53. Mensaje a cobro revertido
Citas.
Bueno, en realidad no eran citas, desde su punto de vista eran «salidas no oficiales hasta el momento adecuado de una cita» pero para mí sí eran citas.
Con Percy, evidentemente.
De eso estuvo lleno la nueva semana de clases, una menos hasta el próximo final de curso. Tuvimos pequeñas salidas al ShumPox a comer galletas o pastel, a la heladería o simplemente ir a beber limonada en nuestro puesto favorito en el parquecito cerca. Para mí eran citas, salíamos solo nosotros, nos tomábamos de las manos, ¿Qué más podía describir una cita? Pero para Percy eran «salidas no oficiales» porque creía que no eran dignas de ser llamadas citas por «lo simples que son»
¡Y es precisamente por eso que son citas para mí! Los momentos «simples» como él los llama son encantadores a su lado, no importa si es solo a tomar limonada, mientras sea con su compañía para mí sería la cita más increíble de todas.
Hacerle entender eso es complicado porque aún no se cree lo agradable de su compañía, así que le dejo con su término de «salidas no oficiales» hasta que decida soltarlo.
Mientras sigamos saliendo juntos y pasando bien el rato, no podría quejarme de nada.
Aún a mi cerebro le cuesta procesar que de verdad estamos juntos. ¿No es una realidad loca en la cual desperté? ¿No es una ilusión? ¿Un sueño del que despertaré en cualquier momento? Me pellizco para confirmarlo, siento el dolor, no despierto y es el golpe de realidad. ¡Sí estamos juntos! La noche del sábado pasado me sigue generando sonrisas y sonrojos cada vez que la recuerdo.
Cómo justo ahora pasa, me encontraba en mi habitación leyendo las ultimas páginas de El Hijo Del Mar cuando de la nada recordé esa conversación que tuvimos el pelinegro y yo en la pradera. «Solo nosotros, como novio y novia. ¿Aceptas, átomo en decadencia?» el revoloteo de mariposas en mi estómago es igual al de esa noche. Dudo que alguna vez me deje de emocionar por recordar esa pregunta.
Conseguí concentrarme para volver a la lectura. Estaba ya en el último capítulo. Me gusta cuando en los libros de fantasía después de momentos llenos de acción y peleas venga algo más tranquilo, como una narración de que todo fue mejorando. Siento que incluso personajes de ficción o fantasía merecen tranquilidad en sus vidas.
Cuando llegué a esa parte de la historia fue inevitable no patalear contra mi cama y ahogar gritos en la almohada. ¡Lo sabía, sabía que pasaría!
—¡Gracias a todos los dioses! —no pude evitar exclamar, sonriendo a las páginas y sintiendo como si yo fuera Luana en ese preciso instante.
«Se dieron el beso que durante trece años les negaron»
Volví a chillar como una fan loca. Estaba siendo demasiado feliz por leer eso.
—Tock, tock —alcé la mirada hacia la puerta encontrándome con Percy, su expresión es diferente a la mía, él parece confundido—. ¿Por qué tantos gritos?
Le enseñé en la página de su libro en la que iba, su cara cambió a una de entendimiento.
—Oh, claro, tiene sentido —vino a sentarse junto a mí en la cama.
Yo seguí leyendo los últimos párrafos siendo más feliz cada segundo. ¡Al fin un libro de fantasía autoconclusivo con un final feliz para los personajes! Bueno, para casi todos, me alegra que a Barsha lo hayan mandado al fondo de la fosa de Las Marianas. ¡Se lo merecía por todo lo que hizo!
Terminé la historia con una sonrisa en los labios, incluso leí la biografía del autor a mi lado que esperaba paciente mi opinión.
Cerré el libro dando un suspiro. Acaricié el relieve del título junto a su nombre. Otra cosa de locos es ver su nombre, (o más bien apodo) en la carátula de un libro físico, uno que él mismo escribió. Seguía sintiéndome muy orgullosa.
—¿Entonces? —dijo.
Inhalo profundo, me doy mi tiempo para soltar todo el aire y volverlo a recuperar antes de empezar a parlotear como una urraca sin parar. Estuve en eso unos buenos diez minutos y Percy me escuchó atentamente, emocionandose conmigo y coincidiendo en que mis escenas favoritas fueron las suyas por escribir.
Seguro que parecíamos dos frikis y eso no podría importarme menos.
