CAPÍTULO 10
Mamá había organizado una comida en la que se reunieron familiares y amigos, un día antes de mi viaje a Londres. La abuela Eleanor y el abuelo Myles me llenaban de más mimos de los que me tenían acostumbrada; Eleana y Mateo no querían apartarse de mi lado, sobre todo este último.
—¿Quién me va a cuidar cuando papá y mamá salgan a cenar? —me preguntó Mateo con voz triste.
Tío Dylan nos miraba melancólico, aunque quisiera aparentar que no pasaba nada.
—Supongo que, de ahora en adelante, ni Aiden ni Daemon se negarán a quedarse contigo un rato cuando estén de visita —le dijo tío Dylan a su hijo.
Mis hermanos se encontraban cerca, escuchando nuestra conversación.
—Nah, sigue sin contar conmigo para eso, tío. Quiero a tu diablillo, pero no para quedarme con él tanto tiempo —indicó Aiden y tío Dylan lo miró indignado.
—Ni me mires a mí, eh. Lo dejas conmigo más de cinco minutos y no me hago responsable de lo que pueda pasar —replicó D cuando tío Dylan lo observó a él.
Los idiotas se hacían los duros, pero yo me había dado cuenta de que querían y cuidaban a Mateo tanto como yo, pero obviamente preferían su libertad total antes de quedarse de niñeros, a pesar de que solo servirían de compañía, pues mi primo siempre tenía a alguien con experiencia a su cuidado, cuando mis tíos no se hallaban cerca.
—Clones malagradecidos, debí dejar que se ahogaran en aquella piscina cuando tenían seis años —reviró tío y comencé a reírme igual que mis hermanos.
Mateo también nos acompañó, dejando de lado su tristeza o incluso su molestia porque los clones tendían a chincharlo cada que podían y el pequeño se los permitía.
—Aprendimos a nadar a los cuatro años, viejo cascarrabias —le recordó Aiden y todos comenzamos a reír de manera escandalosa, incluido tío Dylan, a quien el enojo y la indignación le duró poco.
Dios.
Extrañaría esos momentos en familia, las bromas, las peleas, las provocaciones, el apoyo, la unidad, todo menos la sobreprotección.
Mis hermanos creían que me marcharía únicamente por desamor, aunque Aiden sabía el trasfondo oscuro que le ocultamos a Daemon, para mantenerlo a salvo de su condición y, cuando llegó a casa para despedirme habiendo pasado ya varios meses en Newport Beach, confirmé que tomamos la mejor decisión, pues lucía diferente, bien, recuperado, y no me hubiese perdonado llevarlo de nuevo a la inestabilidad por causa de lo que sufrí.
Por otro lado, Aiden incluso con el conocimiento de lo que pasó, creía que no ser correspondida por un chico en el ámbito romántico era el motivo más fuerte que me llevaba a marcharme, y no se lo podía discutir, ya que haber arruinado mi relación con Dasher me hizo ver todo lo demás con lo que no me sentía conforme en mi vida. Por lo que, así el desamor no fuera la razón principal, sí desencadenó todo lo demás.
Seguí dedicándole mi tiempo a cada uno de los que llegó para despedirme ese día, aunque Essie y Leah por momentos me robaban porque querían aprovechar hasta el último minuto a mi lado. De hecho, las dos planearon una última pijamada en la que también incluyeron a Eleana.
Quiero hacerlo.
Apreté los labios para contener una sonrisa cuando leí el mensaje de texto que Jacob me envió. Lo busqué con la mirada, se encontraba con Essie y Mateo en ese instante mientras yo trataba de convencer a la abuela Eleanor para que me dejara ir a compartir con los demás.
Luego de lo que pasó con él días atrás, no nos habíamos visto, tampoco nos escribimos como era costumbre entre nosotros, puesto que ambos necesitábamos tener claro que, si no controlábamos los límites, sí o sí su declaración repercutiría de alguna manera en nuestra relación.
Y no hubo necesidad de dejarle claro que yo solo lo veía como mi mejor amigo, aunque él sí me aseguró que no quería que su declaración cambiara las cosas en nuestra amistad, recalcando que si me confesó tal cosa fue solo para que yo supiera que en la realidad era esa chica que le pedí que imaginara.
