CAPÍTULO 1

Aguanté la respiración con la esperanza de que mi corazón dejara de estar tan acelerado, y cuando no soporté retenerla por más tiempo, la solté lentamente por la boca, deseando que mis amigas (quienes me veían al otro lado de la pantalla de mi móvil) no lo notaran.

No seas cobarde, Patito. Tanto te jactas de que eres valiente y puedes con todo, pero ahora que tienes la oportunidad, te estás echando atrás como una gallina —se burló Fiorella, llamándome por el apodo con el que me bautizaron mis hermanos, y rodé los ojos.

Vittoria y Martina soltaron sonrisitas cómplices al escucharla y ver mi reacción. El rostro de cada una se desplegaba en un pequeño recuadro en la pantalla de mi móvil, como parte de la videollamada grupal que les hice en cuanto necesité de sus consejos, y la cual respondieron a pesar de que en Florencia (Italia), donde ellas se encontraban, eran las cinco de la mañana.

Situaciones como esas, en donde las tres estaban para mí sin importar la hora o razón, eran las que me demostraban que yo estaba en todo lo correcto al defenderlas siempre que Leah (mi prima) se metía con ellas, pues aseguraba que ninguna de esas chicas eran mis amigas y que simplemente me tomaban como el vértice perfecto para llegar a mis hermanos.

Y no voy a negar que en un momento yo también creí que solo me querían utilizar para eso, pues además de que eran un par de años mayores que yo, no ignoraba que en el colegio al cual asistíamos en Florencia las tenían como a las perras populares que se aprovechaban de los más vulnerables. Sin embargo, el destino nos hizo coincidir en un proyecto escolar en el que mi curso de fotografía se fusionó con el de moda, del que las tres eran parte. En él me asignaron a Fiorella como modelo y descubrí por mi cuenta que no todo lo que murmuraban de ella era verdad.

Y, aunque sí se enrolló con mi hermano, no fue porque me haya utilizado a mí para llegar a él sino más bien porque Aiden siempre encontraba el camino hacia los brazos de alguna chica. Y por supuesto que mi hermanito arrastró a Daemon (su gemelo) hacia el regazo de Martina en cuanto supo el interés que ella tenía por su alma gemela, como solía llamarle.

No es eso, Fiorella. Es solo que me pides que me de algo que él ni siquiera quiere conmigo —le respondí en italiano, mi segunda lengua, aunque las tres dominaban el inglés.

Yo era italiana de nacimiento, de padres estadounidenses. Y, a pesar de que mi primer idioma fue el inglés, crecí hablando el italiano, por lo que me sentía más cómoda charlando en mi idioma natal.

—¡Oh, vamos! No nos salgas con eso —se quejó ella y exhalé un suspiro.

Siempre pasaba lo mismo cuando el tema principal de conversación era Dasher Black, mi kriptonita.

Crecí con la idea intrincada de que era mi primo, un chico con el que no compartía lazos sanguíneos, aunque no por eso dejaba de ser mi familia después de todo. Sin embargo, debía de haber algo defectuoso en mí, ya que nunca pude aceptar que él fuera únicamente lo que mis padres y los demás decían.

Dio.

Desde que tuve uso de razón lo vi como el príncipe de mis cuentos, esos que Aiden solía leerme cuando éramos niños aún y, mediante fui creciendo se convirtió en mi amor platónico, uno al que no podía sacar de mi cabeza con nada y menos con nadie.

En serio, quisiera tenerla aquí para darle un golpe en la cabeza y ordenarle las ideas —bufó Vittoria y sonreí.

Necesitaba lo decidido de ella, pues de las tres era la que siempre iba directo en todo.

Aguanta, ya casi vuelve —la animó Martina y exhalé un largo suspiro.

Con mis padres y hermanos habíamos llegado a Estados Unidos para pasar el día de acción de gracias con mis abuelos paternos y demás familia, además de celebrar el cumpleaños de papá y los gemelos, quienes cumplían años el mismo día. Y como ya se les había hecho costumbre, Aiden y Daemon organizaron su propia fiesta en el apartamento que tenían en Richmond.

Ni yo ni ninguna otra de las mujeres de la familia, sin importar la edad, estábamos permitidas en esas fiestas, pero esa vez (por obra del destino como regalo o castigo) conseguí convencer a mis hermanos de dejarme asistir, luego de prometerles que haría muchas de sus tareas por ellos.

Cedieron más por aburrimiento que por otra cosa y, aunque quise convencer a Jacob (mi mejor amigo de toda la vida, a pesar de que nuestra amistad fuera la mayor parte del tiempo a distancia) para que me acompañara, él se negó gracias a que no era el favorito de mis hermanos, puesto que los idiotas eran unos celosos empedernidos.

