bebida y agradecí que su sabor fuera agradable para mi paladar.
—Abby, lo miras como si te gustara y él es capaz de matar a cualquiera que siquiera haga un comentario sobre lo guapa que eres —sentenció Ángel y chasqueé con la lengua.
—Pues claro que me gusta —acepté sin reparos, ya que no me daba vergüenza y tampoco le veía nada de malo.
Aprendí a reconocer mis emociones y a darles importancia, así como entendía que podía expresarlas sin temer a que me juzgaran. Tuve suficiente con reprimirme por miedo a dañar a los demás con lo que era mío, sin darme cuenta de que a cambio me dañaba a mí misma.
Y ya no me permitiría regresar a ese punto.
—¿Ves? Lo sabíamos —soltó Mark para Mary, tras mi declaración, y ella bufó.
—¿Les afecta que él me guste? —pregunté.
—Claro que no —respondieron la mayoría casi al unísono.
—¿Y si te gusta porque no vas y se lo dices? —me enfrentó Louis—. En lugar de quedarte aquí mirando cómo flirtea con otra.
Exhalé con cansancio.
—He aprendido qué batallas luchar, chicos. Y dije que me gusta porque es un hombre atractivo y muy guapo, no que esté enamorada de él como para actuar con algún tipo de derecho e interrumpir su conquista. También tengo muy claro que Michael y yo solo podemos ser amigos. Además, él puede molestarse si comentan algo de mí porque me mira como a su hermana. Y, si conocieran a mis propios hermanos lo entenderían —expliqué con la seguridad que sentía.
No esperaba que se conformaran con mi respuesta, tampoco me interesaba, pero lo hicieron. Y supuse que fue porque en lugar de hablarles con evasivas y darles material para cotilleos, respondí con franqueza, lo cual mermó el morbo que sentían.
—Pero en serio, solo por si acaso, Jennifer comparte.
—Ya, idiota. Pareces más interesado tú a que te inviten a lo que sea que te refieres —repliqué para Mark y este rio.
De mis tres compañeros (y me refería a los de carrera), él era quien se comportaba más insoportable y hasta egocéntrico, pero también era buena persona. Así que me enfocaba en sus virtudes y no en sus defectos, la mayoría del tiempo que compartíamos.
Y por fortuna dejó de joderme, los demás también zanjaron ese tema y se concentraron en otros que no tuvieran nada que ver con la vida personal de nadie. Por mi parte ignoré lo que sea que Michael estuviera haciendo con Jennifer, aunque debía admitir que mi corazón se mantuvo latiendo demasiado frenético y las ganas de irme a dormir cada vez se intensificaba más.
Y no precisamente porque tuviese sueño.
—Debo admitirlo: me intriga mucho lo que Mark quiso decir con respecto a Jennifer —le dije a Ángel cuando nos quedamos solos en un rato que los demás tomaron diferentes rumbos.
Algunos fueron al baño, otros a por más bebida o lo que fuera que quisieran hacer. Yo acepté otro poco de licor con el jugo de arándanos porque me gustó y porque me estaba ayudando a controlar lo que ellos me hicieron sentir con sus preguntas.
—Ya estaba perdiendo las esperanzas de que lo admitieras —señaló él con diversión, remarcando más su acento británico muy elegante.
Con Ángel me llevaba mejor y ya antes habíamos hablado mucho sobre nuestras vidas para conocernos mejor. Me contó que era el mayor de tres hermanos y, aunque amaba su carrera, su padre accedió a que estudiara lo que él quería con la condición de que luego sacara un curso en negocios para que se hiciera cargo de sus empresas. De un club en específico, sobre todo, que era de donde obtenían la mayor cantidad de sus riquezas.
—No le daría el gusto a Mark —me sinceré y ambos reímos.
—Chica inteligente —halagó y le guiñé un ojo—. Reverie es un club muy peculiar de mi familia —empezó a decir y lo escuché atenta—. Famoso por sus intercambios de pareja, además de ser el favorito de muchas personas que se manejan en el mundo del BDSM. ¿Sabes qué significa? ¿O tienes idea de lo que estoy hablando?
