Capítulo 4: A comer
Los once salieron del salón de entrenamiento, no sin antes cerrar las puertas nuevamente detrás de ellos, y emprendieron camino escaleras abajo al pueblo. Al pie de la montaña y tras cruzar un puente, llegaron al Valle de la Paz, siendo recibidos por múltiples animales chaparros con vestimentas clásicas chinas, quienes los rodearon con curiosidad queriendo saber quiénes eran las tortugas, ya que nunca les habían visto antes, y la única tortuga que habían conocido era el maestro Oogway.
—De acuerdo, tranquilos todos, no molesten a los maestros. Después los reuniremos en el Palacio para darles las buenas noticias.
Decía Po, mientras junto a los demás, apartaba a los ciudadanos de los adolescentes, quienes estaban algo abrumados por ser el centro de atención; vivir ocultos toda su vida no los había preparado para esta clase de interacciones. La multitud hizo caso omiso a las palabras del Guerrero Dragón y se acercaron aún más, comenzando incluso a empujar a los maestros del gran Palacio para interrogar a los forasteros, invadiéndolos con preguntas que eran inaudibles por hablar tantos al mismo tiempo.
De entre el gran grupo a su alrededor, salió un pequeño ganso con un gorro que parecía un tazón de fideos, con saco rojo de bordes dorados y un cinturón marrón. Comenzó a amenazar a los demás con un wok que era más grande que él.
—¡Ya oyeron, fuera de aquí! ¡Luego les darán las explicaciones que quieren! ¡Shu, largo! —los pobladores se alejaron del lugar, volviendo a las actividades que estaban realizando antes de su arribo. El panda se separó del grupo y abrazó fuertemente al ganso levantándolo del suelo.
—Gracias, pa, me da gusto verte~
—Igual a mí, hijo.
—¿Pa? ¿Hijo? —preguntaron los hermanos al unísono, confundidos por la relación entre ellos dos. ¿Cómo era posible que un ganso engendrara un panda? ¿Qué clase de dimensión era esta?
—¿Pero dónde están mis modales? Hola, soy el señor Ping, el padre de Po —se presentó abrazando la barriga de su "hijo" brevemente, y tras separarse, les preguntó a los neoyorquinos— ¿Y ustedes quiénes son? ¿Qué hacen aquí?
—Papá, no seas así, déjalos en paz —dijo Po tras rodar los ojos. Sabía que no había ahuyentado a la multitud sólo como acto de buena fé; era en extremo curioso, quería respuestas al igual que los demás—. Comeremos y luego te contaremos, ¿de acuerdo?
—Bien, pero más les vale que yo sea el primero en enterarme.
Sin más, el ansérido guió al grupo de guerreros por el pueblo hasta un pequeño restaurante al aire libre, del cual era el dueño. Entró a la cocina junto a Po dejando el wok en su lugar, y ambos comenzaron a preparar velozmente la comida de todos. Una vez listo, sirvieron la sopa de tallarines con vegetales en tazones que repartieron a cada uno, con excepción de Tigresa, a quien le dieron tallarines picantes; además, hicieron unas cuantas órdenes de panes de frijol para acompañar. Una vez cada uno tenía su plato y estaban sentados estratégicamente para poder conversar entre todos, Ping se sentó frente a su hijo y golpeó su ala contra la mesa.
—Ahora sí, no se van a escapar de mí. Quiero respuestas.
—De acuerdo, pa, tranquilízate.
Respondió Po tras comer un poco. Le presentó a las tortugas una por una y le explicó de principio a fin todo lo que sabían hasta el momento acerca de los Kraang de acuerdo a lo que había entendido. La expresión del ave indicaba que no había comprendido mucho de la interpretación de su primogénito, y Donatello no se iba a molestar en recitar todo el discurso que ya le había dado antes a los demás, así que tuvo que quedarse con el burdo y breve relato del panda. Al final de cuentas, él no tenía necesidad de entender todo ya que no pelearía con ellos contra los alienígenas.
—Ya veo. Lo único que necesito entender es que van a ayudarnos contra estos nuevos enemigos, ¿correcto? Cuiden bien a mi pequeño, no quiero quedarme sin él-
—¡Pa, ya! —interrumpió el monocromático algo avergonzado a su preocupado padre.
