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🌷 «Enfermo» 🌷
—¡No, aleja etho de mí! —exclama Sehun con los ojos entrecerrados, la nariz congestionada y ese seseo adorable de la infancia que dejó atrás gracias a los brackets linguales.
En su sitio, Luhan es todo sonrisa y ojos brillantes mientras sostiene como puede la charola de comida y se las ingenia para dejarla sobre la mesita de noche. ¿Existe algo más tierno que Oh Sehun estando enfermo? Desde la perspectiva del chino, la respuesta es un rotundo no.
Porque cuando se enferma, el Dr. Oh es una masita blanda de cariños y mimos. Es llamadas para hacerlo quedarse en cama con él y labios que piden besos aunque sepa que es posible que lo llegue a contagiar. Sehun es mejillas coloradas a causa de la fiebre y cajas de pañuelos para limpiarse los mocos.
También es remilgos y quejas. Gritos de niño cuando le pone en la frente paños helados para fiebre o miradas molestas cuando le prohíbe sacar algún helado de la nevera. Berrinches y caprichos, de esos que empiezan con pucheros en los labios y Vivi ladrándole porque lo trata mal.
—Espero que no estés hablando de la medicina, Hun. Porque no puedo creer que un médico esté haciéndole gestos a sus propios remedios —atina a decirle el castaño, mientras se deja caer a su lado a orillas del colchón y lo mira como analizando si la fiebre ha bajado o debe mandarlo a duchar.
—No hablo de la medicina. Me refiero a etho...
Sehun señala el tazón con gachas que ha preparado para él y Luhan no puede creer que todo aquel dramón sea precisamente por el remedio coreano que desde niño le han debido dar para tratar la gripe.
—¿No te gustan las gachas, amor? —pregunta, como quien no quiere la cosa—. En China, los alimentos para tratar enfermos suelen depender de la estación en que estemos. Aquí en Corea, en cambio, siempre es arroz con abulón. Y sabe rico —le sonríe y sujeta su mano. Sehun enreda sus dedos, juega con ellos y por un momento, casi pareciera que se ha olvidado de sus alimentos.
Han pasado dos días desde que cayó enfermo. Dos días desde la boda de Yi Fan y Junmyeon que terminó con el novio y su séquito de amigos arrojados a la piscina del hotel donde se celebró el evento. Sehun jamás habría imaginado que remojar su cuerpo caliente gracias al alcohol en litros de agua fría a las dos de la mañana, podría haberle costado tres noches de fiebre y mocos, además de un permiso en el Hospital para faltar por enfermedad.
—Le agregan el relleno —susurra, al cabo de un momento, todavía con la vista fija en las manos de su esposo.
—¿Qué? —Luhan no entiende, pero está por hacerlo.
—A las gachas. Mamá les ponía el relleno del abulón. Thabe horrible —confiesa.
—Es una suerte que me dé algo de cosa agarrarlo. No tienen órganos, bebé, sólo carne blandita, arroz calientito y todos esos vegetales que el médico dice que debes comer.
—¿Ah, thi?
Sin perder su sonrisa, Luhan asiente y se trepa en la cama. Lo obliga a sentarse y le acomoda las almohadas antes de hallar una posición perfecta sobre su regazo. Sehun se siente bien estando de aquella forma; con su marido encima de él, su calor haciéndolo sentir vivo y esa sonrisa que parece irradiar medicina pues hace parecer que mientras la admira, la gripe se difumina.
—Venga, Hunnie, abre la boca —le dice Luhan, alcanzando el tazón y removiéndolo un poco.
Sirve una cucharada que sopla antes de extenderla y Sehun se muestra esquivo porque su madre también solía mentirle para hacerlo comer. El chino no miente, pero siempre queda la costumbre.
—¿Y thi me besas? Me curaría más rápido.
—Entonces tal vez vayas a tardar un poco, porque no pienso besarte hasta que termines tu cena —asegura y está determinado a cumplir, más porque debe ser compensado por las horas que pasó buscando recetas de gachas en la red que porque quiera condicionar llenar de besos a su esposo.
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