Capítulo 1
Estaba destruida emocional y físicamente.
Desde que la pandemia había ocurrido en el mundo, se concentró en sobrevivir y en cumplir su promesa.
Le fue difícil abandonar Atlanta cuando todo comenzó.
Su último recuerdo que la llenó de regocijo fue haber ganado junto a sus compañeros el concurso de Danza, dándoles el acceso al siguiente peldaño.
El concurso Internacional.
Lamentablemente ella sabía, que eso nunca iba a pasar.
En el momento en que escucho en las noticias– antes de que las comunicaciones colapsaran– tenía su mochila empacada y estaba vestida lo más cómoda posible para correr por las calles de Atlanta, esquivando a los muertos como a los vivos que corrían despavoridos en todas las direcciones.
Resultó herida por culpa de los vivos.
En un intento desesperado por sobrevivir, terminó buscando implementos médicos y encerrándose en algún edificio aguardando.
Cuando sintió que estaba en buen estado para retomar su huída, se arrepintió.
Estuvo en las calles cuando la primer bomba explotó, tuvo que encontrar un refugio temporal por esa noche y continuar al día siguiente.
Para su fortuna, pudo encontrar un automóvil abandonado que le ofreció algo de seguridad y velocidad de traslado.
Logró escapar de Atlanta, su primera intención fue dirigirse a su pueblo, en busca de Daryl como lo había prometido, buscó en todas partes, tuvo dificultades en el camino, mató a algunos mordedores.
Su última parada fue esa vieja cabaña en la que ambos hermanos Dixon residían.
¿Por qué no fue a su hogar en primera instancia?
Vivía sola en un apartamento que costeaba por sí misma, no tenía ningún otro familiar cercano y de la única que sabía que seguía con vida, no tenía interés alguno en localizarla.
Se sintió frustrada al no encontrarlos allí, debieron dirigirse en la dirección por la cual ella había vuelto después de escuchar sobre el centro de refugiados.
Esa noche la pasó en dicha cabaña, puso seguridad en la puerta principal con la ayuda de los muebles del lugar y se encerró en la habitación que –según ella– era de Daryl.
Al querer descansar y no tener un punto de referencia por el cual iniciar su búsqueda, decidió quedarse en la cabaña por un tiempo.
Para su desgracia, los hermanos se habían llevado lo poco que tenían de comida por lo que tuvo que utilizar sus reservas.
Pasó a salvo alrededor de un mes en la cabaña, en el cual, salió al exterior en tres ocasiones para buscar comida y asaltar la gasolina de los automóviles cercanos. En lo posible, evitó visitar el corazón del pueblo, por temor a ser atacada.
El pueblo no era pequeño, por lo que no estaba segura de cuantos mordedores o personas vivas estarían rondando por las calles o diferentes edificaciones.
Un día decidió arriesgarse e ir a su apartamento, vivía en un segundo piso el cual tenía su entrada independiente en la parte trasera del edificio.
Logró entrar sin ser notada por los muertos, aprovechó para tomar otra mochila, no muy grande para guardar algunas prendas y lo más apremiante, toda la comida, agua, medicinas y productos de aseo femenino que poseía en su hogar.
Cuando terminaba de guardar unas latas de duraznos en conserva, escuchó unas voces afuera, se asomó disimuladamente moviendo un poco la cortina para poder ver.
Un pequeño grupo de tres hombres estaba rondando por la calle frente a su casa, llevaban armas consigo, alarmandola aún más.
Decidió correr para echar llave a la puerta, era posible que no entraran a la casa al ser dos propiedades separadas y dudaba que conocieran la puerta de su departamento, sólo quería asegurarse.
Las reglas y la moralidad ya no regían en la sociedad.
Debía evitar que la asaltaran y por supuesto, que intentaran algo contra su integridad física.
Luego de poner el seguro, acercó una silla para ayudar a mantener cerrada la puerta como soporte adicional.
Se queda en un solo lugar, sentada sobre su sillón más amplio, tenía sus armas y un machete consigo, al igual que sus dos mochilas. Esperaría a que se fuera la posible amenaza, por lo que decidió aprovechar la luz del día y leer alguno de los libros que había dejado a medias.