No obstante, ese hecho no me detuvo, pues me acoplaba perfectamente con los amigos de mis hermanos, tanto hombres como mujeres, por lo que no me sentí cohibida.

Yo no diría que no lo quiere contigo —mencionó Martina volviendo al punto y las tres callamos para que siguiera hablando—. Ya hemos analizado en muchas ocasiones que Dash en lugar de parar tu ilusión, la alimenta, Patito, por lo que sospechamos que secretamente tú también le gustas, pero se abstiene porque son primos, además de la diferencia de edad entre ustedes.

Mi corazón se aceleró porque mi ilusión creció un poco más con lo que Martina dijo.

Las tres sabían que Dasher fue adoptado por mis tíos, Darius y Laurel Black y que, además, tío Darius era hermano adoptivo de mamá. Tuve que decírselos porque se escandalizaron cuando descubrieron mi enamoramiento por él, luego de que Vittoria le pidiera ayuda a Fiorella para conquistarlo en uno de los viajes que Dash, sus papás y su hermana Essie hicieron a Italia para pasar con nosotros una navidad. Y... Dios, casi la mato por los celos que me embargaron, aunque por fortuna, a pesar de descubrir que estaba loca por mi primo, me guardaron el secreto y de paso respetaron mis sentimientos.

Desde entonces me abrí con ellas y les dije todo lo que siempre sentí por él, las tres me hicieron sentir comprendida y apoyada, ya que cuando se lo admití a Jacob, porque él lo sospechó, terminó regañándome por haberme fijado en alguien mayor que yo.

Sí, Patito. —Se unió Vittoria—. Entendemos los celos de tus hermanos con cada chico que se te acerca, es algo dentro de lo normal. Pero lo que Dasher hace nos da a entender que lo suyo va más allá de celos fraternales.

Ni ella ni Fiorella seguían con mis hermanos, todo quedó en una aventura, aunque no por eso dejaron de ser mis amigas. Un motivo más que me hacía defenderlas de Leah.

—¡Claro que no son fraternales! Ya que, a ver, ¿por qué tuvo que haberte llevado él al cine cuando Aiden y Daemon impidieron que fueras con el chico de sexto año que te invitó a ir para San Valentín? —inquirió Fiorella—. ¿Por qué llevarte a la feria para tu cumpleaños en cuanto supo que iría el otro niño que te propuso que se vieran allí?

Sonreí ante esos recuerdos.

Mis hermanos eran unos idiotas en todo el sentido de la palabra y Dasher se ponía al nivel de ellos, pero a diferencia de los clones (como mis padres apodaron a los gemelos, además de copias) él siempre trataba de compensarme y yo era más idiota, ya que, con tal de estar a su lado a solas, así fuera como primos, no me importaba que truncara mis planes cada vez que podía.

Por eso y más, opinamos que esta vez aproveches tú, la oportunidad que te da de joderle los planes —Martina regresó una vez más al punto y volví a sentirme nerviosa.

La música afuera de la habitación en la que me encontraba, que era la de Aiden, pero él me la cedió esa noche, sonaba a un volumen alto, lo suficiente para darme la oportunidad de charlar tranquila con ellas, además de que los únicos que podrían entenderme eran mis hermanos.

¡Dios! Pero él busca con ella algo más que besos y juegos inocentes —les recordé y las tres sonrieron con picardía.

—¿No que querías que él fuera tu primero en todo? —refutó Vittoria y sentí que mis mejillas se calentaron al recordarme haciendo esa declaración con ellas.

Y lo cierto era que, así haya dicho eso, en ese momento pensaba que para llegar a ese punto todavía era necesario que pasaran un par de años más, pero no dije nada.

Pues sí, pero sería gratificante que sepa que está conmigo, no con otra —reproché sin dejarles notar que no estaba cien por ciento segura de dar ese paso.

Si yo fuera tú, aprovecharía la oportunidad, Abigail —admitió Fiorella, llamándome por mi nombre completo para que entendiera que hablaba en serio.

Deja que pruebe lo que se está perdiendo por prejuicios o tabúes. De esta manera, él podría animarse a mandar todo a la mierda de una buena vez, para tener una relación contigo —se unió Martina y respiré profundamente.

La fiesta que los chicos organizaron estaba en su máximo apogeo y, alcanzaba a escuchar las risas escandalosas y las locuras que los más borrachos llevaban a cabo.

