60. Una tarde de chicas... y Chris

Apenas nos separamos, Percy me rodeó con los brazos, escondiendo su rostro entre mi hombro y cuello, haciéndome cosquillas que pude resistir.

Sonreí, acariciando su espalda.

No dijo nada y no hubo necesidad de que lo hiciera. Con ese abrazo entendí todo lo que quería decirme: gracias por estar aquí.

Y es que, de ser por mí, me quedaría todo el tiempo posible o que se me permitiese estar.

Disfruté su cálido abrazo por los diez minutos que duró. Percy de vez en cuando aplica fuerza momentánea para después susurrar un débil «lo siento». Sus abrazos de oso siguen siendo mis favoritos. No tiene por qué disculparse, pienso que es un gesto involuntario: como una manera de estar más cerca de a quien abraza y por eso aplica más fuerza.

Algo que es muy irónico puesto que él detesta que invandan su espacio personal, de un tiempo para acá parece haber olvidado su asco al contacto humano y ahora le encanta invadir mi espacio personal.

¿Tengo quejas? No, ninguna.

Inhaló profundamente antes de alejarse.

Con mis pulgares limpié la humedad que hay en sus mejillas, no está sonriendo pero tampoco tiene una expresión fría. Es más una cara neutra o que espera algo para hacer una reacción. Yo encantada dejé un beso sobre la punta de su nariz para que así sus labios formen la sonrisa que le marca los hoyuelos.

-A partir de ahora no más secretos, ¿Okey?

Asintió entrelazando las manos en mi espalda baja, hice lo mismo detrás de su cabeza. Acaricié sus mechones de pelo negro.

-Okey.

-Y no quiero que vuelvas a creer que te tacharía sin haberte escuchado, ya esos tiempos quedaron atrás.

Soltó una risita rodando los ojos.

-Está bien, capitana.

-Y, como compensación, me invitarás galletas del ShoomPox.

-Planeaba hacerlo de todos modos -encoge los hombros.

-¡Genial! Tú me llevas por galletas y yo como disculpa te invito a ese puesto de helado que me comentaste.

Percy arrugó las cejas.

-¿Disculpa? ¿Por qué habrías de disculparte? Creí que eso también había quedado atrás.

Solté un suspiro sin dejar de acariciar su cabello. Soy fan de su cabello. No sé qué es lo que hace para mantenerlo sedoso y brillante, sospecho que nada. Puede que nada más compre el primer shampoo que se encuentre (con aroma a bebé) y ese es el que usa y le da todo ese brillo y sedosidad. Que envidia.

Volviendo a la situación, Percy sigue esperando una respuesta a por qué le debo disculpas.

-Escuché a Malia antes que a ti -dije-, debí buscarte y aclarar la situación, en cambio a eso me escapé y decidí creer en los pensamientos intrusivos que ella me metió.

-Aún sigo sin entender por qué debes de disculparte...

-Percy -le tomé firme las mejillas-, creí en lo que dijo Malia antes de ir a buscarte a ti para una explicación. Quiero que confíes en mi porque te nace, no porque te veas en la obligación de hacerlo.

También tomó firme mis mejillas (hay que agregar que yo no le he soltado las suyas) de modo que debíamos de parecer dos bichos raros intercambiando pensamientos por telepatía. La posición me obliga a verlo a los ojos, que ahora cambian débilmente al color azul.

-Yo no estoy molesto -dijo con esa dificultad al tener las mejillas aún sostenidas por mí-, sé que no soy la persona más comunicativa, así que entiendo tu reacción. Por lo que no, Polet, no estoy molesto y mucho menos estoy molesto contigo.

-Pero...

-Calla -pidió apretando más mi rostro, mi boca quedó como pato-, entiendo tus motivos, no he sido el más sincero de todos. Lo que importa es que ahora estamos bien, ¿Verdad?

Asentí.

-Genial -por fin soltó mi rostro y yo el suyo. Percy ladea una sonrisa-, no tienes porque disculparte conmigo.

-Aún así, me gustaría llevarte a la heladería. Una salida de pareja.

-Mientras sea en ese contexto, acepto lo que sea.

Quité un rizo de su frente, acariciando por unos segundos la piel de esa zona antes de ir y dar un pellizco a sus mejillas.

-¿No más secretos entre nosotros?

-No más secretos entre nosotros -afirmó, alzando el dedo meñique-. Lo juro por la garrita.

