28-GULF.
No quería llegar tan lejos, solo coquetear un rato y dejarlo con la miel en los labios, hacerle sentir usado, como me sentí yo durante tanto tiempo, pero su boca sobre la mía, sus manos rodeándome, han sido demasiado.
Otra vez me he sentido vivo, como si hasta ahora estuviese hibernando, solo esperando a que llegara él a insuflarme vida de nuevo. Y ahora corro hacia la salida como si me persiguiera el diablo. Subo en mi moto y su motor ruge a la vida, acelero para poner distancia entre nosotros, para evitar volver y decirle que lo he echado de menos, que no he podido respirar bien hasta hoy, que no me importa nada sino estar con él.
No puedo hacerlo, porque no confío en él, si vuelve a desaparecer no me recuperaré. Será como caer en ese abismo infinito del que he estado huyendo durante diez años.
Cuando llego a mi apartamento los remordimientos me están comiendo por dentro, pero sus lágrimas fueron demasiado, si me hubiese quedado habría caído en ese momento. Le escribo un mensaje y lo borro, vuelvo a escribir una disculpa y vuelvo a borrarlo. Por fin después de darle mil vueltas le envío un simple: "Lo siento". Un minuto después una respuesta igual de simple: "Lo entiendo".
Esto se me está yendo de las manos, si los inquilinos aceptan la propuesta de Mew, cosa que seguro harán, tendré que trabajar con él durante bastante tiempo, mientras se acometen las obras y se cierran los contratos. Ojalá Mew dejara el trabajo en manos de Crystal o de alguno de sus empleados, pero sé que no lo hará.
Necesito concentrarme en el trabajo y preparar mi mente para el momento en que Mew no me deje escapatoria y me cuente por qué se fue ese día sin decirme nada. Y tengo miedo. Miedo a que su excusa sea insuficiente, que se algo tan banal como el dinero o el poder. Pero realmente tengo más miedo a que sea algo verdaderamente importante y me haya pasado diez años de mi vida odiándolo sin razón. Tengo mi corazón dividido, mi mente es un caos que casi no me deja dormir.
Una semana después de nuestro encuentro Mew no me ha llamado, toda la información sobre el caso la ha enviado a través de Crystal o de ese nuevo secretario que tiene, Saint creo que se llama. No sé por qué me molesta tanto que me haya dado espacio, cuando era eso mismo lo que he deseado toda la semana. Me he convertido en un idiota inseguro esperando la atención de Mew, ¿desde cuándo me comporto de esta manera? Él prefiere no contactar conmigo, entonces que así sea.
-Gulf, Gulf... ¡Gulf! – un grito me despierta de mi letargo.
-Crystal, perdona no te había oído – le respondo saliendo de mis ensoñaciones.
-Llevo llamando a la puerta de tu despacho cinco minutos, ¿qué pasa por esa cabecita tuya? Espera no me lo digas, ¿Mew?
-Déjalo Cystal no estoy de humor – le replico.
-Ya lo veo, bien como quieras. Vengo a traerte los contratos que deben firmar los inquilinos para que los revises y para informarte que la firma con el notario será en siete días. Después de eso los inquilinos deben prepararse para el traslado a sus viviendas provisionales – me explica.
-Está bien, tendré la documentación preparada, ¿te apetece salir a comer? – le pregunto, necesito un poco de diversión.
-Claro, pero invitas tú – me dice, la misma descarada de siempre, me arranca una sonrisa.
Una semana después firmamos el contrato y los inquilinos empezaron la mudanza al edificio que Mew ha dispuesto para ellos. He visitado nuestro antiguo apartamento, todavía sigue suelto el último escalón del rellano de nuestro piso, y la luz del pasillo parpadea varias veces antes de encenderse. El apartamento que compartimos y en el que fui tan feliz ahora tiene un tinte oscuro que me deprime un poco. Supongo que cuando estás enamorado todo brilla con luz propia, y cualquier sitio es especial con tal de que esa persona que es todo tu mundo esté a tu lado.
Mew sigue sin dar señales de vida, no sé cómo sentirme al respecto, pero no seré yo el que lo busque.
-Hola – oigo a alguien en la puerta.
-Mew, hola – le respondo.
-¿Qué tal estás? – me pregunta rodando los ojos por la estancia.
-Bien, he venido a acompañar a algunos de los inquilinos y no he podido dejar de venir aquí.
-Lo recordaba más grande y luminoso la verdad – me dice.
-Supongo que todo depende del momento y del punto de vista – le respondo.
-Gulf, necesitamos hablar ¿no te parece? – me pregunta acercándose con cautela.
