17. Más te vale tener una excusa por haberme seguido... otra vez

Esa noche tampoco pude dormir.

Solo que, en esta ocasión, sí sabía muy bien el motivo de mi insomnio, tiene nombre y apellido, hasta sobrenombre incluído, mi querido Nylan Kane, o mejor conocido como Nyl.

Desde que Phoebe y yo apagamos las luces a la hora de dormir, no había podido pegar un ojo porque sus palabras de esta tarde no dejan de repetirse en mi cabeza. Percy de verdad que tiene razón, no hay nadie mejor que Nyl que empatice conmigo, él la pasó peor que yo y aquí sigue, demostrando que, sin importar de dónde vengas, te mereces tu lugar en el mundo.

Un lugar que definitivamente yo no me estaba dando.

«Merecía estar ahí tanto como ellos, y no iba a dejar que me siguieran humillando. Ellos también me hicieron lo mismo que a ti, Polet, rompieron mi confianza, se rieron de mis orígenes, aún cuando estaba derrotado en el suelo, no permití que se burlaran de donde vengo.

¿Sabes por qué? Porque ahí nací, ahí me crié, pertenezco a ese porcentaje de venezolanos que está en el exterior orgulloso de sus raíces, demostrando que ni los peores comentarios de esta gente le hará avergonzarse del lugar donde nació

Son las que más hacen eco y me dejan pensando, no es secreto para nadie que poner un alto al bullying escolar no es fácil, esto lleva semanas y yo no me digno a tomar cartas el asunto por miedo a que todo se vuelva peor. ¿Qué me asegura que los directivos harán algo? A Nyl lo golpearon y le creyeron a los otros chicos. Conmigo no han llegado a tal punto, ¿Pero qué me puede asegurar que harán algo por el acoso que sufro? Nada lo hace.

«Comprendo que cuesta, nadie mejor que yo puede decirte lo difícil que es levantarse, pero vale la pena, Polet. Para sus mentes cuadradas de dónde venimos es motivo para reírse, para nosotros lo es todo, no debemos dejar que se sigan burlando de nuestro todo»

Mi todo... mi todo desde que llegué aquí fue considerado extraño, y tal vez lo sea, pero siempre fue parte de mi vida y nunca le ví lo particular, hasta que empezaron a marcar lo rarito que es ser mestiza, a burlarse de mis costumbres, a reírse de lo que alguna vez para mí fue mi mundo entero.

Entonces, hasta yo empecé a considerarlo extraño y querer desligarme de esa parte.

Lo admito, no me siento orgullosa de esos pensamientos, pero cuando constantemente te repiten que no eres más que alguien de «clase baja», que no eres más que «una niña india y extraña» comienzas a perder tu propia confianza y sentir vergüenza de ello. Las palabras son poderosas, y la elección correcta de ellas puede lastimar profundamente a alguien.

«Eres cherokee, Polet, y eso no está mal, lo que está mal es que dejes que otros juzguen y se burlen de tu todo.

Va siendo tiempo de abrazar tu cultura, ¿No crees?»

¿Lo creo? O mejor, ¿Lo merezco?

¿Qué significa ser cherokee, abuelo? —recuerdo haberle preguntado cuando tenía unos cinco o seis años.

No se lo pensó mucho, después de dejar una de las cortas trenzas detrás de mí oreja y desordenar un poco mi cabello, sonrió respondiendo:

Ser cherokee no es tan complejo, Ocasta, somos una nación matriarcal con un gran respeto hacia la Madre Tierra.

¿Mi mami?

El abuelo se había reído de mi pregunta.

La naturaleza y todo lo que nos rodea, Ocasta, pero también respeto a todos los seres vivos, así que sí, también a tu mami —eso hizo sonreír a la pequeña Polet—, nuestro sentido de justicia es grande, pero también el de perdón y, sobretodo, el de amor. 