—No se preocupe, señor Ping, haremos lo que esté en nuestras manos para ayudarlos a todos —reconfortó Leonardo al viejo ganso.
—Más les vale. Ahora, ¿quién va a pagarme por la comida de todos? —los cuatro hermanos se miraron unos a otros. Apenas habían caído en cuenta de que no tenían nada de dinero para gastar en caso de necesitar algo, mucho menos para pagar la comida que acababan de ingerir. Estaban muy apenados.
—No se preocupen, maestros, nosotros pagaremos la cuenta. Es lo menos que podemos hacer por ustedes~
Dijo Víbora con su típico semblante alegre y amable sacando un pequeño monedero de alguna parte con la punta de su cola, imitando el resto su acción. Se dividieron equitativamente el costo de sus alimentos junto con la propina y dejaron la cantidad en el mostrador, la cual el señor Ping tomó de inmediato y guardó en el bolsillo de su saco. Finalmente todos volvieron a la montaña, los estudiantes y las tortugas a los cuarteles y el maestro Shifu al palacio donde se encontraba su habitación personal, tras despedirse.
Los reptiles estaban sumamente agotados por todo lo que pasaron aquel día, aún no lograban acostumbrarse a la altitud por vivir tan cerca del nivel del mar, y toda la atención que habían recibido por parte de los habitantes del Valle de la Paz había sido algo de lo más agobiante para ellos. Por su parte, todos los guerreros estaban sumamente interesados en saber más acerca de la dimensión de donde provenían las tortugas, así que Mono se los hizo saber.
—Maestros, ¿creen que puedan contarnos más acerca del lugar de donde provienen?
—Sí, realmente tenemos mucha curiosidad de saber más.
Intercedió Grulla en la petición de su amigo primate. Todos tenían una expresión de emoción en el rostro, como si fueran niños pequeños descubriendo el amplio mundo que los rodea. Los adolescentes compartieron miradas, y tras soltar un pesado suspiro, Leonardo respondió con una mano sobre su cabeza y una sonrisa débil.
—Claro, no veo por qué no.
Los animales hicieron una pequeña celebración entre ellos y los guiaron alegremente hacia el comedor que estaba dentro de los cuarteles. Tomaron sus lugares y buscaron algunos bancos más, ya que las sillas alrededor de la mesa no eran suficientes. Donatello fue quien comenzó con el relato, usando sus tecnicismos de siempre mientras Po ponía un tazón de galletas al centro de la mesa para compartir mientras aprendían del lugar de origen de los héroes recién llegados.
—Pues... nosotros provenimos de la ciudad de Nueva York, el cual es el estado más poblado de Estados Unidos. Es la metrópoli más grande del mundo, la segunda aglomeración urbana más grande del continente americano, y se encuentra entre las cinco mayores del mundo; por ser sede de importantes organizaciones a nivel mundial, además de los principales sitios de finanzas, se le apodó como "la capital del mundo".
—¡Wow, eso suena bárbaro! ¿Y qué más hay? —preguntó Po con emoción, la cual expresó en su rostro y en los pequeños brinquitos que daba.
—¡Hay edificios muy altos llamados rascacielos, mucha tecnología, autos, contaminación y pizza!
—Po mencionó que el maestro Oogway le dijo en su visión que sus conocimientos en tecnología eran muy avanzados. Me intriga saber acerca de ello, si no es mucho pedir —intervino esta vez Tigresa, moviendo sus orejas hacia el frente con curiosidad, pero manteniendo sus brazos cruzados sobre su pecho con su típica rudeza y aspecto indiferente.
—Tenemos teléfonos, computadoras, televisiones, pantallas, videojuegos, transporte, máquinas que hacen cosas por ti... ¡todo lo que puedas imaginar! —respondió Rafael contando con sus dedos, y haciendo un ademán al final para dejar en claro las infinitas posibilidades que habían.
—¿Y cómo pueden hacer funcionar todo eso? —cuestionó Mantis igual de entusiasmado.
—Principalmente es por la electricidad. También descubrimos el uso de combustibles fósiles, como el petróleo que transformamos en gasolina para igualmente hacer funcionar muchas cosas —dijo nuevamente el de banda morada, ya que él era el experto en esos temas.
