45. Una simple pero poderosa pregunta, ¿Cómo estás?
Debía parecer una estúpida.
Y lo peor de la situación... es que no tenía la vergüenza suficiente como para que me importara.
«callar los sentimientos no es bueno, tampoco la mejor opción. Tú misma empiezas a delatarte, y no hay peor sensación de traición a que la propia.»
Detesto cuando las palabras de Phoebe comienzan a tener razón.
—¡Y es demasiado...! —fingió un sonido de explosión, haciéndome reír—, ¡Eso no me lo esperaba! Y entonces apareció este...
Percy siguió parloteando sobre el nuevo libro que estaba leyendo. En serio que es un comelibros imparable. Su emoción es tan tierna que no puedo evitar sonreír ante ella. Es una parte suya que no había conocido y que ahora puede convertirse en mi favorita. Mueve mucho las manos, como cuando habla en señas con Josiah, también inconscientemente se lleva los mechones de pelo azabache hacia atrás cada tanto y habla tan rápido que es difícil seguirle el ritmo pero intentas estar al corriente porque no quieres que esa emoción que está experimentando se esfume.
Sí, esta podría ser mi faceta favorita de ese chico. Es un Percy conversador y alegre, no es algo que puedas ver todos los días. Tenía que apreciarse.
—¡Hizo un montón de cosas locas! —volvió a exclamar. Guardo en un lugar especial esa sonrisa que forma para ponerla justo al lado de donde están las demás—, es... fue... ¡un guah completo! —resopló, impactado—, que loco. Me encantó ese final. Fue tan buenísimo que...
Se me escapó una risita cuando noté que iba a volver a hablar de su historia. No por maldad, claro que no, si fuera por mí, pasaría todo el día oyendolo parlotear de los libros que está leyendo.
—Oh... lo siento, Polet, estábamos... estábamos hablando de otra cosa —dijo—. Es que... creo que me emocioné un poco —sonrió culpable.
—Tranquilo, me gusta escucharte hablar de tus libros. Tu emoción es linda.
Parpadeó sorprendido unas dos veces antes de que sus mejillas se tornaran de un color rosa muy suave.
Otra de sus tiernas facetas que fácilmente se pueden convertir en otra de mis favoritas: cuando se sonroja. No es algo que pase muy a menudo, puedo contar con los dedos de una mano las veces que lo a hecho, y creo que no son más de dos. Y en las dos ocasiones, Percy agachó la mirada y arrugó la nariz de una forma tan linda que es ridícula la sonrisa que formé por ello. Parecía que no quería que nadie lo viera rojito como un tomate.
Si alguna vez consigo fotografiar un momento así, será una foto que habría de enmarcar.
Al parecer mi dignidad se a ido de viaje a Acapulco como para que decir eso no me pusiera nerviosa a mí también.
Esto debía de ser la sensación de traición propia...
—Esto, bueno, yo... —se pasa una mano por la nuca luego se aclaró la garganta—, genial...
Aw, Percy.
—Cuéntame, ¿Qué tal vas con tu libro? —decidí que es mejor cambiar el tema—. He visto muchas publicaciones de gente recomendandolo.
—Ah, oh, si... eh... —esperé paciente a qué su sistema se reiniciara. Lo conozco, algo por allá adentro a de estar conectandose otra vez a la red de wifi—, todo va yendo muy bien. No entiendo porque la gente compra mi libro, pero me alegra mucho.
—Lo compran porque es bueno, Percy. Estoy aquí, pero me estoy muriendo por subir a mi cuarto a terminar de leer.
Sonrió de labios cerrados.
—¿Tú... de verdad lo crees?
Asentí, muy segura y convencida. Su libro es buenísimo, comprendo a la perfección porque le está yendo tan bien.
—Azariel es un gran personaje, me cuesta creer que tú lo hayas escrito. Es muy diferente a ti.
