Especial: Copito y el Príncipe Zanahoria
Jared Mellark
Tenía catorce años cuando experimenté por primera vez lo que era el amor.
Apenas la vi, supe que estaría prendado de esa chica toda mi vida. Ella era reluciente, con una sonrisa contagiosa y un carácter fuerte, pero de personalidad dulce y bromista.
Me había enamorado perdidamente, y ella ni siquiera me había dirigido la palabra.
Podría describir el siguiente año y medio con muchas palabras, pero una que destacaba era «fabulosa» e incluso se queda corta. Sí, fue mi primera relación, pero yo estaba segurísimo que no querría estar con alguien más que con ella.
Hasta que se fue.
En ese momento, sentí como si todos los colores del mundo se hubieran desvanecido, dejando todo en una asquerosa matiz de grises. Desde entonces he odiado el color gris: porque por mucho tiempo, los colores de mi alrededor eran escalas grises. Dolió, y mucho, ella solo se fue sin darme un motivo, un «Lo siento» no era un gran justificativo, debo decir.
Me cuestioné muchas cosas de nuestra relación, incluso de mí mismo. ¿Tal vez estábamos yendo muy deprisa? ¿Tal vez había hecho algo mal? ¿Y si para cuando pasó eso, ella no estaba lista y yo la presioné? Montones de preguntas llenaron mi cabeza, nunca tuve las respuestas que quería o necesitaba, por lo que seguía y seguía formando preguntas que jamás serían respondidas.
Al menos, eso es lo que yo creí.
Desde la ruptura, no la había vuelto a ver aún cuando frecuentabamos los mismos lugares. Es como si hubiera desaparecido, o me evitaba a propósito, lo más probable. Grande fue mi sorpresa al verla esa tarde en mi preparatoria, con la persona menos indicada.
«Vaya jugada de mierda, destino» fue mi pensamiento aquel día.
Lo que tenía con Laylani era raro, no sabía si era mi amiga o mi novia, y creo que ella tampoco lo sabía. Pasábamos tiempo juntos, salimos, incluso la llevé a ese lugar, pero con todo eso, nunca hubo una charla para saber qué sucedía entre nosotros. Le tenía aprecio a esa chica, la quería mucho y me gustaba pasar tiempo junto a ella, puede que también sintiera un poco de atracción, pero no de la forma en que Calum insistía qué sucedía.
Simplemente me parecía linda y agradable. Nunca supe lo que ella pensaba de mí.
Ese día no solo descubrí una nueva receta de pay, sino que, no importa el tiempo que pase, si un año o cien, yo seguría tan enamorado de Phoebe como la primera vez.
Lo supe por como mi corazón se aceleró apenas mis ojos dieron con ella, como mis palmas empezaron a sudar y ese revoloteo de mariposas, el mismo que sentí la primera vez que la vi, se instaló en mi estómago.
«Eres genial, Mellark»
Supongo que nunca te olvidas de tu primer amor, o ella había hecho de mi corazón su dominio y por ello no podía olvidarla fácilmente. Si ese era el caso, explicaba muchas cosas.
Cómo el hecho de que estaba en un baile escolar, cuando ni siquiera me apeteció ir al mío.
¿Me arrepentía de haber contestado la llamada de Aba? En lo absoluto.
Fue fácil dar con ellas, en el tiempo que estuvimos juntos, encontrarla entre la multitud en cuestión de segundos se volvió mi súper habilidad después de un casi infarto de haberla perdido de vista en un festival de playa.
Estaba soltando insultos a sus amigas, quienes prácticamente la están obligando a caminar, aún así, se veía preciosa: parecía una princesa de sus películas favoritas. Su pelo crespo, por el que nació el apodo «copito» estaba en perfectos rizos castaños y rubios brillantes. Iba con maquillaje, lo que me hizo recordar las tantas noches en que ella se quedó a dormir en mi casa después de nuestras citas y me dejaba desmaquillarle su carita bonita. Me gustaba hacerlo porque podía robarle cuantos besos me apetecieran, y ella nunca se quejaba.