Siguieron hablando por varias horas más, donde los chicos le explicaron muchas cosas a los guerreros de la Antigua China. Incluso les mostraron brevemente el funcionamiento de los T-Phones, más no podían hacer mucho, ya que obviamente no tenían señal. Estaban tan entretenidos que no se percataron de lo tarde que era, así que tristemente, tuvieron que ir a dormir para poder descansar y tener la energía suficiente para entrenar y aprender más acerca del enemigo que venía en camino.
Mientras tanto, en la ciudad de Nueva York, los Kraang se encontraban reparando el portal que tuvo un fallo crítico tras enviar a las tortugas a la otra dimensión. Por su parte, Destructor comenzaba a perder la paciencia por la tardanza e "incompetencia" de los alienígenas por no poder descifrar su propia tecnología. Tras destruir varios androides, exclamó desbordando furia.
—¿¡Qué demonios les está llevando tanto tiempo!?
—El conocido como "Portal Masuyo" está experimentando fallas críticas que le impedirán al que se hace llamar "Destructor" hacer lo que se conoce como "viaje interdimensional". Kraang está haciendo todo lo posible para reparar las fallas y que el que se hace llamar "Destructor" pueda cumplir con el objetivo conocido como "conquista".
—Más les vale que se apresuren si no quieren ver las cruentas consecuencias de su ineptitud.
Tras aquella amenaza, el líder del Clan del Pie dió media vuelta y salió del laboratorio de los extraterrestres para regresar a su base y tratar de calmarse después de tan malas noticias que acababa de recibir, no sin antes cortar transversalmente otro de los androides, muy cerca de donde se encontraba el huésped, para dejar en claro que no estaba bromeando.
A la mañana siguiente, Leonardo despertó cuando apenas iba amaneciendo. Se abrazó a sí mismo para tratar de regular su temperatura ya que hacía frío. Cerró sus ojos de nuevo para ver si podía recobrar el sueño, pero al escuchar puertas abriéndose y un "Buenos días, maestro" en el pasillo, se vió obligado a levantarse. Frotó sus párpados y luego se puso su bandana antes de abrir su puerta, tambaleándose un poco por lo rápido que se puso de pie.
—Ah, maestro Leonardo. Lamentamos mucho haberlo despertado, si gusta puede volver a dormir un rato más mientras terminamos con el entrenamiento matutino —dijo Shifu con voz calma y una leve sonrisa en el rostro. El maestro hizo un ademán a sus estudiantes para que lo siguieran, y justo antes de que el grupo desapareciera de su vista, los detuvo con su voz.
—Ah... ¿creen que pueda unirme a su entrenamiento? La demostración de ayer despertó por completo mi interés en el Kung Fu, así que agradecería si pudieran enseñarme lo básico —solicitó con algo de pena, vacilando con sus ojos entre todos los presentes, ya que no sabía a quién mirar mientras hacía tal pregunta. Todos sonrieron y asintieron contentos ante su petición.
—Por supuesto, Leonardo, nos encantaría que nos acompañaras a entrenar. Y mejor aún, poder mostrarte un poco de lo que hacemos —replicó Víbora con dulzura.
—Espléndido, entonces no perdamos más tiempo, vayamos —dijo el panda rojo caminando hacia la cocina del cuartel.
—Genial, traeré mis katanas y los alcanzaré allá —comentó el reptil bípedo con intenciones de regresar a su habitación, más la voz del úrsido lo detuvo.
—No será necesario. A pesar de que sí manejamos armas, nosotros nos enfocamos más en el combate cuerpo a cuerpo.
El adolescente asintió con una sonrisa tímida. Y así, sacaron algunos pequeños aperitivos para comer antes del entrenamiento, ya que hacer ejercicio en ayunas resultaría en extremo contraproducente. Comieron en el camino al salón de entrenamiento, y una vez allí, Shifu puso una rutina de calentamiento algo intensa, digna de verdaderos maestros de artes marciales. A Leo le estaba costando un poco de trabajo seguir el ritmo, principalmente por el tema de la altitud, pero con algunos ejercicios de respiración y esfuerzo logró imitarlos. Una vez cumplieron con el calentamiento, el mamífero más bajito los llamó nuevamente para comenzar con la verdadera acción.
—Excelente. Ahora, para ver desde dónde debemos comenzar con la formación del maestro Leonardo, quiero que se enfrente a uno de ustedes. Víbora, creo que tú serás la indicada para esta tarea.
