43. Nada de spoilers o te estrujaré la tráquea

—Te odio, listillo —murmuré para mí, siguiendo con la lectura.

Desde hace un muy buen rato que estoy leyendo El Hijo Del Mar y odio que Percy me haya dado el spoiler de cómo encuentran a Azariel.

También estoy experimentando un odio hacia Maris, desde el primer capítulo me dió mala vibra.

—¿Ese no es el libro de Percy? —preguntó Sam en el sofá grande, asentí a su pregunta, aún leyendo—. ¿Y es bueno?

—No ha dejado de leer desde el desayuno, ¿Tú qué crees, Hormiguita? —cuestiona Aldana con tono bromista.

Sam le respondió algo a su mamá que ignoré para seguir leyendo, estaba llegando a un momento importante, lo sé, lo presiento.

«—¡Corre! —mamá gritó—, ¡Corre lejos, Azariel!

¡No voy a dejarte sola! —impulsé desde atrás mis brazos para dar el golpe más fuerte de toda mi vida con el palo de la escoba.

Se partió en dos sin hacerle el menor daño al tipejo androide acuático.

Vendrás con nosotros, Azariel de Maslwell por tus crímenes cometido contra la corona.

¡¿Cuál corona?! —un grito más infantil y cobarde que valiente y varonil sale de mi garganta cuando una cuchilla es dirigida a mi garganta.

Mis rodillas se doblaron, mandándome al suelo para evitar que termine hecho brocheta de Azariel...»

—¿Quieres, Polet?

Alcé la vista del libro, Aldana señala un plato lleno de las galletas de la torre. Tomé una sola, dándole un mordisco y volviendo a mi lectura.

«Mamá salió de la nada, tacleando al tipejo androide acuático, cayó al suelo con un ruido seco y que seguro habrá dejado un par de costillas rotas... si es que tienen costillas o algo.

La ayudé a ponerse de pie y ambos corrimos a la cocina para salir por la puerta trasera.

Tenemos que ir a casa de Oliver, él puede ayudarnos, su papá... —me detengo a mitad de los peldaños cuando no escucho los pasos de mi madre detrás de mí.

Ella aún está junto a la puerta. ¿Es que acaso está loca? ¡Tenemos que irnos, los dos!

Mamá, vámonos, tenemos que irnos de aquí.

Sacudió la cabeza como mayor respuesta.

Tienes que irte, Azariel, tienes que irte lejos...»

Los vellos del brazo se me ponen de punta, tengo una sensación de nervios en el estómago.

«—¡Mamá, no voy a dejarte aquí, vámonos!

¡Te buscan a ti, Azariel! ¡Tienes que huir!

Pasé saliva, negando.

No... no, por favor. Tú no...

Ella bajó los escalones, quise creer que había desistido a su idea absurda pero no, no lo haría. Esa mujer es tan terca.

Puso sus dos manos en mis mejillas, limpiando las lágrimas que corren por ellas.

—Corre, corre lejos y no dejes que te atrapen. No confíes en nadie —me rodea con sus brazos, lágrimas siguen escapando de mis ojos. No, no...—, confía en tus intentos, pero sobretodo —se aleja—, confía en ti mismo —deja un beso en mi frente que alarga mucho más que las veces anteriores—. No dudes de quién eres, no eres un error, cielo. Eres... increíble, asombroso, fuerte. Eres un milagro

Percy, ¿Por qué no me dijiste que podría llorar con esto?

—¿Estás bien? —preguntó Sam.

Limpio mi mejilla húmeda.

—Voy a matar a Percy —fue mi respuesta, aún leyendo.

—Procura que no te atrape la policía —sugirió papá.

«—Sostente fuerte, sé valiente ante la tormenta. Te amo.

La puerta explotó.

¡Corre!

Huí escaleras abajo escuchando los gritos de mi mamá, en ningún momento pude ver atrás, me caí en más de un momento por la vista acuosa, pero no detuve. Corrí tanto que mis pulmones quemaban por la falta del aire. Corrí tanto que mis piernas dolieron.

Cuando estuve seguro de que estaba lo bastante lejos me detuve, caí de rodillas en el caliente pavimento. Apreté los párpados, las lágrimas cayeron al suelo.

No, no, no. ¿Cómo pude acceder a una idea tan estúpida? ¡Tengo que volver por ella!