-Por la garrita -cerramos nuestra promesa estrechando los dedos.

Estoy segurísima que ahora tengo la mirada más embobada. Las chicas me comentaron que, cuando me quedo viendo a Percy, pareciera que mi mirada se perdiera en la nada aunque yo sé bien que estoy muy concentrada en él.

«-Es lindo -comentó Phoebe-, se nota lo que sientes por él.

-Y a él también -agregó Letty.

-Se quieren -finalizó Aba en ese desayuno-, y no hay necesidad de palabras, ambos lo saben, por como se ven, es notable»

Le tengo mucho aprecio y respeto a ese chico. No solo como persona o amigo, también como lo que es ahora: mi novio. Y Aba tiene razón, desde hace un buen de tiempo para acá he estado clara en que lo quiero mucho, y hay gestos, acciones o, sencillamente, miradas de su parte o la mía que lo demuestran.

Ella tiene razón, no hay necesidad de decirlo ya que de un modo u otro lo sabemos y de otras formas nos lo estamos transmitiendo.

Cómo justo ahora.

No sé cómo es mi «mirada embobada» Phoebe menciona que es como si me perdiera viendo el vacío sonriendo como una adicta a sustancias fuertes y con las mejillas sonrosadas. Confirmo eso cuando siento el rostro caliente, pero el cómo es esa «mirada embobada» que tanto menciona mi mejor amiga lo sé por como el chico frente a mí me está mirando.

No es la gran cosa, sin embargo, la enorme diferencia, la que la hace especial y, sí, ciertamente boba, es como se ilumina. No es el reflejo de las luces de la azotea, pareciera un brillo propio.

Mi corazón y cada pulso que poseía se aceleró he incluso creo que esa mirada se intensificó.

Percy dejó un rápido beso en mis nudillos que también hizo crecer el sonrojo en mis mejillas.

-¿Bajamos para demostrarle a Malia que su cizaña no funcionó?

-Me gusta como suena ese plan, andando.

Medio abrazados salimos de la azotea con nuestro vínculo más fuerte que nunca.

***

Fin de semana...

-¿Y no que ya tenías un vestido en la mira? -cuestiona Phoebe con una ceja alzada en mi dirección.

-He querido ver otras opciones -respondí viendo a la calle.

¿Por qué tardas tanto, papá? Soportar a Phoebe y responder sus preguntas empieza a ser fastidioso. Cuando ella se pone en su modo más terca se vuelve demasiado irritante.

-Ajá... -dijo dudosa para terminar encogida de hombros-, mientras me invites el almuerzo y algo para picar te acompaño.

Si quieres convencer a Phoebe Roberts de algo, ofrecele comida y bocadillos, es un sí seguro.

Reviso por quinta vez mi teléfono, papá lleva veinte minutos de retraso, ¡Veinte! Ese hombre es la persona más puntual que conozco. Su último mensaje en nuestro chat ponía «ya estoy cruzando el puente» ¿Es que acaso el puente Meadow se alargó y no supe cuando?

-¿Por qué no nos fuimos con Aba y Letty? -es la siguiente pregunta de Phoebe.

-Porque dependo de mi papá en esta situación.

-Pero pudimos reunirnos allá con él y no estaríamos aquí esperando.

-Phoebe -volteé a verle, seria-, confía en mí y ya. Sé que está a punto de llegar, solo tiene un poco de retraso

Mi mejor amiga volvió a encoger los hombros, concentrándose en los alrededores.

Volví a ver mi teléfono. La última conexión de papá fue hace veinte minutos. Decidí escribirle un mensaje.

¿Dónde estás? ¡Te estamos esperando!

Maravilloso, ahora no le llegan.

No quiero pensar en que algo malo le pasó, me mantengo firme a qué solo se retrasó. Tal vez algún problema con el auto, se le habrá pinchado un neumático o se habrá quedado sin gasolina, o puede ser que cayó del puente y...

¡No, Polet, nada de escenarios surrealistas y horrorosos!

Inhalo todo el aire que puedo para después dejarlo ir, así consiguiendo relajarme.

-¿Crees que me de tiempo de ir por un bocadillo? -le dirijo a Phoebe la mirada más seria que podía dar-. Vale, vale, mejor no.

Volvimos a quedarnos en silencio.