—Ah... maestro Shifu, ¿no cree que sea una desventaja el hecho de que...? Bueno, ¿que no tenga brazos o piernas? —preguntó el más joven, escuchando un audible jadeo ofendido por parte de la susodicha, mientras llevaba la punta de su cola a su "pecho".
—Créeme, amigo, no lo será.
Intervino Po recordando la primera vez que se enfrentó a la reptil. Los dos "rivales" pasaron al frente y adoptaron una pose de batalla, y apenas el maestro dió inicio a la pelea, la chica se deslizó con tal velocidad por el suelo que el neoyorquino ni siquiera pudo captarla con sus pupilas. Fue hasta que sintió cómo volaba por los aires que se percató de lo mal que estuvo al asumir que la pelea sería injusta. Tras recibir varios golpes sin poder llegar a tocar el suelo, la serpiente decidió dejarlo al fin, cayendo él de espaldas sobre el piso de madera con un golpe sordo, quedando en posición de estrella mirando fijamente a techo, tratando de asimilar lo que había sucedido.
—¿Quién está en desventaja ahora?
Dijo la ofídica con una sonrisa victoriosa, arrastrándose por sobre su pecho al regresar con sus colegas. Leonardo sintió un escalofrío recorrerlo por completo, desde la cabeza hasta los pies. Otro ruido lo sacó de su trance: se trataba de sus hermanos entrando al salón, sonriendo al verlo tendido de esa forma.
—¿Qué pasa, Bobonardo? ¿El temerario líder fue derrotado tan fácil? —se burló Rafael, siendo secundado por las risas de los otros dos.
—Veo que tienen gran confianza en sus habilidades. De acuerdo, entonces no le molestará enfrentarse a la maestra Tigresa en combate, ¿o sí, maestro Rafael? —dijo Shifu enarcando una ceja y juntando sus dos manos, las cuales se escondieron debajo de sus anchas mangas. El de antifaz rojo rodó sus ojos esmeralda y resopló.
—Pft, pan comido —dijo con arrogancia pasando al centro, ayudando a su hermano a levantarse y haciéndolo a un lado.
Tigresa se puso del lado contrario sin cambiar su expresión estoica cuando se preparó para pelear. Rafael imitó su acción y el mayor dió inicio a la contienda, lanzándose Rafael a atacar sin pensarlo dos veces. Lanzó un potente gancho al hígado que la mujer bloqueó sin dificultad alguna, contraatacando con varios golpes y patadas que la tortuga apenas pudo bloquear. Sus movimientos eran rápidos y precisos, estaba impresionado por sus capacidades, y eso que no era una pelea muy seria.
El chico intentó atinar otro golpe al rostro ajeno, el cual bloqueó tomando su puño entre su recia pero suave mano a rayas. Sin soltar el agarre, saltó por encima suyo con una pirueta y le hizo una llave donde su codo quedó hacia arriba y su mano detrás de su nuca. Tigresa sostuvo su otra mano firmemente sobre el costado de su caparazón, quedando inmóvil por la sorpresa de tan inesperado movimiento. Ella acercó su rostro peligrosamente a su oído y susurró con su voz aterciopelada.
—Suerte para la próxima.
Y sin más, lo soltó e inmediatamente le dió una patada en la espalda que lo mandó volando en dirección a su hermanito. Justo antes del impacto, Mono se abalanzó sobre Mikey para quitarlo del camino y evitar que se lastimara, mientras que Rafael chocó de lleno contra la pared. Resbaló por el muro hasta quedar de rodillas sosteniendo su pecho, y luego se echó para atrás, sin aliento, quedando en la misma posición que su hermano mayor hace unos instantes.
—¿Qué pasa, Rafa? ¿El "mejor peleador" de la familia fue vencido tan fácil?
Se burló Leonardo de pie tras su cabeza, tal y como había hecho él. Sin embargo, el derrotado adolescente no lo había escuchado en absoluto, ya que estaba reproduciendo en su cabeza una y otra vez el susurro de la felina, causando que todo su cuerpo se estremeciera; al igual que la corta pero intensa pelea que tuvo contra ella. No pudo seguir inmerso en sus pensamientos por mucho tiempo, ya que notó a la mujer extendiéndole la mano para ayudarlo a ponerse de pie.
*************************************************************
Muchas gracias por leer. ¡No olviden votar para poder continuar con la historia! 💜
2,731 palabras
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top