27. 'Pensé que ya me habías derretido.'

Artemis.

No quise despertarte, estabas durmiendo tan pacíficamente. Lamento irme así pero tengo que ayudar a mi madre a comenzar el día. Te veo luego, Iceberg.

-Clau.

Sonrío ante la nota en la mesita de noche y me levanto, estirándome, completamente desnudo. Mis ojos caen sobre mi cama, y lo desordenada que esta, el recuerdo de Claudia agarrándoselo de las sabanas mientras la follaba con locura calentando mi cuerpo.

Como me gusta esa mujer, me vuelve loco y tenerla sobrepasó mis expectativas. Nunca he sentido tanto teniendo sexo, las sensaciones, las miradas, ese calor en mi pecho cuando la besé fueron una combinación perfecta para el mejor sexo de mi vida.

Después de una ducha, estoy poniéndome un traje para ir a trabajar y cuando estoy arreglando la corbata en mi cuello, noto una marca roja en la parte de abajo a un lado de mi cuello. Me acerco al espejo, jalando el cuello de mi camisa un poco para investigar la marca. Al tocarla, duele un poco. Mi mente trata de ubicar el momento en el que esa marca sucedió.

Claudia encima de mi, gimiendo, moviéndose de arriba a abajo y luego inclinándose hacia mi para besarme, dejando mi boca para ir a mi cuello y chupándolo con fuerza mientras aceleraba sus movimientos sobre mi. Solté un quejido de dolor porque estaba chupando muy fuerte y ella se despegó de mi cuello para mirarme.

—Lo siento, me emocioné.

—Jamás te disculpes por moverte así, jamás.

Valió la pena.

Bajo las escaleras listo para ir a trabajar. Mi buen humor me hace sonreír para mi mismo sin ninguna razón, ¿Cuándo fue la última vez que me desperté de tan buen humor? Creo que no puedo recordarlo. Entro a la cocina, disimulando mi sonrisa al ver a Claudia preparando mi café mañanero. Llego hasta ella abrazándola desde atrás, ella salta en sorpresa.

—Ey,— se queja, girándose en mis brazos.

—Hola, fuego.— le digo antes de darle un beso corto. Sus suaves labios reciben los míos fugazmente. Ahora que finalmente puedo besarla y tenerla en mis brazos, es todo lo que quiero hacer.

—Buenos días, Iceberg.

—Pensé que ya me habías derretido.

Sus labios se curvan hacia arriba en una sonrisa.

—Pensé que hacia lo opuesto, que te ponía duro.

Eso me hace alzar una ceja.

—Creo que tenemos que comprobar eso.

Ella finge inocencia.

—No se de que hablas.

—Por cierto,— acaricio su rostro con delicadeza, —¿Te pondrías el uniforme para mi en privado?

—Lo pensaré.

—¿De verdad?

—¿Crees que no se cuantas veces fantaseaste follarme con ese uniforme?

Rozo mi nariz con la suya.

—¿Fui tan obvio?

Ella asiente y y la pego más a mí para besarla, sintiendo cada centímetro de sus labios rozar contra los míos en un roce delicado pero lleno de sentimientos. El beso se acelera, y ella pone sus manos alrededor de mi cuello, mientras profundizamos el contacto de nuestros labios. Mi corazón se acelera y siento tanto con tan solo un beso.

Ella fue la primera chica que me gustó, la primera que me puso nervioso, y torpe al hablar, a la primera que me le declaré, con la que he sido vulnerable y cálido tantas veces. Así que la fuerza de estas emociones al tenerla en mis brazos no me sorprende.

Para mi, siempre ha sido ella.

Claudia termina el beso, y se escapa de mis brazos, pasándome por un lado para buscar las tazas para servir el café.

—Tus padres o Apolo pueden bajar en cualquier momento,— me recuerda, —El abuelo y su enfermera viven aquí ahora así que tenemos que ser prudentes.

Suspiro y me hago a un lado para verla servir las dos tazas de café y pasarme una.

—¿No tienes que ir a trabajar hoy?— le pregunto y cuando Claudia arruga sus cejas, casi me golpeo a mi mismo al instante, ella no sabe que yo se que trabaja en mi empresa, mierda, —Quiero decir, ¿Tienes planes hoy?— me escondo detrás de mi taza de café para darle un sorbo.

—No hasta más tarde.

Le echo un vistazo al reloj en la pared. Necesito irme ahora, tengo una reunión en media hora, dormí demás.