No era algo extraño para ella, comenzar una lectura dejarla iniciada o por la mitad para continuar con alguna otra.
A veces se sorprendía por no confundir las múltiples historias que leía al mismo tiempo.
No se dió cuenta que se había quedado dormida hasta que despertó sobresaltada.
Estaba sudorosa, respiraba con dificultad y su corazón latía rápido y fuertemente en su pecho.
– Daryl...– susurra mientras observa cada rincón de su apartamento, la silla seguía en su lugar y lo único que lograba escuchar era unos cuantos gruñidos en la calle.
No era la primera vez que soñaba con el de mirada azúl.
Sus sueños le recordaban los buenos momentos que habían pasado antes de que el día cero fuera una realidad.
Mira hacia la ventana del pequeño balcón de la sala, comenzaba a oscurecer, no era una buena idea que intentara volver a la cabaña en esas condiciones, por lo que pasaría la noche en su hogar.
Aún no tenía una idea clara de donde dirigirse a buscarlos.
Si buscaba a Daryl de forma colateral estaría rastreando a Merle también, por lo que estaría buscando a ambos Dixon aunque el mayor no le agradara por completo.
Para su desgracia.
Su estancia se alargó por haber visto una acumulación importante de muertos en la calle frente a su casa, revisó en la parte de atrás, siendo algo parecido.
Así pasó varios días resistiendo en su hogar, hasta que lo sintió.
......
Día 61 del Apocalipsis.
Horas de la madrugada.
Día 65 de su separación.
Solía jugar con su anillo mientras pasaba el tiempo leyendo, manteniéndose en silencio, no quería llamar la atención y provocar que impidieran su momento de huída.
Ese anillo era igual al que le había obsequiado a Daryl antes de irse a Atlanta.
"– ¿Acaso me estás proponiendo matrimonio?– le pregunta con sorna, la tomó con la guardia baja, pero termina de deslizarlo por su dedo anular derecho.
Ella tenía el suyo en el mismo dedo.
– ¿Quieres que lo haga?– le pregunta divertida, deja de mirar su mano para mirar su rostro.
Daryl desvía la mirada y gruñe molesto.
– Estás haciéndolo ver más simbólico de lo que debería– se queja alejando su mano.
– Pues si no lo quieres, puedes devolvermelo– le extiende su mano, haciéndole un gesto pidiendo devuelta su regalo.
Se lo piensa un momento, se cruza de brazos, escondiendo su mano en el proceso.
– Lo que se regala no se reclama de regreso– responde frunciendo ligeramente el ceño.
La chica ríe por su comentario.
– Es bueno ver que te ha gustado.
La notaba risueña, pero también, se le hacía extraño su comportamiento. Hasta donde sabía –de lo poco que la conocía– el par de anillos gemelos eran muy significativos en su vida para que quisiera deshacerse de uno de ellos dándoselo específicamente a él.
Llevaban tiempo de conocerse, pero dudaba que fuera de su completa confianza como para darle ese objeto al mismo hombre que, no había detallado hasta hace poco.
Era más probable que Daryl hubiese pasado más tiempo observándola caminar por las calles del pueblo a que ella denotara su mundana existencia, hasta ese día en esa cafetería, hace unos cuatro meses.
– Si no me estás pidiendo matrimonio– indaga– ¿Por qué me lo estás dando?
– Sabes que voy por unos días a Atlanta...- habla intentando mantener la calma.
– No seas estúpida– la interrumpe, frunciendo más su ceño– ¿Me lo estás dando para que te recuerde?, si es así, no lo quiero.
Deja de cruzarse de brazos, al hacer el intento de quitárselo, ella lo detiene sosteniendo su mano derecha con delicadeza.
Al mirarla, una sombra de preocupación se escondía en su mirada.
– Estoy segura que Daryl Dixon no necesita de un regalo para recordar a alguien– responde con una pequeña sonrisa, que se veía forzada.
Le había dolido un poco su indiferencia ante su gesto, pero conocía lo tosco que era el ojiazul ante algún gesto demasiado amistoso.
– Solo quiero que lo cuides hasta que nos veamos de nuevo– le pide, intentando cambiar su táctica con respecto a su regalo.
