20. La supercolección de almohadas raras de mamá

Nunca antes me había sentido tan ansiosa por una llamada.

Mi mano tiembla asustada de lo que puede pasar durante esa llamada, mi cerebro crea muchos malos escenarios en menos de un segundo.

—Tú puedes, Polet —anima Nyl, que está sentado junto a mí en mi cama. Ladea una sonrisa y choca ligeramente su hombro con el mío—, ya diste un paso adelante, no des en retroceso ahora.

Asentí, liberando todo el aire por la boca. Pulso el botón de llamada, después el de altavoz.

Los tonos suenan, empiezo a ponerme nerviosa, ¿Y si no contesta? ¿Y si no quiere hablar conmigo? ¡Está en todos sus motivos, fui una mala hija! Es totalmente comprensible que no quiera saber de mí.

Mi respiración empezaba a acelerarse ante esos pensamientos, estaba a punto de colgar cuando Nyl pone su mano sobre mi hombro.

—Todo irá bien.

Asentí, intentando convencerme de ello.

Casi cuando la llamada se corta, él contesta.

—Te daré privacidad —murmura Nyl, saliendo de mi habitación.

Hay un minuto de silencio, hasta que aclaro mi garganta y me digno a decir:

—Hola...

Hay una risita de su lado.

—Pau, que... que grata sorpresa.

—Sí, es que... bueno, pensé que hace mucho no hablamos y... —dejo un mechón de pelo tras mi oreja, aún me sentía muy nerviosa—, me... me apetecía charlar un rato.

—Soy todo oídos, cielo.

Eso genera un gran alivio en mi, dejo de estar sentada como si tuviera puesto un corset demasiado ajustado y dejo ir la mayor respiración que he soltado, también dejando ir algunas risas.

—Yo... bueno... no sabes el alivio que eso me hace sentir —subo las piernas a la cama, ahora sentada como un Yogui—, quería... mmm... pedirte perdón por lo de tu última visita.

—¿Puedes hacer videollamada, Pau?

—Oh... eh... —registro a mis alrededores, nada estaba fuera de lugar—. Sí, claro.

Entonces papá cuelga la llamada, pasan unos cinco minutos en los que no entra la videollamada. Volví a preocuparme, pensando en que su pregunta solo a sido una excusa para dejar de hablar conmigo.

La llamada entró a mi móvil, no dudé en contestar.

El rostro sonriente de mi papá aparece en mi pantalla, reconozco el fondo como la sala de su apartamento, de seguro tenía libre hoy.

—Te había extrañado mucho, Pau —murmura, viéndome con amor paternal—, ¿Por qué fue lo de ese día?

Torcí los labios, bajando la mirada un segundo a mi mano sobre mi regazo.

—No era un buen día —respondo por lo bajo—, últimamente no lo a sido, pero... he aprendido a llevar bien las cosas.

—¿Te molestan allá también, Paulette?

El que haya usado mi nombre completo en vez del usual apodo hace que la pregunta tome un tono más serio, papá no querría rodeos o excusas, querría una respuesta sincera.

Por lo que no tuve más remedio que asentir cabizbaja.

—¿Por qué no me lo dijiste antes? ¿A tu mamá? Habríamos encontrado un nuevo lugar, o hablado con el personal directivo, no debiste quedarte callada, Pau.

—Lo sé, es solo que... a esas alturas encontrar una nueva escuela sería difícil, mamá luchó mucho para que me aceptaran aquí, además, no quiero dejar a mis amigos.

—Polet, aún así no debiste de quedarte callada con respecto a algo tan serio.

—Lo sé —suspiré—, debí... debí de hablar contigo y con mamá en vez de haberlos dejado de lado, no fueron semanas bonitas, pero ahora... me he defendido, papá —alzo la mirada, viéndolo emocionada.

Él por su parte se sigue mostrando serio, quizá por dentro esté molesto de que no le haya hablado de lo que me estaba pasando aquí. Comprendía mucho su molestia, no solo porque me quedé con la boca cerrada, sino también porque los hice de lado, especialmente a él.

