30. ¡Sorpresa, un hermano Adams! Espera, ¡Otro hermano Adams! Un segundo...
La hermana de Percy.
«Mi hermana dice que soy un come libros.» me dijo él aquella tarde que fuimos al parque.
Hermana, una hermana menor.
Parpadeo, siendo incapaz de decir algo más, también de tener otra expresión en la cara que no sea sorpresa.
Señalo a ambos chicos, ahora que los analizo bien, tienen ciertos rasgos parecidos más allá del color moreno de piel. Ella también tiene los mismos hoyuelos, ciertos aspectos de su rostro son parecidos a los de Percy, y esos ojos azules... del mismo tono que los ojos de Percy siempre vuelven a ser, podrán estar cambiando constantemente de color, pero uno al que siempre volvían era a ese tono de azul que se pelea con el verde.
—¿U-stedes son... hermanos?
Prisca asintió, aún sin perder su sonrisa alegre.
—Por tu cara deduzco que este idiota no te cuenta muchas cosas.
Asentí con la cabeza, afirmando su discreta pregunta. Incluso Josiah parece sorprendido, tiene la boca ligeramente abierta y no deja de pasar la mirada de uno a otro.
No lo juzgo, yo misma no consigo asimilar que tiene una hermana. Vale, sí, me lo dijo en una ocasión, ¡Pero fue una sola! No es como que lo vaya a recordar toda la vida, además de que fue una pequeña mención insignificante. Nunca a dado detalles a fondo de su hermana o... su vida en general.
Fijo la mirada en el pelinegro, Percy no se a quitado la mano de la nuca, tampoco a subido la mirada, es como si supiera que metió la pata hasta el fondo, y oh, sí que lo ha hecho.
—Bueno —anuncia Prisca—, tengo una media hora antes de irme al parque, me apetece conocerlos más.
Y sin más, va a sentarse junto a Josiah con toda confianza, como si no fuéramos personas que recién se conocen. Bueno, nosotros recién la conocemos a ella, ella de nosotros a de saber unas cuantas cosas.
Percy vuelve a su asiento a mi lado, no dejo de mirarle el perfil y él no deja de evadir mi mirada, eso me frustra. Aún no consigo procesar la situación, mi apetito se fue al demonio y el chico que puede darme respuestas nada más me evade como un cobarde.
Genial.
Dejo de lado al pelinegro con un resoplido bajo y me centro en su hermana, hasta en la sonrisa se parecen, guao.
—Debo de ser honesta en algo —empieza a decir ella—, eres más guapa en persona de lo que lo eres por foto.
Percy mira a su hermana, impactado, yo mientras tanto siento el rostro enrojecer.
—¡Prisca!
—¿Qué? ¡Pero si es verdad! —más sangre a mis mejillas—, es muy linda, ¡Tú mismo me lo has dicho!
Ah.
Percy también se puso rojo, no sé quién de los dos se ve más estúpido ahora.
—¡Priscila!
—¡Oye! Sabes que no me gusta que me llamen así —refuta ella, su ceño está fruncido—. Vale, vamos a hacer como que no me dijiste nada —me mira, formando una sonrisa de disculpa que no parece muy sincera, no en mal plan, sino uno divertido y que para nada se retracta de lo que dijo—. Perdón, Polet, pero que sepas que sí eres muy guapa.
Aclaré mi garganta para que mi voz no saliera aguda. Hice mis mayores esfuerzos para que el sonrojo en mi rostro desapareciera, dudo que funcionaran.
—Ehm, g-gracias, Prisca, no... no suelen decírmelo mucho.
—¿Ah, no? —ella alza una ceja—, que raro... —no paso por alto la mirada rápida que le dirige a su hermano aún rojo como un tomate—, en fin, Percy me dijo que eres cherokee, a de ser cool.
Por instinto tomo entre mis dedos el dije de mi collar, sintiendo las texturas de madera contra las yemas de mis dedos. Es cool cuando no te juzgan y ridiculizan por ello.
—Sí, no es algo que esté mal —respondí, porque aún con todo lo que pasó, todo lo malo y lo mucho que me señalaron aquí, ya estaba en paz con mi parte cherokee.
—Que collar tan guay —es algo gracioso como le brillan los ojos de curiosidad—, ¿Es una lechuza?
