21. Percy y Polet a medianoche juntos están, ¡Hablando!
A eso de las once de la noche papá tuvo que irse, dando fin a nuestra noche de películas familiar.
Mamá y yo lo acompañamos hasta el estacionamiento, dónde le doy un fuerte abrazo de despedida, prometiendo que lo llamaría ahora más seguido, respondió con un «espero eso» y un beso a mi cabeza. También se despidió de mamá con un rápido abrazo, no del tipo romántico como los que tenían antes, sino más bien como de amigos que se tiene especial cariño.
Debo decir que eso es algo triste, personas que años atrás se tuvieron tanto amor como para casarse y tener una hija, que hayan pasado de eso, a... esto, es deprimente. Te hace ver qué no todas las relaciones bonitas, las que fueron como un cuento de hadas al estilo de Disney, tienen un felices para siempre.
Papá sube a su auto, perdiéndose en las calles medio transitadas de la ciudad.
Echo un suspiro que se convierte en vaho de frío, veo a mamá, tiene la cabeza ladeada mirando la calle por la que se fue papá.
—¿Mamá?
—¿Sí, cielo? —pasa a verme, sus ojos azules demostrando cansancio, no solo físico, también... emocional.
Notar eso hace que cambie mi pregunta a una que debe de ser más importante.
—¿Cómo te sientes?
Exhala por la nariz, cruzando sus brazos sobre su pecho, más como un abrazo a sí misma.
—Solo un poco cansada, Polet, el trabajo a estado pesado los últimos días.
—Mamá, hablo en serio.
Forma una sonrisa de labios cerrados, sus dedos fríos acariciando mi mejilla.
—Todo está bien, Polet —su voz se vuelve tierna—, a veces me canso, pero estoy bien.
Las luces amarillas de las farolas en la calle hacen que su rostro se vea decaído, remarcan las ojeras que hay bajo sus ojos, es como si tuviera treinta años demás encima, y aunque me está sonriendo, eso incluso se veía decaído, triste.
Inclino la cabeza, apoyándola ligeramente de la palma de su mano aún en mi mejilla. Algo en sus palabras no me terminaba de convencer.
—Oye, no soy una niña, tengo diecisiete, mamá. Puedes decirme cualquier cosa.
Hincha su pecho en una respiración dificultosa, atrayendome hacia ella para abrazarme. El silencio ahí fuera hace que incluso sus sollozos bajos sean muy audibles, le devuelvo el abrazo, acariciando su espalda.
—Hay veces que me cuesta creer que ya no eres una niña —murmura con la nariz tupida, me aleja aún sosteniendome la cara—. Sé que puedo hablar contigo, Pau, eres como mi pequeña amiga, las cosas a veces van bien y a veces van mal, es parte de esta vida. Lo que importa...
—Es que todo siempre mejora —completo por ella la frase que el abuelo siempre solía decir.
Mamá sonríe, sus ojos cristalizados y unas pocas lágrimas corriendo por su rostro.
—Tu abuelo Torn era muy sabio —se limpia las lágrimas y sorbe su nariz—. ¿Qué tal si subimos? Se me está congelando el trasero aquí.
No pude evitar reírme.
—Vale, vamos —crucé mi brazo con el suyo para volver a su apartamento más calentito.
De vuelta a casa con un ambiente más cálido, acomodamos un poco el desastre que dejamos por la velada. Lavamos tazones, vasos y platos sucios y limpiamos las migajas de la sala. Cómo aún no teníamos sueño, servimos de los helados que quedaron en el refri y nos pusimos a ver otra película.
—Echaba esto de menos —comenté, comiendo una cucharada de mi helado.
—Yo también lo eché de menos —conviene ella—, sigo sin entender porqué te gusta esta película si te eduqué mejor, pero lo echaba de menos.
Vuelvo a reírme, viendo a la televisión. Cómo era costumbre nuestra, pusimos mi gusto culposo en películas: Crepúsculo, mis dos papás la odian con todo lo que son, la hemos vistos todos juntos un montón de veces y aún así no la entienden, pero ellos la soportan por mí, mamá en gran parte porque suelo verla más en las pijamadas con ella.
