42. Tenemos la charla sobre el amor y sus catastróficas consecuencias
Desde hace semanas no la pasaba tan bien.
Observo con una sonrisa como Sam, Percy y Aidan están en una competencia de ver quién puede comer más rápido su galleta sin usar las manos. Es tan estúpido y gracioso a la vez.
-¿Puedes llevar esto a la mesa, Polet? -pide Aldana, pasándome una jarra con jugo.
-Claro.
Voy hacia la mesa donde los chicos siguen jugando con las galletas de la ansiada torre que Sam quiso que le compraran. No sé porque me sorprendió que Aldana se la haya comprado, si esa mujer ama con adoración a su hijo.
Dejo la jarra sobre la mesa y alzo una ceja hacia los tres varones, Sam es el que tiene más ventaja ya que lleva la galleta por la mejilla izquierda he intenta tomarla con la lengua, Aidan y Percy si apenas la habían movido de la frente.
Aprovecho que toda la concentración la tienen en su juego tonto y me pongo detrás de Aidan y Percy para, acto seguido, dar un simple toque a sus galletas que las hizo caer al suelo y partirse en un montón de pedacitos.
Ellos voltearon a verme al instante.
-¡Polet!
-¡Gané! -exclamó Sam comiendo la galleta, alzó los brazos al cielo victorioso.
-¡Trampa! -clamó Aidan-, ¡Ella nos hizo perder!
-¡No-oh! Han perdido, yo gané. ¡Me quedo con sus postres! -rió con regocijo, feliz de tener más dulces que ingerir.
-Ni lo pienses, Hormiguita, haz comido mucha azúcar hoy -niega Aldana, dejando un plato de humeante y deliciosa comida frente a él.
Sam la miró con un puchero.
-Pero mamá...
-A comer -y fue por los demás platos.
Ocupé mi lugar que está frente a Percy. El pelinegro llegó hace un rato de sus trámites con su libro, y no voy a mentir, verlo aparecer otra vez frente a mi puerta encendió la esperanza en mi pecho, por un momento creí que no vendría.
Puede que me lo haya quedado viendo unos segundos más de lo normal, pero quería guardar en un lugar especial de mi memoria esa sonrisa tan natural que forman sus labios. Su hoyuelo está marcado y la mirada ahora color caramelo parecía brillarle de... la alegría. Ni en momentos tan agradables en el internado le había visto esa energía. Parece tan propia de él, entonces me pregunté si eso que estoy viendo ahora es una parte de lo que fue Percy antes del accidente que sufrió con su hermano.
Tuve la ligera sospecha de que sí, y por eso aprecié mucho más esta sonrisa de ahora que todas las demás. Aunque, en realidad, para mí cada sonrisa que pueda formar es igual de linda, creo que nunca me cansaría de verlo sonreír.
Aldana y papá terminan de poner los demás platos en la mesa para luego ocupar sus lugares. Mi comida tiene unas raciones menos que las demás, le sonreí agradecida a Aldana porque aún cuando pude comer todo mi desayuno esta mañana, no me sentía tan preparada como para comer un gran plato de comida como el de ellos.
Ella guiñó un ojo hacia mí.
-Bueno, antes de comer, quisiera dar unas palabras -hay abucheos hacia papá que lo hacen reír-, va, va, es rápido -mira a Percy-, bienvenido a mi mesa, chico.
Ese chico asintió, manteniendo una sonrisa de labios cerrados.
-Muchas gracias por dejarme estar aquí.
-Oh, no, esos son Polet y Sam que te quieren aquí.
-¡Papá!
-¡Chris!
Nos quejamos Sam y yo a la vez, mi papá volvió a reírse.
-Es broma, es broma -Aldana le lanza una rebanada de zanahoria de la ensalada-, ¡Eh!
-No le hagas caso, cielo -le dijo a Percy-, nosotros también estamos de invitados.
-Somos intrusos -habló Aidan.
-No son intrusos -niega papá-, bueno, puede que tú un poco sí.
Todos nos reímos de la cara ofendida de Aidan, al final él se unió a la carcajada.
-Ya, hablando en serio, ustedes son bienvenidos cuando sea, hasta tú, Percy Jackson.
