7. Conociendo a tres pelirrojos

Mi primer fin de semana desde que llegué al internado y estaba parada una vez más en la verja de entrada, con la diferencia de que esta vez tenía la compañía de Phoebe.

—¿Me veo bien? —me pregunta ella, pasando sus manos por la falda del vestido floreado para quitar inexistentes arrugas.

Alzo una ceja en su dirección, desde hace un buen de rato que está con la misma pregunta.

—Sí, te ves bien —respondo, confundida.

—Me vas a presentar a tu papá, ¿Verdad, Polet? —cuestiona, sacudiendo los hombros y haciendo un gesto pícaro.

Ah, claro que ese era el motivo de su insistente pregunta de si se veía bien, ¡Quería ligarse a mi papá!

—Phoebe, no, no vas hacer esto —le dije, poniendo mis manos sobre sus hombros para detener su meneo.

Ella se ríe echando la cabeza hacia atrás, parecía bastante divertida de la situación mientras yo me traumaba con la idea.

—¿Qué? ¿No quieres que sea tu madrastra, Polet? —hizo una extraña expresión: arrugar la nariz y la boca de forma divertida—. Prometo ser una buena madrastra, soy buena onda.

Mi mente no tardó ni un segundo en hacerse una imagen demasiado gráfica de eso. Vi a Phoebe del brazo de papá con un vestido de señora, los labios pintados de rojo en un marco familiar que por alguna razón estaría colgado encima de la chimenea, y ahí en medio de ellos estaba yo, con la peor cara de trauma que de seguro hice en la realidad porque mi amiga aumentó sus carcajadas.

Alejo mis manos de ella y finjo un espasmo.

—¡Basta, no digas esas cosas que me traumatizas!

La muy idiota se rió aún más fuerte, sus mejillas se volvieron rojas y se sostenía el estómago.

—Bueno, bueno, está bien —dijo, limpiandose las lágrimas que le había salido por su reciente sesión de carcajadas—. Mira, ahí viene un coche, de seguro es mi futuro Sugar Daddy.

Le propiné un golpe en el hombro antes de que el coche de papá se detuviera frente a nosotras. Phoebe aún riendo se sostuvo el área golpeada.

—No seas mala con tu futura madrastra, Polet —bromea en un murmuro.

Antes de que mi papá bajara de su auto, le di una mirada de ojos entrecerrados que le pedía que se comportara. Phoebe dijo sin emitir sonido «tranquila»

Ya no confiaba mucho en ella.

—¡Pau! —exclama mi papá, bajando del lado de conductor.

—¡Papá! —exclamo de vuelta, yendo a su encuentro para abrazarlo.

Apenas era media semana desde que había llegado al internado, media semana sin ver a mi papá, pero aún así, me alegraba bastante de verlo al fin. Él es como mi mejor amigo, no me pidan que no lo extrañen.

Papá me devolvió el abrazo y nos hizo dar vueltas sobre su eje, antes de detenerse, dejó un sonoro beso en la coronilla de mi cabeza, una muy vieja costumbre suya, lo hace desde que soy una bebé.

—Oh, te extrañé mucho, cielo —admite alejándose, acariciando mi mejilla con cariño—. Sigues igual de enana.

Le di un golpe en el pecho riendo. Si bien no era una persona muy bajita, sí me hacían falta unos cuantos centímetros para aparentar mi edad, y a papá le encantaba molestarme con eso.

—Y tú estás igual de feo cherokee.

Otra broma entre nosotros que seguro nadie entendería. Amaba la relación que tenía con mi papá, esperaba que eso no cambiara por las personas que conoceríamos esta noche.

—Oye, ¿No planeas presentarme a tu amiga?

Oh, Phoebe, cierto.

Me giré para pedirle que se acercara, ella le regaló una sonrisa de labios cerrados a papá y mantenía sus manos unidas por delante. Sí se estaba comportando.

—Papá, ella es Phoebe Roberts, mi compañera de cuarto.

—Y mejor amiga —saltó a decir la castaña a mi lado, extendiendo una mano hacia papá—. Es un gusto, señor Seavey, Polet me a comentado un par de cosas de usted.

Papá le correspondió el estrechón de manos.

—Es un gusto, Phoebe, puedes decirme Chris sin problema —mi amiga asintió sonriendo, papá me miró de soslayo—. Sé que ella me adora, no puede vivir sin mí.

—No seas tan presumido, Chris —pedí, cruzada de brazos y rodando los ojos con diversión.