Me levanté usando todas mis fuerzas, dispuesto a sacar a mi mamá de allá. A lo lejos diferencié mi casa, la misma donde había pasado toda mi vida, la misma que explotó reduciéndose a montones de pedacitos de madera, vidrios y mis recuerdos.

¡¡NOOOOOOOOO!!»

—¡NOOOOOOOOO!

—¡Ah! —exclamó Sam, asustando.

Volví a leer la escena, una y otra vez. No, no, no. Percy no hizo eso, ¡Percy no hizo eso!

—¡Lo voy a matar! —grité, poniéndome de pie y subiendo a mi habitación por mi teléfono.

Apenas lo tuve en manos marqué su número. El tono sonó unas tres veces antes de ser contestado.

—¡Hey, átomo en...!

—¡¡ESTÁS MUERTO, PERCEVAL ADAMS!! —grité interrumpiendolo.

¡¿Cómo se atrevía a hacerle eso a Azariel?! ¡A su madre! ¡Está condenado a ser odiado!

—Eh... —balbuceó confundido.

—¡¡ESTÁS RECONTRA MUERTO!!

Me colgó, ¡Me colgó! ¡Oh, ahora sí que está condenado! Apenas lo vea más tarde le estrujaré el pescuezo por...

Entró una videollamada, contesté aún ideando planes para lastimarlo.

Del otro lado apareció su rostro formando una sonrisa que se nota es forzada. No dejé de mirarlo mal y con seguramente el odio reflejado en mi mirada. El escenario en el que se encuentra es diferente, no es su habitación en el internado ni ningún otro sitio de ahí. Es una sala familiar. La casa de Jared.

Quien apareció unos pocos segundos detrás, saludándome con una sacudida de su mano antes de perderse por la cocina.

—Te voy a matar —le dije al pelinegro sin dejar de acuchillarlo con la mirada.

—Merezco morir, ¿Pero puedes darme los motivos de por qué tú me quieres matar?

Alcé el libro hasta dejarlo a un lado de mi cara.

Su cara cambió a un «Oh...» se humedeció los labios y asistió.

—Sí, sí, es comprensible.

—¡¿Cómo te atreves?! —chillé—, ¡Estaba llorando como estúpida, Luana no merecía ese final!

Percy frunció el ceño.

—Espera, ¿En qué parte vas?

—Cuando la guardia encuentra a Azariel —volví a entrecerrar los ojos en él. No me digas que hay más desgracias adelante—. ¿Por qué esa cara?

—Oh, no, no, por nada...

—Percy...

—Hey, dijiste que nada de spoilers —se defiende.

—Más te vale.

—Y pues, no te daré spoilers, deberías de seguir leyendo, la cosa se pone buena a partir de ahí.

Resoplé por la nariz.

—Igual vas a morirte.

—En algún punto de mi vida, sí, pero dudo que sea por ti.

Sí, tiene razón. Digo que lo mataré pero la verdad es que no lo haré. Principalmente porque no quiero cargar con ese remordimiento de conciencia he ir a la cárcel.

—Me está gustando mucho aún cuando estoy sufriendo, lo has hecho bien —admití.

Él se rió de su lado.

—Es bueno saberlo.

—En fin, ¿Qué haces?

Se encogió de hombros.

—Vine a molestar a Jared un rato.

—¡Que no molestas, hombre! —exclamó el susodicho a lo lejos.

—Los chicos quedaron en el internado, estaban hablando de ir a cenar o algo.

—Uh, eso me apetece.

Percy alzó una ceja, gesto que me hizo reír. Comprendí bien su curiosidad, últimamente comer no a sido mi actividad favorita, pero con mi pequeña gran victoria de ayer y que hoy pude desayunar un pequeño panqueque, me empezaba a sentir a gusto de nuevo con la comida.

—Ayer y hoy... pude comer sin dejar de lado, terminé un plato de comida entero, Percy, y por muy pequeño o ligero que haya sido, lo considero un gran logro.

Esboza una sonrisa de dientes completos que le marcan el hoyuelo para mí.

—Eso es genial, Polet —dijo—, estoy muy feliz y orgulloso de ti.

Esas palabras encendieron un punto cálido en mi pecho. Cuando escuchas un «estoy orgulloso de ti» de las personas especiales para ti, tienen un impacto diferente en ti, te hacen sentir mejor, te llenan de más motivación, una motivación que antes creías perdida, y es una sensación increíble, casi parecida a lograr llegar a la cima de una montaña, incluso mejor.