»Ser cherokee, no importa si eres de sangre o mestizo, a mi parecer es vivir y dejar vivir, agradeciendo a El Creador por este universo y al destino que trazó, respetando a la Madre Tierra y todo lo que habita en ella, permitiéndote perdonar y que te perdonen.

Esa respuesta no había aclarado bien mis dudas de infante, durante muchos años las palabras del abuelo no tuvieron mucho sentido, hasta este momento. Ser cherokee no es solo ser parte de una cantidad de personas que comparten mismos rasgos y costumbres, no es solo bailar con plumas y la cara pintada venerando a los dioses.

La escencia natural de ser de un cherokee es eso que dijo mi abuelo hace ya tantos años, es vivir y dejar que otros vivan. Tener el sentido de dar el perdón como de estar conciente de que a veces tienes que recibirlo. Es el respeto a todo lo que te rodea, pero también el amor propio de hacerte respetar.

Después de todo, la ceremonia del Maíz Verde es más que eso, era el tiempo de gracias y de renovación espiritual, siempre lo consideré el inicio del tiempo de la cosecha y nadie nunca me lo había corregido. Ahora, la actitud más libre y tranquila de papá después de aquella vez que le obligaron a participar tiene sentido.

«Para sus mentes cuadradas de dónde venimos es motivo para reírse»

El lugar de donde vengo es ciertamente particular por sus costumbres, cuando no estás adaptado a ello, tener un modo de defensa para lo que no conoces es normal, ¿El modo de defensa de los chicos de aquí es reírse, burlarse?

De verdad... que es un pensamiento muy retrogrado.

Le estaba frunciendo el ceño al techo por mis descubrimientos, cuando un ruido fuerte del pasillo, como un especie de portazo, hizo que diera un respingo, asustada, y cambiara la mirada a la puerta.

—¿Oíste eso, Phoebe? —pregunto en un murmuro, no me responde—, ¿Phoe...?

Mi querida amiga seguía plácidamente dormida dándome la espalda y roncando por lo bajo.

Gruñí, rodando los ojos.

Saqué los pies de la cama y fui hasta la puerta, tomando en el camino el primer libro que mi mano tomó de mi biblioteca. No lo detallé bien por la oscuridad en la habitación, pero era uno de esos gruesos que tenía, así que estaba perfecto para dar un golpe limpio a la cabeza y dejar desmayado a alguien.

Asomé la cabeza por el pasillo, viendo de un lado a otro, hacia el lado de bajada al área escolar no había nadie ni se escuchaba nada, por el otro lado del pasillo, el que da a los siguientes pisos, la cosa cambia. Para mí suerte, habían cambiado la bombilla que estaba en las escaleras de subida, así que la luz titilante ya no estaba y eso aminora el ambiente de película de terror.

Lo que lo incrementa son las pisadas fuertes que se oyen alejándose.

No voy a decir que me armé de valor, porque valor es una palabra que ahora desconozco y es un sentimiento del que carezco. Seguía oyendo las pisadas alejándose de subida, ¿Y si es solo un chico de las habitaciones de arriba que vino al baño?

Quería creer en ello, sin embargo, algo dentro mío no estaba del todo convencido.

Tuve unas inmensas ganas de ahorcar a ese algo.

Salí al pasillo, intentando no hacer ruido y sujetando con fuerza mi mejor defensa, avancé con cuidado escuchando los latidos nerviosos de mi acelerado corazón y las quejas de mi cerebro.

Estuvo a punto de convencerme que volviera a mi habitación a acurrucarme en mi cama calientita, mis pies se detuvieron para dar marcha atrás justo frente a la habitación de Percy y Nyl.

Que extraño, la puerta está abierta.

Husmeo un poco dentro, la misma proporción y disposición de los muebles que mi cuarto con Phoebe, tiene un... olor particular, y se nota a plena vista cuál es el lado de Nyl y cuál es el de Percy.

