4. Mi caminata de la vergüenza en toalla
El baño era la última puerta del pasillo.
No sabía eso, así que a la mañana siguiente cuando desperté, pensé: «¿Y ahora? ¿Donde me ducho?» le iba a preguntar a Phoebe si los alumnos de aquí se bañaban en la piscina, pero ella se me adelantó y me dijo que el baño de chicas es la última puerta de nuestro lado del pasillo.
Por lo que pude ver en el camino hacia allá, en este piso vivían tanto chicos como chicas: todos por igual, y que la ducha de chicos estaba frente al baño de chicas.
Aún me parecía raro eso de que no separasen a los varones de las hembras, quizá porque no estaba acostumbrada a ello, de igual manera, cuando entré a un cubículo de las duchas, cerré con seguro y me aseguré de que nadie pudiera entrar o ver por otra abertura.
Así fue como me bañé en una paz relativa.
Abrí la regadera, sintiendo el agua tibia caer sobre mí, haciendo que un suspiro de relajación se me escape. Estuve unos buenos quince minutos ahí dentro, solo disfrutando del agua tibia y el rico olor de jazmín que me dejaba mi jabón. Amaba ese jabón.
Todo se sentía tan... relajante.
Cuando terminé mi ducha tenía una sonrisita satisfecha en los labios, me gusta bañarme, siempre me relaja. Busco en mi toalla dónde adentro había envuelto toda mi ropa, estarás de coña si pensaste que iba a ir a la habitación nada más envuelta en una toalla rosa con estampados de flores blancas.
Desenvuelvo mi toalla, esperando ver la ropa que había sacado del armario.
Que bonita sorpresa me llevé.
Tal parece que no estás tan de coña, eh.
Dentro de mi toalla no había nada, creí que había guardado mi ropa, ¡Creí que lo había hecho! Pero no, no lo hice.
¿Por qué precisamente a mí, en mi primer día, me tenía que pasar esto?
—Idiota —mascullo entre dientes para mí—. Idiota, idiota, idiota.
Aprieto los labios, pensando en algo y dejando de llamarme «idiota» por al menos cinco minutos, pero que bien merecidos me los tengo. Mi cerebro maquinaba alguna idea para llegar a la habitación, nada se me ocurría. Bueno, salvo una cosa:
Ir como alma de camino a La Tierra de los Fantasmas.
Tuve que recopilar valor unos cuantos minutos, cuando por fin tuve un gramo de ello en el cuerpo, salí de la ducha, noté que todas las chicas salían sin inhibición del baño, como si ya les fuera costumbre andar por ahí en toalla. Cosa que puede ser real..
Santos dioses...
No estaba precisamente cómoda por ir por el pasillo lleno de estudiantes solo con una toalla, lo peor de la situación llegó cuando todas, absolutamente todas las personas que rondaban por ahí se me quedaron viendo cómo si yo fuera un bicho raro hasta que llegué a mi habitación.
Ya no me sentía tan relajada como cuando me había duchado.
Con la mano temblando y el rostro enrojecido a un nivel exagerado, giro el pomo de la puerta y entro apresurada, sintiendo de todo por tener tantas miradas encima.
Y adentro solo sentí como lo que no estaba tenso en mi cuerpo se tensaba el doble que lo demás.
Acostado de una forma bastante relajada, como si nada a su alrededor le importara, estaba Percy, jugaba con una pelotita de goma lanzandola hacia arriba y atrapandola al bajar, repitió eso muchas veces mientras que Phoebe se acomodaba viéndose en el espejo que tenía en su estante, Nyl estaba detrás de ella, pidiendo o rogándole por algo.
—Por favoooor —pedía el chico castaño con las manos juntas en modo de súplica—. Phoebe, te lo pido, por favor.
—No, Nyl —se negaba ella, buscando algo en su estante—, es mi informe, me esforcé en él. No es culpa mía que se te haya olvidado por estar jugando Minecraft.
