19. Soy una doble moral como Diane Reynolds (ni idea de quién es esa)

Apenas me ve llegar, Phoebe sonríe mostrando los dientes, una sonrisa bastante orgullosa que me dirige, sus ojos verdes bajando un segundo a mi collar.

-Me alegra que vuelva la Polet que conocí esa mañana.

Le devuelvo la sonrisa, tomando entre mis dedos el centro de mi collar.

-A mí también me alegra que esté de vuelta, pero... mejorada.

Ella da cortos aplausos y brinquitos que le mueven el pelo crespo.

-¡Eso, Polet! -pasa su brazo sobre mis hombros, apretujandome en un medio abrazo-. Estoy muy, muy orgullosa de ti.

Correspondí a su abrazo sintiendo el calor de sus palabras. Puede que Phoebe y yo seamos diferentes en muchísimos aspectos, ella es más de ser extrovertida, el alma de la fiesta, la chica capaz de hacer feliz a todo el mundo, en cambio yo soy más discreta y de pasar desapercibida en todos los eventos con público, pero conseguíamos llevarnos bien. Ella desde el principio me a considerado su mejor amiga, y puedo decir con certeza que esta chica de acento australiano perezoso es la mejor amiga que he podido tener.

Rompemos el abrazo un minuto después, aunque Phoebe sigue teniendo su brazo pasado sobre mis hombros, me mira de soslayo con una sonrisa ladeada y la otra mano en la cintura.

-¿Lista para ignorar a los imbéciles de aquí?

-Claro que sí.

Esos imbéciles no tardaron en aparecer en escena.

No pasan ni diez minutos de esa afirmación cuando un trío de amigos que consiste en dos chicas y un chico se nos acercan en el casillero de Phoebe, sonriendo con superioridad y señalandome como el bicho raro del circo.

-Que lindo collar, Polet -dijo una de las chicas.

-Sí, muy lindo -conviene su amiga, una pelinegra de pelo corto-, ¿Volviste a la moda raída que hay en tus montañas?

Los tres se echaron a reír con burla, dándose codazos como si el chiste hubiera estado buenísimo. Phoebe entrecierra los ojos en dirección a ellos, molesta y gruñendo como un chihuahua cabreado de que le molestasen su paz. Puedo ver cómo los engranajes dentro de su cabeza se mueven ideando un insulto que los deje lloriqueando o un golpe limpio que cese con sus risas.

Cuando da un paso al frente, dispuesta a enzarzarse en una pelea, puse mi brazo en medio de su camino para detenerla. Formulé un «yo lo resuelvo, tranquila» y giré a ver al trío de idiotas.

-Pues, muchas gracias -contesto, sonriéndole a la pelinegra, los tres dejan de reír y empiezan a verme confundidos. Como si hubieran esperado que me echara a llorar ahí mismo y no que les agradeciera-, puede que esté algo raído, pero es bastante lindo. Y pues no, no es una moda de la montaña, siempre a sido parte de los clanes, es una protección contra los malos espíritus. Mi abuelo dijo que se llama «mugina augud» que podría traducirse a «pequeño tótem» aunque eso es algo más de los nativos del Estrecho de Torres -encogí los hombros-. La verdad es que es algo muy variado de diferentes nativos, los Yuin de Nueva Gales del Sur, los clanes de Ngarrindjeri, aunque los de ellos se llaman ngaitji.

»En fin, es demasiado complejo de explicar, sobretodo de entender.

-Sí, sus pobres cerebros con escases neuronal no lo entendería -terció Phoebe, parándose a mi lado y cruzando los brazos, sonriendo satisfecha de su insulto.

Yo no lo quería decir, pero que bien quedó.

La chica pelinegra junto con sus dos amigos nos miran con las cejas arrugadas a la vez, una molestia clara cruzando su azulada mirada.

-Nadie te a hablado a ti, pelo esponjado -le espeta a Phoebe, no paso por alto la respiración profunda que toma por lo bajo para controlar su mal genio-. Ve a hablar con los koalas o yo qué sé.

-Yo te voy a enseñar a hablar con los koalas.

