31. Esa es la verdad... más o menos
Envolví a Phoebe en un fuerte abrazo apenas la ví entrar a la habitación.
—¡Te extrañé mucho! —exclamé sin soltarla, ella me abraza con la misma fuerza.
—¡Yo también te extrañé!
Estuvimos así unos cinco minutos, es que de verdad la había extrañado, no es lo mismo hablar por videollamadas o mensajes, la habitación no se siente igual ni los días de clases. Phoebe es como esa persona que hace a los días oscuros volverse más luminoso con sus locuras.
Al separarnos, ví a nuestros demás amigos aún de pie en la puerta, Letty sonríe con los brazos cruzados y Nyl tiene su brazo por encima de los hombros de Aba.
Sí, en mi ausencia algo había pasado entre esos dos, Aba no me a dado todos los detalles, pero de que lo hará, lo hará.
Solo están ellos tres, no hay rastros de Percy.
—Oh, mi cama, mis cosas —Phoebe va a echarse a su cama, cae como un muñeco de trapo. Nosotros nos reímos—, cuánto extrañé mi pequeño espacio.
—Cuanto amor, Phoes —se queja en broma Nyl.
Ella lo mira con los ojos entrecerrados, luego lo señala.
—Tú tienes mucho que contarme, Nylan Alejandro.
Aprovecho eso para señalar a Aba.
—Tú también, Aba Juventina.
—¡Ja, Juventina! —se rió Letty sin pena alguna.
—¡Tú no hables, Leticia! —protesta Aba, medio sonrojada, ahora cruzada de brazos. Odia que pronuncien su segundo nombre.
—Blah, blah, el caso es que ustedes dos tienen mucho que contarnos —continúa Letty, la cosa había sido tan repentina que ni ella sabe todos los detalles—, ¿Cómo pasó?
—¿Y por qué pasó? —agrega Phoebe, sentándose—, la última vez que estuve aquí se estaban peleando por un videojuego.
—Yo tenía que ganar —masculla Aba, dándole un empujoncito a Nyl.
—Que no hayas estado las pilas es diferente —él se encoge de hombros.
En serio que es una gran cuestión cómo es que están saliendo, tan de la nada, sin darnos detalles a nosotros sus amigos más cercanos. Es como el segundo de distracción que tienes en una clase de matemáticas, desvías la mirada un momento y, al volverla, el profesor ya tiene todo el pizarrón lleno de problemas matemáticos que tienes diez minutos para copiar y responder. Nosotros nos distrajimos un segundo y esos dos ya andaban de parejita tomándose las manos.
—Me sabe un poco la traición —dijo Phoebe, mira ceñuda a Nyl—, ¿Dónde está la amistad, Nylan?
—¡Lo siento! ¿Bien? Es que... de verdad fue algo repentino.
—Sí, ya vemos —masculla Letty.
—Bueno... —la voz de Aba es algo aguda—, yo sí debo admitir algo —todos la miramos, expectantes—, ¡Pero no me miren así, me ponen nerviosa!
—¿Aba Beauregard nerviosa? Y pues, ¿Qué nos tienes que decir? —Letty alza una ceja.
Es bastante tierno como Aba baja la mirada y presiona los labios, como una niña, supongo que por eso siempre que intenta parecer cabreada en vez de dar miedo solo causa ternura. Aunque claro, no quieres verla realmente cabreada, sus mejillas regordetas dejan de ser tiernas y los ojos verde oliva pasan a dirigirte una mirada que bien podría fulminarte.
Pero el resto del tiempo, Aba es una chica de diecisiete años que tiene la misma desgracia que yo de aparentar menos edad, y ella con más motivos por su cara infantil.
—Bueno... —deja de ver sus pies y mira a Nyl, que está tan intrigado como nosotras, Aba vuelve a sonrojarse—, es que... a mí Nyl siempre me a gustado.
—¿Qué? —balbuceamos nosotras.
—¿Qué? —medio segundo después dijo Nyl.
El sonrojo de ella se intensifica, asiente cabizbaja.
—Pero tú siempre has sido pasivo-agresiva conmigo, ¡Incluso pasabas de mí!
—¡Es mi modus operandi! —Letty asintió en su sitio.
Bueno, eso no me lo veía venir, para ser honesta. Aba comparte gustos con Nyl, videojuegos principalmente aunque ella no sea tan adicta, pero de ahí a que siempre le haya gustado el chico, es una brecha grande, en especial porque Nyl tiene razón, Aba o pasaba de la existencia de Nyl o era pasivo-agresiva con él, o solo lo trataba como a los demás: otro amigo del grupo.
