61. Dos semanas siendo zombie. Una graduación siendo zombie pero arreglada
Fueron semanas agotadoras dónde los minutos parecían horas y las horas parecían años. Una clase de matemáticas duraba unos tres siglos y, contraproducente, el almuerzo parecía durar unos cinco minutos.
Reafirmo mi odio al fin de curso. Se supone que debería ser relajado, estamos saliendo de clases, ¿Para qué más tareas? Pues no, en Leighton no les parece adecuado, así que llenan a sus estudiantes de montones y montones de trabajos y exámenes.
La rutina por las siguientes dos semanas fue: dormir, despertar, desayunar, sufrir en clases, sufrir en el almuerzo por estar haciendo una tarea para tu siguiente clase, fin de día, sufrir haciendo otras tareas para otras clases. Hace tres días tuve que meter mi mano derecha en un cubo con hielo porque estaba amoratada.
Y no solo sufría por las interminables actividades, sino también por el dichoso discurso que debía de dar en el acto de grado. Sí, sigo queriendo asesinar a Letty, pero mi energía es casi inexistente y lo poco que me queda la concentro en labores, por lo que dejaría esa tarea para después.
De todos modos, ella no estaba mejor que yo. El fin de semana pasado, cuando bajé a la biblioteca a buscar un libro de física la encontré durmiendo sobre sus libretas de apuntes con unos lentes de sol cubriendo sus ojos, lo que no disimulaba mucho. Una fina línea de baba le brillaba en la comisura y su brazo izquierdo estaba extendido sobre la mesa con un lápiz en la mano.
Obviamente, le tomé una fotografía.
Algunos llevan mejor el fin de curso que otros. Por ejemplo, Josiah y Rascal, por sorprendente que sea, el moreno fue lo bastante inteligente como para adelantar materias, muy diferente a Penn, que también encontré una tarde dormitando en la biblioteca. Josiah por su parte es de octavo curso, no tiene materias tan complicadas como nosotros así que podía pasearse tranquilamente por ahí y dormir hasta tarde los fines de semana.
Lo admito, le tengo envidia. Yo también quisiera volver a octavo curso.
Podría decir que Percy es el más ajetreado de todos, entre la escuela y sus responsabilidades de la editorial, aún sigue llegando a mi habitación todas las tardes luciendo derrotado y pisoteado por un gigante, pero... no, ni siquiera él luce tan patético. Ese puesto se lo lleva nada más y nada menos que...
Phoebe.
En las dos semanas siguientes la encontré en nuestra habitación llorando de frustración, después negándose a llorar y molestandose al punto de romper más de diez lápices por pura fuerza bruta. Phoebe es bastante inteligente, me atrevo a decir que después de Percy, es la más lista del grupo, pero incluso ella se siente agotada por todo esto. Además, sobre sus hombros estuvieron los exámenes de admisión a la universidad, lo que le implicó sacrificar varias horas de sueño por estudiar.
Las sesiones de estudio nos vienen bien a todos, pero al terminarlas volvemos al estrés de siempre. Nos ayuda con unas materias, aunque no con todas puesto que hay clases en las que no todos estamos juntos.
Estúpido sistema escolar de poder elegir las materias que quieres ver.
Para suerte o puede que un milagro del cielo, después que terminaron los exámenes finales y pruebas, además de terminar de presentar los proyectos, las cosas se pusieron más relajadas. Pudimos concentrarnos en cosas como la graduación, en el baile y en ir vaciando nuestras habitaciones.
La tarde-noche en que Phoebe y yo empezamos a guardar nuestras cosas sentí un poco de nostalgia. Lo único que extrañaría de este lugar, aparte de mis amigos, sería este cuarto. Ha sido testigo de buenos y malos momentos, unos de insomnio y otros de sueño profundo. Gritos de emoción y espanto. Momentos lindos como la pijamada que tuvimos unas semanas atrás y la noche en que Percy se quedó a dormir conmigo. Y otros como noches enteras de llanto y arrepentimientos de viejos amores.
Sus paredes guardan tantos recuerdos buenos y malos.
