Un terrible acontecimiento
Joory camina de un lado a otro pensando que hacer con su hermana. Repentinamente se detiene, parece haber encontrado la solución.
—Eso es, le daré una lección, tendrá un buen susto.
Conseguir chicos que quieran vengarse de ella no será difícil, especialmente por las maldades que solía hacer Becky. Sonríe de medio lado y no tarda en reunir a cuatro muchachos que están dispuesta ayudarla. Todo está perfecto. Aprovecha el recreo para dar inicio a su plan. Escribe una nota rápidamente con el nombre de Theo. Va hacia el salón y pide a sus amigas que vigilen la entrada. Algo nerviosa se muerde el labio inferior regordete, abre el bolso de Becky y saca el primer libro que ve, seguidamente introduce la nota en el libro. Ahora solo debe esperar que ella venga al salón.
—Vamos, salgamos de aquí o sospecharán de nosotras.
🐝🐝🐝
Theo termina de atender al gatito y regresa al salón justo cuando suena el timbre de entrada. Una sonrisa se le dibuja en el rostro, atender a ese animalito solitario lo hace sentir muy bien. Algún día fue como ese gatito, a veces se siente como ese gatito.
Jane y Charlotte se sorprenden al verlo. La rubia se atreve a preguntar:
—Theo, ¿dónde está Becky?
—¿Por qué habría de saberlo? —cuestiona pasando de ellas.
Las chicas se miran con el ceño fruncido. Empiezan a sospechar que algo no anda bien. Lo rodean una a cada lado.
—¿Ella no estaba contigo? —pregunta Jane con cautela, temiendo su respuesta.
Los nervios de sus compañeras le ponen en modo de alerta.
—¿Qué? En ningún momento.
—Pero... ¿y la nota?
—¿De qué nota hablas, Charlotte?
—Esto es muy extraño —espeta la pelirroja mordiéndose las uñas—. Mira esto. —Se apresura a enseñarle la nota. El la lee con el ceño fruncido.
—Yo jamás la escribí...
—No puede ser, Becky está en problemas —se alerta Charlotte.
Theo arruga el papel con toda su fuerza y sale corriendo del salón en dirección del lugar indicado por la nota. Definitivamente se trata de una trampa. Siente una fuerza ardiente que le abraza todo el cuerpo, una combinación de ira y miedo. ¿Pero cómo se le ocurre a la abeja que él la citaría en ese lugar tan apartado? En la entrada se encuentra con la maestra de la clase siguiente.
—Britter, la clase va a comenzar, ¿a dónde vas?
Está demasiado preocupado para comprender lo que pasa a su alrededor. Preso del pánico ignora la pregunta y corre con todas sus fuerzas.
—¡Britter! —lo llama en vano.
—Ay no puede ser, ¿qué hacemos Jane?
—Tranquila Charlotte, estoy segura que Theo la ayudará.
Theo toma su bicicleta, sube en ella y maneja a una velocidad extrema. No tarda en llegar al lugar supuestamente acordado. En seguida la divisa, y a cuatro sujetos más. A estancadas baja de la bicicleta y la tira en el suelo. Va hacia ellos lleno de furia, completamente poseído. Golpea al que sujeta a Becky, dejándolo noqueado. El aludido se levanta sorprendido al darse cuenta de quién se trata; es aquel muchacho que lo ayudó, él que no permitió que se arrodillara frente a Becky. Baja sus ojos ante él y se retira junto a sus amigos.
Becky llena de miedo y sin ser consciente de lo que hace, corre hasta Theo y lo abraza fuertemente susurrando su nombre. Tiritando, temblando, completamente endeble. El tiempo parece detenerse. El abre sus ojos como platos sorprendido por su reacción. Guía sus manos hacia la espalda de la chica temeroso. Sus palpitaciones se aceleran descontroladamente. Podrían estar así toda la vida pese a las sensaciones desconocidas que les invaden.
Becky vuelve en sí, separándose bruscamente de él.
El incómodo silencio se apodera de ellos. Después de carraspeos y pestañeos acelerados, Theo afronta la extraña situación.
