27. Una Ayudita de un Amigo

—¿¡México!?

A Mariano no se le movió un pelo ante nuestras exclamaciones.

—Sí, México —confirmó con calma.

Lo bombardeamos a preguntas atropelladas. Él esperó que nos calláramos para contarnos de este festival internacional que se realizaría en cuatro semanas, el 24 de agosto, en el Foro del Sol de Ciudad de México, con varias bandas latinas y otras tantas americanas, todas de primera línea, en el cual nos había conseguido lugar.

Costaba creerlo, resultaba imposible digerirlo rápido y calmarse. Que nuestra primera presentación en el exterior fuera en un evento así era... era... ¡GUAU!

Entonces vi su seña discreta. Dejamos a los demás parloteando excitados y lo seguí al patio. Mariano se aseguró de que nadie más podía escucharnos. Su expresión entre seria y vacilante me llamó la atención. No necesité preguntar nada, porque me tiró la bomba sin evasivas para atemperarla.

—Slot Coin es una de las bandas confirmadas. —Me lo quedé mirando como si me hubiera hablado en chino—. Es un evento ambientalista —agregó a modo de explicación.

Yo seguía mirándolo con los ojos abiertos como platos, moviendo los labios sin articular sonido. —S-Slot... ¿Slot Coin? —fue cuanto pude balbucear.

Mariano asintió con una mueca aprensiva, viéndome tratar de asimilar lo que eso significaba: vos estarías ahí, volvería a verte.

En ese momento no me detuve a pensar que hacía cinco meses que no sabía nada de vos. Ni a qué se debía la distancia entre nosotros. Ni los días de amanecer llorándote. Ni las noches de negarte en camas ajenas.

De lo único que podía ser consciente era que en un mes estaríamos al mismo tiempo en la misma ciudad para tocar en el mismo festival.

Lo único que podía sentir eran unas ganas desgarradoras, desesperadas de volver a verte, una necesidad angustiosa de que me abrazaras.

Al menos una vez más.

Una última vez.

Mi pecho era fuego que no menguaba, tu recuerdo borroneando todo a mi alrededor, incluido Mariano. Tenía la garganta cerrada y los ojos llenos de lágrimas, me faltaba el aire. Por un momento hasta me sentí mareada.

Mariano me devolvió a la realidad. Apoyó una mano en mi brazo para conducirme con suavidad al cantero del árbol. Me hizo sentar, me convidó un cigarrillo, me dio fuego.

—Tranquila, Ceci. Tomate tu tiempo —dijo, y volvió a la sala común.

En cuanto me quedé sola en el patio en sombras, tuve que taparme la boca para sofocar un gemido. Ya no pude contener las lágrimas. Tardé un buen rato en controlarme un poco, perdida en esa urgencia abrumadora que me ahogaba.

¡Dios, cuánto deseaba volver a verte! Tus ojos, tu sonrisa, escuchar tu voz.

Obviamente mis deseos no terminaban ahí, pero no me atrevía siquiera a pensarlos de forma consciente. Porque seguramente estabas en pareja hacía rato. Y lo estuvieras o no, era demasiado estúpido de mi parte esperar que quisieras volver a estar conmigo, tan siquiera una vez.

Oh, Dios. ¿Y si no querías volver a verme? ¿Y si ni siquiera estabas dispuesto a saludarme?

La idea de tu rechazo fue suficiente para doblarme de dolor. Me descubrí inclinada hacia adelante, aferrando mis propios brazos, llorando con todas mis fuerzas y repitiendo tu nombre.

Mi mente estaba temporalmente fuera de servicio, pero mi instinto de supervivencia supo que no podía prolongar la incertidumbre. Pasar así las próximas cuatro semanas era impensable. No llegaría viva, tan simple como eso. Fue ese hilo de instinto el que llevó una de mis manos temblorosas a sacar el teléfono y movió con torpeza mis dedos vacilantes para escribir un mensaje, porque no estaba en condiciones de hablar.

Apreté el teléfono contra mi pecho que ardía, dolorido, esperando una respuesta que por suerte llegó de inmediato. Leerla renovó mi llanto, pero ahora de alivio y gratitud. Saber que podría hablar con Ray tan pronto llegara a casa me prestó un poco de calma, aunque precisé otra media hora para ser capaz de ir al baño a lavarme la cara y asomarme a la sala común.

Que estaba vacía porque ya se habían ido todos. Menos Mariano, que se ofreció a llevarme a casa.

Apenas llegué, le avisé a Nahuel que no iba a cocinar ni a cenar. Notó enseguida mi cara congestionada.

—¿Todo bien, ma? —preguntó preocupado.

Me obligué a sonreír. —Sí, amor, pero necesito hablar con Ray ya mismo.

—Okay. Mandales saludos a él y a Ash.

Ray no me atendió por teléfono sino en su tablet, que tenía apoyada contra algo para mantenerla parada. Estaba en una habitación acustizada, con guitarras colgando hasta del techo y varios amplis de coleccionista. Me saludó sentado a un par de pasos con una Gibson de museo sobre sus piernas.

"Hola, pendeja, tanto tiempo," dijo, alzando la vista de las cuerdas para sonreírme, sin dejar de tocar arpegios más bien al azar.

"Sí, lo siento, sé que he estado desaparecida en acción."

"Suele sucederle a las estrellas en ascenso. Ya sabes, se olvidan de los amigos."

"Que te den."