—Así es, me lo regaló mi abuelo, la lechuza es un animal sagrado para los cherokee —solté una risita cuando ella murmuró un «guao». Bajé la mirada a su cuello, ella también tiene un collar bonito—, también me gusta tu collar.
Se irgue en su asiento, procede a también tomar el dije del símbolo del teatro.
—¿Te gusta el teatro? —le pregunté, intrigada. He conocido poca gente que pertenece al mundo de la actuación en teatro, y Prisca es idéntica en personalidad a todos ellos.
—Oh, no, no, sufro de pánico escénico, no podría estar en un escenario a menos que esté drogada —Josiah y yo nos reímos, Prisca suspira, mirando el collar—, es... perteneció a alguien muy importante para nosotros —veo de reojo que Percy ya no estaba colorado, ahora parece triste, su hermana no hace contraste con él, está esbozando una sonrisa ladina, de esas que uno hace cuando está recordando a alguien—, era... la persona más increíble de todas, un poco loco, pero aún así increíble.
»Le gustaba el teatro —levanta la mirada hacia mí—, era bueno, incluso estaba cursando la carrera en la universidad comunitaria en Willesden, tenía la desfachatez de creer que la vida era como un musical.
Ella se ríe, pasando a ver un punto cualquiera de la mesa de picnic.
—Choli era genial —murmura—, era un gran hermano.
¿Qué?
—¿Disculpa? —inquiero, aquello captó mi atención.
Prisca me mira, parpadeando, parece que salió de un trance de recuerdos. Sé bien cómo funciona la cosa, los últimos días yo los he tenido mucho.
—¿Qué? —balbucea.
—¿Tú... ustedes... tienen un hermano?
Se recoje un mechón de pelo tras la oreja, volviendo a desviar la mirada a la mesa, ahora sí que hace contraste con su hermano.
—Teníamos —murmura tan bajo que por poco la oigo, pero lo hice. Tuve una sensación de vacío en el estómago—, él fa...
—Prisca, basta —le interrumpe su hermano.
Todos nos giramos a verlo, Percy pasó saliva con fuerza y tiene los labios apretados, su mano sobre la mesa está echa un puño.
—Por favor —agrega en un murmuro.
Josiah y yo nos sentíamos perdidos en el limbo.
—Yo... lo siento.
Entonces, con un «¡Plop!» se formó la tensión y silencio más incómodo de todos. Josiah me mira, haciendo una mueca que interpreté bien sin necesidad de señas o letras «¿Qué rayos?»
Yo le respondí con un «no lo sé», los dos hermanos Adams de pronto estaban callados y sin ánimos, ambos perdidos en sus pensamientos. No hay necesidad de ser un genio para notar que el tema de su otro hermano era algo prohibido.
Analicé a Prisca, se sigue sujetando el collar que lleva, parece apenada, triste, todo lo contrario a unos segundos atrás cuando hablaba de su hermano, incluso con la nota de nostalgia en su voz, se oía alegre de hablar de él.
Percy también se sujeta el collar con el anillo de graduado, nunca más había reparado en él porque no se lo había visto, supongo que se lo escondía bajo la camisa. Él sí parece genuinamente triste y podría decir que hasta perdido.
Acerqué mi mano a la suya que se mantiene empuñada, apenas mis dedos rozaron sus nudillos, la apartó como si yo fuerza alguna clase de bicharrejo.
Me sentí herida.
El silencio incómodo sigue abundando en nuestra mesa, ni siquiera los sonidos del jardín consiguen que sea más ameno.
Le hice una seña a Josiah, que mira tan preocupado a Percy como su hermana, después la señalé a ella con la cabeza y formulé un silencioso «distraela»
Alzó un pulgar, sacó una libreta de su mochila junto a dos lápices y llamó la atención de Prisca, quien le sonrió de labios cerrados.
Por mi parte, me levanté de la mesa y arrastré a Percy conmigo por la capucha de su sudadera, casi se cae del banco pero que bien merecido se la tuvo.
Nos alejé lo suficiente para que el par de chicos no nos escuchara.
—¿Pero qué demonios te pasa? —se sostiene el cuello, casi también lo ahogaba, y también se lo merecía.
—¿A mí? Más bien sería, ¿Qué demonios te pasa a ti?
—Nada, estoy bien.
Arqueo una ceja hacie él.
—Se te oyó tan creíble, Percy. A mí no me engañas, ¿Qué rayos te pasa?