—Oye, entiendo que estés molesto, si no quieres hablar conmigo, también lo entenderé. Pero aquí las cosas están mejorando para mí, papá. Me defendí, después de mucho tiempo, pude hacer frente a las personas que me molestaban y eso... —sonreí—, eso se siente bien.

Despide un suspiro, suavizando su expresión seria, cambiandola por una pequeña sonrisa hacia mí.

—Eso me llena de orgullo, Pau, me alegra que hayas hecho frente a las cosas, no estoy molesto contigo, jamás podría estarlo, es solo que... pensaba que no confiabas lo suficiente en mí como para contarme lo que pasaba.

—¡No, no, no, para nada! —me apresuro a decir—, papá, eres mi mejor amigo en todo el mundo, claro que confío en ti, la cosa era conmigo, todo... estuvo mal y yo solo... —no quería hablar contigo, me avergonzaba de ser medio cherokee; pensé, no creí bueno decir eso—, no estaba bien.

»No es que no confiara en ti, papá, era yo la que no estaba bien.

—¿Y ahora qué tal estás?

Le sonreí, apreciando su pregunta.

—Te aseguro que mucho mejor.

—No te olvides que cuentas conmigo, Pau, para cualquier cosa, así sea una tontería, no dudes en llamarme. A mí o a tu mamá, estamos aquí para ti, siempre.

La mención de mamá hace que suba la mirada a la barra de notificaciones, dónde está un mensaje de hace apenas un minuto. Era de ella, diciendo que ya estaba estacionada al frente.

—Quisiera seguir hablando contigo, papá, pero mamá vino por mí.

—Oh, ¿Pasarán el fin de semana?

—Sí, ya venía siendo hora —reí, levantándome y tomando mi mochila—, ¿Qué tal si te unes?

—No, no, es tu fin de semana con tu mamá, no les quiero quitar eso a ninguna.

—Por favooor —finjo un puchero de bebé, ese que siempre hacía cuando niña para convencerlo.

Papá se rió.

—Tal vez vaya más tarde a casa de tu madre, no prometo nada.

—¡Genial! —exclamé, esa promesa me hizo muy feliz, pese a todo lo que pasó, quería ver a mi papá para darle un gran abrazo—. Hablamos luego, ¿va? Te quiero.

—Va, yo también te quiero mucho, Ocasta.

Con eso último dicho, colgamos la videollamada al mismo tiempo. Sentía como si un peso se me hubiera quitado de los hombros, necesitaba esa conversación.

—¿Qué tal te fue? —pregunta Nyl al verme salir de mi cuarto.

Mi respuesta a su pregunta fue darle un abrazo fuertísimo, de no haber sido por él, no me habría animado a llamar a papá. Nyl es una gran persona que a pasado demasiado, y aún con eso en cuenta, no deja de ser este alguien alegre y que anima a los demás, un verdadero amigo que te quiere ver feliz.

—Guou, guou, cuánta fuerza —bromea, riendo, después me rodea con sus brazos—. Supongo que todo fue bien.

Asentí contra su pecho, apretujandolo un poco más, se le escapan unas risas en conjunto con quejidos por mi fuerza.

—Gracias, Nyl —murmuré.

—No hay de qué, Polet, ya diste un paso adelante, no des en retroceso ahora.

Guardé sus palabras en un espacio importante de mi memoria, alejandome. Nyl me regala una sonrisa de orgullo, como un hermano mayor viendo a su hermanito andando por primera vez en bici, se ajusta muy bien la comparación ya que él es unos seis meses mayor que yo.

—Ahora, venga, me han informado que te están esperando abajo.

—¿Phoebe? —alzo una ceja, ambos yendo hacia las escaleras.

—Es información confidencial.

Meneo la cabeza, riendo.