Daryl la observa por unos segundos, resopla molesto.
– No es un regalo– remarca– Es un préstamo.
– ¿Quieres dejar de darle tantas vueltas?- pregunta alejando sus manos, frunce el ceño ligeramente– Ni un niño pone tantas trabas para recibir un regalo– sin querer, hace un puchero por su molestia– Creí que ya habíamos roto el iceberg y tenías confianza en mí– refunfuña– No todos tenemos malas intenciones Daryl.
– Callate– gruñe con fastidio– Me quedaré con el estúpido anillo.
– ¿Ves?, No era tan difícil– se burla un poco por su intento altanero de quitarle importancia al asunto.
Su celular comienza a sonar, era una llamada no deseada, cuelga de inmediato y aprovecha para ver la hora.
Era cerca de las once de la noche.
– Debo volver a casa– anuncia mientras guarda su aparato electrónico– Partimos en la madrugada a Atlanta.
– ¿Cuándo estarás de regreso?– pregunta acomodándose un poco en el sillón de la motocicleta de su hermano, el desgraciado estaba perdido, no le importaba si lo veía haciendo uso de la misma.
– ¿Eh?– dice con un tono juguetón– ¿Te estás preocupando por mí?, que lindo.
– ¿Quieres dejar de decir estupideces?- masculla enfadado– Me debes unas cervezas de la última apuesta que hicimos, quiero asegurarme que cumplirás con tu palabra.
Ella le sonríe.
A pesar de denotar cierta diversión en sus labios, no se demostraba en su mirada.
– Voy a encontrarte, te lo prometo– sus palabras le generan confusión– Ahora, debo volver a casa, quiero descansar un poco antes de irme– desvía la atención del tema, como si no quisiera que le preguntara por lo que acaba de mencionar– Cuídate, ¿Si?
Se acerca y le da un beso en la mejilla antes de que Daryl opusiera resistencia"
Despertó sobresaltada esa madrugada, lo había visto.
Sintió su preocupación.
Aún era muy temprano, miró al reloj de pared que aún funcionaba marcaba las 03:30 de la mañana.
Aún era demasiado temprano y por lo que vió, la luz del sol estaba en pleno apogeo, se encontraba en la azotea de algún edificio y una mano cortada junto a una sierra de metales fue lo que más la sorprendió, provocando que despertara de inmediato.
Comenzó a preocuparse, no estaba segura de quien era el dueño de dicha mano, porque las características, le indicaban que eran de un hombre.
A partir de ese momento no pudo volver a conciliar el sueño, estaba asustada, prometió que lo buscaría y lo único que había hecho era quedarse encerrada en la cabaña en el bosque y en su departamento.
El volumen de muertos variaba demasiado, la última vez que estuvo el frente desierto fue cuando lograron atrapar a un pobre cachorro que había escapado de alguna casa y los atrajo con sus ladridos.
Los chillidos del pobre animal la habían dejado helada, quiso aprovechar esa oportunidad para poder irse y comenzar su búsqueda. Pero se afectó a tal punto por los llantos del cachorro que se quedó estática donde se encontraba.
No era la primera vez que le había pasado.
Le fue difícil escapar de Atlanta por la misma razón, a pesar de que, sabía lo que pasaría.
Los gritos, el llanto, los gruñidos, los chirridos de las llantas de los vehículos, los accidentes, los choques, las explosiones... Su salud mental estaba en proceso de curación y saltar a adentrarse en esa nueva realidad, no la estaba ayudando, la hizo sentir como aquella adolescente indefensa que alguna vez fue.
Le costó pelear con sus demonios internos, la lastimaron los vivos en su huida y casi fue mordida en tres ocasiones.
Lo único que deseaba era volver a ver esos hermosos ojos azules y cumplir con su palabra.
Y ahora, podía hacerlo.
La conexión que tanto anhelaba sentir nuevamente, intensificó ese sentimiento cálido que envolvía su corazón al recordarlo.
Solo esperaba que no volviera a interferir o volvería a quedarse de manos cruzadas al no saber dónde iniciar.
Lo que si sabía en ese momento, es que debía volver a Atlanta y rápido.
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