—¡Que nada, Polet! —exclamó—. ¡No hay por qué preocuparse, estoy bien!
Empecé a molestarme. Mi ceño se frunció y sentí como la nariz se me arrugó de la molestia.
—¡¿Pero por qué te empeñas en mentirme?! —exclamé también, molesta—. ¡Creí que éramos amigos!
—¡Y lo somos! —refuta Percy.
—¡¿Y entonces por qué... por qué...?!
¿Por qué qué, Polet? ¿Qué le estoy reclamando? ¿Por qué estoy molesta con él? Solo somos eso, amigos, nada más que amigos.
Pero incluso con eso en cuenta, seguía molesta. Tal vez porque mientras yo le cuento tantas cosas de mi vida, Percy no me dice ni un pío. No sabía que tenía una hermana ni un hermano, hasta hace unos meses no sabía ni siquiera de dónde venía. Tal vez solo estaba cansada de ser yo la que hace de todo aquí, mientras que él solo se deja arrastrar a la fuerza.
Tal vez no estoy molesta con él, tal vez lo estoy conmigo por insistir en un chico que desde el principio fue un odioso que jamás en la vida sabrá abrirse con sus amigos.
Terminé suspirando.
—Estoy harta, Percy.
—¿Harta? —arruga las cejas—. ¿Harta de qué?
—De... esto —dejo caer mis manos a mis costados, mi molestia pasó a ser eso, cansancio—, te aprecio, te respeto y también te quiero mucho, pero ya estoy cansada de ser yo la que hace de todo aquí. Es como si... solo te tomara de la mano y tú te dejases arrastrar por mí, y aún así pusieras fuerzas en ello.
—Las cosas... las cosas no son así.
—Son así, Perceval, y ya estoy harta de eso. No tienes ninguna obligación conmigo, pero creí que me había ganado tu confianza —lo miro de arriba a bajo, tiene los hombros caídos, igual que su expresión—, veo que me equivoqué.
—Polet...
Negué con la cabeza.
—¿Qué no te he contado yo? —estuvo a punto de responder, pero agregué—: ¡Tantas cosas, Percy! ¡Y sí, sé que no debe de ser remunerado, pero...! Creí, de verdad que creí que al menos tenía un gramo de tu confianza. ¿Y qué resulta ser? Pues que no.
—Te juro que te lo iba a decir, solo necesitaba...
—Tiempo —completé por él, triste, Percy bajó la mirada—, creo que haz tenido el suficiente tiempo y bastante ocasiones para decirme que tienes dos hermanos.
Se pasó una mano por el pelo.
—Polet, no es tan...
—Fácil como creo —volví a completar—, no, no lo es, y eso lo sé, nada más pensé que me tenías el suficiente aprecio y confianza para contarme algo tan pequeño como eso —dejo ir un suspiro y risa en conjunto, volví a mirarlo—. Que estúpida, ¿No?
—Por favor...
—Cuando aprendas a confiar en las personas que te rodean y te quieren, hablamos. Por ahora... mejor ve con tu hermana.
Le pasé por un lado, yendo en dirección a la entrada principal, sintiéndome triste y por alguna razón, traicionada.
***
Al final de las clases, no pude salir al aeropuerto con mis amigos en busca de Phoebe porque estaba castigada con otros once chicos por la jalada de greñas que le hice a Malia esta mañana.
Así que ahí estaba, en el salón de octavo grado con un profesor durmiendo de brazos cruzados en el escritorio y los otros castigados a mis lados, algunos dibujando, otros aprovechando el tiempo para completar tareas y el resto haciendo lo mismo que yo, es decir, nada.
Nos habían confiscado los teléfonos apenas entrar, por lo que no podía entretenerme con él.
Este castigo no me parecía del todo justo, sé que me lo merezco pero quién más debería de estar aquí, a de estar en su habitación o el algún otro lugar atormentando a pobres almas inocentes.
—Entonces —un chico moreno y de pelo afro apareció a mi lado—, eres la chica que le arrancó mechones de pelo a Malia Pierce esta mañana, ¿No?
No, por favor, no me digan que así me van a reconocer.
El chico de piel chocolate debió de echarse a reír por mi cara.
—Eh, tranquila, solo quería decirte que estuvo muy cool.