—Supongo que esto puede ser pasajero, Abby, así que no te asustes de lo que acabo de decir —pidió luego de unos segundos en el que los dos nos quedamos de piedra.
—No me asustas, Jacob. Es solo que a pesar de lo que te he pedido, te sigo viendo como mi mejor amigo. Y si hacerlo hará que las cosas entre nosotros se tergiversen, pues entonces olvídalo.
—¡No! Cómo voy a tergiversar algo si estoy consciente de que me pides que te toque porque confías demasiado en mí —reviró.
—Sabes qué, olvidemos esto —solicité y me puse de pie.
—Patito —resolló y negué con la cabeza.
—No quiero dañarte por no corresponderte.
—No seas idiota, Abby. Yo no soy de porcelana ni debes tratarme como a una chica a la que tienes que hacerle entender por qué las cosas entre nosotros no pueden ser —bufó indignado.
Comenzamos a reírnos luego de eso porque su reacción fue bastante dramática, algo que barrió con la tensión que se acumuló en el ambiente. Aunque en mi interior, me vi en sus zapatos y fui más consciente de mi error con Dasher.
Luego de ese día, mantuvimos una distancia sana únicamente para no sentirnos raros y superar por separado ese momento vivido. Por lo que me sorprendió recibir ese mensaje de su parte, aunque también me provocó cierta emoción.
¿Quieres que reforcemos nuestra amistad?
Envié el mensaje tras teclearlo y miré cómo él también trató de no sonreír al leerlo.
Cazzo.
No era sana la emoción que sentí en mi estómago ante la expectativa de lo que podría pasar. Y sabía que la travesura no sería del todo inocente, pues tuve que mirar sobre mi hombro para asegurarme de que nadie me estuviese observando.
Y bien decían que, si tenías que cerciorarte de que nadie te viera, es porque lo que harías no estaba bien.
Lane se encontraba abrazando a Leah en un rincón de la casa. Daemon parecía a punto de irse a su habitación porque su dosis de tolerancia se estaba acabando y Aiden charlaba algo con Dasher, tía Laurel y tío Darius además de nuestros padres.
¡Oddio! ¿En qué momento Dasher se hizo presente en esta despedida? ¿O por qué carajos supuse que no llegaría?
Me tensé en el momento que mis ojos se encontraron con los suyos, dándome cuenta de que me había estado observando. Y lo habría seguido haciendo si Aiden no hubiese llamado su atención. Mi hermano se fue rumbo a los escalones enseguida de que Dasher le asintiera y supuse que se dirigía a su habitación, ya que tal parecía que era él y no Daemon, quien acabó con su dosis de tolerancia, puesto que seguía reacio a que me fuera a Londres después de saber que mis planes eran volver hasta que terminara mi carrera de bellas artes.
Saqué de mi agenda las fechas especiales y únicamente dejé abierta la posibilidad de regresar antes, en caso de emergencia.
¿Por qué no?
Además, ese vestido que usas me ha dado muchas ideas.
—Madonna santa, Jacob —susurré y sentí que mis mejillas se incendiaron al leerlo.
¿Por qué te pones nerviosa?
Lo miré con una ceja alzada al leer ese mensaje, pues podíamos estarnos escribiendo, pero pendientes de nuestras reacciones en la distancia.
Porque no esperé que me coquetearas así.
Según tú, ¿solo iría a meterte los dedos y ya?
—¡Jacob! —chillé y me llené de vergüenza porque en realidad quería escribirlo.
Lo vi reír desde donde se encontraba.
—¿Qué pasa, cariño? —Miré a la abuela al hacerme esa pregunta.
—Nada, nonna. Es solo que... —Alterné la mirada entre el abuelo y ella sin saber qué decirle—, Jacob me envió una imagen de mal gusto —mentí.
Rogué para que no me pidieran que se las mostrara y agradecí haber sido escuchada.
Idiota.
Le escribí a mi amigo y ya no lo busqué con la mirada porque no quería ponerme en más evidencia, aunque mis mejillas calientes fueron un indicativo de que el bochorno seguía ahí, sin contar las imágenes que rondaban en mi cabeza luego de lo que me dijo por mensajes.