Mi amiga estuvo a punto de arremeter contra la pelinegra, que fue lo suficientemente lista como para dar un par de pasos hacia atrás para salir de la zona de ataque de Phoebe.

-Bueno, bueno -digo, sujetándola a ella por la cintura con toda la fuerza que poseo-. Esto no será bonito para ustedes, así que sería mejor que se vayan.

-No le tengo miedo a una pobretona como ella.

-¡Pues deberías! -exclama Phoebe enojadísima, zarandeandose entre mis brazos.

Una risa nerviosa se me escapó porque no podría retenerla mucho tiempo, si bien esa chica se merece una gran paliza por parte de Phoebe, no quería que ella se metiera en un lío.

-¡Déjame darle su merecido, Polet! -exclamó Phoebe, tuve que plantar los pies en el suelo, su fuerza era tal que me estaba arrastrando consigo-, ¡Déjame agarrarle las greñas y arrancarselas una por una!

Eso generó miedo tanto en la pelinegra como en sus amigos.

-¡Retorcerle el pescuezo con ese feo collar que se trae encima!

Ella ahogó un grito, llevando sus manos al collar que hasta ahora noto. Es de color dorado, aunque en definitiva no es de oro, con un centro ovalado y que por dentro parecía tener alguna piedra decorativa verde.

Si lo analizas bien, se parece bastante al collar del Doctor Strange.

-¿Cómo te atreves? ¡Es un diseño único!

-¡Sí, únicamente feo!

Su rostro vuelve a llenarse de molestia he indignación, tuvo la estúpida osadía de dar un paso al frente a enfrentarse a la loca que no deja de removerse en mis brazos como un gusano, pero se arrepintió en cuanto Phoebe dió un arañazo como gata en celo y casi le atina en la cara.

Huyó despavorida con sus amigos.

Esperé unos cinco minutos antes de soltarla, Phoebe es bastante vengativa y puede salir corriendo tras ellos para darles su merecido. Cuando su respiración vuelve a un ritmo normal y su rostro deja de estar rojo, sé que es una señal segura, así que la suelto.

Phoebe resopla, espantando un mechón de pelo de sus ojos.

-Me hubieras dejado darles una paliza.

-Habría estado increíble, Phoes, pero tú terminarías en el salón de castigo.

-¿Y? Los sacrificios requieren voluntades fuertes.

Alzo una ceja en su dirección.

-¿Viendo otra vez Avengers: Infinity War?

-Ese no es el caso, una paliza y ya está, merecía una lección.

-Y no lo dudo, ahora bien yo prefiero que estés conmigo en clases y no en el salón de castigo -murmura algo parecido a «chorradas». La campana suena-. ¿Oyes eso? Hora de clases.

Phoebe a regañadientes agarra sus cosas del casillero y se adelanta al salón de clases mientras yo voy a una rápida visita a los baños, la limonada del desayuno estuvo muy rica, pero había llenado mi vejiga hasta el límite.

Mi excursión al váter habría tardado unos cinco minutos de no ser por la conversación que captó mis oídos. ¿Es de mala educación escuchar conversaciones ajenas? Sí, y no lo hagan, consejo hipócrita porque yo estoy intentando subirme a la taza del inodoro para no ser vista y escuchar todo.

La llave de un lavabo se abre.

-Es como estar rodeada de un montón de cabezas huecas -es la inconfundible voz chillona de Malia-, no me sorprende que sean tan manipulables, no piensan por sí solas -hay una risa, después otra voz más baja, tal vez habla por teléfono-. Gala, son insoportables en todas sus letras, son como muñecas Barbies que intentan verse bien para impresionar a los chicos de este sitio -un gruñido de fastidio-, y por alguna razón tienen un fetiche con Adams. Sí, ese mismo. Se vuelven tan idiotas cuando está cerca.

La llave del lavabo se cierra, la conversación de Malia se oye de fondo por el ruido del secador de manos, aún así se sigue escuchando claro como no para de insultar a su grupo de amigas. ¿Esas chicas sabrán lo que Malia piensa de ellas? Lo dudo mucho.