—Recibí un poco de ayuda de Jared, debo decir —tiene sentido— pero también... está un poco inspirado en mi hermano —le sonrió a la nada—, es un libro tanto para mí abuelo como para mí hermano.
Tomé su mano que reposa sobre la superficie de la mesa. Acaricié sus nudillos.
—Ten por seguro que a ellos les encantó.
—Gracias, Polet —reforzó el agarre.
—Oye, yo solo digo la verdad. Ellos están orgulloso de ti, y yo también lo estoy.
Hubo un pequeño gran cambio en su mirada. No solo porque el verde pasó a ser azul en un parpadeo, sino que fue algo más... allá del color de sus irises. Sentía que había visto esa destello antes, y no en él, sino en Nyl. La forma en que mi amigo mira a su novia fue lo que me recordó la mirada de Percy.
En ese momento fue que mis nervios se dispararon hacia arriba y la mano que aún sostenía la suya empezó a sudar.
Tuve que aclarar mi garganta y apartarme.
—Debemos ir a clases, ¿No crees? —dije, agarrando mi mochila antes de ponerme de pie.
—Ah... —balbuceó—. Sí, sí, andando...
Adelanté el paso y limpié el sudor repentino en mis palmas contra mi pantalón. Mi vergüenza junto con la dignidad volvieron de su viaje, poniéndose más cómodos que nunca.
Llegué dentro antes que Percy, la aglomeración de estudiantes que había allí dentro no parece normal. Solo en los días lluviosos los pasillos se llenan así, ¿Por qué ahora está tan...?
Lo que ví me dejó paralizada en mi lugar.
—¿Por qué hay tanta...? ¿Qué rayos? —preguntó Percy a la nada.
En el área de salones de séptimo era donde más se concentraban los alumnos, casi todos los niños de esos grados. Era fácil saber por qué, una pelea. Alguien tuvo la estúpida osadía de iniciar un pleito, ¡En medio del pasillo principal!
—¿Pero quién...? —espíe entre las cabezas preadolescentes, encontrándome con los luchadores rodeados de niños animando más la pelea.
Eso no estaba bien.
—¡Es Josiah! —grité entrando a la masa de preadolescentes.
—¡¿Qué?! —chilló Percy detrás.
Empujé niños y también me llevé varios insultos, los ignoré a todos para intentar llegar al centro donde un chico que debía de ser de octavo grado le estaba dando una gran paliza al pequeño Josiah.
—¡Hey, hey, hey! —alcé al máximo mi voz para ser escuchada por encima de las otras exclamaciones—, ¡Alto, alto!
Tuve que meterme en medio de él y el amoratado Josiah para que se detuviera. Mientras que el abusón no tenía ni siquiera un rasguño, ya a Josiah se le estaba poniendo morado el ojo, le sangraba la nariz junto al corte sobre la ceja.
Los gritos fueron reemplazados por abucheos. ¿Pero a estos niños que les pasa? ¡Están viendo una pelea injusta! ¿Y no quieren que sea interrumpida? ¿Acaso esperan que este sujeto mate a Josiah?
—¡¿Pero qué demonios te pasa?! ¡¿Acaso quieres matarlo?!
—¡Josiah! —Percy salió entre los montones de niños aún abucheando la interrupción de la pelea y se llevó a Josiah a un lado para ayudarle con las heridas a como podía.
—¿Ustedes qué hacen de entrometidos? ¡Este es un asunto entre ese imbécil y yo!
—Por si no lo habías notado, ¡Estás a solo un par de golpes de matarlo! —señalé al pobre mal herido—, ¿Qué demonios tienes metido en la cabeza como para hacerle eso? ¡Tú permaneces intacto!
—Se merece la paliza, ¡Por soplón!
Lo miré con cara de «¿Qué rayos contigo?»
—Estás golpeando a un chico discapacitado que no puede hablar ni oír, ¿Cómo demonios va a ser un soplón?
—¿Cómo sabes que no?