A mitad de la película empezó a sonar mi móvil en la mesa donde reposa la lámpara, gracias a esa llamada, mamá aprovechó para cambiar el canal a algo que fue de su agrado.
—Te lo dejo pasar solo porque tengo que atender —la miro de ojos entrecerrados, subiendo las escaleras con mi móvil aún sonando.
—¡Tienes un pésimo gusto, Ocasta! —exclama, algo que no me tomé en serio, en mi interior estaba conciente de eso.
Descuelgo la videollamada de Phoebe en mi habitación, mi mejor amiga me sonríe a través de la pantalla.
—¡Polet!
—Hey —saludo sentandome en la cama.
—¿Por qué no te reportas? ¿Acaso ya nos olvidaste? ¿Ya te olvidaste de mí?
—He estado pasando el día con mamá, Phoebe, casi no he visto el móvil.
—Chácharas —ella ruedas los ojos, negué con la cabeza—, ya sabía yo que te olvidarías de mí muy rápido.
—¡De nosotros! —salta a decir la voz de Nyl, Phoebe lo enfoca, el castaño estaba echado a su lado en su cama—, ¿Tan poco nos quieres, Polet?
—¡Vamos, no exageren! Solo han sido unas horas.
—Sí, échale teipe —bufa en español.
Ahora soy yo la que pone los ojos en blanco y resopla frustrada. Esos dos pueden armarte un drama por una tontería como esta.
—En fin, ¿Qué hacen ustedes juntos a esta hora?
—Estamos de colados —responde Nyl.
—¿Estamos? —alzo una ceja.
Ahora Phoebe enfoca al frente y abajo, sentado en el suelo y apoyado de su cama estaba Percy metido en sus asuntos con su móvil.
—Hey, Percy —le llama la castaña.
Él voltea a ver en mi dirección, sacudo la mano como saludo, sonriéndole.
—¿Cómo es que también estás ahí? —cuestiono, intrigada. Tenía entendido que a estas horas de la noche Percy cae como un tronco hasta la mañana siguiente.
—Estoy aquí porque me secuestraron.
—¡No te secuestré! —replica Nyl—, te sugerí venir y tú quisiste.
—Ni siquiera me diste tiempo para responder, solo me arrastraste hasta aquí después del toque de queda.
Oigo a Nyl resoplar y murmurar algo parecido a «bobadas»
—Pobre Percy —finjo un puchero. Su respuesta fue ponerme mala cara y volver a sus cosas—. Hey, Phoebe.
—¿Si? —su cara aparece en mi pantalla.
—¿Qué tal está? —bajo la voz, tal vez es absurdo hacer esto ya que estamos en videollamada, pero mejor prevenir que lamentar.
Ella entiende bien mi pregunta, se arrima hacia la esquina de su cama discretamente.
—Ya sabes, volvió a lo de siempre —responde también más bajo, manteniendo la mirada en los chicos en nuestra habitación, parecía centrarse más en el que está en el suelo—, fue muy raro al principio, ya después su mal genio apareció.
Tuerzo los labios, pensando una razón de por qué esa actitud suya esta mañana con mi mamá. No le veía sentido.
—Deberías hablar con él —sugiere Phoebe—, te escucha más a ti que a los demás.
—Claro que no.
—No es que te haga pleno caso, solo digo que tú eres más directa con él, no te afectan tanto sus comentarios, eres la más preparada para esa misión.
Tiene sentido.
—Avísame cuando se vayan a su habitación, ¿Vale?
—Vale.
Hablamos unos diez minutos de lo que hicieron esta tarde y lo que hice yo, pasado un rato me tocó colgar la llamada ya que quería volver a la sala con mamá.
—No te olvides de avisarme —fue lo último que le dije a Phoebe.
Ella asintió, despidiéndose con un gesto.
En la sala mamá seguía comiendo de su helado viendo una vieja película de romance, es de sus favoritas porque pese a todas las cosas que pasan los protagonistas, logran superarlas para estar juntos.
