Capítulo 1: La trampa
En una tarde de verano, cuatro hermanos reptiles mutantes se encontraban en el dojo entrenando el combate cuerpo a cuerpo en parejas formadas por su maestro: Leonardo con Miguel Ángel y Donatello con Rafael. Adoptaron una pose de pelea y Splinter dió inicio a la contienda donde Rafael se lanzó de inmediato a atacar, viéndose Donnie obligado a seguirlo para un mayor equilibrio en la pelea; a pesar de que su hermano fuera el más fuerte en cuanto a físico se trataba, no podía quedarse atrás y dejarle todo a él.
Por su parte, Leo y Mikey se pusieron a la defensiva para resistir el potente ataque de su hermano, mas no esperaban que Donatello saltara sobre el de bandana roja y rompiera su defensa con una patada que los desestabilizó un poco, pero se repusieron rápido, intercambiaron miradas y asintieron con la cabeza indicando estar de acuerdo en que debían atacar también. Los cuatro cargaron hacia el centro del tatami para enfrentar a quien cada uno tenía enfrente: el líder contra el genio y el músculo contra el comediante.
Rafael tomó la iniciativa nuevamente sin quitar la sonrisa socarrona de su rostro, pues por sus habilidades sabía que la pelea contra el menor de los cuatro sería en extremo sencilla: enfocó sus ataques en romper su defensa, Mikey lo bloqueaba captando eventualmente su ritmo y pudiendo atinar más golpes. Se confió demasiado al ver la sonrisa ajena desvanecerse un poco, más el de bandana roja no perdió la compostura e hizo una finta hacia su rostro seguido de una barrida para derribarlo. Mikey ni siquiera pudo tocar el suelo por recibir una patada giratoria en el pecho que lo mandó a volar, impactando su espalda contra el árbol del dojo y dejándolo fuera de la batalla, ya tenían la mitad del trabajo hecho.
Por su parte, Leo tenía casi ganado el combate contra Donnie. Iba a dar el golpe de gracia de no haber sido por Rafael, quien llegó en el momento justo con un gancho al hígado, el cual Leonardo bloqueó con una velocidad y agilidad impresionante, forzándolo a dar una voltereta hacia atrás para evaluar su situación: estaba en una gran desventaja numérica ya que su hermano podía contar como dos, incluso tres o más guerreros dependiendo de cuán enojado que estuviera —desde que aprendió a canalizar un poco mejor su ira al combate después de mucho entrenamiento se volvió más fuerte aún—.
El de bandana azul aceptó el reto de enfrentarlos a ambos al mismo tiempo ya que, según su lógica, sus estilos de pelea eran muy diferentes, y por ende no podrían coordinarse para vencerlo. Procedió a provocarlos con un ademán, los dos hermanos se miraron entre sí para atacar simultáneamente sus costados para que le fuera más difícil bloquear y evadir sus golpes. Ambos tenían una sincronía impresionante que metió a Leo en aprietos, dando Rafael los toques finales con un ataque a los nervios separando sus tres escamosos dedos y llevándolos a tres puntos clave sobre su tórax y abdomen, paralizándolo de patas a cabeza y tumbándolo al suelo al instante.
—¡Rafael! —reclamó el maestro alzando la voz interviniendo rápidamente en la pelea, haciendo movimientos muy rápidos con sus manos sobre el caparazón del derribado, regresándole el movimiento y permitiendo que el aire fluctuara por sus pulmones nuevamente— Ese tipo de ataques están prohibidos por lo letales que pueden llegar a ser si se ejecutan en los nervios equivocados, o si en su defecto permanece mucho tiempo paralizado.
Mikey y Donatello se acercaron a auxiliar al mayor, ayudándole a recomponerse del breve trance al que había entrado por un par de segundos.
—No pensé que fuera a funcionar, sensei, lo juro.
Se excusó el de antifaz rojo bajando la mirada en espera del regaño real. La enorme rata giró súbitamente golpeando con su bastón la cabeza de su necio hijo, claramente enfadado pero en el fondo con algo de culpa. Le dió la espalda a sus discípulos mientras peinaba su fina barba con una sola mano, pensativo, para después abandonar el dojo tan rápido que los cuatro adolescentes casi no notaron su ausencia.