—Sí, Rascal tiene razón —otro chico, de rizado pelo color cobrizo que me recordó a Sam, se apareció de mi lado derecho, sonríe dando muestra de un aparato dental—, estuvo muy cool.
—Nadie a tenido la valentía de darle de frente a esa bruja —dijo el moreno, Rascal—, felicidades, chica.
—¿Eso se felicita? Vean en donde terminé.
Rascal se encogió de hombros, despreocupado.
—Ciertos sacrificios requieren voluntades fuertes.
—He hiciste el mejor sacrificio de todos —agrega su amigo.
Eso no mejoraba mi ánimo.
El castigo duró hasta eso de las cinco treinta, todos festejamos saliendo del salón, pero la voz ronca y recién despierta del maestro nos recordó que nuestro castigo era de una semana, así que ahí nos veríamos otra vez al día siguiente, y al siguiente, y al siguiente.
Hice una mueca, subiendo al piso de habitaciones.
Mi cuarto estaba solitario y silencioso, me alegra saber que Phoebe estaría cruzando otra vez esa puerta en unas cuantas horas, las cosas sin ella aquí son demasiado apagadas.
Guardé mi mochila en el armario, no sin antes sacar mi teléfono. Después de echarme de un salto a la cama, decidí llamar a mi papá.
—Hola, Pau —saluda al contestar, el fondo es diferente, no es la sala del apartamento, es algo más hogareño.
Lo deduje al instante.
—¿Estás en Ciudad Nevada?
Él sonríe culpable, apoyando la cabeza de su hombro, apareció Aldana, su novia.
—Hola, linda.
—Hola, Aldana, ¿Qué tal estás?
—Muy bien, cariño, sobreviviendo a un tornado de diez años —me reí, sabiendo que se refiere a Sam—. ¿Tú qué tal estás?
Juro que el suspiro que solté se me escapó, no fue nada intencional.
Mi papá frunció las cejas.
—¿Todo en orden, Pau?
Pensé en mi última charla con Percy, desde ese momento que no lo he visto, ni siquiera andando por los pasillo, como si se lo hubiera tragado la tierra, o lo más probable es que me estuviera evitando. Aquello me entristecía más de lo que podría admitir en voz alta.
—Parcialmente en orden —respondí, el par de adultos me miran curiosos—, es que... no lo sé, pasó algo...
—¿Con un muchacho? —sugiere Aldana.
Desvié la mirada un segundo a la ventana, los rayos anaranjados del sol iluminan el cuarto.
—Siento que no confía en mí —murmuré, las volutas de polvo quedan al descubierto por la luz que entra—, que lo poco que sé de él nada más es porque lo he forzado a decírmelo, no porque confíe en mí.
—¿Estás segura de eso? —pregunta Aldana.
Volví a verlos, asintiendo.
—Es como si le tuviera que andar jalando la mano para que me siguiera, y si no lo hago, se queda estancado en un lugar.
—¿Y consideras que eso está mal, Pau?
Torcí los labios, pensando, una parte de mi decía que estaba mal, la otra... también pensaba igual.
—Lo obligo.
—Lo incentivas, que es diferente —corrige Aldana con un tono delicado, cariñoso—, algunas personas necesitan el incentivo de un tercero, ya sea un amigo o familiar, para abrirse a otros. No es obligación, linda, aunque lo creas firmemente, eres como su...
—Guía —completa papá, su novia asintió—, y un apoyo de confianza. Ocasta, no siempre escuches tu lado pesimista, aunque te esté gritando al oído, las cosas no siempre son como piensas.
Capté la doble dirección que tenían sus palabras, no es solo por mi situación con Percy, sino también la culpa interior con la muerte de mamá.
—¿En serio creen eso?
Afirmaron.
—Te lo digo porque mi hijo es un problema que le cuesta abrirse a otros —Aldana sonríe—, a veces, los incentivos que nos generan confianza no están mal. Capaz no es que ese chico no confíe en ti, quizá sea que... necesite recopilar su valor interno.
«Te juro que te lo iba a decir, solo necesitaba...» tiempo, ¿De verdad con el tiempo suficiente iba a contarme sus asuntos? Quiero creer que sí.
—Gracias —les digo—, han sido de mucha ayuda.
—No hay de qué, Pau, para eso estamos.