Lo único bueno de eso fue que no sentí repulsión y menos miedo, que era lo que más temía.
¿Ya te acobardaste?
¿Eres de la que mata al tigre y luego le teme al cuero?
Tragué con dificultad y respiré hondo con la intención de que mi corazón desacelerara un palmo, al leer sus provocaciones.
Ve a mi habitación cinco minutos después de que yo me vaya hacia allí.
Guardé el móvil tras escribirle eso y a continuación traté de ignorar lo que haría para concentrarme en los invitados. Hasta que encontré el momento de escabullirme y me fui directo a mi habitación.
Dios.
Estaba con la respiración acelerada cuando llegué, pensando en la locura que quería cometer, y en el momento que escogimos con Jacob para ello, pero no negaría que la posibilidad de ser descubiertos despertaba en mí una excitación que jamás experimenté. No sabía si ya estaba loca o era parte de mi verdadera esencia queriendo despertar, lo que sí podía asegurar era que mientras los minutos corrían, más quería que mi amigo apareciera.
Necesitaba olvidar con él y no concentrarme en el dolor y la tristeza de ver a mis padres, hermanos y demás familiares, tristes porque al siguiente día me marcharía.
—¿Dime que no voy a salir muerto de esta habitación? —Me mordí el labio para no reír cuando Jacob hizo esa pregunta al entrar.
—Todo depende del sentido —musité y di un paso a su encuentro.
Me detuve porque él alzó la mano.
—Tengo una condición para seguir adelante —advirtió y alcé la barbilla indicándole que la soltara—. Finge que te gusto como hombre, no como amigo, porque no quiero sentirme gigolo.
—Jacob —lo nombré entre risas y él apretó los labios para no reír, queriéndome demostrar con eso que hablaba en serio—. Está bien —acepté tras unos minutos y luego seguí caminando hasta detenerme a centímetros de su cuerpo.
Alcé el rostro para mirarlo a los ojos, él no hizo ningún movimiento y no fue por estar nervioso, podía asegurarlo, ya que no noté ningún indicio de ello. Así que supuse que me estaba entregando el control para que llevara la situación como más me acomodara. Y, envalentonada por eso, alcé la mano y aparté las hebras de cabello que le caían en la frente con la punta de los dedos, rozando a la vez su piel, descendiendo hasta trazar su mandíbula.
Nuestras miradas se mantenían alineadas, aunque por momentos la alternábamos a nuestros labios. Esa vez Jacob llevaba los piercings en sus orejas y nariz, dándole ese aspecto entre chico desenfadado y de cuidado que le sentaba de maravilla. Aunque el de intelectual también era atractivo.
—¿Eres así con otras chicas? —pregunté y su boca se curvó de manera peligrosa y petulante.
—¿Quieres que te cuente por qué las que han estado conmigo guardan nuestros polvos como inolvidables? —propuso y sonreí de lado, asintiendo enseguida, intrigada además porque era la primera vez que tocaríamos esos temas, entre otras cosas.
El nerviosismo que sentí antes desapareció y comprendí por qué la sugerencia de mi terapeuta sobre estar con alguien en quien confiara ciegamente, pues me hallaba descubriendo que incluso con mi inexperiencia, Jacob me hacía sentir que nací para seducir, ya que podía jurar que en sus manos estaba segura.
—Porque soy el chico bueno, el caballero mientras la puerta está abierta y ojos ajenos nos observan —Tragué con dificultad al sentir las puntas de sus dedos arrastrándose por mis muslos desnudos. Mis pechos se apretaron contra el vestido, sintiendo cómo los pezones endurecidos se rozaron contra la tela; casi nunca usaba sostén, pues los odiaba, por lo que agradecía que mis senos fuesen pequeños—. Pero al estar solos, tiro mi máscara y les muestro mi verdadero rostro.
Contuve la respiración al sentir que llegó a la unión entre mi muslo y cadera, pero se detuvo a segundos de rozar sus dedos encima de mis bragas.