-Muchas gracias, de verdad, señor Seavey.
-Sí, Chris, gracias -agrega Aidan-, ya sé que puedo venir aquí cuando mis amigos se pongan insoportablemente melosos en el apartamento.
-Cuando gustes, Aidan.
-Bueno, bueno, ¿Y qué tal si cenamos?
-Sí, ya tengo hambre -y fue Sam el que dió el primer bocado.
Así le seguimos los demás, hablando entre la comida sobre lo que hizo Aidan en sus grabaciones de hoy, las clases de baile de Sam he incluso entró a coalición lo que hizo Percy hoy.
-Hala, ¿Eres escritor? -le preguntó Aidan, comiendo una tira de pollo.
-Sí... algo así.
-No «algo así», listillo. Eres escritor.
-Tienes una historia publicada, eso te hace uno -afirma Aldana mis palabras.
Percy parecía nervioso, y no unos nervios en mal plan, sino esos que se le suelen notar cuando uno lo halaga más de lo que puede soportar. Lo sé porque agacha la mirada nervioso y tuerce los labios apretados.
Debo hacerle más cumplidos, a ver si así deja de sentirse nervioso cuando le halagan.
-Sí, supongo -respondió bajito, haciéndome reír.
-¿Y de qué va tu historia, muchacho? -le cuestiona papá.
-Eh... es de, de el mar, un reino y... esto, más cosas.
-Ese «más cosas» suena interesante, ¿Cómo se llama? Quisiera comprarlo.
Percy alza la mirada hacia a Aldana, que parece genuinamente interesada en saber cómo se llama su libro.
-No es necesario, señora Cabello.
Ella le sonrió para tranquilizarlo, que no soy la única que le nota los nervios de punta.
-Percy, me interesa saber cómo se llama porque me gustaría leerlo.
-Sí, a mí también -convino Sam-, podría enseñárselo a Ava.
-Tú le enseñas todo a Ava -Sam mira con los ojos entrecerrados a Aidan-, entonces, ¿Cómo se llama el libro, sujeto que no controla el agua?
Observó a todos los presentes y terminó su recorrido en mí, medio encogí los hombros y le sonreí, una manera para animarlo, para que sepa que mi familia quiere saber de su libro porque de verdad están interesados, no por cosa del momento.
-Se llama El Hijo Del Mar -respondió por fin-, ehm, no sé si está en las librerías de Ciudad Nevada, pero sí está en las de Holbrook.
-Perfecto, mañana compraré una copia para leerlo en mis ratos libres.
-Yo podría conseguirle una...
Ella negó con la cabeza.
-No, no, apoyaremos a la causa, ¿Verdad, Rufus?
-Así es -respondió con la boca medio llena-, yo compraré tu libro si tú ves mi serie.
Es con ese comentario que la tensión en Percy desaparece en un gran porcentaje.
-Me parece un buen trato.
El resto de la cena conseguimos pasarla bien, se nos unió en videollamada la novia de Aidan, una chica bastante linda y muy simpática. Percy y yo fuimos los únicos en presentarse ya que por lo que sé papá la conoció en la fiesta de cumpleaños de Sam. Cuando terminamos la comida, a él y a mí nos tocó ordenar y limpiar la mesa y a Aidan y su mamá lavar los trastes, Chris y Sam fueron a botar la basura.
-Desde hace tanto no la paso tan bien durante una cena -comentó Percy cuando lo estaba acompañando abajo, se hacía tarde y él tenía que volver al internado.
-Me alegra que la hayas pasado bien.
-Tu familia es muy agradable.
«mi familia» nada nos une como tal, solo la relación que mantienen papá y Aldana, aún con eso, estaba aceptando poco a poco que, durante un tiempo indeterminado, esa mujer sería mi madrastra y que sus hijos serían mis hermanastros, ellos forman ahora parte de eso, de mi familia.
Ya no sabe tan mal ni extraño como antes, solo dulce, como las galletas de la torre.
-Sí, son geniales.
Fuera nos sentamos en la acera a esperar a quien viene a buscar a Percy, que prometió presentarmela, al parecer es una vieja amiga suya. Eso también es genial, el que por elección propia me muestre más cosas y personas de su vida.
