1. Soledad
Erika
Era de noche. Yo y mi familia estábamos en la plaza donde casi todo el pueblo iba por las noches de verano, mi hermana estaba con sus amigas en los columpios y yo, bueno, yo estaba con mis padres. Llevaba mis auriculares, estaba escuchando una canción llamada Neptune de Sleeping at Last. Llevaba un año en este estúpido pueblo y todavía no tenía amigos. No entiendo por qué nos mudamos aquí.
Un grupo de cinco chicos pasaron por nuestro banco. Uno de ellos giró su cabeza hacia mí y me miró. Hicimos contacto visual por unos segundos y aunque no quería hacerlo, aparté la mirada. El grupo se fue al parque y yo me quedé mirándolos. Yo no tenía a nadie así, no tenía amigos. Estaba sola, nadie me quería. Soy una total antisocial. Soy una rara.
De repente salí de mis pensamientos, miré de nuevo al grupo y los vi jugando con los columpios mientras reían. Automáticamente sonreí. Parecían muy felices, parecían una familia.
Había un chico que me llamaba mucho la atención, tenía cabello castaño claro y ojos marrones. Era bastante guapo y parecía muy amable.
Después de un rato, las amigas de mi hermana se fueron y mi familia y yo nos fuimos a casa.
Matteo
Estaba con mis amigos yendo hacia el parque mientras hablábamos.
-Oye Matt, ¿cuándo llega la novia?-me preguntó Pau.
-Nunca, no va a llegar nunca. No quiero tener novia por ahora. ¿Además, por qué preguntáis si vosotros tampoco tenéis?-dije yo.
-Bueno, queremos verte romántico.-dice Claudia.
Cuando pasamos por un banco, giré la cabeza. Me topé con unos ojos. Ahí estaba sentada la chica solitaria. Todo el mundo la llamaba así, sin embargo, a mí me generaba curiosidad. Parecía misteriosa. Y era bastante guapa.
Hicimos contacto visual, sus ojos, sus ojos eran los más bonitos que había visto nunca. Pero dejé de estar sumergido en ellos cuando ella los apartó de los míos.
En ese momento sentí un pequeño vacío en mi pecho.
-Ey, vamos.-dijo Izan tirando de mi brazo.
-Sí, claro.-dije dubitativamente.
Anduvimos hacia el pequeño parque y nos pusimos a hacer el tonto.
Yo no podía dejar de pensar en esa chica. Tan misteriosa y tímida a la vez. Que siempre la veías con sus auriculares escuchando cualquier cosa.
Giré la cabeza para volver a verla, pero ya no estaba. Se había ido.
Seguí con mis amigos un rato más y después me fui a mi casa. Me puse el pijama y me acosté en mi cama. No podía dormir, no podía dejar de pensar en ella. En la chica.
Estuve durante bastante tiempo pensando en ella hasta que al final acabe durmiéndome.
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