En la escalinata de la entrada encontramos a Phoebe junto a Percy, los dos sentados en un peldaño, parecían espiar el auto de mamá que sigue estacionado al frente con ella recostada de la puerta de acompañante. Sonrío al verla, mamá estaba guapísima. Mis amigos sentados en el escalón parecen no haber escuchado nuestra salida del internado, porque seguían cuchicheando entre sí:

—Es demasiado guapa como para ser la mamá de Polet —comenta Percy, lo miro ofendida.

—Se parece más a su papá, y su papá también está buenísimo —responde Phoebe, a ella le dirijo una mirada sorprendida, ¡Creí que había superado su crush con mi papá!

—¿Estás segura que es ella?

—Sí, Adams, esa es mi mamá —afirmo su pregunta.

—¡Demonios! —exclaman al unísono, asustados, Nyl se ríe.

—¡No hagas eso! —pide Phoebe con una mano en el pecho.

—Ustedes dejen de cuchichear sobre mis papás —los señalo, amenazante—, sí, los he oído. Creí que tú habías superado el crush con mi papá.

Phoebe se encoge de hombros, relajada.

—Oye, no es mi culpa que tú papá esté buenísimo.

Tuve un escalofrío cuando recordé aquella visión del cuadro familia que incluía a Phoebe como mi madrastra. La quería mucho y todo, pero esa imagen sigue generandome trauma.

—Mejor me voy antes de que me traumen más.

—¡Eh! ¿No vas a presentarnos a tu mamá? —cuestiona Nyl.

Mi vista cae en Percy, que alza ambas cejas.

—¿Qué?

—Si haces un comentario sarcástico o algo medianamente traumatizante, dejaré que ella te dé un guantazo.

—¡Sí! —se emociona Phoebe, feliz de poder golpear al fin a alguien.

—Tú no me das órdenes, átomo en decadencia.

—Ya lo veremos, listillo. Andando.

Los tres me siguieron hasta la entrada, dónde mamá estaba revisando su móvil aburrida, levanta la vista cuando escucha nuestros pasos. Los ojos azules que no hubiera estado mal heredar brillan de emoción apenas me ve, una sonrisa de completa felicidad aparece en sus labios y sus brazos se abren a cada lado, ansiosos de darme un abrazo.

—¡Polet! —chilla, viniendo a mí, apretujandome tan fuerte como yo hice con Nyl minutos atrás.

Así que de aquí salió mi fuerza para los abrazos, tiene sentido.

Mamá parece ignorar que tenemos un pequeño público por unos cinco minutos enteros donde me está abrazando, besando la cabeza y diciendo lo mucho que me extrañó. Su exagerada muestra de afecto por una vez no me pareció vergonzosa, incluso yo me encontré chillando también de felicidad.

—Yo también te extrañé mucho, mamá —digo contra su pecho, ella acaricia mi cabello suavemente.

Es ella quien me aleja del abrazo, limpiando con sus pulgares mis mejillas que de seguro tienen rastro de su pintalabios brillante. Eso me trajo un recuerdo de mi infancia, cuando ella llegaba del trabajo y yo iba a recibirla, siempre terminaba con la mejilla sucia de su labial, nunca me molestó.

—Hey, ¿Qué tal si me presentas a tus amigos?

—Oh, sí —me volví hacia ellos. Phoebe sonríe con ternura al igual que Nyl, Percy por su parte tiene los labios apretados y la mirada en el suelo, se veía incómodo—. Eh... bueno, mamá, estos son Phoebe, Nyl y Percy.

—Es un gusto conocerla, señora... eh... —balbucea Phoebe.

—Deyer, pero mejor dime Nathalie.

—Es un gusto, señora Nathalie —Nyl extiende la mano para darle un estrechón a mamá.

—Sí, un gusto —murmura Percy, aún con la mirada gacha estrechandole la mano a mamá.

Frunzo el ceño hacia él, ya no parecía dispuesto a molestarme con sus comentarios sarcásticos, se veía incómodo, una incomodidad del tipo de «quiero huir de aquí». No me digas que su asocialidad se está reluciendo.