El clima de esa noche es bastante nublado y frío, seguro lloverá.
-¿Volverás mañana? -preguntó, dándome una mirada de reojo.
-Tengo qué, ¿No? -suspiré, viendo al frente. La calle aún de noche sigue siendo muy transitada por autos-, ¿Qué harás mañana?
-No lo sé, tal vez termine una tarea, puede que visite a Jared.
-Le das mis saludos.
-Sí...
Se formó un silencio entre nosotros, con su llegada fui más conciente de que el espacio entre nosotros es tan escaso que nuestras rodillas se pueden rozar al igual nuestras manos encima de ellas.
Tuve unas inmensas ganas de tomarle la mano, el roce se volvía más tentativo, como si me dijera «Adelante, tienes todas las posibilidades. ¿Qué puedes perder?»
¿Qué podía perder?
Fui por lo más seguro, tomé su dedo índice con el mío, un agarre débil que ante cualquier situación podría soltar sin problemas.
No me atrevía a mirarlo, toda mi valentía se fue por hacer la acción anterior. No me queda ni un gramo encima.
Percy reforzó el agarre, contuve la risita boba que quería escaparse.
Repetí en mi cabeza todo el día de hoy; la visita a mamá en el cementerio, mi pequeña gran victoria al poder comer todo mi desayuno por muy ligero que haya sido, la buena charla que tuve por mensaje con Aidan y la llegada junto a la salida con Percy, aún con Sam como chaperón, la cosa estuvo bien. Un día simple he increíble a la vez.
Repasé también nuestra salida, desde que empecé la terapia con Eda hemos tenido algunas salidas después de las sesiones, al ShumPox, a tomar limonada, salidas tan sencillas como la de hoy, sin embargo, hubo algo en esta que es diferente a las demás: Percy estaba raro, nervioso sería la palabra adecuada, y en el silencio que se mantenía entre nosotros, hice la pregunta:
-¿Percy?
-¿Mmm?
-¿Qué me ibas a decir antes de que Sam nos llamara?
Por el rabillo del ojo ví que se puso recto, como si le hubieran dado un golpe en la base de la espalda. Frunzo el ceño, ¿Era algo grave lo que me tenía por decir?
Eso mismo le pregunté.
-No, no, no es... no era, no era nada.
Le dirigí una mirada desconfiada.
-De verdad, Polet, era una tontería nada más.
No me convenció, en lo absoluto, pero conociendolo, obligarlo a hablar no servirá de nada, solo queda esperar a que decida contarme, si es que alguna vez lo hace.
-Mira, ya llegaron por mí.
Nos ponemos de pie al mismo tiempo y es ahí que nuestro débil contacto se rompe. Dejé ir en un suspiro todo el aire que retenía. Un auto pequeño y femenino de color blanco se detuvo frente a nosotros, del asiento de conductor bajó una chica que parecía de veintitantos, asoma una amplia sonrisa apoyando los antebrazos del techo.
-Hola, hola, Sir. Ceval
«Sir. Ceval» rodó los ojos.
-¿Cuándo dejarás eso, dioses?
-Jamás -la chica viene hacia nosotros-, te llamo así desde que tienes siete años, no creas que lo voy a dejar ahora.
-Inmadura -masculló.
-Te oí, Perceval.
Le echo una rápida ojeada, pelo negro ondulado que le cae a los lados de la cara y descansa sobre su pecho, parecía brillar a las luces de las farolas de la calle. Almendrados ojos color castaño, piel clara con algunas manchas lechosas en varias partes de su cara y lo visible de sus brazos y cuello, como si fuera vitíligo.
Ella se detiene frente a nosotros, cruzando los brazos sobre el pecho. Pasa de mirar a Percy a mí.
-Tú debes de ser Polet.
Alcé ambas cejas, sorprendida. ¿Es que acaso todos los conocidos de Percy me conocen?
Parece que mi cara le dió risa.
-Ese cabezota de ahí me a hablado un montón de ti -extiende la mano hacia mí-, un gusto, soy Tori.
Le correspondí el gesto.