Volví a darle una mirada que ni yo sabía si era contrariada, ofendida o sorprendida por la actitud de este imbécil.
—¡Josiah! —le llamé, por razones más que obvias no volteó ni a ver una mosca pasar cerca de mí—, ¡Josiah!
Aún no pasó nada porque no lo haría nunca. Él no se voltearía a verme a menos que Percy se lo diga o yo vaya directo con él.
—Dame una razón lógica, solo una, para que hayas golpeado a Josiah hasta dejarlo en ese punto.
Dió los pasos necesarios para estar frente a mí. Es triste que un chico menor que yo por tres años sea centímetros más alto, sin embargo, no me dejé intimidar. Una sola, solo necesito una razón que sea realmente válida para saber por qué esto estaba pasando y porque ningún maestro a venido a interrumpir la pelea.
—Por culpa de ese imbécil repetiré el año escolar —susurró entre nosotros. Seguía molesto, se le puede ver en la mirada y expresión ceñuda—, es un soplón y merecía el castigo que los soplones tienen.
—Josiah hizo lo correcto —decreté, algo se crispó en su cara—, lamento que tú intelecto no sea el suficiente como para tener que sobornar a un maestro para que te pase el semestre.
Bufó cuál toro rabioso, alzándose sobre mí como una sombra escalofriante. No dejé mi postura firme, no me daba miedo. Le había perdido el miedo a los bully's.
—Ese niñato me las va a pagar.
Tuve que ponerme de puntillas para igualar su altura.
—Buena suerte con ello.
Di media vuelta para ir con Percy y ayudarlo a llevar a Josiah a la enfermería.
Le prestaron atención rápida porque en serio se encontraba en un mal estado. Su cara ya tenía pinta de una berenjena muy maltratada, sus brazos incluso tienen algunos rasguños que despiden hilitos de sangre.
—Eh, amigo, ¿Cómo te sientes? —le preguntó Percy acompañado de las señas de siempre.
Josiah bajó el pulgar, arrugando la cara cuando empezaron a tratarle el corte de la ceja.
—Josiah, lo que hiciste no estuvo mal —le dije—, no es justo que mientras otros se esfuerzan en pasar sus exámenes finales ese idiota solo tenga que sobornar a un par de profesores para poder pasar.
Siseó ante el dolor del alcohol. Cómo pudo, hizo gestos con una mano que Percy me tradujo:
—«¿Vale tanto la pena para terminar así?»
Acaricié su cabello castaño húmedo por el sudor.
—No merecías una paliza de ese tipo, nada vale la pena para terminar así, pero hiciste bien en, irónicamente, no quedarte callado
Medio sonrió para poco después cambiar a una mueca.
—Hablaré con tus maestros, amigo, así no puedes asistir a clases —Percy le desordenó el pelo—, ya vuelvo.
Salió de la enfermería, dejándonos a nosotros dos con la enfermera aún limpiandole la sangre de la cara.
—No es un corte muy profundo —dijo, poniendo unas benditas para que la herida sobre su ceja se mantuviera cerrada—, eso sí, hay que mantenerla limpia todo el tiempo, no queremos una infección.
—Me encargaré de recordárselo —prometí.
Se hizo la hora de clases y yo no quise dejar solo a Josiah, ¿Y si ese chico volvía para tomar venganza? El pobre ni siquiera puede ponerse de pie.
—Descuida, querida, yo lo cuidaré —aseguró la enfermera, una señora ya mayor que es muy dulce y cuidadosa—, aquí estará tranquilo, y necesita descansar mucho.
—¿Segura? —le eché una ojeada a Josiah ahora dormitando en la camilla, tiene un par de algodones en los orificios nasales para evitar el sangrado, el ojo además de morado está hinchado, lo único que no lucía tan mal son sus brazos ahora con los pequeños cortes cerrados.
—Sí, segura. Estará bien.
Tuve que creerle a la enfermera.
