Me preguntó que escribía y con vergüenza tuve que responderle. Supo apreciarlo y hasta sentí cierta admiración en sus ojos.

Estudiante de filosofía, no es capaz de dejarla de lado, se plantea hasta la mínima cosa y me arrastra a mi de paso, pasamos horas intentando conseguir una respuesta hasta convencernos de que jamás la hallaremos, porque hay tantas verdades como personas, entonces reímos y entre cervezas seguimos hablando. 

Tiene los pómulos marcados y un estallido de pecas en las mejillas, sus ojos se pierden cuando habla y vagan hasta los míos, solo para volver a perderse. 

Me conmueve, amo a las personas que logran esto en mi, mucho mas que amor romántico amo que me produzcan el deseo de escribir. Amo como encienden algo en mi corazón de piedra, una caricia al alma que me permite sentarme y escribir sin pensar y solo demostrando lo que siento, esa impulsividad que solo logro cada tanto.

Él es un completo pensador y da mil vueltas antes de decidir algo, y yo lo sigo detrás simplemente escuchando mis impulsos y confiando en ellos sin planteármelo mucho.

—¿Alguna vez haces algo sin pensar? —Le planteé algo confundida, su actuar me resultaba tan extraño.

Sentados en el banco uno junto al otro el volteó y me besó.

 —Eso —Respondió triunfante una vez que nos separamos.

"Algún día tenes que mostrarme lo que escribís" Me dijo.

¿Cómo podría mostrarle esto?