Mikey, por su lado, creyendo haber aprendido lo suficiente desde su posición en la banca tras ser eliminado, intentó replicar el ataque sobre Donatello como su sujeto de prueba. Sin embargo, lo único que provocó fue darle un gran golpe en el estómago al más alto.
—El maestro Splinter acaba de decir que es peligroso hacerlo sin los conocimientos adecuados, Mikey —regañó Donnie a su hermanito.
—Yo sólo entendí "peligroso pero cool" —Donatello golpeó a Mikey en la cabeza a modo de protesta, empezando ambos a golpearse mutuamente.
—Sabes que sensei siempre nos prohíbe hacer cosas divertidas —retomó la conversación Rafael, quien se había recargado en el tronco del árbol—, no es la primera vez que nos oculta algo.
Mientras tanto, Leo seguía en el suelo procesando la situación mirando a un punto fijo en la nada, hasta que decidió ponerse de pie y acercarse a su hermano para escuchar con claridad lo que murmuraba, pues los dos menores hacían mucho barullo.
—¿A qué te refieres, Rafa?
—Splinter tiene una caja llena de antiguos rollos que describen los ataques más efectivos y letales de un arte marcial que no nos ha enseñado. Con ellas podríamos encargarnos de una vez por todas del Kraang, y quién sabe, tal vez de Destructor y todo el Clan del Pie de una buena vez —como si de un fantasma se tratara, su maestro apareció detrás de ellos y les pellizcó el cuello por tan insistente y terco comportamiento.
—No les compartí esto desde un principio porque son artes más elevadas diseñadas para guerreros ejemplares, no para un cuarteto de tortugas inmaduras.
—Por favor, sensei, no somos inmadu- —antes de que pudiera terminar su frase, Rafael fue derribado por Donatello, quien escapaba de Mikey ante su amenaza de golpearle en la cabeza con su patineta.
Rafael detuvo el ataque del menor y procedió a levantar a los dos del suelo sujetando un caparazón en cada mano, colocándolos en la fila que usualmente se formaba cuando Splinter les enseñaba una nueva lección. El susodicho tomó asiento frente a ellos sobre sus piernas, hasta ese momento ninguno de los cuatro se había percatado de la caja de tamaño mediano que estaba entre ellos y su maestro. Abrió la caja y comenzó a relatar la situación que se presentó una semana antes:
Splinter cumplía su rutina de meditación diaria que le ayudaba a concentrarse y encontrar paz durante los tiempos difíciles. Solía meditar en el dojo mientras sus hijos salían a patrullar por las noches, eran esos pequeños momentos de completo silencio que reinaba en las alcantarillas cuando se disponía a mejorar sus habilidades mentales, y de vez en cuando las físicas.
De repente algo perturbó su paz, un golpe fino, casi imperceptible que lo hizo mover las orejas para tratar de averiguar su origen, provenía de la sala común. Con sigilo, se aproximó a revisar que el invasor fuera alguno de sus congéneres animales y no un enemigo tratando de destruir su hogar que tanto esfuerzo había dedicado a crear y proteger.
—Padre —una voz de chica se escuchó a sus espaldas, haciendo que el experimentado anciano se pusiera en posición de ataque.
—Miwa, me tomaste por sorpresa —Splinter recobró su postura relajada al ver que era su hija, quien había entrado sin previa invitación—. ¿Qué haces aquí?
—Tengo algo que puede ser de tu interés.
Karai, o Miwa —que era su verdadero nombre— era la hija humana de Hamato Yoshi, antes de que el hombre fuera atacado por el Kraang y convertido en lo que era actualmente, una rata mutante de apodo Splinter. Karai había sido adoptada por Oroku Saki, mejor conocido como Destructor, tras haber hecho honor a su nombre traicionando a su clan, destruyendo el hogar de Miwa y asesinando a su madre; él la había criado y entrenado como si fuera su propia hija. Apenas las cosas con su verdadero padre estaban empezando a equilibrarse, ya que Karai ayudaba a las tortugas como una espía infiltrada en la primera línea de los villanos, al lado del hombre que hacía su vida imposible.
—Destructor logró abrir un portal del cual salieron un montón de pergaminos y rollos con un contenido bastante complejo de descifrar, y me pareció que tal vez podrías... echarles un vistazo.
Karai abrió la caja que tenía en sus manos dejándole ver el contenido. Splinter observó el interior, los rollos parecían algo viejos y poco descuidados, con una textura inusual. Llevó la caja a su habitación para analizarla después, ya que en esos momentos habían cosas más importantes que discutir con su hija.