—¿Estás bien?, ¿no te hicieron nada? —rompe el silencio.
—Estoy bien, llegaste a tiempo. ¿Cómo sabías que estaba aquí?
—Tus amigas me enseñaron la nota. Dime, ¿eres tonta?, ¿por qué habría de citarte aquí?
Becky se queda con los ojos salerosos. Pestañea tres veces y pasa saliva. ¿Qué iba a decirle?
—En ese momento... no pensé con claridad, ¿de acuerdo?
Una sonrisa se le dibuja en el marcado mentón varonil. Cruzando los brazos y apoyándose en una pierna, la fastidia.
—¿Tanto te emocionó la idea de verte a solas conmigo?
Nuevamente esos pestañeos acelerados, y el imprudente color en sus mejillas lechosas.
—¿Qué dijiste? —Le patea en la canilla, más avergonzada que molesta.
—¡Au! —se queja adolorido intentado apaciguar su dolor—. ¿Así tratas a tu salvador?
—Uff. Sólo vámonos de aquí. —Le da la espalda pasando de él.
—Qué chica —rezonga, subiendo a su bicicleta—. Sube.
—¿Estás loco?, ¿esperas que suba a esa cosa? —señala con desdén.
—Bueno. —Pedalea alejándose un par de metros.
—¡Oye!, ¿vas a dejarme aquí?
El muchacho sonríe de medio lado a la misma vez que se detiene.
—¿Qué? ¿no dijiste que no subirías?
—Aun así...
—Sólo sube y ya.
Becky camina hacia él dudando si debería subir o no. Da un profundo respiro y sube en la parrilla trasera.
—Cógete.
Con sus dedos índice y pulgar de ambas manos, sujeta la camisa de Theo.
—Vas a caerte —le advierte, empezando a manejar bruscamente haciendo que la chica de un agudo grito, además de obligarla a sostenerse de la cintura del muchacho.
—Hey, ¿quieres morir? —es lo único que dice acostumbrándose a la ancha espalda de su compañero.
El recorrido que toma Theo, parece preparado únicamente para ellos dos. Como una pareja joven descubriéndose, conociéndose. Acercándose a las instalaciones Becky se atreve a decir:
—No quiero entrar a clases.
—¿Qué dices?
—Vamos a otro lugar, un parque de diversiones, con todo tipo de juegos.
—¿Qué? —Se sorprende ante la propuesta—. ¿Por qué de pronto?
—Sólo quiero ir allí.
Theo vacilante cambia de ruta con dirección a la salida. Sólo por esta vez le hará caso a la gran abeja reina.
🐝🐝🐝
La maestra no deja de escribir en el inmenso pizarrón acrílico; todos prestan atención o, bueno, casi todos.
—Oye Jane —susurra Charlotte—. ¿Por qué no vendrán?, ¿crees que estén bien?
—¿Se refieren a Theo y la reina no? —Mario inclina su cabeza hacia ellas vigilando que la maestra no se gire repentinamente.
—Shh, cállate —le riñe Jane hablando en un tono bajísimo—. Ellos están bien, ya verán.
—¿Están hablando de Becky? —pregunta Daniel desde su asiento.
—¡Silencio! —gruñe la maestra—. ¿Quiénes están cuchicheando? Bribones, el examen de ingreso a la universidad está próximo, así que presten atención.
Joory observa el asiento vacío de Theo preguntándose donde está, mira el de Becky también.
¿Acaso están juntos? No, eso no es posible, no hay modo que Theo sepa dónde está ella, sin embargo, Becky ya debería estar aquí. ¿Se asustó mucho y decidió ir a casa? Maldición, esto me desespera. ¿Dónde podría estar Theo? Sus cosas están aquí; quizá se le presentó algo importante. Eso es, sí así es, tranquila Joory todo está bien.
—¡Señorita Coleman! —llama por tercera vez la maestra—. Vaya, hoy todos están en otro lado.
—Lo siento maestra, no volverá a ocurrir.
—Eso espero.
🐝🐝🐝
—¿Te parece bien este?
—Sí.
Theo disminuye la velocidad hasta detenerse. La chica es la primera en bajar, con cuidado de no levantar demasiado su falda corta. Espera que él asegure con candado su bicicleta en el poste.