—¡Y ese final. Oh, ese final! —dije—, ¡Un final feliz, gracias!
Él se rió.
—Sí, era una necesidad darle ese final a Dalai y Luana, también a Azariel.
—Le va más ese cargo que el de rey, para ser honesta.
—Es que, ¿Sabes? Azariel es como Dalai, él tampoco quería ser rey. Era mucha responsabilidad y Calder estaba más preparado para eso.
—Tienes todo meticulosamente planeado, me gusta.
—Oye, si quería hacer un libro de fantasía con una monarquía subacuática tenía que hacerlo bien.
—Bueno, señor escritor, para su información, me ha gustado mucho su libro, diría que se volvió de mis favoritos.
Resopló restándole importa con un gesto.
—Por favor, no exageres.
—No lo hago, de verdad es bueno. Drama familiar, fantasía, un romance ligero, destierran al villano y un final no trágico, con todo eso se ha vuelto mi favorito.
—¿De verdad? —inquirió con un tono de que aún no se lo creía.
Asentí muy segura.
—Claro que sí, y para celebrar tu gran obra, te invito a smoothies del boulevard.
—No hay necesidad, Polet.
—Sí, sí la hay. ¡Andando!
Insistió en que no era necesario, yo refuté en que sí, además de que quería smoothies del boulevard en su compañía. Costó convencerlo, pero al final conseguí sacarlo a rastras de mi habitación y llevarlo conmigo a la parada de autobuses.
—Eres terca —comentó con las manos dentro de los bolsillos de su short, echándome una mirada sobre su hombro.
—Me apetece invitarte a tomar smoothies, ¿Es acaso eso malo?
Exhaló por la nariz sacudiendo la cabeza.
—No entiendo cómo es que te soporto.
El transporte público se detuvo frente a nosotros, varias personas bajaron y ya luego pudimos subir y tomar asiento.
—Me pregunto lo mismo todos los días, Perceval.
Rodó los ojos, más no dijo nada por lo que me lo tomé como una aceptación al plan. Total, ya estábamos de camino, no podía cancelar en este punto.
En quince minutos estuvimos en el boulevard de la playa, aún en día de semana parecía lleno de vida y música. Sonidos tropicales suenan alrededor al compás con los graznidos de las gaviotas. Fuimos hasta la tienda de smoothies, más llena de lo normal y pedimos las mismas bebidas que la última que estuvimos ahí. Frutos rojos para mí y arándanos libre de lácteos para Percy. A diferencia de aquella vez, corrieron de mi parte porque ahora sí tenía dinero (mi mesada de la semana) no me molesta en pagar por ambos. Él lo ha hecho muchas veces por mí, además de justo también me parece que, de vez en cuando, no está mal que yo le invite a Percy.
Nos sentamos en una mesita de dos asientos junto al ventanal, teníamos una bonita vista a la playa azul.
—¿Recuerdas cuando te comenté que estaba trabajando en una nueva historia? —mencionó mirándome.
—La de romance, ¿No? Porque te gustaban las comedias románticas —no pude evitar recordar sonriendo.
—Sí, sí, no me harás sentir culpable de eso —ambos nos reímos—, la cuestión es, que presenté con Eda la idea base que tenía a la editorial a ver si aprobaban el proyecto.
—¿Tienes que hacer eso?
—No realmente, pero quería asegurarme de que valdrá la pena para seguir escribiendola.
—Vale... ¿Y qué te dijeron?
Vaciló unos segundos jugando con la pajilla dentro de su smoothie.
—Dijeron... ¡Que les parece bien!
—¡Eso es... ¿Eso es genial?
—¡Claro, Polet! —respondió ahora emocionado—, les parece una buena historia la que publicar en un futuro próximo. Y es mucho más genial para mí porque soy un escritor en crecimiento, me están dando una gran oportunidad.
—Entonces, ¡Felicidades, listillo! —se veía tan lindo siendo feliz por esta noticia—, ¿Ves que sí eres un buen escritor que vale la pena? Estoy segura que todas tus próximas historias se venderán como pan caliente.
—Estás siendo muy exagerada hoy.
Di un sorbo a mi smoothie, encogiéndome de hombros.
—Ya verás, listillo, ya verás.
Me dió una mirada como si yo no tuviera remedio hasta que soltó una risita baja.
—Ya empecé a escribir, tengo un montón de ideas para esta historia, aunque aún no doy con el título ideal.