—Sí, yo también extrañaré este sitio —comentó Phoebe, quitando uno de los pósters de Taylor Swift de la pared—, ha sido mi habitación por los últimos dos años. Echaré de menos las cosas locas que pasaron aquí.
Acto seguido, quitó el póster de 5 Seconds Of Summer arrancando un poco de la pintura.
Ya el personal directivo nos había informado que debíamos de ir guardando nuestras pertenencias, fotografías, pósters, cosas que hayamos colgado en la habitación, ir acomodando nuestra ropa para que así no haya más estrés el último día en que nos tengamos que retirar. Nadie quiere otra ronda de estrés, así que acatamos la orden y ya llevamos dos días recogiendo nuestras cosas, de poco a poco, guardando en cajas y doblando nuestra ropa para solo tener que guardar en la maleta.
Yo no he acumulado mucho desde que me mudé aquí, así que podía guardar mis cosas en las cajas que traje y mi ropa en mi maleta y mochila. Phoebe, por su parte, sí que ha conseguido cosas nuevas en su estancia de dos años, por lo que no podría llevarse todo a Australia.
—Puedes dejarlas en mi casa —sugerí desde mi cama, ya llevando mi pijama pero terminando un trabajo de literatura, a su vez también intento escribir mi discurso—, papá tiene un depósito donde guarda cosas, puedes dejarlas ahí, incluso en mi habitación, hasta que vuelvas.
Ella me sonrió desde su lado, guardando las fotografías de su familia en papel de burbujas.
—Gracias, Polet, eres una buena amiga.
—Solo me gusta apoyar —encogí los hombros, volviendo a mis deberes.
Esa noche, tanto ella como yo nos dormimos a las dos de la mañana. Phoebe acomodando sus cosas y ropa y yo con ese discurso estúpido que me está quitando el sueño.
Tenía que pensar en algo, no voy a rendirme tan fácil pese a que no quería esto.
¿Qué se puede decir en un acto de grado? En mi vieja preparatoria no era un discurso motivacional que animara a los estudiantes a seguir sus sueños. No. Simplemente era un breve resumen de la biografía de algún padre fundador (los de la prepa eran raritos obsesionados con esa gente muerta) ya que las graduaciones se llamaban como el candidato elegido de ese curso a graduar. Confuso, lo sé, muchos no lo entendíamos tampoco.
El caso es, que nadie tenía que preparar un discurso motivacional, solo ibas a Wikipedia por un resumen histórico y ya está. La peor parte era leerlo frente a tanta gente. Aquí la peor parte es describir ese dichoso discurso, empiezo a considerar que lo más fácil será decirlo frente al público.
Consideré en demitir, soy más de leer que de escribir, pero hay algo... cómo una sensación insistente, tal vez mi parte más terca, que no me permite ir a hablar con la orientadora para que pongan a la otra chica de último curso a dar el discurso.
«Tienes que hacerlo, debes hacerlo»
No tenía y tampoco debía, no obstante las opciones eran escasas.
—¿En qué piensas tanto? —preguntó Percy a mi lado.
Estamos sentados en las escaleras de entrada comiendo gomitas de la máquina expendedora de la cafetería, viendo como un grupo de chicos y profesores decoran el ala derecha del jardín con luces, mesas y globos. Nuestro baile escolar sería al aire libre (nadie quiere el cliché de la cancha de básquet) para aprovechar la noche estrellada que se pronostica.
Desde aquí se oyen las risas y bromas que se hacen entre todos, los maestros negando con la cabeza, tal vez pensando que esos chicos son unos tontos o que los echarían de menos, ¿Quién sabe?
—Sigo en blanco para el discurso.
Le conté hace días sobre el problema en el que Letty me metió, insistió en ayudarme pero me negué porque él ya tenía mucho encima. No quiero ponerle más cargas.
—Mi oferta sigue en pie.
—Mi rechazo también. Tú ya tienes trabajo pendiente, déjame esto a mí, tal vez se me ocurra algo.
—Ese tal vez no suena muy prometedor...
