1. Cordobazo

El maldito de Mariano lo mantuvo en secreto durante meses.

Más tarde le hicimos confesar que lo tenía confirmado desde octubre, cuando todavía no terminábamos el álbum. ¡Y no nos lo dijo hasta febrero!

Volvimos de nuestra gira por la Costa Atlántica ansiando un poco de aburrimiento porteño después de tanto agite. Habíamos pasado enero tocando todos los días, o día por medio, en cuanto bar, discoteca, teatro y evento playero Mariano y Cristian nos podían meter. Había sido una aventura a puro rock, una experiencia única, sobre todo después de tantos meses de no tocar en vivo, y considerando que nunca habíamos tocado con Diego y Walter.

Nos fue excelente. End, Hesitation y Heart sonaban en todas las radios, y las descargas y reproducciones online se triplicaron durante ese mes. Ya no tocábamos en bares para treinta amigos: ahora tocábamos para quinientas personas, y una vez rompimos todos nuestros récords tocando para mil.

La habíamos pasado genial, estábamos felices, pero también estábamos agotados.

Nos tomamos una semana para descansar, aunque el martes ya nos estábamos mensajeando y quejándonos de que nos aburríamos sin ensayar ni tocar en vivo. Mariano nos convocó el miércoles 6 de febrero a San Telmo.

—¿Qué onda, Marian? —preguntó Beto tan pronto estuvimos todos en la sala común con un par de cervezas circulando—. ¿Cuál es el próximo paso de tu plan para conquistar el mundo?

—Córdoba este fin de semana —dijo muy tranquilo.

—¿Córdoba capital? —preguntó Diego.

—No. La Punilla.

Jero frunció el ceño. —¿Ahí no se hace Cosquín Rock?

Mariano asintió como si tal cosa y nos reímos, creyendo que era un chiste.

—Salimos mañana a la noche porque las pruebas de sonido son el viernes—intervino Cristian—. Tocan el sábado a la tarde.

Dejamos de reírnos para mirarnos, a ver quién de nosotros lo había tomado en serio. Walter ya había recuperado la seriedad. Tal vez no le había creído a Mariano, pero si lo decía Cristian, él estaba dispuesto a darle crédito.

—Pará, pará, pará. ¿Es en serio? —pregunté—. ¿Vamos a tocar en Cosquín Rock?

Mariano volvió a asentir y esta vez se permitió una sonrisa satisfecha.

—¿¡En dos días!? —exclamó Beto.

—Tres —corrigió Mariano con suavidad.

—A la mierda —dijo Diego, dando voz a la opinión general.

Nahuel había vuelto el día anterior de sus vacaciones con su padre en Bariloche, así que se sumó a la partida. Y no íbamos a dejar atrás a Laurita y Valeria, nuestras hadas madrinas.

Así que el jueves a la noche nos juntamos todos a cenar temprano en lo de Beto, pobre departamentito que casi colapsa con la explosión demográfica, pero era el que quedaba más cerca de San Telmo. A las nueve estábamos cargando todo en el micro y salimos, con Caló y Edu de asistentes y Quique de colado, porque ese fin de semana no tenía ningún otro evento con Vector. A último momento también se nos sumó Lucas, un nerd de veinticinco años que hacía palidecer a Sheldon. Trabajaba en la parte de informática de Vector y Mariano lo tenía en la mira para convertirlo en nuestro community manager, porque todavía no teníamos uno y Cristian era bueno con las redes sociales, pero no era su función.

A pesar de los nervios que nos devoraban el estómago, lo cual explicaba por qué Mariano no nos había dicho nada hasta último momento, el ronroneo sostenido del micro terminó por noquearnos y pudimos dormir todo el viaje de un tirón. Llegamos pasadas las once de la mañana, justo a tiempo para registrarnos en la hostería que nos reservara Mariano tres meses atrás, previendo que el fin de semana del festival estaría todo a reventar. Y el tipo era tan previsor, que no tuvimos problemas para acomodar a todos nuestros extras a cambio de resignar un mínimo de comodidad.

Apenas paramos para almorzar antes de irnos al Aeródromo, donde se realizaría el festival ese fin de semana. Era un predio de diez hectáreas y los escenarios principales estaban en extremos opuestos, al norte y al sur. Nosotros tocaríamos en un escenario lateral, considerado secundario aunque el número central de ese espacio sería nada menos que los Auténticos Decadentes.