—Vi Cincuenta Sombras de Grey —confesé, recordando cuando Leah y yo vimos esa película y lo mucho que nos escandalizamos por algunas cosas.
—¡Joder! Jamás menciones esa película cuando se te hable del BDSM, porque no sabes si un Amo o una sumisa puedan estarte escuchando y los ofenderás mucho —recomendó luego de una risa burlesca.
—Ten la amabilidad de explicarme un poco, para no cometer ese error de nuevo —pedí y asintió.
Acto seguido me explicó que BDSM era un término que abarcaba las prácticas eróticas y consensuadas, en algunos casos también considerado un estilo de vida, que constaban del Bondage, Disciplina, Dominación, Sumisión, Sadismo y Masoquismo. Asimismo, denominadas sexualidad alternativa por la amplia variedad de modalidades relacionadas entre sí que ofrecía.
A su vez me habló de las relaciones swingers, que implicaba muchas veces, o en su mayoría, a personas con una relación estable que disfrutaban de mantener actos sexuales, consensuados, con los miembros de otras parejas; esto siempre realizado en presencia y con la participación en el mismo momento, y lugar, de las partes implicadas, estando en todo instante de manera más activa o pasiva en el encuentro.
Dicho todo eso, Ángel me admitió que en el pasado había invitado a Mark, a Louis y a Jennifer para ir a Reverie, ya en el club todos decidieron ser una parte muy activa de las prácticas. Y, aunque para poder disfrutar de todo eso era necesario ser miembros o, a veces, de ser parte de ese mundo en general, también creían en la inclusión dentro de la comunidad y subcultura. Además de que no se negarían a que quienes quisieran, vivieran la experiencia completa del lugar, siempre tomando en cuenta las reglas.
Esa era la razón de que Mark asegurara que a la chica le gustaba compartir, pues lo comprobaron de primera mano.
—Te da curiosidad, ¿cierto? —indagó Ángel al verme pensativa y sentí que me sonrojé.
—Suena interesante —me atreví a decir, terminándome mi trago.
Tenía muchas preguntas en mi cabeza que ansiaba hacerle, pero Louis se asomó con Mary y vi que se unirían de nuevo a nosotros, y de momento, no quería que ellos fueran partícipes de esa conversación, o al menos no de mi curiosidad.
—Algún día te invitaré al club, así vives de primera mano la experiencia —prometió y me regaló un guiño, quizá divertido por mi sorpresa y la manera en la que abrí los ojos, ya que las imágenes que pasaron por mi cabeza eran más escandalosas que aquella película que vi con Leah.
No lo negaría, quería ir y comprobar qué eran el BDSM y los intercambios de parejas, pero ni siquiera tenía idea aún de lo que se sentía al perder la virginidad, así que deduje que tendría que ir por pasos.
No obstante, mi cabeza se quedó maquinando muchas cosas mientras la noche avanzó y los tragos en mi sistema progresaron sin llegar a ponerme borracha, aunque los efectos que ya experimentaba se esfumaron en un santiamén cuando decidí irme a casa con Mary y encontramos a Jennifer saliendo de un pequeño cuarto que antes escuché que era la alacena.
Michael iba detrás de ella acomodándose la ropa.
¡Cazzo! Quizá lo de compartir nunca sería para mí.
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1. ¡Jódete, Abigail!
2. ¿Qué diablos, pequeño demonio?
Ahora sí, ha llegado nuestro primer ser amado, Michael Anderson. Un segurata testarudo que sé que les robará el corazón a muchas lectoras nuevas ;-)
Disfrútenlo y nos leemos el lunes.
Por si acaso, mantenemos en el mismo trato que hice en el capítulo anterior, para subirles un capítulo antes del lunes, si no... pues ya llegará el día :-*
Solo nos falta igualar con votos los capítulos 2, 3, 4 y 9 ;-)
P.D. Odio que Wattpad me cambie el formato de los capítulos, ya intenté muchas cosas, pero sigue apareciendo el texto como le da la gana.
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