—Estoy emocionada de contárselo a Eda —admití—, sé que estará feliz.

—Ni lo dudes, eh —rió—. Además de leer, ¿Qué haces?

Encogí los hombros.

—La verdad es que nada, desde el desayuno no he estado haciendo otra cosa que leer. De hecho, quiero continuar.

—Es decir, ¿Que me vas a colgar?

—¿Si?

—Comprendo, yo haría lo mismo —indudablemente—. Te veo más tarde.

—Te veo más tarde —sacudí la mano en despedida antes de colgarle.

Me quedé leyendo en mi cuarto, empecé en la cama y terminé sentada en el alféizar de mi ventana comiéndome las uñas y riéndome sola. Hice una que otra pausa para ir al baño y hurtar bocadillos; papá, Aldana y Sam seguían abajo, los adultos charlando y el niño jugando videojuegos. Luego conviviré con ellos, por ahora tengo que matar mis ansias de lectura.

Dioses, Percy de verdad que es bueno en esto. ¿Cómo es que no leí esto antes? ¡Está increíble! Y no es agotador, es una lectura muy ligera sin tantos detalles pero con los suficientes para imaginarte un gran escenario. Si alguna vez ese listillo duda de su la escritura es lo suyo, estaré ahí para darle una bofetada con su libro. No me sorprende que le esté yendo tan bien.

—¡Polet! —llamó Sam desde el pasillo para luego aparecerse en mi habitación—. ¿Aún leyendo?

—Oye, esto de verdad está buenísimo —respondí sin despegar la vista de las líneas. ¿De dónde Percy sacó tanta imaginación para invertirse todo un reino subacuático?

Sam vino a sentarse a mi lado.

—¿Atlantis? —cuestionó.

—Kradian —corregí—, vecino de Atlantis.

—Hala, que cool —asentí—. Espera, no venía a leer, ya mamá y yo nos vamos.

Pasé a verlo.

—¿Qué? ¿Tan pronto?

—Polet, son las cuatro.

Ahora pasé a ver la ventana. Las luces de los edificios empiezan a encenderse y el cielo a motearse de un anaranjado muy suave.

Dioses, ¿He pasado toda la tarde leyendo?

—No... —murmuré, viendo a Sam—, quería pasar el rato con ustedes después de... de leer.

Él sonrió mostrando sus pequeños y adorables dientes.

—Descuida, volveremos pronto. O tú puedes ir a casa a visitarnos, ¡Eres bienvenida!

Yo en cambio sonreí de labios cerrados, pasando mi brazo por sus hombros y atrayendolo hacia mí en un rápido abrazo.

—Hablaré con papá para ir con él a Ciudad Nevada pronto.

—¡Cool! —nos separamos—, así podrás conocer a mi mejor amiga, a mi mejor amigo, ¡Mi casa!

Solté una risita baja por su adorable emoción.

—Claro que sí, Sam.

Volvimos abajo por el llamado de su mamá. Me disculpé un montón de veces con ella por haberme encerrado en mi cuarto y pasar de ellos, igual que Sam no le dió importancia, diciendo que volverían pronto y que era más que bienvenida a su casa. Archivé en primer plano decirle a papá para ir un fin de semana a Ciudad Nevada.

Abajo le di un fuerte abrazo a mi hermanastro. Hum, denominarlo como tal ya no es tan complicado, incluso empieza a gustarme. Sam también correspondió con su fuerza infantil a la muestra de afecto.

—Recuerda, eres más que bienvenida a casa —dijo—, esperaré que vayas pronto, a Ava le encantaría conocerte.

Al separarnos, doblé un poco las rodillas para estar a su altura. Desordené más su revoltoso pelo rojizo.

—Eso prometo que será pronto, en cuanto esté más lista. ¿Va?

Asintió, contento con esa respuesta.

—Va.

Aldana no se quedó atrás con los abrazos, fue raro, pero no una rareza en mal plan, algo más bien como... no lo sé, ¿Bien? Es difícil de describir. Fue el abrazo de una madre, pero también se sintió como el de una amiga íntima. Es como si Phoebe y mamá me hubieran abrazado a la vez. Aunque me dejó descolocada unos segundos, no dudé en corresponderle porque fue una sensación única y agradable.

Antes de alejarse, dejó un sonoro beso en mi sien derecha que me hizo reír.

—No te olvides, Polet, que no debes de reprimir un sentimiento tan bonito como el amor, puede traerte sorpresas inesperadas.