—¿A qué te refieres con un "portal"?
—Destructor detectó una energía muy poderosa en otra dimensión, pero al abrirlo se cerró casi de inmediato, lo único que logró atravesarlo fueron estos rollos —habían llegado a la salida de la alcantarilla y Splinter todavía tenía preguntas que hacerle.
—¿Por qué me diste esto personalmente a mí? ¿No te meterás en problemas por la desaparición de estos rollos?
—Son muy delicados como para entregárselos a alguien con dedos de pizza; sin ofender, padre. Y no te preocupes, estaré bien, lo prometo.
Splinter peinó su barba sin creerle por completo a la chica, sin embargo, no le expresó más inquietudes y la abrazó para despedirse de ella. Una vez se fue, pasó el resto de la noche analizando el contenido de los rollos. Terminó al mismo tiempo en que las tortugas regresaban, al amanecer, pero siguiendo su instinto de maestro y de padre, optó por ocultar el material de estudio de artes marciales chinas, específicamente de Kung Fu, de sus hijos.
—Pero parece que mis hijos no respetan mi privacidad y terminaron descubriendo la caja.
—Vamos, sensei, son cosas muy interesantes como para que nos las oculte —reclamó el de antifaz morado, quien llevaba leído la mitad de un pergamino durante el relato de su maestro.
—Esas cosas son muy delicadas y se necesitan años de entrenamiento, ni siquiera yo estoy en facultades de ejecutarlas y mucho menos enseñarles, no tengo experiencia en esta arte. Cuando salgan a vigilar la ciudad, deben estar muy alerta de cualquier indicio que pueda llevarlos hasta ese portal y destruirlo.
—¿Y de dónde creen que provenga todo esto? —la conversación se había desviado a los hermanos, Leonardo se encontraba deseoso de saber el origen de estas poderosas artes marciales.
—Si lo que Karai dice es cierto, tendría que ser de alguna civilización antigua por el método de escritura y el estado de sus hojas —Donatello analizó detenidamente el pergamino, mirándolo y tocándolo delicadamente con sus dedos.
El menor no prestó atención a nada de la conversación ya que había encontrado hasta el fondo de la caja un rollo diferente: tenía un cilindro protector rojo adornado con un dragón en dorado, de extremos verdes y redondeados igualmente con detalles áureos. Su aspecto era completamente opuesto y llamativo al que tenían los demás, y si sus hermanos lo encontraban con él, toda la atención sería para su increíble descubrimiento y probablemente querrían quitárselo. Sin embargo, el cilindro se encontraba tan bien sellado que ni con la fuerza de mil guerreros ninja podría abrirse.
—¿Mikey, podrías dejar de hacer tanto ruido? ¡Intento leer! —calló el de bandana roja a su hermano menor, quien gemía de tanto esfuerzo por intentar acceder al rollo.
—¡Está muy- aaagh! —el menor intentó todas las posiciones posibles para abrir el objeto sin lograr progreso alguno, incluso trató de morderlo, pero si lo hacía sus dientes se romperían. Splinter, quien lo veía desde hace unos minutos, se acercó a destapar el cilindro con un simple movimiento de muñeca— Claro que ya lo había aflojado, sensei.
Objetó el menor extrayendo y extendiendo con rapidez el rollo, pero para su mala suerte no encontró nada, literalmente. Sus hermanos, quienes lo miraban expectantes, se decepcionaron al ver que el rollo estaba en blanco, lo único que lo cubría era una fina capa amarillenta reflejante que fungía como una especie de espejo.
—Vaya desperdicio —Mikey arrojó el rollo con su respectiva protección de nuevo a la caja.
Finalmente llegó la noche, su momento favorito. Salieron de las alcantarillas para patrullar su querida Nueva York saltando sobre los tejados de los edificios. Hablaban y bromeaban entre ellos mientras presumían sus habilidades acrobáticas en patineta siguiendo su ruta establecida, pero por supuesto, la diversión no podía ser eterna: el líder divisó a dos Kraangs con sus disfraces humanos caminando rumbo hacia el TCRI conversando entre ellos, por lo que puso su patineta en su espalda y formó un puño con su diestra para callar a sus hermanos y poder escuchar lo que decían.