—¿Y por qué no me lo dijiste? —inquiere Nyl, aún impactado.
Aba resopla, espantando un rizo de pelo.
—Por favor, ni que fuera estúpida.
—Eehh... —chilla Letty, haciendo una mueca.
—¿Cuál habría sido tu reacción honesta, Nyl, si llegaba yo de la nada a decirte «Hey, no me conoces de nada, pero me gustas mucho»? —Aba cruza los brazos y alza una ceja hacia el castaño.
Todas lo vemos, esperando una respuesta digna de Nylan Kane. Él parpadea, pensando en las palabras correctas para no meter la pata.
—Sí, para ser honesto, no te habría creído.
—¿Lo ves?
—Necesitas mejorar tu coqueteo, Aba —sugiere Letty, Phoebe asintió—, no te habrías pasado un año entero dándole miraditas a lo lejos.
—¡Eh! —ella se vuelve a sonrojar.
Una risa se me escapó al reparar en eso, ¡Letty tiene razón! Muchas veces pillé a Aba dándole algunas miradas cortas a Nyl y él ni cuenta se daba. Siempre lo atribuí a otra cosa porque solía encontrarla haciendo eso después que Nyl dijera alguna estupidez, ya con esta nueva información, eso cobra sentido.
—¡Es cierto! —afirmo, aún riendo.
—Por favor, no —ella se tapa el rostro con las manos, nosotros volvemos a reírnos, Nyl es quien la atrae hacia sí.
—Eh, a mí no me molesta, considero un logro que la chica guapa del grupo se haya fijado en mí —también comparto ese punto de vista.
No es que Nyl no esté de buen ver, tal vez le haga falta pasar unas cuantas horas más bajo el sol para tomar color, pero de resto, el chico es bastante lindo, supongo que él lo considera un logro sabiendo que es un friki.
Honestamente, hasta para mí sería un logro que alguien tan linda como Aba ponga su atención en mí.
Aba se relajó, dejándose abrazar por su chico, no sé si ya están oficializados como pareja, pero se les ve bien juntos. No es algo que esperaba, pero sí me alegro por mis amigos.
Hablamos un rato en el que Phoebe nos contó de cómo quedaron las cosas en su casa, no perfecto sin embargo, bastante mejor a cómo llegó. También nos trajo pequeños souvenirs de Australia, esos en su mayoría dulces. A la ausencia del pelinegro, guardó sus dulces en su mesita de noche.
—¿A dónde se habrá metido? —cuestiona Phoebe.
Seguí concentrada en mi chocolate con maní.
—Ni idea —responde Nyl—, dijo que nos acompañaría a buscarte, pero nunca se presentó, incluso lo llamé, su teléfono sonaba apagado.
—¿Tú no sabes algo de él, Polet? —me pregunta Aba.
Negué con la cabeza, aún con la mirada en mi chocolate. Estaba riquísimo.
—Lo ví por última vez esta mañana en el jardín.
—Hum... quizá solo fue a esos paseos suyos —comenta mi mejor amiga—, capaz vuelva al toque de queda.
La cena llegó y Percy no dió señales de andar por ahí.
Cuando dieron las ocho sí empecé a preocuparme, tuve que salir de la cafetería al pasillo vacío para llamarlo más tranquila. El tono sonaba, más nunca era contestado, siempre me envió a buzón de mensajes.
—Percy, ¿Dónde rayos estás? Estamos preocupados por ti, listillo —me abrazo a mí misma—. Escucha, sé que fui una descorazonada esta mañana, lo siento, ¿Vale? Pero no es razón para que te desaparezcas así. Respóndeme apenas oigas este mensaje, por favor.
Colgué soltando un suspiro.
El toque de queda llegó, y él aún nada.
Phoebe y yo subimos a nuestra habitación después de cenar, apenas toqué mi plato, sin noticias de Percy, mi estómago parecía más reacio a recibir comida. No dejo de revisar mi teléfono a ver si tengo noticias suyas, Phoebe en cambio parece demasiado relajada.
—¿Cómo es que estás tan tranquila? —ella sigue acomodando sus cosas.
Se encoge de hombros.
—No es la primera vez que pasa.
Me pregunté qué más cosas Percy no me habrá contado, seguro que un montón.
