18. "Más tonto eres tú."
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Quedarme dormida en el bus se convierte en un problema cuando no me despierto en mi parada.
Creo que he subestimado mi cansancio. Todo es culpa de la señora Hidalgo, me ha puesto a limpiar de nuevo unas partes de la casa que ya están más que limpias, creo que es su forma de vengarse de como la traté en el hospital. El chofer me despierta cuando llega a su última parada que es donde dejan los buses por la noche.
Estoy en problemas.
Este es el último bus y la última parada, estoy a unas cuantas calles de la casa. El chofer se despide, dejándome sola. Debato en decirle que no tengo como volver a mi casa pero él sale del lugar caminando así que probablemente vive tan cerca de aquí que a pie puede llegar.
Dejo mi mochila colgar de una solo brazo para sacar mi monedero, no tengo mucho dinero, el salario que recibo en la casa Hidalgo siempre va para las medicinas de mamá, la compra de mis libros en la universidad, y los pasajes del bus. Aunque soy muy buena manejando mi dinero, todos esos gastos no me han permitido ahorrar.
Me muerdo el labio inferior, contando los billetes en mi monedero, si pago un taxi, no tendré para el bus el resto de la semana, vuelvo a guardar el monedero en mi mochila junto a mis libros. Supongo que tendré que aventurarme en las calles, no puedo negar que me asusta pero tengo mi gas pimienta y lo poco que aprendí en la clase electiva de defensa personal de la universidad.
Pongo un pie fuera del estacionamiento de buses y echo un vistazo a ambos lados de la calle, que solitaria. Tomo una respiración profunda para comenzar a caminar en la calle. Las luces naranjas, la oscuridad y lo sola que esta la calle me recuerda aquella noche:
—¡Mirále el pelo! ¡Qué asco!— unos adolescentes se burlan de mí en lo que para muchos era el parque, para mi era mi hogar por ahora. Aprieto mi oso de peluche, arrinconada contra la cerca.
—Sin embargo, tiene cara tierna.— comenta uno, —Bueno, detrás de toda esa suciedad.
Uno con un cabello en trenzas pone sus manos sobre sus rodillas para inclinarse hacia mí, —¿Dónde esta tu mami, mocosa?
A pesar de ser una niña, me había criado en un ambiente que me había forzado a saber defenderme, —Sino me dejan en paz, voy a gritar.
El de trenzas se ríe, —¿Vas a gritar? Hazlo, mocosa apestosa.— estira sus brazos señalando el solitario parque nocturno, —Creo que no tendrás audiencia.
Mis deditos tiemblan sobre mi osito.
—Ahora, dinos, ¿Dónde esta tu mami? Nos debe una mercancía y pues si no tiene dinero para pagar... existen otras maneras y ella lo sabe.
Aunque no entendía que era lo que le hacían a mi mama, sabía que no era bueno, ella siempre lloraba después de eso. Cuando no respondo, otro de ellos me agarra de la cara con tanta fuerza que sus dedos se clavan en mi piel. Hago una mueca de dolor.
—No tengo toda la noche.
Con toda la fuerza que puedo, cierro mi puño y lo golpeo entre las piernas como me enseño mamá. No fue difícil debido a mi baja estatura y el hecho que él no se lo esperaba. Él suelta un quejido y cae al suelo, y yo salgo corriendo.
Corro lo más rápido que puedo, pasando por columpios, toboganes y me adentro entre los arboles pequeños que rodean el parque. Sin darme cuenta, ya estoy en la calle, y cuando miro sobre mi hombro, nadie me sigue.
Disminuyo el paso hasta que quedo caminando, mi pecho aún subiendo y bajando por la corrida. El olor a comida caliente llega a mi nariz y cierro los ojos para inhalarlo mejor.
Ay no, he salido en la calle de los restaurants. Mamá siempre dice que no venga aquí, ver la comida es una tortura. Aunque a veces me escapo, pensando que el olor será suficiente. Me paro frente a restaurant con letras extrañas y puedo ver todo a través de las ventanas transparentes.