-Me encantaría presentarme, pero ya me conoces.
Tori volvió a reírse.
-Nico también me comentó unas cosas de ti, Prisca igual.
-Caray, ando de boca en boca. Ojalá hayan sido cosas buenas las que te dijeron de mí.
-Sí, ni lo dudes -ve a Percy, que a estado muy callado a mi parecer-. ¿Estás listo, Sir. Ceval? Una larga noche de estudio espera por mí.
-Sí, solo... dame un segundo, ¿Va?
-Va -Tori sonríe hacia mí, dando pasos en retroceso-, a sido todo un gusto, Polet.
-Lo mismo digo, Tori.
Vuelve dentro del auto, por lo que somos Percy y yo una vez más en la acera en... relativa privacidad.
Él se pasó una mano por detrás de la cabeza.
-Esto... ¿Nos vemos mañana?
-Claro que sí, listillo.
Hizo un gesto discreto que entendí a la perfección, abrió los brazos a cada lado y esbozó una sonrisita tierna.
Cómo una tonta fui a corresponderle el abrazo.
«-¿Aún así seguirán las noches de lectura?
-Hasta que tú no quieras terminar con ella, yo seguiré leyendote.»
Recordé esa conversación el día del funeral de mamá, ¿Por qué de pronto habíamos dejado de hacer eso? Era una buena costumbre.
-¿Por qué no volvemos a las noches de lectura? -cuestioné en medio del abrazo, escuchando el latir de su corazón-. No sé porque lo dejamos de hacer.
-Cuando tú quieras, gustoso estaré de volver a leerte.
Alcé la cabeza, encontrándome con su colorida mirada. Sigo pensando en que sus ojos adoptan los colores de las cosas que ve a su alrededor, como un espejo reflejando todo lo que alcanza en su campo de visión. Percy hace lo mismo con los colores.
Tuve un nuevo impulso, diferente al anterior pero igual de intenso. Pasé saliva como una manera de dejarlo pasar también, no funcionó. Aún seguimos teniendo una escasa distancia, ¿Por qué? ¡¿Por qué?! La sangre subió a mi rostro cuando mis descarados ojos dieron una rápida mirada a sus labios.
¡No, no, no, Polet!
Me aparté de él como si quemara, si seguía en ese abrazo haría una estupidez, la mayor de toda mi vida.
Rasqué mi cabeza que empezó a picar de pronto, también aclaré mi garganta, tenía la boca seca.
-Avísame en cuanto llegues, ¿Va?
Percy asintió.
-Va, eh... adiós, átomo en decadencia.
Sacudí la mano, viéndolo ir al auto de Tori.
-Adiós, listillo.
Todo el aire que de la nada se quedó atrapado en mis pulmones pudo ser liberado en cuanto el auto de su amiga estuvo lo suficientemente lejos como para que ni siquiera pudiera verme hacer eso.
-Controlate, Polet -dije para mí, entrando al edificio.
En la sala del apartamento, papá y Aldana estaban sentados muy juntitos mientras que Aidan y Sam ocupan los otros dos sofás en pijamas.
-¡Polet! -exclamó Sam al verme-, te he guardado un espacio, ¡Vamos a ver la película!
-Oh... genial, déjame cambiarme y bajo de inmediato.
Ellos quedaron en la sala y yo subí a mi habitación a cambiarme a un pijama. Antes de volver abajo revisé el teléfono de mamá, que había dejado cargando toda la tarde, las notificaciones sigue acumulándose porque aún hay personas que le siguen enviando mensajes, un chat en especial llamó mi atención.
El contacto ponía «Clay»
No, por favor.
Por favor, Nat, respóndeme y dime qué no lo hiciste.
Los siguientes mensajes fueron de horas y días después.
¿Por qué? ¿Por qué lo hiciste? Te aseguré un montón de veces que iba a estar para ti.
Te extraño, Nat, todos los días.
A veces quisiera que esto... no fuera más que un mal sueño.
Ya muchas cosas perdieron sentido, cada día es más doloroso que el otro.
¿Por qué, Nat? No importa cuantas veces lea tu carta, sigo sin entenderlo.