—¿Por qué de pronto se te antojó venir aquí? —pregunta Theo mirando el parque lleno de juegos infantiles y a sus máximos protagonistas jugar enérgicamente en ellos.
Ella responde la pregunta. Rápidamente camina hacia un columpio sentándose en el, y Theo se aproxima también parándose cerca de ella.
—Hoy decidí venir a un parque de diversiones después de catorce años, hoy sentí la fuerza necesaria para hacerlo —contesta por fin—. La última vez que vine fue con mi mamá. Aquel día fue uno de los más hermosos. Todo niño disfruta de sus padres en lugares como estos, sin embargo, aquel lindo recuerdo puede volverse en tu peor pesadilla, en un recuerdo doloroso que deseas olvidar. —Theo escucha atentamente sin decir una sola palabra—. Hoy sentí que podía volver a ese recuerdo sin provocarme una herida, hoy solo quiero sonreír deliberadamente.
Consternado y melancólico, sus ojos capturan cada expresión que denota de ese rostro bello, al saber que existe alguien que puede sentir lo mismo que él.
—¿No vas a empujarme?
—¿Eh?, ¿acaso eres niña?
—Hoy quiero ser niña, ¿de acuerdo? Vamos, empújame. Nunca aprendí a columpiarme por mi misma, mamá siempre lo hacía por mí.
—No hay muchas cosas que puedas hacer en realidad. —Theo ríe posicionándose detrás de ella—. Ahí voy. —Da un leve empujón.
—Vamos, con más fuerza.
—Cógete bien —advierte, y empuja una vez más; cada vez con más y más fuerza asombrado por la contagiosa risa de Becky. Es cómodo escucharla reír así. Liberarse, olvidarse de ese escudo que ella misma ha formado para protegerse.
Cómo dos niños pequeños, se adueñan del parque de diversiones ante las miradas divertidas de los padres que llevan a sus hijos a dicho lugar. Después del columpio viene el sube y baja, el resbaladero y la ruleta. Jamás se habían divertido de esa forma. No, desde que sus madres desaparecieron de sus vidas por diferentes motivos. Hoy se sienten libres, libres de su pasado, libres de recuerdos tormentosos y desdichados. Hoy, han descubierto algo que cambiará sus vidas para siempre.
—Ser niño tiene su ventaja. —Theo jadeante se sienta junto a Becky en la banca verde, debajo de un árbol.
—Nunca me había divertido así.
—Eso parece —comenta mirando reloj—. Vamos, es tarde, ya es hora de salida en la escuela, y luego tengo que ir a trabajar. —Se pone en pie.
—¿Sigues en el Starbucks? —pregunta incorporándose a su lado.
—Así es, de modo que, si piensas ir, decide con anticipación que deseas beber.
Con el ceño fruncido, se detiene intentando descifrar la petición de su... ¿amigo? Con algo de dificultad logra recordar a lo que se refiere. En ese entonces lo detestaba, y se fue a molestarlo en su trabajo.
Al notar que ella no lo sigue, se detiene para esperarla.
—Aún lo recuerdas, parece que te he fastidiado un montón.
—Es cierto. Ahora parece que he sacado lo mejor de ti.
—Qué vanidoso.
Caminan en dirección del poste donde él encadenó la bicicleta, pero una niña pequeña, con lágrimas en los ojos, se aproxima a ellos.
—Joven ayúdame a encontrar a mis papás —pide a Theo jaloneando sus pantalones.
—¿Hace cuánto los has perdido? —Se pone en cuclillas para estar a su altura.
—Hace mucho tiempo —llora con más fuerza sobándose los ojos.
Theo mira a Becky en busca de ayuda, ella se pone en cuclillas también.
—¿Sabes el número de alguno de tus papás?
La niña niega con la cabeza.
—¿Dónde fue el lugar donde los perdiste? —pregunta Theo.
—Cerca de la ruleta.
—Entonces vamos ahí.
Los tres se dirigen hasta la ruleta, esperando que los papás de la niña aparezcan.