En serio seguía enamorado de una forma absurda de esa chica.
—¡Gracias! —exclamó Phoebe, ese acento australiano haciéndome sonreír. Me encantaba como hablaba, se me hacía tan... entrañable—. Ahora, ¿Pueden decirme que es lo que planean, pequeñas sabandijas?
—Esto, planeamos esto.
Su amiga Aba le obligó a dar media vuelta, empujándola después con tal fuerza que vino a chocar conmigo, incluso yo casi caigo al suelo de gravilla.
Phoebe seguía usando el mismo perfume, algo como frutas tropicales. Tiene algunos cambios desde la ruptura, uno de ellos es que está más alta. Cuando la conocí, Phoebe medía alrededor de 1,69, siempre nos hemos llevado diez centímetros de diferencia, y aún cuando hemos cambiado, cuando hemos crecido, esa similitud se sigue manteniendo.
—Hola, copito.
Al instante noté como se puso tensa, luchó para alzar la mirada.
Me encantaba todo de esa chica, pero uno de sus atractivos físicos favoritos para mí, son sus ojos. Para cualquiera, serían simples ojos verdes, podrías verlos en cualquier persona, ¿Por qué serían importantes? Porque esos mismos ojos los he visto brillar de alegría, llorar de tristeza, demostrar un amor que estoy seguro fue más que recíproco, pero que situaciones de la vida llevaron a que terminara. Los ojos son una puerta al alma, y en los de ella siempre ví más allá de su alma, veía su corazón y su ser.
Y seguía haciéndolo.
—Estás muy guapa hoy.
Sonreí al ver cómo sus mejillas con algunos rastros de pecas se pusieron rojas. Otra cosa que me encantaba de ella era hacerla sonrojar, podía ser feliz un mes entero si lo conseguía.
Phoebe dió un paso hacia atrás, sacudiendo la falda de su vestido bonito. ¿He dicho que está guapa? Porque está guapa, muy guapa.
Oh, soy una vergüenza.
—Alguien me ha dicho que no tenías cita —de inmediato, giró la cabeza hacia donde se desarrolla su baile de graduación, seguro buscando a sus amigas—, entonces he pensado que, como yo tampoco tenía cita, podríamos ser la pareja del otro.
—No... no tenías que hacer esto.
—Por supuesto que sí, fue... una promesa, ¿No?
Un recuerdo de meses antes de la ruptura apareció en mi mente.
—¿Ir a un baile sin mi novia? No, gracias. Podríamos hacer algo mejor los dos, juntos.
Copito dejó caer los hombros, frustrada de mi terquedad.
—¡Es tu baile!
—Sí, ¿Y? Para disfrutar un baile tienes que ir en pareja y, honestamente, no me apetece ir si tú no vas conmigo.
—Eso es muy dulce... —murmuró—, ¡Pero no es el asunto! Hagamos algo, ¿Va?
Me senté igual que ella, ambos estando frente a frente sobre mi cama.
—Va, ¿De qué trata?
—Cuando lleguen nuestros bailes de graduación, seremos la compañía del otro. Podemos estar la mitad del tiempo en tu preparatoria, y la otra mitad en el internado. ¿Qué te parece?
—Agotador —ella hizo un puchero tierno, solté una risa, atrayendola hasta mí. Los dos quedamos echados sobre la cama—, pero me gusta. Es una promesa.
Phoebe besó mi mejilla.
—Es una promesa, entonces.
—¿Todavía te acuerdas de eso? —preguntó.
—Por supuesto —respondí, extendiendo la mano para que la tome—, ¿Quisieras ir al baile conmigo, señorita copito?
Miró de mi mano a mi rostro, intercambiando la mirada de uno a otro un par de veces, hasta que sus labios formaron una sonrisa completa. Agarró mi mano, entrelazando nuestros dedos, el agarre se sentía tan bien, tan familiar, tan correcto.