No, no suena así. Suena más bien como un «huiré en el último minuto» o que no tengo creatividad para estas cosas.
—Confía en mí —respondí, comiendo una gomita de gusano.
—En ti claro que confío, ¿En tu creatividad? Pues no tanto —choco mi hombro con el suyo, riendo—. ¿Segura que podrás? La graduación es en dos días.
Dos días, ha pasado casi un mes desde que me asignaron esta tarea, ahora tengo dos días.
—Yo sé que sí.
Llegó la noche previa a la graduación y aún no tenía nada.
Eran las dos treinta de la mañana, no he podido pegar un ojo, no por los nervios de graduarme, sino por los nervios de que no tenía nada. Phoebe ronca plácida en su cama mientras que yo estoy aquí, tiesa como un palo, sintiendo un tic en el ojo izquierdo.
Vamos, Paulette Ocasta, piensa en algo, lo que sea. Te han dicho que eres elocuente, eso sirve de algo, ¿Verdad? Por algo quieres estudiar derecho, porque sabes usar las palabras... para defenderme de idiotas y también insultarlos, no para dar discursos.
Solté un gruñido de frustración, mirando el techo de yeso.
—¿Alguna idea?
Para mí suerte, no respondió.
Cómo no tenía sueño ni inspiración decidí subir a la azotea a ver si conseguía con lo qué inspirarme. Llevé libreta en mano y un lápiz por si surgía el momento en que a las musas les diera por darme una bendición. Muy cuestionable, pero es mejor estar prevenidos. Arriba me recibió el silencio en compañía de plantas en sus respectivas macetas, me pregunté entonces, sentándome en una de las sillas, que sí han sido Percy y Phoebe los que han mantenido las plantas aquí, ¿Las dejarán morir al ellos irse? ¿Subirán los jardineros hasta aquí para mantenerlas vivas? Esperaba que sí.
Observé el panorama de la azotea, vacío como siempre. La pérgola es el espacio decente que tiene con sus sillas y luces, de resto es una azotea cualquiera dónde los pájaros hacen nido dentro de los ductos de ventilación.
Resoplé haciendo girar las silla, estuve en eso unos buenos cinco minutos. Tuve que detenerme por el mareo que me atacó.
Aún seguía sin tener nada.
—Genial, Paulette —dije para mí—, en unas horas estarás en una tarima frente a cien personas y no tienes tu discurso. Asombroso.
Por unos segundos tuve la tentación de ir a ver si Percy estaba despierto, empezaba a arrepentirme de haber rechazado su oferta. Él es escritor, claro que sabe de esto más que yo. Sin embargo, me detuve en el segundo que bajé el pie al suelo.
No, no, no. Esto es tu problema, ya él tiene mucho sobre sus hombros.
Respiro profundo, mantengo los ojos cerrados imaginando el escenario de unas horas. Sentí el cosquilleo nervioso y una sensación de ansiedad leve, balbuceé algunas cosas, nada de verdad bueno.
Seguí haciéndolo, concentrándome cada vez más, poniendo todas mis neuronas a trabajar. Estoy segura que algunas neuronas se habrán quemado por el esfuerzo que hice.
Pero no paré, debía de tener pinta de estar hablando sola o invocando al diablo, no podría importarme menos. Pausé varias veces, escribiendo lo que me gustaba, estructurando mi discurso.
Se hicieron las tres quince cuando terminé. Hice un par de correcciones, taché algunas palabras y las cambié por otras, pero ahí estaba, escrito con mi letra más horrible: el discurso que daría más tarde.
—Bien hecho, Polet —se me escapó un bostezo—, mejor vete a dormir.
Volví a mi habitación, el colchón me recibió y mi manta me abrazó con su calidez, noqueandome en un sueño profundo.
***
Dormí más horas a las que últimamente he estado acostumbrada, y de no ser porque Phoebe me sacudió a eso de las once treinta, habría seguido de largo.
—Despierta, despierta.
—¿Eh...?