Corrí hacia mi clase de cálculo y solo le gané al profesor por dos minutos, así que no tendría un regaño por no llegar a la hora. Estuve ansiosa todo el rato, era inevitable no echar eventuales miradas hacia la puerta. Quería terminar aquí he irme a la enfermería. No es justo lo que le hicieron a Josiah, ¿Una paliza de ese tipo solo por revelar lo que a de ser un delito, así sea moral? Había que hacer algo al respecto.
Yo iba a hacer algo al respecto.
—¿Dónde vas, Polet? —preguntó Letty cuando me vio yendo muy determinada hacia el otro lado del área escolar en vez de la cafetería.
—Hablar con algún directivo.
—¿Qué? ¿Te has descompuesto o algo?
Detuve el paso y volteé a ver a Letty. Está dirigiéndome esa mirada suya de «Reconsidera tus acciones y tus pensamientos antes de hacer algo estúpido» que en resumidas cuentas, es una ceja alzada a la expectativa.
—¿Supiste lo que pasó hace rato?
—No me he enterado de nada.
—Resulta ser que un chico de octavo grado estaba golpeando a uno de sus compañeros, y yo conozco a ese chico, se llama Josiah, es sordo mudo, Letty, y lo estaban golpeando por no quedarse callado al saber que ese chico estaba comprando sus notas.
Ella parpadeó.
—Vaya ironía, un mudo no se quedó callado.
—¡Leticia!
—Vale, vale —alzó ambas manos—, ¿Y tú plan cuál es?
—¿No es obvio? ¡Ir a reportar lo que pasó! Ese chico merece un castigo.
—¿Y estás segura... de que harán algo? —fruncí el ceño—. Polet, el sistema anti acoso escolar aquí está del asco. ¿Cómo sabrás que tomarán cartas en el asunto?
Ahí ella tiene un punto. Este sistema es una completa basura, pero... no podía permitir que esto se quede así. Josiah está en la enfermería, y ese chico sigue por ahí, tranquilo y sin ningún rasguño. Sí, repetirá el año, se lo merece, pero se merece también un castigo por lo que le hizo a mi amigo. Eso no se puede quedar impune.
—Ya lo resolveré —declaré, volviendo a mi camino.
—¡Bueno, señora justiciera! —exclamó Letty, alcanzandome. Pasó su brazo por encima de mis hombros—. No te voy a dejar sola en esto. Andando.
Le regalé una sonrisa, agradeciendo su apoyo.
Llegamos a la oficina del director. Quería hablar directamente con él, no con la subdirectora o algún supervisor. En la sala de espera que me seguía recordando a las que hay en los odontólogos, detrás del mostrador seguía esa mujer rubia bronceada a la perfección. Tuve un recuerdo de mi primer día aquí cuando ella me entregó mi horario.
—Buenos días —saludamos Letty y yo.
Alzo la mirada, sonriendonos.
—Muy buenos días, señoritas. ¿En qué puedo ayudarlas?
—Queremos hablar con el director, por favor —solicitó Letty.
—Oh... —tecleó algo en su computadora—, es una lastima informarles, pero el director ahora no está disponible. Se encuentra en una reunión importante, pero pueda hacerlas pasar a la subdirectora.
Negué con la cabeza.
—No, necesitamos hablar con el director. Es algo de suma importancia y muy delicado.
—Se trata de problemas con dos alumnos, uno terminó en la enfermería.
Gracias, Letty, por arruinar el factor sorpresa.
La mujer rubia desorbitó los ojos.
—En ese caso, déjenme ver qué puedo hacer. Tomen asiento un momento.
Juntas nos fuimos a sentar junto a la ventana. Hasta ahora, que la situación se hizo más concreta y real, fue que empecé a sentirme nerviosa. ¿Y si no consigo que castiguen al chico? No quiero fallarle a Josiah, uno de nosotros dos merece recibir justicia.