El castaño estaba muy dormido en su cama con una mano colgando al borde y roncando solo un poco más fuerte que Phoebe, un pie enfundado en un calcetín que en un su momento debió de ser blanco y que ahora tiene unas roturas sale debajo de su frazada. Por el lado de Percy, gran parte de la frazada estaba entre la cama y el suelo, y eso se debía a qué la cama estaba vacía.

La cama estaba vacía.

¿Dónde está Percy?

Mis cejas se fruncieron y mis ojos vieron el pasillo, ¿Acaso sería él...?

Contra todo razonamiento lógico y con muchas quejas de mi cerebro, dejé mi libro-defensa sobre una repisa junto a la puerta de la habitación de esos dos y salí corriendo por el pasillo, subiendo dos pisos de escaleras en tiempo récord. La puerta que da a la azotea también estaba abierta y desde aquí puedo escuchar quejidos.

Fuera en la azotea la única iluminación era la de unas bombillas en forma de arroz amarilla, que no son algo más que débiles destellos, la brisa de la noche estaba siendo bastante fría, contradictorio al calor que hubo esa tarde, en medio de la estancia estaba Percy respirando con dificultad, su pecho subiendo y bajando en busca de aire, se toma el cuello de la camisa como si lo estuviera ahogando, luego se jala el pelo, ansioso, asustado.

Lo entendí al instante: Percy estaba teniendo un ataque de pánico.

Mi primera reacción es solo parpadear, no había presenciado muchos ataques de pánico en mi vida, pero han sido los suficientes como para saber que no es una experiencia bonita. Dos segundos después salí del estado de shock y me acerqué a él.

—¡Percy!

Noto que sus ojos ahora de un azul claro tienen una capa de lágrimas que están a nada de correr por sus mejillas, él sigue intentando recuperar el control de su respiración, algo que no le estaba yendo muy bien..

—¿P-Polet... qué... tú...? —formula entre jadeos.

—Eso no importa ahora —digo usando mi mejor tono de seguridad, intentando transmitirle tranquilidad—. Respira, Percy, tú puedes respirar...

Su pecho no para de subir y bajar a cada segundo, su rostro enrojecido y los ojos cristalizados llenos de lágrimas de miedo. Por primera vez desde que llegué aquí pude ver algo más allá de la indiferencia en su mirada: encontré miedo. Percy estaba aterrado de lo que le estaba sucediendo.

—No... —meneó la cabeza, haciendo que su pelo se desordene más. Un chillido asustado salió de su boca—, no puedo... No puedo... hacerlo...

—Sí, claro que puedes —afirmé, poniendo mis manos sobre sus hombros demasiado tensos—, lo que sientes es atemorizante, pero no es peligroso. Todo va a estar bien, vas a estar bien.

Pasó saliva con dificultad, sus labios tenían una mueca de preocupación muy pronunciada. Su mano vuelve a jalar el cuello de su camisa hacia abajo.

—No... no... yo no puedo... respirar... Voy a...

—Oye, concéntrate en tu respiración, mantente en el presente, no escuches lo que tienes aquí —señalé a mi sien—, todo va a acabar, vas a estar bien.

La primera lágrima corrió por su mejilla derecha.

—Me duele... —tiene una mano empuñada sobre el pecho—, duele...

Traté lo mejor que pude de no demostrarlo para no asustarlo más, para no darle una nueva preocupación ni hacer que se cierre, pero escuchar eso... sí que dolió.

Ahora no estaba podiendo tener muchas ideas para ayudarlo, él sigue asustado de no poder controlar su ataque de pánico, yo no sé más que mantener la calma y estar con él, no sé si deba de hacer otra cosa. Alzo la mirada al cielo, preparada para rogar a algún dios, en el firmamento nocturno habían algunas estrellas, el cuarto menguante de la luna destilaba una débil luz plateada.

Espera... ¡Eso me da una idea!

—Hey, mira eso —le dije con la mayor delicadeza que podía tener mi voz, señalando hacia arriba, Percy sube la mirada al cielo—. ¿No es lindo como brillan? —asintió aún intentando tomar control de su respiración, yo seguí hablando con tono tranquilo—: una vez, mi abuelo me contó que las estrellas eran criaturas de pelaje brillante, una especie de puercoespines mágicos.

