Yo era solo un hombre común, sin poderes de ningún tipo, solía ser un granjero arando el campo y plantando cultivos para la cosecha.

Sin saber que yo sería el que estaría siendo cosechado.

Estaba limpiando el cobertizo, como hacía todos los sábados por la mañana. Limpié el desorden para recoger las herramientas agrícolas y limpiarlas. Una a una, coloqué todas las herramientas agrícolas donde pertenecían.

Cuando agarré la hoz, verifiqué la hoja para ver si tenía rastros, abolladuras o cualquier otra imperfección que eventualmente pudiera afectar mi progreso en el corte de las malas hierbas que podrían empañar mi suelo.

Estaba demasiado concentrado en afilar la hoz cuando mi propia sombra se extendió por el cobertizo y usó la sombra de la hoz para cortarme los talones.

Me caí, mientras la hoz giraba en el aire y me cortaba como una mala hierba.

Cuando despierte. No sentí el dolor de ser cortado.

Ese fue el precio de ser elegido por la Muerte. Me quitó la vida y usó mi propia sombra contra mí.

Me tomó por espigar.

No me enteré hasta que mi prometida encendió la lámpara. Ella sintió mi presencia, pero no pudo verme. Cuando miré a la pared, no pude ver mi propia sombra.

Encontró mi cuerpo, pero no pudo encontrar mi alma.

La muerte usó mi cuerpo como recipiente para su plan de matar a la gente de la villa de un solo golpe.

Sabía que me iba a casar con la hija del conocedor más rico. Sr. Fortunato.

El hombre que iba a ser mi suegro tenía una deuda que pagar y yo estaba pagando el precio de su pacto.

En este momento, soy solo una sombra del hombre que una vez fui.