—¡Phoebe, por favor! —seguía insistiendo Nyl—. Te juro que te pago, nada más déjame copiar la última pregunta.
—¡¿La última pregunta?! —ella se gira al verlo, escandalizada—. ¡La última pregunta es la que más me costó, Nylan Kane! ¿Sabes cuánto me costó buscar absolutamente todo sobre la física de partículas? ¡Porque me costó mucho!
—Phoebe...
—¡No!
Y así siguieron.
Yo aún seguía en toalla parada en la puerta, abrazando con fuerza mi pijama, mi jabón junto con mi cepillo dental y la pasta para dientes, también jugando incómoda con mis pies.
El único que se percató de que me tenían ahí, incómoda, fue Percy.
Percy deja de jugar con la pelotita y me observa sin emoción alguna, estoy llegando a creer que ese chico es algún tipo de robot. Sus ojos multicolores estaban en un color avellana solo un poquito más claros que los míos.
Dirige una mirada a sus amigos, conocidos o lo que sean nada más para emitir un simple:
—Chicos.
Y ahí estaba otra vez: ese raro he incómodo cosquilleo que me recorre la espina dorsal al escuchar su voz.
Nyl y Phoebe se giran a verlo.
—¿Qué? —preguntaron al mismo tiempo.
Percy me señala con un gesto de su barbilla.
—Oh, ya te duchaste —Phoebe sonríe al verme.
—Quiúbo, Polet —saluda Nyl, resaltando ese acento extraño.
—Hey... —mi voz está en unos tonos más agudos de lo normal, abrazo con más fuerza mis cosas.
—Linda, deberías cambiarte rápido. Si no llegaremos tarde —apresura ella, aplicando lo que parece sellador en su maquillaje.
—Sí, sí...
Nyl siguió insistiéndole a Phoebe de que le prestara la última pregunta del dichoso informe.
—Anda, Phoebe, por favor, ¿Si? Te lo pagaré. Haré lo que sea, te lo juro. Solo pásame la pregunta.
Ella pareció considerar la propuesta de Nyl.
—¿Lo que sea?
—Sí, lo que sea.
Phoebe sonríe con malicia.
—Bien, te la pasaré, pero recuerda que lo prometiste: harás lo que sea —hace especial incapié en la última frase, se gira a verme—. ¡Polet, llegaremos tarde!
—Eh... Ph-Phoebe...
—¿Qué pasa?
—No puedo...
—¿Te sientes mal? —intenta adivinar—. ¿Son los nervios? ¿Quieres vomitar?
—No, no... Es que...
—¿Qué pasa? —insiste tanto con su tono de voz como con su mirada.
Hay una risita ronca de fondo, todos miramos a Percy, aun echado muy relajado en mi cama.
—Déjala terminar, Roberts.
—Oh... —ella se ríe, culpable—. Lo siento, linda. ¿Qué pasa?
—No puedo cambiarme.
—¿Por?
La dirijo una mirada confundida. ¿Estaba de guaza o qué?
—¿Es una broma o algo?
Ella también parece confundida un par de segundos, hasta que su expresión cambia a una más divertida.
—¡Oh! —se ríe otra vez, girandose a ver a los chicos—. Ya, váyanse idiotas. Polet tiene que cambiarse.
—¿Por qué? Vamos, ni que fuéramos a ver algo de otro mundo —dijo Nyl, restándole importancia con un gesto y un resoplido.
Lo miré con los ojos bastante abiertos, sintiendo el calor del sonrojo en mis mejillas..
Que le vaya a ver a alguien más, no a mí.
—Va pues —murmura, alzando las manos—. Mejor nos vamos.
Percy se levanta ágilmente de mi cama y en un abrir y cerrar de ojos lo tengo a mi lado en la puerta. Percy debía medir eso de 1,75 o 1,80, y por cómo me saca media cabeza de altura, me voy más por la segunda opción.
No sé si lo que pasó fueron imaginaciones mías, pero creo que antes de salir del cuarto, sonrió muy ligeramente. Fue un gesto tan, pero tan pequeño que no supe si me lo había imaginado en realidad.