Revisé por séptima vez mi teléfono. Al menos le llegó mi mensaje, lo malo es que no lo ha leído.

¿Qué demonios, papá? Tú no eres de llegar tarde, en diecisiete años de vida creo que esta es la primera vez en que llega tarde a recogerme. Ni siquiera esto pasaba cuando tenía mucho trabajo que hacer.

-Oye, Polet.

-¿Qué?

-¿Ese no es el auto de tu papá? -señaló a la calle frente a la entrada, una avenida poco concurrida por autos.

No es hasta que está casi cruzando la calle que lo identifico: un Toyota tipo coupé rojo, desde aquí diferencia la pequeña abolladura a un costado. Un bonito recuerdo de que una bolsa llena de libros sí puede dañar un auto.

Se estacionó frente a nosotros para, acto seguido, bajar la ventanilla de acompañante.

Ahí estaba mi retrasado padre, sonriendo como si no nos hubiera dejado esperando durante veinte minutos.

-Hola, chicas.

-¡Hola, chicas! -saludó alguien más desde el asiento de acompañante.

Papá se hizo a un lado para dejar ver a Aldana, quien sonríe mostrando los blancos dientes y el esponjado pelo pelirrojo en un extraño desastre, como si recién se hubiera levantado de la cama.

Me fijé otra vez en papá.

-Estoy molesta contigo -dije, subiendo a los asientos traseros con Phoebe-. Phoes, ella es Aldana, la novia de papá. Aldana, ella es Phoebe, mi mejor amiga.

-Un gusto, señora Aldana.

-Dime solo Aldana, linda, y también es un gusto.

Durante esa corta presentación, papá volvió a emprender camino de vuelta a Center Holbrook. A través del espejo retrovisor no dejé de darle malas miradas cada vez que veía hacia atrás.

-Disculpa, Pau, no quise hacerte esperar tanto, en serio.

-¡Dijiste que estabas cruzando el puente hace veinte minutos! -mencioné-, ¡Me diste tremendo susto!

-Perdóname, Ocasta, en serio, es solo que... -alarga la palabra, mirando de reojo a su novia-, tuvimos un pequeño retraso.

De la nada se creó un ambiente tenso que hasta Phoebe notó porque se hizo la tonta viendo hacia la calle, pero su pierna tiene un tic raro. En los asientos delanteros nacía esa tensión. ¿Pero qué pasa con los autos y ambientes tensos? Detallé a mi papá más a fondo, conozco ridículamente bien a ese hombre y pasa esto que no sabe mentirme ni ocultar cosas. Es malísimo. También detallé a Aldana, encontrando cosas en ambos que ahora me arrepiento de saber.

Al subir no me había fijado, pero ella va con un bonito vestido veraniego blanco con flores azules y de tirantes que deja la piel de sus hombros al aire. No solo tiene el pelo revuelto, sino que también su vestido tiene arrugas por toda la falda. Papá tampoco está muy diferente, de por sí su pelo es medio desastroso aunque la mayor parte del tiempo él consigue aplacarlo, ahora está igual al de ella: como si recién se hubiera levantado de la cama. La ropa que trae, una camiseta blanca, unos pantalones marrones y una chaquetilla azul también van acompañados de arrugas. La chaqueta está torcida y el cuello mal puesto.

Además, cabe mencionar la mirada anterior que se dieron y que Aldana parece retorcerse eventualmente en su asiento.

No es por ser mente puerca, pero caí de trasero en la razón de porque se tardaron. Entonces yo también me sentí incómoda.

-Sí... bueno... -conseguí decir, queriendo hacerme la tonta también-, olvídalo.

El tema se enterró a kilómetros bajo el suelo.

Que aire tan tenso.

Es el mensaje de Phoebe. Sí, la tengo al lado pero a ninguna le apetecía hablar estando ahí dentro.

Quiero quemar mi cerebro.

Me dió una mirada de reojo extrañada.

Ya entendí porque se retrasaron.

Phoes: ¿Por qué?

Yo: date cuenta de como actúan y como llevan la ropa.

Ella me hizo caso, analizó unos treinta segundos a los pasajeros de allá adelante hasta que su boca se transformó en una mueca a medio camino de asqueada y traumada.

IIIIUUHG, ¡¿POR QUÉ ME DIJISTE?! VIVÍA FELIZ EN LA IGNORANCIA.

¡Tú preguntaste!