—Gracias, Aldana, por... por todo.

Acarició mi mejilla y sonrió de labios cerrados, no lo he notado antes, pero ella tiene unas mejillas rellenas que al sonreír le marcan un poco más los pómulos.

—No agradezcas nada, linda, quiero ayudarte.

Papá apareció por nuestro lado izquierdo con los brazos abiertos.

—Que lindas mis chicas favoritas —nos envolvió a ambas en un abrazo al que Sam no tardó en unirse, el pequeño en cambio nos abrazó de la cintura.

Aldana y yo quedamos atrapadas en medio de esos dos. Compartimos una mirada, ella se encogió de hombros y yo no pude evitar reírme.

Hubo una brisa fresca que arrastraba consigo las hojas de algún árbol. Una de esas se quedó enredada entre las trenzas de mi pelo. Al sacarla del enredo, se escapó de mi mano con la nueva brisa que sopló.

Que raro.

Papá y Aldana se despidieron con un casto beso, Sam y yo no dudamos en molestarlos con bromas que más que hacerlos molestar, los hicieron carcajearse. Incluso cuando pasé encerrada en mi cuarto toda la tarde leyendo, la despedida no estaba siendo tan mal.

—Avísame en cuanto llegues a casa —le dijo papá a ella, dándole un último abrazo.

—Claro, yo te aviso —la novia de papá vino a apretujarme un segundo la mejilla—, cuídate mucho, Polet.

—Prometo comer más.

—Poco a poco, no te satures.

Asentí, agradeciendo en mi interior su tierna preocupación.

—¡Adiós, Chris! —exclamó Sam desde el asiento de copiloto del auto de su mamá.

—¡Adiós, Sam, cuídate!

Estuvimos sacudiendo las manos como gesto de despedida hasta que los perdimos de vista.

Oí a mi papá suspirar.

—¿Todo bien? —le pregunté, notando que esa mirada suya es un tantito rara.

—Sí, todo bien, solo que... cuando se van, o me tengo que ir yo, los echo de menos. A todos.

Entendí bien, papá está solo aquí en casa todos los días de la semana, su única compañía es una llamada o un mensaje hasta que llega el fin de semana y yo puedo venir o él va a Ciudad Nevada.

—Aldana, ella... me hizo una propuesta —agregó, yo alcé una ceja, interesada de saber—, quiere que cuando tú termines el curso yo... —vacila mirando a diferentes lugares—, yo vaya a vivir con ella en su casa en Ciudad Nevada.

Lo admito, me estaba esperando cualquier cosa menos eso. La mandíbula se me cayó al suelo, abrí tanto los ojos que una basurita entró en ellos. Con el ojo bueno que me quedó, observé a mi padre. Se está rascando la nuca y tiene la vista puesta en el suelo, parecía un adolescente nervioso del regaño de sus padres.

Vaya situación irónica.

Intenté procesar lo que dijo. Ella le propuso que después de que yo termine el curso él se fuera a vivir con ella, en Ciudad Nevada, en la ciudad vecina a cinco horas de distancia.

¡¿Qué?!

Eso mismo no pude evitar exclamar.

Papá asintió, afirmando mi pregunta.

—Y no... no me parece una mala idea, Ocasta.

—Ah —balbuceé para luego menear la cabeza y conseguir aclarar medianamente mis pensamientos. De la nada todo se volvió una bola de estambre enredadísima—, pero, pero, ¿Por qué... por qué tú? ¿Ella no puede venir aquí?

—Su vida está allá, Pau.

—¡Y la tuya aquí! —recalqué.

Me sorprendió ver a mi papá negar con la cabeza.

—Mi vida eres tú, Polet. Tú y esa... increíble mujer, cuando tú empieces a tener tu propia vida, ¿Qué va a pasar conmigo?

—Sabes que yo no te dejaría de lado, papá.

—Lo sé, cielo, pero llegará un punto donde serás tú, la universidad, tus pasatiempos, tus amigos, no siempre voy a ser yo.

Aquello... aquello me deprimió por lo real que es.

—Vivir en Ciudad Nevada no se me hace tan mal, es lindo, es un ambiente hogareño que ni el más grande penthouse podría darme.

Eché un suspiro pesado al aire, papá tiene una expresión culpable en la cara. No, él no tiene culpas de nada. Está en todo su derecho de querer formar una nueva vida con su pareja, no lo estoy culpando de nada, solo es... un fuerte golpe de realidad.