Me siento junto a ella, tomando mi tazón de helado derretido. Debería llevar eso al refri. Estaba a punto de ir a la cocina, pero la trama me atrapó, manteniendome ahí con un helado derretido por casi media hora. Nunca le había puesto especial atención a la película, ahora que la veo, es una historia tan bonita a la par de trágica.
—Muchas parejas fueron separadas durante la Segunda Guerra Mundial —señala mamá—, demasiadas. Solo pocas pudieron volver a verse y tener una vida feliz —señala la televisión con su cuchara—. Fue una historia real, un soldado americano obligado a ir a la guerra alejándolo de su amada por tiempo indefinido, al final, puede volver a su lado y pudo ser feliz. Tuvo una buena vida.
—¿Por qué te gusta tanto?
Ella sonríe.
—El destino es cruel, Ocasta, traza un camino difícil, pero no imposible —remueve el helado—, contra todo pronóstico, con una guerra de por medio, ellos fueron felices. Aún con una mano dura, aún cuando tú camino es difícil y quieres rendirte, si llegas al final este puede ser feliz.
»No todo siempre tiene un final, a veces es mejor ponerle puntos suspensivos a las cosas porque así sabes que la historia puede continuar. No importa en qué punto.
—¿Crees que lo tuyo con papá esté en puntos suspensivos? —no pude evitar preguntar.
—Sé que quieres volver a lo de antes, Polet —agacho la mirada—, pero lo mío con tu papá tuvo su punto y final. Tu padre ya inició una nueva historia y tienes que aceptar eso.
—Lo acepto —murmuro—, pero aceptarlo no significa que no extrañe los tiempos de antes.
—Cielo... —mamá se arrastra en el sofá hasta mí, alza mi cabeza con delicadeza—, una historia necesita cierres, y esos cierres pueden traer buenas cosas, venir con nuevos personajes. Extrañar no está mal, pero entiende que no importa quienes lleguen a la vida de tu padre, siempre seremos tus papás.
La miro de reojo, está sonriendo, esa sonrisa suya que promete que todo estará bien. Aldana, Sam y Aidan me agradan mucho, entiendo que papá está en todo su derecho de formar su nueva historia al igual que mamá, pero eventualmente siento que yo quedo en medio de eso. El producto de una relación fallida flotando en medio, ¿Cómo puedo dejar de sentirme así?
—Estás sobrepasando —declara, procede a pellizcar mi nariz, haciéndome reír—, ¿Sabes? Solo fluye con la cosas, no todos los cambios son malos.
Asentí.
—Sí, tienes razón.
—Ahora, ve a llevar ese helado al refri para que se congele y trae las fresas con chocolate.
—Vale, capitana.
***
Más tarde esa noche mamá ya estaba dormitando en el sofá, mientras que a ella el exceso de azúcar le hace caer en un sueño profundo, a mí me desvela. Así que ahí estaba, en medio de la sala que solo está siendo iluminada por la luz de la lámpara a mi lado, vagando por las redes sociales.
Sabía que esto pasaría, y aún así tuve la osadía de comer mucha azúcar esta noche. Debería meditar mejor mis acciones.
Voy bajando por mi feed de Instagram, dando me gusta a las fotos de las personas que sigo, cantantes, actores, me gusta cotillear en la vida de mis personajes de películas favoritos. También la de mis amigos, Instagram es el único medio por el que veo como están mis viejos compañeros de la escuela, esos con los que me llevaba bien, esos mismos que prometieron mantener el contacto conmigo y llevan meses sin hablarme, esos que... ahora tienen una nueva amiga como mi reemplazo.
Quisiera decir que me afectó, fueron mis compañeros de salón toda la preparatoria, vivimos aventuras he hicimos muchas travesuras juntos, pero... no, no lo hizo. Simplemente le di me gusta a la foto, desinteresada, y seguí bajando.
Supongo que tienes que cambiarte de escuela para saber quiénes son tus verdaderos amigos.
Termino de comentar la reciente publicación de Aba, que es una foto suya en la Catedral de San Luis, cuando me llega un mensaje de Phoebe que simplemente ponía «Se han ido a su cuarto»
Salgo de Instagram y busco el número de contacto de Percy, esa actitud suya esta mañana me sigue pareciendo extraña, algo detrás a de haber. Y vale, Percy Adams es el tipo de persona que detesta hablar con otros, pero hay algo que no entiende: hablar ayuda a aliviar las cargas, y por muy amargado, odioso y frío que pueda ser, quiero ser su apoyo.