Phoebe y papá se rieron soltando el agarre en sus manos.

—Que lindo conocer a los amigos de mi hija, y me encantaría invitarlas a comer algo, chicas, pero esta chiquilla y yo tenemos que irnos.

El cosquilleo en mi estómago volvió.

—Se viene una gran diversión por conocer a Aldana y sus hijos, yupi —mascullé entre dientes con una sonrisa tensa.

—Les caerás bien, Pau —consoló papá, poniendo su mano en mi hombro.

—Sí, es cierto, eres bastante gradable, linda, solo sé tú y les caerás genial —aseguró Phoebe, haciendo un gesto de «okey» y guiñándome un ojo.

—Hazle caso a tu amiga. Ahora andando, que para tú arreglarte es toda una cosa.

Antes de subir al coche me despedí de Phoebe con un fuerte abrazo que ella correspondió al instante. A mi nariz llegó un aroma dulce de aloe vera por los rizos incontrolables de Phoebe.

—Suerte en la cena —deseó con una sonrisa, yo me subí al coche de papá—. ¡Escríbeme, no me olvides!

—¡Vale, adiós! —estuve sacudiendo la mano en despedida hasta que la perdí de vista.

Papá encendió el estéreo y la dejó en una estación de radio al azar, dónde empezó a sonar Love City de la banda beantown del momento, J.5, él fue meneando la cabeza al ritmo de la música y tarareando por lo bajo. Papá es uno de esos papás modernos que se ponen al día con las canciones y bandas más populares, hasta se sabe más cotilleos en el mundo de los famosos que yo.

—Esta chica Phoebe es bastante amigable —comenta papá, bajandole el volumen a la música, íbamos por la carretera Ocean Way, por el lado de papá podía ver la extensión larga de la bahía.

—Sí, es una gran amiga, también es... un tanto extraña —recordé el día que entré en la habitación y encontré a Phoebe meneando el trasero al ritmo de la fuerte música que salía de sus audífonos—, yo no soy quién para juzgarla, igual me cae bien.

—Se ve que es amable, también me cayó bien.

Decido que es mejor guardarme mis comentarios sobre lo que a dicho Phoebe de él, no quería que para el próximo encuentro la cosa se volviera rara.

Después de esa charla, papá le volvió a subir al ritmo de la música y empezamos a cantar durante todo el camino a Central Holbrook. Si me lo preguntan, para mí esta ciudad es bastante extraña, es lo suficientemente grande como para ser costera pero no lo suficiente para estar cerca del clima frío de Ciudad Nevada, no entendía la geografía de este condado.

Se toma unos quince minutos ir de South Holbrook hasta Central Holbrook, así que mientras cantaba bien inspirada California Trees de Walk Off The Earth, vi las enormes vigas del puente Meadow que nos daría entrada al centro de la ciudad. Antes de tomar rumbo a casa, (que era un penthouse cerca del Downtown City) papá estacionó su coche en el aparcamiento de un centro comercial.

—¿Qué compraremos? —le había preguntado, siguiéndolo por el estacionamiento hasta la entrada. Adentro ambos soltamos suspiros de relajación por el aire acondicionado del lugar, estos días el calor de la ciudad está horrible.

Mi papá tardó un poco en responderme, conocía esa acción suya: estaba recopilando el valor para decirme lo que tenía en mente. Conocía a ese hombre mejor que a mí misma.

—¿Papá?

Se detuvo frente a una tienda de ropa para caballero, veía con cierto anhelo los trajes que se exhibían en los maniquíes frente a la pared de cristal.

—Cielo, quiero verme bien esta noche, ayer me puse a revisar los trajes que tenía y todos o tenían alguna mancha de café o ya no estaban como en sus tiempos de antaño —me mira de reojo—. Sé que Aldana es una mujer que aprecia los detalles, sin embargo, quiero verme bien, este momento es importante.

Le regalo una sonrisa de lado y pongo una mano en su hombro. Ay, papá, ¿Por qué eres tan buen hombre? ¿Por qué mamá te dejó ir?

—Comprendo, ¿Quieres probarte algunos trajes?

—Sí, pero no quiero que te fastidies aquí, puedes ir a dar una vuelta y comprarte algo.

—¡Que va! Quiero dar mi buen visto —engancho mi brazo con el suyo y lo arrastro hacia la tienda—. Mi papá no irá con trajes llenos de manchas de café a su cita con su novia.

—¿Cómo Paulette permitiría eso? —bromea, sonriente.

—¡Inaceptable!