—Quiero verlo. —Jadeé porque comenzó a subir la mano desde mi vientre hacia mis pechos, imitando su toque anterior en mis muslos, pero esta vez sobre mis pezones.
—¿Qué quieres ver, Abby? Porque puedes referirte a varias partes de mi cuerpo con esa demanda —replicó en un tono de voz que nunca le escuché.
—¡Oddio! —Gemí en el instante que deslizó el dorso de su dedo índice entre mi sexo.
No me había dado cuenta de que, a pesar de la confianza que le tenía, mi cuerpo estuvo tomando la tensión de ese encuentro de manera errónea, sin embargo, con ese toque encendió un fuego que descendió de mi pecho hacia mi vientre, acompañado por un golpe de humedad que ardió entre mis piernas por la necesidad que se desató en mí.
—¿Qué quieres verme, Abby? —demandó con su boca a centímetros de la mía.
—Tu... ¡Ah! —Gemí de nuevo cuando tomó mi pezón entre su pulgar e índice a la vez que volvió a rozar su dedo en mi centro. Mi clítoris palpitó como si el corazón se me hubiera caído ahí y gimoteé de nuevo necesitando más—. Tu verdadero rostro —conseguí decir.
—Haré que te encante, tal cual me encanta el tuyo. Este que me estás mostrando —señaló.
—Jaco...
El nombre murió en su boca en cuanto se lanzó hacia la mía, cubriéndome y cortándome la respiración. Fue un choque que detuvo por unos segundos para abrir parcialmente sus labios, extendiendo esa vez el fuego en mis mejillas, en mi cuello, hasta terminar en los dedos de mis pies.
Jadeé sintiendo que iba a volverme loca de placer, gozando de su boca moviéndose con suavidad sobre la mía, sumergiéndose y tomándome con fuerza. Envolví los brazos en su cuello y lo hice tragarse mi siguiente gemido porque apartó mis bragas y hundió su dedo en mi sexo sin aquella barrera de por medio.
—¡Mierda! Te estoy empapando —se mofó con un gruñido.
—Me estoy empapando —corregí yo, perdiéndome cada vez con lo que me estaba haciendo experimentar.
—Pero yo lo provoco —recordó y para dejarlo claro abrió mis labios vaginales con su dedo índice y anular a la vez que con el medio acarició aquel manojo de nervios de arriba abajo, consiguiendo con ello hacerlo palpitar más.
Un sollozo quedó atrapado en mi garganta ante las nuevas sensaciones. Y sí, me había tocado a mí misma, pero no se comparaba a lo que él hacía en ese instante.
—Cazzo, Jacob. Después de esto se me hará más difícil dejarte mañana —confesé, presionando mi frente contra la suya—. Eres mi mejor amigo y ahora...
Me mordí el labio para no gemir fuerte cuando me empotró a la pared y me tomó del muslo, alzándolo enseguida hasta enganchar la parte de atrás de mi rodilla en su brazo y con eso, proporcionarle un ángulo en el cual sus dedos tuvieron mejor movilidad. El fuego en mi vientre estaba recorriendo hacia abajo, haciendo que mis músculos ardieran y mi interior se apretara.
—Y los mejores amigos pueden hacer esto, ¿cierto? —indagó metiendo un segundo dedo en mi sexo, deslizando ambos hacia abajo hasta llegar cerca de mi entrada.
—Tú y yo sí —aseveré haciéndolo sonreír con maldad.
—¿Y también puedo comerte el coño?
La piel se me erizó con vergüenza porque su pregunta fue cruda, pero también me gustó, más de lo que imaginé.
—Haz...
—No, hijo de puta. No puedes.
Todo el placer que sentí se evaporó en segundos, el fuego en mi sangre siendo suplantado por la frialdad y el terror al ver a Dasher dentro de la habitación, y en un santiamén, sobre Jacob.
—¡Merda! —grité, alcanzando a acomodarme la ropa en el momento que Dasher lanzó a Jacob en la cama y se fue sobre él.
La agilidad de mi amigo fue sorprendente al escabullirse antes de quedar atrapado y pudo esquivar los golpes que Dasher le lanzó.