Marco su número. El tono suena varias veces, tantas que creí que me mandaría a buzón de voz.
—¿Por qué interrumpes mi conciliación de sueño? —gruñe al contestar.
—Buenas noches para ti también, Percy.
—Sí, lo que sea, ¿Qué quieres?
—Tampoco es para que estés tan amargado, eh.
—Te voy a colgar, eh —imita muy mal mi voz en eso último.
Resoplo.
—Solo quería saber cómo estabas, idiota.
—Tengo sueño, ¿Ya está? ¿Puedo volver a dormir?
—¡Percy!
Le oigo gruñir, el sonido más común que puede hacer.
—Valeee —se escucha movimiento y chirridos, tal vez se está acomodando en su cama—, estoy bien, pero sí tengo sueño. Ahora, ¿Por qué la pregunta?
—Lo que pasó con mi mamá esta mañana fue raro —a ella la veo de reojo, tan dormida como al chico en llamada le gustaría estar—. Lamento si fue incómodo, es que se emociona cuando se reencuentra con personas que tiene tiempo sin ver.
Percy suspira.
—Tranquila, solo creo que tu mamá se equivocó.
—Te llamó Perceval, no creo que se haya equivocado.
Silencio de unos minutos, incluso por llamada se pueden escuchar los ronquidos de Nyl.
—Tu mamá era compañera de trabajo de la mía —susurra—, también eran amigas, cuando era más pequeño mi mamá solía llevarme con ella al trabajo, me dejaban durmiendo en la oficina de tu mamá porque tenía un sofá, algo que en la oficina de la mía no había.
—¿Y por qué... esa reacción? —pregunto con cautela.
—No me gusta recordar viejos tiempos —es toda su respuesta—, perdón si fui muy... odioso.
—Así eres todo el tiempo.
—Ja, graciosa —me reí—, la cosa es que lo siento, fue mi primera reacción.
—Está bien, mamá no está molesta, siguió muy emocionada incluso después de eso.
—No la había reconocido cuando estábamos en la escalera, no compartes muchos parecidos, solo en lo bajita.
Pasé de eso último.
—Me parezco más a mi papá —respondo—, ella también a cambiado un poco con los años.
—De niño pensaba que era guapa, lo sigue siendo.
—No digas eso, por favor —hago una mueca.
En serio, en serio que mis amigos deben dejar de hacer ese tipo de comentarios con mis papás.
Percy se rió suavemente.
—¿Qué tal la tarde?
—Nada mal, ahora tengo insomnio por exceso de azúcar, aunque igual estuvo bien. ¿Ustedes qué tal?
—No hicimos mucho, fuimos a merendar en el Shumpox, jugamos con un platillo volador en el jardín, nada de verdad interesante.
—Sí es interesante —digo, acomodando mi manta en mi regazo.
—¿En qué parte?
—En que saliste a jugar en vez de quedarte en tu habitación leyendo.
—Que hilarante eres —me lo imaginé rodando los ojos—, solo salí porque el par de intensos me obligaron.
—Es sospechoso que siempre te obliguen a las cosas.
—Te voy a colgar.
Reí.
—Será mejor que me vaya, no quiero interrumpir más las horas de sueño de su alteza.
—Sí, por favor.
—Eres increíble.
—Soy inmune al sarcasmo, que es diferente.
—¿Cómo no serlo? Eres la descripción viva.
—¿Eso es un halago o un insulto?
—Vete a dormir, listillo.
—Gracias, átomo en decadencia.
Alejo el móvil de mi oreja, dispuesta a colgar la llamada ahí, mi dedo sobre el botón rojo se detiene cuando oye el llamado del pelinegro.
—¿No que quieres dormir? —digo usando mi mejor tono irónico.
—Claro que quiero, pero... quería decirte que... gracias.
—¿Y eso? —alzo una ceja de forma inevitable.