Había observado a Dasher interactuar con los demás en toda la noche. Y cuando fui al patio trasero para tomar un poco de aire, lo escuché conversando con una chica. Ellos ni siquiera se dieron cuenta de mi presencia porque estaban muy ensimismados en lo que hacían o decían, por eso fui testigo de las artimañas que ese tonto utilizaba para conquistar y convencerla de llevársela a la cama y, aunque al principio me pareció ridículo y hasta pensé en burlarme de él por eso, luego sentí envidia de ella porque obtendría lo que yo deseaba y no podía tener.

Por la diferencia de edad, porque nos habían enseñado a vernos como familia y porque yo era una niña que carecía de las cualidades físicas que Dasher buscaba en el sexo opuesto.

—¿Qué hago para que la chica no aparezca mientras yo estoy con él? —Las tres sonrieron cómplices al darse cuenta de que me adentraría en esa locura.

Y en ese momento el nerviosismo no me dejó entender si lo únicamente porque quería, o por demostrarles a ellas que no era de las que hablaban y luego se retractaba de lo que decía.

Vamos a decirte cómo, pero deberás seguir cada paso al pie de la letra, promételo, Patito —advirtió Fiorella y asentí dispuesta.

Hubo instantes en los que las escuchaba y me sentí incapaz de llevar a cabo su plan, pues me recomendaron cosas que nunca me vi haciendo. Sin embargo, esa noche fui testigo directo del nivel de manipulación que esas tres chicas manejaban; y caí en sus redes sin ningún problema, convencida de que únicamente aprovecharía la ocasión que la vida al fin me estaba dando.

—Solo estoy tomando mi oportunidad —susurré mientras rebuscaba entre los medicamentos de Daemon por los somníferos que él utilizaba.

Mi hermano era bipolar, así que en cada lugar donde se quedaba a dormir había un botiquín especial con todos los medicamentos que ingería (se cambiaban cada cierto tiempo por los que caducaban). Y sabía que encontraría los somníferos que, según lo que escuché, no eran tan fuertes.

En cuanto los encontré busqué a Sasha en la fiesta (ese era el nombre de la chica) y utilizando una audacia que no sabía que poseía, la convencí para que me ayudara con algo y la llevé a la habitación que Aiden me cedió esa noche. Ella, queriendo ganar puntos con mi primo, se mostró dispuesta a apoyarme en lo que necesitara y, estando en la privacidad de la recámara la convencí para que se quedara un rato conmigo y le administré en la bebida una dosis del somnífero.

No obstante, el medicamento parecía no surtir efecto inmediato y en lugar de dormirla, se mostraba más feliz de lo que había llegado, por lo que tuve que recurrir a otra dosis por su resistencia.

—¡Dios! Lo siento, Sasha —susurré cuando el somnífero al fin hizo efecto en ella y la acomodé bien en la cama—. Te juro que, si no tuviera a este chico tan atascado en mi sistema, jamás habría hecho esto —continué y me aseguré de que durmiera profundamente.

A ese punto ya no estaba segura de lo que estaba haciendo, pero seguí adelante con el plan incluso con todos los límites que estaba sobrepasando. Podía culpar a la zozobra que experimentaba desde hace mucho, a mi rebeldía por cruzar la línea entre lo correcto, o a mi inmadurez y la facilidad con la que me dejé manipular.

Analizaría eso después. En ese instante solo debía concentrarme en asegurarme que los clones, Lane (el nuevo amigo que mis hermanos hicieron) y las demás personas que se quedaron en el apartamento luego de que el alcohol al fin los noqueara, estuviesen dormidos en sus tiendas de campar puestas en el jardín (ya que el lugar únicamente contaba con tres recámaras), incluidos mis hermanos y las chicas a las que conquistaron esa noche.

Aiden se quedó en una tienda porque, como era obvio, yo estaba en su habitación y Daemon porque no le gustaba meter a su cama a chicas con las que únicamente estaría una noche.

—Mamá nos mataría a los tres si supiera lo que está pasando —murmuré en voz baja mientras caminaba hacia la habitación que Dasher ocupaba, cuidando que no me cacharan.

Nuestros padres no eran ningunos estúpidos, pero confiaron en nosotros esa noche. En mis hermanos con que me cuidarían y en mí en que me comportaría. Sin embargo, saber que los defraudaría no me detuvo y cuando llegué frente a la puerta de la habitación de Dash, que era la que mis hermanos le dieron porque siempre se quedaban juntos en el apartamento cuando estábamos de visita en el país, y tomé la manija, vi el rótulo imaginario que decía «no lo hagas» con letras luminosas.