—Si te perdiste en este lugar ellos vendrán aquí, ¿de acuerdo? —la anima Theo sosteniéndole la mano.
—Oye niña, ¿cómo fue que te perdiste? —pregunta Becky.
—Estaba jugando en esta ruleta, y mis papás me veían desde la banca, luego fui a otros juegos y perdí a mis papás —lloriquea otra vez entre suspiro y suspiro.
—Ay, eres una niña revoltosa.
—Becky. —Le codea Theo. Como respuesta ella lo fulmina con la mirada—. Ya vendrán, no te preocupes. Ella también es revoltosa —se dirige a la pequeña—. Qué bueno que no saliste del parque. Por cierto, ¿cuál es tu nombre?
—Juliet.
—Qué lindo nombre, tan lindo como tú.
—Miren nada más como finge ser amable con las niñas —murmura Becky sin ser escuchada.
Theo le hace la conversación para
que no vuelva a llorar otra vez, mientras empieza a cuestionarse si sería mejor llamar a la policía. Pasan unos cuantos minutos más hasta que la niña da un fuerte grito.
—¡Mamá!, ¡papá! Ahí están mis papás.
Los jóvenes miran hacia el frente, para constatar que una pareja que no pasa los treinta, se aproximan con el rostro desencajado.
—¡Juliet! —grita la mujer corriendo hacia la niña, y la abraza con fuerza sin dejar de llorar.
—Aquí estabas. —El tipo que parece ser el padre suspira aliviado.
—Mamá, papá, pensé que ya no los vería más.
—Niña traviesa —rezonga su mamá. Muy guapa, por cierto.
—Ellos me acompañaron —señala, y abraza a Theo—. Ellos dijeron que esperara en el lugar donde me perdí.
—¿En serio? —pregunta el papá—. Estamos muy agradecidos.
—No tiene por qué señor —responde Theo, unos cinco centímetros más alto que él.
—Claro que sí —interviene la mujer—. Si no fuera por ustedes, quien sabe dónde estaría nuestra Juliet. Así que en agradecimiento déjenos invitarles a comer.
Theo se apresura a contestar.
—No es necesario.
—Tengo hambre. —Becky lo codea—. No traje mi cartera.
—Becky —la reprende, como una mamá hace con su hijo, haciendo muecas extrañas.
Siendo ella extremadamente terca, no le hace caso.
—Aceptamos.
—Perfecto, ¿está bien unas hamburguesas? —El hombre se dirige a Becky.
—Bueno.
Theo no deja de reprenderla con la mirada, pese a que ella no siente el más mínimo arrepentimiento. Va hacia su bicicleta y la lleva con ellos.
No tienen que alejarse mucho del parque para encontrar una hamburguesería. Becky no escatima en pedir todo lo que desea, a pesar de las miradas retadoras de Theo.
—Por cierto ¿en qué grado están? —pregunta la mamá de Juliet.
Dejando su Coca-Cola en la mesa, Theo responde:
—Último año.
—Qué bueno, es tan bonito estudiar. A propósito, aún no nos hemos presentado. Mi nombre es Thiago, el de mi esposa Jessy, y me supongo que el de nuestra hija ya lo saben.
—Así es, la pequeña Juliet. Mi nombre es Theo y el de ella Becky.
Becky ignora la conversación, dedicándose a comer. Está tan hambrienta que se ha olvidado de la dieta que estrictamente estaba cumpliendo.
—¿Desde cuándo son novios? —pregunta Jessy esperando atentamente su respuesta.
Theo se atraganta y Becky abre los ojos como platos.
—No es así —se apresura él a contestar.
—Ni siquiera somos amigos —lo sigue Becky—. Sólo somos compañeros de clase.
Los esposos se miran cómplices, pensando que ellos mienten.
—Ah ya veo. Thiago y yo llevamos cinco años de casados, y esperamos nuestro segundo bebé. Juliet ¿estás ansiosa no es así?
La niña que al igual que Becky se ha dedicado fervientemente a comer, contesta con la boca llena.
—Sí mamá, aunque papá dice que mi hermano es al tamaño de un frijol.
