I
Nacer siendo nadie es algo extremadamente común en la actualidad.
Mi madre era una campesina más del reino de Toshinori. Papá era un mercader que viajaba de reino en reino, cruzando frondosos y peligrosos bosques donde se rumoreaba había brujas ocultas y pasaba mares sin miedo a los horrores bajo el agua. Ambos se conocieron a las afueras del pueblo, pasaron los años y el seguía viajando pese a ya estar comprometido con mi madre. Según mamá siempre que regresaba de algún viaje llegaba cargado de inventos extraños o nuevas reliquias, algunas de ellas las vendía y el resto las guardaba en su estudio.
Fue entonces cuando nací. Él no estaba listo, mejor dicho, no quería encargarse de mí y salió diciendo que iría al reino de fuego a buscar una reliquia esperando a ser descubierta en la infinidad de pasillos similares a los de un inmenso laberinto. Desde que salió nunca recibimos ni una sola carta suya, nunca volvimos a saber de él y fue cuando, a la edad de cuatro años, tuve que dar por muerto a mi propio padre y heredar todas sus pertenencias.
Dieciocho años han pasado ya desde que a mi progenitor se le ocurrió la idea de abandonar a mamá dejando solo su doloroso recuerdo.
Mi madre me educó de tal forma que supiera lo dura que es la vida pero que no todo es doloroso, me dijo que todos teníamos una razón de existir ya fuera para ser recordados o ayudar a otros a serlo.
—Joven Izuku, iré al pueblo a comprar unas cosas.— Me aviso el dueño de la casa donde me encontraba con la canosa cabeza asomándose por el marco de la puerta de roble oscuro. La inmensa biblioteca llena de conocimientos de este hombre era la razón de mi visita y diaria estadía. Nunca disfrute algo más que el leer un buen libro.— Encomiendo la casa a tu cuidado.
—Si señor, la cuidare con mi vida.—Sonreí por sobre el libro que me encontraba leyendo. Aquel hombre había sido amigo de mis padres y el lazo había permanecido durante todos esos años.
—Siempre dices lo mismo pequeño.—Reía entre dientes el hombre. Escuche el crujir de la puerta principal al abrirse y cerrarse pocos segundos después.
Regrese la vista al libro frente a mi rostro. A juzgar por el volumen que este tenía tardaría aproximadamente siete horas. Revise el número de páginas el cual secundo aquello, trecientas ochenta hojas que leer en siete horas, el tiempo no se detenía así que comencé la lectura.
Pasaron horas hasta que tome el primer respiro. Cerré el libro y lo deje cuidadosamente sobre la mesita a mi lado. Tome algo para beber y volví objetivado a terminar las cincuenta paginas faltantes. Al abrir el libro de la parte trasera cayeron algunas hojas que supuse serian del mismo libro y habían caído por la antigüedad de este. Esta suposición desapareció al analizar bien los objetos: aproximadamente diez hojas amarillentas y quebradizas con palabras escritas con tinta negra y caligrafía impecable. Debajo de cada hoja había un número de página el cual acomode con delicadeza de no dañar aquellas frágiles hojas. A mitad de la acción logre ver un párrafo de una de las hojas, este fragmento me lleno de curiosidad.
❝ [...] Aquel príncipe de mitad de la cabellera blanca como la nieve
Y mitad cual fuego ardiente,
de helada mirada grisácea y penetrante cual afilada daga,
Que quema en el alma con el simple sentir de su presencia
Con un gesto siempre de indiferencia
Desapareció sin dejar ni un rastro de su existencia❞
Pese a nunca haber sido muy fan de las historias de fantasía este fragmento capto por completo mi atención. Esto me motivó a acomodar las que terminaron por ser siete hojas en orden numérico para comenzar a leer su contenido.
❝ No hace mucho tiempo atrás existió un reino gobernado por la avaricia y la traición. El joven rey, cegado por el poder, mandó a conquistar y destruír reinos vecinos y lejanos en busca de obtener aún más poder del que ya poseía.
Fue en uno de estos ataques de poder, cegado por el odio, en el que comenzó a quemar a los demás miembros de la realeza frente a los ojos de su gente. Por estas acciones se convirtió en el autoproclamado "Rey de fuego".