—Oye... yo te conozco —dijo mi mamá aún sin soltarle la mano, ladea una sonrisa, detallando a Percy.

—Eh, no, no me conoce, debe de estar equivocada —se excusa el pelinegro.

Phoebe, Nyl y yo observamos la escena como espectadores de un partido de tenis.

—¡Claro que sí! ¡Eres el hijo de Leto Adams! —declara mamá—. Vaya, cuánto haz crecido.

—Creo... creo que se equivoca, señora.

—Nah', claro que no, reconocería esa carita de bebé dónde sea —le suelta la mano—, hace mucho que no sé de tu madre, ¿Qué tal está? ¿Qué tal tu familia?

Si no estás entendiendo nada de lo que pasa, no te preocupes, yo como la narradora tampoco sé con certeza qué está ocurriendo.

Veo de mamá a Percy, ella parece emocionada de haberlo reconocido. Él, por su lado, sigue con la mirada gacha, tenso y seguramente muy incómodo. Quería intervenir, sin embargo, la confusión no me permite hacer mucho más que observar.

—De verdad, señora, se está confundiendo —recalca Percy.

—Oh, Perceval, de seguro no te acuerdas de mí, fui la compañera de trabajo de tu madre, ¿No te acuerdas cuando Pa...?

—Me tengo que ir —anuncia Percy con el tono de voz más gélido, dándose la vuelta y huyendo como un torpedo de vuelta al internado.

Los demás nos miramos las caras sin entender la actitud del pelinegro.

—También cambió mucho de actitud, por lo que veo —dijo mamá, apretando los labios un segundo—. Bueno, a sido un gusto conocerlos, Phoebe y Nyl, pero si me permiten, quiero pasar un fin de semana con mi hija.

—Claro que sí —responde Phoebe.

—Haga que se divierta mucho, ¿vale? —Nyl señala a mamá en plan divertido.

Ella ríe asintiendo con la cabeza.

Les doy un último abrazo de despedida al par de castaños, prometiendo que volvería mañana por la tarde, también les pedí que cualquier cosa que pase con el amargado que se fue un minuto antes me lo informen, prometieron estar atentos.

—¡Adiós, diviértete! —exclamaron, sacudiendo las manos.

Imité su gesto antes de volver a acomodarme en mi asiento.

—No recordaba que fuera así —pronuncia mamá de pronto, viendo el camino.

—¿A qué te refieres?

—A tu amigo, lo recuerdo más... alegre.

—¿A Percy? —solté una risa incrédula—, de seguro te equivocaste, mamá, es imposible que él sea demasiado alegre, parece que lo tiene prohibido.

Sonríe, extendiendo su mano para pellizcar mi nariz.

—No me equivoqué, Ocasta, es él. Su madre era una amiga y compañera de trabajo, después de que se retiró no supe más nada de ella ni de su familia.

—Puede que sea él o puede que no, si es él, tal vez tus recuerdos son difusos, a ese chico le cuesta sonreír como a una pereza le cuesta ser rápida.

—Tal vez... —murmura pensativa.

Dejamos el tema de lado ya que mamá puso música, nuestra vieja playlist especial de carretera con canciones de One Direction, mamá es una gran fan de esa banda y puede que yo tenga un poco pegado el gusto. Durante todo el camino cantamos a toda voz las canciones de la lista de reproducción como si fuéramos un par de preadolescentes en el concierto de su banda favorita.

Estos son mis momentos favoritos con ella, dónde no me presiona para ir a la estética, dónde no intenta que cambie mi collar, dónde no recibe piropos de calle. Estos; son simplemente perfectos.