Cumplido el ritual del saludo jocoso, me pregunté cómo mencionarle el festival. Sería la primera vez que hablábamos de vos. Pero Ray me ahorró el trámite de una forma más bien sorpresiva.

"Estaba esperando tu mensaje, ¿sabes?" Vio mi expresión y volvió a sonreír. "Stu me llamó un par de minutos antes de que me escribieras, para preguntarme por ti. Dijo que por primera vez en todos estos meses sus freaky links se activaron de la nada, en alerta roja, y quería saber si estabas bien."

Desvié la vista con la excusa de prender un cigarrillo. ¿Todavía eras capaz de percibirme? El año anterior, lo que yo había sentido esa tarde te habría alcanzado aunque estuvieras en la China. El año anterior. ¿Pero ahora todavía podías sentirme? ¿Después de todos estos meses y de todo lo que había pasado? ¿A pesar de que te tenía bloqueado a cal y canto?

"Oye, pendeja, pon al menos un pie en tierra y explícame de qué se trata."

Respiré hondo. Quería mantener la calma, o al menos intentarlo.

"Iremos a México en cuatro semanas, Ray, a tocar en un festival internacional. Algo ambientalista, dijo Marian. Y ustedes también están en la grilla."

La cara de Ray se iluminó de alegría. "¿Te refieres al Festival por el Golfo?" exclamó radiante. "¿Y ustedes participarán? ¡Hombre, es fantástico! ¡Podremos volver a vernos! Tenemos que juntarnos a tocar, y..." Trail off de colección cuando terminó de comprender la situación. "Oh, ya veo. Tú y Stu volverán a encontrarse. ¿Pero eso qué...?"

"Estoy aterrorizada, Ray," respondí, porque con él sólo podía ser absolutamente sincera. "Tú sabes que he intentado sobrellevarlo lo mejor que he podido, pero ahora que de la nada se presenta la eventualidad de volver a verlo, yo... yo..."

"Está bien, querida," me interrumpió con acento afectuoso. "No precisas explicármelo. Eso fue lo que disparó los freaky links, ¿verdad? Pero, ¿por qué te afecta tanto pensar en volver a verlo? ¿O es que preferirías no encontrarte con él?"

"¿Qué? ¡No! ¿Cómo no querría?"

Ray frunció el ceño. "Entonces sí quieres verlo."

"¡Claro que sí! ¡Ése es el problema! He pasado todos estos meses tan negada, que hasta que supe lo del festival no me había dado cuenta. Y ahora resulta que muero por volver a verlo. De pronto no puedo pensar en otra cosa. Pero..."

"¿Pero?"

Alcé los hombros desesperada. "¿Querrá verme, Ray? Eso es lo que me aterra. ¿Y si se niega a verme? O acepta, pero sólo por obligación." Suspiré, vencida. "En este momento lo echo tanto de menos que duele, pero prefiero cortarme una mano a enfrentar su rechazo. No podría soportarlo. Por eso necesito saber, Ray. En verdad necesito que me digas, sólo por esta vez..."

Me interrumpió su teléfono sonando. Me indicó con un gesto que guardara silencio y atendió. Vi la mirada de soslayo que me dirigía, meneó la cabeza sonriendo exasperado. Apartó el teléfono de su cara para ponerlo en altavoz bien cerca de la tablet.

La voz llegó distorsionada pero inconfundible, y apenas habías dicho dos palabras yo volvía a lagrimear, ahora de pura emoción, sólo por volver a escucharte.

"...de nuevo, así que hazlo, pendejo, sólo por esta vez. Por favor, asegúrate que está bien. Y si crees que es posible, pídele que me llame."

Mis ojos se apartaron de la cara de Ray para saltar a la lista de contactos. Por primera vez desde febrero, 3Waves estaba conectado y disponible en Skype.

"Muy bien, lo haré," fue la breve respuesta de Ray, que cortó lanzándome otra mirada que era un discurso. "¿Te sirve como respuesta? ¿Cómo pueden ser tan espeluznantes, pendejos? Ya lo oíste, llámalo."

"¡Aguarda!" exclamé, creyendo que se disponía a cortarme a mí también. "¡Ayúdame, por favor!"

"¿Qué más quieres que haga?" preguntó divertido.

"¡Por favor, dime qué hacer! ¡No puedo contarle lo que pasó!"

"¿Por qué no?"

"¡Porque no! ¡Ayúdame, Ray!"

Él bajó la vista, de pronto serio, pensando. Al fin suspiró y me enfrentó de nuevo. Alzó un dedo a modo de advertencia.

"De acuerdo, pero es la primera y última vez, ¿comprendes? Y sólo lo hago porque estoy harto de verlos competir por el título de pendejo del año."

"Entiendo," asentí, tan seria como él.

"Llámalo, pero no menciones lo de México. Deja que surja más adelante, en otra ocasión. Ahora mismo, lo que necesitan es restaurar la comunicación entre ustedes, que perdieron por estúpidos, pero no hay necesidad de sobrecargar la situación con la perspectiva de volver a verse en pocas semanas. Llámalo y fíjate cómo va todo. Y lo que es más importante: fíjate cómo te sientes. No precisarás mucho para darte cuenta si tiene sentido volver a estar en contacto con él, y si servirá de algo verlo en el Festival."

"Muy bien. Pero me preguntará por lo que sintió. ¿Qué le diré?"

Ray me obsequió una sonrisita burlona. "Miéntele."

"¿Qué?"

"Ya me oíste, pendeja, ahora llámalo. Estoy seguro de que tienen muchas cosas para hablar."



Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top