Lo cambié por «hazlo» y me adentré.

Haz que pruebe lo que se pierde por las limitaciones que se impone.

Muéstrale que tú no tienes miedo.

Estás a punto de comprobar que él también te desea.

El recuerdo de lo que Fiorella, Vittoria y Martina me dijeron en la videollamada me acompañó en cada paso que di dentro de la habitación. Eso me ayudó a controlar mi nerviosismo y el temblor en mi cuerpo. Escuché el sonido de la regadera encendida, lo que escondió por unos segundos el estrépito de los latidos de mi corazón y, cuando me acerqué a la puerta entreabierta del baño sentí el vapor del agua.

La luz encendida del pequeño cuarto me dejó ver la silueta de su cuerpo detrás de las puertas de vidrio de la ducha. El vaho que emanaba cubría algunas de sus partes, aunque miré lo suficiente como para tragar con dificultad.

¡Cazzo! —susurré, dándome cuenta de que en todo lo que había visto antes, Dasher estaba más grande de lo que recordaba.

Y supuse que tal cual lo hacían los clones, él intentaba bajarse los efectos del alcohol duchándose, pero por esa vez deseé que no recuperara el control de sus cinco sentidos tan pronto.

Me llevé el pulgar de mi mano derecha a la boca y me mordisqueé la uña cuando él echó la cabeza hacia atrás para que el agua de la regadera le cayera en el rostro y mojara sus facciones duras, aunque juveniles. Tenía los ojos cerrados y los músculos de sus brazos se marcaron más con el movimiento. El vaho nublando la puerta no me dejó ver todo con claridad, sin embargo, mi mente se puso muy creativa.

Dasher tenía la piel dorada por el sol, obsequio de los días enteros que se la pasaba en el campo de fútbol, pues era su afición favorita además del entrenamiento en el gimnasio. Igual que mis hermanos, él amaba llevar una vida saludable, por eso sus borracheras eran muy pocas.

«Hazlo, Abby».

Me animé a mí misma cuando noté que él terminaría de ducharse pronto.

Me saqué el pijama y luego mis piernas hicieron su camino hasta llegar al interruptor de la luz y apagarla. Esa era la señal de aceptación que acordaron con Sasha.

Ver el cuerpo escultural de Dasher había sido todo un espectáculo que me provocó una rara sensación en la entrepierna, aunque no era desconocida para mí, ya que, al parecer, mi curiosidad era muy peligrosa y por lo mismo empecé a experimentar con mi cuerpo meses atrás. Mismos en los que comencé a necesitar que él dejara de verme como su primita, la niña intocable de los Pride White.

Me metí entre las sábanas de la cama en cuanto el agua de la ducha dejó de caer y escuché la puerta de cristal abrirse y el sonido imaginario de la toalla enrollándose en su cuerpo. El corazón me latió de una manera que me asustó, pues era la primera vez que actuaba así y las cosquillas en mi vientre bajo aumentaron.

Lo iba a hacer, obedecería los consejos de mis amigas e ignoraría los de Jacob, quien en muchas ocasiones al verme babeando por Dash, me pidió que me lo sacara de la cabeza porque era alguien que no fue hecho para mí.

—Admito que por un momento creí que no aceptarías venir —dijo Dasher, todavía arrastrando las palabras por el pedo que se puso, en cuanto salió del cuarto de baño y llegó cerca de la cama—. Me alegra que estés aquí y haré que no te arrepientas.

Jadeé ante la anticipación de lo que sucedería, justo cuando la cama se hundió a mis pies y tomé la sábana para cubrirme los pechos, ya que estaba sentada.

—¡Shhh! Calma, cariño. Solo soy yo queriendo estar más cerca de ti —Trató de tranquilizarme al darse cuenta de mi nerviosismo y me acarició el rostro.

La luz de la noche era poca, aunque lo suficiente para ver siluetas e identificar dónde estábamos. Por lo tanto, él únicamente miraba un cuerpo femenino, suponiendo que era el de Sasha, ignorando que en realidad era yo la que estaba en su cama, desnuda y a punto de dejar fluir la mayor locura de mi vida.

—¿Confías en mí?

Gemí cuando tomó mi labio inferior entre sus dientes y tiró de él.

No le respondí porque la calidez de su cuerpo por el agua caliente y el aroma de su gel de baño, me metieron más en ese caleidoscopio de idiotez al cual ya había entrado desde que crucé la puerta de su habitación. Y estaba lejos de ser una experta, pero reconocí el hambre sexual que emanaba únicamente con que rozara el dorso de sus dedos en mi mejilla.