—Por supuesto, príncipe zanahoria.
***
Nadie parecía darse cuenta que yo no era un estudiante de Leighton, estaban lo suficientemente entretenidos en su baile como para pasar de mí.
Esa noche se sintió como aquella cita que tuvimos a los quince años: una noche de baile que fue desde nuestras canciones favoritas hasta de películas y musicales. Claro, en esta ocasión no tuvimos a You're Welcome de Moana sonando de fondo, sino Wonderland de Taylor Swift.
—Entonces —mencioné, haciéndola dar una vuelta—, ¿Te irás?
Phoebe suspiró triste.
—Sí, es hora de volver a casa, ¿No?
—Y será... ¿Para siempre?
Dejamos de bailar, quedando como un par de raros en medio de la pista. Phoebe se pasó una mano por el brazo, conocía ese gesto suyo: no lo sabía.
—Supongo que dependerá de si me aceptan en la universidad o no.
Hice la pregunta a la que tanto le tengo miedo:
—¿Y si no?
No hubo necesidad de palabras, lo entendí todo con su expresión corporal: si no conseguía la beca, ella se quedaría en Australia, para siempre.
Tan solo la idea de no volverla a ver me revolvió el estómago. ¿Por qué tenía que pasar esto ahora? Justo cuando apenas la recupero, ¿Tenía que volver a irse? No puedo tener tanta mala suerte.
Ya no estaríamos en la misma ciudad, ni siquiera estaríamos en el mismo continente. Cuando aquí sea de día, para ella será lunes.
Seguía sintiendo un revoltijo desagradable en el estómago, y una sensación de haber sido atacado por un montón de necroformos de Dead Space: un dolor por todo el cuerpo, aunque sé que es superficial, que solo es algo de mi cabeza, lo sentía muy real.
Y era horrible.
La gente a nuestro alrededor seguía bailando, ignorandonos por completo. Caía una suave lluvia sobre nosotros que la espantó a ella, cubrió su cabello en un mal intento para que no se mojara.
—No, no, por favor, lluvia no.
Era apenas una llovizna, pero la comprendí: si se mantenía aquí cinco minutos más, la lluvia haría que los rizos en su pelo se vuelvan ondas insípidas.
—Venga, vamos adentro.
No refutó, por lo que juntos fuimos hasta la entrada del internado a esperar que pasase la llovizna. Desde aquí tengo una vista completa del baile, veo a mi mejor amigo bailar muy agusto con Polet. ¿Quién lo diría, eh? Retraído y todo, consiguió una novia asombrosa. Cómo amigo y maestro de la clase que titulamos «Programa Intensivo de Sarcasmo y Técnicas Avanzadas de Respuesta Ingeniosa», o simplemente: PISTARI, me sentía muy orgulloso.
Phoebe se sentó en la baranda de concreto del lado derecho de la escalera, dándole la espalda a su baile. Ya no parecía tan feliz como hace un rato, se veía... pensativa y triste.
Ocupé el espacio vacío junto a ella, movido por la costumbre, mi mano se entrelazó con la suya. No hubo quejas, no se apartó, así que yo tampoco lo hice.
Apoyó su cabeza de mi hombro como tantas veces lo había hecho antes.
—Lo siento —murmuré.
—No tienes que disculparte —respondió igual de bajo—, no estoy molesta.
—No debí preguntar.
—Jared —sus ojos conectan con los míos, por un segundo viajé entre recuerdos felices. Noches de citas, tardes de estudio, fines de semana jugando videojuegos o básquet en mi casa, pasar noches enteras viendo las estrellas en mi patio. Recordé la primera vez que la vi, nuestra primera cita, el primer beso que nos dimos, nuestra primera vez juntos... años de felicidad pasaron en diez segundos—, no estoy molesta por tus preguntas, estoy preocupada porque... —suspiró agachando la mirada a nuestras manos aún muy juntas—, no me quiero ir.
—¡Entonces no lo hagas!