Quince minutos después de esa charla, hubo un toque suave en nuestra puerta. Eran las 09:26 pm, nadie toca a esta hora, si fueran nuestros amigos, nos habrían enviado un mensaje. Phoebe y yo compartimos una mirada, volvemos a mirar la puerta cuando algo se desliza en la rendija de separación entre el suelo.
Ella se acerca, tomando el papel en sus manos.
—¿Qué dice?
Sus ojos se siguen deslizando en la hoja blanca, veo una sonrisa formarse en sus labios.
—Es una carta.
—Sí, pude deducirlo.
—De Percy, Polet.
Oh...
Mi mejor amiga da brinquitos haciendo que su pelo rebote, viene a sentarse a mi lado en la cama, cruzando las piernas cual comadre que viene a pasar una tarde de cotilleo.
—Tú al parecer tienes algo que contarme también.
—¿Puede ser? —sugerí con una mueca.
—Habla ahora, cuéntamelo ¡Todo!
Eso hice, le puse al día de la situación con Percy, algo que a mí parecer no es nada fuera de lo común. Amigos, eso somos, nada más que amigos. Tuvo unos episodios de dulzura conmigo, como hacen todos los amigos. Fue un gran apoyo, igual que los chicos, aunque él estuvo más presente, pero... pero eso hace un buen amigo.
Creo que repetí tanto la palabra «amigo» en mi relato a Phoebe que ya se me empezó a ser extraña.
—Vaaaleee, amigos dices tú.
—Claro, ¿Qué más si no?
Alzó una ceja, luego la carta.
—¿Un amigo te invitaría a una velada en la azotea a las diez de la noche, solos, sin ninguna otra compañía?
Se me puso rojo el rostro.
Phoebe entrcierra los ojos en mí, esa mirada suya la conozco demasiado bien, no obstante, la pregunta que hizo fue un verdadero golpe al estómago.
—¿Acaso te gusta Percy, Polet?
No respondí nada, en primer lugar porque me tomó con la guardia baja, y en segundo porque... no tenía una respuesta clara.
Procuraba no pensar mucho en eso y ya se había vuelto una acción reflejo. Percy me agrada mucho, aún cuando se comporta como un idiota, es mi amigo y se requirió de mucho esfuerzo y paciencia para poder llamarlo así. Desde un principio fue una gran curiosidad para mí, él era... la viva descripción de un día tormentoso, y aún lo es, pero ya es una llovizna suave en la que puedes andar alrededor.
¿Quiero yo andar a su alrededor? De forma más clara, ¿Me gusta Percy?
Ni yo misma puedo darme una respuesta.
Y Phoebe pareció notarlo, porque suspiró poniendo una mano en mi rodilla.
—¿Un consejo, Polet? Aún si no te gusta, aún si solo te agrada como amigo, no lo dejes ir, ustedes tienen una conexión aunque lo niegues, y es algo increíble si la otra persona detrás es Percy —da unas palmaditas—, y si dado el caso que sí te gusta, igual no lo dejes ir. Te arrepentirás mucho.
Ella habla como si lo supiera por experiencia.
—¿Me lo dices como consejo que viene de la experiencia de terceros o... de la propia, Phoes? —observon a mi mejor amiga, esa expresión que tiene me recuerda a la misma que tenía cuando fuimos al mariposario, algo melancólico.
—De la propia, Polet, de la propia —despide aire, triste—, yo dejé ir por miedo a un chico increíble al que todavía quiero mucho, no cometas el mismo error.
Forma una sonrisa triste hacia mí y se levanta de mi cama, dándome el pedazo de papel antes de seguir acomodando sus cosas.
***
Decidí subir a la azotea a las diez.
Voy con paso silencioso por las escaleras, procurando no hacer tanto ruido para no despertar a nadie. Las palmas dentro de los bolsillos de mi chaqueta sudan absurdamente nerviosas.
No sabía qué me esperaba allá arriba, la carta de Percy no daba muchos detalles, solo pedía que nos reuniéramos a esta hora aquí, que lamenta mucho lo que pasó esta mañana (ahora más tranquila, soy yo la que debe de disculparse) y que trajera una chaqueta para el frío.
No sé qué piensa hacer, si tener una charla extraña a una hora extraña o cortarme en pedacitos, o capaz tirarme de la azotea.
Hum, debo dejar de hacerme escenarios donde termino hecha pedacitos.
Frente a la puerta de la azotea, la empujé hacia afuera por la baranda, rechinó en el acto, consiguiendo que encoja los hombros, asustada.