—Tengo que irme.— le doy otro beso corto y pongo la taza sobre el mesón. Ella me pasa una taza tapada con frutas dentro.

—Ensalada de frutas, el desayuno es importante.

Eso me hace sonreír como idiota.

—¿Te estas preocupando por mi?

—¿Por qué te sorprende tanto?

—No me sorprende.

—¿Entonces?

La miro directo a los ojos.

—Me gusta.

Ella se sonroja, y aparta la mirada. Y lucho para no besarla de nuevo así que en vez de eso, le pregunto:

—¿Hacemos algo esta noche?

—Tengo planes, nos vemos en casa cuando llegues.

—¿Planes?

—Si.

—¿Qué tipo de planes?— ella alza una ceja, —Solo curiosidad.

—No son planes con un hombre, relájate.

—Yo estoy relajado,— sonrío abiertamente, —¿no lo ves?

—Bien, Sr. Relajado, vete que vas a llegar tarde.— me da la vuelta y me empuja hacia la salida de la cocina.

—¿Es una salida con chicas? ¿A un bar? Pueden ir a mi bar, yo prometo no molestar si—

—Adiós, Artemis.

Salgo de la casa a regañadientes.

Después de una extensa reunión de dos horas, me estoy muriendo de hambre y agradezco a Claudia por la taza de frutas que me espera en mi oficina. Para mi desgracia, cuando entro, mi oficina ha sido invadida por la misma persona de siempre.

—¿Es que no tienes tu propia oficina?— le reclamo, pasándole por un lado.

Alex esta acostado en mi sofá con dos de esas bolsas de hielo sobre su cabeza, sus ojos cerrados con una mueca de dolor.

—Estoy en mi lecho de muerte así que ten compasión,— me responde por lo bajito.

Tal vez si lo ignoro, desaparecerá solo.

Recostado contra mi escritorio, destapo mi taza de frutas y tomo el tenedor para comenzar a comer. La vista de Alex estirado en mi sofá como un muñeco de trapo no es la mejor pero por lo menos si se siente mal, no empezará a hablar como siempre.

Alex gira su cabeza hacia mi, abriendo sus ojos. Me observa por unos segundos antes de hablar.

—No puedo sentir tu aura usual de mal humor.

—Alex.

Él entrecierra los ojos, evaluándome.

—¿Dónde esta la tensión en tu pose? ¿O en tu expresión? Ya no siento frío al estar en el mismo lugar que tú.— él se sienta, poniendo las bolsas de hielo a un lado, —¿Qué ha pasado? ¿Cómo es que has vuelto a ser humano?

—Muy gracioso, Alex.

Él me sonríe pero hace una mueca de dolor.

—Au, este dolor de cabeza va a matarme.

—¿Debería preocuparte por tu consumo de alcohol?

—Nah, sigue siendo una vez por semana así que estoy bien pero siéntete libre a preocuparte por mi.— me hace ojitos.

Le doy una mirada cansada.

—¿No tienes tu propia oficina, Alex? Donde tienes un sofá igual al mío porque siempre has sido envidioso.

—Pero en la soledad de mi oficina, no te tengo a tí.

Ni siquiera voy a responder a eso, sigo comiendo.

Alex se levanta, ladeando su cabeza, observándome como si tuviera tres cabezas.

—¿Qué?

—He bromeado y no me has gruñido ni una vez, ¿Qué— se para en seco cuando sus ojos caen sobre mi cuello, me cubro con la camisa, —¡Artemis! ¿Eso es un chupón?

Me aclaro la garganta.

—No, fue un mosquito.

—Un mosquito muy sensual, estoy seguro.— él se para frente a mí, —¿Qué es lo que no me cuentas? Si terminaste con Cristina,— camina hacia un lado con la mano en el mentón como si pensara, —Entonces, ¿Claudia?

Aparto la mirada, haciéndome el desinteresado.

—¡Bingo!— exclama, —Guao, si hubiera sabido que Claudia cambiaría tu eterno mal humor, hubiera hecho de cupido hace mucho tiempo.

—¿No te dolía la cabeza?

—Si, pero no todo los días mi mejor amigo por fin esta con la chica que quiere. Nunca pudiste superar tu primer amor, ¿eh? Es que eres todo un romántico.

—Alex, voy a golpearte.