Todos ríen por el comentario de la pequeña Juliet. Luego de la comida, la pareja se despide de los muchachos.
—Fue un gusto conocerlos, les deseamos buena suerte en la escuela. —Jessy se despide con la mano.
—Igualmente señora. —Sonríe Theo—. Vamos Becky.
Se toman más tiempo para despedirse de la pequeña y aconsejarle que nunca más se aleje de sus padres. Caminan unos pasos y Theo señala su bicicleta.
—¿Subiré nuevamente en esa cosa?
—Sí, y no hagas tanto escándalo.
🐝🐝🐝
El señor Coleman vino por las muchachas a la escuela. Se asombra al no ver a Becky.
—¿Realmente no sabes a donde fue tu hermana?
—No papá. Su amiga simplemente me entregó su bolso. Ella no apareció para la última clase.
—¿A dónde se habrá ido?
Cerca de su casa, Joory observa hacia la ventana, y grande es su sorpresa al ver a Theo aproximarse en su bicicleta. Una sonrisa se le dibuja en el rostro, sin embargo, inmediatamente se disipa al ver a quien trae en la parrilla. Baja la ventana para constatar que sus ojos estén viendo bien. La imagen de su hermana sostenida de la cintura del chico que le gusta, le aterra. Algo horrible le empieza a recorrer de la cabeza a los pies. No puede dejarlo pasar así de fácil. Seguramente a su papá le enfadará ver eso.
—Papá, mira eso.
El señor voltea hacia donde indica su hija, y abre sus ojos como platos, realmente atónito. Joory sonríe por su reacción.
—La chica que va atrás ¿es Becky?
—Eso es papá, ¿no te parece una completa deshonra?
Extrañada, no se pierde la sonrisa que se dibuja en el cansado rostro de su papá.
—Jamás me habría imaginado ver a Becky en una bicicleta, es realmente nuevo. Vaya, vaya, Britter es sorprendente.
¿Acaso papá está feliz? Joory no deja de expresar su molestia frunciendo el ceño.
—Voy a detener el auto un minuto, ¿de acuerdo Joory? No quiero que los muchachos se incomoden.
—Papá...
Theo se detiene en la entrada de la inmensa casa. Con el mismo cuidado con el que subió, Becky se baja.
—Las rejas están cerradas. —Chasquea la lengua.
—El portero está ahí.
—Bueno, ya me voy.
Theo cambia de dirección, está a punto de pedalear.
—Gracias —expresa Becky apenas audible, aunque Theo lo escucha a la perfección. Con una sonrisa en los labios parte a su casa.
El señor Coleman pone en marcha el auto nuevamente, después de verlos con detalle.
—¿Simplemente la trajo a casa?, ¿a dónde habrán ido?
—Papá, ¿no la vas a retar?
—No, ¿por qué habría de hacerlo?
—Es que... se saltó la clase.
—Nunca lo ha hecho, alguna razón debió haber tenido. No te preocupes por tu hermana.
Maldición, papá la apoya. Eso no lo puedo permitir.
Con toda rapidez se baja del auto ante la mirada inquisitiva de su papá, y corre como loca por la casa en dirección de la habitación de su hermana. Se tropieza en un escalón, pero no se detiene. Abre la puerta de un solo golpe. Su pecho sube y baja, quizás por el desgaste de energía, o por la explosión de rabia que le nubla los sentidos. Ella no está por ninguna parte. Está por salir para buscarla en otro lado, cuando sus ojos poseídos divisan la puerta blanca del baño. Con la misma euforia se encamina y la abre del mismo modo. Becky se alerta al verla de ese modo.
—¿Qué rayos haces aquí? —Se sujeta bien la bata de baño.
—¿Por qué?, ¿por qué me quitas todo? —El sonido del agua llenando la bañera la altera más.
— ¿De qué hablas Joory?
—Theo, ¿él te interesa realmente? ¡¿Por qué lo quieres todo?! —Su cabello rojo fuego, contrastan muy bien con sus ojos de dragona airada.
La paciencia es una de las cualidades que carece Becky, así que no piensa soportarla en ese momento. No cuando está a punto de tener un delicioso baño de espuma, quizá en otra ocasión.