Se oye cómo deja ir una respiración por la nariz.
—Por llamarme a... saber cómo estaba.
—Eso hacemos los medios amigos, ¿No?
—Claro...
—Ten bonito sueño, listillo.
Hay una risa nasal contenida de su parte. Sentía que cuando lo podía hacer reír, es como si estuviera ganando algún concurso difícil o pasando un complicado examen de mates, hacerlo reír es tener la misma sensación de que ganaste un premio.
—Igual tú, átomo en decadencia.
***
Por la mañana me desperté gracias al olor del desayuno, no sé en qué momento de la noche me quedé dormida, pero que caí como tronco hasta eso de las casi nueve de la mañana.
Mi estómago gruñó por el olor, tantos dulces la noche anterior me empalagaron. Quería algo salado.
En la cocina mamá terminaba de preparar el desayuno, algo de panqueques con huevos revueltos, tocino en compañía de pan tostado y una taza de café caliente. Por algún motivo extraño, desde que tengo ocho soy fan de la cafeína, no entendía porqué otros la detestan.
Después de un agradable desayuno con mi madre, las dos nos fuimos a arreglar para la salida que tendríamos hoy. Mejor aprovechar el domingo antes de que me lleve al internado para la nueva semana de clases.
A eso de las diez estábamos ya en su coche, con nuestra playlist reproduciéndose en el estéreo, ella se quedó confundida un segundo cuando en vez de sonar una canción de One Direction fue una de 5 Seconds Of Summer, al cabo de un rato empezó a cantar a medias las canciones conmigo.
Esto es casi como estar en una de esas películas clichés de verano, con la música alta, el viento entrando por las ventanas en un día soleado, sí, película cliché de verano. Así y todo, fue una sensación fenomenal.
Fuimos al centro comercial donde tuvimos una parada en el arcade, parecíamos adolescentes jugando en la mesa de hockey. Mi madre es súper competitiva, y eso salió a relucir en nuestra partida.
—¡Punto! —exclama, alzando los brazos feliz de haber hecho el... ¿Décimo? ¿Onceavo? La cosa es que ella iba ganando.
—Eres muy competitiva, madre.
—O tú tal vez no sabes jugar.
Puse cara de ofendida, me sentía muy indignada de que ella, mi madre, la mujer que me llevó en el útero nueve meses me esté ofendiendo de tal manera.
—Ya lo veremos —le reto, volviendo a pasar la tarjeta para activar el juego y así tener una nueva partida dónde tenía mucha convicción de que le ganaría.
Spoiler, no le gané.
Al menos, no en el hockey. La pude destronar en el básquet, tenía una puntería medianamente decente cuando se trata de una distancia corta como esa. Mamá en sí puntería no tiene, lo que me dió ventaja de ganarle.
Los tickets que acumulamos pudimos cambiarlos por pulceras fluorescente a juego y dos bolígrafos con luces integradas en forma de varita mágica.
Ahora ambas teníamos un nuevo instrumento de papelería.
Después del arcade ella sugirió la idea de comprarle unos regalos a mis amigos; lo dije una vez, a mi mamá le encanta dar regalos, en un principio no estuve convencida, ya ella después se encargó de animarme a la idea, por lo que nos pusimos a buscar buenos regalos a los chicos.
Al final, para Phoebe compré el nuevo disco de Imagine Dragons, a Nyl unos audífonos ya que los suyos se le cayeron en agua hace unos días, a Aba y Letty un par de collares que han querido desde hace meses y para Percy un libro.
Eso último resultó ser más difícil que los obsequios de los demás. Estuve unos veinte minutos parada en el sector de libros juveniles en la biblioteca, viendo cuál podría gustarle al pelinegro y, sobretodo, cuál no se habrá leído.
Iba a optar por uno de Percy Jackson, habría estado genial, sin embargo, había muchas probabilidades de que se lo haya leído, así que lo descarté. ¿Los Juegos Del Hambre? No... ¿Divergente? Juro haberlo visto leyendolo un día en clases. ¿Bajo La Misma Estrella? Es muy cliché. ¿A Dos Metros De Ti? No estaba segura de si le iba el romance.