Él me da una palmada en el hombro, su voz pierde ese tono juguetón y me da una sonrisa honesta.

—Estoy feliz por ti, Artemis.

—Gracias.— le respondo, —Ahora vete a trabajar.

—Como lo ordene, Gerente ejecutivo. Por cierto, trata de no salir mucho de la oficina hoy. La picada de mosquito llamará mucho la atención.

Él me guiñe el ojo, recoge sus bolsas de hielo y se va.

En estos momentos, desearía que mi rostro no estuviera en tanta publicidad de la compañía. Me hace imposible pasar desapercibido entre mis trabajadores, todo el mundo sabe que soy el Director Ejecutivo de este lugar y huyen despavoridos o se esfuerzan en lucir perfectos, trabajando al 100%, creo que ni respiran cuando me ven.

Mi idea al salir de mi oficina en la tarde era ir al departamento de Marketing donde Claudia esta haciendo las pasantías y observarla un rato desde la distancia. Ahora se que es imposible, ni siquiera he llegado a su piso y ya he dejado un camino de trabajadores petrificados y silenciosos.

Yo no luzco aterrador, ¿o si?

Soy menor que muchos de ellos, ¿Por qué me temerían?

Se que soy la máxima autoridad en la empresa pero he reducido el indice de despidos a casi 80% desde que me la entregó mi padre. Su estabilidad laboral esta en su mejor momento, entonces, ¿Qué es?

¿Me perciben como Iceberg? Pienso en esa palabra usada por Claudia, la cual no tiene sentido, ella es una de las pocas personas que sabe lo cálido que puedo ser. Me doy por vencido y ya que estoy en el departamento de finanzas, decido pasar a ver a Alex. Tal vez a él se le ocurre una idea.

Sin embargo, me detengo cuando veo a su secretaria, una joven de rostro añiñado, cabello ondulado y figura rellenita, aplicándose labial y acomodando su cabello antes de entrar a la oficina de Alex.

Creo que mi mejor amigo es el amor platónico de su secretaria. Qué cliché eres, Alex.

Sigo en mi caminata de la derrota de vuelta a mi oficina.

Me despierta el sonido de mi celular, aprieto mis ojos con mi pulgar y mi indice antes de abrirlos, la oscuridad ya ha invadido mi oficina, ¿Cuándo me quedé dormido?

Estiro mi mano y alcanzo mi celular el cual sigue repicando insistente. Termino de despertarme cuando veo el nombre de Claudia en la pantalla, es la primera vez que me llama.

—¿Aló?

—¡Iceberrrrrg!— grita contra mi oído, obligándome a apartar el celular un poco.

—¿Claudia?

Risas femeninas, susurros y música extraña de fondo.

—Iceberg, creo...— susurra como si fuera un secreto de estado, —que estoy borracha.— suelta un risita.

—Claudia, ¿Dónde estas?

—Relájate un poco, suéltate, Artemis, ¿no te cansas de estar tenso toooodoooo el tiempo?

—Claudia.— menciono su nombre con dureza, —¿Dónde estas?

—En...— se tarda en completar esa oración, —la calle.

—¿En qué calle?

—La calle de los bares de la ciudad,— otra chica comenta algo de las luces en el fondo y Claudia se ríe, —Intenté entrar a tu bar pero me dijeron que solo personas V.I.P. Te odio, ¿Para que tienes un bar sino dejas entrar a la gente? Artemis malo.

Me pongo de pie, recogiendo la chaqueta de mi traje de un lado de mi escritorio.

—Voy para allá, no te muevas de ahí.

Ella bufa exageradamente.

—Incluso si me quedo quieta, todo se mueve.

Nunca la he visto borracha, ella siempre se ha controlado tanto.

—Quedáte ahí. Claudia, que— ella me cuelga y nunca en mi vida he salido tan rápido del edificio de la compañía.

Llamo de inmediato al jefe de seguridad del bar.

—¿Señor?

—El portero de esta noche, ponlo al teléfono.

—De inmediato.

—Hablo Peter, señor.— me dice el portero unos segundos después.

—Peter, una chica pelirroja intentó entrar al bar hace unos minutos, ¿La viste?

Me subo en el auto.

—Si, señor pero no tenían entrada por eso—

—Lo se, ¿La ves en estos momentos? Sigue en la calle de los bares, ¿Puedes buscarla y llevarla al bar, por favor? Voy en camino.

—Lo intentaré, señor, hay mucha gente en la calle ahora.

