Capítulo XIX
El cuerpo de Rafael se estrelló con violencia contra el suelo. Avriel era capaz de escuchar sus quejidos, sus súplicas, incluso sentía sus manos tratando de mantenerlo alejado de él. Sus intentos por reaccionar y alejarse fueron en vano, sentía como si una fuerza demoníaca lo hubiera seducido hasta llevarlo a ceder ante sus instintos. Sintió el siseo de la piel de Rafael desgarrándose con el filo de sus colmillos, y las primeras gotas de sangre resultaron una deliciosa tortura. Había comenzado y sabía que no podría detenerse hasta estar completamente saciado.
Durante una fracción de segundos, logró estar en la mente del muchacho, como si una conexión hubiera nacido entre ellos. Lo vio siendo un niño, disfrutando de un momento junto a su madre. Jugando con Gerard, sonriendo, riendo. Escuchó sus llantos y sintió su dolor alojado en el pecho con la muerte de su madre. Las interminables discusiones con su padre que acababan en más llantos, lo vio entrando a la casona y sintió su miedo cuando se encontraron por primera vez. De pronto, todo pareció distorsionarse y sus recuerdos se volvieron demasiado conocidos para él. Veía a Sasha en su habitación, cuidando los jazmines del jardín, pintando. Vio su rostro lleno de sufrimiento, empapado en lágrimas, iluminado por una luz cálida, y finalmente, antes de escuchar el corazón de Rafael detenerse, sintió un dolor agudo y vio el cuerpo de Sasha cayendo al suelo. En ese momento, sus ojos volvieron a verlo todo más nítido. Al salir del trance, escuchaba la brisa arrastrando las hojas fuera de la casa, las ramas de los árboles meciéndose de forma violenta en el bosque. Se sentía más vivo que nunca, pero a sus pies, el cuerpo de Rafael yacía como un muñeco de trapo, tan blanco como la nieve en los días más fríos, con los ojos bien abiertos, opacos e inexpresivos, y los labios agrietados, secos. Había bebido hasta la última gota de su sangre; lo había matado.
—¡No! —Tomó el rostro de Rafael entre sus manos, ahora tibias—. Rafael, ¡Rafael...! Por favor no me dejes, por favor...
Sus ojos grises se inundaron y las lágrimas comenzaron a caer una tras otra.
—Mon dieu... no puede ser, Rafael, ¡respóndeme! —rogaba, abrazando el cuerpo frío del muchacho contra su pecho.
Los pasos de la bruja hicieron eco en sus oídos y la furia lo abordó de inmediato. La estrecha puerta crujió y la figura de la mujer se reveló. Bajó las escaleras con una amplia sonrisa, observando la situación con pena fingida.
—Oh, Avriel... Lo lamento tanto. Por un momento creí que el muchacho podría hacerte entrar en razón, se veía tan fuerte, tan dispuesto. De todas maneras, déjame decirte que una parte de mí sabía lo que iba a suceder. Ningún humano puede contra la sed de un hijo de Caín...
Sus palabras fueron interrumpidas de forma abrupta cuando la mano de Avriel estranguló su cuello. Su cuerpo se movía con una agilidad tan increíble que la mujer no atinó a detenerlo.
—Voy a destrozarte el cuello —gruñó con los dientes apretados, mientras las lágrimas continuaban corriendo por sus mejillas —. No te amo, no te amé, ni te amaré nunca. Lo único que deseo ahora es acabar con tu vida, maldita bruja.
La mujer arañaba las manos del francés, con la boca entreabierta.
—Un... hijo... de Caín... no... debe... —trató de tomar un poco de aire, pero los dedos de Avriel apretaban su garganta como una trampa de osos cada vez que emitía algún sonido.
—No me importa, ya no me importa nada. La única razón que tenía para vivir... —Tragó saliva cuando el nudo en la garganta le impidió continuar—. Está muerto, y es tu culpa, es tu maldita culpa... Todo lo que tocas lo destruyes, estás maldita, mujer... Rafael no merecía esto, ¡Sasha no merecía morir en tus manos! Destruíste todo lo que me hacía feliz, y no conseguiste nada...
—Cómo te equivocas... conseguí que sufrieras... lo mismo que yo sufrí. Te hice sentir miserable, solo en este maldito mundo. Así como yo me sentí hasta ahora.