Casi puedo probar todo lo que sirven allí: Sopas, carne, pan, jugos. Me lamo los labios, mi boca haciéndose agua.
Un señor muy elegante de traje esta a la cabeza de una mesa, sonriendo abiertamente hacia las personas con él. Me doy cuenta que es una familia, una señora esta a su lado, ella tiene un bebé sentando en las piernas y a un niño que parece de mi edad al otro lado de ella. Frente a ellos, esta otro niño que se ve más grande.
Una familia feliz.
Me pregunto que se sentirá tener un papá.
Sin pensarlo, pongo la mano sobre el vidrio. Él niño que parece de mi edad , pero que ahora de pie noto que es más pequeño que yo, se levanta sin que su mamá se de cuenta y viene hacia la ventana para poner su mano sobre la mía contra el vidrio, es de cabello negro y tiene unos ojos azules muy bonitos.
Le sonrío, y él me devuelve la sonrisa.
No puedo evitar querer preguntarle si compartiría un poco de su comida conmigo, solo un poco, pero se que a través de ese vidrio no podría escucharme así que le hago señas con mi mano de comer y me sobo la barriga.
Él parece entender pero antes de que pueda decir algo, una mano toma la de él y lo aparta de la ventana: Es la señora, quien me da una mirada fría y se lo lleva.
Mis esperanzas de una comida caliente se van junto con él.
Con la cabeza baja, suspiro y me giro para seguir mi camino.
—¡Ey!— alguien me llama, y me volteo con miedo de que sean esos chicos molestos de hace un rato.
Es el señor elegante.
Su familia esta detrás de él, y cuando un auto negro se estaciona, la señora comienza a montar a los niños. Él de ojos azules se despide de mí con la mano. Él niño grande se queda parado ahí mirándome, esperando a su padre probablemente.
—¡Ey, hola!— me saluda amablemente el señor, tiene una sonrisa cálida, se arrodilla frente a mí, —¿Tienes hambre?
Le doy una mirada cautelosa, nadie nunca hace nada amable sin pedir algo, es lo que mamá siempre dice. Pero tengo tanta hambre.
Asiento levemente.
—¿Estas sola?— meneo la cabeza, —¿Dónde esta tu mamá?
Inconsciente detrás de la zona de columpios, unos arbustos rodean una esquina en el pasto que se ha convertido en nuestra casa.
—No voy a hacerte daño,— me extiende su mano, —Me llamo Juan, ¿Cuál es tu nombre?
Ojeo su mano pero no la tomo, —Claudia.
Su sonrisa se ensancha, —Que bonito nombre, bien, Claudia, solo quiero ayudarte, ¿Sí? ¿Me puedes llevar con tu mamá?
Las alarmas se encienden, ¿A caso él es uno de esos hombres que buscan a mi mamá para dejarla llorando?
No lo creo, él no se ve como esos hombres.
Insegura, mis ojos caen sobre el niño grande que espera a su padre, ahí parado. Ellos se veían bien cuando estaban cenando como una familia, si el señor fuera malo, el niño no lo esperaría así, yo se que yo no lo haría.
Tomo la mano del señor para guiarlo hasta mi madre, cuando pasamos por el lado del niño grande, el señor le dice, —Artemis, entra al auto y dile a tu madre que pueden irse a casa, Albert puede quedarse conmigo, me iré en un taxi más tarde.
—Papá...
Lo dejamos atrás rápidamente y antes de que él auto se vaya, noto que un hombre alto de ropa negras se baja y nos sigue unos pasos atrás. Me tenso, el señor aprieta mi mano, —Tranquila, él solo esta aquí para cuidarnos, ¿esta bien?
Asiento de nuevo, cuando llegamos a mi hogar en el parque, mamá ya ha despertado y nos mira con precaución y el señor suelta mi mano y se gira hacia mí, —Voy hablar con tu mamá un segundo, ¿Puedes ir a hacerle compañía a Albert?