—Tú eres la que decide, nena. Dime que confías en mí y haré todo para que no te arrepientas de haber venido —me instó y volvió a tirar de mi labio sin acercarse más que eso.

Sasha también usaba frenillos como yo, lo que me facilitó la locura.

«Eres mi primer beso».

Le dije en mi mente, aunque el gesto estuviera lejos de ser un beso real. Y si no hubiera sido él el que lo llevaba a cabo lo habría lanzado a un lado, ya que experimenté una pizca de dolor y un ápice de miedo. No obstante, lo que sentí en mi vientre y la manera en la que mi entrepierna se humedeció me mantuvo anclada al mullido colchón.

—Responde —insistió Dash y con la punta de la lengua calmó el dolor que él sabía que dejó en mi labio—. ¿Confías en mí?

Identifiqué que cogió la toalla con la que cubría su desnudez y se la arrancó de la cintura, y creo que de paso se llevó mis pulmones porque no pude respirar más al saber que estaba como Dios lo trajo al mundo, aunque más proporcionado. Enseguida me tomó de una mano y plantó mi palma en su pecho todavía humedecido por las gotas de agua.

Se había mantenido de rodillas delante de mí y se alejó lo suficiente para tomarme de la otra mano. La llevó hasta su pectoral izquierdo y haciendo un agarre firme en mis muñecas me guio, arrastrando el toque íntimo hasta su abdomen bajo. Palpé cada uno de sus músculos en carne propia y me estremecí al comprobar que estaban tan firmes como se veían.

—Di que sí y te daré los mejores orgasmos de tu vida —suplicó a centímetros de que mis manos sintieran el inicio de su miembro.

Estaba afeitado y a pesar de la poca luz, tenía grabado en mi cabeza cómo se le marcaba la V por debajo del abdomen, así que mi imaginación me hizo ver lo que mis ojos no podían.

—Sí —susurré, no hubo necesidad de fingir mi voz, ya que me salió ronca, oscura, irreconocible hasta para mí.

—Voy a consentirte como la princesa que eres, cariño —advirtió y besó mi cuello, inhalando con profundidad mi aroma.

Nunca estuve cerca de un depredador, pero estaba segura de que lo que sentía se asemejaba a estar con uno, con la diferencia de que yo sí quería que me comieran.

—Hueles taaan bien que no puedo soportar las ganas de saborearte completa —confesó, alargando algunas palabras.

Antes de buscar a Sasha me había duchado y me embarré con mis mejores geles de baño. Y no lo hice pensando en lo que pasaría, era más bien una especie de ritual en mí, siempre que tomaba una ducha. De hecho, en el pasado me gané varias burlas por parte de mis hermanos gracias a esa adicción tan particular mía. Sin embargo, en ese instante agradecí oler bien, ya que eso permitió que el chico con el rostro metido en mi cuello se embriagara también con mi aroma.

—Y que seas virgen me pone peor —añadió. Eso me alarmó y alivió a la vez, porque obviamente era virgen, pero no sabía que Sasha también lo era, esa parte me la perdí.

Después de todo, ella y yo teníamos mucho en común a excepción de la edad, pues a leguas se notaba que la pelinegra era mayor para ciertas cosas, y yo, una adolescente hormonada a punto de cagarla y todo con tal de estar con el chico que amaba.

Porque a pesar de mi edad sabía a ciencia cierta que Dasher era el amor de mi vida, pero él nunca me vería como mujer. Para el chico yo era una niña, su primita incluso sin llevar la misma sangre, su patito, todo lo dulce y cariñoso que podía existir, menos una chica en la que pudiese pensar como novia o esposa en el futuro.

Una vez más llegó a mi boca, en ese momento para devorarme como de seguro solo él sabría hacerlo. Su lengua y labios expertos me adentraron en un círculo vicioso que me emborrachó de placer, sabía a alcohol y pasta dental; estaba cálido como el verano más candente, pero también frío tal cual invierno en apogeo.

Mi torpeza no compaginaba con su audacia, incluso así no paró de besarme hasta que sentí mis labios hinchados y la cabeza comenzó a dolerme por falta de aire y por volar fuera de la atmósfera sin despegar el culo de esa cama.

Porque había volado, él me estaba llevando a las nubes.

Jadeé cuando abandonó mis labios y volví a hacerlo en cuanto quitó la sábana de mi cuerpo y se llevó uno de mis pechos a la boca para besarlo, en el proceso me cogió la mano e hizo que lo tocara. Mis ojos se desorbitaron al sentir aquel miembro tan grande y grueso; me dolería por muy suave que fuera, pero lo quería sin lugar a duda.