Mi corazón siempre será tuyo, Uʻi, sin importar el tiempo.
Ese era su último mensaje, la fecha ponía de hace unos tres días. Su última conexión también fue ese día.
-¿Mamá? -murmuré, subiendo en la conversación con el ceño fruncido. Era un chat lleno de mensajes de meses.
Las conversaciones eran largas que terminaban a la media noche, hay fotos de ambos, tanto juntos como por separado. Gracias a los dioses no encontré nada que podría dejarme con un nuevo trauma. Por muchos mensajes que lea sigo entender, ¿Este tal Clay era... el novio de mi madre?
Esa respuesta la encontré en su galería.
Mamá era una persona que le encantaba tomar fotografías de todo lo que le parecía bonito, así que su galería estaba llena de fotos de plantas, las plantas que tenía en la ventana de su cocina, el cielo en distintas horas del día, de ella y con la tía Daphne, fotos mías tanto de mi infancia como actuales, esas en su mayoría yo estaba distraída. Y en una carpeta especial, habían más de cien fotos con vídeos de este sujeto Clay.
Presioné la pantalla al azar, se reprodujo un vídeo.
-¡No, Nat! -exclamó el tal Clay, ocultando su cara en lo que parece un menú.
-¡Sonríe! -pidió mamá y se le oyó alegre.
-Estoy hecho un desastre, U'i.
-No, claro que no, estás bien. Vamos, Clay, sonríe.
Clay dejó de ocultar su cara con el menú. Él debía de tener la edad de mi mamá, es moreno con un abundante pelo negro revuelto, sus ojos son marrones con un ligero rasgo asiático. Una capa de pecas le cubría los pómulos y el puente de la nariz.
-No estás hecho un desastre, estás muy guapo.
Ahí finaliza el vídeo, deslicé hacia la izquierda, era una foto de esa misma ocasión, una selfie donde se les ve... muy felices. Mamá sonríe de una manera que hace años no le veía, era la misma sonrisa enamorada que le dirigía a papá cuando estaban juntos, pero era para ese tipo, y él le devolvía el gesto con la mirada iluminada.
Mamá tenía novio.
-¡Polet! -chilló Sam en el pasillo, asustandome.
Guardé de prisa el teléfono bajo mi almohada y fui hasta la puerta que él estaba apunto de abrir.
-¿Por qué tardas tanto?
-Lo siento, me he quedado viendo... una cosa.
Entrecerró los ojos en mí.
-Bueno, vamos, que te estamos esperando.
Me arrastró consigo a la sala y también postró mi trasero en el asiento vacío junto a él en el otro sofá, escuché la risa de los demás he inevitablemente también me reí. Durante las casi dos horas de la película pude olvidar lo que ví en el teléfono de mamá, pero ya cuando volví a mi habitación a eso de las diez de la noche, las dudas volvieron a aglomerarse en mi cabeza.
Mi mamá tenía una pareja desde hace meses, estaba saliendo con alguien y yo no lo sabía, no se dignó a siquiera contarme un pequeño detalle.
¿Por qué? Desconozco la respuesta.
Sigo revisando esa carpeta especial. Tenían muchísimas fotos juntos, algunas eran incluso en el viejo apartamento de mamá. En todas ella se veía de verdad enamorada, en cada risa que quedó guardada en los vídeos, ¿Había encontrado un nuevo amor? Y si era así, ¿Por qué hizo lo que hizo? ¿Tampoco... se creía merecedora de ello?
-Ojalá estuvieras aquí -dije al silencio en mi habitación-, podrías responder muchas de mis preguntas.
Afuera empezó a llover, las gotas golpean mi ventana con fuerza, los truenos la sacuden y los rayos que cayeron esa noche iluminaron momentáneamente mi habitación. Seguí vagando en el teléfono de mamá, descubriendo fotos que no sabía que existían y me hicieron sonreír. Creí que esto sería más doloroso, pero no lo es. Sí, ver algunas cosas duele, escuchar su voz otra vez me causa escalofríos, así y todo, es bonito tenerla de vuelta de esta forma.