—¿Y de qué va la trama?
—Eso es un secreto de estado.
Puse una cara indignada.
—¡Vamos! Me tienes que contar.
—No, no debo.
—¡Percy! —me quejé, aún ni se inmutó—. Oye, yo soy tu novia.
—Que seas mi novia no significa que deba darte información confidencial.
Alcé una ceja, mirándolo en plan «Amigo, no»
—Ni que fuera la cura contra el cáncer.
—Aún si no lo es, no te lo diré. Será sorpresa y te enterarás el día que lo tengas en mano.
Resoplé por la nariz y bebí de mi smoothie, se estaba calentando.
—Me enteraré de una forma u otra.
—No, no lo harás —afirmó muy seguro, el colmo es que tiene razón, no lo haré hasta que tenga el libro en mis manos.
Volví a beber de mi bebida, molesta y derrotada.
—Dame una pista, al menos —cuando estuvo a punto de hablar agregué—: y no que sea de romance, eso ya lo sé.
Cerró la boca, sabiendo que lo atrapé en su treta. Se lo pensó unos buenos treinta segundos.
—Los protagonistas se llaman Thomas y Tallulah.
—Nombre choctaw, interesante. ¿Nativa americana?
—Dijiste una pista, lo demás lo sabrás después.
Volví a indignarme, ya luego lo dejé pasar con el último trago de mi smoothie. Mis dudas serán respondidas en el futuro.
***
Los ojos azules de Eda, tal cual como los de Jared, son incapaces de dejar de dirigirme una mirada incrédula, lo que es contradictorio porque sus labios formaban una sonrisa.
Asentí una última vez, soltando una risita.
—Vaya... —murmuró.
—Tú... ¿Estás molesta? —pregunté, lo que menos quería es que ella se molestara por eso.
—¿Qué? ¡No, no, en lo absoluto, cielo! Solo me parece... sorprendente —ella también se rió, algo suave y corto—, ¿Estamos hablando del mismo Percy Adams?
—Sí, aunque parezca loco.
—Eso es lo más impactante, pero me alegro mucho por ustedes. Tenía... la ligera sospecha de que algo te pasaba con él.
Rasqué mi mejilla desviando la mirada a otro lado.
—Oye, no es razón para avergonzarse —dijo—, el amor es un sentimiento inevitable, y es bonito cuando consigues expresarlo con la persona correcta.
—¿De verdad crees que Percy es la persona correcta?
—Conozco a Percy desde hace apenas dos años, pero es como mi tercer hijo, es parte de mí nido y lo quiero como a un hijo propio. No te digo esto como una psicóloga, te lo digo como la segunda madre de ese increíble chico: es complicado, él es cerrado, pero detrás de esa coraza, que estoy segura ya habrás atravesado, se encuentra el ser más sensible, dulce y amable de todos.
»Mientras tú seas la correcta para él, él será el correcto para ti.
Aquello me hizo sonreír, queriendo que seamos los correctos del otro por muchísimo tiempo.
—Espero no sea tan malo —comenté por lo bajo.
—Las relaciones no son fáciles, Polet, espero lo tengas en mente.
—Claro, soy consciente de eso, solo digo... que si hay problemas malos, espero podamos resolverlos.
Se apoyó de su asiento, cruzando una pierna sobre otra.
—Deseas comunicación —asentí—, dependerá qué tan dispuestos estén a tener conversaciones incómodas.
Hemos tenido unas cuantas...
—Polet, las relaciones no son como las pintan en televisión, es más profundo y complicado que eso. Se trata de compresión, apoyo, de no juzgar al otro. Se trata de... —pensó un momento—, ser un lugar seguro, uno en el que sin miedos ni inhibiciones puedes ser tú.
Nosotros ya teníamos eso. Fue difícil conseguirlo, requirió de mucho esfuerzo y confianza, también uno que otro regaño, pero teníamos eso: un espacio seguro en el otro dónde sin problemas podíamos ser nosotros mismos.
—Tenemos eso —confesé.
Eda sonrió de labios cerrados.
—Entonces, solo fluyan, sean ustedes y cuidense el uno al otro.
—Creo... creo que eso ya lo estamos haciendo también.