Él quiere eso, ¿Y yo quién rayos soy para negarselo?

—Si eso es lo que deseas, tienes mi bendición.

Papá se rió.

—No es que quiero volver el asunto sobre mí, ¿Pero y yo? Que yo sepa en Ciudad Nevada no hay universidades.

Acorta la distancia entre nosotros para pasar su brazo por encima de mis hombros, nos adentramos al edificio.

—Apenas cumplas los dieciocho toda la herencia que te dejó tu mamá pasará a estar en tus manos legalmente, podrás alquilar o comprar un departamento con ese dinero.

—Hala, ¿Independizarme tan rápido? Aún soy una niña.

—Una niña de próximos dieciocho años, cabe recalcar —dio un toque en mi frente con su dedo índice.

Aparté su mano con un golpe en el dorso.

—Igual asusta un poco.

—O puedes quedarte aquí, un ambiente que conoces.

—¿Todo ese gran espacio para mí?

—Puedes traerte a Aidan.

Imaginé como sería vivir con mi otro hermanastro. Desastroso, eso seguro.

Negué.

—Podré resolverlas por mí misma, descuida —ambos entramos al elevador.

Uno frente a otros recostados de las paredes metálicas, compartimos un minuto de silencio. No sé en qué estaría pensando papá, yo visualicé todo lo que se vendría para los próximos meses.

—Si no estás segura con la idea de quedarte sola, los planes pueden retrasarce.

—No quiero que pauses tu vida por mí, papá. Tienes razón, pronto será mi cumpleaños dieciocho, ya no seré una niña, tengo que lanzarme al mundo exterior por mucho que me asuste y tú debes de formar tu nueva vida con tu novia.

»Estaré bien, lo prometo.

Por él y por mí, tuve que creer eso.

***

Ese domingo volví un poco más tarde al internado, con papá fuimos a cenar fuera y ver una película, para eso de casi las nueve estaba subiendo a mi habitación con el estómago lleno, una sensación que no tenía desde hace meses.

Se sentía bien volver a tener la panza llena, no castigarte con hambre. Pasito a pasito, las cosas iban yendo bien. Espero ansiosa a mi próxima sesión con Eda, le encantará saber los acontecimientos de este fin de semana.

Los pasillos estaban poco concurridos, nada más ví a unos cuantos chicos ya en pijamas venir de la cafetería con algunos dulces en mano.

Frente a mi habitación, giré el pomo y abrí.

—¡Polet! —exclamaron desde dentro.

—¡Ah! —grité, dando un salto hacia atrás.

Mis amigos se rieron de mí.

—¡Estás de vuelta! —Phoebe vino a darme uno de sus fuertes abrazos—, pensé que ya no llegarías.

—Me quedé pasando el rato un poco más con papá —salí del abrazo de mi mejor amiga para dejar mis cosas en la cama.

Todos mis amigos estaban ahí sentados en el suelo jugando una partida de Monopoly, fue fácil saber quién era el que estaba ganando.

—Eres bueno para la táctica, listillo —le dije a él, quien usa la madera de mi cama como apoyo para su espalda.

—Ni que lo digas —Letty rueda los ojos.

—¡Todos estamos endeudados con él! —comenta Nyl, ofendido.

El pelinegro se burló de ellos.

—Bueno, ¿Por qué caen en mis propiedades?

—Porque, no lo sé, ¡Los puntos del dado nos hacen caer ahí! —responde Letty con un tono obvio y sarcástico.

—Cháchara —respondió Percy, nuestra amiga rubia gruñó molesta en su dirección—, estoy siendo muy amable en darles chance a que me paguen.

—¡Estás en la cárcel! —Nyl señala la ficha azul de Percy—, ¡No pienso darle dinero a un criminal!

Percy resopló pareciendo frustrado, tal vez esta no sea la primera vez que ese tema sale a relucir.

—¡Ya te he dicho que así no es el juego!

—¡No me importa, hasta que no estés fuera de la cárcel, no te daré dinero!

Así se mantuvo firme hasta que el pelinegro salió de la cárcel.

Observé desde mi cama la partida de Monopoly que ellos llevaban, también sin que se dieran cuenta grabé unos cuantos vídeos. Caí en el hecho de que con los chicos no tenemos muchas fotografías, antes de terminar el curso quiero tener para el recuerdo.

