Capitulo 6

Andrew

Desperté, todavía me dolían las piernas y hombros; siento que tengo algo en mi cabeza, algo peludo y blanco, lentamente lo quito de ahí mientras me siento, ¿Por que tengo un conejo en mi cara? Y ¿por que se parece a Akko?.

El conejo se empezó a mover en mis manos, recién despertaba, al abrir los ojos lanzó un grito agudo, supongo que por verme.

—Oh Dios.—Dijo el conejo, ¿debería actuar sorprendido? Con todo lo que he visto ya nada me sorprende.—Tu, yo, Oh no.—Seguía diciendo.

El conejo empezó a morderse las garras hasta que estornudo, un humo apareció de la nada, al desvanecerse ya el conejo no estaba y ahora yo estaba acostado con Akko sobre mi y más cerca que desde la vez en que cubrí a Sucy.

—Esto, buenos días.—dije mirándola de lo más calmado que puedo estar en estos momentos.

—¿Que?—Akko se me queda mirando hasta ponerse roja, trato de desviar la mirada pero no puedo, simplemente no puedo.

La puerta se abre dejando ver a Lotte y a Frank hablando de yo no sé que, al ver en que posición estábamos Lotte se torna de un color rojo carmesí y Frank simplemente lanzó una flecha que logró separarnos.

—Se nota que no pierden el tiempo ¿no?.—Dijo Frank mientras Akko se volvía a transformar y saltaba a su hombro.

—L-lamentamos interrumpir.—Dijo Lotte.

—No interrumpieron nada, ella estaba así cuando desperté.—Conteste desviando la mirada.

—¿¡Que?! Yo, tu, no, ¡¡n-no fue mi culpa!!.—Grito ella volviendo a su estado normal, pero aún seguía roja, todos dirigimos nuestra vista hacia ella, personalmente, yo le mire con una ceja alzada.

—Este, ya deberían irse, debo continuar con el tratamiento.—Dijo Lotte mientras sacaba una varita.

[...]

—Ya puedes caminar.—Lotte me ayudó a pararme y me dejo una nueva camisa y pantalón para cambiarme.—Avísame si necesitas algo.—Dijo por fin para de salir de la habitación.

Termino de cambiarme cuando me doy cuenta de que empiezan a tocar la puerta, al abrirla no hay nadie, bueno, abajo hay un conejo un tanto especial.

—La gran reina te llama.—Dijo ella.

—De acuerdo.

Empiezo a seguirla por los largos pasillos, no entiendo por qué en las mansiones, castillos y cosas así hay tantas puertas, apuesto a que ni usan la mitad de las habitaciones, para más en la puerta más grande, decorada con unas finas alfombras y una pintura, todo por una puerta.

Akko toca la puerta, aún en su estado de conejo, y se trepó a mi cabeza, lentamente la puerta se abrió dejando ver a la misma chica, esta vez con una camisa y chaleco, que sostenía un libro en sus manos.

—Veo que ya estás mejor.—Mencionó ella sin despegar la vista del libro.

—Si, solo quedan unos rasguños, lamento preocuparle, majestad.—Conteste dando una reverencia.

—Está bien, ni siquiera estaba preocupada.—Dijo ella por fin cerrando el libro y dejándolo en la tablilla.—¿En que te puedo ayudar?.—Se sento en el fino sofá de un estampado rojo, dándonos invitación a sentarnos.

Akko estaba tan callada que creo que está muerta.

—¡Achu!.—Olvídenlo, sigue viva.

Unos sirvientes entraron a la habitación y nos sirvieron algo de te y una zanahoria, se nota que no es nada discreta.

—Bien, como prometí, te ayudaré con algo.—Tomó un aprobó de te y lo dejo en la mesa mientras me miraba con una cara seria.

—Sabe usted como...

—¿Como?.—Interrumpió ella.

—Como volver a mi mundo.—Enarcó una ceja, habría la boca y dijo unas palabras que me sorprendió.

—No puedes salir de aquí.

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