Mi terapia con Eda ese día fue más larga porque nos quedamos hablando después de la hora. Incluso si algún día, cercano o futuro, termino a llegar las charlas con ella quisiera tener siempre la oportunidad de programar una cita porque hablar con Eda de algún modo u otro se siente liberador. No importa si la conoces de unos pocos días, sientes que estás hablando con una amiga de toda la vida.
Decidimos bajar a la sala al finalizar, ambas nos encontramos con una escena diferente a la normal. Jace, el hermanito de Jared estaba fuera de su habitación, un hecho raro porque siempre que vengo lo oigo maldiciendo a usuarios de internet por ganarle en sus videojuegos. El adolescente junto a su hermano mayor estaban siendo abrazados por un hombre que debía de estar en los mediados de sus cincuenta, con un cabello cobrizo idéntico al de Jared, una piel morena igual a la de su hijo mayor junto a muchas otras características.
Fue fácil reconocerlo porque, aún cuando no lo he visto hasta ahora en persona, sé que se trata del padre de Jared.
—¡Los extrañé mucho, mis chicos! —exclamó el señor Mellark soltando a sus hijos.
Dejé a Eda ir con su familia y me reuní con Percy en la barra.
—¡Herman! —Eda fue a abrazarlo—, pero... pero... ¿Qué haces aquí?
—Pues, vivo aquí, ¿No? —respondió a media risa, abrazando a Eda.
—¡Hombre, pero tenías que volver dentro de tres semanas! —mencionó Jared con el acento beantown más marcado.
—Bueno, los planes se adelantaron, terminé mis labores antes y me permitieron retirarme más temprano.
—¡Genial! —exclamó Jace, literalmente lanzándose sobre su papá de nuevo.
Percy y yo observamos la escena familiar en silencio y puede que un poco incómodos por ser sobrantes. Es un momento íntimo de la reunión de una familia, no debemos estar aquí, pero irse de forma discreta no es un plan a accionar.
Jared fue el primero en romper el abrazo familiar, nunca podré estar tan agradecida con él.
—Eh, papá, quiero presentarte a unos amigos —nos hizo un gesto para acercarnos. Dudamos, sin embargo ante la insistencia del cobrizo no tuvimos más opción que ir con él—. Este es Percy, te he hablado un montón de él.
—Es un gusto, muchacho —le sonrió. La misma sonrisa de Jared—, mi hijo siempre está parloteando de su amigo el retraído.
—¡Papá!
Alzó los brazos en son de paz.
—Tus palabras, no mías.
Percy soltó una risa.
—Descuide, sé que soy algo retraído. Es un gusto conocerlo al fin.
—Y ella es Polet —agregó Jared.
Su padre me señaló.
—¿La chica roba galletas?
—¡¿Pero qué te pasa?! —alzó la voz y, para mí sorpresa, se había puesto rojo de vergüenza.
—Tus galletas son demasiado buenas, Jared, difícil no robarselas —paso a sonreírle a su padre—. Es un gusto también, señor Mellark, su hijo ha hablado grandes cosas de usted.
—Me arrepiento ahora... —masculló cruzado de brazos.
—También me agrada conocerlos, amigos de mi hijo.
—Bueno, fin de las presentaciones, ¡Vi envoltorios de regalos! ¡Quiero el mío!
—¡Jace! —le regañó su madre, siguiéndolo a los sofás.
—Será mejor que nosotros nos vayamos —declaró Percy, estuve más que de acuerdo—. ¿Nos vemos mañana, amigo?
—Claro, te veré ahí.
Se despidieron con un choca los cinco y de mí con un rápido abrazo en la salida. Antes de irnos, oí al padre de Jared exclamar:
—¡Jay, Mariano te envió nuevos libros! ¡Ven o me los quedo!
—¡Papá! —gritó molesto y con la cara arrugada, después a nosotros nos regaló una enorme sonrisa—. Cómo verán, chicos, sino quiero que mi extraño padre se quede con los libros que me envió mi padrino, los veré mañana en la fiesta.
Con eso dicho nos cerró la puerta en la cara.
Nos encaminamos hacia el internado.
—¿Qué fiesta? —le pregunté.
—Oh, ¿No te he dicho? —meneé la cabeza—. Alexa nos invitó a una fiesta en su casa.
—¿Alexa?
—Sí, muy raro, pero nos invitó a todos.
—¿Hasta a Jared?
—Leighton y Harbor View tienen una relación muy estrecha entre sus estudiantes. No es muy sorprendente que algunos, por no decir la mayoría de los estudiantes se conozcan. Además, ese chico es exageradamente social.
