Lo supo esa misma noche al enfrentar la playa desierta y vacía de música: C se había arrepentido de mostrarle la canción.

Seguramente sentía que se había apresurado, que se había abierto demasiado. Que se había expuesto a un rechazo que nunca llegaría, pero que temía más de lo que era capaz de manejar.

Y supo también que la próxima vez que hablaran se enfrentaría a un muro cargado de artillería pesada, porque ella intentaría dejarle claro que no importaba lo que aún sintiera por él, ya no volvería a entregarse ciegamente como una vez hiciera.

Pasó cada momento libre del fin de semana escribiendo y componiendo. Ese viernes Slot Coin tocaba allí mismo, en San Francisco. Intentó ver el show de C, pero su prueba de sonido se demoró demasiado y llegó tarde a la transmisión en vivo, así que tuvo que conformarse con el video que subieron a la mañana siguiente.

Aprovechó el tiempo para hacerse a la idea de que lo esperaba una charla difícil y álgida, de la cual sólo saldría bien parado si lograba que sus sentimientos no fueran avasallados por la actitud distante y hasta fría que ella esgrimiría como defensa.