Phoes: ¡Pues yo pregunto muchas cosas y no siempre tengo respuestas! ¡Esta vez, me apetecía no tenerlas!

Yo: por favor, como si tú no hubieras hecho lo mismo con Jared.

No hubo necesidad de voltearme, sentí su mirada ofendida en el perfil.

-Eso fue bajo, Polet.

-¿Lo siento?

Los signos de interrogación no fueron a propósito, ¡De verdad!

Phoebe entrecerró los ojos en mí, después me señaló.

-Muy bajo.

Dicho eso, me ignoró el resto del viaje.

Despedí un resoplido, fijando mi mirada en la ventana de mi lado, viendo el paisaje que dejamos atrás. No importa cuantas veces cruce de un lado de la ciudad a otro, la vista siempre me gustará. Es interesante como el puerto y la playa pasan a ser edificios y un cauce de corriente fuerte bajo el puente. A la distancia ví partir un barco pesquero, hasta aquí llegó el eco de la sirena. Dejamos la playa y el olor salino atrás, adentrándonos en el centro de la ciudad.

Unas cuantas veces he comparado Holbrook con Nueva York porque tienen un montón de similitudes, exceptuando que no hay alcantarillas echando humo por todas partes, ratas almizcleras del tamaño de un poodle paseando por los parques y vagabundos dormidos en cada banca que te encuentres. Son de las grandes diferencias que puedo resaltar, oh, y claro, la ciudad no huele a orina mezclada con hierba.

Los edificios con pantallas y carteles neon te recuerdan a la zona de Time Square, el barrio cultural, una calle en diagonal que recorre unos 21 kilómetros a través de la ciudad es un área donde se concentra mucho los artistas, bailarines, actores y cantantes, esperando la oportunidad de ser solicitados para la próxima gran producción.

La cosa es que Holbrook tiene un montón de sitios a los que visitar, por eso no me sorprende tanto que sea la ciudad más visitada del condado. Igual no es que haya mucho por ver en Ciudad Nevada...

Con todo eso en cuenta, no entiendo del todo el porque papá decidiría mudarse a una ciudad mucho más reducida que esta. Según Sam, Ciudad Nevada no tiene todo esto, sí, es bonito, pero como le faltan universidades, también le faltan otro montón de cosas.

Y no es que estoy en contra de su decisión, de verdad quiero que sea feliz, pero me esperaba más que dijera que se mudaría de vuelta a Oklahoma, donde nació, se crió y pasó la mayor parte de su vida, a qué a una nueva ciudad.

Conozco sus razones: Aldana. Quiere pasar su vida con ella, formar una familia, ¿Quién sabe? Supongo que aún me cuesta asimilar el hecho de que papá tiene novia. Imagino que así han de sentirse los padres cuando sus hijos empiezan a salir con alguien. Hum...

Papá se estacionó en un lugar vacío del aparcamiento del centro comercial. Es un fin de semana fresco: ni tan caluroso y ni tan frío, no pareciera que estuviéramos cerca del verano. Cuando estuve dentro con Phoebe, ambas observamos los alrededores buscando la primera tienda para probarnos vestidos.

Ella aún no sabe que le regalaré el suyo, estoy esperando el momento adecuado.

-¡Allá! -señaló una tienda a unos metros, por la pared de cristal se ven los maniquíes mostrando bonitos vestidos-. Se ven lindos, podríamos ir a ver qué opciones hay.

-Me gusta, ¡Andando!

Ella se olvidó del golpe bajo que le di por mi comentario (de todos modos sabía que no estaba realmente molesta) ya que entrelazó su brazo con el mío y como un par de niñas fuimos hasta la tienda con papá y Aldana riendo tras de nosotras.

Una dependienta no tardó en atendernos. Le conté la situación y el tipo de vestido que quería.

-Creo que tengo algo bueno por aquí, siganme.

Nos guío hasta el fondo de la tienda: el área de vestidos, parecía ser un nuevo lote que llegó porque ví a algunos de los trabajadores acomodados parales y bolsas de plástico.

Nos enseñó un escaparate lleno de vestidos, desde la falda más larga hasta la más corta. Del blanco al rosa más oscuro de todos. Brillantes, sencillos, con mangas y sin ellas. Mi lado más femenino empezó a brincar emocionada de probarse vestidos.

-Este es una opción muy linda -dijo la dependienta, sacando uno del montón.