—Sí, lo pude notar —en la acampada Jared pareció hacerse amigo de todos en cuestión de minutos.
—La cosa es que Alexa nos invitó a la fiesta que hará mañana en la noche en su casa cerca de la playa. ¿Quieres ir? Para ser honesto, yo iré si tú vas.
No tardé mucho en pensarlo. Podría ser divertido y más si vamos con todos nuestros amigos. Además, ha sido amable por parte de Alexa invitarnos aún cuando no somos amigas íntimas.
—Sí, vayamos, podría ser divertido.
—Está decidido, habrá fiesta adolescentes para nosotros.
Ahí murió el tema de la fiesta hasta mañana en la noche. Estaba emocionada y nerviosa al mismo tiempo. En mis años de adolescencia solo he ido a dos fiestas, una había sido una pijamada-cumpleaños con viejos amigos de la preparatoria y la segunda, hace como año y medio, otro cumpleaños en el parque de una compañera de clases.
Así que, pensándolo bien, no he ido a fiestas adolescentes, solo a fiestas de cumpleaños.
Dejé de pensar en eso y en como me sentía, haría todo lo posible por pasarla bien porque me lo merezco.
Al llegar al internado nos encontramos a nuestros amigos teniendo una partida de Uno en una de las mesas de afuera. Phoebe tenía casi todo el mazo de cartas y Nyl es quien más tenía ventaja entre todos. Ni siquiera Aba y Letty se salvaban.
—¡Ah, Uno, Uno, Uno! —exclamó el castaño, dejando su última carta sobre la pila que se acumula en el centro de la mesa.
Acto seguido, empezó a hacer un baile de victoria tarareando alguna melodía que se habrá inventado. Phoebe, Letty y Aba lo abucheaban.
—Que derrota tan humillante —declaró Phoebe.
—¿Cómo pude perder contra Nyl? —cuestiona Letty—, ¡Contra Nyl!
—Nunca me subestimen, chicas —presumió él con una sonrisa estúpida.
Jugamos entre todos unas cuantas partidas hasta que el sol se escondió. La hora de la cena la pasamos en mi habitación viendo una película en la computadora de Nyl, así hasta que se hizo media noche cuando todos cayeron en un sueño profundo en sus sacos de dormir. Sí, nos habían invadido esa noche.
Phoebe y yo desde nuestras camas les sacamos unas cuantas fotos a los cuatro chicos que duermen en el suelo.
—Buenas noches, Polet —apagó su lámpara y me dió la espalda.
Hice lo mismo, cubriéndome hasta el cuello con mi sábana.
—Buenas noches, Phoebe.
Al abrir los ojos ya no me encontraba en mi habitación, tampoco era de noche. El cielo era tan azul que parecía irreal, el brillante sol iluminaba cada rincón de la tierra. Miré alrededor, encontrándome con un paisaje que conocía a la perfección por todos los años que pasé ahí.
Era Tahlequah, era... mi hogar.
—¿Por qué...?
—o-si-yo, Ocasta.
Un escalofrío recorrido mi cuerpo cuando lo escuché, lágrimas llenaron mis ojos y en segundos estuvieron corriendo por mis mejillas.
Me di la vuelta, encontrándome con esa sonrisa de dientes medio chuecos y la pequeña separación en los dos frontales que compartimos. Los pómulos salientes, el lacio y abundante pelo negro con reflejos blancos que le llega hasta los hombros. La última vez que lo ví todo ese bonito cabello con el que me gustaba hacer trenzas ya no estaba. Se veía como meses antes de su enfermedad, antes de los tratamientos. La chispa de diversión en sus ojos avellanas, iguales a los de papá, iguales a los míos, se veía más brillante.
Él se veía reluciente y tan... lleno de vitalidad.
—¡Abuelo! —hablé con un nudo en la garganta, corriendo para abrazarlo.
Me recibió con los brazos abiertos y ese aroma característico suyo, algo como tierra mojada y pino. Tuve miedo de lastimarlo, pero él no se veía como en nuestro último encuentro. No estaba débil ni agotado, se veía como ese hombre loco que se subía al techo de la cabaña para darle más dramatismo a los cuentos de terror.
—Tú... ¿Cómo es... cómo tú estás...? —no puedo formular bien mis palabras ni dejar de llorar.