—¡¿Mejor amigo?! —rugió el rubio y lo desconocí—. ¡Mejor amigo mis huevos, maldita mierda!
—¡Dasher, no! —grité porque esa vez Jacob no pudo esquivar el puñetazo que impactó en su costado.
Lo escuché gruñir de dolor, sin embargo, no se detuvo a contemplarlo y le devolvió el golpe a Dasher, impactando cerca de la mandíbula del rubio.
—¡Lo que ella y yo seamos no es tu puto problema, cobarde! —desdeñó Jacob y se lanzó hacia Dasher.
Maldije porque este último estaba preparado para ese ataque, así que se agachó y arremetió con todo su cuerpo, lanzando a Jacob cerca de la puerta.
—¡Yo decido lo que es mi problema! ¡Y este lo es!
—¡No lo es, Dasher! —contradije yo y me ignoró deliberadamente—. ¡Ya! ¡¿Por qué demonios actúas como si esto te afectara?! —exigí metiéndome en el medio antes de que volviese a irse sobre Jacob.
—¡No la toques! —rugió Dasher al percatarse de que Jacob me tomó de la cintura con la intención de apartarme.
—¡¿Por qué estás aquí?! —demandé saber yo, deseando que se concentrara en mí y para conseguirlo, tomé las manos de Jacob y las quité de mi cintura.
No lo hice por Dasher y menos porque me intimidara, sino porque no quería que ese escándalo se magnificara y al final yo sería la única afectada.
—¡Porque soy un estúpido! —espetó.
—¡Créeme, nadie duda de eso! —reviró Jacob y lo detuve en cuanto quiso ponerse a mi lado, pues no me arriesgaría a que de nuevo estuviera al alcance de ese demonio que nos fulminaba con sus ojos azules.
—Eres demasiado orgulloso como para haber venido a mi habitación de nuevo, Dasher.
—¿De nuevo? —inquirió Jacob.
Ambos lo ignoramos.
—Soy un estúpido que se tragó tu cuento de que te irás por alejarte de mí —admitió Dasher con la voz oscura y eso heló más mi piel.
Las aletas de su nariz se movían con la rapidez que respiraba, su rostro estaba rojo por la furia y sus puños apretados me indicaban que era una fiera acechando a la presa detrás de mí, esperando la más mínima oportunidad para atraparlo.
—Aunque no es un cuento, lo hago más por mí —aseveré—. En todo este tiempo he aprendido que no moriré porque no me correspondas, pero sí podría hacerlo si no me encuentro a mí misma.
Él soltó una risa amarga y supe que de su boca no saldría nada bueno a continuación.
—¿Y qué? ¿Te perdiste entre los dedos de esta mierda?
No sé ni por qué me sorprendí de lo que dijo, pero lo hice.
—Estuvo a punto, hasta que llegaste a cagarte en todo —desdeñó Jacob.
Y estaba tan en shock por la pregunta de Dasher, que ni siquiera me moví en el instante que perdió el control una vez más por lo que Jacob insinuó. Me quedé ida viendo cómo se fueron a los golpes hasta que terminaron fuera de mi habitación.
—¡No es mi puta culpa tener más valor que tú! —escupió Jacob con repugnancia.
Para ese instante ya había espabilado por el miedo de que mis padres o mis hermanos se enteraran de lo que sucedía, por eso tomé a Dasher del brazo en un vano intento porque soltara a Jacob del cuello, ya que lo empotró a la pared con toda la intención de estrangularlo.
—¡Ya, chicos! ¡No me hagan esto! ¡Es mi último día aquí! —chillé.
Dasher no me prestó atención y sus ojos azules se volvieron árticos de nuevo por las ganas que tenía de terminar de una buena vez con Jacob. Y le recriminé a ambos lo que sucedía porque mi amigo también se estaba prestando a la locura del rubio, olvidándose que a la única que perjudicaban era a mí.
¿Cómo demonios les explicaría a mis padres esa pelea entre ellos si se enteraban?
Me preocuparía por eso luego, pues vi a Aiden en el pasillo presenciando la escena y, a pesar de que sabía que mi hermano también querría una explicación, en ese momento él era el único que podría ayudarme, así que le supliqué con la mirada que interfiriera.