Me pesaban una tonelada los párpados, mi cama parecía estar hecha de nubes porque estaba lo más suavecita posible y mi manta lo más calentita que nunca a estado. Ahora entiendo por qué Percy duerme tanto: luchar contra esta sensación de somnolencia es difícil, tú quieres volver a echarte y tú cerebro está más que de acuerdo. Solo estás pensando en seguir durmiendo hasta que se te acabe el sueño, pero tú sabes que ese sueño no se saciará.
Y viéndolo desde esa perspectiva, es bastante peligroso, ¿Cómo Percy puede lidiar con esto?
—Vamos, despierta.
Aparté mi sábana y me senté en la cama, bostezando y refregando mis ojos. Sí, sí, debo de despertar. No puedo seguir durmiendo.
—Buenos medio días, dormilona —saludó Phoebe, lleva el pelo húmedo y una muda de ropa fresca—. Yo que tú, iría a darme una ducha antes que el baño se llene.
Procesé la razón de mi existencia cinco minutos en los que conectaba con mi entorno y el año en que existía. Aún me sentía dormida y mi cama parece susurrar con un tono suave «vuelve, ven a descansar» salí antes de poder caer en su tentación.
—Tenemos cuatro horas para arreglarnos —mencionó Phoebe frente a su espejo.
—Me parece más que suficiente.
—Oh, Polet —me dió una mirada por el reflejo—, nos faltará tiempo.
Corrección: a ella le faltó tiempo.
El cabello de Phoebe me parece precioso, su volumen, los rizos he incluso ese color castaño claro con reflejos rubios. Tiene el cabello más bonito de todos junto al de Aba y Penn (cobrizo, ondulado, brillante y muy sano) pero es una cabellera difícil de trabajar, dicho en sus mismas palabras, y hoy mi mejor amiga tomó la sabia decisión (¿O estúpida?) de definirse los rizos para que no fuera una esponja atrapa moscas.
Sí, de vez en cuando una mosca se le queda atrapada en el pelo. Es asqueroso.
Y la mitad del tiempo que tuvimos para alistarnos se pasó en eso, además de maquillarse. Yo estuve lista en media hora, la ropa que usaría bajo la toga es una de mis combinaciones favoritas de mis prendas que traje del fin de semana que fuimos a comprar los vestidos, hice el maquillaje más sencillo, desenredé mi cabello he hice las clásicas trenzas, agregando entre mechones plumas blancas y rojas que hacen juego con mi ropa y ya está. Me complicaría más tarde, no ahora.
Phoebe no, ella quería lucirse en los dos actos.
—Phoebe, se nos hará tarde.
—¡Ya casi termino! —se estaba secando el pelo, o eso creo. Para ser sincera, ya no sabía lo que estaba haciendo.
Un teléfono sonó con una canción de ABBA, suficiente para saber que se trataba del suyo.
—¿Puedes contestar? Seguro es mi mamá.
No se trataba de una llamada normal, sino de una videollamada. Sería la primera vez que vería a los padres de Phoebe, al menos no me veía mal.
Contesté.
—¡Pheebers! —exclamó la mujer del otro lado. Frunció el ceño—. Eh, tú no eres Pheebers. ¿Dónde está mi hija?
—¡Ocupada! —gritó—. ¡Ella es Polet, mi mejor amiga!
—Hola, señora Roberts...
—Oh, con que tú eres la famosa Polet. Es un gusto, cariño, Phoebe nos a contado mucho de ti. Soy Bindi.
—También es un gusto.
—Ahora, ¿Podrías preguntarle a Phoebe en qué fila vamos ubicados? Estamos perdidos aquí.
Ella se apareció a mi lado con medio ojo delineado.
—¡¿Ya están aquí?!
—Así es —la madre de Phoebe amplía el panorama, enseñándonos un montón de sillas y cesped verde: el campo de fútbol, donde sería llevada a cabo la ceremonia. Detrás de ella saludan un par de niños y un hombre, todos los he visto antes: el papá y los hermanos pequeños de Phoebe.
