El rincón de las pesadillas
Su respiración acelerada y tenis raspando el suelo era todo lo que podía escuchar, Sneachd había sido tragada por una de esas bestias y a Oso Polar lo habían abatido y devorado entre 4. Había amenazado con tropezarse varias veces, y solo él podía verlos, aquellas sombras esqueléticas, almas en pena, dirigidos por ese niño.
Ese maldito niño.
No recordaba ni como se las había encontrado, ni cuanto tiempo llevaba huyendo, solo sabía que había perdido a las personas y los callejones de la ciudad parecían un laberinto cada vez mas confuso... Las sombras no paraban de susurrar, no podía entenderlos ni tenía intención de hacerlo, sus cuencas eran negras igual que todo su cuerpo malformado y pudrían todo lo que tocaban. El engendro de la capucha los seguía sin prisa con una sonrisa engreída en sus labios, la cual no había borrado ni cuando esos hijos de puta se habían comido a su perro.
Finalmente las cosas lograron rodearlo, el niño de capucha todavía no llegaba al lugar de la escena y a medida que se acercaban pudo entender lo que decían.
- Maxwell... Maxwell... -susurraban retorciéndose como gusanos, ¿quién mierda era Maxwell?
Ah, si, era él... ¿pero cómo sabían su nombre de todas formas! Justo cuando sintió una punzada ardiente en el muslo y su cabeza chocó contra la pared de concreto supo que se había acabado, finalmente... su camino terminaba.
Manos no paraban de pasarse por su cuerpo de hielo, dándole horribles escalofríos, sus dedos se doblaban anormalmente entre su piel tornándola negra poco a poco, incinerándola, descomponiéndola, reduciéndola a cenizas.
Se sentía como un saco de arena agujerado.
Al no poder continuar soportando su peso cayó sentado al suelo, donde más sombras empezaron a deshacer su mísero existir. A penas y podía mantener los párpados abiertos tosiendo débilmente cuando los muertos decidieron abrir paso a su jefe, el pequeño adefesio abortado de La Muerte, mantenido en el anonimato durante siglos por el bien de su reputación.
El secreto y más penoso error de su padre sonrió sádicamente y sin más colocó su pequeña y pútrida mano sobre su cara, impidiendo su visión por fin y dando conclusión a su ser.
~~~
- ¡No..! -se paró de golpe, y ahora sentado en el suelo procesó su panorama: Oso Polar le ladraba a Sneach saltando cual cachorro inocente, el ruido de los coches corriendo a gran velocidad por la avenida hacia eco en las paredes y los documentos viejos que había conseguido sobre la niña ondulaban ante el viento con su pie encima impidiendo que volasen.
Últimamente, después de varias noches trasnochándose investigando de las vías, Logan y su relación con el hombre acabó recuperando su capacidad de dormir, con sueños incluidos, aunque esto último no era precisamente agradable.
Siempre le tocaban pesadillas.
Pero en fin, había saqueado algunas cabinas que componían las vías, todas estaban abandonadas y tenían documentos suficientes. El creador de las vías era un ruso llamado ¿Neizbezhnaya Smert..? ¡bah, rusos! que propuso la idea de un colosal tren de pasajeros que prometía aumentar el turismo en la ciudad alrededor de 1874, más el proyecto fue cancelado misteriosamente alrededor de una tragedia tras otra y tras otra relacionada con el tren. Cada alcalde al mando de Saint Andrews coincidía en que retirar las vías resultaba un acto innecesario y muy costoso por lo que pasaron por alto su existencia hasta la fecha...
Había tomado prestados algunos documentos legales de los MacRury y aparentemente era una familia común y corriente, sin ninguna relación aparente con los rusos o el tren, aunque había encontrado el acta de nacimiento de una tal Jessica MacRury, quien debería tener aproximadamente dos años de edad pero parecía no existir en esa modesta morada; una bebé muerta.