Hablo un largo rato con ellos, me ponen al día de cómo están las cosas por allá y yo hago lo mismo por aquí. Fui sincera con ellos, les conté lo de Malia esta mañana y también el motivo por el que me enzarcé en esa pelea, papá pareció molesto, lo comprendí totalmente, yo no soy de meterme en peleas, pero esa chica se la merecía por todos los asuntos de los que estaba hablando como una bocazas entrometida. También le hablé de mi falta de apetito, como nada más conseguía comer comidas ligeras, y su expresión molesta pasó a ser de preocupación, incluso la de Aldana.
—Pau, ¿segura que de verdad todo bien?
—Sí, papá, no es más que un mal episodio, estaré bien.
No parece convencido, en lo absoluto.
—Yo... iré a ver qué hace Sam —Aldana me da una última sonrisa, saliendo de la llamada.
Quedamos mi papá y yo, ni por muchas excusas que le dé, estoy segurísima que no se las va a creer.
—Polet, por favor, te pido la verdad.
—Papá, esa es la verdad, es un mal episodio, te prometo que estaré bien. Míralo como las noches de trasnocho por exámenes.
—No puedo verlo así, Paulette, me preocupas. Podría hablar con la rectora para que pases unos días más en casa.
—No quiero perder más clases.
Suspira pesadamente, la preocupación sigue cruzándose en sus ojos avellana.
—Pau, sé que eres una chica fuerte, nunca lo he dudado, pero no quiero perderte a ti también.
Emtonces ahí sí ví una verdadera preocupación en él, nadie a dejado ir de lleno la muerte de mamá aunque todo esté relativamente más calmado, y eso lo puedo ver en papá. Le sigue doliendo, ellos no estaban juntos, ya no eran marido y mujer, eran mis padres, eran amigos, y perder un amigo duele tanto como perder a tu madre.
A mí papá le preocupo, muchísimo, siempre a sido así, sin embargo ahora, de verdad que hay un terror oculto, un terror de perderme también.
Me sentí mal por todos los pensamientos que he tenido las últimas semanas.
—Te duele aún —agregó—, a mí también, pero por favor, cielo, no quiero que esto se vuelva una locura. No lo soportaría.
Me sentí el doble de mal, mientras yo estaba enfrascada en mi propio dolor, mi papá también pasaba una perdida y una preocupación por su hija con pensamientos oscuros.
—Puedo hablar con un psicólogo, si así lo deseas —dice—, no necesariamente el consejero escolar del internado, puede ser alguien de afuera. ¿Te apetece?
Los rayos solares son más débiles y más bajos que hace un rato, el sol se está ocultando.
—¿No me hará eso más extraña? ¿Ir a hablar con un desconocido de mis problemas? —digo en un hilo de voz roto.
—Cuidar de tu salud mental no te hace más extraña, Polet, te hace una persona valiente que quiere estar bien.
Volví la vista a la pantalla, ahí seguía mi papá, sin nada más que una sonrisa amable y amor paternal en su mirada.
—Eso... eso me gustaría.
—Estaré en eso ahora para que puedas iniciar una sesión esta semana —asentí, pasando el dorso de mi mano bajo el ojo, limpiando una lágrima—. Cuídate mucho, Pau, y no importa la hora, si te sientes mal, llámame.
—Claro que sí, adiós, papá.
—Adiós, cielo. Te amo mucho, ¿Va?
Sonreí, sorbiendo mi nariz.
—Yo también te amo mucho.
————————————
Nota de la autora:
¡Jueves bonito de A Través De Mis Ojos y este capítulo que estuvo, uuff, tremendo!
Así que, conocimos algo más de Percy. Un nuevo hermano Adams, ¿Se lo veían venir?
Drama, discusión, ¿Qué está pasando con ustedes, Percy y Polet?
En estos siguientes capítulos se vienen muchas cosas, especialmente en el siguiente, y como no soy tan cruel para dejarles con la duda... ¡Hoy hay doble actualización!
Eso sí, la siguiente parte será publicada un poco más tardecita porque no todo lo bueno es bueno, ¿A qué sí?
En otras noticias, hoy pude desocuparme temprano, ¡Yei! Por eso estoy publicando a esta hora (casi once de la mañana en Venezuela)
En fin, nos leemos en la tarde para la siguiente parte ¡boom! Que nos espera.
Besos y abrazos con hermanos Adams, drama y castigos
MJ.
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