-A veces pienso si es realmente necesario, ¿qué va a cambiar Mew? Ya no somos aquellos críos que pensaban que su historia era especial – le contesto, ¿por qué sigo huyendo? Ni siquiera lo sé con certeza.
-Lo nuestro era especial, lo más especial del mundo para mí – me dice con el dolor tiñendo sus palabras.
-Entonces ¿cómo te fue tan fácil dejarme? – me doy la vuelta para encontrarme con sus ojos brillantes suplicándome perdón.
-Dejarte ha sido la cosa más difícil que he hecho jamás, pero era necesario Gulf – intenta explicarme.
-Gulf no encuentro mi apartamento este edificio es un puñetero laberinto – me grita Sebastián entrando en tromba por la puerta entreabierta.
-Sebastián es la planta de abajo, espera te acompaño – le digo y escojo agarrar la excusa que me brinda este viejo cascarrabias y seguir huyendo de Mew.
-Gulf, por favor... - me pide Mew.
-Hablaremos más tarde Mew – le digo y salgo sin mirar atrás.
Después de eso Mew no intentó contactar conmigo, solo me dejó un mensaje en mi buzón de voz diciéndome que él esperaría a que yo estuviera preparado, que ya sabía dónde podía encontrarlo cuando quisiera hablar.
Pues bien cinco meses después todavía no estoy preparado, me he sumergido en mi trabajo. Las obras del Old Customs van viento en popa y pronto se finalizarán. La empresa de Mew quiere preparar una fiesta de inauguración para finales de este mes donde se dará cita la flor y nata de la ciudad. Odio ese tipo de fiestas, pero el bufete quiere que vaya en representación de los inquilinos, es una buena publicidad para nosotros y no quieren dejar escapar la ocasión.
El día de la inauguración llego bastante pronto al evento, me bajo del coche que me ha traído hasta aquí y miles de flashes me dejan ciego, no veo la necesidad de tanto revuelo, pero intento sonreír y posar para los fotógrafos. Camino hasta uno de los locales que han acondicionado para la recepción, justo a tiempo para ver llegar a Mew acompañado de su nuevo secretario. Con una sonrisa deslumbrante camina al lado de ese chico que lo dirige poniendo su mano en la cintura de Mew. La rabia me recorre de arriba abajo, yo debatiéndome con mis sentimientos encontrados y él pasándolo en grande con su nueva conquista. Un chico de mirada dulce y fresca, con una sonrisa delicada y amable, así como solía ser yo antes de que él me destrozara.
Entonces su mirada se clava en mí, me sonríe como si yo fuera lo más bonito de este planeta, pero yo no pienso darle la satisfacción de que vea lo mucho que me afecta. Así que sonrío y me doy la vuelta ignorándolo por completo.
Durante toda la recepción he estado evitando a Mew, no quiero que se dé cuenta de lo celoso que estoy, odio que haya venido con ese chico. Casi no queda nadie en la fiesta cuando decido que es hora de irme.
-Gulf, espera – oigo que me llama.
-Mew, bonita fiesta – le digo fríamente.
-No he tenido oportunidad de hablar contigo, ¿tienes un minuto? – me pregunta.
-En realidad no, deberías ver donde ha ido tu acompañante – le suelto.
-Saint no es mi acompañante, es mi secretario – me responde.
-Lo que sea – esto es absurdo, solo quiero irme a casa.
-Hey, chicos. Saint, y algunos más nos vamos a la discoteca del centro, ¿vienen? – nos pregunta una Crystal un poco pasada de copas.
-Crystal, no sé... - empieza a decirle Mew.
-Me apunto – le respondo de repente y Mew pone los ojos en blanco, pero igualmente nos sigue hasta la limusina que ha encargado la loca de mi amiga.
Durante el trayecto Mew no deja de mirarme y yo también lo miro de reojo. ¿Por qué carajo es tan guapo? Su traje se adapta tan bien a su escultural cuerpo que me tengo que contener para no babearle encima. Aunque parece que no soy el único, su secretario no desaprovecha oportunidad de tocar su brazo o de reírse tontamente de cualquier cosa que Mew dice. Le odio.
Miro mi teléfono móvil para dejar de fijarme en esos dos, y veo un mensaje de Earth en la pantalla. Está en la ciudad y quiere hablar conmigo, lo cito en la discoteca en quince minutos. Él me responde de forma afirmativa y yo aprovecho mi ocasión para darle a Mew donde más le duele.