—No es tan fácil, aquí no tengo familia, nadie que pueda darme un techo seguro.
—Sabes que yo lo haría...
Phoebe apretó los labios.
—No creo que a tu novia le guste que le des alojo gratis a tu ex, justo ahora debe de odiarme porque estás aquí.
—Phoebe... —alcé su carita con cuidado, acaricié su mejilla con mi pulgar—, Laylani no es mi novia y nunca lo fue, y ahora no es más que alguien a quien no me apetece ver.
—¿Por qué...?
—Pasaron cosas en la fiesta de Alexa, y de todos modos, ella y yo nunca salimos de forma oficial.
—Pero ella dijo...
—¿Y qué dije yo ese día, eh? —alcé una ceja en su dirección.
Su entrecejo medio se frunció, es esa expresión que hace cuando intenta recordar.
—Tú negaste lo que ella dijo.
—Nunca fuimos algo, no como... lo fuimos tú y yo.
Que ese «tú y yo» esté acompañado de una palabra en pasado seguía siendo doloroso. En primer lugar, nunca debió quedarse atrás, sé que éramos unos preadolescentes apenas, pero estaba y sigo convencido de que no podría volverme a enamorar de la misma manera en que lo estoy de ella.
—Perdón —dijo por lo bajo.
—No tienes que disculparte —dejé tras su oreja un rizo rubio—, no estoy molesto.
—Yo te hice daño —me mira como incapaz de creer en que no esté despotricando su nombre—, deberías odiarme.
Me encogí de hombros.
—No puedo hacerlo.
—¿Por qué?
Buena pregunta, ¿Por qué no la odiaba? Tenía motivos y de sobra para hacerlo. Me dejó sin razón y no fue hasta tiempo después que se dignó a darme explicaciones del motivo, huye de mí pero también me acepta de nuevo. Son señales confusas, sin embargo, yo también estoy siendo parte de este extraño juego por la razón de por qué no la odio:
—Porque te amo, no es fácil odiar a alguien que amas tanto.
Se le lagrimearon los ojos e incluso se le escaparon algunas lágrimas que limpié con mis pulgares. Antes de atraerla en un abrazo, dejé un beso sobre su sien, algo que acostumbraba a hacer cuando estábamos juntos. La veía haciendo cualquier cosa y solo quería darle un beso, tal vez me gustaba recordarle lo mucho que me gustaba.
Sí, eso seguro.
Sus brazos se aferraron a mi torso y escondió su rostro en mi cuello, no lloraba a mar tendido, seguro para no arruinar su maquillaje, pero sí sorbía su nariz y se le escapa alguno que otro hipo.
No dije nada, solo estuve ahí como su apoyo.
Cómo el agarre de nuestras manos, ese abrazo se sentía tan correcto. Hace tanto que no la abrazo de esta manera, tenía que conformarme con medios abrazos como el de la acampada o una palmadita al hombro. Yo no quería nada de eso, deseaba esto: poder tenerla así otra vez, poder cuidarla y ser su ancla en momentos difíciles.
No sé cuánto tiempo pasamos así, pero se sintió como una eternidad encantadora. Me pregunto si, alguna vez, podríamos volver a ser ella y yo, nosotros, juntos.
—Eres demasiado bueno para tu propio bien, Jared —dijo a mi oído.
Puse un poco de distancia entre nosotros, como sospeché, no había llorado, sin embargo, su nariz se encuentra roja al igual que sus ojos.
—No, solo creo que sigo muy enamorado de ti.
Apoyé mi cabeza de su mano cuando la posó sobre mi mejilla.
—¿Por qué me dices todo eso?
—No lo sé, copito. Creo que... porque es la verdad —ella tuvo la intención de decir algo, pero la interrumpí sacudiendo la cabeza—. No, no hagas eso.
—¿Hacer qué?
—Intentar decir algo similar para igualar. No tienes que igualar o decir nada, Phoebe. Sé bien lo que pasa.