Mi abuelo se rió y limpió mis lágrimas con sus pulgares.
—Estoy muy feliz de verte de nuevo, mi Ocasta, no sabes cuántos te he echado de menos.
Sorbí mi nariz y pasé saliva intentando aliviar el nudo en mi garganta.
—Yo también... te he extrañado muchísimo. A ti y a...
—Hola, hola...
Casi me desmayo. Creo que lo hice, o no, realmente no lo sé. No comprendía lo que sucedía. Mi cerebro intentaba procesar la situación y todo el sistema se caía o se sobrecargaba.
Mi boca quedó seca en un instante y mis lagrimales parecieron recibir una recarga de lágrimas.
—M... mamá... ¡Mamá!
Se acercó sonriente. Ella se veía... deslumbrante, incluso irradiaba un aura de luz o puede que yo ya me haya vuelto loca.
Loca o no, la estaba viendo y ella me veía a mí.
—Eres... eres tú —murmuré en un hilo de voz.
—Claro que sí, mi niña —afirmó usando ese tono maternal que tanto he echado de menos.
Parpadeé un par de veces para dejar ir las lágrimas.
—No entiendo... ¿Cómo es que tú... ustedes...?
—No trates de entenderlo, Ocasta —interrumpió el abuelo—, queríamos verte.
—Te extrañabamos —comentó mamá.
—Yo... yo también los extraño, y mucho. Han sido meses difíciles desde que te fuiste, mamá. No sabes lo mal...
—Claro que lo sé, mi niña —vino a darme un abrazo, fue cálido como si fuera ella, en carne y hueso, quien está ahí. Disfruté todos los segundos que duró—. Sé que no a sido el mejor tiempo para ti, Pau, y no sabes lo feliz que estoy por ti de que hayas empezado a sanar.
—¿Por qué, mamá? —limpié mi mejilla derecha—, ¿Por qué lo hiciste?
Ella suspiró acariciando mi cabello.
—Sé que no estaba sola, pero así me sentía. También sé que no era la solución, sin embargo en ese momento no veía otra salida, Pau. Era yo contra un ejército de pensamientos intrusivos.
—Y ellos ganaron.
—No quería dejarte, cielo, y jamás lo voy a hacer —acuna mi rostro entre sus cálidas manos—, en cada lugar que te prometí estar, ahí me encontrarás. En cada soplo del viento, en cada gota de lluvia, en cada rayo del sol. Esa seré yo, siempre cuidaré de ti hasta el último día.
—Estaremos ahí, en cada lugar, cuidándote —agregó el abuelo—, en todas las estrellas y en cada hoja de un árbol.
—Porque hasta el último latido te prometí amarte —mamá me arrulla contra su pecho.
—Y aún así, cuando dejemos de latir, seguiremos haciéndolo.
Abracé con toda mis fuerzas a mi madre y abuelo queriendo que este momento nunca termine. No quería despertar y que ellos ya no estuvieran.
—Los amo mucho.
Mamá dejó un beso en mi cabello, cuando me separé el abuelo besó mi frente tal cual como lo hacía en el pasado.
—Y nosotros a ti, Pau.
—¿Los volveré a ver?
Compartieron una mirada seguida de una ligera sonrisa.
—A su debido momento, Ocasta.
—Los extrañaré mucho.
—Y nosotros a ti, mi niña, pero ten siempre en mente que todo lo que tiene que pasar, va a pasar. Solo sé paciente con el tiempo.
—Vive tu vida —dijo el abuelo—, dando pasos hacia adelante. Recuerda el pasado con cariño y no con añoro. Anda hacia el futuro con esperanza y vive el aquí y ahora, por eso es tu presente.
—Sé valiente, Ocasta —me dijo mamá—, las mejores cosas cuestan hacerlas pero no son imposibles de conseguirlas.
—Serás capaz de muchas cosas si te lo propones —finalizó el abuelo.
—Nos veremos pronto, mi Pau.
—Oh, antes de irnos, dile a Chris que el pelo largo no le va, ese es mi estilo.
Fue imposible no reírme.
—Claro, lo haré.
Acarició mi mejilla una última vez.
—Hasta luego, mi valiente Ocasta.
—Hasta luego, abuelo.
En un abrir y cerrar de ojos ya no estaban ahí, pero yo seguía sintiendo su presencia y la calidez de sus abrazos.
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