El camino a su casa se nos hace más tardío ya que hacemos varias paradas en tiendas para comprar snacks y helado, al parecer tendríamos una noche de chicas. No está mal, me apetecía tener una de esas con mamá. Mientras ella está adentro en la tienda comprando los dulces, yo aprovecho para tomar su móvil y agregar nuevas canciones a la lista de reproducción. Estoy casi segura de que una vez les comenté que Phoebe tiene una obsesión por las bandas, además de que su gusto musical es muy amplío, el caso es que la chica tiene un gusto culposo con 5 Seconds Of Summer, siempre que está estudiando o haciendo sus deberes se pone a tararear sus canciones, haciendo que yo también empiece a tener un gusto hacia la banda.

No son malos, la verdad, por lo que agregué varias canciones a la playlist, a mamá le gustarán.

—Helado de chocolate y fresa para Polet, vainilla y chocolate para mamá, gomitas ácidas y dulces, fresas con chocolate y muchos dulces que seguramente nos darán un coma diabético —anuncia, dejando las bolsas en la parte trasera de su coche, vuelve al asiento de conductor riendo—. No le digas a tu padre que te atiborré de azúcar.

—Ni se enterará.

Recorrimos el resto del trayecto hablando de lo que nos a pasado las últimas semanas, le conté a medias lo que pasó en el internado, tuvo las mismas reacciones que papá, así que recibí dos sermones en un día. Algo sorprendente de la charla es que en ningún momento se vio interrumpida por alguna llamada del trabajo de mamá, siempre está esa llamada inoportuna que me arruina un día con mi mamá, el que ahora no esté se siente genial, como si esa persona mala onda ya no está en la fiesta.

Subimos a su apartamento entre risas por viejas anécdotas, por una tontería como yo tropezando con el primer escalón de la escalinata en la entrada o de mamá equivocándose con el botón del elevador.

Esto es refrescante, extrañaba muchísimo tener un momento así con mi madre. Nuestra relación es extraña y una vez dije que incomprensible, mamá no me conoce como papá, y yo no la conozco a ella como él lo hace, sin embargo, hay momentos donde eso no importa y solo somos una madre y su hija pasando un buen rato juntas.

—Si quieres ve a ducharte, yo iré guardando y preparando todo aquí.

—¿Segura? —dejo las bolsas sobre la isla de la cocina.

—Sí, segura, ve.

—Vale, bajo en unos minutos.

Subí a la habitación que mamá tenía para mí en su pequeño apartamento, no es ni de cerca como el penthouse de papá, es como el apartamento de una veinteañera que viene independizandose, claro, solo que un poco más espacioso. Mamá siempre a sido el tipo de mujer que le gustan que las cosas se sientan hogareñas, supongo que por eso este lugar es así.

Además también está que ella no suele pasar mucho tiempo en casa, todo debe de ser más controlable siendo más reducido.

Volviendo a lo anterior, mi cuarto es una habitación promedio, con dos puertas extras que son el armario donde tengo algunas prendas y el baño, mi cama cubierta con una frazada, como siempre, y mariposas que brillan en la oscuridad, tal cual como en mi habitación en la vieja casa familiar.

Era linda y cómoda, me gustaba.

Fui a darme una ducha refrescante de diez minutos, creo que mamá sabe de mi gusto por los jabones aromatizados con jazmín, porque ahí había uno. Gracias, mamá. También aproveché a lavarme el pelo, los últimos días con tantas clases había descuidado un poco mi cabello.

Para cuando salí, las luces del atardecer se escurrían por el cuarto a través de la ventana, espío un poco, viendo como la ciudad se encendía. En mis dos habitaciones tenía grandes vistas a los edificios de Central Holbrook.

Estaba saliendo de mi habitación cuando escucho un grito de mamá pidiéndome que busque unas frazadas y almohadones en el armario de su habitación, así que tomé rumbo hacia allá. Su cuarto está en diagonal al mío al otro lado del pequeño pasillo. Es más de lo mismo, solo que un poco más espaciosa.

Busco lo necesario en el armario, riendo al ver que mamá no pierde la costumbre de comprar almohadas con formas, hay de todo, corazones, flores, lunas, planetas, incluso hay una en forma de tocino y otra de huevo frito, faltaba el pan tostado.