Dasher tenía que ser mi primero en todo como me lo recordó Vittoria.

Con su mano me guio en los movimientos que quería que le hiciera y los seguí al pie de la letra, ya que así fuese una inexperta, era mi sueño que para él también fuera inolvidable esa experiencia.

Sentí la punta húmeda, resbaladiza, y por alguna razón que no entendí, mi boca salivó. De pronto Dasher hizo que me recostara en la cama y extrañé su extensión en mi mano, aunque lo olvidé cuando se ocupó de darle la misma atención a ambos de mis pechos; tras eso bajó por mi abdomen y vientre hasta que llegó al sur de mi valle y se detuvo ahí para besarme, casi como jugó con mi boca.

Para ese momento me vi obligada a morder la almohada y así no gritar, ya que me era imposible contener gemidos y jadeos.

Él me estaba besando mejor de lo que imaginé, de una manera que jamás mostrarían en las películas más románticas y permitidas en el cine o en la TV. Y por un momento me sentí afortunada de ser yo en lugar de aquella chica que dormía en mi cama. Aunque la magia se acabó justo cuando algo parecido a una llama candente me recorrió de pies a cabeza y una bola de placer explotó en mi vientre, pues la sensación me dejó demasiado aturdida y no fui capaz de impedir que Dash encendiera la luz para colocarse el preservativo.

La vergüenza hizo su aparición en mí y quise fundirme en la cama cuando su mirada anonadada y aterrorizada me reconoció; de un segundo a otro la borrachera lo abandonó y ya no se mostró asustado, sino que enfurecido.

—Dime que esto es una puta broma, Abigail —exigió y cogió la toalla, que antes tiró al suelo, para poder cubrirse.

Seguía duro y con la luz artificial esa erección me asustó más porque era demasiado grande. Miró a todos lados como buscando a alguien y luego volvió a fijar sus ojos furiosos en mí.

—¡¿Qué mierda hiciste?! ¿Dónde está Sasha? —inquirió y su voz se volvió más ronca por la ira que lo estaba embargando.

Agarró mi brazo y me sacó casi a rastras de la cama tomándome con más fuerza de la necesaria, el valor con el que había entrado a su habitación y el que me motivó a hacer lo que hice desapareció en ese instante y sentí ganas de llorar.

No se suponía que pasaría esto. Con las chicas nos imaginamos otra cosa.

—¡Jodida mierda, Abigail! —espetó y me zarandeó.

No recuerdo ni cómo lo logré, pero me llevé la sábana conmigo cuando me arrastró y con ella cubrí mi desnudez.

—¡Dash, me lastimas! —chillé.

—No sé qué demonios has pensado al entrar a mi habitación fingiendo ser otra persona y dejando que hiciera lo que te hice. —Reviró entre dientes—. ¡Me cago en la puta! ¡Tú no solo eres estúpida, sino que también estás loca! —añadió, tratando de no hablar fuerte para que nadie más lo escuchara y me mordí el labio, intentando no llorar.

Pero era tarde, las lágrimas corrían por mis mejillas sin cesar.

—Yo... yo....

—¡Tú nada, maldita loca! Vete de aquí antes de que tus hermanos me maten por creer que quiero violarte —exigió y miré al suelo, era todo lo que podía hacer a parte de presionar la sábana para que no se me cayera y salí de la habitación sin poder darle la cara.

Eso era lo que sucedía cuando se sobrepasaban los límites. Pero no quise verlo en el momento que decidí creer que los consejos de las chicas eran los mejores.

Y como supuse antes, la vida me dio ese momento con él como castigo, ya que la pesadilla no terminó con Dasher descubriendo que era yo en su cama, no. Esta continuó en el instante que llegué a mi habitación y encontré a Sasha con espuma blanca en la boca y la vergüenza le dio paso al terror.

Corrí de nuevo en busca de Dasher, quien ya se había puesto un pantalón de pijama y le dije lo que sucedía, su rostro perdió todo color y me miró con odio puro.

—¡¿Qué mierda le ?! —exigió saber cuando volvimos a la habitación y temblé.

—Un-un somnífero de los de D —logré decir, utilizando el diminutivo de Daemon.

Maldijo y comenzó a tomarle el pulso, luego la cogió en brazos y la sacó de la habitación.

—¡Ponte algo y no le digas una sola palabra a nadie! —exigió cuando lo seguí y le abrí la puerta principal del apartamento—. ¿Puedes hacer eso? —preguntó con molestia e ironía y asentí.

