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🌷 «Gimnasio» 🌷
El sonido de unas pesas golpeando el suelo al ser soltadas, lo manda reaccionar. Es el primer día de Luhan en el gimnasio y el castaño no podría estar más contento por ello. Cada día, Sehun se dedica a levantarse temprano para dar la vuelta al parquecito que hay a dos calles de su apartamento. Corre tres vueltas antes de volver, ducharse y desayunar para irse a trabajar. Luhan no hace nada de eso.
Se fatiga al correr y se deja caer sobre el césped recién cortado, se marea si hace aeróbicos o acude a las sesiones de yoga con Minseok. Prefiere mantenerse en casa, calientito en su cama. Abraza fuerte la almohada de su marido y hunde el rostro en ella intentado embriagarse con el aroma de esta. Prepara el desayuno (panquecitos con mucha miel u hojuelas de trigo con una pizca de azúcar), babea el suelo cuando Sehun cruza la puerta cubierto de sudor y si está animado, le sonsaca una sesión mañanera de sexo en el cuarto de baño.
Por su lado, Sehun no puede decir que le resulte molesto o extraño lo que hace su marido. Todo lo contrario. Le gusta verlo dormir haciéndose bolita, le fascina volver a casa y desayunar sus dosis de azúcar y en realidad, está encantando con la idea de hacerle el amor contra los azulejos de la ducha.
Yi Fan le dijo una vez que no debía consentir todos los caprichos de su chico –claro, el rubio como titán disfruta mucho de ir al gimnasio cada noche con Junmyeon– pero Sehun es terco y prefiere hacerse el sordo hasta que afrontar las consecuencias de su condescendencia sea algo que no pueda evitar. Bueno, justo en esos momentos, el de teñido azabache está pagando por descuidar el físico de su marido.
—¡Mira, amor, esta cosa me hace caminar incluso si no quiero hacerlo! —exclama Luhan desde las corredoras eléctricas.
De alguna extraña manera, su pequeño chico se ha visto al espejo sin llevar camiseta y ha llegado a la conclusión de que los rollitos en sus caderas habían crecido sin que se diera cuenta, del mismo modo en que el relleno de sus muslos ha engordado un poquito. No lo han hecho, o quizás sí. Pero para Sehun no importa si ahora hay un poco más de carne en su abdomen o en sus muslos porque él adora a Luhan tal y como es.
¡Pero háganle entender! Sin que su marido pudiera evitarlo, Luhan ha elegido inscribirles a ambos al gimnasio. Ha pagado un mes de servicio y apenas lo vio llegar del hospital, lo hizo vestirse con pantalones holgados y salir a hacer su nueva rutina. Una hora en corredora, cien sentadillas y abdominales. Luhan no lo sabe, pero Sehun ya puede decir que si su ángel no está trepado en las pesas es porque estas le asustan.
Sonríe para sí y se deja hacer como un marido mandilón los seis primeros días de su disciplina. No le dice a Luhan que de nada sirve hacer todo ese ejercicio si continua comiendo cereales con extra azúcar o si saliendo del lugar compra una docena de rosquillas para llevar a casa. No. Sehun solo obedece y ve a su chico dedicarle largas miradas el séptimo día en el gimnasio.
El pelinegro ha estado corriendo y trabajando un poco los brazos también. No es la primera vez que hace rutina de gimnasio (la hacía en la universidad con Jongin cuando ambos volvían de sus clases regulares) y no le ha costado trabajado adaptarse a ella. Al contrario. Su cuerpo se siente satisfecho al hacerlo trabajar y el chico es consciente de lo que su imagen sudorosa provoca en su marido. Y en muchos y muchas de los que ahí se encuentran.
—¡Ya no puedo más! —exclama Luhan al verlo aparecer junto a él y echándose a sus brazos sabiendo de antemano que será atrapado.
—¿Demasiada disciplina para mi princesa? —se mofa Sehun al abrazarlo.
A su alrededor, más de un persona frunce el ceño. Hasta ese momento nadie más que el chico del fondo parecía haber reparado en que estaba acompañado y a juzgar por sus movimientos, no es una relación que fácilmente se vaya a romper.
—No. Podría acostumbrarme a hacerla —murmura Luhan contra su pecho—, sólo no me gusta.
—¿El qué?
—Aquí. No me gusta aquí, Hun —dice—. Todos te miran y te follan la hacerlo. Y no quiero. Dejaré el azúcar y ya no haré panqueques con miel, saldré a correr todas las mañanas, pero ya no hay que venir aquí.
—Me gusta que comas azúcar y no puedo imaginar no desayunar panquecitos —lloriquea Sehun al aferrarlo con fuerza—. No es necesario que salgas a correr. Sé que te gusta dormir lo más que pueda.
—No. Tengo que ejercitarme o me pondré gordito. Y no querrás estar casado con un rollito —Sehun lo aparta y lo besa. Enreda una mano entre su cabello castaño y presiona su trasero con la otra antes de que Luhan ría contra sus labios y se cuelgue de su cuello.
—Si el problema esque no ejercitas, tengo la rutina perfecta para haceros sudar, ángel —sonríe—. Yno es necesario salir de la cama.
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