Ahí seguía todo igual a la última vez que subí, no suelo venir mucho aquí. Detallé más el lugar, es bien amplio y con muchas plantitas, el tipo de espacio favorito para alguien que ama la jardinería. En su momento no lo noté, pero en aquel asiento de dos puestos donde Percy y yo nos quedamos dormidos, está debajo de una pequeña pérgola, que es de dónde se sostienen las luces en forma de arroz amarilla.
Dentro de la pérgola hay otros taburetes de un solo asiento y en cada esquina de la parte interior esas bonitas sillas en forma de huevo sujetas a su soporte, de modo que le da cierta pinta a una crisalida. También ví una mesita de café y más plantitas en macetas colgantes. Podría ser como un pequeño espacio de descanso.
Dejando de lado los objetos y muebles en la azotea, en una de esas sillas en forma de huevo encontré a Percy, iba con la misma ropa de esta mañana, el pelo azabache echado a un lado y con una guitarra acústica azul oscuro y bordeada de negro, la suave melodía que toca se me hace conocida.
—¿Percy?
Levanta la vista, asustado. Una risita se me escapó.
—Ah, Polet —se pone de pie dejando la guitarra a un lado—. Creí... creí que no ibas a venir.
—Estuve tentada —respondí—, pero... —pensé en lo que dijo Phoebe, entonces lo miré a él, los ojos que tantas veces me causaron curiosidad ahora están en distintos tonos, como si tuviera heterocromía—. Percy, tus ojos...
—Ah, sí —se pasa una mano por el pelo—, es... una larga historia que prometo contarte. Sé que... te debo muchas explicaciones.
Negué con la cabeza.
—No, lo... lo pensé mejor. Esta mañana solo fui una idiota, no me debes nada, Percy, de algún modo sé que tú vida es complicada, no quiero llegar yo a complicarla más. Son tus asuntos, yo no debo de inmiscuirme en eso.
—Aún así, Polet, quiero hacerlo, no porque sienta que te lo debo, es porque alguien una vez me dijo que cuando tus problemas puedan más que tú, ahí es que debería llegar el límite de tu contención —sonrío recordándome a mí misma decir esas palabra—. Eres mi amiga, Polet, por muy insoportable que a veces seas, y confío en ti lo suficiente como para hablarte de esto.
Busqué la presión que mi mente me a hecho creer que él siente, esa obligación de contarme las cosas. No estaba, estaba la sinceridad con la que habló en compañía de una tristeza profunda.
Percy había llegado a su límite, y quería que fuera yo la que estuviera ahí para oírlo. No Nyl, no Phoebe, ni siquiera Josiah. Yo, la chica que conoció hace solo unos meses.
No quería ilusionarme con ello.
—Vale, está bien.
Hizo un gesto con la cabeza, ambos nos andentramos a la pérgola y cada uno se sentó en una de las sillas en forma de huevo.
—Haz de tener... muchas preguntas.
—Demasiadas.
—Sí, vale, demasiadas, prometo responderte todas las que quieras.
—No lo sé, Percy, ¿Estás seguro? No quiero presionarte.
Formó una sonrisa para mí.
—Somos amigos, ¿No? Ahora ya nos contamos las cosas por completo.
Le devolví el gesto.
—¿Me dirás si te sientes incómodo?
—Lo notarás en mi cara.
Reí por lo bajo, eso es cierto.
—Okey —resoplo, pensando—. Quiero ir por lo básico, ¿Cuándo es tu cumpleaños?
—16 de octubre.
—Ja, soy dos meses mayor que tú —me burlé.
—Sí —dijo con una sonrisa tensa—, no me lo recuerdes.
—Mmm... ¿Eres alérgico a algo?
—A la piña.
Lo veo sorprendida.
—Hala, ¿En serio? —asintió—, ¿Y lo has sabido desde siempre o lo descubriste?
—Lo descubrí, y por las malas. Tendría yo como unos ocho años, fue una tarde de paseo con mis tíos, me habían regalado una rebanada de cheesecake y nadie sabía que tenía piña, apenas di el primer bocado se me cerraron las vías respiratorias —hice una mueca, Percy fingió un espasmo—, estuve internado en el hospital dos días, no recuerdo mucho, solo que las enfermeras querían estar inyectándome a cada rato —se pasa una mano por el brazo—, odio las inyecciones y la piña desde ese día.
»También soy intolerante a la lactosa.
—¿En serio?
—Sí, es sorprendente, pero sí, es algo hereditario, mi mamá, mis primos, mi tío materno, mis hermanos. Puedo comer helado, corro riesgo de terminar en el baño, pero puedo comer helado.