Dentro de la tienda se nos acercó un chico dependiente de unos veintitantos, le expliqué un poco la situación y él con una sonrisa nos guió a papá y a mí a la sección de trajes. Mientras los hombres conversaban sobre la forma del cuello, las mangas, que si esto del saco, que si esto del pantalón, yo me paseé por la tienda a ver qué más podía comprarle a papá. Me centré mas que todo en el área de corbatas y corbatines, papá es de mente distraída y manos torpes, así que de seguro sus corbatas también tienen manchas de café.

Tomé un par que podrían gustarle: una negra con rayas azules, otra azul y la última con estampado de huellitas de gato. Él ama los gatos.

Volví a los probadores donde ví los pies descalzos de mi papá por la abertura de la puerta, el chico dependiente estaba esperando paciente a un lado.

—¿Es un buen traje? —le pregunto al chico—. Ese hombre quiere impresionar a su novia.

—¡Polet! —me regaña papá dentro del probador.

—¡Sigue con tus cosas, Chris! ¡Estamos hablando los adultos!

El chico dependiente se rió, ahí noté el piercing en su labio inferior.

—Es un traje de calidad, tela de algodón resistente y fácil de quitar manchas por si surge alguna emergencia —mira las corbatas que llevo en el antebrazo—, y combina con cualquiera de esas tres, incluso con la de gatitos.

Eso de seguro iluminó mi mirada.

—¿En serio?

Asintió con una sonrisa de lado.

Poco después, papá salió del probador con un traje de un azul bastante oscuro con una camisa blanca bajo un chaleco y el saco con pantalones a la talla. Normalmente los pantalones de vestir le quedaban por los tobillos ya que papá es un poco más alto, sin embargo estos le quedaron perfectos. Me acerqué a él para quitarle las pocas arrugas del saco y probarle las corbatas, el chico tenía razón, con las tres quedaba perfecto.

Me alejé un par de pasos, lo miré de pies a cabeza, luego le di mi pulgar arriba.

—¿Me queda bien? —cuestiona con una sonrisa insegura.

—Papá, te ves... —pienso en la palabra, cuando la encontré, hice ese gesto que los italianos siempre hacen—, incredibile!

Él se ríe viéndose en el espejo de cuerpo completo que estaba fuera de los probadores.

—¿Tú dices?

—Venga ya, papá, ese es el traje perfecto para que impresiones a Aldana.

Se estuvo viendo en el espejo unos buenos diez minutos en dónde el chico dependiente y yo estuvimos hablando en voz alta a propósito para convencerlo de que ese era el traje ideal. Tenía que aprovechar esta oportunidad, no todas las veces el primer traje que te pruebas te queda perfecto.

—Bueno, este será —anuncia papá y yo festejo con un «¡Sí!»

Se cambió a la ropa que traía antes y juntos nos fuimos a la caja a pagar el traje y las tres corbatas, más tarde lo convencería para que use la de huellitas de gato. Ya fuera de la tienda, con una bolsa de papel en manos, papá me miró sobre su hombro.

—A ti también tenemos que comprarte algo.

—¿A mí? ¿Por qué?

—Vamos, Polet, tú también te tienes que ver bien esta noche.

—Acepto si luego vamos por un helado.

Finge pensarlo unos segundos.

—Trato.

Cómo yo no era de ir mucho a tiendas, me metí en la primera tienda de ropa femenina que encontramos. Busqué entre los percheros algún vestido bonito para usar esta noche que se ajuste con la cierta elegancia que tendría la cena. Otra dependiente se acercó a ayudarme, me guió con papá al final del lugar donde habían montones de vestidos. Me ayudó a elegir un par que me fui a probar.

Quería algo bonito y elegante, pero que no sobrepase lo ostentoso ya que me gustaría usarlo en otras ocasiones. Me probé un largo vestido color azul marino que hacía a juego con el traje de papá, a él le gustó pero a mí me pareció demasiado. Luego fue uno rojo con falda en capaz brillantes y espalda descubierta, ambos estuvimos de acuerdo que no estaba en mi zona de confort.

Por último fue uno más sencillo de color negro, con manga de tirantes que se ataban sobre mi hombro y de cuello alto con la falda de estilo pañuelo, por todo el vestido tenía bordados de rosas discretas. Cuando me lo probé, me gustó lo que ví en el espejo, era sencillo y elegante, no se salía de mi zona de confort y podría utilizarlo en otra ocasión.

Salí del probador fingiendo ser una modelo, papá y la dependiente se rieron.

—Me gusta —dije, girando para que la falda se volara.