—Me sorprende que siquiera pienses en golpear a Jacob —resolló Aiden al llegar hasta ellos y coger a Dasher del brazo.
Incluso con la situación, sentí un leve alivio porque, según me indicaron las palabras de mi hermano, entendí que él no vio la pelea ni tenía idea de por qué comenzó todo.
—Tú también querrías hacerlo si lo hubieses encontrado como lo encontré yo —respondió Dasher con su voz ronca.
Madonna.
Toda pizca de alivio murió ante la tensión de Aiden al escuchar a nuestro primo, y su mirada incrédula hacia mí.
—¿Es por Jacob que decidiste irte desde un principio? —me preguntó.
Contuve un sollozo y sentí que comencé a temblar en cuanto Aiden apartó a Dasher para ocupar su lugar y coger el cuello de Jacob.
¡Oh, Dios! Eso era lo que quería evitar, tener que dar explicaciones, pues de ninguna manera estaba dispuesta a que Jacob pagara las consecuencias, pero le hice una promesa a Dasher que no pensaba romper a pesar de querer hacerlo, pues el idiota se metió en lo que no le importaba.
—Estaba comiéndole la puta boca a Abigail cuando entré en la habitación —reviró Dasher, ocultando lo que en realidad vio.
Jacob sonrió con ironía y agarró la muñeca de Aiden cuando este apretó más su agarre en él. Negué con la cabeza hacia Dasher, odiándolo por su actitud posesiva, por aprovecharse de los celos de mi hermano para que castigara a mi amigo.
—¡Y, sin embargo, no fue él por quien tomé la decisión de irme! —grité presa de la rabia y arremetí contra Dasher, golpeando su pecho con mis palmas hasta conseguir que retrocediera—. ¡Jacob es mi amigo y me ama de verdad! —dejé claro sin dejar de empujarlo, maldiciendo por haberme enamorado de ese rubio en lugar de poner mis ojos en alguien que sí iba a corresponderme—. ¡Y es una maldita lástima que yo lo vea solo de esa manera, porque, de lo contrario, nada ni nadie me haría irme de mi hogar!
La mandíbula de Dasher se volvió más filosa por cómo la apretó tras mi declaración, ya que sabía a la perfección que todo lo que dije fue por él. Y me miró más duramente que antes, a lo mejor queriendo decirme muchas cosas, pero callándolas como el cobarde que era.
Tampoco me detuvo, porque seguí golpeándolo.
También le sostuve la mirada y dejé entrever que, si seguía embarrando a mi amigo para que Aiden terminara con su trabajo, no callaría más. Otro rasguño a Jacob y mi promesa quedaría rota.
—Sí, la besé, pero, más que dañarla, he querido hacerla feliz siempre y convencerla de que no se vaya —aseguró Jacob.
Su voz sonaba ahogada por el agarre de Aiden y con eso entendí que intervino más para cuidar mi espalda por lo que estaba mostrando sin darme cuenta.
—¡Por eso me voy! ¡Estoy harta de ustedes, malditos neandertales machistas! —generalicé—. ¡Ni quieren, ni dejan, pero cuando otro se atreve, saltan como si solo fuéramos objetos o trofeos! —añadí y los ojos de Dasher se abrieron demás al entender a lo que me refería—. ¡No tienen hambre y, sin embargo, cuando otro quiere la comida, son tan egoístas que de repente les da la más voraz!
—No sé a qué mierda te refieres con eso de que ni quieren ni dejan, y tampoco eres un maldito trofeo —me enfrentó Aiden, soltando a Jacob y dejándome tiesa en un santiamén—. Eres mi hermana, Abigail, ¿o es que eso último es para Dasher?
Mis orbes se desorbitaron al escuchar lo último y admiré que Dasher sí controlara su reacción en ese instante. Eso me hizo espabilar y girar para enfrentarme a mi hermano. Él, sin embargo, únicamente veía a al rubio y por su rostro pálido intuí que no lo consideraba su primo en ese momento y que, sin palabras, le estaba haciendo una promesa de muerte.
Me cago en todo.