Estaba riendo por un vídeo que se grabó a inicios de año, era yo intentando mantener el equilibrio en la pista de hielo, fallando en cada intento. Su risa se volvió contagiosa y recordé ese día con cariño pese a lo frustrada que me sentí en el momento. Hubo un toque en mi puerta que hizo que pausara el vídeo.
-¿Adelante?
La cabeza de Sam se asomó en el umbral.
-¿Sam? -fruncí el ceño-, ¿Qué pasó?
Apretó los labios y agachó la mirada.
-Es que... me preguntaba si... si podría dormir con, contigo.
Vale, eso me sorprendió.
Él sigue con la mirada gacha, apenado.
-No quiero molestar a mamá, y Dan está dormido, estoy solo en el cuarto y... -hubo un fuerte trueno que lo hizo dar un salto en su lugar y mirar alrededor asustado.
Lo entendí todo con eso.
Palmeé el espacio junto a mí.
-Claro, venga, pequeño pelirrojo.
Vino corriendo a la cama, se metió entre las sabanas y se escurrió hasta estar casi pegado a mí.
-No me gustan las tormentas -admitió por lo bajo, su mirada puesta en la ventana llena de gotas de lluvia.
Acaricié su pelo medio húmedo y que despide un aroma a shampoo de bebé.
-Descuida, nada malo te va a pasar.
Hubo un segundo trueno que hizo a Sam dar un respingo asustado.
-No. Me. Gustan. Las. Tormentas -masculló con los ojos cerrados fuertemente.
Ahora fui yo la que vio a la ventana, es un clima cargado el de allá fuera y sin querer, recordé aquella historia cherokee que mi abuelo solía contarme cuando el cielo se venía abajo.
-¿Te digo algo, Sam? -abrió un solo ojo, asintió-, existe una historia cherokee sobre el rayo y el trueno, se dice que eran dos hermanos llamados Enumclaw y Kapoonis.
Frunció las cejas.
-Que nombres tan raritos.
-Sí, puede que un poco, ellos eran los hijos de Kanati, conocido como el cazador afortunado y Selu, la madre del maíz. Enumclaw y Kapoonis querían ser grandes curanderos, así qué consultaron a los espíritus, Enumclaw descubrió el secreto de fabricar lanzas de fuego.
-¿Los rayos?
Asentí.
-Así es, Kapoonis mientras tanto dominó el arte más fácil de lanzar rocas muy grandes al cielo.
-¡Los truenos!
-Exacto -Sam parece feliz de haber acertado-, con sus nuevos conocimientos, juntos hicieron todo tipo de caos en la Tierra, por su puntería y ferocidad asustaron al Padre Cielo, por lo que decidió transformarlos en espíritus y llevárselos a sus dominios para ponerlos en práctica.
»Ahora Enumclaw hace los rayos lanzando sus lanzas de fuego a la Tierra, mientras que Kapoonis lanza rocas atronadoras por el cielo, formando los truenos.
-Guao... -todo el miedo pasa a ser asombro, incluso cuando hubo un trueno no respingó, solo miró asombrado a la ventana-. Es decir, que son solo ricas gigantes.
-Así es.
-Me gusta.
Sonreí desordenandole el pelo.
Dejé el teléfono de mamá en la mesita para tomar el mío, Sam se puso cómodo en su lugar, por lo que tuvo pinta de un caracolito escondido en su caparazón, muy tierno. Revisé y respondí los mensajes de mis amigos a la vez que acariciaba su pelo para relajarlo.
-¿Polet? -llamó, se oía somnoliento.
-¿Si?
-Yo... -un bostezo-, ¿Estaba entrometido entre tú y Percy en la tarde?
Lo miré sin entender, el niño luchaba contra el sueño, pero éste parecía estarle ganando.
-No, Sam, claro que no.
-Pero ustedes... estaban en una cita.
-No, no era una cita -se acurrucó más cerca de mí, dejó ir una respiración pesada-, solo... era un paseo, así que no estabas metido en medio, Sam
Seguí acariciando su pelo, lo tiene muy lindo y bien cuidado, aunque hay algunos de sus rizos que empiezan a perder forma, en un futuro quizá no sean más que ondas desordenadas como las de su hermano.