—¡Hola, Pheebers! —saludaron al unísono, pude notar que su padre va en muletas, aún en recuperación de su accidente. Su hermana, Mellie, se veía mucho mejor.
—Entonces, ¿En qué sección vamos? —insistió su mamá.
—Eh... ¿Cerca de la tarima, Polet?
—Tercera fila del ala de asientos izquierda, cualquier asiento, pero es esa fila.
—Sí, eso.
—Vale, gracias chicas. ¡Aquí te esperamos, cielo!
Dicho eso, colgó la llamada.
Phoebe terminó de arreglarse lo más rápido que pudo, pese a las prisas, su maquillaje lucía perfecto: sombras negras y verdes que hacen juego con sus ojos, brillo labial que resalta sus labios y sus rizos más definidos que nunca.
—Estás muy guapa, Phoes.
Hizo un gesto restando importancia, aún así pude ver qué medio se sonrojó.
—Tú también estás muy guapa, Polet —recogió su toga y el birrete—. Andando, una graduación nos espera.
Y tuvo que esperarnos unos diez minutos en que nuestros demás amigos se terminaban de alistar.
Así que ahí estábamos, Phoebe, Percy y yo esperando por Nyl, Aba y Letty.
Phoebe soltó un resoplido.
—Mejor iré a ver en qué puedo ayudar a aquellas dos —se fue a la habitación de las chicas, dejándonos a nosotros dos en el pasillo vacío.
—¿Nerviosa? —me preguntó.
—Ansiosa —respondí—, quiero terminar con esto de una vez.
—Sé que lo harás bien.
Le sonreí agradecida.
Es extraño pensar que unos meses atrás estábamos en ese mismo pasillo siendo solo un par de desconocidos. La chica nueva en el internado y el amargado chico callado. ¿Quién diría que ellos dos estarían de nuevo ahí, juntos en un sentido romántico?
Es extraño, pero también es lindo. Me pongo a pensar en todo lo que pasó los últimos meses, las caídas, los bajones y también las subidas y ánimos por las nubes. Los buenos y malos momentos. Es cierto eso que dicen que la vida es un sube y baja emocional. No todo va en línea recta ni tampoco es una eterna bajada. Es una montaña rusa: subes, bajas, giras, sigues recto. No hay un patrón, es algo en constante cambio. Nunca sabes lo que te depara el mañana, y aunque asusta, ¿No es esa la gracia de la vida? ¿Prepararnos para lo que viene? La rutina puede ser cómoda, pero en un punto se vuelve monótona. La aventura, esa incertidumbre de lo que se avecina, en cambio... pues, es un poco más emocionante.
Y aunque hay momentos que no quisiéramos pasar por el dolor, hay que tener en cuenta que ese mismo es parte de la vida. La tristeza, el llanto y el sufrimiento son sentimientos inevitables. Llorar no nos hace débiles, sentir tampoco, nos demuestra que tenemos un corazón, que hay cosas que nos afectan, que somos humanos. La cuestión siempre estará en no dejarte hundir al fondo.
Y si te hundes, lucha por volver a subir.
—¿Sabes? —la voz de Percy me trae de vuelta a la realidad—, a veces me pregunto... qué fue lo que me hiciste.
—¿Yo? —señalé mi pecho, riendo.
—Es que... no sé... estoy como obsesionado contigo —mis mejillas se calentaron—, de cada cosa... de cada forma —sacudió la cabeza, sonriendo para sí—. De verdad que me sorprende darme cuenta que tú eres lo único que pienso la mayor parte del día. Pareciera que nunca sales de mi cabeza.
No me está mirando, su mirada se mantiene fija en las nuevas zapatillas deportivas. Se está apoyando de la pared, como si fuera un niño regañado por una travesura. Reparé en que él también se encuentra tan sonrojado como yo.
—Mis ojos están puestos en ti —me miró de reojo, ladeando una sonrisa que le remarca el hoyuelo—. Aunque peleemos, estemos enojados o cada uno en otra punta del mundo, mis ojos estarán siempre puestos en ti.
»No suelo estar seguro de muchas cosas, pero eso... eso es algo que creo con determinación.