Nunca le preocupó su hambrienta y moribunda gente, o la pobre cantidad de guerreros bajo su mando. Él deseaba más. Y fue este mismo deseo el que lo llevo a las nevadas tierras del norte, conquistando y convirtiendo en cenizas cada pueblo a su paso.
Al llegar a su destino y presentarse frente a la reina fue invadido por una nueva sensación.
La reina era una hermosa mujer de cabellos blancos y mirada grisácea tormentosa que logro apoderarse del helado corazón del rey.
Ambos gobernantes consolidaron una alianza que años después se volvería un matrimonio. El primer príncipe nació con la mirada azulada de su padre y su cabello rojizo. A su primer hijo, la reina decidió nombrarle Touya.
Un año más tarde llego a la vida de los gobernantes su segunda hija, Fuyumi, una hermosa princesa de cabellos blancos con casi imperceptibles mechas rojizas y de orbes color gris tormentoso.
Su tercer hijo llego dos años mas tarde, un joven príncipe de orbes grisáceos y blanco cabello.
Esto no fue suficiente para que los deseos de tener un heredero perfecto del rey fueran saciados, por lo que decidió, por sobre los deseos de su esposa tener un hijo más.
La reina no soportó el nacimiento de este último hijo y falleció en el parto.
El rey Enji cegado por la pérdida de su esposa crió al último niño con mano de hierro, ocultándolo del resto de sus hermanos y negándole gustos que cualquier niño de su edad tenía como eran el divertirse con sus hermanos o salir a pasear por el reino.
El pequeño príncipe poseía una apariencia nada común, las hebras de su cabello se dividían, la mitad izquierda de su cabello es de un rojizo similar al del rey. En cambio, la otra mitad de su cabello era del mismo color nieve que su madre.
Esta extraña apariencia no era solo en su cabello, sus ojos igual poseían la diferencia de ambos progenitores.
Para los pueblerinos este príncipe nunca había nacido, había fallecido junto con la reina y por esta misma razón los relatos sobre el príncipe de ojos bicolores de parte de las parteras o mismos miembros de la cohorte fueron eliminados por el mismo rey.
En un evento de cacería en el bosque un par de años más tarde, en el que participaron los tres herederos del rey; Touya, el mayor desapareció. Su hermano, el siguiente en la lista (dejando de lado a la hermana quién, a deseos de su padre nunca seria heredera) partió del reino de su padre en una inútil búsqueda de encontrar a su hermano perdido dejando todo el peso del reino sobre los hombros del más joven de la familia.
Al cumplir los quince años y ante toda su familia, aquel príncipe de mitad de la cabellera blanca como la nieve
Y mitad cual fuego ardiente,
De helada mirada grisácea y penetrante cual afilada daga,
Que quema en el alma con el simple sentir de su presencia
Con un gesto siempre de indiferencia
Desapareció sin dejar ni un rastro de su existencia.
Se de esto porque soy uno de los más fieles vasallos del rey.
El gobernante no ha detenido la búsqueda de su hijo menor llegando así al punto de...❞
¿Al punto de que? Hojee las hojas frenética pero cuidadosamente con precaución de no romperlas. No había nada más en ellas.
Me sentí decepcionado más, mi curiosidad fue más fuerte y hojee el libro que unos minutos antes estaba leyendo en busca de algún rastro del resto de aquella cautivante historia sin conseguir nada aparte de un par de fragmentos a medio quemar. Una de las pocas palabras que se lograban entender eran "El fuego" y "quemarlo todo".
Únicamente con esas cuatro palabras pude suponer lo que paso. El rey había perdido la cordura y destruido el reino en un arranque de ira. El simple hecho de imaginarlo me provoco un escalofrío.
Más bien el escalofrío fue a causa del frio aire nocturno que se colaba por la ventana entreabierta de la sala de la casa. Fue cuando me golpeo la realidad. Había anochecido y aun no regresaba a casa, mi madre posiblemente estaría mordiéndose las uñas, aterrada de que no volvía.
Tomé la bolsa de mano de cuero, guarde las siete hojas en la parte trasera del libro entre la última página y la pasta dura de este. Metí el libro en la pequeña bolsa de cuero, deje una pequeña nota en el librero, en el espacio que dejó el libro que me llevé diciendo que lo regresaría a primera hora al día siguiente.