Llegamos a la discoteca y Crystal sale disparada sin mediar palabra al centro de la pista seguida de una horda de admiradores. Mew y su amigo me siguen hasta la barra y pedimos algo de beber. Después de un rato de una charla sin ningún interés les digo que voy al baño e intento abrirme camino hasta allí. Entonces antes de abrir la puerta del baño veo a Earth llegar desde el exterior. Le hago una seña y enseguida su sonrisa ilumina toda la estancia, ¿por qué no puedo amarlo? Sería tan fácil, tan cómodo y acogedor, pero mi maldito corazón solo puede latir por un bastardo que me abandonó sin ningún remordimiento.
Cuando Earth llega a mi altura me va a saludar con un beso en la mejilla, pero de reojo veo a Mew buscándome entre la gente. En cuanto sus ojos conectan con los míos desvío mi cara y le planto un beso de película a Earth que se queda de piedra con mi efusividad. Cuando rompo el beso hubiera deseado no mirar la cara de Mew, una máscara de dolor y resignación cubre su semblante, se bebe su último trago y se va desapareciendo entre la multitud.
-A eso ha venido ese beso, ¿no? Para hacerle daño a Mew, ¿no te cansas de romperme el corazón Gulf? Pues yo sí estoy cansado, así que por favor no te molestes en volver a llamarme, no quiero ser la artillería de un cobarde que se niega a darse cuenta de que lo que siempre ha querido está ahora ante sus narices – me grita y apartándome de un empujón vuelve por donde ha venido.
-Earth, espera por favor, perdóname – le grito corriendo tras él. La gente se aglomera en el centro de la pista dificultándome la salida. Tropiezo con una pareja que baila en un rincón, les pido perdón y entonces me doy cuenta que es el secretario de Mew.
-Lo siento, perdona no te había visto. Soy Saint, el nuevo secretario de Mew y este es Zee mi novio – me presenta.
-¿Novio? – me quedo pasmado, entonces el coqueteo con Mew, ¿me lo había imaginado todo?
-Eres Gulf, ¿verdad? El abogado del caso del Old Customs, déjame decirte que tu trabajo ha sido impecable, Mew te tiene en mucha estima – me cuenta con una sonrisa.
-Gracias, estoy buscando a un amigo, que te diviertas – le digo y salgo en busca de Earth.
Soy un idiota y un perfecto cabrón que no dejo de hacerle daño a cada momento, necesito disculparme, pedirle que no me niegue su amistad, es lo único bonito que me queda y yo solo lo estropeo todo. Salgo a la calle pero es inútil, no hay rastro de él ni de Mew.
Después de buscarlos sin éxito cojo un taxi y me voy a casa, en realidad estar solo es lo único que merezco.
Me levanto con los primeros rayos del sol, con un dolor en el pecho que no me deja respirar. Hoy es domingo así que Thorn no tardará en llegar para nuestro entrenamiento personal, así que me levanto y me preparo para la tortura de hoy.
Cuando acabo la sesión con el entrenador personal subo hasta el ático donde tengo el saco de boxeo. Ato mis manos y me pongo los guantes. Empiezo con unos golpes suaves sobre el centro del saco. La cara de Mew cuando me vio besando a Earth asalta mi mente, ese recuerdo hace que arda por dentro. ¿Qué derecho tiene a sentirse herido? Yo me he pasado diez años de mi vida herido, pensando en lo que habría hecho mal para que me abandonara sin una palabra.
Mis puños golpean con más fuerza, adelanto mi cadera para pegar con la fuerza de todo mi cuerpo, tal como él me enseñó. El recuerdo de ese momento me atraviesa como una bala, sus manos sobre mi cintura indicándome la posición correcta para golpear con fuerza. Recuerdo cómo me susurraba al oído lo bien que lo hacía, que era su mejor alumno, el amor de su vida.
- ¡Mentira! – le grito a la nada.
Mis puños golpean, una y otra vez, con toda la fuerza que tengo, con toda esta ira recorriendo mis venas. Odio a Mew, le odio con todo mi ser, por dejarme, por volver ahora poniendo mi vida patas arriba otra vez. Le odio por amarlo tanto, le odio por hacer que me odie a mí mismo por haberle hecho daño. Le odio, le odio, le odio porque en el fondo sé que no puedo odiarlo.
¡Mierda!, esto se tiene que acabar y la única forma es enfrentarme a mis miedos. Me ducho, cojo el casco y las llaves de la moto y conduzco hasta casa de Mew. Llamo insistentemente a la puerta hasta que Mew con unas ojeras considerables me abre la puerta con cara de sorpresa.
-Gulf, ¿qué haces aquí? – su voz suena cansada y yo también estoy cansado, cansado de huir, cansado de negar mis sentimientos. Así que sin decir nada me arrojo a sus brazos que me aprietan con fuerza y dejo que diez años de dolor se derramen sobre su camiseta de deporte.
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