Sasha lucía inerte y la adrenalina en mi cuerpo no me permitía gritar de terror, o desplomarme, pero sabía que al pasar iba a derrumbarme.

Me fui a mi habitación y lloré al ver la cama donde estuvo la chica, lo peor es que estaba súper asustada y, aunque no quería estar sola, tampoco me atrevía a salir y que me vieran así. El cuerpo me temblaba y rogaba para que Sasha no muriera.

«¡Dios mío! ¡¿Qué hice?!».

Me preguntaba a cada instante, arrepentida de haber escogido ese momento y atentar contra Sasha para ocupar su lugar.

Por obvias razones no dormí y el sol me encontró donde la luna me dejó: echa un ovillo en un rincón de la habitación, llorando y esperando a que Dasher volviera.

Jamás lo hizo.

Y como no tenía caso seguir en el apartamento esperándolo y tampoco quería que mis hermanos me vieran en ese estado, menos Daemon que tendía a ser el más intuitivo de los gemelos, le marqué a papá muy temprano y le pedí que enviara a alguien por mí, fingiendo mi mejor voz para que no notara lo mal que me encontraba.

Le llamé a Dasher en el trayecto a casa y como era obvio no me respondió, así que pasé todo el día con el miedo de recibir alguna mala noticia, sobre todo cuando mis hermanos llegaron horas más tarde. Incluso hablé con Essie con la esperanza de que ella supiera algo de su hermano y tampoco tuve suerte por ese lado, por lo que no me quedó otra alternativa que pedirle que me avisara cuando él regresara a su casa.

—Me llevas a casa de tío Darius, por favor —le pedí a uno de los choferes tres horas después, luego de que Essie me enviara un mensaje diciendo que su hermano ya había vuelto.

Añadió además que ni ella ni sus papás estarían en casa, ya que tenían algo que hacer en el centro asistencial con el cual se dedicaban a proteger a muchos niños y adolescentes necesitados.

—Vamos —me animó el hombre.

Su nombre era Isaac, uno de los tres choferes que mis padres siempre mantenían a disposición para mis hermanos y para mí, y nos acompañaban a donde sea que fuéramos.

Nuestros amigos nos jugaban la broma de que éramos hijos de mafiosos por el personal que teníamos alrededor, pero papá y mamá no eran más que empresarios del rubro de la construcción que sabían mover el dinero a su favor, mismo que también invertían en los clubes nocturnos que el abuelo Myles le heredó a papá y a tía Tess.

Esta última terminó casada con tío Dylan, hermano de mamá por parte de papá. Así que, aunque fuera irónico en ese momento por lo que me pasaba con Dasher, todo quedaba en familia.

—La espero aquí —avisó Isaac y asentí, murmurándole un gracias antes de bajarme del coche cuando llegamos a casa de los Black.

Las chicas habían estado escribiéndome, emocionadas por saber lo que sucedió, pero las ignoré por vergüenza y porque no podía decirles nada de lo que ocurrió en realidad.

Una señora del personal de la casa me dejó pasar luego de avisarme que Dasher estaba en su habitación. Y sentí que el corazón me subió por la garganta en cuanto llegué cerca, pero no me inmuté a pesar de que todavía sentía vergüenza, ya que necesitaba saber lo que había pasado con Sasha.

—Dasher —lo llamé.

La puerta estaba medio abierta, así que lo vi sentado en su cama, luciendo destrozado y desesperado a la vez.

—¡¿Qué demonios haces aquí?! —me gritó y detuve mi paso con el respingo que me hizo dar.

—Solo quiero saber si está bien, por favor —supliqué y negó decepcionado.

—¡¿Qué mierda tienes en la cabeza, Abigail?! —reprochó y me mordí el labio para que no viera el puchero que hice.

No iba a quejarme por su actitud, ya que me lo merecía, pero no por eso dejaba de dolerme.

—Solo quería dormirla, Dasher —expliqué mientras me limpiaba las lágrimas porque sabía lo mucho que él odiaba verme llorar—. Le di un poco más del somnífero porque no le hacía efecto, pero no quise dañarla.

—¡Le provocaste una sobredosis, niña estúpida! ¡No le diste ningún somnífero, sino otro tipo de droga! ¡Y te aprovechaste de un engaño para meterte en mi cama! —gritó de nuevo y me encogí con terror, negando aturdida—. ¡¿Y sabes qué es lo peor?! —No me dejó responder—. ¡Que Sasha salió de rehabilitación hace dos semanas y la has hecho recaer logrando en el proceso que sus padres se decepcionen de ella!