Salí cuando el sol rozaba las altas montañas nevadas. Calculé que anochecería por completo cuando me faltara la mitad del camino así que imprimí velocidad a mis pasos. Caminaba con pasos rápidos y largos, casi zancadas. La mochila que colgaba de mi hombro chocaba contra mi espalda y costado. El helado aire nocturno golpeaba mi rostro a cada paso que daba.
El cielo se oscureció por completo cuando me quedaba por bajar una pequeña colina en la que, si fijaba bien la mirada lograba notar las luces de las antorchas provenientes del pueblo.
Estaba por llegar detuve en seco cuando escuche aquellos susurros transportados por la suave y helada brisa.
Estos se escuchaban del bosque a mi izquierda. Los susurros eran de un joven, no lograba comprender lo que decían.
El sonido se detuvo recordándome que llegaría a casa bien entrada la noche y, sin pensarlo dos veces comencé a correr nuevamente.
Cuando entre a casa espere el regaño de mi madre pero sorprendentemente este no se hizo presente. En su lugar, mamá me espero impaciente en la puerta de nuestra pequeña cabaña de brazos cruzados. Me examino de pies a cabeza y luego me miro, no supe si era preocupación o decepción pero había algo en su mirada que me hizo sentir culpable. Le explique lo del libro que tenía en la mochila pero no de la historia del rey ni de los susurros del bosque. Tal vez me tomaría por loco.
Al parecer me comprendió porque solo me advirtió que a la siguiente no sería tan relajada y me regañaría evitando mi salida a la biblioteca del viejo hombre.
Acepte la amenaza con una sonrisa y subí a mi habitación con una hogaza de pan en la mano.
Me dejé caer a un lado de la cama y saqué las hojas amarillentas colocándolas con cuidado frente a mí por orden de página.
Releí la historia varias veces más, analicé el borde de las hojas esperando encontrar algo escrito con cursiva que me indicara siquiera el nombre de la historia o el autor, cuando menos el nombre de los reinos o algo en lo que me pudiera basar para investigar en resto de la historia. Claro está que no logré descubrir ni encontrar nada.
Suspiré agotado y deje caer las hojas por la parte trasera. Esta por cierto tenía solo líneas sin sentido. Alunas parecían empezar en ningún lado y seguían como si la hoja fuera mucho más larga. Entonces me vino a la mente una idea, probablemente una mala idea pero debía intentarlo.
Gire todas las hojas esperando encontrar algo más que líneas sin sentido. Conecte la página seis con la dos, dos con cuatro y así hasta completar todo el diseño que ya unido creaba una especie de mapa a la que le faltaba la hoja que dictaminaba el lado izquierdo que tomaba los cinco reinos principales: El reino central era el reino de Toshinori en el que mi madre y yo vivíamos, el reino del oeste era el reino de Tomura, un joven rey con deseos de asesinato y destrucción a todos los demás reinos, el reino del sur era gobernado por Stain, el asesino de monarcas quien estaba aliado con Tomura para provocar la caída de los reinos vecinos, al norte estaba el reino en ruinas de una reina que, antes de que yo naciera había muerto y dejado su reino a merced de asesinos y y ahí estaba el reino del este, lo que supuse seria el reino de Enji o "El rey de fuego".
Que esa fuera la hoja faltante no me sorprendió.
Lo que si me tomo desprevenido fue que las líneas parecían hechas frenéticamente como si quien las hubiera hecho hubiera perdido la cabeza, pero claramente se veían las delimitaciones de los reinos y algunas palabras escritas rápidamente sirviendo como organizador visual. Al parecer a las afueras del reino central había bosque que conectaba al reino de fuego y este, siguiendo un rio guiaba al reino del norte.
Ese sería el mapa que guio al escritor de la novela, o probablemente es solo eso, una novela fantasiosa anónima sin final.
Gire la cabeza tratando de sacudirme aquellas ideas pesimistas, las que mentalmente enterré en algún rincón oscuro de mi mente
Solo debería relajarme y preparar mis cosas por que debería recorrer el bosque de Hosu para encontrar las respuestas a las dudas que se creaban en mi mente.
Debía prepararme para ir al reino del este. Iría a ver al Rey de Fuego.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top