Cuando menos lo esperé, estaba mordiendo la uña de mi pulgar y teniendo un tic en la pierna.
—Relájate —pidió Letty, poniendo la mano en mi rodilla—, lo conseguirás, estoy segura.
—¿Y si no?
—No seas pesimista, sabes lo que pasó, estuviste ahí. Ese chico aún está en la enfermería, si con él no es suficiente prueba, entonces no sé qué más necesitas.
—No creo que sea tan fácil, Letty.
Despidió un suspiro profundo.
—No, yo tampoco —dijo por lo bajo—, pero tú... eres buena con las palabras, puedes armar una buena defensa rápido. Estoy casi segura que en otra vida fuiste abogada.
Eso nos hizo reír a ambas.
—Conseguirás que ese imbécil no salga impune, ya verás.
—Señoritas —nos llamó la secretaria, nos pusimos de pie—. Pasen adelante, el director las espera.
Hala, esto estaba pasando.
—Venga, Polet.
Letty tuvo que llevarme a la oficina porque mis pies habían echado raíces en menos de un segundo. Dentro nos encontramos con un hombre de piel color aceituna vistiendo un traje elegante. Nos sonríe cordial a las dos, ofreciendo el par de asientos frente a su escritorio.
—Buenos días, señorita Pelletier y señorita Seavey.
—Buenos días, señor —decimos ambas.
Se inclinó ligeramente hacia adelante, entrelazando ambas manos sobre el escritorio.
—Me a dicho la secretaria que tienen un asunto urgente que tratar conmigo —las dos asentimos—, que es algo de gravedad, ¿Un estudiante terminó en la enfermería?
—Así es, señor —afirmé—. Verá, esta mañana sucedió algo en el pasillo principal, más concretamente en el área de séptimo curso. Un chico de octavo grado estaba golpeando a uno de sus compañeros, está en la enfermería justo ahora.
—¿Sabes quiénes son los implicados?
—Conozco a uno, el que terminó mal herido. El otro chico no sé su nombre, pero puedo reconocerlo.
—¿Y quién es el alumno que terminó en la enfermería?
—Josiah Hadaway.
El director frunció las cejas.
—¿Josiah Hadaway? —asentí—. Él es uno de nuestros alumnos especiales, es discapacitado, ¿Cómo es que terminó metido en una pelea?
—Descubrió que ese compañero estaba sobornando a sus profesores para que le pasen el semestre —abrió los ojos a la par, sorprendido—. Reportó el caso, el chico se estaba vengando porque ahora tendrá que repetir el semestre.
—Muy merecido, opino yo —masculló Letty.
Le di una patada discreta al pie.
—Ese chico recibió lo que merecía, pero a mí parecer necesita algún castigo por lo que le a hecho a Josiah. Mientras que él está recuperándose de fuertes golpes, (le a dejado morado el ojo, un corte en la ceja y la nariz rota) su compañero ni siquiera recibió algún rasguño.
El director parecía analizar todo lo que le he dicho.
—Esto es algo grave, señorita Seavey, ¿Está segura de lo que a dicho?
—¡Claro que sí! ¡Estuve ahí, ese chico me lo dijo en la cara! Si no me cree, vaya a la enfermería a ver cómo se encuentra Josiah.
»Ya basta de injusticias aquí, señor, al menos uno de los tantos que hemos recibido acoso escolar, malos tratos o bullying tiene que recibir justicia.
—¿Qué? ¿A qué se refiere?
—Señor director, ¿No está al tanto de lo que pasa allá entre los estudiantes? —le cuestiona Letty, la cara del hombre es suficiente respuesta—. Muchos han sido víctimas de bullying, ella también entra ahí.
—Soy mestiza, señor, mitad blanca y mitad cherokee, ni siquiera tenía un mes aquí cuando Malia Pierce empezó a molestarme con eso, así le siguieron demás estudiantes. Me llamaron india, me denigraron, me lanzaron comida.