Terminé eligiendo uno que estaba en venta nueva, fantasía, dioses y un elegido, llamó mi atención por la bonita portada con colores galácticos y letras plateadas en relieve. Leí a medias la descripción, algo relacionado con los sueños. Ese no debía de habérselo leído, ¡Es nuevo!
Estuve contenta con mi elección de regalos para mis amigos.
Resultó ser un gran fin de semana con mi mamá, hace tantísimo que no la pasábamos así de bien. No hubo piropos de calle que me pusieran incómoda, no insistió en llevarme a la estética por mi pelo ni tampoco a cambiar mi collar, lo que hizo aún mejor esa tarde.
Finalizamos el fin de semana madre he hija comiendo churros en el área de comida, otra cosa que no hacíamos desde hace al menos dos años.
—Gracias por el fin de semana, mamá —la miro conducir de vuelta al internado.
—No agradezcas, Polet, eres mi niña, lo que sea por mi niña.
El camino a South Holbrook fue de hablar lo que ella haría esta semana, al parecer estaría un poco más libre de trabajo, lo que aprovecharía para pasarlo con mi tía Daphne, su mejor amiga.
Frente al internado me ayudó a sacar mi mochila y las bolsas con los regalos para los chicos, no quería que el fin de semana de chicas terminara, a sido lo mejor de las últimas semanas.
Mamá pone su mano sobre mi mejilla.
—Estudia mucho, ¿va? Saca el lado nerd que tienes oculto —da un apretujón a mi pobre cachetito.
—Ay, mamá —le espanto la mano, ella se ríe—, prometo que iré bien en clases. Tú intenta relajarte más.
—Lo prometo.
No puedo evitar recordar el cansancio que había en su rostro la noche anterior.
—Mamá... llámame a cualquier emergencia, ¿Si? No importa la hora.
—Claro, Pau.
La abrazo con fuerza, haciéndole saber que estoy aquí. Podemos tener desacuerdos, podremos pelear, podremos no ser las mejores amigas de la historia, pero ella es mi mamá, me preocupo, quiero que esté bien, quiero estar ahí para ella.
No tarda en corresponderme apoyando su mentón de mi hombro y acariciando mi espalda.
—Todo irá bien —murmura—, es una promesa.
—Es una promesa —repito.
Nos alejamos.
—Haré una videollamada contigo y con papá, no puedes negarte.
Asintió sonriendo.
—Vale, la esperaré.
—Adiós, mamá —le doy un último y rápido abrazo—, te quiero, eh.
—Yo también te quiero, Pau —besa el costado de mi cabeza antes de alejarse.
Recojo mis cosas, mirando como se sube a su coche para ir de vuelta a su casa. Apenas la pierdo de vista, recorro el sendero de grava hacia el solitario internado, tuve un déjà vu de aquel fin de semana cuando conocí a la familia de Aldana cuando me encontré a Percy de subida a las escaleras.
—Hey, volviste —a diferencia de esa vez, no estaba la indiferencia en su voz, incluso puedo decir que hay emoción.
—Sí, volví —afirmé, alcanzandolo—, y traje regalos.
—Bueno, Phoebe y Nyl están arriba, de seguro estarán emocionados.
—Percy, traje regalos para todos, eso te incluye.
Alzó ambas cejas, sorprendido.
—Vaya.
—Ten, espero te guste —le paso el libro envuelto en papel de regalo.
Me da una última mirada antes de destaparlo, analiza la portada con sus ojos ahora de color azul.
—Guao, gra-gracias, Polet, es... este no lo tenía.
—¿Te gusta?
—Bueno, ya lo he leído —le doy mi mirada de «¿En serio?»—, ¡Pero, pero, pero! No lo tenía en físico, así que gracias igual.
Suspiro por la nariz, dejo caer los hombros.
—Al menos es algo.
—Igual me gusta mucho. Ahora vamos, los chicos se emocionarán de verte.
—Sí, andando.
Me ayuda llevando mi mochila y detallando su nuevo libro. No sé si son ideas mías o es que... estaba interactuando más con lo que hay dentro de la coraza fría de Percy.
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