Minutos antes pensé en que rompería mi promesa, pero justo cuando los ojos grises de Aiden se oscurecieron indicando la muerte que escondía, supe que no podría hacerlo.
Yo quería matar a Dasher por imbécil, pero no que otra persona lo dañara.
—Globalicé. Hablé de manera literal, Aiden —repliqué con seguridad, recomponiéndome de inmediato porque de mí dependía detener una masacre—. He soltado todo lo que ustedes me hacen sentir con esa forma de ser tan posesiva que tienen.
De paso, aproveché para expresar todo lo que callé referente a la forma en la que siempre me trataron.
—¿Qué clase de cabronazo crees que soy? —se inmiscuyó Dasher, escuchándose muy ofendido por la insinuación de mi hermano—. Siempre hemos dicho que hasta en los perros hay clases y, nosotros así seamos los peores, respetamos a las mujeres de la familia —remarcó con mucho énfasis—. Además, sabes mis gustos, y las niñas no entran en ellos. Quiero a mujeres de verdad, como Bárbara —aclaró con orgullo.
¡Auch!
Había escuchado algunos comentarios sobre él con una chica, pero oírlo de su boca y sobre todo con el tono de desprecio utilizado, me dolió demasiado. Y tuve que morderme el interior de la mejilla para no llorar, para no gritarle que por qué se volvió loco al ver lo que Jacob y yo hacíamos, si tanto le gustaban las mujeres como esa tal Bárbara.
—No te pases, imbécil, que, mayor o menor, mi hermana es una mujer de verdad —espetó Aiden.
Que me defendieran de ese comentario hiriente casi me hace imposible retener mis lágrimas.
—Sabes a lo que me refiero. —Aclaró Dasher—. Mi error fue meterme en lo que no me importa. Y si este tonto... —señaló con la barbilla a Jacob—, la folla casi en tu cara o no, es tu puto problema y la maldita decisión de ella, total, es lo que tanto busca.
Jadeé presa de la incredulidad porque de verdad tuve esperanzas de que Dasher no fuera más cretino, pero fui una estúpida por tener tanta fe en él. Por eso me ardía en el alma sentir lo que sentía, sobre todo en ese momento, donde se encargó de barrer lo último que todavía latía en mi interior cada vez que lo miraba.
Negué con la cabeza viéndolo irse, cabreado e ignorando lo que Aiden le gritaba. Y solo dejé de prestarles atención cuando Jacob me envolvió en sus brazos, olvidando lo que le hicieron por mi culpa, estando ahí para mí como el amigo que era, quien no me abandonaba sin importar las adversidades.
Le correspondí pensando en que así me doliera dejar a los míos, había tomado la mejor decisión al marcharme. Y, aunque mi intención siempre fue dejar el pasado atrás, perdonar y perdonarme, era consciente de que esas últimas heridas que estaba recibiendo por parte del chico del cual me enamoré, me dejarían cicatrices que servirían para moldear mi futuro.
Uno en el que ya no lo veía más a él.
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¿QUIÉN ENTIENDE A DASHER? ¡DIOS!
Y por otro lado: ¿esperaban esta versión de Jacob? A mí me encanta ;-)
Ahora... ¡Feliz Navidad, mi gente hermosa! Gracias infinitas por su apoyo, para lxs nuevxs lectorxs y para quienes me leen desde hace muchos años. Estoy por cumplir 10 años desde que me uní a esta plataforma y es lindo saber que muchas personas siguen aquí conmigo desde entonces.
Les deseo lo mejor en estas fiestas, que coman mucho sin enfermarse. Y, por favor, cuídense porque quiero que me sigan leyendo por muchos años más.
Nos leemos el viernes en otra actualización :-)
Aunque, podría adelantarles un capítulo, que por cierto: es donde conocerán a mi guardaespaldas favorito; pero si votan por igual por todos los capítulos, ya que veo unos entre los 300 votos, cuando el capítulo 6 y 7 (me parece) sobrepasan los 400 likes.
Así que, ¿hacemos ese trato? Ustedes votan por todos los capítulos por igual, como mi regalo de navidad, y yo les adelanto un capítulo como un regalo extra para ustedes ;-)
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