Es como si estuviera flotando en una nube de ensueño, esto no me parecía real y, a su vez, estaba consciente de que sí lo era. Me quedé viendo a Percy, totalmente atónita por sus palabras. No me las esperaba en lo absoluto, los cumplidos o palabras dulces no suelen ser lo suyo, eso es más de mí que de él. Escuchar eso de su parte se siente... cómo una caricia al corazón.
Yo también estaba segura de eso: que mientras él se mantenga en mi vida, no tendría ojos para nadie más. Me encanta ese chico, es el centro de todos los sentimientos románticos que llevo conmigo y no pretendo ni quiero que alguien más ocupe ese lugar.
Quería que fuéramos él y yo para siempre si es posible.
Y vale, ambos solo somos adolescentes con un montón de experiencias las que vivir. No obstante, ¿Quién dice que esas experiencias no las podemos vivir juntos? Quiero que esta relación dure y por las palabras de Percy, deduzco que él también lo quiere.
—Parece que te he dejado sin palabras —bromeó.
—Un poco, sí —entrelacé nuestras manos—. ¿De verdad piensas eso?
—No lo pienso, Polet, lo creo. Me gustas mucho, y no quiero que esto entre nosotros se quede aquí. De verdad quiero saber hasta donde podemos llegar.
Retuve mi grito de emoción para después.
—Una relación a largo plazo.
—Siempre lo fue, ¿No?
—Claro que sí, solo digo que quieres llevarlo más allá de la preparatoria. Algo de verdad serio.
—¿No era serio antes?
—¡Percy!
—Vale, vale —refuerza nuestro agarre—. Precisamente lo que has dicho, sé que podría ser difícil, aquí convivíamos todos los días, eso hacía más fáciles las cosas, ahora con las vacaciones y la universidad...
—Videollamadas, mensajes, podemos ir a ver al otro, pasar fines de semanas juntos.
—Quiero eso, nada más me preocupa... que no funcione tan bien como me lo he imaginado.
Suspiré. A veces también me ponía a divagar así. Percy tiene razón, la convivencia que hemos tenido aquí a ayudado un montón en el desarrollo de nuestra corta relación, ¿Y si eso cambia al vernos una vez a la semana?
—Si de verdad queremos que funcione, no deberíamos dudar en que no lo haría —respondí en voz alta mi pregunta interna—, será difícil, claro, más no imposible.
—Y siempre podremos visitar al otro.
Di un apretón a nuestras manos juntas, uno que repitió medio segundo después.
—Precisamente.
—No es el plan perfecto, pero es un plan. Lo haremos funcionar.
Besé su mejilla y dije antes de que llegaran nuestros amigos:
—Por nosotros, lo haremos funcionar.
Los chicos nos sorprendieron en medio de un intercambio de miradas, haciendo bromas y comentarios tontos.
—¿Ya están listos, irresponsables? —les preguntó Percy.
—No somos irresponsables, solo un poco atrasados.
—Claro, amigo, claro...
—¿Nos vamos a nuestro acto de grado?
Phoebe abrazó a las chicas por los hombros, acción que Nyl imitó con nosotros.
—¡Andando!
En el pasillo principal nos reunimos con nuestros otros compañeros. Se sentían los nervios y ansias en el ambiente, mezclado con un enorme sentimiento de felicidad. Todos aquí hemos sacrificado valiosas horas de sueño por recibir ese título.
Rascal y Penn no tardaron en unirsenos, felicitando a todos por «esta gran meta cumplida»
—Es algo esencial —comentó Penn—, no solo se trata de algo personal, sino también una responsabilidad hacia la comunidad y el cosmos.
Mi boca se torció en una mueca confusa. Penn mantuvo su sonrisa, como si lo que recién hubiera dicho tiene todo el sentido del mundo. Los demás mientras tanto le damos una mirada de «¿Pero qué rayos...?»
Rascal, por otra parte, le dió un par de palmaditas al hombro.
—Amigos, les presento a la versión mas nórdica y patrimonial de Penn Olsen. En casa solemos llamarlo Aksel.