—De acuerdo, gracias.

Manejo tan rápido como puedo dentro de los limites de velocidad permitidos, la calle de los bares no es tan tan lejos pero el trafico es increíble a esta hora. Se que puede que este exagerando, yo se que Claudia es una mujer que sabe cuidarse, pero no puedo evitarlo, ¿Cómo no preocuparme cuando ella me importa tanto?

Estaciono frente al bar, y de inmediato veo a Peter, quien sabe la pregunta que voy hacerle y me responde al instante.

—Están dentro, señor, sala V.I.P.

Dejo salir un suspiro de alivio.

Me adentro en el bar que esta full como de costumbre y subo las escaleras para llegar a la zona V.I.P. Cuando la veo, el alivio me hace relajar mis hombros, esta bien, esta salvo.

Claudia esta en medio de dos chicos que me parecen conocidos y hay una chica a un lado de ellos, ¿Dónde los he visto antes?

—¡Iceberg!— Claudia me grita cuando me ve, y me acerco a ellos quienes intentan ponerse serios, —Viniste.

Siempre, tonta.

Los ojos de Claudia brillan y me da una sonrisa que la hace ver tan adorable que quiero secuestrarla y apartarla del mundo, que sonría así solo para mí.

La chica se pone de pie y se tambalea hacia mi.

—Creo que Claudia ha bebido un poco demás.

—¿Eso es lo que crees?

Los chicos también se ponen de pie.

—Bueno, ya ha llegado tu príncipe frío del que has estado hablando toda la noche, nosotros nos vamos,— ellos toman de la mano a la chica, —Vamos, Gin. Claudia estará bien.

—¿La cuidarás?— Gin me pregunta y yo asiento.

Me da una palmada en la espalda.

—Buen chico.

Se van y mi atención vuelve a la pelirroja borracha sentada a unos pasos de mí, Claudia esta cubriendo su boca, soltando risitas.

—¿Estoy en problemas?

Me siento a su lado.

—No tienes ni idea.

—¿Me merezco unas nalgadas?— pregunta, sonrojándose.

—¿Quieres unas nalgadas?

—De ti, quiero todo.

Calor invade mi cuello, baja por mi pecho hasta mi abdomen ante sus palabras. Sacudo mi cabeza, esta borracha.

—Vámonos a casa.

Ella toma mi rostro entre sus manos.

—Eres tan guapo.

No puedo aguantar una sonrisa.

—Gracias.

Ella libera mi rostro para pasar su dedo indice por el contorno de mi cara, luego mis labios, y mi nariz.

—Solo tenerte así a mi lado es suficiente para excitarme.

Ella se inclina para besarme y yo me pongo de pie, levantándola conmigo.

—Vamos.— le digo antes de que me cause una erección en pleno bar.

La agarro de la cintura, bajando las escaleras con ella. Se tropieza varias veces pero la sostengo, manteniéndola a mi lado en todo momento.

En el auto, le pongo el cinturón antes de entrar en el puesto de conductor y comenzar a manejar.

Claudia suspira.

—Estoy feliz.

Le echo un vistazo rápido, como me llena escuchar eso.

Ella mueve sus manos en el aire mientras habla.

—Siempre tengo todo estructurado, bajo control, nunca bebo más allá de sentirme un poco feliz, nunca me he emborrachado. Pero hoy... dije... a la mierda todo. Hoy desperté al lado del hombre que he querido toda mi vida, tuve un buen día en el trabajo, mi jefa me felicitó delante de todos, así que, ¿Por qué no emborracharme? Yo también tengo derecho a perder el control.

Lo se.

—Es agotador.— admite en un susurro, —tener todo controlado es tan... agotador. Tengo 20 años, no cuarenta, y siempre he vivido con tanta precaución pero estoy...— su voz se rompe, —tan cansada.— suelta un risa triste, —así que hoy me emborraché y no me importa hacer el ridículo, nunca he hecho el ridículo así que una vez en la vida no es nada, ¿no?

—No es nada.— le digo, y extiendo mi mano para tomar la suya, —puedes hacer lo que quieras, yo me ocuparé de cuidarte, ya no estas sola, Claudia, estoy aquí, puedes dejar un poco de ese peso sobre mi.

—Eres tan adorable.— me agarra de ambas mejillas, apretándolas antes de enderezarse en su asiento.

