Timidez
Aunque todas las mañanas la miraba, resplandeciendo más que el sol y ardiendo más que el ocaso, la corriente carmesí le saludaba ondeante con la brisa matutina.
Frente a ese parque, pocos metros de su instituto, llegaba temprano solamente para sentarse en la banca de esa alejada esquina para verla pasar, observarla como un acosador y apreciar su hermoso cabello.
Aunque nunca se atrevió a saludarla o fingir toparse por casualidad, sabia todo de ella; nombre, edad, gustos, absolutamente todo, aun así su timidez evitaba que rompiera esa inquietud para hablarle. Como en ese momento, donde por alguna razón se detuvo, muy cerca de él, con el toque de pena en sus mejillas también parecía dudar algo.
Levemente desvío su verde mirada cuando en un descuido ella, curiosa, le observó.
El revoloteo en su estomago se manifestó, todo en el perdió la fuerza, lo que le hizo agachar la cabeza.
Nunca fue bueno en iniciar una conversación.
Varios segundos pasaron, quizás la joven pelirroja ya se habría ido, lo que le instó a levantar el rostro.
Su aliento se detuvo al apreciarla, incluso más cerca, no se fue, ¿porque decidió quedarse? Su mente divagó y sin respuesta, fue ella quien conecto su mirada con la suya, se arregló su flequillo para después de manera tímida, quizás más que él, saludarle y sonreír.
Por un instante no creyó que fuera a él, el saludo, pero dado que nadie más se encontraba en el lugar, luchó para poner toda determinación en su mano y así devolverle el saludo.
Apenas termino de corresponderle, una joven, más baja y castaña llegó por detrás y sin saber lo que el silencio escondía se llevó a su amiga.
Para Eugeo ese día comenzó con un bello regalo, al menos ese seria el primer paso, mañana... Se lo juró, sería él quien daría el siguiente.
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El último por hoy, revisaré que tengo otros por ahí.
Gracias por pasarse.
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