Penn/Aksel sonrió con la mirada brillante.
Tengo entendido que el chico es de Noruega, él mismo lo dijo en aquel almuerzo y desde siempre se le a notado una forma rara de hablar. Algunas letras pronunciadas más que otras, unas palabras dichas de otra forma y así. Además, solo por su aspecto físico te das una ligera idea de que no es un chico local, pero lo pasas por alto. De no ser por ese almuerzo donde comentó que es del norte de Noruega, nunca habría sabido que él no es americano.
—Aksel —repitió Letty—, Ak... seeel... —se quedó en silencio unos diez segundos—, que nombre tan cool.
—Gracias.
No seguimos con la conversación porque nos llamaron para entrar a la ceremonia.
A medida que nos acercamos más y más diferencié a la exagerada cantidad de padres he invitados de los alumnos. Busqué a mi familia entre el gentío, no fue tan fácil como pensé porque encontré a más pelirrojos, no los suficientes para hacerlos pasar desapercibidos, pero sí para hacerlos difíciles de encontrar.
Papá, Aldana, Aidan, Sam y la tía Daphne están en la cuarta fila del ala izquierda. Ellos parecían estar buscándome también, cuando mi mirada conectó con la de Sam, hice un rápido saludo yendo a ocupar mi lugar.
Cuando todos los alumnos estuvimos en nuestros asientos, el director, que lucía un elegante traje azul oscuro, se acercó al micrófono y dió un par de golpecitos. En el área resonó el eco.
—Buenas tardes —todos respondimos—, bienvenidos sean todos a nuestro acto de grado del año vigente. En esta temporada despedimos a un grupo de alumnos que han dejado una marca en el internado Leighton.
El director puso sus ojos oscuros en mí, que intento hacer que la silla me trague.
—Como es tradición en Leighton, una alumna de último año subirá a dar su discurso de despedida. Así que quiero que reciban con aplausos a Paulette Ocasta Seavey, la elegida de este año.
Prorrumpieron los aplausos, vitores y hasta silbidos. Desde aquí escuché los gritos de mi familia y, en cuanto estuve sobre la tarima, los pude ver más claramente. Eran los más animados en esa fila, tanta era su emoción que la familia a su lado derecho les veían en reproche y ellos parecen ignorarlos. Después busqué a mis amigos. El orden de los asientos es por orden alfabético, de modo que yo estaba entre la S, Phoebe era la más cercana a mí, a unos cinco asientos de distancia. Alzó los pulgares como apoyo. A Letty la encontré una fila más adelante, entre la P, ella sin vergüenza exclamó un «¡Vamos, Polet!» Nyl estaba casi de último, por la sección de la K, animando tanto como podía con otros chicos. Percy y Aba, quienes son los únicos sentados a lado y lado, me animaron con gestos y exclamaciones. Mi novio guiñó un ojo en mi dirección, algo que tomé como un «tú puedes»
Y es que sí, yo puedo.
—Buenas tardes —hablé a través del micrófono, mi voz se escuchó por todas partes—, mi nombre es Paulette Ocasta Seavey, y como a anunciado el director, fui la alumna elegida por mi clase para dar el discurso de este año.
Desdoblo el papel sobre el podio, la hoja se manchas de sudor. De pronto me sentía en un estado de nerviosismo extremo y eso, en definitiva, no es bueno. Lo poco que había comido se revolvía en mi estómago con la tentación asombrosa de subir por mi garganta.
—Esto... eh...
—¡Vamos, Polet! —exclamó Percy.
—¡Venga, has tu magia de palabras! —le siguió Letty.
—¡Polet, Polet, Polet! —animaron Rascal y Penn desde sus lugares.
Respiré profundo, concentrando la vista en las palabras ahora más entendibles.
—Lo pensé bien, y es un honor estar aquí aunque en primera estancia no fue mi mayor deseo —vi a Letty sonreír culpable—, es una labor que se le otorga a la persona que más confía la clase, y la mía confió en mí para estar aquí. Muchas gracias, chicos.