-¿Te gusta? -preguntó por lo bajini.
-¿Qué?
-Ese... ese chico, Percy -bostezo-, Jackson, ¿Te gusta?
-¿Por qué la pregunta?
Tardó un minuto en responderme.
-Es que actuabas muy tontita a su alrededor.
Su comentario me sacó una risa, más no pude responderle. Sé que me gusta muchísimo, no obstante, decirlo en voz alta es una cuestión diferente a admitirlo para mí en mis adentros.
-Te pasa como a mí -agregó.
-¿Cómo a ti?
-Mmjú, me gusta estar alrededor de mi mejor amiga -vuelve a acomodarse. Lo arropé mejor-, pasar el rato con ella. Solo me gusta estar con ella. Parece... parece que a ti te gusta estar alrededor de él.
Eso no es una mentira, me gusta pasar el rato con él, por muy cara de culo que sea, Percy tiene un lado divertido y agradable que no es mala compañía, y si consigues sacar a la luz su lado conversador y nerd que te cuenta todos los datos curiosos que no te imaginabas, es mucho mejor.
Supongo que no es una mala definición para lo que siento hacia ese chico, sencillamente me gusta estar alrededor suyo, ser su compañía y que él sea la mía.
-Sí, puede que sea eso.
No hubo más charla después, Sam se quedó profundamente dormido.
Dejé un beso en su cabello y acomodé con cuidado su almohada.
Estuve viendo el techo de mi habitación con sus palabras flotando en mi cabeza. «Parece... parece que a ti te gusta estar alrededor de él.» no debería de sorprenderme porque siempre a sido así, pero lo hace. Dioses, de verdad, ¿Qué rayos le ví a Percy? Es una pregunta absurda, yo mejor que nadie conoce la respuesta, si bien eso no significa que no dejaré de hacérmela. Es un... odioso con una capacidad increíble para escucharte, un amargado reacio al contacto humano pero dispuesto a dejar de lado su incomodidad por darte apoyo. Es un asocial que prefiere pasar sus ratos libres leyendo en su habitación, aún así está dispuesto a dejar su lectura por acompañarte en tus planes.
Maldición.
-Tock, tock -volteo a ver a la puerta, una nueva cabeza pelirroja se asoma. Es Aldana-. Oh, con que aquí está -mira a su hijo dormido junto a mí-, perdona que te haya venido a molestar, Polet, deja y lo llevo devuelta al cuarto.
-No, no. No te preocupes, está bien -le sonreí para convencerla-, no hay problemas, puede quedarse.
-¿Segura, linda?
Asentí.
-Sí, segura.
Ella me devuelve la sonrisa, señala el borde de la cama.
-¿Puedo?
-Claro, adelante.
Toma asiento y estira la mano para acariciar el pelo de su ahora muy dormido hijo pequeño.
-Los niños crecen demasiado rápido -comentó, pasando las caricias de su pelo a su mejilla-, apenas ayer era un bebé regordete, ¿Quién sabe cómo será mañana?
Despide un suspiro lento, me mira.
-Eso me dijo tu papá hoy cuando saliste con Percy.
-Papá es un poco dramático.
-Lo he notado -ambas nos reímos-, pero tienen razón. Los niños crecen rápido, Polet. No sé en qué momento Sam pasó de tener siete a diez, tampoco sé cuándo Aidan maduró medianamente. Son cosas que ustedes como hijos ven normales, nosotros como padres nos parecen cambios grandes que a veces aterran.
-Es... parte de la vida, ¿No? -sugerí-, crecer.
-Supongo que sí -le quita un rizo de la frente a Sam-, mi niño grande ya tiene novia, no quiero saber cuándo será el día que Sam me presente a la suya.
-Eso es apresurarse, Aldana -reí.
-Es una duda razonable como madre -tiene un punto, mamá... mamá decía lo mismo-, tu papá... -sonríe sacudiendo la cabeza-, no hay minuto del día donde no tenga miedo de que te aparezcas por su puerta de la mano de tu futuro novio.
Es absurdo lo rápido que conseguí hacerme un escenario surrealista. Me imaginé a mi mí a entrando a casa tomada de la mano de... Percy.