Frunció el ceño, confundida. Di un toque en medio de sus cejas, riendo.
—Te conozco, copito, no tienes porqué responder.
—Pero...
En ese momento hice algo que podría considerarse estúpidamente valiente.
Besé a Phoebe.
Y aunque fue estúpido, también entra en las mejores cosas que me ha pasado ese año.
Describir este sentimiento como «fuegos artificiales» o «mariposas» no le haría justicia. Morí y reviví ahí mismo, como mínimo, tres veces seguidas. Dioses, había extrañado tanto besarla. Sentir cada roce, cada movimiento, cada pequeño sonido y aroma. Todo, había extrañado todo.
No tuve miedo a que me apartara y diera una bofetada por atrevido, sé que no pasaría porque lo mío era recíproco: ella seguía sintiendo cosas por mí, lo sé por la manera en que me corresponde el beso y como hace sus mayores esfuerzos para no sonreír.
En el fondo, aún había un «ella y yo», pero mi mayor cuestión ahora es cuando ese ella y yo podrá volver a ser.
Junté su frente con la mía al alejarnos, ambos sonrojados y sonrientes, tal cual como nuestro primer beso.
—Sabes que acabas de robarme mi primer beso, ¿No? —dijo ella aún con su rostro colorado.
Cómo respuesta, volví a besarla. Algo más como un pico rápido y torpe.
—Y el segundo también —comenté.
Ella se rió de forma tierna.
—Podría golpearte.
—Pero no lo harás.
—¿Cómo estás tan seguro?
Acerqué tanto su rostro al mío que tuvo que ajustar su vista. No le robé un tercer beso, dejé un pico en la punta de su nariz.
—Porque te gusto, así como me gustas tú.
—¿Por qué no podemos seguir juntos, Phoebe? —cuestioné, casi supliqué en saber. No me importa oírme como un desesperado—. Tú y yo, otra vez.
—¿Quisieras estar conmigo sabiendo que no es seguro que vuelva?
—¡Por supuesto! —exclamé, alejándome. Estaba dispuesto a todo—, si tú no puedes volver, ¿Por qué yo no puedo ir? He oído de una buena escuela culinaria en Brisbane, además de que me has hablado un montón de tu ciudad natal, me encantaría bañarme en una de esas playas, ¡Y también has hablado mucho sobre el monte Coot-tha! Me encantaría visitar tu lugar favorito, y...
Me interrumpo cuando escucho una risita de su parte.
—¿De verdad harías todo eso?
—Ni lo dudo, copito —suspiré—, yo solo quiero estar contigo, Phoebe. Ver hasta donde podemos llegar sin... sin terceros ni nadie más.
Concentró la vista en el baile, hace un rato que dejó de llover, la fiesta parecía más viva ahora, los adolescentes acumulados bailan lo que parece un limbo improvisado, incluso los profesores se han sumado.
Puse mi mano sobre la de Phoebe y di un apretón, ganándome su atención.
—¿Quieres tú eso?
—Claro que sí, pero me aterra que ahora... veas que no soy esa misma chica de la que te enamoraste.
—Por favor, claro que no lo eres. Phoes, tu personalidad está en constante cambio, lo que se mantiene intacto es tu esencia, eso que te hace tan tú, y es eso lo que me tiene tan enganchado.
»Mírame, año y medio después y sigo loquito por ti.
Ambos nos reímos.
—No quiero hacerme ilusiones —dijo cabizbaja—, yo también quiero estar contigo otra vez, Jared, ¿Pero y si no vuelvo para el siguiente semestre?
—Yo puedo ir. Australia no me da miedo, mientras no me tope con un canguro boxeador, estaré bien.
Ella sonrió.
—¿Y si te arrepientes?
—Phoebe, jamás podría arrepentirme de estar contigo. Eres de las personas más increíbles que he conocido, y de las experiencias más bonitas que tuve, jamás me arrepentiría de eso. Basta de los «¿y si...?» sabes que no son sanos.