»Quisiera contar anécdotas de antaño que tengo aquí, pero no puedo ya que entré a Leighton en primavera, estuve medio curso en el cual conocí personas asombrosas —miré a mis amigos sonriendo—, maestros increíbles aunque sus deberes pesaban en los hombros —risas de fondo—. Fue un semestre interesante, con sus altas y bajas. Momentos de alegría y también de estrés y tristeza. Muchos aquí consideramos un logro este momento, ¿Graduarnos? ¿De verdad hemos llegado tan lejos? ¿De verdad a pasado tanto desde nuestro primer día de clases en jardín de infantes? Es la trayectoria más larga que tenemos y llegar al fin de ella se siente... extraño.
»No obstante, también es una sensación de alivio y felicidad. Es hora de cerrar la puerta de una habitación que está llena de grandiosos recuerdos, también unos malos, pero eso es parte de la vida. Todo se mantiene en esferas de la memoria. Y aunque los amargos no sean nuestros recuerdos favoritos, forman parte de nosotros y nos forman como personas. Cada uno de ellos es apreciado aunque no queramos.
Recobré el aire, leyendo los siguientes párrafos.
—No se me a dado un tema en específico para hablar, pero me llamó la atención las experiencias. De eso está hecha la vida, ¿No? La escuela también es el epicentro de montones de experiencias que hemos vivido. Somos un saco de carne, hueso y viceras que viven a base de las experiencias que nos brinda el destino.
»Algunas buenas —veo a cada uno de mis amigos sonriéndome—, y otras no tanto —por un instante mi mirada cayó en Malia en la misma fila que Letty. Más a la lejanía, pensé en lo sucedido con mi madre—. Perdemos a seres queridos, amigos, familiares. Pero también ganamos a nuevas personas —mi nueva familia de pelirrojos me sonríen desde sus asientos y por un instante pude ver a mi madre y abuelo ahí, junto a ellos, orgullosos de mí. Desaparecieron en un parpadeo—. No todo es blanco y negro, es una escala de grises. Hay cosas que irán bien y otras que no, dependerá de nosotros si nos dejamos hundir en los momentos duros.
Vi a Percy sentado en la primera fila, mi mayor ejemplo de redención y perdón, de no dejarse hundir por completo en una brumosa oscuridad.
—Todo se puede tornar difícil después de la escuela, pero véanlo como un nuevo comienzo, una nueva puerta abierta. Llevamos con nosotros experiencias y conocimientos y lecciones de perseverancia que nos ayudarán a enfrentar las tormentas. Allá afuera hay un mundo de oportunidades y también de retos, hay que tener siempre presentes que cada obstáculo es una oportunidad para crecer. No siempre suponen un mal, de los fallos se aprenden más que de las victorias.
»Hay mentes artísticas, científicas, llenas de curiosidad entre todos nosotros, y eso hay que aprovecharlo. No tengan miedo de tomar malas decisiones porque no existen. Buenas o malas, no las hay, solo son decisiones. Sigan su intuición. ¿Quién sabe? Alguien aquí puede tener la habilidad para cambiar el mundo.
Dejé ir aire por la boca, estaba llegando ya a los últimos párrafos.
—Quisiera culminar con una frase inspirada en mi cultura: "Cada paso que das en la vida es un viaje hacia el autodescubrimiento." —observé el enorme público, todos con los ojos en mí y eso por primera vez no me generó nervios. Sonreí a ellos—. Alumnos, graduados, maestros, personal directivo he incluso los invitados, escuchen las voces de la tierra, pues ellas tienen mucho que enseñarnos.
»Somos libres de caernos, de equivocarnos, de meter la pata, pero estamos obligados a levantarnos y remendarlo. No habrán excusas, es la obligación que pesa sobre nosotros. Así se formarán las grandes personas que espero seamos todos.
»Para finalizar, ¡Felicidades, compañeros graduados y que la vida nos sonría a todos!
El campo de fútbol se llenó de aplausos, gritos y vitores de amigos y familiares exclamando mi nombre.
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