Estábamos los cinco en las nubes, mirando el predio y los escenarios y los equipos y los técnicos y los músicos con ojos como platos, todavía tratando de convencernos de que era verdad y realmente estábamos ahí, en el festival anual más importante del rock argentino.

Por suerte habíamos participado en eventos con otras bandas en la costa, así que sabíamos cómo funcionaban esas pruebas de sonido. Y como éramos una de las bandas más chicas, probamos temprano. Cuando terminamos, Lucas y Nahuel nos vinieron con el chisme de que Mariano y Cristian estaban hablando con los organizadores.

Tan pronto asomaron la nariz para volver a la hostería, los acorralamos en el micro y los sometimos a un interrogatorio para hacerlos confesar lo que fuera que estuvieran tramando.

—La banda que tocaba antes de los Babasónicos tuvo un problema. No llega a tiempo para tocar hoy, así que la pasaron para mañana. Y me preguntaron si podemos reemplazarlos —dijo Mariano con una mueca aprensiva, temiendo que nos diera un infarto ahí mismo.

Todos nos apuramos a sacar volantes o teléfonos para consultar la grilla. Y sí, casi nos morimos de un infarto, porque los Babasónicos eran el número central del sábado a la noche en el escenario sur, pasadita la medianoche.

—¿Cómo estamos para tocar dos veces en un día? —sonrió Cristian, socarrón.

—¿O sea que lo de la tarde se mantiene? —pregunté.

—Si es posible —asintió Mariano.

—¡Claro que sí! —respondió Diego, el vocero popular.

—Otra cosa —agregó Mariano—. Nos preguntaron si para la noche tendremos alguna canción para cantar en castellano.

Nos miramos frunciendo el ceño.

—Puedo traducir End —tercié.

—¿Y te vas a acordar la letra?

La mirada que le dirigí a Cristian hizo reír a los demás.

—Dale, te ayudo —dijo Diego.

Así que el resto de la tarde se me fue en eso, pero a la noche tenía una versión bastante convincente. No era una traducción literal, pero al menos reflejaba lo más posible la idea de la letra original.

A la noche el pueblo ya era un hormiguero de gente, todos los alojamientos estaban completos, había carpas hasta en los árboles y vehículos de todos los tamaños estacionados en cualquier lado. Se esperaban unas cincuenta mil personas por día en el festival.

—No es por meter presión, ¿no? —gruñó Beto cuando Cristian nos soltó ese dato.

—Gracias, Cris, ahora me quedo más tranquilo — rezongó Jero.

Por suerte primero tocábamos a la tarde en el espacio alternativo, cosa de foguearnos con mucho más público de lo que jamás tuviéramos, pero muchísimo menos de lo que tendríamos a la noche.

La grilla estaba montada de tal manera que la gente, si se daba maña para caminar el kilómetro entre el escenario sur y el norte, podía ver al menos un rato de todas las bandas en los dos. Así que Las Pastillas del Abuelo tocaban a las diez en el norte, y nosotros a las once en el sur, y Skay a las doce en el norte, y Babasónicos entre las doce y media y la una en el sur.

Eso significaba que a la noche tocaríamos para varias decenas de miles de personas, porque apenas terminaran Las Pastillas, todo el mundo iba a venir al escenario sur a ver a la banda que cancelara.

—Y va a depender de nosotros que se queden a vernos —suspiré.

Beto me palmeó la espalda como para hacerme escupir los pulmones, de acuerdo a su costumbre.

—Tranquila, bruja. Va a ir todo de perlas.



*Cordobazo: insurrección popular en la ciudad de Córdoba en 1969.

* Cosquín: Es el festival de folclore más importante en Argentina desde 1961. Se realiza en la provincia de Córdoba, a 700 kms de Buenos Aires, inicialmente en la localidad de Cosquín (de ahí el nombre), aunque ahora se realiza en otras localidades de la provincia. Se hizo tradicional que el anunciador, al comenzar la noche, saludara diciendo a toda voz: "¡Aquí, Cosquín!" De ahí el nombre del capítulo 3.

Su contraparte de música rock comenzó en el 2001, siempre con bandas de primera línea. Desde 2017 se realiza también en otros países (Bolivia, España, México, Colombia, etc.).

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