La imagen mental que tuve de Percy corriendo de urgencias al baño me hizo reír.
Pienso en otra pregunta, antes tenía tantas, una larga lista de espera y ahora que tengo la oportunidad de hacerlas se me olvidan todas.
—¿Por qué te gusta escribir?
Se quedó callado un minuto entero, temí de que mi pregunta haya sido mal recibida.
—Es algo que tengo desde siempre —responde, tiene los ojos en la mesita, una sonrisita surca sus labios—, pero empezó a apasionarme de verdad cuando tenía siete, a esa edad escribí mi primer micro cuento, aún lo tengo entre mis notas. Una de las personas que más me animó a la escritura fue mi abuelo —la nostalgia se aparece en su mueca—, se llamaba Gary, trabajó muchos años en el puerto de Holbrook en un barquito pesquero, su sueño siempre fue ser un escritor.
»Tenía muchos borradores de historia loquísimas sobre el mar —Percy se ríe—, era un viejo loco con una gran imaginación, mis padres dicen que de él salió la mía. No pudo cumplir su sueño, pero por eso mismo yo me apasioné en él. ¿Sabes el borrador de historia que te comenté en el parque?
Asentí, recordandolo.
—¿El Hijo Del Mar, no?
—Así es, la historia originalmente fue de mi abuelo, no la completó porque enfermó poco después de empezarla, cuando falleció, yo me quedé con las ideas y la terminé. Fue difícil, sin embargo, sentía que debía de hacerlo por él, porque era su sueño.
—Eso es muy lindo, Percy.
—Ojalá mi abuelo pudiera leerla completa —murmura—. Sé que le encantaría.
—Quizá desde donde esté, lo haga.
—Quizá sí.
Intento recordar alguna de las preguntas en mi larga lista. Nada, no recordaba nada. Mirando alrededor, mis ojos cayeron en la guitarra que tocaba hace rato, nunca antes se la había visto.
—¿Tocas la guitarra?
La alcanza hasta dejarla en su regazo.
—Sí, algo sé, hace mucho no la sacaba de su estuche, la tenía olvidada bajo mi cama.
—¿Nada más tienes una guitarra?
—No, también tengo una eléctrica —acaricia las cuerdas, creando una melodía—, eran... eran de mi hermano.
Hubo un cambio repentino en el aire, yo no quería ahondar aún en ese tema, ¿Debo de hacerlo? ¿Y si no quiere hablar de eso?
—Adelante, puedes preguntar —dijo como si hubiera leído mis pensamientos.
Vamos, Polet, de apoco, no seas total entrometida.
—¿El anillo de tu collar era de él?
Lo toma entre sus dedos. Asintió.
—Recuerdo bien el día de su graduación, cuando le dieron el anillo —sonríe, me gusta ver esa sonrisa—, empezó a bailar como un idiota en la tarima. Graduarse era una de sus mayores metas, cuando... cuando él falleció, Prisca y yo hicimos una promesa, ella llevaría su mayor pasión, y yo su mayor meta cumplida, y así a sido desde que se fue.
—Es una bonita forma de honrarlo.
—Era lo menos que podíamos hacer —vuelve a acariciar la guitarra.
—¿Él te apodó Percy?
—Fue Prisca —frunce el ceño—, fueron los dos, de hecho. Mi hermana no sabía decir «Perceval» así que decía «Pecival» me llamaba así siempre, entonces mi hermano de repente una mañana me llamó «Percy» y así se a quedado desde entonces.
—Para ser honesta, creía que te decían así por algún un fanatismo que podrías tener con los libros.
Se rió negando con la cabeza.
—Nah', me enteré de esos libros después.
Hice silencio un momento, jugando con mis pulgares. Esta pregunta quiero hacerla porque la curiosidad me está matando.
—¿Cómo... cómo se llamaba él?
—Él... nosotros... —se aclara la garganta—, nosotros lo llamábamos Patch, pero en realidad se llamaba Patchouli.
—Que nombre tan...
—Horrible, lo sabemos —rueda los ojos—, por eso prefería cien veces a qué lo llamaran Patch, Prisca lo llamaba Choli.
—Todos ustedes tienen diminutivos, Percy, Prisca y Patch.
—Cuando nadie sabe pronunciar tu nombre, surgen estas cosas.
Sí, lo comprendía, «Polet» es un apodo que nació por la gente que no sabe pronunciar correctamente mi nombre.