Era muy lindo, no hay qué negarlo. Es de tirantes con un escote en V no tan remarcado. En el corset parecieran estar bordadas flores de un tono un poco más oscuro y dan un efecto de cascada cuando el bordado termina hasta la mitad de la falda, que está revestida con una tela de tul brillante.

Sí, está precioso pero no me convenía del otro.

-¿Podemos ver más opciones?

-Por supuesto, tenemos muchas para mostrar.

Mientras que a mí me enseñan más opciones, papá y Aldana se mantienen en los sofás frente a los probadores dando opinión de cuál me quedaría mejor. Muchos me gustaron pero seguían sin convencerme. Phoebe por otra parte está haciendo exactamente lo que esperaba que hiciera: husmear los demás parales con vestidos. Ella cree que está aquí para ayudarme a elegir y no para comprar su vestido. Sé que sus papás están pasando aún una situación difícil, con todo lo del accidente que sufrieron hace unos meses, los tratamientos y los gastos, un vestido para un baile escolar no debe de figurar entre sus prioridades. Phoebe aunque dice estar bien, que lo entiende, ninguna chica debe de pasar de vivir la experiencia de comprar su vestido.

Y si yo tengo la oportunidad de regalarselo, ¿Por qué no lo haría?

-Oh, ese está muy lindo, cielo -le dijo Aldana a Phoebe.

En sus manos sostiene un vestido azul claro que es más que «lindo», tiene un escote de corazón que, según Phoebe «muestra lo suficiente sin ser exagerado» y detalles fruncidos en el busto, lo que le da una apariencia texturizada, algo así como si estuviera arrugado pero en realidad no lo está. Pasa a ser de una forma muy orgánica a una falda lineal, que debía de llegarle a la mitad de la pantorrilla.

La tela del vestido, que en su mayoría a de ser tul, está adornada con puntos brillantes dispersos por toda la prenda, lo que da la impresión de un cielo mañanero con estrellas. Las tiras no son simples pedazos de tela, sino que son lazos hechos del mismo tono del vestido, con citas más largas que caen por el costado.

No pude evitar relacionarlo con el vestido de Cenicienta, parecía ser un pariente lejano.

Mi mejor amiga se acercó al espejo junto a los probadores y se puso el vestido por encima. Esa sonrisa que está formando me dió a entender que se está imaginando llevándolo puesto en el baile. Estoy segura que le quedaría precioso.

-Sí, está muy lindo -volvió a los parales a dejarlo, dió un suspiro-, tal vez lo compre luego.

-Y... ¿Por qué no ahora? -sugerí, dejando a la dependienta unos segundos.

Phoebe se rió.

-Porque no tengo el dinero, duh' -respondió con tono obvio-. Además, estamos aquí para comprar tú vestido, ¿Por qué mejor no seguir? Empiezo a tener hambre.

Papá vino hasta nosotras.

-Phoebe, si deseas el vestido, si te gusta para el baile, deberías tomarlo.

-Muy lindo y todo pero no vale tanto la pena para ir a la cárcel, gracias.

Todos nos reímos, incluso la dependienta.

-Phoes, no vas a robar el vestido, vamos a regalarte el vestido.

Su cara se llenó de confusión, nos miró a papá y a mí con el ceño fruncido, le echó una mirada a Aldana como para confirmar que esto es una especie de broma. Cuando ella asintió, confirmando mis palabras, Phoebe empezó a negar nerviosa.

-Oh, no. No, no, no.

-Oh, sí. Sí, sí, sí.

-Polet, no, ¡Eso es demasiado! En serio que demasiado.

-Claro que no, míralo como una devolución. Tú me compraste una camisa, yo te compro un vestido.

-¡Esa camisa costó mucho menos de la mitad que ese vestido!

-No dije que el precio fuera igual -encogí los hombros.

-Phoebe -ella se voltea a ver a papá, quien había sacado de vuelta el vestido del paral-, es un regalo. No hay problemas en hacerte este regalo, sabemos que tus padres tienen una situación difícil, y ninguna chica de tu edad merece perderse un momento importante como este.

¿Ven? Cómo dos gotas de agua. De ahí vino la filosofía.

Escuché a mi mejor amiga sorber la nariz, le di un abrazo por detrás apoyando el mentón de su hombro. Phoebe tiene la cara gacha, sus labios forman un puchero y veo que sus ojos se lagrimearon.