La mujer aprovechó el momento en el que el francés bajó la guardia para alejarlo de ella. Avriel sintió como si un par de manos enormes lo hubieran golpeado en el pecho, obligándolo a retroceder un par de pasos. Algo se rompió bajo sus pies, y al bajar la mirada, una sustancia densa y oscura como el alquitrán comenzó a salir del camafeo destrozado. La expresión de Alessa cambió repentinamente, el horror se dibujó en su semblante pálido cuando se transformó en una nube negra con forma humana. Movió sus manos rápidamente, extendiendo las palmas hacia la cosa al ver que avanzaba hacia ella, pero antes de que pudiera hacer mucho más, ésta se metió por su boca y sus ojos, tiñéndolos de negro. Avriel retrocedió lentamente, observando horrorizado la situación. La habitación se ensombreció y varios espectros comenzaron a ascender desde el suelo, formando un círculo alrededor del cuerpo de Alessa. Uno a uno, se metieron al cuerpo de la mujer que cayó al suelo, retorciéndose y chillando, agonizando de dolor. El silencio se hizo presente al cabo de unos minutos, el cuerpo de Alessa continuaba temblando en el suelo. Tenía los ojos en blanco y un hilo negro chorreaba de la comisura de sus labios. Los espectros comenzaron a salir de su cuerpo, y Avriel corrió hacia Rafael al ver que iban por él. Nuevamente, una fuerza sobrenatural lo empujó lejos, y aquellas sombras se introdujeron bruscamente por la boca del muchacho, haciendo que se sacudiera con violencia.
—¡Rafael! —chilló, gateando nuevamente hasta el muchacho, y entonces, su sorpresa creció cuando este se sentó repentinamente—. Por Dios...
El muchacho giró la cabeza, enfrentándolo.
—Mon amour... no es a mí a quién has llamado, pero quiero despedirme de ti antes de irme.
—¿S-Sasha...? —Las lágrimas del hombre comenzaron a brotar nuevamente al escuchar aquella voz suave y melodiosa con aquel acento francés—. ¿Cómo es que...?
—Alessa sacrificó la vida de un inocente para convertirte en un hijo de Caín. Mi sacrificio no fue voluntario, por eso, mi alma fue corrompida por los demonios a los que Alessa recurrió para conjurar la maldición, los mismos que acabaron con su vida. Yo no pude descansar en paz, no pude irme porque mi muerte fue violenta, y todavía tenía cosas pendientes en este mundo.
—No... no comprendo... ¿Tú de verdad eres...? Yo... maté a Rafael, bebí hasta la última gota de su sangre, ¡esos demonios deberían matarme a mí también!, ¡estoy tan maldito como Alessa!
Las manos del muchacho acunaron las mejillas del francés, que rehuyó del tacto debido a la sorpresa.
—Alessa sabía lo que iba a suceder si los dejaba aquí hasta que tus instintos te traicionaran. Ella sabía que Rafael y yo estábamos ligados, y que mi alma había quedado atrapada en el camafeo. Pero ella confió demasiado en los demonios. Estos son traicioneros, no son amigos de nadie. Ella entregó su alma en el momento en el que me mató, solo era cuestión de tiempo. Tú amas a Rafael, ¿no es así?
Avriel desvió la mirada, apretando los labios.
—¿Cómo podría responder esa pregunta...? —sollozó—. Debes saber que jamás te olvidé, y jamás lo haré. Permanecerás en mi corazón por siempre, pero Rafael...
—Él ocupa un nuevo lugar.
—Sí...
—Entonces deja de torturarte. Yo ya no estoy en este mundo, pero tú todavía tienes más oportunidades, debes ser feliz y dejar el pasado.
—¿Pero cómo puedo seguir adelante si Rafael...?
El muchacho se acercó, besando con delicadeza los labios del francés.
—Jet'aime, mon amour. Hasta pronto, sé feliz.
Sus ojos se cerraron, Avriel atinó a sostener el cuerpo inerte de Rafael antes de que cayera nuevamente al suelo, y en ese momento, el muchacho abrió los ojos de par en par, e inspiró de forma violenta, como si hubiera estado aguantando el aire durante mucho tiempo.
—Avriel... —murmuró con la voz ronca, respirando de forma agitada.
Estaba vivo de nuevo.
¡Feliz halloween para todos!
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