—¡Dios, Dasher! —lloré e intenté acercarme a él, pero se puso de pie y se alejó de mí con asco—. Eso no puede ser, yo tomé el somnífero. No quise dañarla, te lo juro. No sé ni por qué había drogas entre los medicamentos de Daemon.

Podía jurar que ninguno de mis hermanos se drogaba, pero hubo muchas personas en la fiesta, así que tampoco descartaba que D hubiese guardado algún estupefaciente que le pertenecía a alguno de ellos. Esa era la única explicación que tenía.

—Claro que no, solo querías cumplir tu puto capricho sin importar qué, o quién se interpusiera en tu camino.

Me mordí el labio en cuanto este me tembló por la desgracia que llevé a cabo.

—¡No, Dash! ¡Nunca quise lastimar a nadie!

—¿Qué putas pretendías, Abigail? —cuestionó y su mirada tormentosa no compaginaba con la furia en sus rasgos.

—Estoy enamorada de ti —admití, creyendo que si le decía la verdad iba a ser más fácil de entender para él.

Su primera reacción fue el shock, luego se rio con burla.

—¡Eres una niña! ¡Qué mierda vas a saber de estar enamorada! —desdeñó y sus palabras me hirieron—. Y lo que has hecho me confirma que no solo eres eso, sino también una caprichosa que piensa que, porque sus padres la miman, puede conseguir todo lo que quiere.

—¡No, Dasher! —refuté incrédula porque me tratara así, ya que entendía que estuviera molesto, no obstante, me parecía injusto que me juzgara de esa manera cuando él sabía que no porque mis padres me mimaran me daban lo que yo quería únicamente con pedirlo—. Estás en todo tu derecho de odiarme, pero tú sabes que he tenido que luchar más que mis hermanos por lo que quiero. Y lo que hice para estar contigo es porque te amo y ya no soporté callarlo y solo verte de lejos.

—¡¿Te estás malditamente escuchando?! —Se tocó con ímpetu el trago de la oreja y por la manera en que su mano tembló, entendí que se controlaba conmigo en ese instante—. ¡¿Qué crees que pasaría si tus hermanos o padres se enteran de lo que te hice?! —inquirió con ira.

—Yo les expli...

—Pensarían que fui yo el que abusé de ti —me interrumpió y negué con la cabeza—. Eres menor de edad ¡joder! —siguió y me encogí en mi lugar—. Casi matas a Sasha por tu puto capricho.

—Perdóname —supliqué y me puse de rodillas reconociendo mi gran error.

Sentía que el mundo se me estaba yendo encima y no solo por el miedo de que la chica muriera, sino también por su desprecio y entender que lo dañaría a él si alguien se enteraba de lo que sucedió en su habitación, y metería en problemas a mis hermanos.

«Cazzo, Fiorella», espeté en mi mente.

Ella, Martina y Vittoria me pintaron las cosas diferentes y como estúpida les creí. Por idiota e ingenua estaba ahí sintiendo que el alma se me caía en pedazos al ver la mirada de odio por parte del chico al cual amaba.

—¡¿Perdonarte?! —satirizó—. ¡Y una mierda, Abigail! —Me tomó de los brazos para obligarme a ponerme de pie y me zarandeó con ganas de mandarme a volar.

—¡Dasher! —rogué y me soltó, totalmente fuera de sí.

—Ojalá que cuando esta bola se te regrese, no venga con más fuerza, Abigail, porque la lanzaste muy lejos —reviró y noté en su voz que contenía el aire—. Vete de aquí —exigió y me quedé en mi lugar, petrificada por su actitud—. ¡Desaparece de mi puta vista! —gritó.

Eso fue todo lo que necesité para mover mis piernas. Corrí, llorando y sin rumbo, sin saber qué hacer o decir.

Y al día siguiente me enteré por Jacob de que su padre había ayudado y encubierto a Dasher para que no se metiera en problemas con mis tíos ni con la policía, ya que Sasha se "drogó" en un lugar con menores, ella incluso seguía siendo una menor de edad a pesar de tener dieciocho años.

Todo habría recaído en Dasher, si Connor (el padre de Jacob) no lo hubiera ayudado y eso me hizo sentir peor, pues en mi afán por aprovechar mi oportunidad dañé muchas vidas y eso era algo que ni yo podía perdonarme.


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Joder.

RECORDATORIO: Este en un borrador, por lo tanto van a encontrar errores ortotipográficos o de estilo.

P. D. Qué bien se siente volver 🤭 Espero que amen esta historia tanto como yo la amo.

Nos leemos en un nuevo capítulo el miércoles, ya que como dije, actualizaré 2 o 3 veces por semana 😉

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