-... ni los dioses quieran que las conozcan, por poco si yo las aguanto, es difícil estar todos los días pegada a una panda de niñitas descerebradas, por suerte aún no se me a pegado su estupidez -hay un suspiro cansado-. Sí, comprendo. Ambas estamos en situaciones similares, al menos tú no las tienes encima todo el tiempo -siento como mi pierna empieza a acalambrarse, hago una mueca, sacudiendola he intentando no hacer ruido-, vale, entonces nos vemos este fin de semana. Tengo que entrar a clases, adiós.

No, no te duermas, pierna. Vamos, vamos, despierta.

Sigo sacudiendo mi pierna, el hormigueo es insistente por muchas sacudidas que haga, no puedo espiar por encima de la puerta del cubículo a ver si Malia se largó, obtengo mi respuesta cuando oigo un «Bpp, Bpp», un sonido parecido a cuando chocas los labios de adentro hacia afuera.

Genial, se estaba retocando el maquillaje de búho.

-Vamos, despierta -murmuro lo más bajo posible.

En una de esas sacudidas insistentes a mi pie, no medí la fuerza que estaba usando, por lo que termino dando un puntapié contra la mampara, causando un ruido demasiado fuerte en el silencioso baño.

-¿Quién anda ahí? -dijo Malia-. ¿Quién anda ahí? Sal ya.

Confío y rezo para que no le dé por registrar los baños, y si lo hace, confío y rezo para parecer lo más posible a un váter.

-Te exijo que salgas si no lo haces de inmediato.

Con mi suerte seguro que empieza a registrar los cubículos.

No tardó en hacerlo.

Demonios.

Una gota de sudor corre por mi nuca mientras escucho como abre y cierra las puerta una por una, como una cuenta regresiva antes de llegar a dónde estoy yo parada como un mapache atrapado robando en la basura.

Solo faltaban dos cubículos... solo uno...

-¡Malia! -exclama la alegre voz de la que debía de ser Alexa, esa chica que estaba con ella en las gradas aquel día-. ¿Por qué tardas tanto? La clase ya inició.

-Sí, solo... -mi puerta se abre un centímetro...

-¡Vamos, el profesor no va a esperar más!

Mi corazón late muy asustado, otra gota de sudor corre por mi sien, mis ojos ven a la puerta aún abriéndose centímetro por centímetro.

-Sí, será mejor ir.

Vuelve a cerrarse. Dejo ir un suspiro de alivio por lo bajo. Malia recoge sus cosas y junto con Alexa salen del baño de chicas.

Bajo de la taza del váter con mi pie recién despierto por la adrenalina del momento. De hecho, más que ser adrenalina, era un miedo inminente a ser descubierta ahí mismo. Lavé mis manos y salí corriendo de ahí hacia mí clase.

-¿Por qué tardaste tanto? ¿Acaso tienes la vejiga del tamaño de una ballena azul? -me pregunta Phoebe cuando llego al salón.

Le conté lo que escuché en el baño, cada detalle en voz baja, procurando que nadie más nos oiga.

-Vaya... -murmura con los dos ojos abiertos y las cejas alzadas-. Eso... no me lo esperaba.

-Créeme, ni yo.

-Aunque.... de cierta forma no me sorprende tanto -encoge los hombros, centrándose en su libreta-, es decir, es Malia, su hipocresía no tiene límites.

Ahí ella tiene un punto, sin embargo... ¿No son sus amigas? ¿Por qué llamarlas así si de verdad no las consideras eso?

-No les des cuerda al asunto, Polet -dijo, anotando la fecha de hoy-, algunas personas son malas porque sí, cuestionarse el motivo no sirve de nada, a veces ni siquiera lo hay.

El profesor entró al salón, dando inicio a su clase.

Durante la hora de su materia no pude pensar mucho en lo que escuché en el baño, pero esa conversación de Malia no salía de mi cabeza, es como si se mantuviera guardada en una carpeta de mi cerebro esperando el momento perfecto para desplegar su información.

Y ese momento resultó ser a la hora del almuerzo mientras jugueteaba con el puré de papa de mi comida en silencio. El cafetín estaba lleno de estudiantes hambrientos y conversadores, la hora de la comida es donde este lugar se vuelve como Center Holbrook a horas pico, es un mar de adolescentes, no imagino lo difícil que a de ser para las cocineras.