—A mí también, es de tu estilo.

—¡Lo sé! —aliso las pocas arrugas que ví en la falda—. Será este vestido.

Volví al probador por mi ropa y a quitarme el vestido. Papá después pagó por él y un par de mallas negras que le irían perfectas con unos botines que dejé en casa. Cómo ya teníamos nuestras compras, fuimos por ese helado. Elegimos los sabores de siempre: pistachos con maní para él y para mí de chocolate y fresa.

Nos estábamos sentando en una mesa para descansar de largo camino que hicimos de las tiendas a la feria de comida cuando a mi móvil entró una llamada de mamá.

—¡Hola! —saludamos él y yo al mismo tiempo.

—Oh, están mis Seavey's favoritos juntos —se rió mamá.

—Una salida imprevista —responde papá, dando una lamida a su helado.

—Siempre robandome a mi hija, Chris —bromea ella, papá se ríe—. En fin, cielo, me preguntaba si querrías pasar la noche conmigo. Saldré temprano del trabajo y estaba pensando en una noche de chicas, helado, pizza, palomitas, películas y muchos dulces. ¿Qué opinas?

Papá y yo compartimos una mirada, ambos con los helados a medio camino de nuestra boca. Formulé sin emitir sonido «¿No le dijiste lo de la cena?» me respondió meneando la cabeza.

No, papá.

—¿Polet? ¿Sigues ahí?

—Sí, mamá, sigo aquí —comí el helado que se estaba resbalando por el cono—. Bueno... sería genial, y me encantaría, pero... —pienso las palabras para utilizar sin tener que herirla—, es que...

Papá suelta un suspiro y viene a mi rescate:

—Mira, Nathalie, sé que los fines de semana son tuyos, pero es que esta noche Polet tiene que estar conmigo para la cena con Aldana y sus hijos.

—¿Aldana? —inquiere mamá, de seguro debió de hacer ese gesto suyo de arquear una ceja.

—Te he hablado de ella, Nat, mi nueva... —se atragantó un segundo—, es mi nueva pareja.

¿Soy la única que está notando la incomodidad aquí? No es que papá no pueda tener nuevas parejas, mamá incluso estuvo saliendo un tiempo con un tipo que no duró más de un mes, solo que... es raro escuchar hablar a tus padres, los que viste juntos por quince años, de sus parejas, en este caso, a papá hablando de su nueva pareja.

Ellos mantienen una buena relación como amigos, después de todo, estoy yo en medio y no les queda más opción.

—Oh, claro, la mujer nevandence que conociste el año pasado —papá hizo un sonido afirmativo con su garganta—. Vale, se conocerán hoy —hay un silencio en la línea—. Comprendo, Chris, necesitas a Polet este fin de semana, no hay... —ella se aclara la garganta—, no hay problema. Con tal que no me la robes el próximo fin de semana.

Él y yo nos miramos, esto no le estaba sentando bien a mamá, la conocemos, cuando hace bromas es que quiere ocultar las cosas. También conocía a esa mujer mejor que a mí misma, aunque a veces no nos entendamos, sigue siendo mi mamá.

—¿Estás segura? Puedo pasar la cena para otro día.

—Sí, claro, quizá la vea mañana un rato, ¿Qué opinas, corazón?

—Me gusta la idea.

—Genial, entonces te pasaré a recoger a casa de tu padre mañana. Cuidense, mis Seavey's favoritos, y disfruten la cena.

Sin más, mamá cuelga la llamada.

Ambos volvimos a la realidad dónde nuestros helados se estaban derritiendo.

—¿Crees que esté bien? —le pregunto.

—Si te soy honesto, esto la hirió —asentí, mamá no podía mentirnos a nosotros—. Si quieres ir con ella, lo entenderé, Polet.

—No, no, te prometí esto desde hace meses. Mañana lo hablo con mamá.

Él suspira, no estando muy de acuerdo, pero sin refutar, iría a esa cena porque se lo prometí y porque necesito quitarme la incertidumbre de encima. Si retrasaba este evento pasaría otro tiempo sin dormir bien.

—Mejor vayamos a casa.

***

Horas más tarde me estaba dando los últimos retoques al maquillaje sencillo que me había hecho. No solía maquillarme mucho, solo para eventos especiales, y cómo esta cena es un evento especial, requiere de maquillaje.