Ah, no, olvidenlo, aquí está.

Tomé un par de esas y dos frazadas, saliendo del armario algo llamó mi atención en su mesita de noche. Ladeo la cabeza, acercándome. Se trataban de varios frascos con pastillas y una receta médica, ¿Mamá está enferma? ¿Volvió su alergia? Ella tiene esta cosa rara de que es exageradamente alérgica al polvo y cosas similares, casi siempre tiene que estar en tratamiento médico.

Incluso solo el frío hace que su alergia aparezca, por suerte no es algo que heredé.

Agarro uno de los frascos, lo lanzo al aire y lo atrapo, vuelvo a tomar las frazadas y almohadas dispuesta a volver a la sala.

—¿Otra vez tu alergia?

—¿Qué? —mamá se gira a verme bajar las escaleras.

Le muestro el frasco en cuanto dejo las cosas en el mueble.

—Encontré esto en tu mesita con la receta médica, ¿Volvió la alergia?

—Oh, eso, sí, sí, hace unos días... fue un martirio, ahora estoy mejor —me quita las pastillas—, no te centres en eso, ya está todo listo. Deja me cambio por algo más cómodo y podemos empezar.

Eso... fue raro, sobretodo por el tono agudo que usó, no obstante lo dejé pasar con un encogimiento de hombros.

Traje todos los snacks y bebidas a la sala, con un segundo grito mamá me avisó que esperara la pizza, así que eso hice. Paso aburrida los canales comiendo de las patatas esperando nuestra cena.

El timbre sonó.

Abrí la puerta, esperando ver a un repartidor.

No había ningún repartidor.

Sonríe.

—¿Alguien ordenó una pizza hawaiana familiar con queso y maíz extra? —abre la caja, liberando el aroma de pizza caliente.

El olor era increíble, pero no era importante ahora.

—¡Papá! —chillo, feliz de verle, abrazándolo.

—Cuanto te extrañé, Pau —dijo, devolviéndome el abrazo.

Estamos así unos cinco minutos enteros, después de mucho tiempo, tiempo en el que estuve reacia a hablarle y de verle, un abrazo suyo es algo que necesitaba y que me estuve negando a aceptarlo.

—Creí que no vendrías —le digo al separarnos, dejándolo entrar.

—Creí que sería lindo pasar una noche como en los viejos tiempos —los dos nos giramos a ver a mamá, que viene bajando las escaleras con un pijama puesto—, ¿Qué dicen, mis Seavey's?

—A mí me encanta la idea —afirmo, emocionada.

—A mí también me agrada —afirma papá.

—Pues, empecemos la noche de películas a la antigua, con el gran clásico —mamá cambia de los canales a las películas ya guardadas, dando play a la que siempre iniciaba la velada familiar, miramos a papá.

—Por favor... —suplica con tono divertido.

—Hey, es la tradición —ella alza los hombros, riendo.

Papá me mira pidiendo ayuda.

—Es la tradición, ¡Venga!

Arrastro conmigo a mis dos papás al sofá como cuando era niña, empezamos a servir la pizza y jugos con la intro de Tierra De Osos reproduciéndose en la TV. Con las risas, la película, mis papás a cada lado comiendo la pizza que siempre fue nuestra favorita, todo se sintió como años atrás, cuando ellos no estaban divorciados y teníamos una pequeña familia que se quería.

No era perfecta, estaba algo... rota, pero era mi familia, y tener eso devuelta, así sea por una noche, es algo que voy a apreciar para siempre.

—Oigan, ¿Puedo decirles algo? —miro de uno a otro.

—Claro, Ocasta.

—Los amo mucho —paso mis brazos sobre sus hombros, medio abrazándolos de una forma muy incómoda.

Igual que cuando era niña, dejaron besos en mis mejillas al mismo tiempo.

—Y nosotros a ti, cielo —murmura mamá.

Ojalá pudiera haber congelado el tiempo y habernos quedado ahí.

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