—¿Y por qué nunca reportó el caso a la subdirectora? Ella es la encargada de mediar los asuntos de ese tipo.
Resoplé, irónica. Cómo si eso hubiera servido de algo.
—No comprendo, señorita Seavey. ¿Por qué no lo hizo?
—Director, la subdirectora es la madre de Malia Pierce, ¿Usted cree que ella hubiera puesto un castigo a su preciada hija? —admiro la capacidad de Letty de no dejar de lado su sarcasmo aún frente a una figura de mayor rango que un profesor.
—Bueno... debería ser imparcial.
—Pues no lo es, ¿En serio no se entera de todo lo que pasa? A Polet le dieron un castigo de una semana por culpa de Malia, porque ella se burló de la situación de la madre de Polet. ¿Y Malia que recibió? Nada.
»Es una constante injusticia por culpa de la subdirectora.
—Tiene que hacer algo —agregué cuando el director no dijo una palabra—, por una vez, haga algo.
Suspiró, empezando a asentir.
—Hablaré con la subdirectora, también me haré cargo personalmente del caso de Josiah Hadaway —formó una sonrisa que parecía tensa—. Muchas gracias, señoritas.
—Esperemos que pase algo, señor —admití, poniéndome de pie junto a Letty—. Buenos días.
Fuera de la oficina, tuve que sostenerme de mi amiga porque repentinamente me encontraba mareada. Por la sagrada madre del maíz, ¿Eso de verdad pasó?
Letty ayudó a recomponerme. Se estaba riendo.
—Eso pasó, Polet —respondió cómo si me hubiera leído el pensamiento—, haz hecho algo genial.
—¿Tú dices?
Asintió, muy segura.
—Claro que sí —afirmó—. Eres una justiciera, no te gusta que las cosas sean imparciales he incluso si tú pellejo está en riesgo, sigues con la insistencia de meter las manos al fuego —ahora sí nos dirigimos a la cafetería—. Lo que es muy estúpido o muy buena gente. ¿Segura que en otra vida no fuiste una abogada reconocida?
—No que yo recuerde algo.
—Pues, no te iría mal en ello.
Abogada Paulette Seavey, me gusta como suena eso.
***
—Vamos a empezar con una pregunta importante, ¿Te parece?
—Claro.
—¿Cómo estás?
Jugué con la cucharita dentro del té que Eda me había convidado, analizando la pregunta para darle una respuesta. No me encontraba tan mal, podía comer de nuevo y eso es algo que, debo reconocer, es un avance enorme. Sigo extrañando a mamá, pero cada día entiendo que ella dónde quiera que esté se encuentra bien. Aún hay una parte de mí que se siente culpable de su muerte, pero la otra más grande acepta que fueron situaciones que no estaban en mis manos, que no podía controlarlas y que por mucho que quiera cambiarlas no puedo, y eso está bien.
No todo lo que pasa en mi contorno es mi culpa, lo he aprendido, y sí, hay muchas cosas que aún duelen, tal vez nunca dejarán de hacerlo y el dolor no se hará más pequeño, solo yo creceré a su alrededor.
«Las cosas se ven difíciles ahora, Polet —pensé en esas palabras de Percy el día que mamá se fue—, y es comprensible que sientas que... a partir de ahora nada irá bien, créeme cuando te digo que no es más que tú subconsciente deprimido y negado que cree que así serán las cosas.»
«Todo mejora, siempre —recordé también las de Nyl—, puede tardar, ni dudarlo, pero las situaciones no siempre serán malas.»
En su momento lo creí imposible, viéndolo desde ahora, ellos no estaban tan equivocados. «El tiempo cura las heridas» agregó Letty en esa ocasión. Claro que cura las heridas si nosotros ponemos de nuestra parte para que sanen.
La terapia fue mi manera de dar el brazo a torcer, y ahora podía decir:
—Estoy... bien.