Aprovecho su mirada aún en el cielo para pasar mis manos por sus brazos en ligeras caricias, su tensión iba aminorando poco a poco.

—Hace mucho, mucho tiempo, unos cazadores atraparon algunos de esos puercoespines en el bosque. No sabían lo que habían hecho hasta que se hizo de noche, las criaturas de las estrellas empezaron a brillar —empecé a respirar de un forma más lenta para que siguiera mi ritmo—, salían volando chispas doradas de su piel brillante, así que en cuanto los cherokee notaron esto, los soltaron para que volvieran al cielo a iluminar el firmamento.

»Y ahí están, proporcionando luz porque los cherokee los dejaron ir. Tuvieron miedo, pero la bondad de los cazadores fue grande y los liberaron.

Con el pasar de los minutos, su respiración empezó a ser más regular, aún se podía distinguir esa nota entrecortada, pero era mejor eso a qué lo de hace un rato. En ningún momento lo dejé solo, tampoco dejé de darle caricias en los brazos, nadie merece pasar un ataque de pánico solo.

—Hey, estoy orgullosa de ti, buen trabajo —doy un pequeño apretón a su hombro, Percy baja la mirada, que se había estado manteniendo en las estrellas, sus ojos vuelven a encontrarse con los míos—. ¿Qué tal estás?

Él asintió.

—Estoy... estoy bien...

—Ven, mejor vamos a sentarnos —lo llevo conmigo hasta la silla de doble asiento que están bajo las luces en forma de arroz.

Ahí permanecemos en un tranquilo silencio escuchando los sonidos de la noche, el canto de las cigarras en compañía del ulular de los búhos resultan ser una melodía bastante tranquila, que gracias a los dioses ayuda a Percy a entrar en verdadera calma.

—G-gracias, Polet —balbucea, mirándome de reojo, ¿Tímido?—, no sé... de verdad no sé qué habría pasado si no llegabas.

Por una milésima de segundo estuve con la mirada fija en su perfil, sintiendo nada más que sorpresa, esto me parecía surreal, ¿Percy mostrándose tímido, balbuceando? Era sorprendente a la par de tierno. Después de ese shock instantáneo, mis labios fueron los primeros en actuar, formando una sonrisa para él.

Puse mi mano sobre el dorso de la suya que descansa a un lado de su pierna.

—Eso hacemos los medio amigos —doy un apretón amistoso—, así que cuando necesites hablar con alguien, voy a estar aquí.

—Gracias... —murmura.

No sé cuánto tiempo lo pasamos ahí en la azotea, solo que fue un rato largo, mientras que yo tarareo una melodía cualquiera por lo bajo, veo de reojo como el chico a mi lado empieza a cabecear y sus párpados se empiezan a caer.

—¿No quieres volver a tu habitación?

Negó, tallandose un ojo.

—No, no... no quiero... —un bostezo interrumpe sus palabras—, me da miedo que... otro... ataque de pánico...

Apreté los labios, asintiendo a sus balbuceos somnolientos. Estaba cansado, claramente, pero hacerlo volver a su cuarto no era una opción a la que fuera a aceptar.

—¿Si sabes que no es el lugar lo que te está causando las molestias, si no tus pensamientos?

—Por favor... —murmura, volviendo a bostezar.

Otra cosa que debo decir es que Percy medio dormido es bastante adorable.

—Venga, pues —le atraigo hacia mí para que apoye su cabeza de mi regazo, Percy está muy dócil, así que no gruñe o refuta nada.

Empecé a acariciar su cabello, que es bastante suave y lacio, su respiración pasa a ser más pesada y relajada, demostrando que el pelinegro se a quedado dormido.

Sonrío, quitando uno de sus rizos de la frente.

—Duerme bonito, listillo.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top