»Hagamos algo, yo aplicaré a instituciones de culinaria en Brisbane por si no consigues la beca para volver el semestre siguiente. Yo sin problemas iré a dónde estás tú. Y si dadas las circunstancias consigues la beca, (de lo que estoy seguro, porque tienes un cerebro hermosamente inteligente) me aseguraré de entrar al instituto de culinaria que está aquí en la ciudad.
»¿Qué te parece?
—Agotador —respondió en automático, y entendí bien a lo que refería: fue lo mismo que yo le respondí con su propuesta de ser la pareja de baile del otro—, pero me gusta. Es una promesa.
Un revoloteo recorrió todo mi cuerpo, me sentía volando en una nube de azúcar.
—Es una promesa, entonces.
Volví a robarle otro beso, el cual me correspondió sin dudar.
—Al fin, ¿Tú y yo? —susurré cerca de sus labios.
Le centellearon los ojos, no podía verme pero estoy seguro que estaba haciendo lo mismo.
—Con calma, pero sí, tú y yo.
—Estoy más que feliz con eso.
Porque tenía la oportunidad en bandeja de plata de estar nuevamente con mi chica, mi primer amor, mi primer todo y estoy seguro que el amor de mi vida. ¿Cómo lo sé con apenas diecisiete años? Porque no lo sabes, lo sientes, y no lo supe a esta edad, lo supe cuando tenía catorce y ví entrar a esa preciosa chica en mi cafetería favorita.
—Oh, hola —sonrió de una manera que iluminó todo el local—, disculpa, no te ví ahí.
No pude decir nada, estaba como embobado por lo bonita que es.
—Eh, ¿Estás bien?
Parpadeé.
—Sí, sí, estoy... bien.
—Uf, menos mal, creí que habría que gritar llamando dramáticamente a un doctor —su risita causó un revuelo en alguna parte de mi interior, o en todo—, en fin, ¿Cómo te llamas? Soy Phoebe.
Miré su mano, ella esperaba una respuesta de mi parte.
—J-Jared, soy Jared... —acepté el estrechón.
Ahí fue que lo supe, con ese simple contacto, supe que ella sería mi completo todo.
—Es un gusto conocerte, Jared.
El mayor gusto de toda mi vida.
—————————
Nota de la autora:
Hora de confesar, quise hacer este extra por puro capricho •́ ‿ ,•̀ la idea apareció en mi cabeza y yo no pude negarme a escribirla, ¡Ellos me lo pedían! Y creo que todos necesitábamos saber qué pasó con esos dos en el baile.
¿Eso significa que para el cumpleaños de Polet, ellos estaban juntos? Sí y no. Cómo ha dicho Phoebe, "con calma" estaban juntos, pero no en el mismo lugar donde lo dejaron la primera vez.
Yo sé que no todo tiene sentido, pero se aclarará en su debido momento.
Anyways, ¿He dicho lo mucho que me gusta el personaje de Jared? Se me hace tan lindo. Analicé mucho el capítulo para ver si las cosas que dicen se ajustan a acciones que realmente ejecutarían, y ni por un segundo dudé en que Jared sería capaz de ir a estudiar a Australia por Phoebe.
¿Y qué tal esos pequeños recuerdos? Me encanta pensar en ellos como una relación super sana y tierna. Tengo muchas historias donde se aplica el "amor de vida" y "primer amor" como distintas personas, pero ellos son parte de ese grupo de mis personajes que son ambas cosas.
Que envidia.
En fin, ¡Ojalá lo hayan disfrutado tanto como yo escribiéndolo! Veré si escribo más extras de estos personajes, o de vuelta con Percy y Polet. Me da curiosidad, ¿Qué les habría gustado leer, ya sea desde la perspectiva de Polet u otro personaje narrando así como en este especial?
Nos leeremos en otras historias <3
Besos y abrazos con recuerdos, amores lindos y segundas oportunidades para lo que se creía perdido
MJ.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top