No fue una sorpresa que Nyl sea el que más deudas tenga con todos, incluso con su novia. El pobrecito tuvo que abandonar la partida porque ya no tenía el dinero ni podía pedir préstamos para pagar sus deudas en el juego.

—Si así me va en un juego, ¿Cómo me irá en la vida?

—Mientras sigas con Aba no creo que tan mal —contestó Letty, lanzando los dados.

La partida terminó a las diez treinta, nuestros amigos se fueron cada uno a su habitación, dejándonos a nosotras dos solas.

—No hemos tenido mucho tiempo de hablar —Phoebe se echa con total confianza junto a mí, su pelo esponjado me da cosquillas en el cuello—, y hay algo importante de que hablar.

Tengo la sospecha de qué se puede tratar, pero prefiero hacerme la tonta con eso.

—¿Sí?

—Ajá —afirmó, sentía su mirada verdosa en el perfil—, Polet, no te hagas de la vista gorda.

Demonios.

Tardé lo mío en responder, y en ese tiempo me senté en la cama, usando la pared junto a la ventana para apoyar la espalda, también fingí deshacer algunos nudos en mi pelo, una tarea que había hecho hace ya un rato cuando me cambié a la pijama.

La expresión de Phoebe empezó a ser de impaciencia, esa fue mi señal para empezar a hablar.

—Sí, es verdad —dije—, me gusta Percy, ¿Feliz?

—Oh, claro que sí.

Su sonrisa lo refleja demasiado.

—Igual es algo inútil —jugueteo con mis pulgares—, es Percy, dudo que lo mío sea recíproco.

—Sigo sin entender muy bien a ese chico, creo que jamás lo voy a hacer —ella le frunce el ceño a la nada—, la cosa es, que no fueron ideas mías lo que ví durante la partida.

—¿Que Aba te estaba ganando?

—Eso no, eso sí lo ví. Malvada Aba —masculló eso último—, Percy, te estaba echando miraditas de más.

—Eso no es la gran cosa, Phoebe, está ciego, imagino que a de tener que ver unas cuantas veces de más.

—Sí, vale, ¿Pero solo tú? Ni siquiera el tablero o los dados, solo tú.

Dejé ir un suspiro, eso igual no significa la gran cosa, no quería ilusionar a mi pobre y estúpido además de débil corazón.

—Debo superar lo que siento por él.

—¿Y por qué no enfrentarlo?

—No quiero pasar más vergüenzas, gracias —dije rodando los ojos—, sino pienso en eso, no existe, ya está.

—Polet, que no lo pienses no significa que no lo sientas —su tono se vuelve delicado a la par de serio, ya no estábamos bromeando—, comprendo que tú mayor problema con lo que sientes es... bueno, la persona por quien sientes eso, pero no está tan mal tampoco.

Alcé una ceja hacia ella.

—Vale, puede que un poco sí —suelto un gruñido frustrada, abrazo mis piernas—, escúchame, Percy es un montón de cosas, entre ellas está ser un buen escucha, habla con él, cuéntale como te sientes. ¿Quién sabe? Quizá sienta lo mismo por ti.

—No, gracias.

Mi mejor amiga resopló.

—¿Y qué harás? ¿Ignorar lo que sientes hacia ese amargado pero increíble chico? —mi cara debió darle una respuesta obvia—, ¡Polet!

—¡Es mi amigo! —exclamé—. Tomó mucho tiempo considerarlo y que él me considere como tal, no quiero perder eso, Phoebe.

Aldana puede que tenga razón, el amor trae cosas maravillosas a la vida de quién decida recibirlo con los brazos abiertos, pero no es lo mismo cuando viene del camino de la amistad. No quiero que las cosas se vuelvan incómodas entre nosotros solo porque yo empecé a sentir demás.

—Entiendo el sentimiento, Polet —habló—, comprendo... el miedo de perder a un amigo, pero también sé lo bonito que se siente estar con ese alguien que en su momento fue un amigo especial para ti. Es... —ella sonríe, su mirada se pierde—, una cosa de locos muy genial y bonita. Mira a Aba y Nyl, es una relación con la escencia de una amistad, créeme cuando te digo que no puede haber otra cosa mejor que eso.

»Si no quieres hablar las cosas con Percy, está bien, es tu decisión, nada más te digo que callar los sentimientos no es bueno, tampoco la mejor opción. Tú misma empiezas a delatarte, y no hay peor sensación de traición a que la propia.

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