Al llegar a la casa, dudo que ella pueda caminar sin hacer mucho ruido y podría despertar a todos, en especial, a su mamá y esa no es una buena idea. Así que la cargo en mis brazos y ella sigue riendo por lo bajito.

—Todo un caballero.— entierra su cara en mi pecho, —Hueles tan bien.

Paso la sala para dirigirme al pasillo del cuarto de huéspedes, porque no creo que quiera dormir con su madre así.

—No.— ella se agarra de mi camisa, —Quiero dormir contigo, por favor, me gusta despertarme junto a tí.

Mierda, esta mujer me va a derretir el corazón.

—Prometo no seducirte.— murmura y no puedo evitar sonreír.

La llevo a mi habitación y la acuesto en mi cama, cubriéndola con mis sabanas. Ella se sienta, inquieta y se que será difícil hacer que se duerma. Me quito la chaqueta, la camisa y los pantalones, quedando solo en bóxers y le doy la vuelta a la cama para sentarme a su lado bajo las sabanas.

Claudia observa mis abdominales descaradamente.

—Mis ojos están aquí arriba, Claudia.

Ella se muerde el labio inferior.

—¿Te puedo contar un secreto?

—Seguro.

—Me encanta tu pene.

Me ahogo con mi propia saliva, tosiendo y golpeando mi pecho. No se que decir y Claudia se tapa la cara con la almohada.

Le quito la almohada de la cara.

—Cuéntame más.

Ella menea la cabeza. Esto es más divertido de lo que pensé, es como si el alcohol le quitara todos esos filtros y autocontrol tan fuerte que tiene. Ella se acerca a mi, abrazándome de lado, su cara en mi cuello.

—Siempre has sido tu, Artemis, siempre.— ella susurra, su voz sobre mi piel haciéndome cosquillas, —si no fuera por ella habríamos estado juntos hace tanto tiempo.

Arrugo mis cejas confundido, ¿Por ella? ¿Cristina?

—Ese 4 de Julio fui tan feliz a tu lado, quería que ese fuera el primer 4 de Julio de muchos que pasáramos juntos.

Pero me rechazó ese día, ¿De qué esta hablando? Eso me recuerda algo sobre lo que he tenido curiosidad.

—Todavía tienes al cerdito que ganamos en la feria ese día.— digo, recordando que lo vi en su mesita de noche, —¿Por qué?

—Porque quería estar contigo, idiota, siempre he querido estar contigo.

—Pero ese día tú... me rechazaste.— me duele decirlo.

Ella bosteza y yo espero una explicación.

—¿Claudia?

—No te rechacé porque quería, tenía que hacerlo.

Me inclino hacia adelante, sentándome derecho y tomo su rostro con ambas manos, forzándola a mirarme.

—¿De qué estas hablando?

Sus ojos están ligeramente cerrados.

—Tu mamá...— ella comienza, su voz, un susurro, —ella me amenazó, me dijo que si no te rechazaba y me alejaba de ti, ella nos correría a mi y a mamá de la casa.

Mi sangre hierve en mis venas y aprieto mi mandíbula.

—No podía permitir eso, Artemis, mamá y yo no podíamos terminar en la calle de nuevo, ¿Tu lo entiendes, verdad?

La jalo hacia mi y la abrazo, por supuesto que la entiendo, su madre lo es todo para ella, jamás me enojaría porque la escogiera por encima de mí. Estoy furioso pero no con ella si no con el hecho de que ella nunca debió tener que elegir en primer lugar y que mi madre la haya puesto en esa situación me revuelve el estomago.

Y todo cobra sentido, siempre sentí que le gustaba tanto a Claudia como ella a mí, por eso ese rechazo aquella noche me impactó tanto, no entendía como pude equivocarme cuando se había hecho tan obvio que yo le gustaba. Yo de verdad le gustaba, pero fue la intervención de mi madre lo que arruinó todo.

¿Cuántas cosas más tienes que arruinar para nosotros, madre? ¿Te importamos en lo absoluto? Mañana, va a escucharme.

Claudia suspira, quedándose dormida en mis brazos y beso un lado de su cabeza. Supongo que estamos destinados a estar juntos, porque a pesar de los obstáculos y del tiempo, ella esta aquí en mis brazos donde pertenece. 

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Nota de la autora: Espero que haya disfrutado el capítulo tanto como yo, fue revelador y muy divertido. 

Los quiero, 

Muakatela,

Ariana G. 

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