Le di un apretón que la hizo medio reír.

-Oye, eres mi mejor amiga. Haría lo que sea por ti -recordé sus palabras-: es como nuestro trabajo mal pagado.

Tras decir eso, se echó a llorar a moco tendido. Se dió la vuelta, devolviéndome el abrazo y llenando mi hombro de lágrimas y lo que espero sigan siendo lágrimas. Tanto papá como la dependienta y Aldana nos observan sonriendo todo el rato en que Phoebe estuvo así, llorando y abrazándome.

Fueron alrededor de cinco minutos en los que tuve que consolar a mi mejor amiga, a mi oído ella no dejó de murmurar «gracias, gracias, gracias» que hasta la palabra empezó a ser extraña.

-Ya sabes, me gusta hacerle regalos a mis amigos.

Se alejó soltando una risa, limpiando sus pecosas mejillas y el moco que salía de su nariz. Papá le pasó un pañuelo con el que primero limpió mi hombro.

-No sé... no sé cómo voy a pagartelo, Polet.

-Yo nunca he pedido un pago. Venga, ve a probarte el vestido.

Papá se lo cedió como un rey coronando a un príncipe. Phoebe sollozó aunque también estuvo a medio camino de una risa.

Yo seguí en mi búsqueda de vestido, tengo que encontrar el ideal. Quiero verme bien esa noche, ya tengo las zapatillas perfectas: unos tacones que me hacen ganar más altura de color beige. Sí, estuve investigando mucho y comparando colores, prefiero el beige antes que amarillo mostaza.

-¿Y qué tal ese, Pau? -papá señaló un segundo estante que no habíamos revisado.

La dependienta fue a buscar el vestido que papá señaló. Tengo una idea formada de lo que quiero: un vestido elegante pero que no sobrepase, que lo pueda utilizar en otros eventos que no sean de alta clase. Si la falda puede ser esponjosa, mejor, me gustan. Y si se queda en el verde pastel, perfecto. Es mi color favorito, lo quiero llevar en mi atuendo de esa noche.

-¿Algún problema, Phoebe? -le pregunta Aldana, ya se había tardado unos cuantos minutos.

-¡Ya casi!

-Este es una gran opción.

Abrí los ojos impactada apenas lo ví. Es de un precioso verde pastel, el mismo tono que me encanta. Parece ser también de tul porque brilla tanto como el de Phoebe, las mangas son cortas abullonadas con detalles de lazos en los hombros, similares al de Phoebe pero más pequeños. La falda debía ser estilo tulle por su volumen, solo que tiene el agregado de un dobladillo hacia el final y lentejuelas plateadas en forma de corazones por todas partes. Un escote redondo con el que podría sentirme cómoda y, lo más importante, ¡Combina a la perfección con mis tacones!

-Este es -dije, sintiendo la tela en mis manos-, este es el ideal.

-Bueno, vamos a que te lo pruebes. Seguro te verás genial.

Esperé a que Phoebe saliera porque quería verla. Salió del probador luciendo insegura y algo sonrosada, extraño porque ella nunca hace eso. Mantiene sus manos atadas detrás de su espalda y nos dirige una mirada tímida a todos.

-¿Qué tal? -musitó.

-Phoebe te ves... -intento encontrar una palabra que le haga justicia-, estás preciosa.

-Muy hermosa, cielo -continuó Aldana.

-Estoy de acuerdo con las chicas -convino papá-, ese vestido es para ti.

Phoebe agachó la mirada, jugó con sus pies.

-Muchas gracias por esto, señor Seavey.

Él desestimó sus palabras con un gesto.

-No tienes nada que agradecer, linda, esto fue idea de Polet. Yo solo estoy poniendo mi dinero.

-Igual... muchísimas gracias.

-Eventualmente suelo adoptar a los amigos de Polet, así que bienvenida a la familia Seavey.

Ella se echó una risita.

-Esta familia es cool.

-Venga, Phoebe, una foto.

Posó para la camara de mi teléfono, después se fue a cambiar y yo a probar mi vestido.