Nada tan exagerado, solo unas pinceladas de rubor y un labial de color suave para finalizar. Me gustaba lo que veía en mi espejo, el vestido queda increíble con las mallas y los botines, me había hecho mis clásicas trenzas a los lados y le había agregado unas plumas pequeñas de color rojo para dar más vida a mi ropa de esta noche.

Cuando me arreglaba, me veía increíble.

Bajé las escaleras hasta la sala anunciando que ya estaba lista, en la sala encontré a papá ajustándose la corbata de huellitas de gato. Sí, lo había convencido.

—¿Listo?

Dió unos últimos retoques a su traje y asintió soltando un suspiro.

—Estoy listo.

Le sonrío para animarlo, aunque yo empezaba a ponerme bastante nerviosa.

—Andando, fiera, tu chica ya debe estar esperándonos.

Papá despide una risa nerviosa y juntos salimos del apartamento seguido del edificio, en el lobby, Gerard, el portero, nos dió cumplidos a ambos. Nos subimos al coche y papá condujo al restaurante donde había quedado en encontrarse con Aldana. En el trayecto empecé a caer en el hecho de que, ¡Estoy a segundos de conocer en persona a la novia de papá! ¡¿Cómo es que no lo había notado antes?!

—Todo estará bien —anima, no sé si para él o para mí—. Todo irá bien.

Asentí obligandome a creer en ello.

Tardamos diez minutos en llegar al restaurante, que era un edificio alto con una escalinata de entrada donde dos porteros nos abrieron la puerta a papá y a mí. El lobby era un pasillo extenso donde llegué a ver una fuente que chorreaba agua y varias parejas, algunas de ellas con mascotas.

—¿Se permiten animales aquí? —cuestiono, enganchada al brazo de papá.

—Sí, Aldana me dijo que Sam traería a Lucky, no quería que el pobre perro se quedara esperando fuera de un restaurante en la noche solo.

Asentí de acuerdo, claro que yo no sabía quién demonios era Lucky, pero bien por papá por invitarlo a la cena.

Un mesero nos preguntó por nuestra reservación, papá respondió todas las preguntas del protocolo de reserva, otro mesero nos guió entre las mesas con comensales riendo y hablando a nuestro lugar. Cada vez que nos acercabamos, mi corazón latía con más prisa y mis manos sudaban, no podía despegarme del brazo de papá por más que quisiera.

—Aquí está su mesa, señor Seavey —anuncia el mesero antes de retirarse.

Paso saliva, mirando.

Era una mesa grande para cinco personas vestida con un mantel blanco y telas en color vino como decoración, había una jarra con hielo y otra con agua, además de cuatro copas y un vaso para niños. Tomé valor para ver a las personas sentadas en tres de las cinco sillas. La primera que ví fue a una mujer que parece ser un par de años menor que papá, con una melena pelirroja rizada hecha un chongo elegante, ojos almendrados de un verde precioso y una sonrisa amigable de dientes blancos.

—Paulette, me alegra al fin conocerte en persona —dijo ella, poniéndose de pie, dejándome ver el bonito vestido que hace juego con el traje de papá. Las mangas eran a mitad del codo y tenía un amarre en forma de lazo en el centro del estómago.

Ella... de verdad que era una mujer preciosa con una cálida sonrisa amable.

De pronto, empecé a sentirme bastante nerviosa. Los pensamientos de que no podría agradarles volvieron.

—Polet, di algo —murmura papá.

Quise, solo que no pude. Mi garganta se cerró y mis cuerdas vocales se negaron a emitir sonido. Volví a sentirme como aquella niña de seis años tímida por tanta gente en una elegante gala del trabajo de su madre. Solo que aquí no hay tanta gente, son solo tres pelirrojos que si les caía mal, sería mi fin en esta nueva familia.

Entonces, Aldana me regaló otra resplandeciente sonrisa suya.

—Está bien, comprendo que estés nerviosa. Te daremos tu tiempo —mira a los otros dos asientos—. Ellos son mis hijos.

Otro tipo, que sé que es tres años mayor que yo, también me regaló una sonrisa amable que se parecía mucho a la de su madre. También tiene la misma melena pelirroja que Aldana, solo que con ondas bastante desordenadas, tenía parecidos a su madre con algunos pocos rasgos diferentes, el más grande es que él no tiene los ojos verdes, si no que son de un marrón bastante claro, me recordaron a los ojos de Nyl. Iba de mangas largas blancas con un chaleco negro y una corbata color vino con líneas blancas.