-¿Y ella qué tiene? -pregunta Percy, alzo la vista y veo que me señala con su tenedor de plástico.

-Estuvo oyendo de entrometida y ahora no puede dejar de pensar en eso -responde Phoebe casualmente.

-¿Polet oyendo de entrometida? -cuestiona Letty con un gesto divertido-. Imposible.

-Y no adivinarás a quién escuchó -agrega la rizada.

-Yo quiero saber -curiosea Nyl, viéndome.

Despido un suspiro cuando mis demás amigos me dirigen la misma mirada.

-A Malia -digo-, estaba hablando por teléfono cosas horribles de su grupo de amigas, y mírenla, allá está riéndose con ellas -señalo con discreción la mesa a unos metros de nosotros-. No me parece justo.

Los chicos voltean a ver a la mesa de Malia, mantienen la mirada ahí unos cinco segundos hasta volverla a mí el suficiente tiempo como para que me preguntara por qué se había alargado, al final, todos incluyendo a Percy chasquean la lengua y murmuran un «aaaaww»

¿Eh...?

-Eres demasiado buena, Polet -Aba sonríe volviendo a su comida.

-Panda rojo, lo dije -Percy se encoge de hombros.

-No solo tu nombre es cuchi -comenta Nyl.

-Que monada eres, Polet.

Los cuatro siguen murmurando cosas de ese estilo, sonriendo y negando con la cabeza, viéndome como si yo fuera... no lo sé, algún animalito pequeño y abrazable.

-Vale, no entiendo nada -dije al fin.

-¿Por qué no te parece justo, Polet? -inquiere Letty.

-Porque es malo, ¿No se supone son sus amigas? Si de verdad lo son no pensaría tan mal de ellas, es... hipócrita de su parte estar ahí riéndose y fingiendo ser buena.

-Es Malia, ¿Qué esperabas? -Nyl tiene la boca medio llena.

Hice una mueca, pero pasé de él concentrándome otra vez en Letty.

-Considero que... una amistad es el regalo más sincero que puedes darte, si piensas así de tus amigos, algo mal hay en ti.

Se pasó un silencio breve por nuestra mesa.

-Te dije que algunas personas son malas solo porque sí, Polet -musita Phoebe-, no siempre hay un motivo detrás, solo son así y ya.

-Y siendo Malia de la que hablamos, eso no me sorprende -secunda Aba-, no te rompas la cabeza por eso, en algún momento la verdad se sabrá.

Ojalá hubiera sido por otros medios de cómo fue en verdad.

El tema fue zanjado por un eructo de Nyl que hizo reír a Letty, a los demás nos causó algo de asquito pero no le peleamos nada. Nos concentramos en otros asuntos de las clases y de este próximo fin de semana.

-Bueno, solo seremos nosotros tres -dijo Phoebe después de escuchar mis planes y los de Aba y Letty, todas iríamos a visitar a casa. Mira a Percy y Nyl-, ¿Salida al Shumpox?

-Me agrada la idea -conviene el castaño.

-A mí también.

Después de eso es que la desgracia llegó.

Conste aclarar que nosotros estábamos jugando tranquilamente a las atrapadas con unas galletas en nuestra mesa, no estábamos buscando ni de cerca un problema, ese nos encontró a nosotros.

Específicamente, me encontró a mí.

Percy estaba calculando la distancia para hacer un tiro perfecto de la galleta hasta mi boca, yo me estaba preparando para atraparla al aire, cuando de pronto sentí un cuerpo chocar conmigo y como un líquido frío se escurría por mi torso. Hubo un grito ahogado de mi parte, seguido del silencio en el comedor.

Levanté la mirada hecha una furia solo para encontrarme con nada más y nada menos que Malia, no debería haberme sido una sorpresa.

-Ups... -masculla, fingiendo un puchero-, en mi defensa, Polet, ahora la camiseta está mucho mejor.

Sentía el rostro caliente, y no sonrojado de vergüenza, sonrojado por la ira que se estaba encendiendo dentro de mí. Las uñas se me entierran en la palma de las manos por la fuerza con que las aprieto. Empezaba a ver rojo.

