Hasta que te vuelva a ver
Estaba volviendo sobre de sus pasos buscando más niños muertos que no estuvieran enterados de su presunto atropellamiento por el tren fantasma (así se llamaría oficialmente) cuando se topó en los locales que rodeaban las vías con la vitrina de una boutique y quedó inmóvil: lucía del asco.
Su cabello rojo granate estaba grasoso, despeinado y con algo de polvo, su rostro también tenía algo de tierra, y ni que decir de sus pantalones. Sus tenis estaban irreconocibles, sus manos sucias, su color pálido, su chaqueta rota por detrás y su mochila agujereada y vacía posiblemente, y lo peor de todo, sus párpados ya no eran invisiblemente verdes como cuando estaba vivo ¡estaban morados a más no poder! No tanto como para hacerlo parecer un panda pero si eran algo obvias, parecía que viviera en un congelador...
Suspiró sin más, se talló los ojos, eliminó la tierra en sus mejillas e intentó sonreírle a su reflejo satisfecho pese a que en verdad no lo estaba, y por supuesto que no lo logró, su sonrisa parecía más obligada que otra cosa.
Justo iba a continuar su camino cuando vio a un empleado de limpieza echar un grito y se tuvo que dar a la fuga, a ese paso iba a infartar a media Escocia.
Una vez que estuvo lo suficientemente lejos de la boutique continuó a su paso lento y constante, permitiéndose recordar lo que era tener calor, o conversar con alguien además de su conciencia, o estar limpio... de verdad que parecía indigente, aunque quizás calificaba para ese termino.
Observaba detenidamente sus agujetas gastadas porque jamás se las abrochó y sus calcetas con lodo seco mientras se abría paso en las transitadas calles cuando de repente vio unos zapatos igual de gastados que los suyos justo frente a él, volteó arriba, aunque luego tuvo que volver a bajar la cabeza porque el individuo era demasiado bajo, y para su sorpresa se trataba de una niña de cabello muy corto y negro peinado cuidadosamente a ambos lados, camiseta blanca, un pequeño abrigo crema, pantalones negros, calcetones grises y sandalias negras. Sus ojos eran marrones, su piel clara y sus mejillas de rubor salmón, tenía los puños apretados viéndolo atónita por las alas que arrastraba tras su espalda; las las eran más pesadas de lo que pensaba.
- ¡Eres un ángel! -gritó maravillada con un tímido tono de voz, el pelirrojo escarlata asintió con una sonrisa triste, porque si ella podía verlo, bueno, ya sabrán ustedes que debía hacer.
- Así es, ¿estás perdida? ¿cuál es tu nombre?
- Ah, si, estoy perdida de hecho. Me llamo Deidre ¿y tu? -preguntó ciertamente emocionada y sin poder contener su sonrisa.
- Mi nombre es Maxwell, y se supone que debo llevarte a-
- ¡Wow, qué bonitas alas! -exclamó la niña hundiendo sus pequeñas manos entre las plumas, y luego toda su cara-. Son tan suaves -alargó las letras infantilmente para luego salir rápidamente y soltar una risita-. ¡Eres una almohada de plumas! -el de ojos grises se volteó divertido por su hiperactividad
- Si, y tu una niña muy traviesa. Escucha, la razón por la que estoy aquí es para llevarte a un juzgado lleno de personas aburridas, tecnicamente no harás nada, pero cuando salgas de ahí te irás al cielo con Diosito, así que debes venir conmigo
- ¿Iré al cielo! -chilló la niña emocionada.
- No lo dudo -confesó sonriente mientras se encogía de hombros.
- Wow... y papá y mamá irán conmigo ¿verdad? Dejame buscarlos y-
- No, será sola -interrumpió algo tosco sin poder evitar sentir pena por ella.
- ¿Sola..? -el de ojos grises asintió de inmediato-. Pero... puedo despedirme ¿cierto?
Estaba por responder que si cuando vio una acumulación de gente justo atrás de ella. No, debían irse lo más antes posible o acabaría viendo su cuerpo.
- No, perdón, el tiempo está contado y-
- Pero quiero verlos
- Lo siento, eso no depende de mi, debemos irnos -alzó la voz sin querer algo alterado por la situación y la niña cedió con desconfianza.
- De acuerdo... -el pelirrojo escarlata suspiró aliviado al no recibir más quejas y la cargó con cuidado sentada entre sus brazos, estaba pesada pero tampoco era para tanto.
- Agarrate fuerte de aquí -señaló una porción de su chamarra y la pequeña asintió de inmediato-. Ok... aquí vamos -agitó sus alas con violencia para despegar su cuerpo del cielo e iniciar el vuelo, a lo que la niña gritó emocionada.
El pelirrojo escarlata no tardó mucho en llegar a nubes más geométricas y dejó en sus comienzos a la pequeña niña, justo frente a la fila para la sala del juzgado.
- ¿Ya llegamos?
- Así es, por favor no te muevas de aquí, pronto será tu turno
- Ok -dijo la niña sin más formando una línea recta con sus labios.
- Adiós -murmuró Maxwell dispuesto a notificar su primer misión exitosa a cierto enano de rasgos nobles.
- Hasta que te vuelva a ver -el de ojos grises dibujó una mueca extraña-. Mamá y papá no me dejan despedirme con adiós, ellos quieren que diga hasta que te vuelva a ver -explicó la niña compasiva.
- Oh, bueno. Pues hasta que te vuelva a ver entonces -Deidre asintió de acuerdo y el pelirrojo escarlata se retiró a buscar a Otto orgulloso.
Hasta que te vuelva a ver...
No sonaba mal.
...
- Pues felicidades Max, no dudaba en que lo lograrías
- Gracias, em, señor Otto, ¿no tendrás algún consejo para mi? Ya sabes, para las noches
- ¿Para las noches? -preguntó el hombre confundido.
- Si, durante las noches me atacan unos escalofríos horribles y la paso muy mal, supongo que es una cosa de ángeles ¿no?
- No, los únicos que llegan a padecer esos síntomas son ángeles terrenales montañistas, personas que murieron en lugares fríos y de familiares que no han reclamado su cuerpo o lo conservan en un congelador ¿tus padres no te han velado?
Maxwell negó sin pensarlo; su madre lo odiaba demasiado y su papá no sabía de él hacía un tiempo, Cinthia estaba demasiado endeudada como para comprarle una mísera flor y sus familiares eran unos tacaños de primera, por lo que debería acostumbrarse a aquel frío cruel el resto de su estadía en La Tierra.
- Oh. Lo lamento muchacho
- Está bien, sobreviviré -no era como si tuviera opción ¿cierto?
- Bueno. Ve con cuidado Max
- Gracias Otto -se sentía bien hablar con él, era accesible pese a su apretada agenda y comprensivo, por lo que no dudaba en que se entenderían bien.
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