Miro a mamá y ella asiente así que obedezco.
No se de que hablan, o que pasa, pero salimos de ahí para irnos en un taxi mientras el señor y Albert se van en otro.
—Mami, ¿A dónde vamos?
Ella tiene los ojos rojos, no ha parado de llorar desde que habló con ese señor, —Vamos a... las cosas van a cambiar, mi niña,— me agarra la cara con ambas manos, —Por tí, voy a cambiar. Ese señor le va a dar un trabajo decente a mamá.
—¿Vamos a tener comida?
Ella asiente, sonriendo a través de su lagrimas, —Mucha comida.
—¿Y una cama?
—Si, y nos vamos a dar una larga ducha.
No puedo creerlo, cuando llegamos a la casa, me quedo con la boca abierta observándola, es muy bonita, me recuerda a las casas que salen en las revistas que a veces usamos como sabanas mamá y yo.
Al entrar, el señor Juan nos presenta a su familia: Sofia, Artemis, Ares, y Apolo. Mi mamá con la cabeza baja agradecida. Después de que nos muestran la habitación, y se despiden, mamá y corremos al baño, no queremos ensuciar nuestra cama, es la primera cama que vemos en mucho tiempo.
El señor Juan nos trajo una ropa de la señora para mamá y del niño grande, que ahora se que se llama Artemis, para mi. Los shorts y la camiseta me quedan grandes pero no me importa, huelen a limpio.
Mamá esta agotada y sin darse cuenta se queda dormida, no la culpo, es una cama, sentirla es como un sueño pero tengo mucha hambre. El señor Juan dijo que podíamos comer lo que quisiéramos.
En la cocina, abro la nevera y no puedo creer todo lo que hay. Sin pensarlo, empiezo a agarrar de todo un poco: pan, queso, jamón, mermelada.
—Te va a doler la barriga.
Me quedo quieta cuando escucho una voz en la cocina, con un pan en la mano me giro para ver a Artemis.
—Come despacio.
Trago el pedazo de pan que tengo en la boca, —Lo siento, yo—
Él me da una sonrisa amable, —No te estoy regañando, tonta, pero debes comer despacio, y no tantas cosas a la vez, te dolerá la barriga.
—No me digas tonta.
Él parece sorprendido por mi reclamo pero aún así sigo, —Más tonto eres tú.
Cuando lo digo, me arrepiento de inmediato, debo portarme bien o nos echarán, mamá lo dijo, —Lo siento.
—Esta bien,— él no parece molesto, —Déjame prepararte algo.
Esa noche, Artemis me preparó mi primera cena de verdad en mucho tiempo, y me fui a dormir a una cama que no era pasto y periódico, con la barriga llena de comida y no de aire. Fue la mejor noche de mi niñez.
Cuando llego a la casa, estoy agotada, la caminada fue más larga de lo que esperaba. Y la sensación de nostalgia al recordar aquella noche me invade. Abro la puerta principal y recuesto mi espalda contra la misma. La sala esta a oscuras con la excepción de la luz proveniente de la chimenea, el sonido de la madera quemándose y ardiendo hace eco por el silencioso lugar.
Y antes de verlo, se que él esta ahí.
Mi mirada se encuentra con la de Artemis, la luz del fuego de la chimenea se reflejan en sus ojos. Lleva puesto una traje como de costumbre, sin embargo, la chaqueta del mismo descansa a un lado del sofá, su camisa blanca entreabierta, dejando ver parte de su pecho y su corbata esta deshecha, ¿Acaba de llegar del trabajo? Pero es casi medianoche.
Él no dice nada, solo se me queda mirando y no se porque nunca puedo ver la frialdad de la que tanto se quejan Ares y Apolo, ¿Soy la única que puede verlo de esa forma?