-¿Polet? -me llama Phoebe, usando un tono delicado.

Pasé de ella.

Salí de mi asiento en la mesa, dando pasos hasta Malia, que es en ese momento que borra su estúpida sonrisita al ver que no me iba a poner a lloriquear ahí, estaba harta de sus tratos, de los de todos. No iba a volver a incumplir una promesa.

Agarré el plato con las sobras de su comida, spaghetti con salsa, ella no pudo prevenir mi movimiento, las sobras estuvieron sobre su camisa como su bebida sobre la mía.

Hubo otro grito ahogado en el comedor, le siguieron los chillidos y reclamos de Malia.

-¡¿Cómo te atreves?! -le lanza la bandeja de comida a una de las chicas a su costado izquierdo-, ¡Es de diseñador!

-En mi defensa, Malia, ahora la camiseta está mucho mejor.

Ella gruñó, lanzandome una mirada mortal.

-Me las vas a pagar, Polet Seavey, te juro que yo...

-¿Qué? -le interrumpo, alzando el mentón-, ¿Qué harás? ¿Hablarás de mí como lo haces de tus amigas? ¿Dirás qué soy una cabeza hueca que intenta verse bonita por los muchachos?

Su rostro palideció.

-¿Qué? -inquiere Alexa, viéndola desconcertada y herida-. Malia, ¿Qué quiere decir?

-Claro que no lo saben -miré al grupo de chicas, son al menos seis, todas mejores maquilladas que la niña pasta y salsa-. Esta mañana su querida amiga no paraba de hablar cosas horribles de ustedes, ¿Se los digo yo o tú, Malia?

-Tú eras la del cubículo -masculló entre dientes.

-Sorpresa -finjo una rápida sonrisa-, una verdadera amiga no te llama cabeza hueca, no te llama descerebrada, no te considera insoportable ni dice que aún no se te pega la estupidez. ¿Qué tan mal tienen el concepto de amistad? -veo a Alexa y sus amigas-, déjenme decirles que sí es este, está bastante erróneo. Un amigo te quiere por lo que eres, no te juzga, te quiere pese a todo y no habla a tus espaldas.

-Cállate... -murmuró Malia.

-Ella no es una buena amiga, no es ni siquiera una buena persona, no se dejen mangonear por alguien así de... despreciable.

-Que te... calles... -vuelve a murmurar, más molesta.

-No, no me voy a callar solo porque lo pides, escucha atentamente: eres el peor ser humano que he conocido, no sabes el concepto de una buena amistad, no sabes lo que es el respeto a otros. Y ustedes -miré a las chicas-, no son mucho mejores que ella, pero aprendan a redimirse y ser mejor.

»Y tú, Malia Pierce, aunque sea mestiza, al menos tengo principios. Y como cherokee, tengo sentido de la lealtad, algo que por obviedad no tienes.

»¡Y todos ustedes! -grité para ser escuchada por el comedor-, ¡Son iguales de despreciables que ella! ¿Cómo por qué demonios se creen mejor que yo? ¿Porque sus padres ganan unos cuantos centavos más? ¡No estamos en el siglo XIX! Ustedes tampoco son importantes, no son más que niñitos de mamá y papá que se creen los reyes del universo, pongan los pies en la tierra, vean el mundo como es, nadie se va a arrodillar a sus pies en cuanto salgan de su burbuja.

»Me cansé de tu trato -le vuelvo a decir a Malia que estaba roja como una cereza-, yo no soy de meterme en peleas, pero tengo una Phoebe.

-¡Sí! -saltó a decir mi mejor amiga.

-Y ya no te tengo miedo, ya no me importas ni nada de lo que digas. Me hiciste mucho daño, tú y toda esta panda de gente ingrata, ya no les daré el derecho de seguir haciéndolo.

Con el corazón en la boca, pasé al lado de ella chocando mi hombro con el suyo, su ex-grupo de amigas se apartó de mi camino por sí solas.

En el pasillo dejé ir todo el aire que tenía acumulado, y con él, la Polet que se doblegaba ante los comentarios de sus bullys.

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