—Kraang debe darse prisa para la reactivación de lo conocido como "Portal Masuyo" ubicado en lo conocido como "ala oeste" del conocido como "TCRI". Kraang finalmente pudo reparar el error para comenzar con la operación conocida como "Impacto del Dragón", lo cual le dará a Kraang poder ilimitado para una dominación interdimensional masiva.
—Kraang tiene razón, este será un evento conocido como "histórico y legendario".
Apenas dejaron de hablar, Leonardo y Rafael cayeron sobre los robots atravesándolos con sus armas para destruirlos, los alienígenas salieron de sus cuerpos artificiales y escaparon lentamente con sus tentáculos mientras hacían sus típicos ruidos. Donatello y Miguel Ángel se unieron a ellos, intercambiaron miradas antes de que el de la bandana morada hablara.
—Esto es malo, chicos. Ahora que sabemos que la información de Karai es verdad, si es que logran encontrar esta supuesta fuente de poder ilimitado, no habrá nada ni nadie que impida las calamidades que desaten a su paso; o peor, en realidad no sabemos nada de lo que pueda estar al otro lado del portal, podría tratarse de una civilización mucho más poderosa que la nuestra que tenga intenciones de colonizar o destruir las dimensiones aledañas.
—Ahora en nuestro idioma, por favor —dijo Rafael con su típica expresión de hartazgo en el rostro. Donnie suspiró con pesadez y parafraseó sus palabras en un resumen muy burdo y sencillo.
—Van a pasar muchas cosas malas si activan ese portal.
—Tienes razón, Donnie, no podemos permitir que eso pase. ¿Están listos para esto, chicos? —preguntó Leo extendiendo su mano al centro para hacer un "saludo" de equipo.
—¡Oh sí, hermano! —exclamó Mikey con la energía de siempre poniendo su mano sobre la del mayor.
—Hay que patear unos cuantos traseros alienígenas —dijo Rafael golpeando su mano contra su puño, listo para entrar en acción y poniendo su diestra sobre la de Mikey, seguido de Donatello.
Volvieron a subir a los tejados por las escaleras de emergencia de un complejo de apartamentos, ahora más serios por la gran responsabilidad que esta misión implicaba. Hicieron un plan algo improvisado en el camino hasta llegar al imponente edificio. Siguieron las luces rosadas del techo que los guiaban hacia el centro de control de donde se distribuía la energía a todos los demás niveles del nuevo TCRI, llegando a su destino sin problemas.
Rafael destruyó los dos Kraang guardias que vigilaban la puerta de entrada al ala oeste para la cual se necesitaba un escáner de retina, sin embargo, las cabezas de los androides estaban hechas añicos y sus huéspedes se habían dado a la fuga, probablemente con la intención de alertar a sus compañeros por la intrusión en su guarida.
—Bien hecho, Rafa, ahora tenemos que- —pero antes de que Leo pudiera pronunciar queja alguna, el susodicho apuñaló el escáner varias veces con su sai, abriéndose las puertas de par en par, pero activando la alarma de seguridad en todo el edificio.
—Después de ustedes, caballeros —los cuatro se adentraron al "pasillo", mas la puerta se cerró súbitamente a sus espaldas y una celda magenta se activó capturándolos, habían caído directo en una trampa.
—Por fin, tengo a las tortugas que me hacen la vida imposible bajo mi poder, me desharé de ustedes de una vez por todas —exclamó Destructor adoptando una pose de victoria, observándolos desde un balcón con un cristal protector desde donde él supervisaba los experimentos de Kraang.
—Las que se hacen llamar "tortugas" que están capturadas en lo conocido como "celda" serán enviadas al lugar conocido como "otra dimensión" cuando el que se hace llamar "Destructor" lo ordene.
—¿¡Qué!? —exclamaron los hermanos al unísono.
La celda los arrastró por un camino marcado hacia el centro del cuarto. Las luces se apagaron por completo, siendo las paredes de láser lo único que iluminaba el tenebroso sendero frente a ellos. Un portal de color verde con rojo y dorado apareció ante sus ojos. Los hermanos luchaban desesperadamente por romper alguna de las paredes, pero únicamente consiguieron lastimarse y por poco romper sus armas, sus esfuerzos eran inútiles. Se limitaron a gritar ante su inevitable destino, abrazados los cuatro sin escapatoria alguna. La celda avanzó atravesando el portal, el cual se destruyó por sí solo.
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