—En clases me pasas la última pregunta —le dijo Nyl a Phoebe antes de irse detrás de Percy.
Solo quedamos ella y yo en la habitación, ella seguía arreglándose el maquillaje mientras que yo seguía goteando agua.
—¿Te vas a cambiar? —me pregunta, agarrándose el cabello en una esponjosa cometa alta—. En serio, Polet, si no te cambias ahora llegaremos súper tarde.
—Ya, vale, me cambio.
***
Mi primera clase del día era ciencias biológicas. Cool, me gusta. En mi vieja escuela fui la mejor en esa materia. Siempre se me dió bien todo eso de la leyes de la biología, ¡Incluso una vez disequé a una rana! Fue una experiencia totalmente asquerosa pero... ¡Saqué una «A» en el proyecto! Valió la pena ensuciarme las manos con sangre y moco de rana.
Quizá pueda estudiar para ser bióloga...
Hum... no, no. No lo considero realmente lo mío.
Phoebe no compartía esa clase conmigo, así que cuando bajamos hacia el área que decidí llamarla «el área escolar» ella se quedó en la primera puerta del pasillo, que era su primera clase del día.
—¡Nos vemos después de clases, linda! —se había despedido entrando a su salón, acto seguido escuché sus emocionados saludos a sus compañeros.
No había que dudar que Phoebe era bastante extrovertida.
En cambio yo, seguí mi camino por el pasillo con el itinerario que me habían dado en manos, no solo me decía cuáles eran mis clases cada día de la semana, también ponía en qué salón la vería. Lo cual era bastante conveniente porque entre tantas puertas es fácil perderse.
"Ciencias biológicas: salón 4-B"
Busqué por todo el pasillo hasta dar con el salón que estaba de lado derecho, siendo la sexta puerta de ese pasillo. El salón estaba casi vacío cuando entré, solo por algunos alumnos que estaban ahí, charlando y otros repasando algo en sus libretas. La estancia de la clase era amplia, con cómodas butacas que se extendían hacia arriba y una plataforma con una gran pizarra dónde el profesor apuntaría su clase. Por lo que me comentó mamá una vez, las clases del internado son numerosas y también exigentes, así que debo de poner bastante de lo mío para no pasar mal el semestre.
Me senté en la segunda fila, en el asiento de en medio. No podía estar tan lejos del pizarrón porque sino no veía nada. Tenía una especie de leve miopía, puede que sea por pasar muchas noches en la oscuridad con mi móvil súper pegado a la cara por estar leyendo algunos libros en internet...
Cabe recalcar: «puede que sea» no es nada seguro.
El salón se fue llenando con el correr del tiempo, para las ocho treinta, ya estábamos todos y cinco minutos después, el profesor, un tipo que pareciera tener la edad de mi papá, con el cabello rizado de color castaño, piel morena, párpados caídos y ojos negros rasgados entró. Tenía una sonrisa amable que le dedicó a toda la clases. Lo que me pareció extraño es que me recordó mucho a papá. Él también me suele sonreír así.
Antes de que empezara por fin la clase, un último alumno entró.
—Señor Adams, llega tarde —le dijo el profesor.
—Discúlpeme, señor, tuve un pequeño inconveniente que tenía que arreglar con la profesora de idiomas —se excusa Percy.
El profesor asintió.
—Muy bien, lo dejaré pasar por esta vez, señor Adams, pero que no se repita.
Percy asintió una última vez antes de subir por la escalera que había en medio de los asientos y sentarse unas filas más arriba que yo.
Y por fin, la clase inició.
¿Dije que era buena en biología?
Pues, resulta ser que aquí mi «A» en el proyecto de disección anatómica de la rana no va a servir de nada.
El profesor hablaba sobre cosas que me dejaron pensando «¿Qué rayos?», me gustaba mucho la biología, diría que es mi materia favorita, ¡Pero aquí dan temas más complejos que en mi vieja preparatoria!