A su lado estaba un niño de diez años, Sam, si no recordaba mal, el niño en cambio a su hermano no llevaba un chaleco, si no que tenía tirantes azules oscuros y un corbatín color coral que lo hacía ver bastante tierno. Eso sí, ambos parecían no conocer lo que es un peine porque sus cabellos eran ondas desordenadas que apuntaban en diferentes direcciones.

—Al fin nos conocemos, tu padre siempre habla de ti —el tipo extendió la mano hacia mí, antes de tomarla la sequé discretamente con mi vestido—. Aidan López, un gusto, Paulette.

El niño se extendió sobre la mesa para darme la mano también.

—Yo soy Samuel, pero dime Sam, mis amigos me llaman así.

Me sentí mal por no decir palabra alguna, así que lentamente me solté del brazo de papá y me aclaré la garganta.

—Eh... es un gusto conocerlos, papá... él también me a hablado mucho de ustedes —paso saliva, no me gustaba que todos tuvieran la mirada encima mío—. Y díganme P-Polet, todos me llaman así.

Sam sonríe, tenía una sonrisa tierna he infantil.

—Polet, es lindo.

Le sonreí de lado, agradeciendo el cumplido.

Papá y yo tomamos nuestros asientos designados, mi asiento estaba en medio de papá y Sam, en el suelo a mi lado ví a un lindo golden retriever echado sobre sus patas delanteras, su paseador estaba siendo pisado por la silla del pequeño a mi lado.

—Oh, este es Lucky, es la mascota de una amiga de Aidan, le hago el favor de cuidarlo —me dijo Sam, dándose cuenta que me había quedado viendo de más al canino.

Alargué la mano para dar caricias a su cabeza peluda que recibió bastante gustoso, eso me hizo sonreír.

Los meseros trajeron nuestra comida después de pedir, yo veía atenta como todos hablaban y daba algunas miradas a los hijos de Aldana. Pelirrojos, ¿Quién diría que papá estaría con una pelirroja? No lo ví venir. Cada vez que Aidan me cachaba viéndolos, trataba de desviar la mirada lo más rápido que podía a mi plato, igual sabía que él ya me había pillado.

Quería hablar, entablar un tema de conversación para conocerlos, solo que no podía porque mi modo sociable ya se había apagado y quién sabe cuándo volverá a encenderse.

—Oye, no mordemos. Estarás bien —dijo Aidan en otro momento que me atrapó viéndolos de soslayo.

Sam se ríe.

—Somos buena onda, yo más que él —señala a su hermano, que le puso una gran cara de indignación que me sacó una risa.

Bueno, ellos estaban haciendo el intento por hablar conmigo, no los bloquearé.

—Lo siento, es que... yo no suelo hablar mucho con gente nueva.

—¿Reacia a conocer gente que puede cambiar tu entorno? —cuestiona Aidan.

Asentí lentamente, esas eran las palabras exactas que no había podido encontrar.

Él me sonríe de lado.

—Tranquila, Polet, Sam tiene razón en algo, somos buena onda.

—Yo más que él —agrega Sam, haciéndome reír otra vez.

Empezaron un tema de conversación y aunque me tomó unos minutos entrar en el calor de la charla, pude lograrlo y empezar a hablar hasta por los codos, eso pareció poner feliz a los hijos de Aldana porque parloteamos toda la noche causandole gracias a nuestros padres por nuestros temas de conversación.

Papá tenía razón y Phoebe también, solo debía de ser yo y les caería bien. No noté gestos malos ni cambios de humor pesados, solo buena vibra. Sam incluso me preguntó por mi media parte cherokee, y vale, me sorprendió porque no sabía que él tenía conocimiento de eso, pero de igual manera le expliqué y conté algunos de los viejos cuentos que me decía mi abuelo, incluso le enseñé otras frases en tsalagi que papá aún no le había mostrado.

Resultó ser una cena increíble con Aldana y sus hijos, Aidan incluso había tomado unas selfies que me compartió al intercambiar números. Papá sonrió en mi dirección y gesticuló un «gracias»

—Soy medio famoso, Polet, así que aprecia mi número —regodea él en broma.

—No le hagas caso, todavía no es lo suficientemente famoso —sugiere Sam, dándole una tira de su pollo Lucky.

—Estás muy bocazas hoy, Samuel.

—Tengo que aprovechar la oportunidad que tengo de molestarte —y le sacó la lengua, gesto que Aidan devolvió.

Estaba segura que con esos dos no podría dejar de reírme.

Cambio mi mirada a Aldana sentada frente a mí, ella me sonríe de labios cerrados y guiña un ojo en mi dirección.

No estará mal convivir con estas personas.

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