Tuve el mayor cuidado de todos, no quería estropearlo. Cuando lo tuve puesto, me quedé unos cinco minutos viendo el espejo ahí dentro. Me veía muy... bonita. Me gusta la imagen de la chica que se refleja ahí: su cabello disparejos que empieza a crecer, las trenzas de siempre a los lados de la cabeza, las ojeras que forman parte de las bolsas de sus ojos sin ser prominentes. Las mismas de siempre por las madrugadas de lectura. La sonrisa natural que enseña la pequeña separación entre sus dientes delanteros. Ella se veía mejor, saludable. Su piel había vuelto a ser morena y no pálido anémico. Incluso miré mis uñas, rosadas y largas, hago todos mis intentos para no comerlas.

Esa chica que está ahí le costó mucho llegar a este momento, se cayó, le dolió esa caída. Extrañó a su madre, aún la extraña igual que a su abuelo, pero tiene momentos felices junto a ellos y solo espera, pacientemente el momento de reunirse con los que amó una vez.

Ella está bien, y ella soy yo, entonces yo estoy bien.

-Estoy orgullosa de ti, Paulette Ocasta.

Salí del probador ante la llamada de mi familia, sintiendo eso: orgullo por mí.

***

Pasamos la tarde haciendo compras: Aldana nos regaló unos bonitos pendientes que hacen juego con nuestros vestidos. Papá le regaló un par de zapatillas plateadas a Phoebe, mi mejor amiga se pasó casi toda la salida sonrojada por todos los regalos que le hicieron mis papás, echándome miradas de auxilio que ignoré porque sí ellos quieren darle regalos, yo no soy quien para no dejarlos.

Hasta Aldana se veía más feliz y emocionada que nosotros, señalando cosas bonitas que podrían gustarnos. Cuando le pregunté el motivo, ella se echó a reír, como si fuera lo más hilarante.

-Tengo dos hijos, Polet, un par de varones que no tienen paciencia para ir a comprar ropa. Es emocionante tener compañía femenina a la hora de comprar ropa.

Acto seguido señaló un juego de cremas y jabones con olor a jazmín, ni siquiera pude formular un «n...» cuando ella ya estaba dentro de la tienda, dispuesta a regalarmelo.

Parpadeé un par de veces, viendo a la mujer pelirroja siendo atendida por otra chica.

Papá llegó a mi lado, convirtiendo su risa en un suspiro. Le dirigió una mirada brillante completamente enamorado a Aldana.

-Que mujer tan asombrosa -dicho eso, pasó con ella.

Phoebe y yo nos quedamos fuera, viendo a la pareja.

-Tu madrastra es muy cool -dijo Phoebe, entrando con ellos.

Sí, mi madrastra es cool.

Esa salida no solo sirvió para comprar nuestros vestidos para el baile, sino también para unir más lazos con Aldana. Me la pasé de maravilla con ella, y como me regaló muchas cosas, también le regalé unas cuantas. No cosas como un juego de jabones con aroma a jazmín, mi presupuesto no es tan grande, pero sí un delicioso helado de la heladería en el área de comida.

Ella me sonrió, recibiendo el helado como si fuera la octava maravilla. Y eso se sintió bien.

-Gracias, cielo.

Papá me dió una mirada de orgullo mezclada con alegría. Le hace feliz que dos de sus personas favoritas (dicho por él mismo) puedan llevarse bien, incluso más que bien. Puedo ver una figura materna en Aldana, no como una forma de reemplazo de mamá, ella siempre será mi mamá, sin embargo en Aldana encuentro a alguien en la que confiar de la misma manera.

Después de las compras nos reunimos con Aidan y Sam, que habían tenido un día de hermanos mientras nosotras estábamos en lo nuestro. La presentación entre mi hermanastro y mejor amiga fue algo extraña, extraña en el sentido que Phoebe dijo:

-Te conozco.

Aidan frunció el ceño, soltandole la mano después del estrechón.

-¿Ah, sí?

-¿Phoebe? -le pregunté yo.

-Eres actor -afirmó, lo que respondió muchas de mis dudas-, interpretas a Zale en It All Happened In The Summer, he visto los clips.

Aidan asintió, dejando de lado su confusión y siendo feliz de que alguien lo haya reconocido por su próxima producción.

Sam pareció encantado con la presencia de Phoebe, en la cena se hizo con el espacio vacío junto a ella y escuchó atento todo lo que decía mi mejor amiga, y cuando ella le sonrió agradecida por pasarle una servilleta, el pequeño se puso tan rojo como su cabello.

Supongo que habrá desarrollado un crush en ella.

Resultó ser un día agradable en compañía de estas personas que son especiales para mí.

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