Se sintió satisfactorio ver la mirada de orgullo de Eda.
—¿Quieres contarme cómo lo conseguiste?
Encogí los hombros ligeramente.
—Con el tiempo, supongo. Tú terapia, mis amigos, eso habrá influido.
—No digo que no, Polet, las personas, momentos y cosas que componen nuestro alrededor nos ayudan a mejorar, a sentirnos mejor. Sin embargo, no podemos dejar de lado nuestro propio esfuerzo por conseguirlo.
»Tú has puesto muchísimo esfuerzo para llegar a este punto. No te quites créditos —se acomoda en su silla—, quiero que repitas después de mí: «yo, Paulette Seavey, estoy muy orgullosa de lo que he hecho para sentirme bien»
—Yo... Paulette Seavey estoy... estoy muy orgullosa de lo que he... hecho para sentirme bien.
Eda sonrío.
—Hazlo cada noche frente a un espejo hasta que ya no te cueste decirlo, ¿Okey?
—Okey...
—La autocrítica es fácil, notamos más rápido nuestros errores que nuestras virtudes. Le damos créditos a otros de nuestros méritos, por eso debemos de practicar el felicitarnos. Aunque no lo creas, ayuda al alma a ser feliz.
»Ahora, quiero que me cuentes tu fin de semana. ¿Qué tal la visita a tu madre?
Dejé ir un suspiro y empecé a ponerla al corriente con lo que había pasado. Estuvo ahí con un pañuelo cuando se me salieron algunas lágrimas por contarle la visita a mamá. Ya no eran lágrimas de tristeza, de melancolía, al menos no completamente. Eran lágrimas de... «entiendo que tú querías irte, espero que estés bien donde sea que estés» aplaudió emocionada cuando le conté mi gran victoria por comer más allá de un cuarto de ración.
Sí, no está nada mal esto de contar tus logros, de cierto modo "presumirlos" al fin consigues ver de lo que eres capaz.
—Eso me alegra muchísimo, Polet —su emoción es contagiosa—, por muy pequeño que para otros sea, para ti es algo enorme, no dudes en sentirte orgullosa de eso.
—Lo estoy, Eda. Me siento... feliz de estar saliendo poco a poco de ese pozo.
—Y no sabes lo feliz que me haces a mí.
Nuestra sesión terminó hora y media después. De todas las citas, esta es la primera donde me siento de verdad bien, tranquila, que nada en mi cabeza está gritando lo bastante alto como para molestarme.
Sonreí a la nada, siguiendo el pasillo para volver a la sala.
—... ¡Está muy cool! —exclamó Jared—, ¡Me apunto, claro que sí!
Oí la risa de Percy.
—Genial, tengo que hablar con los demás chicos, pero seguro de que se unen también.
—¿De qué hablamos? —pregunté, llegando con ellos.
—¡Polet! —saludó Jared—, bienvenida de nuevo, ¿Te apetecen galletas?
—Claro que sí, gracias —tomé unas dos galletas del plato—. Y, ¿De qué hablan?
—Oh, una idea increíble que se le ocurrió a Percy. Cuéntale, amigo.
El pelinegro dió un mordisco a una galleta, luego habló:
—Estaba pensando en hacer una acampada —alcé una ceja, curiosa—. Era una tradición que teníamos mi hermano, mi papá y yo para estas fechas, entonces pensé, ¿Por qué no hacer una con los chicos?
—Suena interesante, ¿Dónde sería?
—En la ruta de Holbrook a Willesden, después del túnel hay un bosque muy bonito, ahí era donde solíamos acampar mi familia. Conozco bien el lugar, sería imposible perdernos.
—Pero sí nos perdemos sería totalmente tu culpa —apuntó Jared.
—Que no nos perderemos, hombre —reiteró Percy, frustrado. Me miró—, ¿Qué dices, átomo en decadencia? ¿Te unirías?