También fue absurdo lo rápido que me sonrojé por eso, quise creer que Aldana no lo notó, ni siquiera la parcial oscuridad en mi habitación consiguió ocultar mi cara de tomate.
Se echó una risita.
-Esa carita dice mucho -se me ruborizaron más las mejillas-, puedes confiar en mí, Polet. No le diré nada a tu padre.
Dudé de si hablarle del tema, si acaso lo había hablado con Phoebe, no estaba tan lista para expulsar todo tan de prisa, sin embargo, Aldana desprende confianza y creí sus palabras de que esto quedaría entre ella, yo y un dormido Sam.
-Puede que... -retorcí el dobladillo de mi sábana-, que... Percy me guste un poquito.
-Eso puede que sea un poco obvio.
Se me cayó la mandíbula de la sorpresa.
-¿Qué?
Aldana encogió los hombros, culpable.
-La manera en que lo miras, la manera en que le sonríes, la manera en que... brillas a su alrededor, linda. No es un «poquito», sientes algo fuerte por ese muchacho.
Juego con mis pulgares, nerviosa y sintiéndome atrapada.
-No estoy aquí para juzgar, Polet, sentir algo por alguien no es malo, mucho menos cuando ese alguien nos hace sentir bien, nos hace sentir...
-... que somos nosotros mismos -completé en un murmuro.
-Exacto.
Se formó un silencio agradable.
-¿Es malo?
-¿El qué, Polet?
-Sentirse así por alguien, ¿No debería depender de uno mismo?
Aldana pareció meditar mi pregunta.
-Solo es... intenso -encoge los hombros ligeramente-, una persona que te quiere no te hace sentir insignificante, triste ni frustrada, cuando alguien te quiere de corazón cuida de ti, pero sobretodo, cuida de tu alma. Sentir que alguien más es como o parte de nuestro hogar no es malo, solo refleja lo importantes que son para nosotros.
Pensé en Clay, el novio de mamá, en cada foto que pude ver ese hombre se veía más enamorado que en la anterior. No es que me considere una experta en el lenguaje corporal, solo se le notaba, incluso en una fotografía, por la manera en que la veía, por la manera en que le hablaba y especialmente, por la manera en que le sonreía.
No lo conozco, pero estoy segura de que él quiso cuidar el alma de mamá, y ella no creía ser merecedora de eso.
-No reprimas un sentimiento tan bonito como el amor, Polet, puede traerte sorpresas inesperadas.
-¿Cómo estar segura de que sea recíproco? Esta soy yo sintiendo cosas por un chico acomplejado emocionalmente.
-«cuando su corazón se acelere por la cercanía de un abrazo, cuando sus mejillas se coloreen por atraparlo in fraganti y cuando sus labios sonrían por los tuyos, tiene un sentimiento intenso por ti o es muy tímido y extraño» leí eso en un libro, muy errado no está.
-No es un mal consejo -comenté.
-El amor es una catástrofe magnífica, Polet, es saber que te vas a estrellar contra una pared y acelerar después de todo.
Reconocí la frase al instante.
-Frédéric Beigbeder.
-Eh, soy pastelera pero también leo un poco. Te hago una cuestión, Polet, ¿Acelerarías pese a todo?
No me tomó ni cinco segundos responder:
-Sí.
-Entonces, no desistas de ese chico, no solo cambias tú a su alrededor, también él lo hace contigo.
-¿De verdad crees eso?
-Lo ví en la cena, linda -se levanta de la cama-. Ahora, se hace tarde, es hora de dormir.
Dejé que cumpliera con su papel de mamá al acomodar mi sábana para arroparme. No se sintió incómodo, todo lo contrario, fue muy lindo porque parecen ser acciones que hasta conmigo le salen naturales, incluso el rápido beso que dejó en mi cabello como con Sam.
Antes de que saliera de mi cuarto la llamé.
-¿Pasa algo?
-Esto... pese a todo, sabiendo que te ibas a estrellar, ¿Aceleraste por papá?
Formó una sonrisa de labios cerrados.
-No lo dudé ni dos segundos, linda. Descansa.
Salió cerrando la puerta detrás de sí.
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