¿A caso soy la única a la que le dejas ver a través de ti, Artemis?
La sensación de que lo conozco bien me invade. Siento que él no sería como su madre, un infiel, que hay más detrás de todo ese engaño de su prometida, ¿Estoy siendo estúpida por considerar eso? ¿Estoy en negación? Pasaron cinco años, tal vez, él cambió por completo y ya no es ese chico dulce del que me enamoré hace años. Entonces, ¿Por qué tengo esta sensación de que sigue siendo el mismo conmigo?
Él baja la cabeza, y se pone de pie. Él toma su chaqueta del sofá, y me da la espalda para irse a las escaleras.
—Artemis.
Mi propia voz me sorprende, ¿Qué estoy haciendo?
Él se voltea hacia mi pero no se me acerca, se queda ahí parado. Despego mi espalda de la puerta y camino hacia él. Él observa cada uno de mis paso con cautela así que me detengo, manteniendo una distancia prudente entre los dos.
—Dime la verdad, Artemis.— él arruga sus cejas, —te daré esta oportunidad de que seas honesto conmigo.
Su voz es neutra, —¿De qué estas hablando?
—Tú sabes de que estoy hablando,— cuando él no dice nada, lanzo mis brazos en el aire de manera exasperada, —Olvidálo, no se que estaba pensando.
Me alejo de él sintiéndome como una idiota por ver algo donde lo no hay. Estoy a punto de entrar al pasillo que me lleva a mi habitación cuando un par de brazos me abrazan desde atrás, deteniéndome. Artemis me aprieta contra él, su pecho contra mi espalda. Él descansa su frente sobre mi hombro, su voz es un murmullo.
—No te mentí, no jugué contigo, nunca jugaría contigo, Claudia.
Me quedo callada porque se que él se explicará solo, no puede enfrentarme para hacerlo, —Si había terminado con ella cuando te busqué aquella noche en el bar, cuando te besé no estaba con nadie, no fuiste la otra, jamás te pondría en esa situación.
—Pero volviste con ella.
Él no responde.
—¿Por qué me besaste si querías volver con ella?
—Porque no quería volver con ella. Quería...
Me giro en sus brazos para enfrentarlo, tomo su rostro con ambas manos para obligarlo a mirarme, lo cual fue una mala idea, tenerlo frente a mi así de cerca es una tentación, —¿Qué querías?
La sinceridad en su ojos es alucinante, —Quería estar contigo.
—No te entiendo, Artemis.
Él presiona su frente sobre la mía, su respiración rozando mis labios, —Solo quiero que sepas que no jugué contigo, esa no fue mi intención.
Lo miro directamente a los ojos, —Y ahora, ¿Qué es lo que quieres?
Él cierra los ojos, mordiendo sus labios como si dudará. Suelto su rostro y doy una paso atrás, —Quieres seguir con ella.
Artemis se queda en silencio y esa es mi respuesta, me obligo a sonreír, —Esta bien, lo entiendo, agradezco que hayas aclarado lo que pasó así podemos volver a tener una relación civilizada sin que quiera asesinarte cada vez que te veo.— me despido con las manos, —Buenas noches, Artemis.
Lo dejo ahí solo en la sala, con hombros decaídos como si algo mayor a él lo hubiera derrotado antes de tan siquiera comenzar la batalla.
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Nota de la autora: Los he extrañado y se que ustedes también a mí (o a mis historias que viene siendo lo mismo así que me creeré que me extrañaron) he estado delicada de salud si me siguen en mis redes sociales lo saben. Fueron unos días intensos, y necesitaré cirugía en unas semanas pero se que todo saldrá bien. Muchas gracias por todos sus mensajes de apoyo, me alegraron los días.
Aquí les dejo el trailer de la trilogía hermanos Hidalgo, lo publiqué en instagram pero sino lo han visto, aquí tiene, díganme que les parece:
https://youtu.be/qvsOWZzrBLM
Muakatela,
Ariana G.
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