La respuesta era más que obvia:
—Claro, sería genial.
Ah, que lindo se sintió poner esa sonrisa en sus labios...
Caray, estoy mal.
Ellos entraron en más detalles sobre la acampada, quienes podrían venir, la comida, en donde nos iríamos y tal mientras yo comía de las galletas de Jared. Él parecía no importarle que estaba acabando con sus dulces, así que seguí comiendo tranquila.
—Puedo resolver el transporte —comentó Percy—, y parte de la comida.
—Yo igual, puedo preparar mis famosas galletas... —eso último lo dijo con una tonada que nos hizo reír—, y sandwiches y esas cosas.
—¿Qué tal si cada uno de los invitados aporta algo para la comida? —sugerí—, así sean snacks o bebidas.
Jared me señaló.
—Ella tiene razón.
—Bueno, tendría que hablar con los chicos. ¿Invitarás a Calum?
El chico cobrizo arrugó la nariz junto con los labios y se llevó una mano a la nuca.
—No lo sé...
—¿Todo bien con ustedes?
—Sí, es que, ya sabes, Calum no es de ese tipo de salidas.
Percy asintió.
—Trataré de colaborar en varias cosas —agregó.
Tuvimos que irnos un rato después ya que Jared tenía cosas de la escuela que hacer y nosotros estábamos siendo una interrupción. No lo digo por mi pesimismo, él mismo lo dijo «me gustaría seguir hablando con ustedes, pero tengo deberes que terminar y ustedes están siendo una interrupción, así que adiós» Percy alegó que eso es normal, por lo que no debería tomarmelo a mal.
—¿Te apetecen galletas del ShumPox? —preguntó, echándome una ojeada por encima del hombro.
Llevé una mano a mi panza, haciendo una mueca. Después sacudí la cabeza.
—Comí muchas galletas ya.
—Vale —resopló—, ¿Una limonada? Hace días no vamos.
Sip, Percy sigue haciendo eso de las salidas después de la terapia. He querido preguntarle por qué, ¿Cuál es el motivo? Sin embargo, prefiero quedarme en la incógnita y apreciar su lado amable.
—Eso sí me apetece.
Fuimos a nuestro puesto de limonadas de siempre que es atendido por una veinteañera agradable en el parque cerca del internado. Ella nos saludó sonriente y nosotros procedimos a pedir nuestras bebidas. La mía limonada rosa, obvio, se a vuelto mi favorita aunque no tenga un sabor diferente a la amarilla. Es bonita. Percy pidió la clásica.
—Muchas gracias —decimos ambos, yendo por el sendero hacia la salida.
—¿Qué tal este fin de semana?
—¿Eh? —balbuceé.
—La acampada. ¿Qué tal si la hacemos este fin de semana?
—¿Tan pronto?
—Podríamos ir mañana después de clases a comprar todo lo necesario, puedo solucionar lo del transporte hoy. Si tenemos todo a la disposición, ¿Por qué no este fin de semana? Nos vendría bien antes de todos los exámenes de fin de curso.
Ahí tiene un punto, el fin de curso se acerca y con él trae el montón de exámenes que ya nos están haciendo el aviso de que vienen, que tenemos que estar preparados y que en un cien por ciento estarán difíciles.
—Pues, tienes razón. Apoyo tu idea.
—Genial —dimos un pequeño brindis—. Hablaremos con los chicos apenas lleguemos.
Vaya que hicimos otra cosa en vez de hablar con nuestros amigos.
——————————
Nota de la autora:
¡Hola, hola, hola!
Sí, esta soy yo publicando una novela de jueves en viernes. Pero tengo una excusa, estaba estudiando y terminando de editar la segunda parte de esta doble actualización.
Porque sí, es doble actualización.
Por ahora les dejo esta aquí, más tarde nos leemos en la siguiente parte.
¡Disfrútenlo!
Besos y abrazos con peleas, citas y limonadas
MJ.
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