—Y él —hice una pausa—, ¿Cómo era?
Percy deja ir un suspiro.
—Era la persona más increíble de todas, estaba loco, pero aún así era genial. Fue... mi mejor amigo, éramos una dupla inseparable —ladeo la cabeza, mirándolo. Tal vez a Percy no le guste recordar porque le duele, pero a su vez, de forma contradictoria, también le hace bien, por esa sonrisa se nota—. Prisca tenía razón, a Patch le gustaba creer que el mundo era un musical y que los pájaros cantarían al abrir la ventana, solo consiguió popó de paloma a primera hora de la mañana —nos reímos—. Era un mitonerdo insoportable, podía pasar horas y horas hablando de historia griegas sin parar, antes quería que solo se callara, ahora... echo mucho de menos las historias que solía contar.
»Pese a las peleas que teníamos o lo insoportable que se pusiera, seguía siendo mi mejor amigo de todo el mundo. Incluso con las malas bromas que hacía.
—¿Malas bromas?
—Sí, ¿Esta sudadera? Era de él, mis papás se la regalaron cuando tendría unos catorce años, y el imbécil me la regaló a mí en mi cumpleaños quince porque «deberíamos tener algo que pase de generación en generación», se le olvidó comprarme un regalo, más bien. De todas formas, la aprecio mucho, es... es el último regalo que me dió antes de que se fuera.
—¿Por eso la usas tan a menudo?
Asintió.
—Puede que sea estúpido, pero es como si lo llevara conmigo —veo como pasa saliva—. Lo extraño todos los días, Polet, y es una forma de consuelo que encontré a su pérdida.
Y eso lo explica absolutamente todo, recordé cada momento en que Percy mostró sus verdaderas emociones, esa tristeza profunda, ese dolor constante, era por esto, porque echa de menos a su hermano, a su mejor amigo.
«—¿Sabes lo malditamente doloroso que es perder a alguien? —recapitulo nuestra charla en la piscina el día del parque—, perder a alguien especial para ti, que era como tú... complemento, perder a tu mejor amigo.»
¿En ese momento me estaría hablando de su hermano y la pérdida que pasó? Puede ser que Percy desde un principio me haya estado dando vistos de esto, del dolor que guarda en su pecho.
Y justo ahora, los dos tenemos tantas cosas en común, aún hay ausencias que nos duelen, y tal vez nos van a doler toda la vida.
—«cuando aceptas y entiendes que no eres solo tú, es lo que haces por quién perdiste, aprenderás a apreciar el aquí y ahora» —cité las palabras de esa amiga de mi madre—, ¿Aún estás en proceso?
Forma una sonrisa triste.
—Desde que Patch se fue es como si todo anduviera en cámara lenta —responde por lo bajo.
Te entiendo, ya somos dos con la misma percepción.
—¿Y no has ido a terapia?
—Muchas veces, aún voy, pero aún con la terapia, es difícil quitarse la vena culpable.
—¿Vena culpable?
Hay otro cambio en el aire, algo más pesado, podría ser.
—¿Te acuerdas de... de mi cicatriz? —mi mirada pasó a su cuello—, te dije que fue en un accidente de coche hace dos años. Yo... yo...
—Percy, no es necesario, así está bien.
Negó con la cabeza.
—Tengo que sacarme esto de encima, Polet, es que... no quiero que me juzgues.
—Oye, yo jamás haría eso, ese es tu trabajo —comento en tono bromista.
Sonrió, débil.
—¿Lo prometes?
Extendí el dedo meñique.
—Por la garrita.
Hizo el mismo gesto.
—Por la garrita —repitió—, e-en ese accidente fue que Patch, que Patch falleció —parecía costarle decir esas palabras—, y me culpo por ello todos y cada uno de los días.
—No, no, Percy, no —me levanto de mi silla, yendo hacia él, la mirada clavada en la guitarra está acuosa, tuve la necesidad de darle un abrazo—. Oye, fue un accidente, ¿Por qué habrías de tener la culpa?
Sus ojos tristes ahora de distintos colores, el izquierdo de un verde primavera y el derecho del tono indeciso de azul se fijan en los míos, aún llenos de lágrimas, aún sufriendo en silencio. Los ojos no saben guardar secretos, por mucho que lo intentes ocultar, siempre conseguirán demostrarlo.
—Porque era yo el que manejaba el auto esa noche, Polet, fui yo el que no vio el camión, mi hermano murió por mi culpa.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top