G- genes
En su sangre estaba el odio, a pesar de que no le hacían nada, el odio hacia los ángeles o cualquier otra raza estaba en su sangre, también estaba posiblemente la misma cosa por la que odiaba a su hermano Meliodas,....., la traición.
Él nunca se destacaba por ser alguien frío o malévolo como los demás demonios, hecho que hacia a los demás de su propia raza el burlarse o hablar mal a sus espaldas, a algunos no les faltaba hacerlo en sus narices, pero tampoco se les olvidaba que era el hijo del rey demonio, y hermano menor de Meliodas, así que no lo hacían.
De ahí la admiración a su hermano, aunque siempre era frío y no tenia compasión por nadie, era el único que a su manera le demostraba su apoyo.
— "hermano, ¿crees que un día seré como tu?" — Estarossa miraba la espalda de su hermano, esperaba completamente paciente a la respuesta.
— "por supuesto, no cabe duda de ello" — Estarossa sonrió ante la respuesta.
Desde esa vez, él se esforzaba para poder llegar a donde su hermano, alcanzarlo y poder ser alguien que merezca pelear a su lado.
Al contrario de su hermano mayor, el no era entrenado por un maestro, ya que no ponían mucha fe en él.
— "no creo poder hacerlo, le falta lo necesario para ser un demonio, tiene demasiados sentimientos y los saca a flote, es muy blando" — el maestro demonio que le pusieron de prueba hablaba con su voz rasposa y gélida.
— "entonces lo entrenara o no" — la voz de Meliodas hizo estremecer al demonio.
— "me temo que no" — Estarossa agacho la cabeza en rendición, y Meliodas cerro los ojos.
— "largo" — acatando rápidamente y por su seguridad la orden, el demonio salio de la habitación.
— "Estarossa" — ante el llamado de su hermano, levanto su rostro para mirarle con sus ojos que reflejaban muchas emociones.
A Meliodas en lo personal no miraba nada de malo en su hermano, tal vez un inconveniente para la batalla, tal vez, tal vez no parecía ni poseía el carácter para ser un demonio, pero tenia potencial para ello, solo tenían que pulir y hacer que salieran a flote, y si nadie lo quería hacer, el lo haría.
— "yo seré tu maestro" — simples palabras lo hicieron el demonio mas feliz del infierno, asintiendo con la cabeza contento, Meliodas se lo llevo a entrenar.
Desde ese momento el entrenaba con su hermano, después el nacimiento de Zeldris dejo fuera de entrenamiento a Meliodas, quien tenia que cuidarlo y hacerse cargo del bebe, como lo hizo con Estarossa, en ese tiempo él entrenaba por su cuenta, cuando Meliodas miro que ya no lo necesitaba entonces dejo que Estarossa lo hiciera por su cuenta.
No fue hasta que un día al querer dar un paseo, la conoció, él estaba sentado en el pasto, en territorio medio de enemigos, cuando sintió como alguien se le acercaba, al voltearse para mirar se encontró con la, a su parecer, persona mas hermosa que haya visto, a Elizabeth.
A ella por alguna razón, no le molestaba el contarle sus problemas, ella lo escuchaba y alentaba, apoyándolo con una hermosa y amable a la vez que amigable sonrisa en cada una de sus palabras, haciendo que inevitablemente, él se enamorara de ella.
Cada una de sus reuniones hablaban de lo que hacían, de lo que harían y de como iba el entrenamiento de cada uno.
Estarossa para entonces en sus planes estaba el "crecer" y mostrarse ante Elizabeth, para decirle sus sentimientos que esperaba fueran correspondidos.
A pesar del tiempo, Estarossa seguía siendo igual, nada había cambiado en él, su personalidad seguía igual, su relación con su hermano Meliodas seguía igual, no fue hasta que por una expedición, Meliodas y Zeldris tuvieron que salir a una investigación, que empezó a notar al mayor mas raro de lo normal, no le tomo importancia y siguió con su esfuerzo para poder "crecer".
— "mañana, quiero que nos veamos, te tengo una sorpresa" — Elizabeth lo miro con curiosidad.
— "que sorpresa" — Estarossa negó con la cabeza.
— "espera hasta mañana" — así ambos prometieron verse.
Al día siguiente, Estarossa había esperado en aquel lugar a la mujer que amaba, para mostrarle su avance, tal vez no lo reconociera, con ese cuerpo musculoso, esa cara mas definida, mas madura, esa barba de chivo que se había dejado, era guapo, con eso esperaba que ella cayera rendida ante él, espero, espero y espero, pero Elizabeth no apareció, con una desilusión reflejada en su rostro, regreso por donde había venido.
Desde ahí cada vez iba a ese mismo lugar para ver si la vería, pidiendo por que si, pero ya nunca la vio ir a ese lugar.
No fue hasta que un día cuando regresaba de una misión, que su mirada al levantarse contemplo, para el, la mas dolorosa, tracionera y repugnante imagen, su hermano y Elizabeth abrazados y con unas sonrisas que jamas había visto en ellos.
Fue en ese momento que conoció el sentimiento de ira, rabia y odio juntos, y hacia las personas que él pensó, nunca sentiría aquello, para él su hermano Meliodas lo había traicionado, él le había hablado de ella, él la había descrito como tal, él los había visto juntos una vez, entonces............. ¡¡¡¡¿ por que demonio la abrazaba?!!.
Su odio hacia su hermano creció y se volvió su bomba, su "click", para cambiar completamente, su odio hacia Elizabeth y su resentimiento también crecieron y el deseo de vengarse o verla sufrir también.
Sus deseos se reflejaban en sus acciones, ya no sonreía sinceramente, y su mirada tomo ese deseo, haciéndolo intimidante, ya no era él hazmerreír de nadie, le temían, le respetaban, pero eso a él le valía, él buscaba algo y era el vengarse de la traición de las dos personas que quiso.
La sangre que corría por sus venas era la misma que todos, y él acepto que el odio, y todo sentimiento negativo, era necesario para poder ser parte de su raza, era necesario para tener poder, que obtuvo.
Su odio creció aun mas al saber que su hermano los había delatado, los había traicionado, uniéndose a los arcángeles, y por la misma mujer que él amaba y odiaba, llevándose la mayor parte del segundo sentimiento.
En sus genes llevaba los mismos sentimientos quizá de su hermano, por que de no ser así, en este mismo momento, no estaría interponiéndose entre Zeldris y Elizabeth, parando el ataque del primero.
Ni estuviera mirando los ojos de rencor de su hermano pequeño, ni la mirada sorprendida de Meliodas, o la cara de confusión, agradecimiento y desconcierto de Elizabeth y los demás pecados.
Tal vez él también tenia en su sangre el traicionar.
Espero les guste, saludos
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