Deshonro a mi segundo nombre.
—Muy bien, clase, para nuestro próximo encuentro quiero que me traigan un informe de quince páginas sobre el desarrollo histórico de la teoría celular —nos pidió el profesor al final de la clase, empezando a guardar sus cosas—, también tendremos un debate con respecto al tema. Eso sería todo, que tengan un buen día —y nos sonrió por última vez.
Tres segundos después, la campana resonó, dictaminando el final de la clase.
Yo aún seguía pensando en que mi segundo nombre no debería de ser «Ocasta», porque en esta clase no sentí como que mucha sabiduría.
Aún confundida, empecé a guardar mis cosas en mi mochila. Antes de irme del salón, revisé mi libreta dónde había escrito todo lo que dijo el profesor durante la clase. Leí todo lo que escribí, entendí algunas cosas porque era un tema que ví en mi vieja escuela, pero había otras que de verdad no las entendí ni por cosa de milagro.
Despido un resoplido, cerrando mi cuaderno.
—Estoy frita —murmuro para mí misma—. Bien, Polet, no haces más que deshonrar tu segundo nombre.
—¿Con quién hablas?
Doy un respingo asustada en mi asiento al escuchar esa voz que venía detrás de mí.
Me doy la vuelta sobre mi asiento para ver quién había dicho eso, me encontré con nada más y nada menos que con Percy, estaba recostado del espaldar del asiento, comía relajadamente una goma de mascar y hacía burbujas con ella. Tenía una ceja pelinegra alzada en mi dirección y la mayor expresión arisca de todas.
—¿Con quién hablas? —repite su pregunta.
Yo también alcé las cejas, contrariada.
—Con nadie, ¿Por?
—Porque pareces rara hablando sola.
Hice mi mayor esfuerzo de no poner cara de ofendida, por la risita que salió de su garganta unos segundos después, veo que no lo logré.
—Te tomarán de loca si lo sigues haciendo, sobretodo en el salón.
Ahora solo fruncí el entrecejo, pero ¿Y este igualado quién se cree? ¿Cree que tiene esa confianza para hablarme así? Vale, sí, le agradecía un poco porque era un buen consejo. No quería que me tomaran de psicópata. Sin embargo, esto me parecía raro. Percy ayer solo me dió miradas frías he inexpresiva con respuestas monosílabos, ni digamos esa cara de culo constante que solo cambiaba a una arisca. Intenté sacarle un amigable tema de conversación para conocernos, no quería llevarme mal con él porque tenía el presentimiento de que lo vería mucho, pero él rechazó con un claro «déjame en paz» mi propuesta de amistad.
Y ahora estaba aquí, muy relajado diciéndome que deje de hablar sola. Estoy empezando a considerar que el chico no es solo un robot, si no también uno bipolar o con un problema en el corto circuito que le debería permitir socializar.
—¿Acaso eres bipolar? —mi pregunta salió sin poder pensarlo dos veces.
Percy frunce el entrecejo, aún masticaba su chicle.
—¿Qué?
—¿Eres bipolar?
¿Qué más daba? Ya no podía echarme para atrás. Además, quería tener una respuesta a esa pregunta.
Percy deja ir una risita ronca, volviendo a inflar una burbuja y explotandola con toda paciencia.
—Te sorprendería saber con qué frecuencia escucho esa pregunta.
—Entonces, ¿Lo eres o no?
Sonríe mostrando unos perfectos dientes alineados, además de un par de hoyuelos en las mejillas. Que envidia, yo aún debo de utilizar el aparato dental para tenerlos así de lindos.
—Te diré lo que le digo a todos cuando me preguntan eso: no es asunto tuyo.
Asentí lentamente, apretando los labios.
—Vale, entonces tomaré eso como un sí.
Termino de guardar mis cosas en mi mochila, ignorando completamente su presencia. No perdería el tiempo con alguien que evidentemente no quería entablar amistad conmigo.
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