—Vete, largo de aquí.
—No sabes cuánto te detesto.
Becky pasa junto a ella presta a salir para llamar al ama de llaves. De pronto se detiene recordando el incidente de la escuela.
—Fuiste tú, ¿verdad? Fuiste tú quien me tendió la trampa.
Joory pestañea, pero no duda en responder:
—Sí, fui yo.
El enfado ahora recorre cada centímetro de su cuerpo. Los ojos de dragona de Joory, ahora son los suyos.
—¿Cómo fuiste capaz?, ¿qué pretendías? —La toma fuertemente de los hombros casi clavando sus uñas en ella. Que alguien la detenga, o la quemará con el fuego de sus pupilas.
—Ya te lo dije. —Se suelta bruscamente—. Te detesto, no tienes idea de cuánto te odio.
Becky siente terror por la fría mirada de Joory llena de odio. Es cierto que no la aceptaba, pero el desprecio que siente su hermana es incomparable. ¿Realmente la odia cómo dice? Repentinamente la ira que sentía es reemplazada por la incertidumbre. Baja la guardia.
—¿Cuál es tu razón?, ¿por lo que te hice?, ¿por eso me odias tanto?
—Sí, por eso y por mucho más. Te odio porque tenías que ser tú la que se quedó con todo. ¿Por qué tuve que ser yo la que se perdió? —Las lágrimas caen un tras una resbalando por sus mejillas—. Te quedaste con todo, creciste con un papá, con tu abuela amorosa, tuviste la mejor educación, la mejor ropa, la mejor comida, la mejor casa, mientras yo... yo crecía de las sobras de otros. ¡¿Dime por qué?!, ¿por qué tuvo que ser así?
Hay tanta sinceridad, tanto dolor, tanto sufrimiento en sus palabras que la hace sentir compasión y hasta lástima por todo lo que tuvo que vivir Joory. No se había detenido a pensar en cómo se sentía, en cómo lo había pasado, en todo lo que tuvo que vivir. No le gusta lo que empieza a sentir, no le gusta para nada. Así que el pensamiento de lo mal que lo pasó cuando su mamá murió y su hermana melliza desapareció invade su mente. Pese a todo lo que ha tenido, tampoco la ha pasado de maravilla.
—¿Crees que tenerlo todo es suficiente para ser feliz? —Becky no puede evitar derramar sus lágrimas frente a su hermana, sintiendo un gran nudo en su garganta. Detesta que la vean vulnerable, realmente lo detesta—. Tú... ¡Tú me quitaste a mi mamá, sino te hubieras perdido ella no se habría quitado la vida!
El mundo se detiene para Joory. La piel se le congela. Becky está mintiendo, no puede estar hablando en serio. Su padre dijo que su mamá murió debido a una terrible enfermedad. ¿Por qué su hermana la culpa de su muerte? ¿Realmente se suicidó?
—¿Qué?, ¿ella se suicidó? —Retrocede con la quijada temblando—. Papá me dijo que ella enfermó.
—Te mintió, no fue así. ¿Cómo crees que debe enfrentar una pequeña niña la pérdida de su hermana y la muerte de su madre? Todos estos años viviendo en soledad, y de la nada apareces y te adueñas fácilmente de todo, como si nada hubiera pasado, ¡Cuando fuiste tú la culpable de todo!
El labio inferior le tiembla. Su pecho le duele a morir. ¿Cómo puede culparla de ese modo tan atroz?
—¡Yo solo era una niña! —llora con más fuerza—. ¡Yo también sufrí!, ¡por qué tienes que ser tan egoísta! —La empuja contra el lavabo.
—¡No te soporto! Cada vez que te veo la recuerdo a ella, ¡no te quiero en mi vida!
Joory se acerca a ella intentando atacarla una vez más, sin embargo, se resbala en el piso húmedo cayendo bruscamente; inmediatamente pierde el conocimiento.
—¡Joory! —Se agacha Becky horrorizada. Levanta la cabeza de su hermana sintiendo húmeda su mano. La mira bañada en sangre—. ¡Papá! —grita desesperadamente.
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