Su fecha de nacimiento era el 22 de Enero del 2016, en uno de los meses más fríos del año y de Escocia en concreto. El invierno era muy cruel en su país, y justamente en invierno fue cuando se inauguró el tren de Smert pero... todo esto sonaba demasiado rebuscado, ¿solo porque la niña había sobrevivido a un enfrentamiento con el tren significaba que tenía una relación con él? Tal vez debía resignarse a querer resolver el misterio alrededor de esas vías, dejar de estar estancado en esos alrededores y hacer su trabajo... conformarse con lo tan poco que le quedaba ¿verdad?
Suspiró y le mimó el cabeza a Oso Polar, ya le daba igual que los dedos se le pusieran mugrosos por acariciar su pelaje, mas sucios no podían estar.
Y ahora tenía que devolver todos los documentos de los MacRury antes de que notaran su ausencia.
Genial.
...
Otra vez dormía, internado en una nueva pesadilla, si la podía llamar así porque no estaba del todo dormido, y lo que representaba no era algo precisamente malo.
Abrazaba a Oso Polar y Sneachd tirado en el suelo, su vista ya estaba nublada y el frío lo hacia delirar terriblemente, sentía entumecido todo su cuerpo. De repente empezó a escuchar pasos, pasos por todo el callejón, y esa voz...
- Benjamin -murmuró con la voz quebrada, como de costumbre durante las noches, y la silueta solo se quedó estática a poca distancia. Era su oportunidad.
Se paró adolorido y helado y tentó a ciegas su mochila, ahí tenía al oso con sombrero de copa, había estado cuidando de él para dárselo algún día y, tal vez, llevarlo a un juzgado justo, les gustase a esos ángeles caprichosos o no.
- Señor Oswald... -murmuró el pequeño atónito tomándolo entre sus manitas, sintiendo así un contacto casi tan gélido como el suyo-. Señor Maxwell ¿qué le ocurrió? -murmuró el chico claramente asustado y, con lástima. Si, parecía un puto vagabundo, no tenía que recordarselo, muchas gracias.
- Vivir en la calle no me sienta bien -rió sin ganas dibujando una sonrisa forzada, sentía tantas ganas de gritar de dolor, estaba temblando horrible, le dolía toda el alma... pero desde que había adoptado a Oso Polar y Sneachd supo que ya no podía tomarse esas libertades.
- Pero, ¿qué hay de esa horrible mancha negra en su cuello?
- Será costra -murmuró aburrido.
- ¡No! ¡Señor Maxwell, tiene que tomarme en serio! ¿qué es esa mancha!
El pelirrojo polvoriento tentó su cuello con cuidado, mas cuando llegó a la famosa mancha sintió unos escalofríos espeluznantes recorrer todo su cuerpo, una sensación tan nauseabunda y horrible, tan dolorosa y punzante, que nuevamente cual espectro condenado se corrompió gritando del modo mas horrible y lastimoso.
Volvió en sí, nuevamente la silueta frente a él había desaparecido, tentó el suelo solo para volver a hallar al Señor Oswald. Sintió la piel del perro, el pobrecito estaba temblando, probablemente su grito había lastimado su oído, mientras que Sneachd solo frotaba su cabecita contra sus dedos intranquila. Percibirlos tan espantados por su culpa le rompió el corazón.
- Lo siento... -tembló su quijada mientras un suave sollozo escapaba de sus labios-. De verdad lo siento mucho -los abrazó lenta y gentilmente mientras los oía chillar tristes, haciéndolo adoptar la responsabilidad de ser fuerte, ya no solo por sí mismo, sino por esas dos preciosas criaturas que de algún modo habían empatizado con su desamparado ser.
Con ellos a su lado su alma dejaba de sentirse tan desgraciada y miserable.
Con ellos el rechazo del cielo dejaba de ser tan solitario.
Con ellos su lado egoísta se hacía aún mas fuerte, provocando así su dicha.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top